COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1. Esta lectura recuerda la pluralidad de la acción del ES. El pluralismo de los carismas y la unidad de la Iglesia proceden del mismo Espíritu. La pluralidad de carismas es expresión de la riqueza y vitalidad de la Iglesia. Pero hay que recordar que ministerios y carismas en su diversidad están destinados a la utilidad común. Nadie tiene todos los carismas, ni quizá tiene los que habría preferido, sino los que el Espíritu considera oportunos para el servicio de la comunidad.
PERE
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 11
2. DONES-CARISMAS SE DAN A CADA UNO PARA LOS DEMÁS. Hay un pluralismo de dones al servicio del único cuerpo que es la Iglesia. A cada uno se le ha dado una manifestación particular del Espíritu porque el Espíritu no es monopolio de nadie. Ha sido dado a la Iglesia y en ella a cada uno de los bautizados. Así el Espíritu no significa uniformidad sino variedad, no dispersión sino unidad, no pobreza sino riqueza. Pentecostés significa reconocer esta realidad en la Iglesia, descubrir el propio carisma y respetar el de los demás.
Los dones o carismas son autorevelación del Espíritu. En los carismas se hace visible el invisible Espíritu de Dios. Se dan a cada uno pero lo que se quiere subrayar no es el individualismo sino la relación de servicio a los demás. Los carismas son para la edificación de la Iglesia. Este es el criterio en base al cual deben ser juzgados.
P.
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 11
3. DISCERNIMIENTO CARISMAS La comunidad de Corinto pasa por la tentación del sincretismo: el mundo pagano pretende obtener un "conocimiento" de Dios por medio de trances y de fenómenos extáticos. Pero, como hemos visto en la lectura anterior (Act 2, 1-11), las comunidades cristianas gozan también de ciertos carismas. De ahí el peligro de confundir el conocimiento de Dios por la fe con los signos que lo acompañan.
En los vv. 1-3, Pablo define el criterio para distinguir los verdaderos carismas de los falsos: la fe del beneficiario, puesto que un carisma auténtico deberá contribuir siempre a reforzar la profesión de fe en el Señor Jesucristo (v.3).
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a) Un segundo criterio de juicio se verifica en la colaboración de los carismas más diversos al único designio de Dios (vv. 4-6). El politeísmo pagano ostentaba carismas muy variados concedidos por dioses diferentes. En la Iglesia, por el contrario, todo se unifica en la vida trinitaria, ya se trate de gracias particulares, de funciones comunitarias o de prodigios maravillosos.
Puesto que un único Dios es la fuente de los carismas, no puede haber oposición entre ellos, del mismo modo que no puede haber competencia entre los beneficiarios. Si existe alguna oposición entre ellos, quiere decir que no provienen del Dios trinitario.
b) Tercer criterio para discernir los carismas: su mayor o menor capacidad de servir al bien común (v. 7) y a la unidad del cuerpo (vv. 12-13). Los carismas se distribuyen con vistas al bien común: todo cuanto aprovecha sólo a una persona, o no tiene repercusión en la asamblea, habrá que excluirlo de la comunidad, como, por ejemplo, las escenas de éxtasis o embriaguez. Los carismas, además, deben servir para el crecimiento y la vitalidad del cuerpo. Del mismo modo que este aúna a los miembros más diversos, la Iglesia aúna todas las funciones que en ella se realizan, en la unidad del Espíritu que la anima (versículos 12-13).
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No conocemos ya el sincretismo que experimentó Corinto, pero el problema que esta lectura suscita no es, en modo alguno, anacrónico. El Espíritu continúa conduciendo a la Iglesia por su jerarquía, pero El suscita todavía las iniciativas personales con vistas a la misión o a la reforma. De esta forma, los criterios permiten afirmar que una tal iniciativa es conforme al Espíritu, incluso los de San Pablo: esta iniciativa debe ser la expresión de la fe más fundamental en el Señor, y no perderse en el dédalo de las ideas y los sistemas (véanse las herejías). Esta iniciativa debe orientarse hacia el bien común y saber hacer pasar el beneficio individual a través de la unidad del cuerpo. No puede ni escandalizar ni plantear dudas o sembrar discordias, pues todo viene de un Espíritu de amor y de unidad.
Al construir el Cuerpo Místico, la Eucaristía reúne las mentalidades y los carismas más diversos, pero deseosos de colaborar en el amor y la unidad.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969,
pág. 276 ss.
