COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 13-35

Par: /Mc/16/12-13

1.

El evangelio de Emaús es demasiado conocido para que sea necesario describir toda su riqueza; su tono, tan humano, hace resonar un eco tan profundo en nuestros corazones, en el corazón de todos sus oyentes, que cualquier comentario corre el peligro de alterar su excepcional transparencia. Arriesguemos, no obstante, algunas sugerencias.

Leído a continuación de las frases paulinas de las segundas lecturas, el episodio de los peregrinos de Emaús aparece como la celebración de la renovación que la resurrección de Jesús opera en aquellos que aceptan tal mensaje. Al final de su larga marcha, los dos discípulos están renovados por completo. Su comprensión de la vida ya es "otra". Hasta entonces, veían en la muerte el fracaso último de la humanidad. A sus ojos, cualquiera, por gran profeta que hubiera parecido, "por poderoso en obras y en palabras" que hubiese podido ser "delante de Dios y todo el pueblo", cualquiera que es "condenado a muerte y crucificado", corona su vida con un fracaso radical que destruye todo su significado. Ahora bien, esa teoría sobre la existencia, teoría que la experiencia corriente corrobora, es la que es falsa desde ahora.

Debido, en primer término, al Antiguo Testamento, que anunció por la voz de "Moisés y de los Profetas" que un hombre, el Mesías, tras haber soportado tales sufrimientos y experimentado el fracaso que significaban, "entraría", no obstante, "en la gloria" y obtendría el éxito verdadero.

Y ese anuncio de un vuelco tan categórico de las cosas, objeto por largo tiempo de una promesa, se ha hecho, a partir de ese día, realidad. El compañero de camino de los dos discípulos es "Jesús, el Nazareno", el mismo sobre el que se lamentaban los dos viajeros, a quien "concernía" la enseñanza de Moisés y de los Profetas, el que vive el destino inédito que aquellos héroes del pasado habían definido de antemano. Tras haber "soportado los sufrimientos predichos", "entra ahora en su gloria".

Se trata, pues, de una comprensión de la vida totalmente renovada, que Jesús, con su recuerdo del Antiguo Testamento, con su palabra, con su propia presencia, ofrece a los discípulos. Una teoría de las cosas que empalma con sus íntimas aspiraciones: se lo dicen uno a otro, reconociendo que la palabra de Jesús avivaba en ellos un deseo que el tema de la muerte había como sumido en el olvido.

Señalemos dos aspectos de esta renovación total que modifica la persona de los discípulos. En primer lugar, que esta novedad es necesariamente objeto de un compartir, de una comunicación, de un testimonio. No es posible guardar para sí tan "buena noticia". Una vez que se les muestra la verdad, los discípulos se van precipitadamente a Jerusalén para compartir su experiencia y proclamar su descubrimiento... El autor, además, señala un rasgo sugestivo: Jesús termina su comunicación con la fracción del pan.

En este gesto, en que san Lucas ve el acto eucarístico, el evangelista percibe como el espejo en el que aparecen en claro los rasgos de Jesucristo esbozados ya por "Moisés y los Profetas": ¿no es en ese momento cuando ambos compañeros reconocen a Jesús? La Eucaristía no celebra a un muerto, sino que proclama que el que estaba muerto vive, y corresponde a esta nueva representación de las cosas que sitúa la gloria más allá de los sufrimientos. Participar en la Eucaristía es adherirse a una comprensión de la vida que encuentra su realización en Jesucristo vivo, resucitado.

Decididamente, para los cristianos que celebran la Pascua, nada puede en absoluto ser como antes.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE LUCAS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág 315


2.

La narración parte de Jerusalén y termina en Jerusalén. Un mismo itinerario inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús (vv.13-32) y de Emaús a Jerusalén (vv. 33-35). Pero, para Lucas, Jerusalén es algo más que una ciudad. Es el lugar donde están los once y los demás. Jerusalén es el grupo creyente. Los dos de Emaús han abandonado el grupo y retornan a él.

