COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 13, 31-33a. 34-35

1.

Texto. Los vs. 31-32 son el comentario de Jesús a raíz de la salida de Judas de la sala donde se encuentra él con los suyos; los vs. 33-35 recogen la última voluntad de Jesús. El comentario está basado en el verbo glorificar. Se repite cinco veces en poco más de tres líneas. Tres de ellas en pasiva y referidas al presente; dos en activa y referidas al futuro. Las personas involucradas son Jesús y Dios. En el presente el protagonismo lo tiene Jesús, cuya glorificación repercute en Dios. En el futuro, en cambio, el protagonismo lo tendrá Dios, cuya acción repercutirá en Jesús en correspondencia recíproca a lo que Jesús había hecho antes por él. Así pues, Jesús glorifica a Dios en el presente y Dios glorificará a Jesús en el futuro.

¿Qué significa el verbo glorificar y en qué sentido Jesús es glorificado y glorifica a Dios en el momento en el que Judas abandona la sala? Los vs. 33-35 recogen la última voluntad de Jesús. Esta voluntad viene calificada como mandamiento nuevo. Nuevo es término correlativo. Si un mandamiento es calificado de nuevo tiene que serlo por suplantar a otro, al que convierte en viejo o antiguo. ¿A qué mandamiento suplanta la última voluntad de Jesús?

Comentario. Glorificar a una persona es reconocer lo que cada persona tiene de encomiable, ser glorificado es ponerse de manifiesto lo que alguien tiene de encomiable. Con la marcha de Judas empieza a ponerse de manifiesto que lo que Jesús tiene de más encomiable es el amor. El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos (Jn. 15, 13). Saliendo Judas de la sala empieza Jesús a morir, su muerte empieza a ser realidad. En el cuarto Evangelio la cruz es el lugar por antonomasia de revelación de Jesús y de Dios. En la cruz se pone de manifiesto quién y qué es Dios. En la cruz descubrimos que Dios es amor (1 Jn. 4, 8). A su vez, la cruz no puede ser el final de quien revela a Dios. No puede serlo por la sencilla razón de que la muerte no puede surgir de la vida, y Dios es vida.

La última voluntad de Jesús está en consonancia con lo que Jesús es y ha practicado. Lo tradicional y esperado hubiera sido una invitación a cumplir la Ley de Dios. La última voluntad de Jesús cambia esa invitación por la de amarse los unos a los otros. En este cambio, más que en el contenido en sí, está la novedad. Este cambio comporta una mentalidad y un talante nuevos. Todo es muy distinto cuando lo que se hace se hace porque se ama y no porque está mandado. El creyente en Jesús se distingue porque ama, no porque cumple. Cumplir es distintivo humano; amar lo es cristiano.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989, 24


2.

Judas sale resueltamente del cenáculo para consumar la traición. Ha sonado la "hora" de Jesús, la de su exaltación en la cruz, la de su gloria y la de la gloria del Padre. Porque es la hora del amor en el momento preciso, en el momento en que va a ser traicionado. Entonces se verá quién es el Hijo del Hombre y quién es Dios para los hombres. Se revelará que Jesús es el Señor y que Dios es amor.

El Padre, glorificado por la obediencia y en la obediencia del Hijo, glorificará a su Hijo levantándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha. Revisará la sentencia y mostrará así que el ajusticiado es el justo. Y en todo el mundo se proclamará la gloria del que ha amado hasta el colmo, hasta dar su vida por los enemigos.

Pero esta hora de la glorificación es también la hora de las despedidas. Jesús comprende la pena de sus discípulos y se despide emocionadamente de ellos. Les habla como un padre que va a morir, y hace testamento.

