31 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO IV DE PASCUA
1-8

1.

El pueblo de Israel había sido desde siempre un pueblo de pastores. "Nosotros, tus siervos, somos pastores desde nuestra infancia hasta hoy, y lo mismo fueron nuestros padres" (Gen 47, 3). Pastores fueron muchos de los héroes de Israel: Moisés, David, Amós....

El pueblo de Israel había sido desde siempre un pueblo de pastores nómadas, siempre por los caminos, conduciendo sus rebaños de los pastos de invierno a los pastos de primavera, de un país a otro... La más bella confesión de fe de Israel comienza así: "Mi padre era un arameo errante"... Es una confesión de fe muy singular: no es la recitación de un puñado de verdades abstractas sobre el ser de Dios, sino el recuento agradecido de una serie de intervenciones históricas de Dios en favor de su pueblo, del actuar salvador de Dios. El recuerdo de lo que Dios, a lo largo de la historia, había hecho, es el origen y el objeto de la fe de Israel. Por eso, cuando quiere proclamar la fe, cuenta una historia: la historia de los favores, de las actuaciones salvadoras de Dios para con Israel: la liberación de Egipto, la travesía por el desierto, la entrada en la tierra que mana leche y miel... (/Dt/26/05-10). La Ley fundamental de Israel es la ley del recuerdo. Debe recordar siempre las maravillas de Dios para con él.

D/PASTOR: Por eso, espontáneamente, al recordar todo el amor, todos los desvelos y favores recibidos, ve al pastor bajo la imagen del pastor de Israel, imagen profundamente arraigada en su memoria histórica. Y canta lleno de gratitud y alegría: "Somos su pueblo y ovejas de su rebaño". Y nosotros hemos cantado también en el Salmo responsorial. La imagen de Dios pastor de Israel, que los cuida, guía y protege, aparece multitud de veces en el A.T., y es una imagen feliz para expresar el amor de Dios con su pueblo y la alegría, confianza y gratitud del pueblo con Dios.

Pero hay en el A. T. un salmo que nosotros hemos recitado mil veces, y hemos expresado con él toda nuestra confianza, seguridad y esperanza. Y este salmo brotó mil veces de labios de Jesús para expresar su abandono en manos del Padre y su inquebrantable confianza. (Proclámese el /sal/022).

Por eso, no nos sorprende que el mismo Jesús, heredero de la larga tradición bíblica, en su predicación al pueblo describiera el amor misericordioso de Dios con los rasgos del pastor que va en busca de la oveja perdida (/Lc/15/04-07).

Pero Jesús, en esta parábola de la oveja perdida, no sólo nos describe la solicitud amorosa de Dios para con nosotros, para con cada uno de nosotros, sino que también nos brinda la más perfecta radiografía de su propio corazón.

Y Jesús, en el Evangelio de san Juan, dirá sin ambages explícitamente, solemnemente: "Yo soy el Buen Pastor". Bajo esta entrañable y conmovedora imagen tradicional, que tantas resonancias despertaba en sus oyentes, revelará a éstos su desvelo, su misericordia, todo el espíritu que inspiró su vida entera. Es la imagen que más fielmente revela el amor que ardía en su corazón: él es el pastor que da su vida por sus ovejas. "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por el amigo" (Jn 15, 13). Toda la vida de Jesús estuvo inspirada, sostenida, habitada por el amor, de tal forma que, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1).

Pero Jesús no fue simplemente un Buen Pastor, sino es y será siempre el Buen Pastor. Recordemos la espléndida promesa que Jesús, antes de marcharse al Padre, nos dejó a nosotros: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del tiempo" (Mt 28, 20). La ascensión del Señor no hay que entenderla en clave de lejanía, sino en clave de cercanía. Mientras caminaba por la tierra, durante su vida histórica, estaba atado a un espacio y a un tiempo. Pero, rotas las limitaciones espacio-temporales por la Resurrección, está presente y actuante en todo tiempo y lugar.

"Consumado, se ha convertido en causa de salvación para todos" (Heb. 5,9). Jesús no es un Mesías jubilado, meramente honorario. Y Jesús, el Buen Pastor, nos dice hoy a todos: "No temas, pequeño rebaño" (Lc 13, 32), yo estoy con vosotros.

"Conozco a mis ovejas". Y damos al verbo "conocer" el sentido fuerte que tiene: Jesús ama a cada una de sus ovejas, y vela por ellas. "Mis ovejas conocen mi voz". Esta es nuestra tarea esencial y permanente. Debemos cerrar nuestros oídos a otras voces, a otros mensajes, para tenerlos abiertos a la palabra del Señor. Sólo él tiene palabras de vida eterna; sólo él es la verdad; sólo él es la luz. "Y ellas me siguen". Ya todo es claro y sencillo: El ha ido delante, "dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (/1P/02/21).

