COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 P 3. 15-18 

1. EP/DAR-RAZON: DAR RAZÓN DE VUESTRA ESPERANZA.

"Dar razón de vuestra esperanza". En la segunda lectura, Pedro, testigo de excepción del  evangelio, nos exhorta a dar razón de nuestra esperanza a todos cuantos nos pregunten. Y  qué duda cabe que el mundo nos mira y espera de nosotros algo más, un signo, una señal  para ver. Si vivimos como si no tuviéramos fe, mal podemos convencer con nuestro ejemplo. 

Porque dar razón de nuestra esperanza no es dar razones para atraer a los otros a nuestra  causa, sino vivir con esperanza, esperando a pesar de todo, sin dejarnos embaucar por el  dinero y las posibilidades que él abre, para que nuestra vida sea la mejor denuncia frente al  egoísmo y la indiferencia del mundo. Para que nuestra solidaridad cuestione la insolidaridad  y el rabioso individualismo que degrada la vida y desestabiliza la sociedad.

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No podemos dar razón de nuestra esperanza con buenas palabras. Sólo el testimonio, el compromiso con los que sufren y se ven marginados, puede hacer  recapacitar a este mundo deshumanizado e insolidario. Para que el mundo crea, hace falta  que los creyentes vivamos ejemplarmente de acuerdo con la fe que confesamos. Y según  esa fe, todos los hombres somos hermanos, sobre todo los más débiles, los que sufren, los  enfermos, los disminuidos, los deficientes, los toxicómanos, los olvidados de la sociedad. 

EUCARISTÍA 1990/24


2.

"Estad siempre prontos..." Distingamos: a) tenemos una esperanza; b) la gente nos pide  razón de ella; c) debemos estar siempre prontos a dar una respuesta; d) con mansedumbre  y respeto. ¿Vamos a argüir que la gente no siente mucho interés o curiosidad en ello?  Quién sabe si el desinterés no proviene de la falta de calidad de una esperanza tan  enterrada en nuestro espíritu que no aparece por ninguna parte ni se filtra por ninguna de  las rendijas de nuestra vida cotidiana. Y si alguien nos pide razón de ello -¿por qué crees?;  ¿aún continúas creyendo?-, ¿sabemos darle verdaderamente razón, una razón válida, o por  lo menos interesante, para quien nos ha preguntado? Y serenamente: una esperanza que  se vive serenamente se razona y se explica de modo sereno y tranquilo. Con respeto: la  esperanza cristiana es respetuosa con las demás esperanzas de los hombres.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1981/11


3. CIELO/ESPERANZA  ALIENACION/ESPERANZA:

Hoy apenas si se cree en el cielo. Y ello se debe a que los cristianos somos más  pródigos en inventar cielos de ciencia ficción que en acreditar con la praxis la esperanza del  cielo. No basta con amontonar palabras acerca del cielo; es imprescindible que la  esperanza del cielo tenga verosimilitud a partir de la vida de los creyentes. Sin embargo,  nuestra vida se ha montado al margen de la vida, y todas nuestras encendidas palabras  sobre el cielo han sido viajeras con el viento. Hemos separado lo que Dios había unido:  alma y cuerpo, espíritu y mundo. Y nos hemos desinteresado de este mundo despreciado  como material, en la perspectiva de otro mundo espiritual e increíble.

Increíble es ese otro mundo, el cielo, cuando lo brindamos como revancha a los pobres,  para que se conformen con su pobreza y no nos pidan cuentas de nuestras riquezas.  Increíble es el cielo, cuando sólo sirve de pretexto para desentendernos del mundo y sumir  en la desesperación a las víctimas de todas las injusticias. Increíble es el cielo con el que  se justifican pingües negocios, se enerva la buena voluntad de la gente y se manipula a los  hombres, distrayéndolos del mundo, que es el campo de su responsabilidad.

El cielo un día desbordará todas nuestras fantasías; pero hoy para nosotros es sólo  esperanza, utopía que nos hace entrever un mundo distinto del que estamos forjando,  rebeldía que nos impide doblegarnos a las exigencias de este mundo, que no es bueno  porque no lo es para todos; subversión que nos obliga a liberar el mundo de todos los  poderes que tratan de enseñorearse de él.

Hablar del cielo y dar largas a la causa de los otros, puede ser edificante para algunos,  pero es desesperante para los otros. Lo esperanzador sería comprometernos en la causa  de todos. Y lo que se nos pide, como creyentes, es que demos razón de nuestra esperanza.  Y sólo en la medida que el creyente se compromete en la construcción de un mundo acorde  con la voluntad de Dios, sólo en esa medida da razón de su esperanza y hace posible la  esperanza de todos en el cielo. 