Cuando retornan se encuentran con un grupo que ya cree en Jesús resucitado (v. 34). No son, pues, los dos de Emaús los que hacen que el grupo sea creyente. Este dato es importante a la hora de determinar el sentido del relato: éste no va en línea apologética (demostrar la resurrección de Jesús), sino en línea catequética (mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús resucitado). Los destinatarios del relato no son los que rechazan la resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso que tuvieron los testigos presenciales. En los dos de Emaús estamos tipificados todos los cristianos que no hemos tenido el tipo de acceso a Jesús que tuvieron los testigos presenciales.

¿Cuáles son nuestras vías de acceso a Jesús? En primer lugar, la lectura profundizada del A.T. (vv. 25-27). En segundo lugar, y como culminación de la anterior, la celebración de la Eucaristía.

Es en esta celebración donde finalmente se abren nuestros ojos para reconocer a Jesús (v. 31). El encuentro interpersonal, dicen los psicólogos, sólo se da en la medida en que nos situamos en una realidad que nos trasciende a todos, al mismo tiempo que nos constituye. Esta realidad es la celebración eucarística en su doble vertiente de Palabra y de Comida.

DABAR 1981/29


3.

Para la liturgia, la semana de Pascua constituye una perfecta unidad con el mismo día de la resurrección (el prefacio nos hace decir todos los días de la semana: "en este día". No es fácil, ni incluso posible, establecer un determinado orden entre las diversas apariciones relatadas por los evangelistas.

"Si bien es verdad que ellos están de acuerdo al referir la aparición inicial del ángel (Mt 28. 5-7; Mc 16. 5-7; Lc 24. 4-7; Jn 10. 12-13), los cuatro evangelistas divergen en lo que respecta a la apariciones del mismo Jesús".

"La comparación con la detallada y tan antigua enumeración de 1 Co 15. 5-7, demuestra, por lo demás, que cada evangelista no quiso relatar todas las apariciones de Jesús resucitado".

En todo caso, resulta difícil señalar con precisión la fecha de algunas apariciones. Sin embargo, es cierto que el primer día de la resurrección fue un día repleto. Citemos las apariciones que entre todos refieren y sitúan en esta jornada histórica: a María Magdalena en el huerto (Jn 20. 11-18); a Pedro (alusión en Lc 24.34, consignada también en 1 Co 15. 5); siempre dentro de esta jornada, al caer de la tarde tiene lugar la conversación con los discípulos de Emaús y después la aparición a los once. El estupendo relato del reencuentro de Emaús nos recuerda a su modo la importancia capital, esencial, única, de la resurrección para nuestra fe. Hay cristianos que dan la impresión en ocasiones de conceder una importancia demasiado exclusiva a la muerte redentora del Salvador. Los discípulos de Emaús constituyen un ejemplo estupendo de los creyentes que detienen su creencia en la muerte... Les falta lo principal, lo que da sentido a todo lo demás, incluso a esa muerte que, sin la resurrección, es un fracaso: "Nosotros esperábamos", en imperfecto.

Este pasaje tiene para nosotros un especial interés. Es la primera vigilia bíblica del N.T., ¡y bajo la dirección de qué celebrante! "Comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras".

Ahí tenemos el hilo conductor y el plan ideal de una velada bíblica sobre un tema determinado: recorrer el A.T. bajo un punto de vista concreto y desembocar en Cristo que es la realización del mismo.

Esta "velada bíblica" de Emaús no es la única que en esta tarde dirige el celebrante extraordinario que es el Señor. En efecto, el evangelio de Lc, en el relato que hace de la aparición a los once de la misma tarde del día de la resurrección, nos dice: "Jesús les dijo: era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos de mí. Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras" (Lc 24. 44-45).

Es característico señalar la unión existente entre estas meditaciones bíblicas y la comida. Cuando tiene lugar la aparición a los once, Jesús come con ellos para disipar toda duda sobre la realidad de su presencia (Lc 24. 43). Ya hemos leído que la conversación de Emaús desemboca en una comida. Incluso muy bien puede suceder que se trate de la primera eucaristía que fuese, a diferencia de la Cena, el Memorial de una realidad cumplida; en este caso tendríamos ahí el modelo de todas nuestras misas: Palabra y después Pan (Lc, al emplear aquí este término técnico -Fracción del Pan- que repetirá en Hch 2. 42, piensa, sin duda, en la Eucaristía.-Biblia de Jerusalén. Nota relativa a Lc 24. 35).