La fe consiste en seguir a Jesús por amor, viviendo como él vivió" (1 Jn 2,6). Nosotros no tuvimos la suerte de entrar en contacto físico con Jesús, como los judíos que vivían entonces en Palestina. Pero lo que importa es el contacto en la fe y en el amor, y este contacto es posible ahora y siempre. Para nosotros, para nuestro consuelo, han sido conservadas estas palabras de Jesús: "Dichosos los que, sin haberme visto, han creído en mí" (Jn 20, 29). Con estas palabras tan hermosas se cierra el Evangelio de Juan. Recordemos aquellas otras que encontramos en la 1 Pe 1,8, dichas también para nuestro estímulo, alegría y esperanza. Nuestro caminar tras las huellas del Buen Pastor es paz, sosiego, seguridad, gozo inefable y glorioso.

VICENTE GARCIA REVILLA
DABAR 1992, 28


2.

El buen pastor es una imagen bíblica y netamente cristiana. Es una de las representaciones de Jesús más antiguas en las catacumbas. También hoy, y son de origen bastante reciente, existe toda una serie de representaciones, imágenes y pinturas sobre el buen pastor. Muchas de ellas cargadas de un sentido meloso y paternalista bastante discutible.

Por cierto que el contexto del Evangelio de hoy sobre el buen pastor no es muy idílico que digamos. Más bien es un debate judicial con los judíos, en el cual Jesús tiene que defenderse como pastor verdadero del rebaño. Ya el profeta Ezequiel había dicho quejándose de los falsos pastores (los jefes del pueblo) que llegaría un día en que Dios mismo se convertiría en el pastor de su pueblo. En Jesús, a quien los textos bíblicos ponen a la altura de Yahvéh, se cumple la profecía y Dios mismo se hace pastor de su pueblo. Jesús, y no sus contrincantes, es el verdadero pastor. Ni usurpador ni mercenario, sino el dueño de las ovejas. Y también Jesús es el buen pastor por el esmero y empeño que pone en cuidarlas. Las conoce, vive cerca de ellas, les da buenos pastos y hasta da la vida por ellas como suprema muestra de amor. El lenguaje bíblico sobre el buen pastor se entiende bastante bien, pero conviene aplicarlo a la situación actual.

Para Ezequiel los pastores, en aquella circunstancia malos pastores, son los jefes del pueblo. Entre nosotros, la expresión se ha hecho muy frecuente en el mundo intraeclesial, de forma que pastor (en este sentido figurado) es casi sinónimo de sacerdote, obispo o papa. Entre muchos protestantes es el nombre más común para designar a los ministros. No obstante, las condiciones del buen pastor y el mismo oficio se pueden aplicar a los padres, a los educadores y a cuantos tienen alguna responsabilidad.

Buen pastor es el que ejerce su oficio en nombre de Dios y según Dios. El que se sabe mediador y no dueño. El que sabe que ha recibido una misión sagrada de Jesús y de la Iglesia y no hace y deshace a gusto y capricho. La fidelidad es virtud imprescindible en el buen pastor.

Ni Dios ni las mismas ovejas pueden consentir que el pastor haga de su oficio un buen negocio o un coto cerrado o una experiencia aventurada; ya no hablo de abandono o de destrozo calculado.

Buen pastor es el que proporciona buenos pastos. El buen alimento es esencial para la salud y para la vida. Ese buen alimento es la fe, el Evangelio. No la política, ni el poder, ni el dinero, ni el gusto o satisfacción personal. Hoy hay peligro de dar dos alimentos igualmente adulterados: los que predican un Reino de Dios únicamente para la otra vida y los que diluyen la fe en una lucha meramente sociopolítica. ALIENACION/PRON: El buen pastor está entre las ovejas, cerca del pueblo con quien convive, a quien conoce y a quien sirve. A distancia no se es buen pastor. Desde casa, y menos desde palacio, no se guardan bien las ovejas. Hay que estar en primera fila, ir delante y meterse en el barro. Esta es la pastoral de hoy. Aquello de la dignidad sacerdotal y la autoridad están muy en baja.

Rasgo definitivo del buen pastor en la línea de Jesús: dar la vida por las ovejas. Así de claro y rotundo. Ahí está todo. Detalle cristiano: que esto se haga por todos, pero muy especialmente por los enfermos, pobres y pequeños. Por ese camino, acierto pastoral. La identidad sacerdotal, eso que hoy parece tan fácil de perder o difícil de encontrar, pasa por esta figura del buen pastor. Esta tarea pastoral sencilla, directa, entregada, comprometida, de base, es la realización, el gozo y la salvación del sacerdote. Sin ella no comprendo cómo se puede ser pastor. Ese fue el camino de Jesús y quizá no haya otro para nosotros hoy.

DABAR 1977, 31


3.

En los comentarios al discurso del Buen Pastor han sido generalmente otras consideraciones las que han ocupado el primer plano ocultando, en parte, el mensaje principal. Las homilías suelen referirse a los pastores de la Iglesia, con reflexiones encaminadas a reforzar su autoridad, a exaltar su papel o a promover vocaciones. Pero lo importante no son los pastores, sino el Pastor.