EUCARISTÍA 1975/28


4. ESP/DAR RAZON

Pedro nos exhorta a estar siempre dispuestos para dar razón de nuestra esperanza a  cuantos pregunten por ella. Estamos en deuda con todos y a todos debemos una  respuesta: al vecino curioso y al amigo interesado, al enemigo que nos persigue y a los  jueces que nos condenan inicuamente..., a todos. Pues somos responsables de la  esperanza del mundo y sus testigos, sus mártires. Pero ¿qué debemos entender por "dar  razón de nuestra esperanza"? Desde luego, no es lo mismo que dar razones para que los  otros esperen lo que nosotros mismos no esperamos. Dar razón de la esperanza es esperar  en realidad de verdad y esperar contra toda esperanza humana, es mostrar que nosotros  esperamos con paciencia en situaciones desesperadas y en la misma muerte. Es poner en  cuestión al mundo con el hecho de la esperanza y no con palabras sobre la esperanza. Es,  por tanto, vivir de tal manera en el amor que nuestra esperanza tenga fundamento y no  aparezca como presunción, pues creemos y confesamos que el que no ama no tiene nada  que esperar. Sólo así la esperanza cristiana es en absoluto y es noticia, buena noticia para  todos cuantos preguntan y la aceptan.

El que quiera dar razón de la esperanza, lo ha de hacer siempre con mansedumbre, pues  la agresividad no puede ser nunca señal de la esperanza, sino del miedo. Y lo ha de hacer  con respeto, con todo el respeto que merecen los que preguntan y, sobre todo, con el  respeto que debemos al Evangelio. Esto nos obliga a decirlo todo y a practicarlo todo, sin  mutilar el evangelio, ni avergonzarse de él. Pues todo el evangelio es motivo de esperanza  para el creyente. Pedro nos amonesta igualmente para que demos razón de nuestra  esperanza con buena conciencia; esto es, que hablemos de la esperanza sin doblez ni  segundas intenciones, que proclamemos la esperanza que vivimos y vivamos la esperanza  que proclamamos, que seamos sinceros con nosotros mismos y con los demás, que  seamos honestos delante de Dios y de los hombres.

Desgraciadamente, se habla muchas veces de la esperanza que no se tiene y, lo que es  peor, se habla de ella para camuflar los intereses inconfesables que se tienen. ¿No es  verdad que muchas veces hablamos "provechosamente" de la esperanza del cielo? Si es  así, nuestra esperanza es una "mala conciencia", una ideología. 

EUCARISTÍA 1975/28


5.

Glorificar a Cristo en el corazón es reconocerlo personalmente como Señor, es creer en él  sinceramente y no sólo con los labios.

El corazón es el centro de la responsabilidad y decisión del hombre, es la persona. El que reconoce a Cristo de corazón y lo glorifica en el corazón, está dispuesto  igualmente a confesarlo ante los hombres con coraje. Esto es lo que espera Pedro de los  fieles, que estén preparados a dar una respuesta a cuantos les pidan explicaciones de su  esperanza. La manera de vivir de los cristianos, la esperanza de los cristianos, pone en  cuestión a los hombres y éstos cuestionan a su vez a los cristianos. Algunos preguntan  para creer, otros para investigar y condenar. 

EUCARISTÍA 1975/28


6. DEBILIDAD/EVON

NO LA CONQUISTA POR LA FUERZA

El cristianismo no se basa en el poder, ni en la fuerza. Ni siquiera en la fuerza de la razón  o de la verdad tal como se suele entender. Los cristianos carecemos de ese haz de  razones, de verdades apabullantes que desarman a cualquiera. No está ahí nuestra fuerza.  Y cuando nos empeñamos en que esté perdemos la "elegancia" del vivir y del sufrir  cristianos que nada tiene que ver con la impotencia pero mucho menos tiene que ver con la  imposición autárquica o dictatorial. No somos los creyentes del Sinaí con su corte de rayos  y truenos atemorizantes, sino los creyentes del Gólgota, con un crucificado que no nos  "dejará desamparados". Tenemos el amparo de la Cruz que no está hecha precisamente  para abrir brecha al frente de ejércitos de conquista. Las únicas conquistas que merecen nombre de cristianas son las que llevan el sello de la "mansedumbre, el respeto y la buena  conciencia".

BERNARDINO M. HERNANDO


7.