El testamento de Jesús, su verdadera herencia, es el mandamiento nuevo: "Que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús confirmó el mandamiento del amor al prójimo, ya conocido en el AT, lo amplió para que cupiera en él incluso el amor al enemigo y lo destacó entre todos los mandamientos como la plenitud y perfección de la Ley. En este contexto, Jesús entiende el mandamiento del amor como un amor entre hermanos. Quiere que sus discípulos se amen porque él los ha amado y como él los ha amado, hasta la locura. El amor, pues, que Jesús nos deja en herencia ha de ser nuestro distintivo, la señal en la que debemos ser reconocidos como discípulos suyos. El bautismo y la confesión expresa de una misma fe no son una señal inequívoca. Lo que importa es la praxis de la fraternidad.

EUCARISTÍA 1989, 19


3.

El Señor que está a punto de partir deja a los discípulos su herencia. Los discípulos deberán superar la nueva situación. El seguimiento de Jesús se realizará en el amor al prójimo. Hay un dato importante. La medida del amor: como Yo os he amado. El amor de Jesús a los hombres no es la realización de un ideal humano altruista ni un elevado comportamiento ético, sino un amor a la voluntad del Padre.

La fe en Dios sólo es posible en el amor al prójimo. Amar al prójimo no se identifica con la fe pero es una consecuencia de la fe en Jesús que revela la voluntad del Padre. Este amor de los discípulos será motivo de discriminación. La incredulidad conoce como medida del amor el propio interés. Los discípulos de Jesús se interesan por los demás y por su forma de actuar se distinguen del "mundo".

La gloria de Dios se manifiesta en la donación total. La cruz es el signo del amor de Dios al mundo. La imagen teológica de lavar los pies a los discípulos es la contraseña de la vida cristiana.

En la primera carta, Juan desarrolla este tema. Los discípulos deben hacer llegar al mundo la luz de la palabra por medio del amor.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 9


4.

-"Ahora es glorificado el Hijo del Hombre...": La glorificación de Jesús en el evangelio de Juan está indisolublemente unida a la muerte. El "ahora" nos indica que esta glorificación ha empezado ya con el lavatorio de los pies antes de la cena, simbolizando la próxima muerte sacrificial de Jesús; y con la salida de Judas se ha puesto en marcha el mecanismo que conducirá a Jesús hacia la cruz.

-"... también Dios lo glorificará en sí mismo": Paso del presente al futuro para referirse a la glorificación en su aspecto de regreso al Padre. Fijémonos que aquí Juan utiliza la expresión "Hijo del Hombre"; es la única vez que la utiliza en esta parte del evangelio denominada el libro de la Gloria (cc. 13-21). Es un título que utilizan los evangelios sinópticos en los anuncios de los sufrimientos de la Pasión (p.e.: Mc 8, 31), y que al mismo tiempo nos recuerda la figura del juez glorioso del fin del mundo. Con todo, parece que en Jn el título de Hijo del hombre es idéntico al de Hijo de Dios.

-"Hijos míos...": La expresión nos sitúa en un ambiente familiar. No desdice de la cena pascual (en el caso que lo fuera la cena de despedida de Jesús). Pero todavía encaja más en el contexto de discurso de despedida.

-"Os doy un mandamiento nuevo": Mientras que en los evangelios sinópticos -en la última cena- nos presentan claramente una nueva alianza, aquí debemos descubrirlo de forma indirecta. El dar un mandamiento que será signo de identidad para los discípulos, nos indica claramente que es una alianza. Una alianza nueva. Por tanto, la novedad del mandamiento no debemos buscarla en contraste con el mismo mandamiento en el AT (Lv 19, 18), como si allá pidiese sólo un amor dentro de Israel, mientras que aquí nos indicara su alcance universal. La idea de un amor universal a todos los hombres no es juánica: el evangelista piensa en un amor entre los que creen en Jesús. El mandamiento es nuevo porque es la estipulación de una nueva alianza.

-"Que os améis unos a otros como yo os he amado": El mandamiento nuevo no es simplemente una exigencia legal del pueblo de la nueva alianza, sino que es un don que ha recibido. Jesús es la fuente del amor de la que deben vivir los discípulos. Y la presencia de este amor de los cristianos en medio del mundo es una presencia de Jesús. Una presencia ante la cual el mundo debe abrir los ojos a la luz, tal como lo ha tenido que hacer ante el mismo Jesús.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 9