COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Hch 2. 14a.36-41

1.

La comunidad primitiva cumple la esencial función de evangelizar.

Ni entonces ni hoy se trata de un mero proselitismo para que aumente el número de los socios de la institución-iglesia, sino de facilitar el encuentro de Cristo con el hombre de nuestro tiempo, porque la iglesia no es la luz, sino testigo de la luz.

Si con excusas de libertad y respeto, jamás presentamos y ofrecemos a nuestros amigos el valor de nuestra fe, tendrían que pensar forzosamente o que no creemos de verdad en JC o que no les queremos verdaderamente a ellos. Cuando alguien descubre un tesoro, debe intentar compartirlo con aquellos a quienes ama.

EUCARISTÍA 1990/22


2.

En este discurso de Pentecostés, tal como lo redacta Lucas, después del resumen del kerigma primitivo, viene una proclamación solemne y la respuesta humana.

La acción de Dios en la Resurrección hace que Jesús aparezca plenamente como Señor. Es el resumen de la confesión de fe más primitiva de todas. Naturalmente no es que Cristo comience a ser Señor en la Resurrección. Es preciso evitar todo adopcionismo.

Pero en la tal Resurrección el ser-señor de Cristo se revela plenamente. Su triunfo sobre la muerte, el pecado y las negatividades humanas queda patente. En ese aspecto es una interpelación para ser reconocido así por el hombre.

Esa es la segunda parte de esta perícopa: la confesión, conversión. Es el elemento soteriológico, no tan presente en la primera parte del discurso, pues se trata de la apertura, por parte del hombre, a esta acción de Dios revelando a su Hijo y su plan de salvación. Nuevamente la frase "perdón de los pecados" es una síntesis de la salvación. No solamente lo negativo, su superación, sino el elemento de positividad que Dios tiene previsto para el hombre: su nuevo ser de hijos en el Hijo.

Esta es la dimensión más importante del anuncio pascual. No se cuenta todo esto para maravillar o argüir, sino para salvar. A fin de que todos los hombres se abran a esta acción de Dios.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1987/28


3. MESIAS/SEÑOR

Se trata del final del primer discurso de Pedro a un auditorio exclusivamente judío (v. 36) y de la reacción provocada en el mismo (vs. 37-41). El v. 36 es una apretada síntesis del mensaje pascual. Dos hechos. El primero (la crucifixión), simplemente constatado; el segundo (la resurrección), interpretado. La resurrección de Jesús es presentada como entronización. Los títulos de Señor y Mesías representan en el pensamiento de la iglesia primitiva los dos aspectos fundamentales de la realeza de Jesús resucitado. Pero esta realeza, contrariamente a las aspiraciones judías, no es concebida en clave política, sino en clave salvífica global. En este primer estadio de reflexión teológica, ambos títulos tienen sabor apologético frente al judaísmo. El título de Mesías mira hacia el pasado: Jesús lleva a cumplimiento las profecías mesiánicas: el de Señor, hacia el futuro: Jesús volverá y su vuelta inaugurará la fase gloriosa del Reino de Dios.

Testigo y actor de excepción es Dios en persona. Durante su caminar por Palestina, Jesús se había manifestado de tal manera que denunciaba poseer rango divino. Tenía, pues, que ser Dios mismo, en cuyo lugar se había puesto Jesús, quien aclarase si éste era o no un impostor. La resurrección constituye precisamente la respuesta de Dios; es la gran señal de que Dios aprueba la actitud prepascual de Jesús. El es efectivamente el Hijo de Dios.

Reacción de los oyentes (vs. 27-41). Las últimas palabras de Pedro han sonado como una amarga queja. Los contemporáneos de Jesús no supieron reconocerle durante su vida terrestre. Sólo ahora caen en la cuenta del significado que Jesús tiene para sus vidas. Por eso buscan adherirse a El. Pedro les urge a que aprovechen el ofrecimiento de salvación. Si Jesús no le basta al hombre para su conversión, el hombre ya no tiene remedio, porque no quedan más mesías que le puedan convertir, dado que Jesús es el ofrecimiento último y definitivo de Dios al hombre.

DABAR 1978/26


4.