Esta primitiva confesión de fe nos presenta a Jesús como el nuevo David, aquel joven que pasó de estar al frente de su ganado a estar al frente de su pueblo. Se incluye, además, la sugerente apoyatura lingüística (no filosófica) tan empleada por Juan: "Yo soy". El mismo Dios ("el que es") pastorea a su pueblo. Sólo en dos ocasiones se aplica el título de pastor de Yahveh. Parece como si se reservase para "el que ha de venir". Históricamente, el buen pastor es una de las primeras imágenes inculturadas que representan a Jesús. Sin barba, con vestiduras cortas y peinado grecoromano, lleva sobre sus espaldas unas ovejas. Así les gustaba a los cristianos de Roma, en el siglo III, definir e imaginarse a Jesús.

Atribuir a Jesús el título de pastor es similar a designarle como maestro o como rey. El papel de estas tres figuras es caminar delante abriendo camino. El maestro va simbólicamente el primero, seguido de los discípulos; el rey va al frente de su pueblo y el pastor camina delante de su ganado. Ninguno de ellos va detrás para que no se pierda o escape nadie. Tienen la tarea de ser la punta de flecha. Los tres deben guiar a quienes les siguen hacia la liberación. Es como un nuevo éxodo.

De Cristo pastor se nos dice que ama a sus ovejas a las que ha comprado con su propia sangre (Hch 20, 28), que las guía, que las busca si se pierden, que las defiende con su vida, que ellas lo reconocen, que la autoridad que manifiesta sobre ellas está fundada en su entrega y su amor. La semejanza con el pastor da por supuesto que se está andando, buscando entre escaseces y peligros algo vital. El inhóspito desierto y los lobos amenazan de muerte a las ovejas.

Pero, dejando aparte las consideraciones exegéticas o históricas, ¿qué puede significar para nosotros hoy la figura de Cristo pastor? La verdad es que, si quisiésemos seguir un orden lógico, deberíamos preguntarnos previamente en qué medida lo tenemos por guía y si nos sentimos parte integrante del rebaño. Examinar nuestra fe en Jesús y nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia es una reflexión muy adecuada en relación con el tema que nos ocupa.

J/BUEN-PASTOR: Nuestro seguir a Cristo pastor nos da un sentido global de la vida y el mundo. Sabemos de quién nos hemos fiado y adónde vamos.

En El se fundamentan nuestra esperanza, nuestra serenidad y nuestra ética. En una sociedad que sólo da visiones fragmentadas de la realidad, que no sabe cómo encontrar los valores morales fijos, que ha perdido sus utopías humanizantes y que todo lo convierte en instrumento (incluso al hombre mismo), la figura del Maestro nos marca la dirección. Jesús "one way", dice los pósters de consumo religioso. Jesús es el único camino, la dirección obligada.

Pero, ¿qué otros pastores existen hoy siquiera sea como explotadores del rebaño? Desde luego, padecemos una falta de guías y maestros con rostro humano concreto. El sistema no los necesita, se basta él sólo. Ya no es el señor feudal ni siquiera el capitalista, cuyo rostro conocíamos, los que explotan. Ahora es la lógica anónima del sistema lo que esquilma a las ovejas.

Y ¿adónde nos llevan? A ninguna parte. Esto es ya el final de la historia. No hay nada más. Ante este programa, no es ilógica la postura postmoderna: vive el momento presente sin intentar construir un mundo distinto, disfruta de lo pequeño y no busques un marco de referencia global, no te angusties porque esto no tenga sentido, "pasa de todo", si puedes. EGOISMO/INDIVIDUALISMO

Al ver reflejadas gráficamente las grandes concentraciones de masas, que por unos motivos u otros se producen actualmente (políticas, deportivas, etc.), puede dar la impresión de que existe más conciencia que nunca de pertenece al "rebaño", a la sociedad. Pero visto de cerca, muchas veces observamos que esa masa no está compuesta de personas, sino de átomos homogéneos que imitan los mismos modelos. El individualismo aislante y egoísta, propio de nuestra sociedad, está lejos de ser una personalización. "Sálvese quien pueda" es el slogan más sentido. Todo ello recuerda bastante lo de: "ovejas perdidas" o "como ovejas sin pastor".

Tener experiencia interior de Jesús como pastor nos lleva a reconocer la voz del Maestro dondequiera que resuene. Siguiendo su consejo, hemos de estar "atentos a todo como las serpientes y volando como palomas con una libertad transparente y solidaria" (Mt 10, 16).

PARA REFLEXIONAR:

-¿En qué medida sirve Jesús de orientación a mi vida? -¿Me siendo parte de la Iglesia?
-¿He pensado y valorado lo que la fe aporta a mi vida? -¿Reconozco "lo cristiano", aun en personas y ambientes que no lo son?

EUCARISTÍA 1992, 23


4.

-El cordero es el pastor: la segunda lectura de este domingo, tomada del Apocalipsis, y el evangelio según San Juan, así como el salmo responsorial y las oraciones litúrgicas destacan la figura del Buen Pastor.