Entre las exhortaciones de este escrito surge en este momento una de la mayor  importancia: dar razón de la esperanza cristiana. Es una de las más completas  formulaciones del mensaje cristiano, sobre todo de cara a otros. Porque los cristianos,  vistos desde fuera, son gente que espera. Esperanza estrechamente emparentada, casi  identificada con la fe y el amor. Pero esperanza. Esencial también para el hombre,  necesitado de ella ahora y en todo momento.

Se indica (v. 16) cómo se ha de dar razón de esta esperanza: de forma no impositiva ni  apabullante, sin presunción ni menosprecio hacia otros. Lo cual no es fácil precisamente  cuando uno está convencido. Por eso muy a menudo en el pasado, y también ahora,  aunque de forma diferente, hemos caído y caemos en intransigencias, censuras, juicios,  etc., acerca de quienes no piensan como nosotros. Y creemos que eso es testimonio, santa  desvergüenza, o cosas parecidas. No es esta la actitud que se nos recomienda en este  pasaje para dar razón de nuestra esperanza.

Particularmente hoy, cuando la gente es tan sensible a la autonomía y libertad individual,  respecto a los demás, aun equivocados, etc., tenemos mucho que hacer en este terreno. 

FEDERICO PASTOR
DABAR 1990/29


8.

El cristiano no está en un desfile: lejos de ser saludado con aplausos, a menudo está  sujeto a la calumnia, a la denigración, a los malos tratos, a la persecución. El cristiano no  tiene otras armas que la dulzura, el respeto a los demás, el testimonio sereno de su propia  fe.

Sólo aceptando un combate desigual es como la Iglesia puede ser luz y proporcionar luz  al mundo: es la fe de la Iglesia la que debe triunfar, no la Iglesia en sí misma. Aceptar  perder para que los otros ganen. El cristianismo es un testimonio, no una cruzada. 

DABAR 1981/32


9.

Ante la posibilidad (muy real) de ser llevados ante los tribunales o ser calumniados, los  creyentes deben estar "siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza". La  respuesta tiene que ser "razonable", hay que dar razón de la esperanza que nace de la fe  en Cristo muerto y resucitado. Como hizo Jesús sobre todo en el momento del interrogatorio  ante Pilato. Y hay que hacerlo, como él, serenamente y con respeto: sin ánimo polémico ni  con ganas de imponer lo que es pura gracia.

El autor de la carta también advierte de una manera muy suave pero firme, que sólo tiene  sentido sufrir por el hecho de ser cristiano, si realmente es a causa de (o a pesar de) la  buena conducta de cristianos.

Una vez más, el ejemplo y la razón de obrar de este modo es Cristo, a quien se le  vuelven a aplicar las características del siervo sufriente del Señor. Si él, el justo, murió por  los injustos, es normal que los que quieren vivir como él actúen de la misma manera. Es el  único modo de conseguir la vida, esta vida que da el Espíritu y que nada ni nadie puede  arrebatar. 

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993/07


10.

Dar razón de la propia fe supone una comunicación cuyo contenido, más que una  argumentación teórica, es una vivencia. Es deseable para ello un clima de búsqueda o de  diálogo Si el contenido es una vivencia, es obvio que, para que haya comunicación, deberá  existir esa experiencia, que naturalmente estará teñida de peculiaridades personales. No  cabe duda que ayudará mucho, para que la formulación o explicación de la vivencia sea  mejor comprendida, el que previamente se haya reflexionado sobre ella. Exposiciones de  otros creyentes y, desde luego, la doctrina de la Iglesia, facilitarán este paso. Con todo lo  anterior, podríamos decir que el cristiano ha clarificado, en la medida de lo posible, lo que  quiere comunicar. Pero no podemos olvidar que el interlocutor que interroga, ya sea un  individuo concreto o la sociedad misma en su conjunto, "hablan otro idioma", y ello requiere  ulteriores esfuerzos para posibilitar la comprensión del testimonio del cristiano. El  conocimiento del destinatario se hace entonces imprescindible. Se trata de la conocida  frase: "Te lo explicaré en imágenes que te son familiares". El código de valores de quien  escucha, su lenguaje, su situación, etc., acompañadas no sólo del respeto a quien se  habla, sino también de un amor positivo hacia él, son algo necesario para poder sintonizar.  No habría siquiera que añadir que el discípulo está abierto a recibir una respuesta a su  exposición (en forma de dificultad o quizás de otras preguntas) que muevan a perfilar o  profundizar en lo que creíamos que era respuesta clara y concluyente. No se ha de perder  de vista que esto tan apreciado que ofrecemos con interés a otros no puede imponerse: la  fe, en cuanto llamada, es un don de Dios. 

EUCARISTÍA 1993/25