COMENTARIO A LA SEGUNDA LECTURA OPCIONAL
1 Co 5. 6b-8
1.
En este pasaje se trata del famoso escándalo del incestuoso de Corinto. Es el escándalo público que invalida todo el testimonio del grupo cristiano. Un hombre cohabita con su madrastra. Una tal unión estaba reprochada por la ley judía (cf. Lev 18, 8) y por el derecho romano. Algunos rabinos toleraban tales uniones en los paganos convertidos al judaísmo, lo que tal vez podría explicar la ausencia de reacción en la comunidad de Corinto.
Pablo se muestra fuerte; aun como prueba "medicinal", el incestuoso tiene que ser excluido. Está en juego el testimonio de la resurrección de Jesús: vivir en cristiano es vivir de la resurrección de Jesús: vivir en cristiano es vivir de forma nueva.
La levadura es tomada aquí como símbolo de corrupción (cf. Mt 16, 6; en sentido contrario, Mt 13, 33). El "pan sin levadura" es, al contrario, símbolo de la pureza y de la integridad (v. 8).
Tenemos aquí un caso típico del imperativo paulino: llegad a ser lo que ya sois, realizad en vuestra vida lo que sois por vuestra identificación con Cristo (cf. Rom 6, 11-12; Col 3, 3-5). La nueva solidaridad con Jesús excluye todo tipo de vida extraña y egoísta. "Celebremos la Pascua, no con levadura vieja..." Lit: "De manera que celebramos no con levadura vieja". Se refiere naturalmente a la pascua y a toda la vida cristiana como a una pascua. El ritual judío de la fiesta de pascua incluía la búsqueda y destrucción del pan fermentado existente en la casa (cf. v 7), la inmolación del cordero pascual (cf. v. 8) y el comer los panes sin levadura (cf. v. 8). Estas son figuras de la realidad definitiva que es Cristo, verdadero cordero pascual por el que se destruye definitivamente la vieja levadura que es la antigua forma de vivir, dando posibilidad de vivir una vida de estilo nuevo, simbolizada en el pan sin levadura. Celebrar la resurrección y no verse llamado a vivir de un modo diferente es un verdadero contrasentido.
El grupo de creyentes tiene que tomar medidas contra las gentes que quieren vivir en la insinceridad y en la hipocresía. De algún modo, la resurrección tiene sobre todo un trasfondo "político": es para ser llevada a la vida, a la nuestra y a la de la estructura. Siempre se ha corrido el riesgo de hacer de la experiencia de la resurrección algo excesivamente intimista.
EUCARISTÍA 1978, 15
2.
Los dos textos que se dejan a elección para la 2ª lectura evocan las consecuencias que la fe en Jesús resucitado ha de tener necesariamente en la vida de los lectores.
Pablo escribe a los Corintios aludiendo a los ritos de la Pascua judía. El sentido de esta fiesta primaveral de la renovación se expresaba (y se expresa aún) mediante el rito del pan sin levadura. La levadura que hace levantar la masa y que da pie a desarrollos parabólicos optimistas ("La levadura en la masa", Lc 13, 10 s), lleva asimismo a reflexiones pesimistas, debido a la fermentación que lleva en sí y que provoca en la masa con que se mezcla: "Guardaos de la levadura de los fariseos", enseña Jesús (Mc 8, 15); y Pablo les pide a los Corintios que renuncien a cuanto en ellos queda de mentalidad antigua -levadura vieja capaz de corromper toda su vida-, con el fin de ser tan "puros" y tan "verdaderos" como los panes ácimos que se usan en la celebración judía de la Pascua. Este rechazo de la antigua corrupción se impone a todos los que ven en Jesucristo la "víctima" cuya "inmolación" marca ya la Pascua nueva.
La orientación es la misma en las observaciones dirigidas a los Colosenses: se trata de transformar la existencia. El tema desarrollado es diferente; Jesús, ya resucitado, ha entrado en un mundo nuevo, "arriba", donde ocupa un lugar privilegiado. En adelante, para todos los discípulos de Jesús, es en ese mundo de "arriba" donde está situada la verdadera vida... Y en función de ese centro de gravedad, situado ahora en otro sitio distinto de nuestro mundo, los cristianos deben armonizar su vida.
Ciertamente, nada se detecta, en apariencia, de esta reestructuración fundamental de nuestra existencia; no por ello es menos auténtica. Ella debe inspirar nuestra "búsqueda" -"buscad las cosas..."- y monopolizar nuestro pensamiento -"pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra"... Pero llegará un día en que este ser nuevo será por fin visible, para glorificación de quienes hayan hecho de él el verdadero motivo de su vida.
LOUIS
MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE LUCAS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982./Pág 314
3. PAS/SOS
La fermentación producida por la levadura implica una corrupción; el pan sin levadura significa, pues, la pureza de una vida que ha roto con el mal. La ausencia de levadura manifiesta una pureza sin maldad, autenticidad.