Jesús es el Pastor de la misma manera y por la misma razón por la que es el Mesías y el Señor. Es el pastor porque se hizo cordero, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y por cuya sangre hemos sido purificados y reconciliados con el Padre. Y es el Señor porque vino a servir y no a ser servido, porque para servir a todos ocupó en la cruz el último lugar del mundo. Por eso fue exaltado y constituido en Señor y Mesías, por eso último ha llegado a ser el primero, el adelantado y el primogénito de entre los muertos, el que nos conduce "a las fuentes de agua viva". El Cordero es el Pastor y no hay otro que sea el Buen Pastor.

En realidad de verdad, nadie puede sustituir o suceder a Jesús en esa función, nadie puede ser como él el Buen Pastor. En realidad de verdad, tampoco necesitamos que alguien le sustituya o le suceda, porque Jesús sigue viviendo y ha prometido quedarse con nosotros hasta el fin de los siglos. Creemos que donde dos o más nos reunimos en su nombre, él está en medio de nosotros. Y Pablo nos dice que Cristo habita por la fe en nuestros corazones. Por tanto, los que son de Cristo escuchan la voz de Cristo y es Cristo el que los conduce, el que los reúne, el que les da la vida eterna.

El mensaje de este evangelio sólo tiene sentido en el contexto pascual, cuando celebramos y porque celebramos la resurrección de Jesús. Si Jesús no hubiera resucitado, a lo más sería para nosotros una doctrina o un ejemplo a imitar, pero no el Buen Pastor que nos llama y nos conoce y al que nosotros sigamos. No habría entre él y nosotros una comunión de vida.

-Los que siguen a Jesús: Entre Jesús, que es el Pastor, y los que le siguen hay algo más que un recuerdo, pues Jesús les llama y ellos le siguen porque conocen su voz y porque quieren seguirle.

Jesús no utiliza sobre nosotros la fuerza, la coacción, no tiene perros guardianes para conservar su rebaño. La iglesia de Jesús es la iglesia del libre seguimiento a Jesús. No se puede obligar a nadie a creer. La fe es una opción libre, basada en el conocimiento y en el amor a Cristo.

Seguir a Jesús de esta forma, libre y amorosamente, es algo que nos dignifica, que nos introduce en la vida misma de Dios. Porque Jesús es uno con el Padre: "Yo y el Padre somos uno". Es también lo que nos une para formar un solo pueblo, lo que nos reconcilia a los unos con nosotros para constituir por Jesús y en Jesús una comunidad de vida y de salvación.

-"No perecerán para siempre": Seguir a Jesús no es entrar en un refugio sino emprender un camino. Para seguir hace falta coraje y confianza. Jesús nos promete la vida eterna y nos dice que el que la sigue no perecerá para siempre. Pero esta seguridad no es la seguridad al margen de la gran tribulación, no es la seguridad de escapar de la cruz sino en la cruz, en medio del valle profundo y oscuro. Cuando Juan, el Vidente del Apocalipsis, anticipa lo que ha de venir y anuncia lo que está por ver, adivina en el horizonte de la esperanza una multitud inmensa que nadie puede contar, con vestiduras blancas y palmas en las manos. Pero esta comunidad gloriosa es la que ha participado del sufrimiento de Cristo, la que ha pasado por la gran tribulación y ha lavado sus túnicas en la sangre del Cordero. Por tanto, la confianza en Cristo que nos guía y la seguridad de alcanzar con él las fuentes de la vida no nos ahorra las dificultades y penas del camino, pero es una gran fuerza para seguir adelante. Porque, como decía Pablo, "ni la vida ni la muerte, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas, ni lo alto ni lo profundo, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor que Dios nos tiene y nos ha manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rom 8, 38s.).

En Jesús resucitado se nos ha revelado un amor más fuerte que la muerte. Los que reciben ese amor, los que se dejan abrazar por ese amor, superan con Jesús todas las dificultades de la vida y resucitan con él. Participan de su resurrección y la muerte no es para ellos ya otra cosa que el desfiladero de la vida, el paso a la verdadera vida, al Padre.

PARA REFLEXIONAR:

-¿Somos conscientes de que el Señor vive y está con nosotros donde dos o más nos reunimos en su nombre? Reunirse en el nombre de Jesús, ¿no es también reunirse bajo su nombre y reconocerlo como nuestro Pastor? -¿Si Jesús está en la comunidad cristiana, en medio de ella, ¿puede alguien estar con Jesús si se sitúa por encima de la comunidad?

-¿Que significa ser pastor de la iglesia o ejercer un ministerio pastoral?

-¿Por qué somos cristianos?, ¿por qué seguimos a Cristo? ¿Lo seguimos de verdad?, ¿sólo hasta cierto punto?, ¿hasta la cruz?

EUCARISTÍA 1983, 21


5.

