COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 26, 14-27, 66

 

1.

-Traición de Judas. La traición sale del mismo seno de la comunidad.

-Jesús ante Pilatos. La acusación adquiere el tono de traición contra el poder romano. Irónicamente, Barrabás ("hijo del padre") es amnistiado en vez del verdadero Hijo. Y el que es "inocente" en el sueño de la mujer de Pilatos, es condenado.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987/08


2. J/PASION/Mt.

Los Evangelio de este día nos dan el relato de la Pasión según los tres sinópticos y, en consecuencia, parece lo más indicado presentar, como comentario a cada uno de ellos, un análisis de las características de cada relato. De esta forma penetramos en el misterio de la pasión y la muerte de Cristo por tres accesos muy concretos.

* * * *

a) Apenas se comienza la lectura de la versión de Mateo, inmediatamente se advierte la importancia que tiene el tema del cumplimiento de las Escrituras. Mateo prueba a los judeo-cristianos, que esperaban un Mesías triunfador y glorioso, que los profetas anunciaron un Mesías paciente y que las Escrituras previeron el desarrollo de la pasión hasta en sus menores detalles.

Así, la agonía de Jesús en Getsemaní estaba prevista por el Sal 41/62, 6 (26, 38). Apenas detenido Jesús, Mateo precisa que era necesario que así sucediera para cumplir las Escrituras (26, 54, 56), rechazando con ello la opinión de quienes pudieran ser partidarios de una respuesta armada a la detención de Jesús. Y cuando se produce este suceso, Jesús hace alusión al procedimiento que le identifica con los maleantes (26, 55), actuación que él relaciona con la del Siervo paciente en Is. 53, 9, 12, según los Setenta: "Catalogado entre los criminales".

En el diálogo entre Cristo y el sumo sacerdote, Mateo subraya también el tema del Templo (26, 21), "cumplido" en la persona de Cristo, y cita (mejor que Lucas) el pasaje de Dan. 7, 13 sobre el Hijo del hombre (26, 64). El evangelista es también el único que descubre la muerte de Judas (27, 3-10), en la que ve de nuevo el cumplimiento de las Escrituras (cita de Zac. 11, 12-13).

Al contrario que Lucas y Juan, Mateo y Marcos insisten en el hecho de que Jesús no contesta nada a Pilatos. Reflejan así el silencio del Siervo paciente ante las injurias (Is. 53, 7). Mateo alude igualmente al gesto de Pilatos lavándose las manos (26, 24-25), duda porque en él ve un rito ejecutado en cumplimiento de la ley (Dt. 21, 6-9; Sal. 72/73, 13). La multitud responde también a Pilatos por medio de una expresión tradicional: "Que su sangre caiga..." (27, 25; cf. 2 Sam. 1, 16); quizá Mateo haya visto en ello una profecía de la decadencia del pueblo judío.

Mientras que los demás evangelistas no prestan gran atención al detalle, Mateo especifica que la bebida que se le ofrece a Cristo en la cruz era de hiel, con lo que verifica el texto del Sal. 68/69, 22 (Mt. 27, 34). Utiliza el mismo procedimiento a propósito del reparto de sus vestiduras, y del grito lanzado en la cruz, y otras aplicaciones, según él, del Sal. 21/22 (Mt. 27, 35). Mateo es igualmente el único que relaciona las burlas de los judíos contra Cristo en la cruz: "Ha salvado a otros...", con las burlas de los impíos respecto al Justo (cf. 27, 43; Sab. 2, 18-20).

Y también es el único autor que describe los episodios que se desarrollaron después de la muerte de Jesús: el velo del Templo que se rasga, las resurrecciones, los temblores de tierra son fenómenos anunciados por los profetas para el día de Yahvé (Am. 8, 9). Mateo es, finalmente, el único que menciona la riqueza de José de Arimatea (Marcos habla de su notoriedad y Lucas de su piedad), con el fin de verificar la profecía de Is. 53, 9: tendrá su sepulcro entre los ricos. No estará de más señalar que, en el pensamiento de Isaías, esta profecía quería significar que el Siervo sería confundido con los impíos.