4. En todo el capítulo 12 de esta carta Pablo expone la acción del Espíritu en la comunidad y en el individuo cristiano. La primera cosa es la confesión (v.3b). Decir que Jesús es Señor no es algo simplemente doctrinal, aprendido, una observación cualquiera, sino reconocer el señorío de Cristo de forma total, o lo que es lo mismo, confesarlo y creer en El. Lo cual no se hace por propias fuerzas, sino porque el Espíritu permite hacerlo.
Cuando creemos en Cristo debemos reconocer también que el Espíritu está actuando en nosotros. Sólo hemos de abrirnos a El.
Segunda consecuencia es la unidad. Con una formulación trinitaria de las más antiguas Pablo subraya que los cristianos pueden y deben ser y actuar de formas diversas, pero profundamente unidos por el reconocimiento y acción en ellos del Espíritu. Por encima de las diferencias se ha de pensar en esta comunión, en el sentido más primitivo de la palabra. Y eso no es cuestión de poca importancia en el momento actual. No con medidas disciplinares ni con cualquier otra iniciativa humana, sino con la fe en Dios/Espíritu es como se consigue una unión que supere las diferencias, que existirán y deben existir, pero que no menoscaban lo esencial del grupo eclesial cuando se da el reconocimiento y aceptación del Espíritu en todos. No sólo en la jerarquía, sino en todos los cristianos, individuos y grupos.
FEDERICO
PASTOR
DABAR 1990, 31
5. Un solo Espíritu..., un solo Señor..., un solo Dios. Dios es la fuente de los diversos dones que tienen los creyentes, y es además el modelo de cómo la diversidad se compagina con la unidad.
Una larga comparación con el cuerpo viviente permite entender lo que es la Iglesia y, al mismo tiempo, nos muestra cómo tenemos que complementarnos y respetarnos unos a otros. No hay comunidad auténtica, si cada uno no participa activamente en la vida de esa comunidad, poniendo su talento al servicio de todos. Hasta el cristiano más humilde, o más pobre, puede tener riquezas de orden moral, artístico, etc., con que puede servir a los demás.
Cuando uno se compromete en la vida cristiana, el Espíritu despierta en él nuevas capacidades, muchas veces inesperadas. Si sabemos demostrar más atención a las riquezas propias de cada uno, y despertarle la conciencia de su dignidad y de su responsabilidad, veremos brotar en la Iglesia una multitud de iniciativas, fruto del Espíritu.
EUCARISTÍA 1989, 22
6. Pablo recuerda a los corintios los fenómenos religiosos del paganismo en su culto a los "ídolos mudos" (v.2). Para que aprendan a distinguir entre estos fenómenos y lo que es un verdadero don del Espíritu, les da este criterio: la confesión de que Jesús es el Señor. Porque ésta es la señal y el símbolo de la nueva vida, de la fe que nos salva (cfr. Rm 10,0; Hech 2,36; Flp 2,6-11). Donde se verifica esta fe actúa el Espíritu. Porque hace falta toda la fuerza de Dios para confesar, sobre todo en un mundo en el que los emperadores se hacían llamar "Dominus et Deus", que Jesús es el único Señor.
El autor pasa a hablar ahora de los "carismas" o gracias que edifican la comunidad. Siendo el amor que Dios nos tiene un amor personal es un amor que distingue a cada uno con su favor. Todos tienen su carisma, aunque todos lo tienen para bien de la comunidad. Por eso nadie debe ser marginado, o marginarse, de la comunidad de Jesús. Los que desprecian el carisma del hermano atentan contra la integridad del cuerpo de Cristo. Puede ocurrir que los carismáticos -y todos lo son en el sentido expuesto- se vean tentados a valorar cada cual sus propias dotes o dones, poniendo así en peligro la unidad. Pablo recuerda por eso que todos los carismas tienen un mismo destino, la comunidad, y un mismo principio. El Espíritu, el Señor (Jesús) y Dios (el Padre, en este contexto) no son tres causas independientes, son "uno" en la diversidad de personas. El misterio de Dios, uno y trino, está por encima de nuestras divisiones y de nuestras unidades. Lo que más se asemeja a este misterio es la unidad del amor, en la que todos somos "nosotros". Con esta imagen del cuerpo, usada ya en la literatura clásica de los estoicos para explicar tanto la unidad política como la del universo, se nos enseña que todos somos miembros vivos y, por lo tanto, activos de la iglesia, cuya cabeza es Cristo. Por encima de todas las diferencias nacionales, religiosas y sociales (Gá 3,28), el Espíritu construye y anima la unidad de la iglesia. En ese Espíritu hemos sido sumergidos (alusión al bautismo) y de ese Espíritu bebemos todos (alusión a la eucaristía).
