COMENTARIOS AL SALMO 117 (118)

 

1. /Sal/117/01-14:

Himno de Cristo durante la liturgia pascual

* Compuesto para la liturgia hebrea, este salmo recibe un puesto destacado en la cristiana, que encuentra reflejados en él los misterios redentores de la vida de Cristo.177 El Señor cantó este salmo al finalizar la Ultima Cena: así consta -además de otras fuentes- en las notaciones de los salterios más antiguos.178 Y así, la liturgia de acción de gracias de la Nueva Alianza, inaugurada con la Eucaristía, encontró en la expresión de este salmo una admirable conclusión. Con los sentimientos que se contienen en él, nuestro Salvador se encaminó hacia la vía dolorosa que le introduciría en la gloria del día eterno.

Pero ya con anterioridad, Jesús había revelado el significado mesiánico de este salmo refiriéndose a él en una acalorada discusión sostenida con los sacerdotes y fariseos que rehusaban admitir en su Persona al Mesías enviado por Dios.179

Al considerar estas primeras estrofas, nos sentimos invitados por el Señor a cantar, como nuevo Israel y al unísono con El, el amor indefectible que el Padre siente por su Hijo, que se ha hecho obediente hasta la muerte con el fin de expresar este amor. Sin olvidar que fue precisamente la Resurrección la expresión más elocuente de cómo el Padre manifiesta la ternura que profesa por su Unigénito. ¿Quién podrá asomarse a ese abismo de amor al Padre que es el Corazón de Cristo?

** En la angustia tremenda de Getsemaní, Jesús grita a Dios 'con poderoso clamor y lágrimas'; 180 su Padre le escucha, está con Él y le auxilia, enviándole un Angel para que le consuele en su agonía. A la hora de afrontar su Pasión, el Señor no teme, sabe que los hombres no podrán hacer nada definitivo contra Él, porque su Padre le resucitará. Este es el modo como Él mismo verá la derrota de sus enemigos.

Pero antes, el designio de su Padre era permanecer en la Cruz hasta el final. "Si no hubiera existido esa agonía en la Cruz, la verdad de que Dios es Amor estaría por demostrar."181

*** Los enemigos de Cristo le rodearon como avispas -la cohorte enviada por los pontífices y fariseos con linternas, antorchas y armas- y le prendieron en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús los rechazó: 'En cuanto les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron.'182 Pero los rechazó también -y en un sentido más pleno- aguardando el momento preciso de su Resurrección en el amanecer de aquel Domingo en el que abatiría a sus enemigos: el Demonio, el pecado, la muerte.

El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación (v. 4), dice Jesús, refiriéndose a su Padre. Él le dará la Resurrección y este hecho suscitará entre los cristianos incesantes clamores de júbilo, de los cuales nuestra voz es hoy un eco gozoso.

Ya antes que nosotros, los primeros en predicarlo fueron los Apóstoles. Ellos propagaron lo que es naturalmente increíble. Dieron como prueba de una doctrina misteriosa un misterio tan incomprensible como ella: el primer sepulcro que ha engendrado un muerto a la inmortalidad. Ningún sepulcro brilla como el vacío de Jesús. Este hecho habrá de orientar hacia el cielo la vida de los hombres. No caben sermones sin esta noticia, maravillosa a la vez por verdadera e inverosímil.

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177 P. SALMON OSB. Les Tituli psalmorum des manuscrits latins, París, 1959. Serie III (Pseudo-Jerónimo) 117, p. 108: Ecclesia loquitur de Christo': Serie IV (Eusebio de Cesarea), 117. p. 129: '...prophetia de Christo'.

178 P SALMON OSB. Les Tituli psalmorum des manuscrits latins, París, 1959. Serie I (S. Columbano) 117. p. 70: Vox Christi de se dicentis'.

179 Mt 21: 42.: Jesús les dijo: «,Acaso no habéis leido en las Escrituras: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente''"'.

180 Hb 5: 7.

181 JUAN PABLO II Cruzando el umbral de la esperanza. Barcelona 1994. p. 82.

182 lo 17:6.

Págs. 84-85

 

* Comenzamos nuestra oración en esta primera hora del Domingo con el salmo 117 que, como ya sabemos, es el salmo pascual por excelencia, el texto sálmico más expresivo de la acción de gracias por la victoria pascual del Señor.

"Nada más grande -comenta ·Agustín-SAN que esta pequeña alabanza: porque es bueno. Ciertamente, el ser bueno es tan propio de Dios que, cuando su mismo Hijo oye decir 'Maestro bueno' a cierto joven que, contemplando su Carne y no viendo su Divinidad, pensaba que El era tan sólo un hombre, le respondió: '¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios'. Con esta contestación quería decir: Si quieres llamarme bueno, comprende, entonces, que Yo soy Dios." 370

** "Las avispas y el fuego son imágenes que evocan la Pasión de Cristo y los sufrimientos de la Iglesia. El rechazo que logra Jesús consiste en el arrepentimiento y la conversión de todos aquellos que, extinguida la malicia con la que perseguían a los justos, son asociados al pueblo cristiano. Pero quienes desprecian la misericordia de Dios, experimentarán, al fin, la severidad del Juez."371

*** Desde la riqueza de su venero eucológico, la Liturgia mozárabe372 nos brinda esta oración sálmica que, en la celebración de este Domingo, traduce admirablemente el contenido del salmo en oración cristológica al Padre:

"Señor, Padre santo, danos tu salvación, da prosperidad a cuantos esperamos en ti; Tú que iluminaste al mundo que yacía en tinieblas, concede a nuestra asamblea celebrar dignamente la solemnidad de este día, de modo que Cristo, el Señor, por quien se concede acceso a los justos y entrada a los que se salvan, sea nuestra puerta y nuestra patria. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén."