Es evidente que Mateo siente la preocupación por explicar los hechos por la Palabra: palabra de las Escrituras cumplidas, palabra del mismo Jesús (mucho más pródigo en Mateo que en las demás versiones). No se trata, pues, de una simple visión de conjunto: en Mateo se elabora ya una teología que se centra preferentemente en torno a la idea de cumplimiento: los acontecimientos de la Pasión no tienen nada de accidental y forman parte del designio de Dios sobre el mundo.

Todo se desarrolla tan bien de la mano de Dios en los acontecimientos de la Pasión que Mateo puede hacer de ella el final de la era antigua y el comienzo de la era de la Iglesia. Más aún que los otros, el primer Evangelio subraya el alcance escatológico y eclesiológico de los acontecimientos. El velo desgarrado es señal de la caducidad de la economía antigua y el temblor de tierra señala la introducción de la nueva. La fe del centurión constituye las primicias de la conversión de las naciones. Al devolver a los "discípulos" el cuerpo de Cristo, los sumos sacerdotes abdican definitivamente sus prerrogativas y dejan a la Iglesia la tarea de ser signo de Cristo en el mundo.

Una de las características propias del relato de Mateo, bastante compleja por otro lado, es la mención de los guardias en la cruz (Mt. 27, 36 y 54) y sobre todo en el sepulcro (Mt. 27, 62-66), una mención que no hacen los demás evangelistas. La clave de esa mención nos la da el mismo Mateo en 28, 11-15.

Parece que Mateo, o la tradición que representa, compuso esta narración de la custodia con una finalidad apologética: contrarrestar la fábula judía de la sustracción del cuerpo. La fe de Mateo en Cristo es tan fuerte que llega incluso a componer un relato con el fin de anular radicalmente la mentira de los judíos. De hecho, si Mateo parece engañarnos, a nosotros y a nuestra mentalidad moderna, es fiel a una historia más verdadera, la de su fe, de la que sabe perfectamente que no descansa sobre la experiencia verificable de Jesús saliendo del sepulcro.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 232-234


3. /Mt/26/36-41  CR/VIGILANCIA  J/DEBILIDAD DEBILIDAD/J:

-Getsemaní

No hace falta decir que el episodio de Jesús en Getsemaní posee gran importancia para comprender la pasión que sigue. Es una escena de revelación. Mientras que la transfiguración (17,1-9) revelaba por anticipado la gloria del Hijo del hombre, aunque encaminándose hacia la cruz, aquí se revela la profunda humanidad de Cristo, su "debilidad". Es una revelación que podemos resumir así: este hombre que siente "tristeza y angustia", cuya alma está triste hasta morir y que experimenta el peso de la "carne débil", es el portador de la revelación definitiva de Dios, ¡es el Hijo de Dios! Así pues, una profunda revelación del misterio de Cristo que el discípulo, como siempre, no comprende; en lugar de velar y acompañar, el discípulo se abandona al sueño. Efectivamente, se advierte un doble movimiento en el relato: por una parte, Jesús que se aleja, solo (es una manera de subrayar el carácter inaccesible del misterio encerrado en la oración de Jesús); por otra, Jesús que se acerca, que vuelve a los discípulos y les invita a acompañarlo (se subraya la cercanía del misterio de Jesús); pero el discípulo, aunque invitado, no comprende. Además de revelarnos la profunda humanidad de Jesús (por tanto, el relato que sigue se ha de leer tomando muy en serio la humanidad del Hijo de Dios), el relato nos manifiesta la reacción íntima de Jesús frente a los acontecimientos dolorosos inminentes. Es la pasión interior del Maestro. Los relatos que siguen (proceso, condena, insultos, crucifixión) son la superficie de la pasión, los hechos, la crónica; aquí se nos revela la reacción íntima de Jesús; allí lo que los hombres hicieron con Jesús; aquí cómo reaccionó en su ánimo. Por tanto, la escena de Getsemaní es, también desde este punto de vista, una clave indispensable para comprender en profundidad el resto de la narración. Finalmente, hay un tercer punto, no ya cristológico como los dos primeros, sino eclesial; refleja la lección de vida que la comunidad cristiana obtenía de la meditación de la oración de Jesús en el huerto. Como Cristo, por medio de la vigilancia y de la oración al Padre, superó victoriosamente el momento decisivo de la prueba, así el discípulo: "Vigilad y orad" es la invitación reiterada a la Iglesia. El episodio se convierte en un modelo para la existencia cristiana, en una ilustración de la advertencia que Mateo ha colocado como conclusión del discurso escatológico (24,42): "Velad, pues, porque no sabéis el día en que vendrá el Señor".

