COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Hch 14, 20b-26
1.
Este párrafo es el final del primer viaje misional. Las escenas que en él se cuentan son, por así decirlo, normales. Únicamente hay que señalar que Lucas, probablemente, retrotrae aquí a tiempos de Pablo algunas instituciones posteriores; por ejemplo, la institución de presbíteros (v. 22) quizá sea más tardía, aun cuando se entienda "presbíteros", naturalmente, no en el sentido actual, sino en el de dirigentes de comunidades. Seguro que los había, pero también muy verosímilmente no "consagrados" de forma tan ritual y, desde luego, integrados en la comunidad.
Como es habitual en Lucas, aquí y en el Evangelio, pinta las situaciones con trazos generales y más bien de carácter optimista, aunque no se le olvide -cosa inevitable- hacer alusión a las dificultades. Pero ésas vienen de fuera. En la perspectiva lucana las comunidades son muy positivas, quizá demasiado para como realmente fueron. Pero eso no es tan importante.
Lo más importante, en cambio, es señalar la expansión del Evangelio en otros ambientes, por lo cual la comunidad madre, Antioquía en este caso, se reúne y da gracias. Esto último no está dicho expresamente. Pero tampoco sería tan fuera de contexto. Aprender de entonces para ahora y para siempre.
FEDERICO
PASTOR
DABAR 1989, 24
2.
Pablo y Bernabé desandan el camino recorrido en su primer gran viaje misionero en el que llegaron, desde Antioquía de Siria, hasta Derbe, en el extremo suroriental de Licaonia, en Asia Menor. De Derbe vuelven a Listras; de aquí pasan a Iconio y luego a Antioquía de Pisidia (v. 20). Seguidamente tuvieron que remontar la cadena del Taurus para llegarse a Perge de Panfilia y descender al puerto de Atalia (v. 24). Aquí abandonan la ruta de ida: en vez de dirigirse a Chipre, la patria de Bernabé (cfr. 13, 4 ss.), embarcan hacia Antioquía de Siria, en cuya iglesia fueron enviados a predicar (13, 3).
En todas esas jóvenes iglesias tenían algo muy importante que decir. Esta es sin duda la razón por la que vuelven a recorrer el camino andado en vez de dirigirse desde Derbe a Antioquía por Tarso de Cilicia, la patria de Pablo. Lucas sintetiza el mensaje importante comunicado en esas iglesias en una frase lapidaria: "Por muchas tribulaciones..." (v. 21). Esta idea se registra en todos los estratos del N.T. como una condición necesaria para entrar en el nuevo tiempo de la salvación escatológica (Mt. 5, 20; 7, 21; 18, 3; Jn. 3, 5; Mc. 9, 47; Lc. 18, 17) y forma parte constitutiva de la vocación apostólica de Pablo (Hch. 9, 16). En el contexto de Hechos significa que cada paso de expansión cristiana ha de hacerse necesariamente a través de persecuciones, misterio divino que se esclarece únicamente a la luz de la muerte de Cristo como origen y meta de la misión cristiana.
En el v. 23 menciona Lucas por vez primera la erección de presbíteros en las iglesias primitivas. No explica los detalles de su función en la Iglesia. Será más explícito el c. 20 en el discurso de Pablo a los presbíteros de Efeso (Hech. 20, 28 ss.).
Llegados a Antioquía convocan la asamblea eclesial para dar cuenta de cuanto han hecho en su primer viaje misionero. Lo mismo hizo Pedro en el c. 11 y volverá a hacer Pablo en Jerusalén en el c. 15. Este relato era parte integrante de las correrías apostólicas desde los tiempos de Jesús (cfr. Lc. 9, 10; 10, 17).
Su contenido no consistía en exponer el propio trabajo, sino la obra de Dios. Lucas la resume en una frase: "El ha abierto a los gentiles el camino de la fe". Por su paralelismo con 11, 28 está indicando que los dos grandes comienzos de la predicación a los gentiles descritos en Hechos son iguales en dignidad porque este paso decisivo no es obra de Pedro ni de Pablo, sino de Dios mismo. Asimismo, esta breve frase recalca la importancia idéntica en el orden histórico-salvífico de Antioquía y de Jerusalén. La imagen de la puerta encierra significados muy variados en el N.T.
