COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Is 50, 4-7

1.

Texto: La unidad de este tercer canto del siervo (50, 4-9) está en las cuatro proposiciones que tiene al Señor por sujeto ("mi Señor me...": vs. 4.5.7.9). La persona del siervo, así como su ministerio, son interpretados de forma profética: vocación o misión, sufrimientos que conlleva su ministerio, así como su total confianza en Dios.

- Como el profeta, el siervo escucha y predica el mensaje divino, pero esta misión resulta imposible de llevarla a cabo a no ser que el Señor le dé "lengua de iniciado" o le abra el oído para entender (vs. 4-5, la misión siempre nace de una vocación).

El está convencido de que es Dios el que ha obrado esta maravilla.

El mensaje que proclama de parte del Señor no es de denuncia profética sino de esperanza, y es que su palabra se dirige a hombres concretos con su problemática específica; los profetas pre-exilicos anunciaron el castigo a unos hombres sin conciencia que se enriquecieron a costa de los pobres, pero la situación actual del pueblo es muy diversa ya que la larga duración del destierro ha provocado la desesperación de la gente (40, 27). Al abatido es necesario reanimarle, dirigirle una palabra de consuelo, de esperanza en el Señor (v. 4a; cfr. 40, 28 ss).

- A la vocación e invitación el siervo responde con prontitud (por contraposición a Moisés y Jeremías que se rebelan: Ex. 3; Jr. 1..., la vocación no conlleva la pérdida de la propia personalidad). Sabe que su tarea es amarga y así lo confiesa en este relato que se asemeja a las confesiones de Jeremías. Intenta suscitar esperanza en el pueblo y sólo recibe escepticismo por la tardanza de la liberación. Como Ezequiel (2, 8) abre su boca para comer el mensaje divino, pero éste no es dulce sino que le acarrea un gran sufrimiento: le apalean, le mesan la barba (v. 6; en el A.T. son signos inequívocos de ultraje y desprecio: II Sam. 10, 4ss).

Los ultrajes el siervo los acepta y afronta con decisión, sin intentar vengarse; al insulto responde con fría calma (v. 6) y es tan testarudo en hacer el bien como los malvados en su maldad; está convencido de que su vida no es un camino de rosas, pero sabe que este es su camino; cree con total firmeza que el Señor está a su lado (le nombra insistentemente: vs. 4.5.7.7.9) y por eso espera contra toda esperanza sabiendo que al final el triunfo es suyo.

- El que "dice al abatido una palabra de consuelo" es un incomprendido, y en consecuencia acepta su misión entregando su espalda a los que le flagelan.

Reflexiones: -Esta fue la suerte que corrió el siervo y también Jesús. Transmitió el mensaje de su Padre (Jn. 8, 28.40), dio respiro, esperanza... a los agobiados y maltrechos (Mt. 11, 28)... y acabó recibiendo ultrajes: le mesaron la barba, le flagelaron... Y Jesús afrontó, sin vengarse, su pasión entregando sus espaldas a los que le apaleaban (MC. 15, 19). También él es sabedor de que su Padre le hará justicia (Jn. 8, 29. 50).

- ¿Es así también nuestra actuación en el gran teatro de la vida? Muchas veces nuestra palabras en lugar de consolar sólo sirven para abatir y herir, y ante la primera dificultad o incompresión nos revolvemos como víboras. Nos queda mucho por aprender de esta figura del siervo y de Jesús.

A. GIL MODREGO
DABAR 1991, nº 19


2.

Iniciamos la Semana Santa con la lectura del tercer canto del Siervo. Aparece más como sabio que como profeta. Asegura que el Señor le está introduciendo en su Sabiduría, para poder llevar al abatido una palabra de aliento. Mañana tras mañana le espabila y le abre el oído; y la consecuencia de tener el oído abierto a la Palabra, es que no se rebela ni se echa atrás; más bien afrontará todos los sinsabores de su historia, sin histerismos ni timideces, a pecho descubierto, sabiendo que el Señor le ayuda, y por tanto no quedará avergonzado.

¡Maravillosa sabiduría, escondida a inteligentes y poderosos, y manifestada a gente sencilla! ¿Cabía que el Verbo Encarnado pasara por la tierra en plan triunfador? ¡Apabullaría a los hermanos que son cada día testigos de su limitación! Por eso, a Cristo, a pesar de ser Dios, no le vimos orlado de nimbos luminosos.

Al contrario: se desnudó de su rango y pasó por uno más en la fila de los humanos. Como uno cualquiera, tuvo que afrontar el frío y el calor, el cansancio y el fracaso, la espantada de los amigos y la ausencia de Dios, el dolor y la muerte. ¡Y qué muerte! -"Vosotros, los que pasáis por el camino de la vida: mirad y ver si hay un dolor parecido a mi dolor" (/Lm/01/12), reza y canta reiteradamente la Iglesia en estos días.

Esta es la auténtica gloria del Hijo: haber entrado sin remilgos en la historia. Nosotros ¡necios! le hubiéramos sacado de ella; le hubiésemos instado a que cambiase las piedras en panes, y a que volara por los aires acunado por alas de ángeles. Hubiéramos corregido, como cursis sabihondos, los caminos de Dios. Pero justamente porque se sometió, lo exaltó Dios de tal modo, que toda lengua pueda proclamar ante el Crucificado: "¡Jesús es el Señor!".

Maravillosa y Santa Semana que hace presente la Bondad de Dios y su amor al hombre.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO A
DESCLÉE DE BROUWER/BILBAO 1989, pág. 73


3.

En todo el Antiguo Testamento no hay páginas más sugestivas para meditar la Pasión de Jesús que los poemas del Siervo de Yahveh. Este Siervo es realmente un bellísimo boceto de la figura del Mesías paciente.

Aquí se presenta, en primer lugar, como Siervo de Yahveh: «Mi Señor». Esta palabra encierra mucho cariño y mucha dependencia. El está cada mañana a la escucha. Aparece como un iniciado en el sufrimiento: ahí están sus espaldas, sus mejillas, su rostro, que recibirán todo tipo de golpes. Pero es fuerte, paciente, sabe encajar. Así se siente capacitado para acercarse a los que sufren y están abatidos, y podrá compartir y decir palabras de aliento.

Por último, confía plenamente en el éxito de su misión, no porque tenga fuerzas sobrehumanas, sino porque «mi Señor me ayudaba».

CARITAS
RIOS DEL CORAZON
CUARESMA Y PASCUA 1993.Pág. 141


4.

Los poemas del Siervo de Yahveh iluminan el misterio de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y explican por qué el Mesías tenía que sufrir.

El Siervo ha de ser una persona experimentada en el dolor, un iniciado que comparta el sufrimiento de los hombres. Lleva sobre sí el dolor del mundo. Varón de dolores. Ahí están sus fuertes espaldas para cargar todos los pesos y ahí está su valiente rostro para encajar toda clase de golpes.

Este siervo podrá ser el consuelo del mundo, el que pueda alentar a los abatidos y confortar a los que sufren, el que pueda extender la mano al abandonado, el que pueda decir a todos los marginados una palabra adecuada.

El siervo saca toda su fuerza del Señor, vive de «mi Señor» y para «mi Señor», en una gozosa relación de dependencia filial. Y "el Señor le ayudaba" en todo.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Pág. 128