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 275


4. J/REY  /Mt/27/11-29

El evangelista no pierde ocasión de subrayar que Jesús es inocente. La mujer de Pilatos lo llama "hombre justo" (27,19) y Pilatos, a su vez, reconoce públicamente su inocencia (27-24): "Yo soy inocente de la sangre de este justo. Allá vosotros". Jesús es condenado como inocente por su pueblo; una inocencia tan clara, que hasta los paganos la reconocen. Sin embargo, es condenado, a pesar de la afirmación de la inocencia por el mismo Pilatos. El procurador romano asume una actitud manifiestamente contradictoria. Abre el proceso con una clara intención de objetividad y se esfuerza en librar a Cristo de la condena. Mas apenas se ve comprometido personalmente ("Viendo que no conseguía nada y que aumentaba el alboroto": v.24), su objetividad desaparece; su deseo de objetividad no va más allá de un cierto precio. Hay una razón de estado que prevalece sobre la verdad y la justicia. Pilatos no está de ningún modo dispuesto a perderse a sí mismo.

De todas formas, el intento de objetividad de Pilatos y su pública proclamación de la inocencia de Jesús ponen de relieve la obstinación y la injusticia que implica el rechazo de los judíos.

Ellos deben elegir entre el Mesías y Barrabás (v.17); se ven forzados a elegir -ironía de la vida- entre el Mesías y un ladrón. La escena es altamente simbólica. No se puede rechazar a Cristo sin más; se lo cambia. Todo rechazo es una elección.

Mateo precisa que el rechazo es colectivo (v.20). Es todo el pueblo quien condena al Mesías, y no sólo los jefes: "Todo el pueblo respondió: Recaiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Mateo piensa probablemente en algunos textos bíblicos; por ejemplo, 2 Samuel 1,16; Jer 51,31, según los cuales el que derrama sangre inocente es maldito de Dios.

Los judíos habían entregado Jesús a Pilatos (v.27,2); ahora Pilatos lo entrega a los soldados para que lo crucifiquen (v.26). Pero antes del viaje al Calvario, el evangelista relata una segunda escena de ultraje (vv. 27-31), paralela a la escena precedente, que seguía al proceso judío; allí se hacía burla de Jesús profeta; aquí, de Jesús rey. Es una escena importante; en cierto sentido ocupa el centro de toda la sección y enlaza los dos temas principales que el evangelista desarrolla, a saber, la revelación de la realeza de Jesús y su rechazo por parte del mundo. El juego cruel de los soldados es burla y rechazo; Jesús es revestido de las enseñas reales por burla. Sin embargo, y a despecho de todo, es proclamado "el rey de los judíos".

-La Realeza de Jesús

Decíamos que el tema más importante de nuestra perícopa es la realeza de Jesús. Es preciso profundizar en él. Mateo lo ha introducido desde el principio de su evangelio (2,2), y ya entonces tuvo cuidado de situarlo en un contexto de oposición y rechazo: Jesús es un rey que marcha al destierro. Luego, el título de rey desaparece por completo del relato evangélico y no reaparece hasta el relato de la pasión, precisamente en nuestra perícopa y en la escena de la crucifixión. Esto es ya un dato de suma importancia. La de Jesús es una realeza que únicamente en un contexto de pasión destaca en todo su verdadero esplendor y en su auténtico sentido; solamente a la sombra de la cruz se la puede entender sin equívocos. La escena de los ultrajes no expresa solamente hasta qué punto Jesús fue rechazado y en qué grado se humilló; pretende demostrar hasta dónde la realeza de Dios, manifestada en Jesús, es diversa de los esquemas comunes; lo es hasta el punto de parecer una burla. Sin embargo, esta diversidad ya la había dejado entrever Jesús precedentemente (/Mt/20/25-28): "Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes imperan sobre ellas. No habrá de ser así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, se haga vuestro esclavo; como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en redención de muchos".