En la Iglesia de San Miguel de los Navarros, en Zaragoza, hay una campana que llaman de los perdidos. Dicen que esta campana sonaba al caer la tarde para avisar a los campesinos que se apresuraban a regresar a la ciudad antes de que se cerraran sus puertas y que orientaba los pasos de los que se perdían por la vasta y espesa maleza que crecía en las orillas del Ebro. Hoy no existen ya las murallas y no suena ya la campana de los perdidos. Sería inútil, porque hoy la ciudad no es un lugar seguro en donde uno pueda pasar la noche tranquilamente y vivir en paz, en la paz de un orden establecido y santo, perfectamente definido y protegido frente al caos de todos los caminos y de todas las opciones de la vida... Hoy la ciudad ha perdido su silueta sagrada, con sus torres bien plantadas y sus murallas bien ceñidas, y se ha convertido ella misma en bosque, en donde la multitud de la gente nos impide ver al hombre, y en laberinto en el que se confunden todos los caminos de la vida y en donde el hombre de hoy corre el verdadero riesgo de perderse. El cambio de nuestras ciudades, su crecimiento desmesurado y anárquico, los continuos derribos y continuas construcciones, las dificultades del tráfico y del aparcamiento, el ir y venir de la gente en todas direcciones..., nos está diciendo a gritos que la sociedad cambia, constantemente, y que ya no tenemos sobre la tierra ciudad permanente en la que uno pueda instalarse. Los hombres se han decidido a buscar la ciudad futura y han salido al campo abierto de la libertad, campo de muchos caminos pero todos hacia adelante. Las viejas campanas ya no podrán hacer regresar al hombre a la vieja sociedad, pues el hombre ha decidido ponerse en camino. El problema es hoy saber hacia dónde vamos.

Esta manera nueva de vivir y de entender la vida es para los cristianos y para la Iglesia entera una invitación del Señor a ponerse también en camino. En una sociedad dinámica en la que todo cambia, la Iglesia no puede ser ya el aprisco bien guardado, sino un pueblo en éxodo permanente, solidario con todas las angustias y esperanzas de los hombres.

Caminar es peligroso. Pero si no caminamos al compás de los tiempos nos hundiremos en las sombras de la muerte y en la esterilidad del pasado, renunciaremos a la esperanza y otros serán los hijos de las promesas y los herederos del Reino. Acordaos de lo que sucedió en Antioquía cuando llegaron a aquella ciudad los heraldos del Reino futuro, los apóstoles Pablo y Bernabé. Comenzaron a predicar el Evangelio entre los judíos, en la sinagoga, los sábados que era el día de reunión. Pero aquellos hombres, hijos de Abraham y herederos de las promesas de Israel pueblo elegido, aferrado a sus viejas tradiciones, no escucharon la Palabra de Dios y rechazaron la novedad del Evangelio. Entonces Pablo y Bernabé, los heraldos del Reino futuro, dijeron sin contemplaciones: "Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles" ¿No puede ocurrirnos algo semejante a nosotros? Porque nosotros somos cristianos de siempre y nuestro cristianismo tradicional puede muy bien ser la sinagoga de nuestros días, la que por su apego a viejas tradiciones rechace nuevamente el Evangelio que se anuncia domingo tras domingo en nuestros templos. A nadie puede extrañarle hoy que hagamos esta pregunta. Muchos son ya los síntomas que la justifican: el rechazo de la Palabra de Dios por aquellos que defienden bizarramente sus tradiciones periclitadas y sus privilegios y obstaculizan la marcha de la tradición con el lastre de sus rutinas e intereses; la persecución de los heraldos de la Palabra que nos invita a caminar y las turbias manipulaciones, en las que también tienen su parte "las señores distinguidas y devotas y los principales de la ciudad", de la vieja ciudad ante cuyas puertas de nuevo hay profetas que sacuden el polvo de sus sandalias en señal de protesta...

Es peligroso caminar, no cabe duda. Pero los cristianos han de recordar que ese es su destino, que ellos son los responsables de mantener en alto y proclamar la esperanza del mundo en la vida eterna. ¿Y qué esperanza y qué vida sería ésta si nos detuviéramos en la ciudad establecida, en la falsa seguridad de sus viejas murallas, de sus viejas costumbres, de sus viejos sistemas de convivencia, de sus viejas injusticias y desigualdades sociales, en donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, en donde el hombre está al servicio del sábado y no el sábado al servicio del hombre, es decir, en donde el hombre es esclavo de un supuesto orden inviolable y que la Iglesia no debe bendecir si no está al servicio de la libertad de todos los hijos de Dios...? Es peligroso caminar. Y esto explica la resistencia de algunos, el recelo de otros y el miedo de los más. ¡Hombres de poca fe! ¿Acaso no escuchamos las voces del Pastor que marcha delante de nosotros? ¿Acaso no somos ya "los destinados a la vida eterna"? Dice Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna: no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano". ¡En marcha, pues y adelante! Estamos en buenas manos. Aunque vayamos por valles profundos y tenebrosos, no temeremos. El Señor nos guía y su Palabra se escucha como las campanas que suenan ya desde la ciudad futura.

Solamente allí descubriremos claramente los misteriosos caminos de la historia y nos reuniremos en gran asamblea, una "gran muchedumbre, que nadie podrá contar, de toda nación, razas, pueblos, y lenguas, de pie, delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Sólo el que se detenga en falsos triunfalismos, será excluido del verdadero triunfo de la ciudad futura.