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370 S. AGUSTIN, Enarrationes in psalmos, 117, 1.

371 S. AGUSTIN, Enarrationes in psalmos, 117, 10-12.

372 F. AROCENA, Orationes super psalmos e ritu Hispano-Mozarabico, Toleti 1993, pp. 96 y 198: 'O Domine, salvos nos fac, et bona in te sperantibus prosperare; ut qui iacenti mundo in tenebris illuxisti, diem solemnem hunc frequentatione nostra tribuas peragi; quo et oculi nostri firmentur in luce tua, et possideat nos a te claritas patefacta. Per Christum Dominum nostrum. Amen',

Págs. 174


2. /SAL/117/15-29

Himno de Cristo durante la liturgia pascual

* No he de morir, viviré: Así es; Cristo ya no morirá más. Vive 'según la fuerza de una vida indestructible.'183

No he de morir, viviré: "Es una profecía de la Resurrección; en realidad, es como decir: la muerte ya no será más la muerte. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte: Es Cristo quien da gracias al Padre no sólo por haber sido liberado, sino incluso por haber sufrido la Pasión."184

** Jesús es piedra angular de una nueva construcción.185 Los versículos describen la obra salvífica maravillosa de Dios mediante un proverbio: la liberación de la muerte ha sido tan extraordinaria como si una piedra, desechada como inservible por los canteros, se convirtiera en piedra clave para la edificación. Así de cerca estuvimos de la muerte; así de seguros estamos consolidados en la vida.186

*** La Iglesia utiliza este salmo con particular frecuencia y eficacia en el Tiempo Pascual durante el cual conmemora la Resurrección de Cristo. Celebramos el día de la Creación, pero, sobre todo, el Domingo de la Resurrección, cuando la humanidad, perdida por el pecado, es hallada de nuevo en el paraíso de la gracia. Ese Domingo señala para el género humano el inicio de una nueva era y la Iglesia, en la noche de la Vigilia pascual y a lo largo de toda la Octava, saluda el nacimiento de ese día glorioso con el canto solemne de este salmo. 187

Este es el día en el que la diestra del Señor se revela como verdaderamente excelsa y poderosa, exaltando a Cristo de la muerte a la gloria. A partir de él, la piedra desechada por los arquitectos es colocada sobre la tierra como piedra angular, porque sobre ella se podrá levantar la construcción de la nueva humanidad, que se alza hasta formar una sola ciudad santa en la que Dios habita con los hombres.

En un himno de Laudes leemos: 188 'Y mientras la aurora prosigue su curso, que emerja Aquél que es todo Aurora...'. En el original latino el término 'Aurora' viene oportunamente impreso con mayúscula para dar relieve al sentido predicativo, es decir, que Cristo es la luz de este hermoso día;189 Que con su Resurrección hace surgir, de la noche del pecado, la mañana de la salvación. Quien camina en este día vive en la luz eterna de Dios.

En el domingo de hoy -pequeña Pascua-, cuando se renuevan los misterios y la gracia del día que ha hecho el Señor, nuestro corazón podría desbordar de alegría porque en él pasamos del exilio a la Patria, somos liberados de la esclavitud del Demonio y entramos en posesión de la herencia gloriosa que Dios reserva a sus hijos. Transcurrirá el tiempo en la tierra y, sin embargo, permanecerá este gran Domingo eterno en el cual confluyen -como ríos en la mar- los días de la historia humana.

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183 Hb 7: 16

184 S, JUAN CRISOSTOMO, Expositiones in psalmos, 117, PG 55.

185 p, SALMON OSB. Les 'Tituli psalmorum' des monuscrits latins, París, 1959 Serie V (Pseudo-Orígenes), 117, p. 146: "Psalmus ostendit quod ipse (Christus) sit lapis angularis ..."

186 M. A. MOLINA, OAR, La salmodia del dia de Pascua, salmodia del Domingo, en PHASE, 182, 1991, p. 135.

187 OLM, sal resp Misa Vigilia Pascual; Sal resp Dom Resurrección; Sal resp Sáb Oct de Pascua.

188 LITURGIA HORARUM, Himno 'Splendor paternae', Laud Lun I y III: 'Aurora cursus provehit / Aurora totus prodeat / ...' (F. AROCENA, Los himnos de la Liturgia de las Horas, Madrid 1992, p. 45). Se trata, quizá, del himno más grandioso de San Ambrosio (+397), prescrito ya en la Regla de San Aureliano de Arlés (s. Vl), cuyo inicio, siguiendo la clásica trasposición cristológica de Laudes, es un magnífico canto a Cristo-Luz.

189 P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, París, 1959, Serie V (Pseudo-Orígenes), 117, p. 146: "Psalmus ostendit quod ipse (Christus) sit ... dies illuminationis nostrae."

Págs. 87-88

* "Cristo, vencedor, a punto de partir hacia su Padre, ordena a los Angeles: Abridme las puertas del triunfo. Acerca de estas puertas hablaban los Angeles373 en otro salmo, el 23, preparando el reingreso del Señor: ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. (Ps 23: 7) Y hacen bien en alzar los dinteles porque, siguiendo la economía de la Encarnación y el misterio de la Cruz, Cristo regresa al Cielo más grande todavía que cuando, por la unión hipostática, emprendió su «éxodo» desde la Trinidad hasta el hombre. Ésta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Por ella ha entrado Pedro, ha entrado Pablo, los Apóstoles, los Mártires, los Santos de cada día, pero el primero en entrar con el Señor fue el Buen Ladrón.