Luego hay una diferencia radical entre la realeza de Cristo y la del mundo, entre las manifestaciones de la primera y las manifestaciones de la segunda. No hay nada en común entre ambas; la realeza del mundo se manifiesta en el poder, en la imposición, en la salvación de sí mismo; la realeza de Cristo se manifiesta en el servicio, en el amor, en el rechazo del poder como medio de sustraerse a las contradicciones. Por eso el mundo rechaza la realeza de Cristo, no la comprende y hasta la considera una realeza de burla. Por eso los mismos discípulos se sienten con frecuencia tentados -¡incluso por amor al Maestro!- a modificar la realeza de Jesús, a hacerla semejante a la del mundo, en un intento, se diría, de hacerla más convincente y eficaz.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 289


5. J/SOLEDAD/ABANDONO:

-El Mesías, abandonado

Jesús moribundo es insultado por los transeúntes (vv. 39-40), que lanzan contra él nuevamente la acusación de los falsos testigos en el proceso: se glorió de poder destruir el templo y luego reconstruirlo; que se salve a sí mismo.

Le insultan los escribas, los fariseos y los ancianos, sus jueces: Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo; si realmente fuera el Mesías, Dios le bajaría de la cruz; si realmente fuera amigo de Dios, Dios lo libraría. Así pues, éstos ponen en duda la validez de sus milagros (ya los habían interpretado como provenientes de Satanás: 12/24), la verdad de sus pretensiones mesiánicas y la validez de su experiencia del Padre. Se niega la identidad más profunda de Jesús. También los dos malhechores crucificados con él le insultan del mismo modo.

El hombre corriente, las autoridades y los desheredados, todos están contra Jesús. Para comprender el significado profundo de estos insultos hemos de hacer una precisión. En la voz de los transeúntes, de los sacerdotes y de los dos malhechores resuena la misma voz de satanás que ya escuchamos en el relato de la tentación (/Mt/04/03): "Si eres el Hijo de Dios...". Si realmente eres el Hijo de Dios, debes usar el poder de que dispones para obtener credibilidad, para hacer triunfar la verdad. Y no se diga que se trata de un razonamiento meramente humano; existe toda una literatura de martirio que asegura justamente que Dios interviene siempre, aunque sea en el último momento, para derrotar a los enemigos y hacer triunfar al justo. Así en Sal 34,8 y en Sal 1,9-12: "Teniendo a Yahvé por refugio, el Altísimo por tu asilo, no te llegará la calamidad ni se acercará la plaga a tu tienda, pues te encomendará a sus ángeles para que te guarden en todos sus caminos". Por tanto, los jueces tienen ahora la prueba de la verdad de su veredicto (una prueba, diríamos, ¡tomada de las Escrituras!): si no puede salvarse, si Dios no le salva, significa que hemos tenido razón al tomarlo por un falso mesías, por un impostor y un blasfemo. Así comprendemos la soledad de Jesús. Es la soledad del que se siente al final desmentido, abandonado de aquel mismo Dios en el que únicamente había confiado y por cuya obediencia ha emprendido su camino: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (/Mt/27/46).

Como de costumbre, el evangelista no se limita a relatar los hechos, sino que los interpreta a la luz de las Escrituras. Lo que está acaeciendo es el cumplimiento de las Escrituras.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 294


6.

La Pasión es el relato de la Cruz de Jesús. ¿Cómo ha entendido Jesús su propia muerte? Es difícil penetrar en el secreto de Dios; pero sí que podemos dar algunos datos: Jesús soluciona su papeleta él solo (26, 29s). Además Jesús experimenta vivísimamente la fuerza del pecado: el pecado se mete de lleno en toda la persona de Jesús ("por nosotros se hizo un maldito", /Ga/03/13). Llega hasta a identificarse con los pecadores: palpa el convencimiento de que él no muere solamente por la fuerza de las circunstancias, adversas cuanto cabe, ni siquiera por ser hombre, porque alguna vez debía morir. Jesús se sabe "muriendo por otros" o, dicho de otro modo: a lo largo del evangelio vamos viendo que Jesús tiene la intuición de que encarna en su persona de algún modo la figura de aquel "siervo" del que hablaba el AT (Is 53; Sal 22 y 69) del que se dice que sufrirá por todos (Is 53, 4-5: "Y llevó los pecados de muchos e intercedió por los culpables". Is 53, 12). Esta identificación de Jesús con los pecadores es bien real, capaz de motivar la náusea más grande, la tristeza de los que mueren (26, 38).