EUCARISTÍA 1971, 29


6.

Hoy, domingo del Buen Pastor, la homilía podría seguir una doble línea: la de Cristo como Pastor y la de la universalidad de la salvación pascual que él nos trae.

-UN PASTOR QUE NOS CONOCE Y NOS DA LA VIDA. Tanto el evangelio como la segunda lectura, así como el salmo responsorial y las oraciones de la Misa, apuntan claramente a la imagen de Cristo como el Buen Pastor.

Los versículos que este año leemos del capítulo 10 de Juan nos presentan una admirable intercomunión: entre Cristo y Dios: "yo y el Padre somos uno"; entre Cristo y nosotros: "yo las conozco y les doy la vida eterna... ellas escuchan mi voz y me siguen". Pero el Apocalipsis nos ayuda a entender mejor esta imagen añadiéndole la del Cordero. El Cristo que, como Cordero, ha sido inmolado en la Cruz, es el que mejor puede decir que es Pastor.

Precisamente porque se ha entregado, puede ir delante, guiar y dar la vida a sus ovejas: "El Cordero será su Pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas" (Apoc). Así, el cuadro de Cristo Pastor aparece riquísimo en las varias lecturas y oraciones: nos conoce por nuestros nombres, nos da la vida eterna, nos guía y nos defiende (evangelio), nos purifica en su Sangre y nos conduce a fuentes de agua viva (segunda lectura), somos "rebaño adquirido por la sangre de Cristo" (poscomunión)...

Así, el cuadro de Cristo Pastor es la razón de nuestra esperanza y optimismo. Si somos cristianos y nos reunimos aquí, para la Eucaristía dominical, es porque creemos en él, porque queremos seguirle y escuchar su voz, porque estamos convencidos de que sólo en él está la vida eterna.

Esto es también lo que nos anima ante las dificultades del camino, que no faltan: porque seguimos siendo "débil rebaño" (oración colecta) y todavía estamos "en la gran tribulación" (segunda lectura). A pesar de que somos cristianos, a todos nos cuesta seguir al Pastor. Porque seguir es algo más que creer intelectualmente: es aceptar su camino, hacer nuestra su mentalidad, ir asimilando sus criterios de vida. Y eso es difícil.

(Si se sigue en el Tiempo Pascual el tema de los ministros y lo que representan en la vida de la comunidad, se puede tomar pie en la homilía del ejemplo de esos dos valientes misioneros: Pablo y Bernabé; el domingo pasado era Pedro; ellos con su palabra y con el compromiso de su vida, a pesar de los insultos y las persecuciones, dan testimonio de Cristo. Los ministros son los que de un modo más claro y estable prolongan en la Iglesia de hoy la entrega de Cristo Pastor).

-LA SALVACIÓN ES PARA TODOS. La universalidad de la salvación es un tema que hoy aparece destacado en las lecturas.

Pablo y Bernabé anuncian a los paganos la Buena Noticia: "cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho" Todo el libro de los Hechos está impregnado de su espíritu misionero: La Buena Noticia, desde Jerusalén, se difunde por todo el mundo. La visión final del Apocalipsis es también una ruptura con todo particularismo estrecho: "vi una muchedumbre inmensa, de toda nación, razas, pueblos y lenguaje". La Iglesia de Cristo es abierta, misionera, "católica", universal.

El, como Pastor, ha dado la vida por todos, y quiere que se salven todos. (En la oración universal, conectar su motivación con esta perspectiva).

Esto es un juicio contra nuestra estrechez de mente, contra toda tendencia que pueda existir a cerrarnos, a replegarnos en un grupo-secta. Y también lo es contra la tendencia a desconfiar de los demás: del mundo de hoy, de los jóvenes, o de las "gran masa" de la sociedad o incluso de los cristianos ¿Es que somos nosotros -los "practicantes", o las comunidades reducidas- los que monopolizan a Cristo o a su Espíritu? Tendríamos que confiar mucho más en la humanidad y en Cristo. El protagonista principal de la Pascua es El, con su Espíritu: ¿por qué concederle un amplio margen de confianza, ya que es él el más interesado en que esta Pascua del año 80 sea una verdadera primavera en la Iglesia y en el mundo entero? Es evidente que las dificultades nos salen al paso con abundancia. Tampoco les faltaron a Pablo y Bernabé: pero seguro que quedaron olvidadas cuando vieron la respuesta inesperadamente generosa de los paganos. ellos mismos "quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo" (segunda lectura). Lo que nos suele faltar es un auténtico espíritu misionero. Y la Pascua, como celebración de la victoria de Cristo, debería ser esencialmente contagiosa y comunicativa.

La Eucaristía que celebramos es encuentro gozoso con Cristo Pastor (Palabra, Cuerpo y Sangre: el mejor alimento que nos ofrece). Y este encuentro nos debe dar la fuerza necesaria para que a lo largo de la semana sigamos su camino y hagamos algo para que también a otros llegue la Buena Noticia y la esperanza de la fe.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1980, 9


7.