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 165


4. 

Buscar todo "lo bueno" que un hombre puede compartir con otro hombre, cualquiera que éste sea, es hacer un camino que, según la fe cristiana, desemboca en la fraternidad universal. Jesús caminaba junto a dos hombres que sólo iban a Emaús. Estos andaban un camino muy corto; aquél, resucitado, acababa de comenzar con su vida y con su entrega a la muerte un camino mucho más largo y ambicioso, el camino del hombre, de todo hombre hacia el Reino de Dios. Unos y otros, al partir y al compartir, se juntaron en una misma marcha hacia un mismo destino.

EUCARISTÍA 1990/21


5. EU/CAMINO-EMAUS.

Este evangelio es -precisamente porque refleja nuestro propio camino de fe- un retrato de la Eucaristía que celebramos cada domingo. Cuando nos juntamos para la celebración hemos estado haciendo camino, durante la semana, con ilusiones y decepciones, con momentos de búsqueda y de duda, con experiencias dolorosas y otras de alegría. Es el camino de Emaús. Y aquí, en la asamblea, los compartimos con Jesús, en la Escritura. Los "sucesos" de nuestra vida los ponemos ante los "sucesos" vividos por Jesús. La Palabra viva del Señor "enciende nuestros corazones" y da una nueva luz a todo aquello vivido. Después, en el gesto de compartir la mesa, renovamos aquel gesto del Señor, la fracción del pan, y todos sus actos de amor a hombres y mujeres concretos.

Jesús se nos hace presente y se nos hace alimento. Finalmente nos levantamos y volvemos al lugar de donde hemos venido, nos disponemos a rehacer el camino, a vivirlo con nueva ilusión, a anunciar a los demás la alegría de haber visto al Señor.

J. ROMAGUERA
MISA DOMINICAL 1990/09


6. ADMIRACION/J

La fe en JC tiene además una historia personal que acontece en cada individuo. Al comienzo de esa historia se encuentra casi siempre la admiración. Y es que nos admiramos cuando topamos con algo que, anteriormente, no nos habíamos encontrado, que sobrepasa nuestra capacidad de imaginación y de lo que en adelante ya no nos podemos deshacer; ésta es, precisamente, la experiencia del evangelio cuando en él se describe que "ardía el corazón".

EUCARISTÍA 1987/22


7.

Texto: Este domingo no está tomado de Juan, sino de Lucas. Muy en consonancia con los gustos de este autor, el texto es un relato de viaje o de camino. Pero el sentido del camino que hacen los dos discípulos es exactamente el contrario del que habían hecho antes siguiendo a Jesús. Contrario en geografía, porque se marchan de Jerusalén; contrario sobre todo en motivación, porque el camino que ahora hacen es el de la desesperanza. "Nosotros teníamos la esperanza de que él fuera el libertador de Israel". El término "libertador" y la expresión "libertador de Israel" son característicos de Lucas. Remiten a la expresión "liberación de Israel", usada en los comienzos de la obra para expresar las esperanzas del pueblo, representadas por Simeón (Lc 2, 25) y por Ana (Lc 2, 38). Esta liberación debía ser función del Mesías. Ya desde esos comienzos ha dejado Lucas muy claro su punto de vista: Jesús es el Mesías y, consiguientemente, el libertador de Israel.

Los dos discípulos, en cambio, han dejado de compartir este punto de vista. La condena a muerte de Jesús por la autoridad competente les cierra toda posibilidad de ver en Jesús al libertador de Israel. La cruz no encajaba en sus esquemas de Mesías y por ello mismo era un escándalo y un obstáculo insalvable. De ahí su camino de desesperanza. CZ/ESCANDALO: El desconocido caminante que se ha unido a los dos discípulos les echa en cara su desconocimiento del Antiguo Testamento. La frase "lo que anunciaron los profetas" es una expresión que designa al Antiguo Testamento en su totalidad. La cruz del Mesías no es un escándalo; es una misteriosa necesidad recogida en todo el Antiguo Testamento.