J/OBEDIENCIA: En segundo lugar es el colmo de la obediencia. Según Hb/05/07-10, la trágica oración de Jesús en el huerto se dice que fue escuchada, y por eso salvado de la muerte. Siendo esto así, el morir de Jesús fue, según los planes del reino, llegar a la vida. La obediencia de Jesús llega a unos extremos de fe insospechados. En tercer lugar vemos que Jesús es entregado por Dios a la furia de sus enemigos (26, 46). Ocurre a veces en el AT que Israel es "entregado" por Dios a la devastación de sus enemigos normalmente por incumplimiento de la alianza (Lv 26, 25). A veces suele ocurrir también que el privilegio de Dios es entregado a otros contrincantes (1 Sam. 24, 5). Otras veces son los mismos pueblos paganos quienes son entregados por Dios a los ejecutores de su venganza (Ex 29, 19). En todos estos casos Dios se desentiende, ya no quiere saber absolutamente nada de su pueblo, o de los que antes estaban bajo su protección. Israel se queda en el más completo desamparo porque Dios, su goel, su valedor, le hace ascos y le entrega a sus enemigos como cosa de ningún valor. Jesús se identifica con ese Israel pecador y se ve abandonado de Dios en el sentido más profundo del término, en el abandono último. Una diferencia hay, sin embargo, entre Jesús e Israel: éste es entregado por su incumplimiento de la Alianza, mientras que aquél es entregado por otros, por el pecado de los que le entregan ("Cristo murió por nosotros cuando éramos aún pecadores". Rm 5, 8). Y además, paradoja enorme, el entregado, perfecto, obediente, está de acuerdo en ser entregado (cf. Fllp 2): este es el misterioso e irresoluble porqué de la Pasión.

Finalmente hacemos notar el fracaso absoluto del programa de Jesús, quien ve claro que ha llegado la "hora del poder de las tinieblas" (/Lc/22/53). Por un cierto tiempo los pecadores van a estar por encima de Jesús. Todo lo que había construido en su vida, en su predicación, parece venirse abajo. Por eso no es de extrañar que Jesús muriera con la incertidumbre de la prueba (27, 46). Sin embargo, de una vez para siempre, Jesús ha puesto su confianza en el Padre, se fía de él y sabe que, aunque no lo parezca, esto terminará bien. La incertidumbre de la prueba fue superada por el éxito y el gozo de la resurrección. No hay palabras en los vocabularios de los hombres para llegar a ponderar este triunfo tanto del Padre como del Hijo: el Padre por su fidelidad, el Hijo por su confianza.

V. 11: Esta pregunta de Pilatos no se comprende bien sin las precisiones de Lc 23 1-2 que presenta al pueblo denunciando a Jesús como uno que pretende llegar a ser rey. El término rey tenía en el mundo judío unas claras connotaciones mesiánicas y políticas. De ahí que la desconfianza del procurador fuera grande. No olvidemos el pasado político de Israel con sus ansias de independencia que posteriormente se verán confirmadas en la guerra del 70 contra los romanos. La respuesta de Jesús ha de entenderse en sentido positivo: eres tú quien lo dice y tienes razón. Sin embargo, el contexto indica que la realeza que pretende Jesús es de un estilo muy diferente (esto ha motivado la explicación de Jn 18, 34s). Pretender ser rey en una situación de tal opresión no es una ironía, sino que se inscribe en lo paradójico del reino y de la pasión de Jesús: rey de la vida, rey para salvar.

V. 16: Según manuscritos de mucho peso el nombre completo es "Jesús Barrabás", nombre común en la época del Señor. La actitud de Pilatos de desprecio irónico más por los judíos que por Jesús mismo, encaja muy bien en el carácter del procurador tal como lo describe Josefo. La "envidia" del v. 18 es el ascendiente que Jesús tiene entre la gente. Pilatos se da cuenta de ello. Mateo y los otros evangelios también se sirven de la figura de Barrabás para hacer notar la responsabilidad que han tenido en este proceso los jefes del pueblo. Estos son los que han manejado hábilmente la voluntad del pueblo, que, en el fondo, se adherirá a Jesús (v. 20).