Estamos celebrando todavía LA FIESTA DE PASCUA. Nos encontramos de lleno dentro de la cincuentena de días que se cerrará con el domingo de Pentecostés. ¡Alegrémonos, hermanos! Todos nosotros andábamos descarriados como ovejas, pero AHORA HEMOS VUELTO AL PASTOR y guardián de nuestra vidas (1 Pe 2,25). Cristo, el buen pastor, el que dio su vida por nosotros, nos ha reunido de nuevo en torno al altar, en el redil del templo, para que escuchemos su voz y celebremos su amor.

-"Para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra". Fue providencial para nosotros -todos los demás pueblos de la tierra- que la sinagoga de los judíos rechazase a los mensajeros del evangelio. "¿Ah, sí?", se dijeron Pablo y Bernabé. Pues "sabed que nos dedicamos a los gentiles".

Reafirmémoslo una vez más: DIOS QUIERE QUE TODOS LOS HOMBRES SE SALVEN. Este designio universalista de Dios que ya se había manifestado en el Antiguo Testamento, estalla después de la resurrección bajo el impulso del Espíritu.

Los judíos creían tener EL MONOPOLIO de la salvación. Como también nosotros, los católicos, hemos creído muchas veces que teníamos. Y no: "Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras" (Mt 3,9). La Iglesia es desde luego signo universal de salvación puesto en medio del mundo, pero Dios puede salvar a los hombres, y de hecho los salva, de muchas y muy diversas maneras al margen de la Iglesia. Y ello, lejos de sabernos mal, debe abrir nuestro corazón a la esperanza.

¡AY DE NOSOTROS SI CERRÁSEMOS LAS PUERTAS a alguien! Caerían sobre nosotros las diatribas de Jesús contra los fariseos. La Iglesia debe ser un hogar abierto a todos, la casa paterna que da a los cuatro vientos, nunca un "ghetto" cerrado, nunca la casta de los perfectos. De lo contrario podríamos ver como nosotros, los nuevos hijos del Reino, somos expulsados mientras grandes multitudes de oriente y occidente se sientan a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob (Mt 8, 11-12), y como el Reino de Dios quitado y es entregado a un pueblo que lo haga fructificar (Mt 21, 43). La Iglesia de Jesucristo se habría convertido en la nueva sinagoga que los jóvenes, los pobres y los desheredados de este mundo, movidos por el Espíritu, recusarían con razón.

-"Una muchedumbre inmensa que nadie podría contar" ¿Son muchos, son pocos los que se salvarán? Sólo Dios lo sabe.

Debemos creer sin embargo que serán INFINITAMENTE MAS NUMEROSOS de lo que nuestro egoísmo consentiría. Entre la multitud que vio san Juan, había de toda nacionalidad, de todas las razas, y de todos los pueblos y lenguas. De modo que ninguna raza ni ningún pueblo puede tener la exclusiva de la salvación. Esta depende de la fe, no del color de la piel o de la sangre.

"Estos -dijo uno de los ancianos- son los que vienen de la gran tribulación". Gracias al Cordero han salido victoriosos de la prueba. Por eso visten de blanco y llevan palmas en las manos.

Una cosa es cierta: que SE NOS PROMETE LA VICTORIA FINAL, definitiva sobre el pecado y la muerte.

-"Yo les doy la vida"

Jesús se nos presenta en el evangelio de hoy como el buen pastor que da la vida por sus ovejas, el hombre que vive y muere "por los demás" (Bonhoeffer). En definitiva, es EL ÚNICO PASTOR y guardián de nuestras vidas. Los demás pastores de la Iglesia lo representan a él y en su nombre actúan.

Jesús se afirma como Dios: "Yo y el Padre somos uno". Creyendo en él creemos en Dios. Es decir, no creemos EN OTRO DIOS FUERA DEL DIOS QUE SE MANIFESTÓ EN JESUCRISTO. Somos ateos respecto a otros dioses. Muchos hermanos nuestros tal vez no creen por nuestra culpa, porque les mostramos unas imágenes de Dios falsas, caricaturescas. El Dios de Jesucristo vale tanto la pena y es tan infinitamente amable, que si los cristianos lográsemos presentarlo como es debido, ningún hombre de buena voluntad lo rechazaría. ¡Cuán irresistible resulta el rostro de nuestro Padre! Reconozcamos la voz de Jesús, nuestro pastor. Celebremos el sacramento de su amor. Acerquémonos a comer su propio cuerpo y a beber su propia sangre, el alimento que él ha dispuesto para nosotros para que seamos capaces de seguir sus huellas. El es el único que nos puede llevar a la vida.

C. CLIMENT FORNER
MISA DOMINICAL 1977, 9


8.

-Pascua, anuncio de vida.

El pasado domingo veíamos como la fe central de los primeros cristianos -de los apóstoles y de las primeras comunidades- se resumía en lo que significa la afirmación JESÚS ES EL SEÑOR. Es decir, Jesús resucitado, es nuestro "jefe y salvador". Un Jefe que guía hacia la Vida en plenitud (respuesta a todos los más profundos y reales anhelos del hombre); un Salvador que hace posible participar ya ahora de esta Vida plena y hace posible tener la firme esperanza de llegar a vivirla del todo, en la casa de Dios que llamamos cielo.

