COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Jn 2, 1-5a
1. P/PERDON:
Juan acaba de proclamar el poder purificador del sacrificio de Cristo (1 Jn 1, 7). Lo que ahora hace es enumerar las condiciones.
a) Reducido a sí mismo, el hombre no puede realizar su proyecto de llegar hasta el más allá y hasta el misterio de las cosas: el "pecado" obstaculiza sus propósitos y le extravía continuamente por entre las tinieblas. Todos los hombres han experimentado ese pecado, en virtud del cual la satisfacción inmediata de un impulso egoísta u orgulloso da al traste con cualquier movimiento hacia lo absoluto o el misterio. Pero el hombre inventa por su cuenta sistemas religiosos en los que algunos ritos de ablución y de purificación devuelven al pecador su integridad y le permiten reanudar el diálogo con lo trascendente. La religión judía, cuando ya estaba degradada, podía aparecer tan solo como un sistema de este tipo. Existían además otros caminos: refugiarse en el pneumatismo más exagerado hasta el punto de negar su condición pecadora (cf. 1 Jn 1, 8), hasta conseguir, en otras palabras, crearse la conciencia de no tener pecado. Es muy probable que Juan haga alusión a alguna de estas sectas pneumáticas.
P/ACEPTACION:De todas formas, el hombre niega su pecado, o si lo reconoce, aplaca inmediatamente su ansiedad por medio de ritos que él mismo se inventa.
El cristianismo propone una regla de conducta: reconocer su pecado y aceptar el ser aceptado por alguien en esa situación de pecado. Saberse pecador y aceptar el depender no de su orgullo, no de un rito tranquilizante, sino de alguien que pueda ayudar a encontrar un medio de superar el pecado. Aceptar el ser perdonado y vivir en ese estado nuevo. Eso es la confesión de los pecados.
Ahora bien: después de la resurrección de Cristo tenemos un abogado cerca del Padre, capaz de solicitar el perdón de los pecados (v. 1), puesto que El mismo ha aceptado depender de alguien, su Padre, para vencer la muerte (v. 2).
En realidad, confesar sus pecados no consiste tan solo en manifestar su pecado para ser liberado de él mediante un perdón ritual y abstracto, sino que, por el contrario, consiste en aceptarse a sí mismo como aceptado por quien, al morir, aceptó y transformó lo inaceptable.
El pecado es, pues, una ocasión de comulgar con Dios por medio del llamamiento al perdón que pone en juego. Solo la pretensión de considerarse sin mancha priva de esa comunión, puesto que niega la intervención salvífica de Dios y hace incluso a Dios mentiroso en su pretensión de perdonar (1 Jn 1, 10).
CONFESION-PUBLICA: La confesión de los pecados a que alude San Juan (1 Jn 1, 9) es pública; no se trata de una manifestación en secreto: la palabra griega "exomologesis" supone, en efecto, un acto exterior. Nos permite creer en la existencia de una liturgia penitencial comunitaria desde finales del siglo I, lo que confirmaría la doctrina de Juan de que toda comunión con Dios supone una comunión con los hermanos (1 Jn 1, 7: 2, 9-11). La eucaristía renueva el gesto de Cristo al hacerse propiciación por nuestros pecados y los de todos los hombres (v. 2). El sacrificio se transformará realmente en comunión si nosotros contribuimos con la conciencia de nuestro estado de pecador y si presentamos el pecado del mundo.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág.
74 ss.
2.
En una de las espirales joánicas en torno al mensaje fundamental nos encontramos con un matiz nuevo: que este mensaje va dirigido a pecadores que han sido reconciliados con Dios por Cristo.
Destaca Juan la misión intercesora de Jesucristo.