V. 19: Este rasgo es exclusivo del evangelio de Mt. Pero no hay que ver en la mujer de Pilatos una cristiana antes de tiempo. Sino que, atormentada por un sueño (en la antigüedad tenían mucha importancia) que le deja perpleja, no considera a Jesús como un justo en sentido judío o del mismo Mt. (fiel a la voluntad de Dios: cf. 1, 19; 5, 45; 9, 13), sino en el sentido griego de un hombre de bien, interesante e inquietante a la vez. Figuras que, por contraposición, hacen resaltar más la inocencia de Jesús, y el valor incomprensible de su muerte.

Los vv. 24-26 son también propios de Mt, cuya intención general es disculpar a Pilatos y hacer cargar las culpas al pueblo. No olvidemos que este evangelio está escrito hacia el 85, momento en que el cristianismo se separaba definitivamente del judaísmo y menudeaban las tensiones. Esta exclamación de los judíos tiene también raíces en el AT (2 Sam 1, 13-16; 3, 29; Jer 51, 35; ver también Lc 23, 38). Más allá de una toma de posición política por parte de los judíos, éstos se ven presionados a una alternativa de tipo religioso: o reconocen a Jesús como el mesías prometido, o tienen que pedir su muerte como un blasfemo. Implícitamente se toma la primera posición por parte del autor. Evidentemente que todo antisemitismo a partir de esta expresión no tiene sentido alguno.

V. 26: Jesús llega aquí al colmo de la entrega en manos de los hombres (cf. nota 1) y se cumple perfectamente el anuncio que hiciera meses antes: "A este hombre lo van a entregar en manos de los hombres" (17, 22). Además aparece con bastante claridad la imagen del siervo sufriente: "despreciado y abandonado de los hombres, tenido en nada" (Is 53, 3). La espiritualidad judía del tiempo hablaba también con frecuencia del siervo que sufrirá (Salmos de Salomón 17; 1 QH.2, 9-11; 6, 8; etc.) pero siempre terminan diciendo que Dios le dará el poder y romperá la fuerza de sus propios enemigos. Es escandaloso ver a Jesús en tal extremo de postración y tenerlo a pesar de todo como el mesías de Dios y el que es capaz de salvar.

Mateo, como buen catequeta, insiste más en algunos aspectos, al parecer secundarios, que en la misma crucifixión, que la narra, muy de pasada. Uno de estos tres motivos catequéticos (los otros dos serán el de la inscripción en la cabeza del leño y las burlas de los judíos) es el del reparto de la ropa (vv. 35-36). Es el despojo total de Jesús que se indica con el Sal 22 que es una súplica a Dios en un momento de abandono, ya que hasta Dios mismo parece que no escucha la oración del sufriente (Sal 22, 1). Es el despojo máximo de Jesús junto con la irrisión que lleva consigo.

La inscripción o título de la cruz era una tablilla que llevaba el condenado especificando la causa de la condena. Pilatos hizo escribir esto para burlarse de la religiosidad judía. Esta perícopa narra con claridad las objeciones que entonces, y ahora, se pueden hacer a una muerte tan calamitosa: ¿cómo puede ser rey nuestro un crucificado? (objeción judía o farisea): ¿cómo puede ser éste el Hijo de Dios? (objeción cristiana de los discípulos): ¿cómo va a poder este pobre salvar? (objeción de la sabiduría griega). Parece imposible dar crédito a una persona en tal estado de fracaso. Ya lo decía Pablo con claridad: "para los judíos un escándalo, para los paganos una locura" (/1Co/01/23). Sin embargo éste es el Cristo de nuestra fe. CZ/ESCANDALO 

v. 41: Este es el tercer motivo catequético y en el que Mateo quiere hacer sobre todo hincapié. Si se tiene en cuenta los versículos del Sal 22 que se citan (vv. 2.8.9.19) nos damos cuenta de que las burlas no vienen a subrayar la maldad de los hombres o los sufrimientos morales de Jesús, sino el hecho irrisorio para el justo de que el mesías haya sido entregado a la muerte por Dios. Cristo abandonado por su Dios. Esto no lo puede comprender una mentalidad que esperaba un mesías libertador y potente. Jesús ha elegido un camino de salvación perfectamente incomprensible para judíos y griegos. Este es el escándalo de la cruz. Pero precisamente lo que parecía muerte se convertirá en vida de verdad. El camino del triunfo en la fe es el de saber valorar la cruz de ser hombre, con las limitaciones que esto conlleva.