Hoy las lecturas nos han hablado repetidas veces de esta VIDA PLENA. Pero también del CAMINO, de un camino semejante al que siguió el Jefe, JC nuestro Pastor, a quien queremos seguir. No podemos imaginar un seguimiento de JC que no pase por el camino que El pasó: un camino de lucha, un camino de cruz.

He querido recordar la necesidad de seguir el camino de JC, no fuera que hablando del gran don de Vida que la Pascua anuncia, olvidáramos que si creemos tener ya en nosotros -por gracia de Dios- esta vida y si esperamos conseguirla totalmente, ahora estamos aún en tiempo de lucha, de esfuerzo, en esta inevitable mezcla de bien y mal que es la ruta del hombre.

Pero muy posiblemente no sea este el principal peligro. Hay suficiente dolor, suficiente fuerza de mal en nosotros y en nuestro mundo, que nos impiden olvidarlo. En cambio el anuncio de la Vida eterna más fácilmente lo olvidamos, o al menos, no tiene la FUERZA VIGOROSA Y DINAMIZADORA que debería tener en nosotros.

Con demasiada frecuencia es para nosotros sólo una esperanza -más o menos firme- para después de la muerte. No es bastante una convicción presente que influya y alegre y dé esperanza actual. Y eso tanto en lo que se refiere a cada uno de nosotros, como en lo que se refiere a nuestras comunidades. E incluso al conjunto de la Iglesia. -Cómo lo vivían los primeros cristianos

En el EVANGELIO hemos escuchado las palabras firmes de JC: "Yo les doy vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano". JC es un Pastor EFICAZ, que sabe donde guía y sabe guiar con efectividad. Porque en El hay el amor del Padre ("Yo y el Padre somos uno") que es la luz y la fuerza que vence todo mal, toda tiniebla. Que vence la muerte.

En la lectura de los HECHOS DE LOS APÓSTOLES se nos ha recordado las dificultades -la oposición- que halló la primera predicación cristiana, como la había hallado JC. La oposición provocada por el exclusivismo religioso de muchos judíos que buscó la ayuda de "las señoras distinguidas y devotas y de los principales de la ciudad". Pero ni la oposición ni la persecución consiguen impedir que los convertidos vivan "LLENOS DE ALEGRÍA". Y es que -como hemos leído- aquellos primeros cristianos creían firmemente que Dios les llamaba "a la vida eterna".

VE/SV/AP: Pero quizá la segunda lectura, la del libro del APOCALIPSIS, es la que nos ha hablado con mayor expresividad de esta fe en la Vida eterna. Con el único lenguaje con el que nos es posible hablar de lo que supera nuestras posibilidades de conocimiento: el lenguaje poético de los símbolos. Juan -el vidente- ve UNA MUCHEDUMBRE INMENSA, incontable, de todo país; una multitud que participa de la Vida de Dios, en compañía del Cordero (de JC), porque ha participado de su camino de lucha y persecución ("vienen de la gran tribulación"). Pero ahora ya tienen la plena felicidad, "ya no pasarán hambre ni sed". JC los ha conducido "hacia las fuentes de aguas vivas" y el Padre "enjugará las lágrimas de sus ojos".

-Celebremos esta Vida. Y comuniquémosla

Esta fe en la Vida eterna que Dios quiere comunicarnos no es sólo un consuelo ante el temor de la muerte. Bastantes cristianos -decíamos antes- quizá lo vivan así y por eso esta fe no transforma la vida de ahora. No hay conciencia de que esta Vida ESTA YA EN NOSOTROS. Sólo una realidad actual puede dinamizar y alegrar la vida actual. Un anuncio sólo para el futuro, sólo para el "más allá", no tiene fuerza suficiente para el ahora. La Buena Noticia que nos reúne cada domingo, la alegre nueva del evangelio de JC que escuchamos cada domingo, es ésta: La Vida de Dios está ya en nosotros. Si hay en nosotros realidades de amor, de verdad, de bien, esto es la Vida de Dios en nosotros, una Vida que debemos celebrar. Ser fieles a estas realidades -siguiendo la ruta de JC- es ahora para nosotros difícil, a menudo doloroso, requiere una lucha. Pero, a la vez, y con mayor fuerza, es ya participar realmente, felizmente, alegremente, de la Vida de Dios. Aquella vida que explotará en la plenitud de la Vida eterna, como explotó para JC en su Resurrección. Aquella Vida que debe penetrar nuestra comunidad (parroquia) y de la que esta comunidad debe ser servidora. Servidora y no acaparadora. Como servidores de esta vida deben ser -debemos ser- todos los que en la Iglesia tenemos una responsabilidad de "pastores".

Y con eso quisiera terminar: no olvidemos pedir hoy -en este domingo del Buen Pastor- que surjan de nuestras comunidades cristianos generosos para hacernos hoy de buenos pastores en la Iglesia.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1986, 9

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