¡Pobres judíos! Esta piedra, prometida por Isaías, para ser puesta como fundamento de Sión, vosotros no la reconocisteis en el Hijo de Dios. Desechada por vosotros, ha llegado a ser la piedra angular que ha reunido en una sola grey a la primera Iglesia, formada por judíos y gentiles. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente: ¡nosotros -que éramos los sin-Ley, sin-Alianza- somos adoptados como hijos de Dios! Éste es el dia en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo." 374

** "En cada salmo profetiza y canta nuestro Señor Jesucristo, porque 'sólo El tiene la llave de David: Él abre y nadie cierra, cierra y nadie abre'.375 Pero en el salmo 117 el misterio de la Resurrección se proclama de un modo palmario. El texto comienza con la confesión: el Señor es bueno, eterna es su misericordia. ¡Quién de nosotros, al meditar en lo que la Iglesia celebra exultante en este salmo -la Pasión, Resurrección y Ascensión del Señor- no prorrumpirá en aclamaciones, como hicieron los niños que agitaban los ramos de palmas delante del Señor: Bendito el que viene en nombre del Señor! (v. 26)."376

*** Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia: "¿Qué otra cosa podremos cantar allí -en el Cielo- sino sus alabanzas? Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mio, yo te ensalzo. Pero no proclamaremos estas alabanzas con palabras; más bien será el amor mismo, que nos unirá a Él, quien gritará. Esa voz, incluso, será la voz del mismísimo amor. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia: el texto comienza y concluye con estas palabras; son el primer versículo y el último del salmo porque de todo lo que hemos venido narrando desde el principio hasta el fin, no hay cosa que más nos pueda embelesar que la alabanza a Dios y un eterno «Aleluya»."377

ALELUYA/AG: "«Dicimus 'alleluia' ut solamen viatici», dice san Agustín (Nosotros decimos 'Alleluia' como consuelo de nuestro peregrinar, como nuestro viático). Y san Jerónimo afirma que, durante los primeros siglos, ese grito se había hecho tan habitual en Palestina que quienes araban los campos y trabajaban, gritaban de tanto en tanto: ¡Alleluia! Y aquellos que conducían las barcas, cuando se aproximaban, decían: ¡Alleluia! Es decir, que este grito, que surgía en medio de las acciones profanas, era una especie de jaculatoria. Pero ¡qué bella jaculatoria ésta, tan breve como expresiva, tan querida de la espiritualidad cristiana y que tanto resuena en la Liturgia de la Iglesia! ¡Cómo deberíamos hacerla nuestra, a modo de recuerdo pascual!"378

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373 Cfr. comentario al salmo Salmo 23: Laud Martes 1, (**).

374 S. JERONIMO, Breviarium in psalmos, 117; PL 26.

375 Ap 3:7.

376 S. JERONIMO, Breviarium in psalmos, 117; PL 26.

377 S. AGUSTIN, Enarrationes in psalmos 117, 27.

378 G. B. Card. MONTINI, Discurso pronunciado el 3 de abril de 1961 en la Catedral de Milán, en Discorsi, vol. II. Milano, Arcivescovado, 1962 p. 253 ss.

FÉLIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD, I
Ediciones EGA, Bilbao 1995.Págs. 176-177


3.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* Este salmo fue utilizado por primera vez el año 444 Antes de Jesucristo, en la fiesta de los Tabernáculos (Nehemías 8,13-18). Hace parte del ritual actual de esta fiesta. Según M. Mannati, especialista en el estudio de los salmos, se ha puesto en evidencia el diálogo entre los diversos actores de la celebración: los levitas... el rey... Ia muchedumbre... Podemos imaginar, el lirismo festivo, el entusiasmo comunicativo, la alegría rítmica, que irrumpen en este canto a varias voces. La fiesta de los Tabernáculos era la más popular: el "patio de las mujeres" en la explanada del Templo, permanecía iluminado toda la noche...

Procesionalmente se iba a buscar el "agua viva" a la piscina de Siloé... Y durante siete días consecutivos, se vivía en chozas de ramaje en recuerdo de los años de la larga peregrinación liberadora en el desierto... En el Templo la alegría se expresaba mediante una "danza" alrededor del altar: en una mano se agitaba un ramo verde; la otra se apoyaba en el hombro del vecino, en una especie de ronda... se giraba alrededor del altar balanceándose rítmicamente y cantando "¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!"

SEGUNDA LECTURA: CON JESUS.

** Según testimonio de los tres evangelistas sinópticos, Jesús se aplicó explícitamente este salmo (Mateo 21,42; Marcos 12,10; Lucas 20,17), para concluir la parábola de los "viñadores homicidas": "la piedra que desecharon los constructores, se convirtió en la ¡piedra angular!".

Jesús, se consideraba como esta "piedra" rechazada por los jefes de su pueblo (anuncio de su muerte), y que llegaría a ser la base misma del edificio espiritual del pueblo de Dios. El día de los ramos, los mismos evangelistas señalan cuidadosamente que la muchedumbre aclamó a Jesús con las palabras del salmo: "¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor!".

No olvidemos que el "rey" que habla en este salmo, es un símbolo, un "revestimiento midráshico". Todos los exegetas están de acuerdo en afirmar que la composición de este salmo se hizo después del exilio, es decir, en una época en que ya no había reyes en Israel. ¿Se trata entonces de una fábula? No. Porque este rey vencedor de todos sus enemigos, es el Rey Mesiánico. Y la victoria que se celebra aquí, es la victoria escatológica, la victoria completa y definitiva de Dios sobre todas las potencias del "mal". La obra de Dios, es la obra salvífica, la salvación del pecado y de la muerte. "Y el día que hizo el Señor, es el famoso día de Yahveh", en que su reino brillará a plena luz.

