COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 10, 27-30
1.
Texto. A finales de diciembre los judíos celebraban en Jerusalén la fiesta de la purificación del templo en conmemoración del restablecimiento del culto llevado a cabo por Judas Macabeo a raíz de su victoria sobre el rey de Siria Antíoco IV Epífanes en el s. II a. de C. En términos de la historiografía contemporánea ese restablecimiento significaba que había sido echado fuera el baldón de los gentiles (1 Macabeos 4, 58). Para un judío, gentiles son las personas no judías.
Esta conmemoración es la ocasión y el marco elegidos por el autor del cuarto evangelio para el tenso diálogo entre Jesús y los judíos al que pertenece el texto de hoy. Jesús acaba de decir a los judíos que ellos no son ovejas de su rebaño. Habla, por contraposición, de sus ovejas, a las que conoce y que le siguen; a las que da vida eterna y que nadie se las puede quitar, porque nadie se las puede quitar a Dios, que es quien las ha confiado y con quien actúa en total coordinación y sintonía.
Resumiendo: Superando un marco particularista y restrictivo, el texto nos abre una perspectiva universal, donde ya no hay baldón gentil.
Comentario. Tal vez el riesgo mayor para el texto de hoy sea el leerlo fuera de contexto. Leído en él el texto está en la línea universalista de las dos primeras lecturas de Hechos y de Apocalipsis. Su autor nos habla de ovejas sin distinción de raza y de Jesús como pastor de todas ellas. La imagen que en el Antiguo Testamento simbolizaba las relaciones entre Dios y los judíos, simboliza ahora en el Nuevo las relaciones entre Jesús y todas las gentes del mundo.
No es cuestión de uniformidad universal o de proselitismo sino de sensibilidad universal. Es cierto que a estas sensibilidad no se llega sólo desde la dimensión religiosa, pero es cierto también que esta dimensión confiere consistencia y espontaneidad a esa sensibilidad, ya que incorpora a Dios Padre como referente emotivo válido para todos. Si todos los hombres tenemos un mismo Padre, tiene ciertamente razón de ser y viabilidad una sensibilidad común en todos los humanos.
Leído en su contexto, el texto tiene un innegable tono polémico. J/LEY: Se trata de la contraposición de dos concepciones religiosas, de dos tipos de mediación para llegar a Dios. Para llegar a Dios los judíos ponían la mediación en la Ley de Dios; para llegar a Dios el cuarto evangelista pone la mediación en Jesús. La posición judía es ejemplar en el sentido de que es prototipo representativo. En cuanto a vivencia religiosa los católicos somos bastantes más judíos de lo que pensamos.
ALBERTO
BENITO
DABAR 1989, 23
2.
Contexto. Empieza leyendo Juan 10, 22. Se trata de la fiesta de la Dedicación del Templo en recuerdo de la autoafirmación nacional judía después de la humillación de Antioco IV el sirio, unos cientos cincuenta años atrás. Ambiente mitad religioso, mitad laico. En cualquier caso, ambiente de fiesta, de esperanza, de apuesta por un futuro libre (en tiempos de Jesús Israel estaba bajo el dominio de Roma). Jesús parece ser una personalidad clave de cara a ese futuro de libertad. Es lógica la expectación en torno a su persona.
Texto. Forma parte de la respuesta que Jesús da a los judíos sobre sí mismo, sobre el papel que desempeña. Este es el de pastor. Habla de las relaciones entre él y sus ovejas. Destaca dos aspectos en esas relaciones: la compenetración mutua y la seguridad de que gozan las ovejas. Da, por último, la razón de esa seguridad.
Sería conveniente introducir un cambio en el texto litúrgico. La primera parte del v. 29 dice así: Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos. Esta versión está basada en algunos códices. Hay, sin embargo, otros y más importantes que dicen lo siguiente: Lo que el Padre me ha dado es lo más importante. Prefiero esta segunda versión, que es la que seguiré en el comentario.
Comentario. El pastor y la ovejas es una imagen clásica en la literatura bíblica. Muchos profetas se sirvieron de ella cuando quisieron hablar de las relaciones entre Dios y su Pueblo. Es una imagen espontánea en una economía agrícola y ganadera. Recoge en sí muchas horas de soledad y de observación, de intemperie y de dureza, de solicitud y de ternura. Tal vez por eso es una imagen capaz de romanticismo. Porque a través de ella sólo habla el largo esfuerzo del amor. Las ovejas son lo más importante que tengo, las conozco y les doy una vida que dura siempre. ¡Qué cantidades de sacrificio y de desvelos! ¡Y de inconfesable alegría y paz! Dentro del pastor. ¿Y en las ovejas? Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen. Ignorando lo que las ovejas enseñan al pastor, alguien tal vez hable de gregarismo. Por mi parte prefiero hablar de simpatía (en la más estricta etimología de la palabra) y de compenetración.
Por último, una apuesta de futuro: No perecerán jamás y nadie me las arrebatará. Una apuesta capaz de generar en las ovejas certeza y seguridad, esas sin las que la vida es un infierno, no aquellas que producen seres inmóviles y orgullosos. ¿La fuente de esta apuesta? La compenetración entre Jesús y el Padre. Yo y el Padre somos uno. El hontanar del Padre. Brazo que no falla. Roca sólida e inquebrantable. Puesto que lo más importante que este Padre ha dado a su Hijo somos nosotros, ¿qué sentido tiene el miedo y la inseguridad?
A.