El discurso de Pedro presenta una síntesis del mensaje cristiano: Jesús es el Cristo. Aquellos que escuchan este anuncio deben dar un nuevo sentido a su vida y actuar consecuentemente con su nueva visión de las cosas (conversión). Por el Bautismo entrarán a formar parte de la comunidad de discípulos y, en adelante, su existencia no estará movida por la Ley sino por el Espíritu Santo. Todo ello supone un nuevo vivir, un nuevo nacimiento.

La Ley ha sido sustituida por la persona misma de Jesús, que por su Espíritu se hace presente en el creyente a través de los tiempos. No se trata de una nueva normativa contenida en lo que hoy llamamos Nuevo Testamento. Es algo más dinámico, más vivenciado y personal.

La comunidad primitiva cumple la esencial función de evangelizar. Ni entonces ni hoy se trata de un mero proselitismo para que aumente el número de los socios de la institución-iglesia, sino de facilitar el encuentro de Cristo con el hombre de nuestro tiempo, porque la iglesia no es la luz sino testigo de la luz.

Si con excusas de libertad y respeto, jamás presentamos y ofrecemos a nuestros amigos el valor de nuestra fe, tendrían que pensar forzosamente o que no creemos de verdad en Jesucristo o que no les queremos verdaderamente a ellos. Cuando alguien descubre un tesoro debe intentar compartirlo con aquellos a quienes ama.

EUCARISTÍA 1987/23


5.

Concisamente presenta ahora San Pedro a sus oyentes la afirmación central de la predicación evangélica: Jesús es el Cristo, el Señor; esto es, el mismo que vosotros habéis crucificado es el Mesías prometido y ahora resucitado y manifestado al mundo como único Señor.

La conversión que predicaron los profetas hasta Juan Bautista, el último de ellos (Mt 3,2) y, sobre todo, la conversión que predicó Jesús mismo (Mt 4, 17) ante la inminencia del Reino, es ahora, en la manifestación de la gloria del Señor, lo más urgente. Esta conversión significa un cambio de vida, de la mente y del corazón: significa dejar las cosas del pasado y volverse a lo nuevo que se anuncia en el Evangelio. La conversión se expresa visiblemente en el signo sacramental del bautismo en nombre de Jesús; es decir, en el bautismo por el que se confiesa la fe en Jesús, el único Salvador, y según lo que Jesús había ordenado a sus discípulos (Mt 28, 19). Al que tal hace, al que se convierte y se deja bautizar, le son perdonados los pecados y recibe el mismo Espíritu Santo, entra en comunión con el Señor Jesús y con todos los que son de Jesús.

La promesa vale para todos sin distinción alguna, para judíos y para gentiles ("para los que están cerca y para los que están lejos"). Ha llegado el momento en el que Dios quiere derramar su Espíritu sobre la tierra a fin de que todos los hombres seamos en Jesús, que es el Cristo y el Señor, un solo pueblo.

EUCARISTÍA 1981/23


6.

-Una vez más, como el domingo pasado, la primera lectura pertenece al discurso de Pedro el día de Pentecostés. Hoy se trata del fragmento final. Resume en primer lugar la exposición anterior sobre el testimonio de culpabilidad que la resurrección hace recaer sobre el pueblo de Israel: "al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías".

La actuación quiere preparar el camino de conversión. Dios ha actuado ratificando la mesianidad de Jesús.

-"¿Qué tenemos que hacer, hermanos?": La reacción de los oyentes es parecida a la de los que escuchaban la predicación de Juan Bautista (Lc 3, 10). Pero la respuesta de Pedro no hace ninguna referencia a la conversión como un cambio moral, sino como una asimilación con Cristo.

-Literalmente, la respuesta formula dos condiciones: "Convertíos y bautizaos" y dos promesas "para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo". Pero, propiamente, condiciones y promesas constituyen un todo: el bautismo es conversión y perdón, porque Jesús glorificado entra en relación personal con el bautizado por el don del Espíritu.

-"En nombre de Jesucristo": El bautismo recibido es una gracia de Jesús glorificado y al mismo tiempo expresa una pertenencia; como Israel, en la Antigua Alianza, era una propiedad de Dios. Ahora, después de Pascua, el bautismo es la expresión de la llamada a seguir a Jesús y a pertenecer a su comunidad de discípulos.

-"Escapad de esta generación perversa": El ofrecimiento de la salvación lleva necesariamente a una separación: los que acogen el mensaje y los que se obstinan en el rechazo de Jesús. El verdadero Israel se separa del falso, que no ha descubierto que el día definitivo llamaba a sus puertas.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987/10