Este grito del v. 46 está en estrecha relación con el del v. 50. Son, evidentemente, dos gritos de aflicción. Pero hacemos notar en primer lugar, que estos gritos se dirigen a su Padre ("Dios mío"), es decir, que son gritos de fe. En segundo lugar que son el grito de un judío fiel (no en vano emplea el Sal 22, salmo oracional) que confía en Dios, de ahí que se trate de una aflicción tanto más real por cuanto no ha abandonado el plano de la fidelidad al Dios que salva. En él se realiza el juicio salvador de Dios (Rm 3, 21s). Lo trágico del desenlace de Jesús llega aquí a los más hondos niveles antropológicos y teológicos. No hay ficción, sino cruda realidad.

La reacción del centurión ante los raros fenómenos que acompañan a la muerte de Jesús es (típicamente pagana, por lo que se excluye una confesión de la divinidad de Jesús en boca del soldado. Incluso parece ser que esta expresión era corriente en labios de paganos para designar a personalidades extraordinarias. No obstante la primera comunidad cristiana vio aquí una confesión de fe que ella misma se apropia. Como luego dirá en su reflexión teológica el evangelista Juan: Jesús jamás fue el Hijo único de Dios en tanto grado como en la humillación de la cruz. Todo este relato constituye un cúmulo de paradojas para el que no tiene fe: para el creyente es fuente de adoración y de actuación en la vida.

EUCARISTÍA 1981/18


7.

La Pasión de Jesús, la más hermosa historia de amor y la más sucia historia de pecados, debe leerse, proclamarse, en la celebración eucarística, despacio, que sirva casi de homilía y de pregón de Semana Santa; por eso, conviene que se escuche sentado.

Seguro que la Pasión fue lo primero que se escribió de la vida de Jesús, no sólo para contar lo sucedido, sino para interpretar los hechos. La pasión tan cruel y la muerte tan humillante del Mesías, y el que fuese condenado incluso por las máximas autoridades religiosas, era algo incomprensible y desequilibrador. Bastaría comprobar la reacción de los discípulos.

Mateo, que escribe en una comunidad judía, se esfuerza por demostrar que también en la Pasión se cumplen las Escrituras. El Mesías es el Siervo de Yahveh, el justo perseguido. Los jefes obran como los reyes del salmo 2 (cf. Mt 26, 3), que se amotinan contra Dios y su Mesías. La actuación de los discípulos está ya cantada en Zacarías y Jeremías (cf. Mt 27, 9 y Zac 11, 12: las treinta monedas de plata; Mt 26, 31 y Zac 13, 7: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño»).

Datos propios de este evangelista son la reacción final de Judas, el sueño de la mujer de Pilatos, los hechos extraordinarios acaecidos a la muerte de Cristo, la presencia de los guardias en el sepulcro. Mateo se esfuerza por probar los hechos y dar respuesta a algunas malévolas interpretaciones sobre la resurrección.

CARITAS
RIOS DEL CORAZON
CUARESMA Y PASCUA 1993.Pág. 142


8. /Mt/26/14-25:

Para el evangelista Juan, la Pascua tiene en la vida de Jesús una importancia extraordinaria. Menciona expresamente como tres jalones, las tres Pascuas de su vida pública, y la última, la que celebramos esta tarde, es señalada de antemano nada menos que tres veces. No carece de sentido semejante manera de precisar. Una tras otra, esas sucesivas fechas litúrgicas iban aproximando a Cristo a la gran Pascua o tránsito del mundo al Padre: "He deseado enormemente celebrar esta Pascua con vosotros antes de padecer".

Jesús celebra el banquete pascual en compañía de los doce. Pero entre sus íntimos hay un traidor.

Cuando Jesús anuncia la traición de uno de los doce, cada uno de ellos se siente obligado a preguntar: ¿Soy yo acaso, Señor?" Ante una acusación inquietante como ésta, me parece muy auténtica la actitud de no desviar la palabra hacia los demás, sino de permitir que nos golpee, que se abra camino hacia la conciencia, de permitir que nos juzgue y nos cuestione.