PROPICIACIÓN: En este punto es esencial comprender bien la función propiciatoria. Como mínimo se ha de eliminar toda la visión de un Dios enfadado al que hubiera que "propiciar" en sentido estricto, volverlo benévolo al pecador. Y mucho menos por medio de una víctima, a la manera pagana de concebir la propiciación de una divinidad enojada. Más bien es una metáfora para indicar el encuentro de Dios con el hombre, eliminando y superando los obstáculos -a saber, el pecado- para ese encuentro. Es el cambio operado en el hombre que se une a Cristo. De hecho, el mensaje va dirigido a quien no vive conforme al plan de Dios, pero puede acceder a él por su incorporación y aceptación del Señor.
El conocimiento de esto es aceptar la revelación de forma vital, integral, completa. Por ello es importante la alusión a la práctica, con la expresión de guardar sus mandamientos, aunque ello no obligue a Dios a nada. Es más bien expresión nuestra, de nuestra sincera actitud de conversión al Señor.
FEDERICO
PASTOR
DABAR 1988/25
3. D/LUZ:
El que está en Jesús el Mesías y practica el amor fraterno posee la vida eterna (5, 13) o está en comunión con el Señor (1, 3b).
En torno a esta idea central gira toda esta primera carta de Juan.
En 1, 5-2, 28 se propone el primer criterio para conocer nuestra unión con el Señor. Si Dios es luz: a) debemos caminar en la luz o no debemos pecar (1, 5-2, 2) y b) debemos observar los mandamientos (2, 3 ss).
Según este autor, una de las grandes definiciones de Dios es que El es luz. Esta imagen aparece con frecuencia en otros relatos de Juan y textos bautismales primitivos para indicarnos a Dios que se nos ha revelado en Cristo. Y esta revelación -aceptada por la fe- es luz que ilumina nuestra mente y nos indica nuestro camino a seguir en la vida (cfr. Jn. 1,9; 3,19ss; 12, 35 s. 46; II Cor 4, 4ss; Ef, 1, 18; 5,8-15). Vivir en la luz significa ser solidarios los unos de los otros y es reconocerse pecador (1, 6-10). Caminar en la luz es seguir las exigencias de la fe, vivir en conformidad con la verdad revelada. El que ama ve adonde va y el que odia no ve. La práctica del amor aumenta la claridad de la fe.
De forma parenética ("Hijos míos"), el autor exhorta a no permanecer en pecado, que es fruto de la tiniebla, y nosotros debemos vivir en la luz. Pero si pecamos, esto no debe obsesionarnos ya que existe el perdón. En el proceso judicial ante el Padre, Cristo es nuestro defensor, ad-vocatus (no abogado en sentido moderno, sino todo aquel que presta su auxilio al acusado, cfr. Jn. 14, 16).El justo y sin pecado (3, 5) está presente ante el Padre en estado de víctima y así expía nuestros pecados (cfr. Apoc. 5,9).
Después del criterio negativo: no pecar, Juan expone el criterio positivo: guardar los mandamientos (vs. 3-6). El autor no usa "nomos" sino "entole" que tiene un carácter menos jurídico y comporta docilidad, prontitud. Los mandamientos se identifican con la "palabra revelada" (v. 5; 3, 22 ss. = creer y amar) y con "caminar como él" (v. 6).
Esta práxis moral es criterio para conocer nuestra unión con el Señor, unión que se indica por las frases: conocer a Dios (v. 3.4), estar en él (v. 5) y permanecer en él. Conocer a Dios está en relación directa con la fe y la observancia de los mandamientos, pero es un algo más profundo; sólo son medios para obtener nuestra unión con el Señor.
Y la fuerza motriz que nos impulsa a la práxis moral es que la verdad y el amor de Dios está en nosotros (vs. 4.5). La verdad es la revelación total y definitiva hecha en Cristo y que recibimos por la fe (cfr. Jn. 8, 40; 14, 6; 17,17; 18, 37), recordada por el Espíritu (Jn. 14,26) y a la cual debemos atenernos los cristianos para ser libres (Jn, 8, 32). Hacer la verdad es obrar en conformidad con la palabra del Señor. La obediencia radica en la fe y no es observancia legalista.