BENITO
DABAR 1986, 25
3.
El evangelio de hoy es de los que se prestan a fáciles extrapolaciones. Vamos, pues, a situarlo dentro del marco literario en que Juan lo ha colocado. Este marco es de naturaleza judicial. La autoridad religiosa judía ha abierto una investigación para examinar el caso del ex-ciego de nacimiento (Jn. 9). El veredicto ha condenado a este hombre a no ser discípulo de Moisés (Jn. 9, 34). En realidad el condenado es Jesús. Por eso es Jesús en persona quien hace su aparición al final del cap. 9. Pero ahora los papeles se cambian y es Jesús quien dicta sentencia contra la autoridad judía (Jn. 9, 39-41).
En el cap. 10 Jesús fundamenta y razona el veredicto. La parábola del buen pastor no es pues una imagen idílica, sino la fundamentación judicial de un veredicto contra la autoridad judía.
Jesús basa su veredicto en el cap. 34 de Ezequiel. El profeta comienza denunciando a los jefes de Israel como a falsos pastores del rebaño de Dios. Con su proceder injusto han destrozado el rebaño. Por eso Dios lo destituye de su cargo y El en persona toma la guía, reúne las ovejas dispersas y restablece con ellas una relación de mutua confianza. Estos son los elementos que recoge Juan, introduciendo la equiparación Yahvéh-Jesús. En esta equiparación radica precisamente el escándalo de los judíos. (Jn. 10, 24-26. 33). Jesús toma la guía, reúne a las ovejas, crea un clima abierto de mutua confianza y de vida imperecedera (vs.27-28). Es decir, Jesús asume el puesto que tenía Yahvéh en el capítulo 34 de Ezequiel.
Pero Jesús no es un usurpador que quiera desbancar a Dios (cierta corriente socio-psicológica así lo interpreta; cfr. Erich Fromm. El dogma de Cristo, Edit. Paidós, Buenos Aires). No, Jesús no es un usurpador; es el Hijo que vive en íntima relación con el Padre, y este Padre es la razón última de su vida y de su fuerza (vs. 29-30).
DABAR 1977, 31
4.
He aquí una expresión típica de Juan: "vida eterna". Nótese que ésta es la vida que Jesús, el Pastor, da a cuantos creen en él y le siguen. Por tanto, la vida que se recibe ya por la fe. Juan escribe su evangelio para que, creyendo en Jesús, tengamos vida eterna. Quiere decir todo esto que Juan entiende la "vida eterna" como algo que se inicia ya en este mundo. El polo opuesto de la vida eterna que comienza con la fe es la "muerte eterna", que comienza con la incredulidad. No que todo se decida en un momento dado, aunque hay que decir que todo se decide en la fe o en la incredulidad. Ahora mismo y todos los días, al confrontar nuestra existencia con el Evangelio.
Jesús está convencido de que nada ni nadie puede apartar de sus brazos a los que son "suyos" y a los que él ama. Por eso, cuantos creen en Jesús tienen su vida eterna guardada en las mejores manos y no morirán para siempre. Porque Jesús y el Padre son uno.
La mejor respuesta a esta seguridad de Jesús es la confianza que Pablo expresa en estas palabras: "Pues estoy completamente convencido de que ni la vida ni la muerte, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas, ni lo alto ni lo bajo, en fin, ninguna criatura podrá separarnos del amor que Dios nos tiene en Jesucristo nuestro Señor" (Rom 8, 38). No quiere decir esto que el cristiano puede estar seguro de tener fe, sino que la fe misma es seguridad en Dios. Porque no tenemos a Dios a buen recaudo, sino que es él el que nos tiene con fuerza y el que inspira en nosotros una confianza sin límites.
EUCARISTÍA 1992, 23
5
Para entender este texto hay que recordar que en el fondo es una respuesta a la pregunta que los judíos dirigían a Jesús: ¿eres tú el Cristo, el Mesías? Han sido muchas las imágenes con que se ha presentado al Mesías. En todas ellas hay un elemento común que las caracteriza: la relación particular entre Dios y su pueblo.
Dios ha investido a su Mesías de autoridad a fin de que libere y reine sobre su pueblo. Los judíos han concretado esta misión en un reino de la categoría y estirpe de David. En el discurso sobre el pastor Jesús insiste y se revela como Mesías pero en una forma inesperada. Se define como el buen pastor en contraposición a los jefes de Israel. En el fondo esta afirmación está en la línea bíblica según la cual sólo Yahvé es el pastor de Israel. Más tarde se promete al pueblo disperso que Yahvé volverá a reunir a su rebaño y le dará un pastor: su siervo David, el Mesías.
Esta afirmación viene relacionada desde tres puntos de vista con el Mesías político; conocimiento mutuo: las ovejas no siguen a un extraño; don de la vida eterna: así se anuncia la salvación; unidad con el Padre: es la respuesta a la pregunta sobre si él era el Mesías.
El evangelista no ha buscado demostrar la mesianidad de Jesús desde su procedencia genealógica de David, ni ha demostrado su divinidad por medio de los milagros. La declaración de la filiación divina suena así: Dios ha amado a Jesús antes de la creación del mundo porque le ha dado su gloria.
La imagen del pastor era muy expresiva para los hebreos. Hoy suscita reacción y perplejidad. Nadie acepta formar parte de un rebaño. Al hombre moderno no le gustan estos conceptos. Hay que cambiar imágenes pero hay que mantener el contenido.
P.
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 9