Resulta extraño pues poner este salmo en labios de Jesús: este Rey que habla y que arrastra a toda la multitud en su "acción de gracias", es ¡El! Releámoslo en esta perspectiva. Hacer de este salmo la oración de Jesús de Nazaret no es nada artificial. Sabemos que El, efectivamente, cantó este salmo después de la comida de Pascua, cada año de su vida terrena, y particularmente la tarde del Jueves Santo, ya que hacía parte del Hallel al finalizar la comida Pascual.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Sí, Pascua es el "dia que el Señor ha hecho". He ahí la ¡obra de Dios! Vanamente buscaríamos en el pasado la victoria o el acontecimiento histórico de Israel, en honor de los cuales se compuso esta exultante "Eucaristía", acción de gracias. Es evidente que el salmista no conoció a Jesús de Nazaret, su muerte o su Resurrección; pero esperaba ¡al Mesías, al Rey, al ungido, al Christos. Recitando este salmo con Jesús, el día de Pascua, cantamos la victoria de Dios sobre el mal. ¡Alegrémonos por este día de fiesta! ¡Jesús cantó su propia Resurrección, esa tarde!

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 234 s.


4.

El salmo 117 se parece a un inmenso anfiteatro donde se representa una gran ópera. En el escenario se desarrolla una gesta de liberación, con aires casi épicos.

Hay un personaje central que, con descripciones vivas y coloridas metáforas, narra cómo, en momentos determinados, se encontró con toda suerte de enemigos que, surgidos desde todos los ángulos, le cerraban el paso y ponían en jaque su vida. Pero con la «poderosa diestra del Señor» no sólo consiguió zafarse de las manos asesinas, sino que puso a todos sus opositores en vergonzosa desbandada.

Hay también coros griegos que, a veces, comentan o celebran la victoria del personaje, y otras veces organizan y guían la procesión triunfal hasta el vértice mismo del templo. Y por encima del escenario planea, majestuoso, el binomio poder-amor del Señor Dios que, como un cóndor invencible, protege a sus hijos contra cualesquiera amenazas y peligros.

La liberación a que se refiere el salmista puede encerrar diferentes significados. Puede tratarse de una verdadera escaramuza tribal en que el salmista pudo haberse visto enredado por sorpresa.

Podría ser también esta narración una simple figura literaria para significar diferentes enemigos y amenazas: una grave enfermedad, situaciones de rivalidad u hostilidad en las relaciones humanas, dificultades de diversa índole en el quehacer humano, conflictos familiares o comunitarios, luchas espirituales en el logro de un ideal... Para cualesquiera de estas circunstancias es válido, y notablemente válido, el mensaje central del salmo 117.

* * * * *

El inicio del salmo es espectacular. Todos los metales de la orquesta, encabezados por las trompetas de plata, lanzan al aire, como un fanfare piafante, el grito de júbilo que dará el tono a todo el salmo: «Eterna es su misericordia».

Exulte la tierra entera y salten de alegría las islas innumerables ante esta gran noticia: nuestro Dios está vestido de un manto de misericordia, le precede la ternura y le acompaña la lealtad, y, desde siempre y para siempre avanza sobre una nube en cuyos bordes está escrita la palabra Amor.

Israel está en condiciones de confirmar esta noticia: desde pequeño fue tratado con cuerdas de ternura; fue para él -el Señor- como la madre que se inclina para dar de comer a su pequeño y luego lo levanta hasta su mejilla para acariciarlo, y, en su borrascosa juventud lo acompañó con su brazo tenso y fuerte hasta instalarlo en la tierra jurada y prometida.

Esta noticia de su eterno amor lo pueden también constatar todos los fieles en cuyas noches brilló el Señor como una antorcha de estrellas, y fue sombra fresca para sus horas meridianas. ¡Gloria, pues, eternamente a Aquel que vela nuestro sueño y cuida nuestros pasos!

El misterio de la liberación

En el versículo 5, el salmista comienza la narración; y, aunque lo hace sin referencias específicas y con términos genéricos, sin embargo, en estos versículos 5-6 están encerrados los verdaderos mecanismos del conflicto, cualquiera sea la índole del peligro a la que quiera referirse el salmista; y el mecanismo es el siguiente.

SOLEDAD/SAL/117: En el fondo último de la tragedia está siempre la soledad o, mejor dicho, la solitariedad: cuando el hombre se repliega en sí mismo, hasta sus últimas concavidades, comienza a sentirse desvalido, impotente, asustado. Esta encerrona o ensimismamiento es una auténtica noche; y, así como en la noche, y al descampado, la gente ve fantasmas donde no los hay, así el hombre, constreñido a la noche de las cuatro paredes de sí mismo, sufre dos cosas: susto y pánico.

Y en este momento, una fantasía encerrada y asustada, comienza a sentirse insegura, se pone aprensiva, el miedo se apodera de sus cuatro costados, un miedo que, a su vez, imagina peligros, engendra fantasmas, supone acechanzas, y el hombre llega a sentirse irremediablemente perdido. Todo esto le sucede al salmista en los versículos 5 y siguientes, y también probablemente en los versículos 10-14. En suma, es la experiencia típica de la solitariedad, y de los miedos que de ahí derivan, y de las acechanzas que el miedo imagina.