Pero una reflexión sobre uno de los procedimientos para obtener la fermentación de la harina nos conducirá mejor aún a otra significación del pan sin levadura.
«La levadura más fácil de obtener y la más habitualmente empleada por los antiguos era la tomada de la masa anterior... Para obtenerla se corta un trozo de la masa ya preparada para la cocción; después de nueve a diez horas en un recipiente cerrado y a una temperatura muy suave, la fermentación se desarrolla por sí sola en esta masa; a continuación se le van añadiendo pequeñas cantidades de agua y harina, y al cabo de algunas horas esta masa ya está convertida en levadura. Se le mezcla seguidamente con la nueva masa en la proporción de un tercio o una mitad, según que la temperatura sea más o menos elevada. La fermentación se produce en la masa a costa de las materias dulces de la harina; el ácido carbónico que ella desprende vuelve a la masa porosa y ligera y hace que el pan constituya después un alimento más agradable y más fácilmente asimilable».
El procedimiento que consiste en dejar «adelantarse» una masa precedente permite dar un sentido espiritual interesante a este pasaje de la carta de Pablo a los Corintios que la Iglesia nos propone en Pascua. Esta manera de obtener la levadura, en efecto, permite afirmar que las masas se obtienen unas de otras «de madre a hija», y así indefinidamente. Confeccionar deliberadamente un pan sin levadura significa entonces una ruptura con esta sucesión continuada; esto es, recomenzar sistemáticamente por cero, comenzar siempre de nuevo. EUSEBIO DE ALEJANDRÍA, en el siglo v, muestra la relación existente entre el primer día de la creación y la Resurrección, primer día de la segunda creación.
"Dios no ha creado el sábado para la ociosidad, sino para que los hombres conociesen el descanso de la creación. El quería que, conociendo el término de ésta, buscasen el comienzo de la otra. En efecto, el sábado constituía el término de la primera creación, el domingo el comienzo de la segunda donde había renovado y proseguido la antigua. De la misma manera que antes había estado prescrito observar el día del sábado como memorial del término de las cosas anteriores, así también nosotros honramos el domingo como memorial del comienzo de la nueva creación... El sexto día finalizó la creación; el séptimo Dios descansó de todas sus obras. Pero en el evangelio el Verbo dijo: Yo he venido para terminar la obra».
SEMANA/PLANETARIA: En la semana planetaria que, teniendo su origen en Oriente, comenzó a extenderse por Occidente en los orígenes del cristianismo bajo la influencia de los magos helenizantes, el primer día es el día del sol.
«De esta coincidencia los cristianos sacaron un simbolismo. El domingo era el día del sol. Ahora bien, ¿no dice la Escritura que Cristo es «el sol de justicia»? (Ml IV, 2). «El domingo, en el cual Cristo resucitó, apareció como el día en el cual se había elevado el sol de la segunda creación».
«El día del Señor, el día de la Resurrección, el día de los cristianos es nuestro día. Y si los paganos lo llamaron día del sol, nosotros aceptamos gustosamente esta designación. Porque este día se elevó la luz, ese día brilló el sol de justicia» (·Jerónimo-SAN, siglo IV). DO/SOL/RS:
No nos privamos de releer en esta ocasión uno de los más antiguos testimonios que poseemos sobre la liturgia del domingo: «El día que se llama día del sol, todos se reúnen en un mismo lugar, tanto en las villas como en las aldeas. Se leen las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas. Cuando el lector ha terminado, el que preside pronuncia un discurso. Seguidamente todos nos ponemos en pie y oramos juntos en voz alta; después se trae pan juntamente con vino y agua. El que preside eleva al cielo las plegarias y las eucaristías, y todo el pueblo responde: Amén» (S. ·Justino, en Apología 47, 5, siglo II).
Ahí tenemos una descripción muy interesante de la práctica eclesiástica desde principios del siglo II. En ella se encuentra ya lo esencial: una liturgia de la Palabra, integrada por la proclamación de la misma, por la homilía y por la plegaria; seguidamente, la liturgia eucarística realizada por el que preside, pero con la atención y el asentimiento consciente de la asamblea.
«En todo un grupo de autores como -Clemente (final del siglo I) y Eusebio de Cesárea (siglos II-III), encontramos otra interpretación del domingo, según la cual el día primero es referido no al principio de la creación del mundo, sino a la generación del Verbo. Es esta generación del Verbo lo que los autores ven expresado en el v. 5 del primer capítulo del Génesis: Hágase la luz... y fue el primer día... Así también el domingo, primer día de la semana antes de ser el día de la resurrección, es decir, del nacimiento del Verbo como primogénito de los muertos, es el día, preexistente a la creación, de la generación del Verbo».