DABAR 1976/29
4.
La nueva vida es irreconciliable con el pecado, lo mismo que la luz y las tinieblas (1, 6). Pero Juan tiene la triste experiencia de que el pecado llega también a introducirse en la comunidad cristiana. Por eso advierte a los cristianos para que no pequen.
Si alguno tiene la desgracia de pecar, debe saber que no está sin abogado que interceda por él ante el Padre. Es Jesucristo, el justo que ha muerto por los injustos (1 Pe 3, 18) y ha resucitado compareciendo en presencia del Padre como intercesor de todos nosotros. Juan advierte a unos para que no pequen y anima a otros para que no desesperen del perdón de Dios.
Porque Jesús no sólo es la víctima de propiciación por nuestros pecados sino incluso por todos los pecados del mundo. Su pasión y muerte en la cruz es el sacrificio que, de una vez por todas y así para todas las veces, alcanza el perdón de los pecados. Por eso es un sacrificio de perenne vigencia y actualidad. Por eso es Jesucristo el "Salvador del mundo" (cfr. 4, 14; Jn 3, 17; 4, 42, 1 Tm 2, 4s).
CON-D/VERO-FALSO: VERDAD/HACERLA: Contra las "frases" de los falsos maestros, Juan establece el único criterio válido para discernir entre el verdadero y el falso conocimiento de Dios. Sólo conoce a Dios el que hace lo que Dios manda. Pues conocer a Dios es para Juan siempre "reconocer" a Dios, esto es, tenerlo en consideración y aceptarlo prácticamente como el que es. Es una afirmación característica de Juan ésta de que sólo se conoce la verdad cuando se hace. En consecuencia, conocer a Dios es imposible sin cumplir los mandamientos de Dios (cfr. 3, 22 y 24; Jn 14, 15 y 23; 15, 10).
Aplicando el criterio anterior a los falsos maestros que dicen y no practican, se descubre que son unos mentirosos. La "mentira" es para Juan una oposición, a ciencia y conciencia, a la verdad, y la Verdad es Cristo. Los que se oponen a la Verdad no la conocen, pues no está en ellos, sino contra ellos. Por más que digan que conocen a Cristo, a la Verdad, si no cumplen lo que Cristo dice, están ciegos y caminan en las tinieblas. Su pretensión es el peor de los pecados, es obstinación y ceguera, es tinieblas e incredulidad. Pues no hay ortodoxia sin ortopraxis, y nadie está en la verdad si no hace la verdad.
EUCARISTÍA 1985/19
5.
El contexto general de la carta es desenmascarar a unos herejes a los que llama anticristos 2, 19; pseudoprofetas 4, 1. Estos defendían falsas doctrinas sobre la persona de Cristo y sobre la redención. De su doctrina hacían aplicaciones morales contrarias a la enseñanza de los apóstoles. Negaban la posibilidad de pecar y defendían que no tenían necesidad de ser redimidos por la sangre de Cristo. No se sentían ligados a los mandamientos pero creían estar en comunión con Dios. No se preocupaban de su manera de actuar porque ninguna acción, del que está unido y en comunión con Dios, puede ser pecado.
El autor afirma la posibilidad del pecado y contra los herejes enseña que la fe en Dios y la observancia de los mandamientos son dos realidades que no se pueden separar, que la realidad del pecado es cierta pero que en la vida del cristiano el perdón del pecado está siempre al alcance de todos. Su conclusión es que ni la afirmación de los herejes ni la facilidad del perdón han de dar una falsa seguridad. Dios perdona en virtud de la intercesión de Cristo que es víctima de propiciación por nuestros pecados.
Hay que estar siempre en guardia contra el pecado para no ser excluido de la comunión con Dios pero se puede vivir en paz porque hay un intercesor ante el Padre en caso de pecar.