Y ¿qué sucede en ese momento? Sucede que «en el peligro grité al Señor, y me escuchó poniéndome a salvo» (v. 5) y que el salmista vio «la derrota de sus adversarios» (v. 7). ¿Qué significa esto? ¿Que los enemigos fueron tragados por la tierra? Ciertamente que no; sino que el salmista, al «gritar al señor», salió de la noche de su encerrona a los espacios divinos; e igual que a la aclarada se esfuman los fantasmas nocturnos, así el salmista, al asomarse a la luz del Rostro, se ve libre de sombras y peligros que tenían mucho de carácter subjetivo.

Dicho de otra manera: así como la angustia y el susto eran efecto del sentirse solitario y encerrado, al experimentar el salmista que «el Señor está conmigo» (v. 7), al sentir que su solitariedad, fría y hostil, ha sido poblada por la presencia amante y omnipotente de Dios, entonces «nada temo» (v. 6), es decir, se esfuman todos los hijos de la solitariedad (miedos, inseguridades, suspicacias ... ) y comienza el salmista a participar de la omnipotencia divina, esto es, el hombre se transforma en un hijo de la omnipotencia, y desde ahora podrá gritar: «¿Qué podrá hacerme el hombre?» (v. 6), como cuando Pablo desafía: «¿Quién contra nosotros?»

Esta es la verdadera victoria, la auténtica gesta de liberación que consigue el salmista por «la diestra poderosa del Señor» (v. 16), es decir, por su presencia potente y amante, experimentada por el salmista en la relación personal con el Señor. Este análisis es aplicable a una serie de salmos en los que el salmista describe situaciones semejantes.

* * * * *

El salmista, volviendo a referirse al misterio de su liberación, reitera en dos versículos consecutivos (6 y 7), «el Señor está conmigo», dando a entender que aquí está el secreto central y la clave de toda salvación: cuando el hombre percibe que Dios está conmigo verdaderamente; que El se constituye para mí en poder y cariño, en columna de seguridad y ternura de mi vida, me protege con sus fuertes alas y me asiste noche y día, en fin, que mi soledad ha sido enteramente habitada, entonces todos mis enemigos se van de espaldas, mis fronteras quedan guarnecidas, las salidas de la ciudad cubiertas, y el hombre acaba por transformarse en una ciudadela impenetrable, en un ser prácticamente invencible.

Y, a partir de esta experiencia, el salmista dará un testimonio personal ante la asamblea: «Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes» (vv. 7-8), utilizando los verbos refugiarse y confiar, en que hay un éxodo desde sus soledades, y un dejarse envolver y arropar con el abrigo de la Presencia, una presencia inmunizadora. Somos libres. No tenemos miedo.

Una acertada pedagogía

En los versículos 10-14 hace el salmista una descripción gráfica y viva de una aventura bélica en que se vio envuelto sorpresivamente. Desde las sombras salían pueblos y tribus para devorarme, pero el Señor se puso en medio como una muralla infranqueable (v. 10). Otro día aparecieron ante mí los mismos, envolviéndome por los cuatro costados y cerrándome completamente el cerco; parecían un enjambre de avispas, sus amenazas se asemejaban al chisporroteo de un zarzal en llamas, pero el Señor fue mi espada y mi victoria. De nuevo emergieron repentinamente desde la oscuridad, y se me aproximaron peligrosamente hasta poner sus manos sobre mí, y me empujaban una y otra vez con intención de derribarme en la fosa; pero el Señor se transformó para mí en un muro de contención (v. 13). ¡Loor y gloria a mi Libertador!

La narración puede ser aplicada a múltiples situaciones humanas de diversa índole: las incomprensiones eran como avispas venenosas; como el sordo rumor de un río en crecida, los amargados de siempre no cesaban de murmurar en contra de mí mientras las enfermedades consumían mis huesos; los que siempre confiaron en mí, me retiraron los créditos, el afecto y la palabra, y me dejaron indefenso en la calle; las dificultades se levantaban ante mí altas como las olas de una pleamar; parecía que todos huían de mí, y me sentía como una isla perdida en el ancho mar. Y, cuando parecía que la muerte era mi único destino y refugio, salí a los espacios divinos, invoqué el Nombre del Señor, y, ¡oh prodigio!, la tempestad amainó, las olas se calmaron, me nacieron alas, fuertes como las de las águilas, por mis huesos comenzó a correr un río de energía, los temores se dieron a la fuga, la seguridad penetró mis riñones, y la libertad levantó cabeza en mis patios como una columna de granito.

Todo fue obra del Señor: «ha sido un milagro patente» (v. 24), «es el Señor quien lo ha hecho» (v. 23). «Este es el día en que actuó el Señor'» (v. 24) ¡cantos de victoria para el Señor! ¡Aleluyas y hurras para nuestro victorioso salvador!, «sea nuestra alegría y nuestro gozo» (v. 24), resuene la música en nuestra trastienda, sea nuestra existencia una fiesta, nuestros días una danza, y la alegría sea nuestra respiración.

Ahora «viviré» (v. 17), ya que en los días de aflicción no vivía, agonizaba: mi existencia era un morir viviendo o un vivir muriendo, porque mi alma agonizaba en la fosa de la tristeza; ni podía respirar, la angustia tenía paralizados mis pulmones. Era la muerte. Pero ahora que «el Señor actuó» y «nos ha dado la salvación» (v. 25) y en que la vida se convirtió en una fiesta, ya «no he de morir» (v. 17), «viviré» para transformar mis días en un himno de gloria para mi Dios, «para contar las hazañas del Señor» (v. 17).