Muchos textos litúrgicos hacen coincidir el Día del Sol con el Día de Cristo. En la noche de Pascua, el Exultet canta «al astro sin par que no conoce el ocaso, que, saliendo de la morada de los muertos, alumbra al género humano con su serenidad». El himno de las vísperas del domingo canta: "Excelentísimo creador de la luz, Proyectando la luz de los días, Por el chorro de esta luz nueva, Preludias la aurora de los mundos». Más claramente aún, el himno de maitines del domingo, por lo general atribuido a San ·Ambrosio-SAN (s. IV), formula un paralelismo entre la creación y la recreación que constituye nuestra salvación: «Henos aquí en el primero de todos los días, en el que el mundo salió de la nada, en el que el mismo Creador, resucitando, venció a la muerte y nos libertó».
La Iglesia considera en verdad la Redención obrada por nuestro Señor Jesucristo como una nueva creación. He ahí por qué ella hace girar toda la vida sacramentaria en torno a la celebración anual de la Redención: todos los sacramentos renacen, son recreados en Pascua.
Después del tiempo en que han estado cerradas las velaciones, durante el cual no podía celebrarse el matrimonio solemnemente, con la fiesta de Pascua renace el derecho al matrimonio solemne (con misa de esponsales y bendición nupcial).
No es que la celebración de los matrimonios el sábado santo sea una concesión de la Iglesia para aquellos cristianos que, prácticamente, no viven la vida de la misma... Tal mentalidad de tratarse de una permisión comprometería seriamente el simbolismo del renacimiento sacramentario de la Pascua.
Todos los bautismos del año nacen la noche de Pascua en la confección del agua bautismal. El bautismo es un sacramento pascual; cualquiera sea la fecha en que se administre, el bautismo celebra la Pascua. He ahí por qué es necesario estimular la práctica de colocar el cirio pascual en las fuentes bautismales, una vez que, pasada la Ascensión, ya no tiene su lugar en el santuario. Cuando se celebra un bautismo, el cirio pascual es encendido y su llama simboliza la vida de Cristo resucitado; en esta llama es encendida la vela que expresará en la mano del bautizado que él lleva en sí la vida de Cristo resucitado.
Para expresar mejor el carácter pascual del bautismo se podría llegar, dentro de lo posible, a restringir los bautismos durante la cuaresma, con el fin de relacionarlos mejor con la Pascua; incluso aunque no todos se celebren la noche de Pascua, es preferible tenerlos durante el día de esta fiesta, mejor que el domingo de Ramos o el martes santo. La Iglesia, teniendo en cuenta los progresos de la higiene, de la medicina prenatal y de la ginecología, es posible que no llegue a urgir de una manera tan estricta la antigua prescripción que data de unos tiempos en los que la mortandad infantil alcanzaba sus mayores porcentajes durante los primeros días posteriores al nacimiento.
También renacen en la Pascua los sacramentos que se confieren por medio del óleo. En la misa crismal del jueves santo es cuando el obispo, en su catedral, consagra el óleo de los enfermos, que servirá para ungir a los moribundos durante el año; el santo crisma que servirá para los bautismos, las confirmaciones, para una eventual consagración episcopal y para diversas consagraciones de lugares y objetos sagrados; el óleo de los catecúmenos que servirá para los bautismos y las ordenaciones sacerdotales, así como para otras diversas consagraciones.
En cuanto a la Eucaristía, ella es celebrada cada día como el sacramento pascual por excelencia. He ahí por qué la Iglesia romana de Occidente ha conservado felizmente el uso del pan sin levadura, fiel también al uso de los ácimos en el A.T.
L.
HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 168 ss.
4.
La Pascua es lo nuevo, lo hermoso, lo elevado, lo transcendente. Cristo es la Pascua, el hombre nuevo, el hombre pleno, el principio de la nueva humanidad, el anticipo de la perfección futura.
No se puede, pues, celebrar la Pascua de cualquier manera. No se puede celebrar con trajes viejos, con levadura vieja, con costumbres viejas. Lo viejo es el pecado, la rutina, el miedo, la incredulidad. Para celebrar la Pascua hay que bañarse en las aguas de la purificación, hay que quemar toda la vieja levadura "de corrupción y de maldad", hay que ponerse el vestido de la gracia y hay que perfumarse con el óleo del Espíritu. Así es como podemos comer «los panes ázimos de la sinceridad y la verdad».
CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Págs. 166
5.
En la vigilia pascual todo empezó a ser nuevo: el fuego, el agua, la vida. Los bautizados empezaban a vivir la vida de Cristo. Todos resucitamos con él.
San Pablo nos enseña que tenemos que ser consecuentes y empezar a vivir como hombres resucitados. Pone el ejemplo de la levadura, porque los judíos, en el día de la Pascua, hacían desaparecer de sus casas toda vieja levadura y sólo podían comer panes ázimos. «Ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura... Comeréis panes ázimos en el mes primero, desde la tarde del día catorce del mes hasta la tarde del día veintiuno» (Ex 12, 15.18)
El cristiano celebra también su pascua con panes ázimos «de sinceridad y verdad», abandonando «la levadura de corrupción». Pero no una semana o un mes, sino toda la vida, porque nuestra pascua, que es Cristo, no se acaba.
CARITAS
RÍOS DEL CORAZÓN
CUARESMA Y PASCUA 1993.Págs.
186 s.