La hospitalidad de los dos discípulos hace posible el reconocimiento definitivo del desconocido en la mesa al partir el pan, en clara preferencia al gesto de la cena del Señor de Lc.22, 19. Los dos discípulos pueden así rehacer el camino a Jerusalén y formar parte del grupo cristiano, el cual lo es por vivir la certeza de la resurrección de Jesús. Comentario: Es bastante perceptible que la finalidad de Lucas es didáctica: hacer ver que al libertador o Mesías se le encuentra en la lectura de la Palabra de Dios y en la celebración de la Eucaristía. El relato no responde al qué, sino al dónde. No pretende hacer ver que Jesús ha resucitado, sino dónde encontrar a Jesús resucitado.

Biblia y Eucaristía. Lectura y celebración. Ambas le son necesarias al cristiano si ha de ser portador de esperanza.

A. BENITO
DABAR 1990/26


8. JERUSALEN/Lc.

La narración parte de Jerusalén (v. 13) y termina en Jerusalén (v. 33). Un mismo itinerario inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús, salida de (vs. 13-32), de Emaús a Jerusalén, vuelta a (vs. 33-35). Pero para Lucas Jerusalén es algo más que una ciudad; es el lugar donde están "los once y los demás" (vs. 9 y 33). Jerusalén es algo más que una referencia geográfica; es una referencia a un grupo de personas. A este nivel hay que hablar de abandono del grupo y retorno al grupo.

La situación del grupo es distinta al comienzo y al final del relato. Al comienzo es una situación de incredulidad (cfr. 24, 11: "Ellos lo tomaron por un delirio y se negaron a creerlas").

Al final es una situación de fe (cfr. 24, 34: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón"). Nótese que esta situación existe ya cuando los dos de Emaús se reencuentran con el grupo; no son ellos los que la crean. Este dato literario es muy importante para detectar el sentido del texto.

Fijémonos detenidamente en el v. 34. Es una exclamación entusiasta. Pero en esta exclamación puede distinguirse un doble momento: "El Señor ha resucitado", "se ha aparecido a Simón". Es decir, el v. 34 reproduce en pequeño lo que el lector ha podido ver desarrollado en los vs. 13-32. La creencia en Jesús resucitado descansa en unos testigos presenciales en nada predispuestos a tal creencia. La fe en la resurrección tiene una base pericial suficiente para generar una certeza histórica. La estructuración global del relato y la particular del v. 34 están al servicio de esta certeza. Lucas viene a decir lo siguiente: la fe en la resurrección de Jesús está fundamentada en criterios de autenticidad histórica. Por consiguiente, añadimos nosotros, la opción creyente es más fidedigna que la no creyente. Pero esta última afirmación es sólo un añadido nuestro. El análisis literario revela que la finalidad de Lucas al componer el relato no va por la línea apologética (demostrar la resurrección de Jesús). La finalidad de Lucas es catequética: mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús resucitado. Los destinatarios del relato no son los que rechazan la resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso que tuvieron los testigos presenciales.

El paradigma de estos cristianos son los dos de Emaús. Ellos experimentan el desencanto y la duda. El símbolo de esta experiencia es el camino de Emaús (cfr. vs. 13-14. 21-24). Es un camino de retirada, de falta de visibilidad (v. 16). ¿Por qué asustarnos si hacemos esta misma experiencia? Teniendo a la vista esta experiencia y en respuesta a la misma compone Lucas el relato. Una primera vía de acceso a Jesús resucitado es la lectura profundizada del Antiguo Testamento (vs.25-27). ¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras? (v. 32). Una segunda vía, culminación de la anterior, es la fracción del pan (v. 30), término técnico para designar la Eucaristía (cfr. Hech. 2, 42; 20, 7). Es aquí donde finalmente "se les abrieron los ojos y lo reconocieron" (v. 31). En la Palabra y la Cena (las dos partes de la Misa) es donde nos encontraremos también nosotros con Jesús resucitado. Este encuentro del mismo tipo (tipo de encuentro, no tipo de acceso; no hay, pues, contradicción con lo escrito anteriormente) al vivido por los primeros testigos. Ellos garantizan un encuentro por el tipo de acceso que tuvieron a él, pero no son los únicos en poder vivir el encuentro con el resucitado; también nosotros podemos vivirlo si escuchamos la Palabra e insistimos en hospedar al que viene tan desapercibidamente que puede confundírsele con unas raciones de pan y vino.