* * * * *

El Señor, como Padre solícito y sabio, tuvo para conmigo una pedagogía acertada: «me castigó» (v. 18) una y otra vez: me abandonó en las sombras del desconcierto, me sentí mil veces con las aguas al cuello, las difícultades me desbordaban, me sentía como un muro en ruinas, mi prestigio recibió heridas de muerte, caí en las manos de la desesperanza, invoqué a la muerte.... pero «no me entregó a la muerte» (v. 18).

Fueron sacudidas y golpes para liberarme de los atavíos postizos; yo creía que los muros de las apropiaciones me denfendían, pero en realidad me encarcelaban; tenían que caer esos muros para recuperar la libertad. «Me castigó» para no confiar nunca más «en mis caballos» ni «en los señores de la tierra», sino tan sólo en mi Dios, para experimentar el contraste entre mi contingencia y la consistencia del Señor, para saltar de la nada al todo, de la oscuridad a la luz, de la indigencia a la opulencia, para que, en fin, yo probara y comprobara en mi propia carne que el Señor es mi único salvador.

Las puertas del triunfo

Y en este momento el múltiple coro estalla en una cantata vibrante, y el estallido va saltando de grupo en grupo en la gran asamblea de los justos: «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa» (v. 15).

El personaje del salmo, que fue liberado, contagia de su euforia a la asamblea y a los coros, la escena adquiere un gran movimiento (vv. 19-29), y se establece el diálogo entre todos. Comienza el personaje del salmo: ábranse las puertas del triunfo, ¿cuáles son?, necesito entrar por ellas para entonar un himno de gratitud (v. 19). Los encargados del templo responden: ésta es la puerta por donde entran los vencedores (v. 20). Entraré en la casa de mi libertador, agrega el personaje liberado, para proclamar: gloria y honor a Ti que fuiste mi salvador. Estaba yo en la boca del abismo, clamé a Ti, me escuchaste, y me libraste del horror. Gloria a Ti por siempre (v. 21).

El coro retorna la palabra para comentar, conmovido, los acontecimientos de liberación (vv. 22-25): resulta que aquél que nuestros ojos lo contemplaron pisoteado bajo los pies de sus enemigos, herido por el aguijón de las lenguas venenosas, despreciado con frecuencia, y siempre el último, resulta que ahora ha sido constituido en la piedra angular y viga maestra del edificio (v. 22).

Es un «milagro patente» (v. 23), todo ha sido obra del Señor. Sucedió que el Señor irrumpió en el escenario de la historia, hizo proezas increíbles, sacó prodigios de la nada y dejó mudas a las naciones. ¡Hosanna! Señor, ¡sálvanos! (v. 25).

Luego el coro se dirige al personaje liberado, que avanza por la nave central en medio de una gran algarabía entre estandartes y ramos de olivo, para aclamarlo como el bendito del Señor, el privilegiado en quien ha recaído la mirada, le benevolencia y la bendición del Señor (v. 26). ¡Enhorabuena!

E inmediatamente se imparten órdenes para que la asamblea se organice como una procesión ordenada, con ramos en alto, avanzando lentamente y entre cánticos, hasta el vértice mismo del altar.

Y el personaje liberado renueva su profesión allí delante del altar, en un tono personal, sumamente interior y pronunciada en el último nivel: «Tú eres mi Dios» (v. 28); de Ti vengo, en Ti soy, hacia Ti camino, en Ti descansaré, a Ti te busco desde la aurora de mi vida, desde siempre y para siempre Tú eres mi Dios, el único de mi vida.

Y el coro clausura esta brillante representación retomando el estribillo inicial y repitiéndolo como un acorde de coronación: Gloria y loor al Inmortal «porque es eterna su misericordia» (v. 29).

LARRAÑAGA
SALMOS PARA LA VIDA
Publicaciones Claretianas
Madrid-1986. Págs. 111-118


5. ALEGRIA PASCUAL 

Voces de Domingo de Pascua, gritos de victoria sobre la muerte, confianza en el poder de Dios, regocijo en el triunfo común y proclamación de este día como el más grande que ha hecho el Señor. Eso es este salmo rebosante de gloria y de gozo.

«¡Abridme las puertas del triunfo! El Señor está conmigo y me auxilia; no me entregó a la muerte. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo».

Esta es la liturgia de Pascua en el corazón del año. Pero para el verdadero cristiano, cada domingo es Pascua y cada día es domingo. Por eso cada día es Pascua, es «el día que ha hecho el Señor, el día en que actuó el Señor». Cada día es día de victoria y alabanza, de regocijo y acción de gracias, día de ensayo de la resurrección final conquistando al pecado, que es la muerte, y abriéndose a la alegría, que es la eternidad. Cada día hay revuelo de ángeles y alboroto de mujeres en torno a la tumba vacía. ¡Cristo ha resucitado!

«Este es el día en que el Señor ha actuado». ¡Ojalá pudiera decir yo eso de cada día de mi vida! Sé que es verdad, porque, si estoy vivo, es porque Dios está actuando en mí con su infinito poder y su divina gracia; pero quiero sentirlo, palparlo, verlo en fe y experiencia, reconocer la mano de Dios en los sucesos del día y sentir su aliento a cada paso. Este es su día, glorioso como la Pascua y potente como el amanecer de la creación; y quiero tener fe para adivinar la figura de su gloria en la humildad de mis idas y venidas.

«La diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa. No he de morir: viviré para contar las hazañas del Señor».