El criterio para saber si el conocimiento que tienen de Dios es verdadero o falso es la observancia de los mandamientos. Cumplir la palabra (v. 5) puede ser una alusión a la Palabra=Cristo.
Quien sigue a Cristo tiene el auténtico amor de Dios.
PERE
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985/09
6.
Juan repite mucho. Es su estilo. Para que se queden las cosas que dice. Y aún así... En este fragmento de la Primera Carta aparece una vez más el tema central, aunque con algunos matices.
FE/CONFIANZA-J: Se trata de la fe, confianza total en Cristo. Fe no sólo ni principalmente intelectual, aceptación de acertijos o misterios, que no es la del Nuevo Testamento, sino la aceptación vital de la persona de Jesús, el establecer relaciones personales con El, entre las que destaca la de confianza total en su persona.
Si se tiene, y aun cuando uno peque, ha de estar tranquilo, aun a pesar de las propias deficiencias que, de todas formas, deben evitarse en todo lo posible.
"Víctima de propiciación por nosotros": J/MU/EXPIACION Eso no significa ofrecer algo a un Dios enfadado para que se contente con los hombres. No se afirma aquí la teoría clásica de la satisfacción vicaria ni mucho menos la expiación pagana. (Lo cual es lo que muy a menudo se imagina al pensar en la muerte en Cruz para satisfacer la justicia divina y otras aberraciones semejantes, justificables y explicables en la Edad Media, pero no hoy). Simplemente se dice que Cristo es el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, pasando por encima de cuanto en el mismo hombre se opone a ese encuentro. Consecuencia de ese encuentro: vivir conforme al plan de Dios.
Mandamientos no impositivos, sino realización humana y divina del hombre según Dios.
FEDERICO
PASTOR
DABAR 1991/23
En este conjunto de criterios para discernir los espíritus que es 1 Jn, se nos habla hoy de «guardar los mandamientos» como punto de referencia para saber si estamos en comunión con Dios. Tanto la terminología «mandamiento» como la teología de «guardar su palabra», su doctrina... se remontan muy atrás en las tradiciones de Israel. Si queremos llegar a su primera concreción sistemática hay que recordar el Deuteronomio. En este libro, las palabras «ley», «palabra de Yahvé», «mandamiento» designan el programa redentor revelado por Yahvé al pueblo y que le lleva hacia la santidad. El mandamiento, más en concreto, prolonga la acción salvífica de Yahvé en el Éxodo al proclamar el sentido íntimo y salvador de la ley. En este sentido, el mandamiento de que habla 1 Jn es ciertamente un mandamiento antiguo: es la proclamación del hecho salvífico, que redime y lleva a la comunión con Dios.
Pero, por otra parte, es un mandamiento nuevo: es una manifestación impensada de la voluntad de Dios, es la proximidad nunca imaginada del Dios escondido, que se comunica a través de las palabras y de los mandamientos, pero que se ha hecho accesible en el verbo de vida. El mandamiento nuevo es Jesús. El Evangelio de Juan lo expresará de otro modo: «Como yo os he amado, amaos también entre vosotros» (Jn 13,34).
La dialéctica entre «palabras» y «hechos» es muy clara en las Escrituras. Ya la encontramos en la propia voz hebrea, donde palabra y hecho son designados con el mismo término. No deja de ser significativo que los hechos solos no basten: son inarticulados, lejanos. Pero las palabras solas tienden a perder contenido, se vacían, requieren que los hechos las avalen. Es la dialéctica que encontramos en el texto de hoy: entre lo que se ha hecho ya viejo y lo que hay de nuevo. Para nosotros un aspecto importante de esta dialéctica lo tenemos en la complementación mutua y necesaria entre teoría y praxis. Las ideas -las palabras-, ellas solas, no bastan. Pero tampoco los hechos solos. Por eso la figura de Jesús-Palabra parece darnos la razón última y definitiva: la ortodoxia y la ortopraxis son dos aspectos de una misma realidad.
ORIOL
TUÑI
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág.
617 s.