DABAR 1978/25


9.

Jesús alcanza a estos dos discípulos que marchan hacia Emaús que dista de Jerusalén unos treinta kilómetros. Ellos han oído hablar a las mujeres sobre la tumba vacía, pero, al parecer, no hacen mucho caso de esta noticia. Jesús les invita a conversar con él mediante su pregunta y ellos se desahogan contándole los sucesos que han tenido lugar en Jerusalén. Su situación de ánimo es significativa y debe considerarse que era común entre todos los discípulos de Jesús. Vieron en el Maestro a un gran profeta, acreditado por sus palabras y obras ante todo el pueblo; pero al fin sucedió lo incomprensible: sus enemigos, los que ostentaban el poder temporal y espiritual de Israel, lo han crucificado.

Estos discípulos no culpan de la muerte de Jesús al pueblo, sino sólo a las autoridades. En el Profeta de Nazaret creyeron haber encontrado al Mesías prometido que libraría a Israel de todas las opresiones, y ahora resulta que, antes de iniciar su obra, ha sucumbido ante sus enemigos sin que Dios haya intervenido ni antes ni después de su muerte. Por eso no comprenden nada y marchan derrotados y sin esperanza, que ya han pasado tres días y el "asunto" del Nazareno parece haber sido liquidado para siempre.

Si hubieran contado con la resurrección, estos discípulos hubieran recibido con gozo la noticia de las mujeres y no hubieran dejado que su escepticismo les quitara la esperanza. Jesús no les reprocha su falta de fe, sino su falta de entendimiento para comprender las Escrituras. Ellos sólo habían tenido ojos y oídos para la gloria del Mesías, pero no comprendieron una sola palabra de lo que habían anunciado los profetas sobre el "Siervo de Yavé". No comprendieron que el camino hacia la gloria pasaba por la cruz. No comprendieron que Jesús "tenía" que padecer según el plan de Dios y según lo que él mismo les había dicho repetidamente (9, 22; 13, 33; 17, 25; 22, 37; 24, 44) Y no comprendieron nada de esto porque estaban llenos de prejuicios sobre un mesianismo a ras de tierra y de los problemas meramente temporales de Israel. Jesús les muestra cuán equivocados andaban y les interpreta el sentido de los textos mesiánicos del A.T. Pero no les recuerda lo que él mismo ya había anunciado porque todavía no quiere darse a conocer.

Jesús quiere hacerse invitar por los dos discípulos, según el modo de hablar de los judíos, "el día va de caída" a partir de mediodía. No hace falta pensar que fuera excesivamente tarde.

Para honrar a su huésped le invitan a que presida la mesa. Y según era costumbre entre los judíos, Jesús pronunció la acción de gracias, bendiciendo a Dios por el pan, lo partió y les dio para que comieran. En este momento le reconocieron. Jesús resucitado se les manifestó y ellos se convirtieron en sus testigos. Naturalmente, corrieron a comunicar la noticia.

EUCARISTÍA 1981/22


10.

El camino a Emaús es el camino de la fe a partir de la vida y acción ("¿eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?"), el camino del reconocimiento, el camino de experimentar como se van abriendo los ojos (te son abiertos y no sabes cómo), escuchando la Palabra de Dios y participando de la fracción del pan, alrededor del Resucitado (un ausente presente).

Lucas, a partir de un "material común", elabora una preciosa catequesis cristológica sobre la fracción del pan y sobre cómo se lee la Escritura desde el acontecimiento pascual. La clave interpretativa gira alrededor del hecho de reconocer a Jesús resucitado, que, al mismo tiempo, implica la misión de anunciarlo vivo. Esta catequesis tiene como marco "el primer día de la semana" (Día del Señor) y como objetivo posibilitar que los ojos "te sean abiertos" después de participar en la escuela de la Palabra y en la fracción del pan, aspectos de la presencia del Resucitado (en un contexto de ausencia: "pero él desapareció").

Es necesaria la iniciativa de Jesús: "se acercó y se puso a caminar con ellos"; pero, sus ojos eran incapaces de reconocerlo.

Al final del camino (que, a pie, notemos, es largo, y que parte del lugar clave: Jerusalén), "a ellos se les abrieron los ojos" (gratuitamente, no por iniciativa suya) "y lo reconocieron " (cumbre del texto).