Que la verdad de fe penetre en mi mente y florezca en mis actos: cristiano es aquel que vive el espíritu de la Pascua. Espíritu de lucha y de victoria, de fe y de perseverancia, de alegría después del sufrimiento y vida después de la muerte. Ninguna desgracia me abatirá y ninguna derrota me desanimará. Vivo ya en el día de los días, y sé que la mano del Señor saldrá victoriosa al final. «El Señor está conmigo, no temo: ¿qué podrá hacerme el hombre?»

Yo solo no puedo conseguir el espíritu de Pascua por mi cuenta. Así como el Domingo de Pascua me encuentro en medio de los fieles que proclaman su fe y robustecen la mía con la unión de su presencia y la voz de sus cantos, así ahora también, día a día, necesito a mi alrededor al grupo amigo que afirme esa misma convicción y confirme mi fe con el don de la suya. Invito a la casa de Israel, a la casa de Aarón y a todos los fieles del Señor a que canten conmigo la gloria de Pascua para que todos nos unamos en el estrecho vínculo de la fe y la alegría.

«Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, págs. 224s.


6. CATEQUESIS DEL PAPA en la audiencia general del miércoles, 5 de diciembre

Un canto de alegría y de victoria

1. Cuando el cristiano, en sintonía con la voz orante de Israel, canta el salmo 117, que acabamos de escuchar, experimenta en su interior una emoción particular. En efecto, encuentra en este himno, de intensa índole litúrgica, dos frases que resonarán dentro del Nuevo Testamento con una nueva tonalidad. La primera se halla en el versículo 22:  "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Jesús cita esta frase, aplicándola a su misión de muerte y de gloria, después de narrar la parábola de los viñadores homicidas (cf. Mt 21, 42). También la recoge san Pedro en los Hechos de los Apóstoles:  "Este Jesús es la piedra que vosotros, los constructores, habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 11-12). San Cirilo de Jerusalén comenta:  "Afirmamos que el Señor Jesucristo es uno solo, para que la filiación sea única; afirmamos que es uno solo, para que no pienses que existe otro (...). En efecto, le llamamos piedra, no inanimada ni cortada por manos humanas, sino piedra angular, porque quien crea en ella no quedará defraudado" (Le Catechesi, Roma 1993, pp. 312-313). La segunda frase que el Nuevo Testamento toma del salmo 117 es la que cantaba la muchedumbre en la solemne entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén:  "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mt 21, 9; cf. Sal 117, 26). La aclamación está enmarcada por un "Hosanna" que recoge la invocación hebrea hoshia' na':  "sálvanos".

2. Este espléndido himno bíblico está incluido en la pequeña colección de salmos, del 112 al 117, llamada el "Hallel pascual", es decir, la alabanza sálmica usada en el culto judío para la Pascua y también para las principales solemnidades del Año litúrgico. Puede considerarse que el hilo conductor del salmo 117 es el rito procesional, marcado tal vez por cantos para el solista y para el coro, que tiene como telón de fondo la ciudad santa y su templo. Una hermosa antífona abre y cierra el texto:  "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (vv. 1 y 29).

La palabra "misericordia" traduce la palabra hebrea hesed, que designa la fidelidad generosa de Dios para con su pueblo aliado y amigo. Esta fidelidad la cantan tres clases de personas:  todo Israel, la "casa de Aarón", es decir, los sacerdotes, y "los que temen a Dios", una expresión que se refiere a los fieles y sucesivamente también a los prosélitos, es decir, a los miembros de las demás naciones deseosos de aceptar la ley del Señor (cf. vv. 2-4).

3. La procesión parece desarrollarse por las calles de Jerusalén, porque se habla de las "tiendas de los justos" (v. 15). En cualquier caso, se eleva un himno de acción de gracias (cf. vv. 5-18), que contiene un mensaje esencial:  incluso cuando nos embarga la angustia, debemos mantener enarbolada la antorcha de la confianza, porque la mano poderosa del Señor lleva a sus fieles a la victoria sobre el mal y a la salvación.

El poeta sagrado usa imágenes fuertes y expresivas:  a los adversarios crueles se los compara con un enjambre de avispas o con un frente de fuego que avanza reduciéndolo todo a cenizas (cf. v. 12). Pero la reacción del justo, sostenido por el Señor, es vehemente. Tres veces repite:  "En el nombre del Señor los rechacé" y el verbo hebreo pone de relieve una intervención destructora con respecto al mal (cf. vv. 10-12). En efecto, en su raíz se halla la diestra poderosa de Dios, es decir, su obra eficaz, y no ciertamente la mano débil e incierta del hombre. Por esto, la alegría por la victoria sobre el mal desemboca en una profesión de fe muy sugestiva:  "el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación" (v. 14).

4. La procesión parece haber llegado al templo, a las "puertas del triunfo" (v. 19), es decir, a la puerta santa de Sión. Aquí se entona un segundo canto de acción de gracias, que se abre con un diálogo entre la asamblea y los sacerdotes para ser admitidos en el culto. "Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor", dice el solista en nombre de la asamblea procesional. "Esta es la puerta del Señor:  los vencedores entrarán por ella" (v. 20), responden otros, probablemente los sacerdotes.

Una vez que han entrado, pueden cantar el himno de acción de gracias al Señor, que en el templo se ofrece como "piedra" estable y segura sobre la que se puede edificar la casa de la vida (cf. Mt 7, 24-25). Una bendición sacerdotal desciende sobre los fieles, que han entrado en el templo para expresar su fe, elevar su oración y celebrar su culto.