En este contexto pone de relieve que el único acceso posible a la salvación de Dios no es la circuncisión, sino la fe (cfr. Hch.10,43; 13, 39; 14, 9; 16, 31; 26, 18; Rom. 5, 2; Eph. 2, 18) y que ésta es un regalo gratuito de Dios (cfr. Hch. 15, 7; 2, 47; 3, 16; 5, 14).
DABAR 1977, 32
3.
Derbe era el final de la misión. Pablo y Bernabé emprenden la vuelta por el mismo camino que llegaron. Visitan todas las comunidades fundadas en el continente. Después navegarán rumbo a Antioquía sin volver a pasar por la isla de Chipre. La Iglesia de este tiempo no tiene parroquias, ni clero, ni instituciones, ni libros. El Apóstol debe organizarla de manera que pueda continuar. Habrá un libro: la Biblia de los judíos, o sea, el A.T. Pero los profetas inspirados por Dios sacarán de este libro enseñanzas nuevas al descubrir en el pasado un anuncio de Cristo. También las comunidades serán visitadas de vez en cuando por apóstoles o profetas venidos de otras iglesias.
Harán las reuniones en torno a la cena del Señor (cf. 1 Cor 11); además de la eucaristía, cada uno participa a los demás sus propios dones espirituales (cf. 1 Cor 12 y 14). Lo mismo que las comunidades judías tenían responsables "ancianos" o "presbíteros", así también entre los cristianos se hace la imposición de manos a responsables, "presbíteros", que dirigirán y presidirán la eucaristía.
Así entendemos mejor que una misión no alcance su meta si no logra formar comunidades de adultos, con responsables propios y con la participación activa de sus miembros.
EUCARISTÍA 1989, 19
Los dos compañeros, Pablo y Bernabé, regresan a la ciudad de Antioquía para dar cuenta de la misión que aquella iglesia les había encomendado. Vuelven por el mismo camino, con el fin de consolar a los hermanos y de consolidar la obra que habían realizado de ida.
Mientras tanto, los gentiles que se habían convertido al evangelio habían sido objeto de las primeras persecuciones, sobre todo por parte de judíos y judaizantes. Como había dicho Jesús, la puerta de acceso al Reino de Dios es muy estrecha y los que abrazan el evangelio pasan por muchas dificultades.
Pablo y Bernabé designan presbíteros que cuiden en adelante de las nuevas iglesias o comunidades. Para ello hacen uso de su autoridad como apóstoles y fundadores, pero probablemente no elegirían a nadie sin tener en cuenta la opinión de los fieles (cfr. 6, 3). Aunque no se dice nada en este texto sobre una "imposición" de manos" (rito que significa la comunicación del Espíritu y que, según parece puede verse en otros lugares del N.T., solía practicarse en ocasiones semejantes), se alude a un acto litúrgico en el que se encomendaba al Señor a los nuevos presbíteros.
Todos los comentaristas están de acuerdo en destacar la dificultad y hasta la imposibilidad de distinguir en los textos del N.T. entre los "presbíteros" y los "obispos". Las impresiones terminológicas se deben sin duda al incipiente proceso de institucionalización u organización de la iglesias. "Presbíteros" significa algo así como "supervisor". Merece la pena subrayar que ambos títulos proceden de la vida cotidiana o, al menos, no tiene su origen en el culto, a diferencia de la palabra "sacerdote" que no se conoce en el N.T. para designar ningún ministerio dentro de la iglesia. Aquellos primeros cristianos no tenían conciencia de pertenecer a una nueva religión: no tenían templos, ni altares, ni sacerdotes.
La comunidad de los discípulos de Jesús era algo completamente nuevo y distinto a lo que en aquella época se entendía por religión. Hasta el extremo de que los romanos, que no comprendían nada, llegaron a perseguirlos por considerarlos irreligiosos y ateos.
EUCARISTÍA 1986, 21