Este es, en el fondo, el camino de la salvación: que cuando se oiga hablar de un culpable, no se dirija la vista hacia el vecino, sino que cada uno se mire a sí mismo. Porque también se manifiesta la fidelidad reconociéndonos capaces de cualquier traición.

S. Felipe Neri le decía todas las noches a Dios antes de meterse en la cama: "no te fíes de mí, Señor, que te puedo traicionar".

Hay que ser conscientes de que todos llevamos en la boca, con la posibilidad de darlo un día, el beso de Judas.


9. Mt/27/01-02   Mt/27/11-56

El relato de la pasión según Mateo recoge y amplía el de Marcos. Nos limitaremos a señalar algunas características y matices. Leemos la última parte del "acta del martirio": proceso civil y ejecución.

Mateo da a la redacción un sentido más expresivamente teológico. Con cierto regusto sacral, casi litúrgico. A través de su fraseología, alusiva a textos de la Escritura, se transparenta el cumplimiento de las profecías. En el momento culminante del proceso, acentúa la responsabilidad del pueblo (laós) de la alianza: v 25. Palabras desnudas y dolorosas, que hay que leer con serena comprensión. No fue todo el pueblo judío el responsable directo de la muerte de Jesús, sino unos cuantos dirigentes corrompidos. Un puñado de hombres sobornados, de gente mal informada. Con la colaboración servil de Pilatos. De la triste escena hace Mateo un signo. El antiguo pueblo de la elección pierde el privilegio de su «herencia» teológica, que pasará al nuevo Israel universal. Se realiza el drama alegorizado en la parábola de los viñadores (21,33-46).

La muerte de Cristo, acontecimiento escatológico. Quizá es el acento más característico de Mateo (vv 51-53). La tierra que tiembla y las rocas que se hienden avisan, en lenguaje apocalíptico, que el mundo antiguo ha llegado a su fin. La resurrección de los muertos anuncia la renovación definitiva del pueblo (Ez 37...). Se ha rasgado el velo del templo. Comienza la nueva y eterna alianza en la sangre purificadora de Jesús (26,28).

«Los que pasaban» (39s) actualizan la tentación del desierto: «Si eres Hijo de Dios...» (cf. Mt 4,3ss). Precisamente porque es el Hijo de Dios ha aceptado la cruz (26,42), y como Hijo de Dios se manifiesta en ella (27,54). Expresión infinita de amor al Padre ( = plegaria de Getsemani). Donación total de sí mismo (= 26,26-28) para la auténtica liberación del hombre (20,28).

El evangelista rubrica la historia del Calvario recordando el ejemplo de firmeza de aquellas mujeres (55-56), discípulos y seguidores del Maestro, que desde donde podían miraban (exactamente: «contemplaban») al Crucificado. Insinúa en ellas el ardor con que la espiritualidad cristiana, ya a partir de san Pablo, hará de la cruz uno de los temas predilectos de contemplación religiosa.

I. GOMA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 899 s.


10. /Mt/27/57-66

San Mateo, en paralelo con los otros evangelistas, relata concisamente la sepultura de Jesús. Añade por su cuenta un inciso polémico: la guardia del sepulcro.

La primera parte de la redacción es muy parecida a la de Marcos: Mateo hace el mayor elogio de José de Arimatea al decir que también era «discípulo» de Jesús. Anota que era "rico" para subrayar el cumplimiento de las profecías (alusión a Is 53,9). La sábana «pura» (limpia) y el sepulcro «nuevo» insinúan una sacralidad casi litúrgica.

La gestión de los «grandes sacerdotes» y los «fariseos» para sellar oficialmente el sepulcro y ponerle custodia, prepara otro inciso, también exclusivo de Mateo: el soborno de los soldados, testimonios involuntarios de la tumba maravillosamente abierta por el ángel del Señor, y la invención del cuerpo robado (28,4. 11-15). El mensaje fundamental de la fe queda así enmarcado por el contramensaje de una mentira. El evangelista concreta en una narración popular, no exenta de irónica amargura, las discusiones entre el judaísmo oficial de su tiempo y los cristianos en torno al acontecimiento principal de la salvación. Quizá este inciso, polémico y circunstancial, nos puede confortar con la certidumbre que da la larga experiencia: que las tinieblas, de cualquier forma en que se manifiesten, no apagarán nunca la luz.

I. GOMA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 902 s.