5. La última escena que se abre ante nuestros ojos es un rito gozoso de danzas sagradas, acompañadas por un festivo agitar de ramos:  "Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar" (v. 27). La liturgia es alegría, encuentro de fiesta, expresión de toda la existencia que alaba al Señor. El rito de los ramos hace pensar en la solemnidad judía de los Tabernáculos, memoria de la peregrinación de Israel por el desierto, solemnidad en la que se realizaba una procesión con ramos de palma, mirto y sauce.

Este mismo rito evocado por el Salmo se vuelve a proponer al cristiano en la entrada de Jesús en Jerusalén, celebrada en la liturgia del domingo de Ramos. Cristo es aclamado como "hijo de David" (Mt 21, 9) por la muchedumbre que "había llegado para la fiesta (...). Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando:  Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel" (Jn 12, 12-13). En esa celebración festiva que, sin embargo, prepara a la hora de la pasión y muerte de Jesús, se realiza y comprende en sentido pleno también el símbolo de la piedra angular, propuesto al inicio, adquiriendo un valor glorioso y pascual.

El salmo 117 estimula a los cristianos a reconocer en el evento pascual de Jesús "el día en que actuó el Señor", en el que "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Así pues, con el salmo pueden cantar llenos de gratitud:  "el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación" (v. 14). "Este es el día en que actuó el Señor:  sea nuestra alegría y nuestro gozo" (v. 24).


7. CATEQUESIS DEL PAPA 12-02-2003

Himno de acción de gracias después de la victoria

1. En todas las festividades más significativas y alegres del antiguo judaísmo, especialmente en la celebración de la Pascua, se cantaba la secuencia de salmos que va del 112 al 117. Esta serie de himnos de alabanza y de acción de gracias a Dios se llamaba el "Hallel egipcio", porque en uno de ellos, el salmo 113 A, se evocaban de un modo poético, muy gráfico, el éxodo de Israel de la tierra de la opresión, el Egipto faraónico, y el maravilloso don de la alianza divina. Pues bien, el salmo con el que se concluye este "Hallel egipcio" es precisamente el salmo 117, que se acaba de proclamar y que ya hemos meditado en un comentario anterior.

2. Este canto revela claramente un uso litúrgico en el interior del templo de Jerusalén. En efecto, en su trama parece desarrollarse una procesión, que comienza entre las "tiendas de los justos" (v. 15), es decir, en las casas de los fieles. Estos exaltan la protección de la mano de Dios, capaz de tutelar a los rectos, a los que confían en él incluso cuando irrumpen adversarios crueles. La imagen que usa el salmista es expresiva:  "Me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas; en el nombre del Señor los rechacé" (v. 12).

Al ser liberado de ese peligro, el pueblo de Dios prorrumpe en "cantos de victoria" (v. 15) en honor de la "poderosa diestra del Señor" (cf. v. 16), que ha obrado maravillas. Por consiguiente, los fieles son conscientes de que nunca están solos, a merced de la tempestad desencadenada por los malvados. En verdad, Dios tiene siempre la última palabra; aunque permite la prueba de su fiel, no lo entrega a la muerte (cf. v. 18).

3. En este momento parece que la procesión llega a la meta evocada por el salmista mediante la imagen de la "puerta de la justicia" (v. 19), es decir, la puerta santa del templo de Sión. La procesión acompaña al héroe al que Dios ha dado la victoria. Pide que se le abran las puertas, para poder "dar gracias al Señor" (v. 19). Con él "entran los justos" (v. 20). Para expresar la dura prueba que ha superado y la glorificación que ha tenido como consecuencia, se compara a sí mismo a la "piedra que desecharon los arquitectos", transformada luego en "la piedra angular" (v. 22).

Cristo utilizará precisamente esta imagen y este versículo, al final de la parábola de  los  viñadores homicidas, para anunciar su pasión y su glorificación (cf. Mt 21, 42).

4. Aplicándose el salmo a sí mismo, Cristo abre el camino a una interpretación cristiana de este himno de confianza y de acción de gracias al Señor por su hesed, es decir, por su fidelidad amorosa, que se  refleja en todo el salmo (cf. Sal 117, 1. 2. 3. 4. 29).

Los símbolos adoptados por los Padres de la Iglesia son dos. Ante todo, el de "puerta de la justicia", que san Clemente Romano, en su Carta a los Corintios, comentaba así:  "Siendo muchas las puertas que están abiertas, esta es la puerta de la justicia, a saber:  la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia, cumpliendo todas las cosas sin perturbación" (48, 4:  Padres Apostólicos, BAC, Madrid 1993, p. 222).

5. El otro símbolo, unido al anterior, es precisamente el de la piedra. En nuestra meditación sobre este punto nos dejaremos guiar por san Ambrosio, el cual, en su Exposición sobre el evangelio según san Lucas, comentando la profesión de fe de Pedro en Cesarea de Filipo, recuerda que "Cristo es la piedra" y que "también a su discípulo Cristo le otorgó este hermoso nombre, de modo que también él sea Pedro, para que de la piedra le venga la solidez de la perseverancia, la firmeza de la fe".

San Ambrosio introduce entonces la exhortación:  "Esfuérzate por ser tú también piedra. Pero para ello no busques fuera de ti, sino en tu interior, la piedra. Tu piedra son tus acciones; tu piedra es tu pensamiento. Sobre esta piedra se construye tu casa, para que no sea zarandeada por ninguna tempestad de los espíritus del mal. Si eres piedra, estarás dentro de la Iglesia, porque la Iglesia está asentada sobre piedra. Si estás dentro de la Iglesia, las puertas del infierno no prevalecerán contra ti" (VI, 97-99:  Opere esegetiche IX/II, Milán-Roma 1978, SAEMO 12, p. 85).