Una vez lo han reconocido, vuelven a Jerusalén, donde con los Once hacen la profesión de fe (cf. 1C 15,4-5). Lucas hace coincidir la reunión de todos los discípulos en Jerusalén porque es desde allí, una vez recibido el Espíritu Santo, que el anuncio pascual se extenderá a todos los rincones de la tierra (cf.continuación en el Libro de los Hechos). La escena del camino de Emaús no tiene paralelos en los evangelios, excepto un eco en el final canónico de Mc 16,9-20(vv. 12-13).

JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/09


11.

Como otros relatos y secciones de la obra lucana, este relato tiene una estructura concéntrica bien definida, al servicio del interés teológico. El encuentro del eunuco con Felipe que hallamos en el libro de los Hechos de los Ap6stoles sigue una estructura idéntica al relato de los dos discípulos de Emaús.

Desde la salida de Jerusalén hasta la vuelta, diversas correspondencias convergen en el centro: "¡El está vivo!" El intento de Lucas es mostrar la presencia viva del crucificado-resucitado entre sus discípulos.

La tristeza inicial contrasta con la alegría del final que hay que comunicar inmediatamente.

Los dos discípulos hablan de Jesús de Nazaret, de sus obras y palabras poderosas, de su crucifixión. Jesús les dará el sentido de su vida a la luz de las Escrituras. Ellas hablan de Jesús. Jesús habla de ellas.

La fe en Jesús resucitado no nace del sepulcro vacío, sino del encuentro con él. Lucas centra este encuentro en las Escrituras (que preparan el corazón) y en la Eucaristía (lo reconocen al partir el pan).

Ni que decir tiene que, además del mensaje central de este relato, hay una infinidad de elementos vitales que Lucas sabe describir o insinuar con una gran belleza y eficacia, y que nos pueden ayudar a comprender el itinerario de la fe.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993/06


12. Lc/24/13-35

El relato de la aparición a los discípulos de Emaús nos presenta la experiencia de dos discípulos el día de Pascua. Son dos seguidores de Jesús -uno de ellos se llamaba Cleofás (v 18) y no pertenecía al grupo de los once.

El episodio transmite, con un arte difícil de igualar, una experiencia humana única, en la que advertimos tanto el abatimiento y la desolación por lo que había acontecido a Jesús de Nazaret como el renacimiento de la esperanza gracias a una manifestación del resucitado. El encuentro (13-16) y el diálogo (17-27) permiten ver los límites de la fe que aquellos discípulos tenían puesta en Jesús. Veían en él a «un hombre y profeta poderoso» (19) que hubiera podido redimir a Israel como un nuevo Moisés -también llamado profeta poderoso en Hch 7,22-35-, pero no habían descubierto todavía que Jesús redimiría a Israel precisamente a través de su muerte y resurrección. Habían oído los rumores de las apariciones de los ángeles a las mujeres, afirmando que «Jesús estaba vivo» (23; cf. v 5 y Hch 1,3- 25,19), pero no las habían creído. Haciendo camino (25-27), Jesús les interpreta las profecías del AT, que anunciaban el sufrimiento del Mesías (cf. Lc 18,31- Hch 26,23). Así les ayuda a aceptar que la pasión de Jesús era su camino hacia la gloria (26; cf. Lc 9,22; 22,69).

La escena en la que culmina la narración es -como en todas las apariciones del resucitado- la del reconocimiento: «se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (31) Eso ocurría cuando Jesús, al ser convidado a casa de uno de ellos, tomó la iniciativa de bendecir, partir y darles el pan. Jesús quiere que le reconozcan al principio de la cena, mientras él, bendiciendo el pan, cumple la función de cabeza de familia. Al descubrirlo los dos, se les hace invisible, porque su presencia gloriosa no es ya la misma que la de su vida terrena.

El final de la narración nos presenta a los discípulos corriendo a comunicar la noticia a los once y a sus compañeros (33). Los encuentran comentando lo que le había pasado a Simón: «Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón» (34). La narración incorpora así otra aparición del resucitado, en este caso a uno de los once, aparición referida también en la primera carta a los corintios (15,5).

D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 886 s.