EUCARISTÍA 1986, 24
7. En la comunidad de Corinto había algún conflicto sobre las manifestaciones más espectaculares de la experiencia de la fe: tenían demasiado éxito el "hablar en lenguas" y los éxtasis, y había demasiada admiración por los fenómenos espectaculares que se daban en las religiones paganas. Y Pablo quiere subrayar qué es lo más importante y dónde se nota si determinadas manifestaciones externas son realmente cristianas. Es el tema de los cap. 12-14 de la carta.
En este contexto, hoy leemos tres principios básicos de vida y de discernimiento cristianos, que colocan al Espíritu como fundamento al que todo debe referirse. En primer lugar, el punto de verificación de toda realidad cristiana es que conduzca a afirmar y reafirmar la fe: el que afirma y vive la fe, quiere decir que tiene el Espíritu con él.
En segundo lugar, todo lo que hagan los cristianos, sea al nivel que sea (el texto traduce esta diversidad en "dones", "ministerios" y "funciones") proviene de Dios que da, y lo da para el bien común: el Espíritu presente en la comunidad hace que la comunidad genere todo lo que le es necesario; y malo cuando uno tiene un don de estos para sí mismo y no para la comunidad.
Y finalmente, en tercer lugar, la afirmación de la complementariedad, pero una complementariedad que no es más que la realización diversificada de lo que Jesucristo es, y del cual formamos parte por el don del Espíritu recibido en el bautismo.
JOSEP
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 7
8. Pablo profundiza sobre la acción del Espíritu Santo en el interior de cada creyente y en la comunidad. Utiliza también el símbolo del agua, pero no sólo para bautizarse sino para beber: «Todos hemos bebido de un solo Espíritu". El Espíritu, como un venero de agua viva.
El Espíritu es el animador de toda la vida espiritual. Nada, ni un acto de fe ni una obra de caridad ni una breve oración, se pueden hacer, si no es bajo su impulso. Sin el Espíritu ni siquiera podríamos invocar a Jesús convenientemente.
Otro efecto del Espíritu es la unidad en la diversidad: armoniza lo variado, conjunta lo distinto. El Espíritu es una sinfonía. No se repite, produce variedad, pero no rivalidad. Las razas distintas, las lenguas variadas, los carismas múltiples, todo se unifica armoniosamente en un mismo Espíritu.
CARITAS 1991, 1.Pág. 244
9. Para un cristiano de nuestro tiempo es muy difícil imaginar la composición humana de las primeras comunidades cristianas y las tensiones a que podía dar lugar el diverso origen de los que formaban tales comunidades. Con frecuencia, la primera comunidad cristiana es idealizada por una teología cristiana inspirada en principios evangélicos, pero alejada de la realidad. Por citar un ejemplo, las cartas de Pablo a los corintios nos permiten acercarnos a una realidad comunitaria bastante más problemática de lo que en principio se podría pensar. Es cierto que no todas las comunidades fueron tan complejas como la de Corinto y que muchas de las dificultades que Pablo tuvo que afrontar allí se debían a las reminiscencias de paganismo de sus miembros o de una parte de ellos.
En todas las religiones del mundo se dan manifestaciones de tipo místico y fenómenos extáticos que suelen tener como protagonista un medium que hace de puente y mediador entre la comunidad religiosa y las fuerzas sobrenaturales invisibles. Este hombre es siempre objeto de respeto y consideración por parte de todos.
En los tres capítulos que siguen, Pablo aborda la realidad carismática de la comunidad de Corinto y pone de relieve la aportación que esta realidad debe proporcionar a la unidad de la Iglesia. Recuerda a los corintios sus experiencias paganas; también entonces «se sentían arrebatados», pero «hacia los ídolos mudos» (v 2). El Apóstol no se echa atrás, sino que reafirma la existencia de «manifestaciones del Espíritu» (7) en medio de la comunidad. Pero en este caso no hay hombres privilegiados sino que todos pueden recibir los dones del Espíritu.
La perícopa de hoy resalta la absoluta unidad y gratuidad de tales dones. Aun siendo diferentes y diversificados, tienen una sola fuente: el Espíritu. Además, el que los recibe no puede esgrimir ninguna razón personal o de mérito. La única actitud posible es la del que recibe un obsequio. La palabra carisma, de uso poco frecuente, significa precisamente regalo, obsequio, don.
A.
R. SASTRE
BIBLIA DÍA A DÍA, pág. 521 s.