COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

Ver SABADO DE LA 28ª SEMANA


1. IGLESIA CUERPO Y PLENITUD DE CRISTO: PARTICIPA DE SU SEÑORÍO:
Dentro de un contexto de acción de gracias al Padre, el autor pide a Dios que conceda a los efesios "espíritu de sabiduría y revelación" para conocerlo, pues el "Padre de la gloria" es el principio de la salvación operada en Cristo y de la luz que se requiere para conocerlo. No se trata de dotes intelectuales para conocer una verdad abstracta, sino del don de sabiduría que lleva al conocimiento y a la aceptación de los designios amorosos de la voluntad de Dios. Conocer es también amar, es ver a Dios con los ojos del corazón por una fe eminentemente práctica.

Concretamente, pide el autor que los efesios conozcan: a)la esperanza a la que fueron llamados, b)la herencia que todavía esperan, y c)el poder de Dios que se manifestó en la exaltación de Jesús resucitado y ahora actúa en los creyentes hasta que también ellos resuciten como nuestro Señor. La experiencia cristiana del dinamismo de la salvación sustenta la actitud esperanzada de los creyentes que se manifiesta en la acción de gracias por lo que ya han recibido y en la petición confiada de lo que está por venir. v 21:El judaísmo tardío participaba en la creencia común del mundo helenista en los poderes cósmicos que dominan los destinos del hombre. Pablo confiesa que Cristo es Señor sin limitaciones espaciales o temporales, que domina sobre todos los poderes cósmicos.

Dejando a un lado la visión mitológica del universo, Pablo afirma a su manera, mejor, según la manera de ver de los hombres de su tiempo, que es posible superar por la fe en Cristo cualquier tipo de opresión.

v. 22:A la pequeña comunidad de creyentes, numérica y sociológicamente insignificante, le ha sido dada como cabeza nada menos que el único Señor del universo. La perspectiva cósmica en la que se confiesa el señorío de Cristo ha de librar a la Iglesia de todos los sectarismos y de cualquier derrotismo.

Y ahora se hacen de la Iglesia dos afirmaciones. La primera: que es cuerpo de Cristo. Por tanto, de la misma manera que la cabeza de un cuerpo recapitula todos los miembros dándoles vida y unidad, así también Cristo reúne a los fieles en un solo cuerpo y les da la nueva vida.

I/PLENITUD: La segunda afirmación sobre la Iglesia la define como "plenitud" de Cristo. No que la Iglesia dé a Cristo lo que le falta, sino que Cristo es Señor y origen de la plenitud de la Iglesia. Pues él es el que lo acaba todo en todos. La Iglesia es el espacio en el que irrumpe el amor de Cristo en el mundo y para todo el mundo (cf. 3. 18s). Cristo ejerce su poder mediante el amor, con el mismo amor con el que se entregó por todos hasta la muerte (5. 2). Cristo quiere ejercer este señorío del amor en el mundo a través de la Iglesia. En este texto se muestra una conciencia de la Iglesia que nos compromete: ¿hasta qué punto estamos dispuestos los cristianos a ser el vehículo del amor de Cristo que se entrega para que todo el universo llegue a una plenitud significativa?

EUCARISTÍA 1981, 26


 

2. ASC/GLORIFICACIÓN: Esta lectura ofrece otro significado teológico de la ascensión: la exaltación total de Cristo. En el texto paulino no aparece la mención explícita de la Ascensión, que es patrimonio lucano principal y quizá exclusivamente.

Aquí se habla de la glorificación total de Jesús. En realidad, ello ya ha sucedido en la Resurrección. Por lo cual trazar fronteras claras entre ella y la ascensión es trabajo destinado al fracaso; son más bien escenificaciones diversas de lo mismo; o, por mejor decir, la ascensión es explicitación de algo previo: la glorificación de Jesús, su exaltación y sesión a la derecha del Padre.

Se trata de fijarse en Jesús una vez más, pero en su condición definitiva y total, si bien aún aquí se hace una alusión a la Iglesia, para hacer ver que no son cosas independientes. De hecho, Jesús y su Cuerpo forman una unidad y hasta que este Cuerpo no llegue a participar del todo en la suerte de su Cabeza, no estará completa la obra del Señor Jesús.

DABAR 1981, 33


 

3.
a) La sabiduría que Pablo pide a Dios para los efesios (versículo 17) es ese don sobrenatural ya conocido por los sabios del Antiguo Testamento (cf. Prov 3, 13-18), pero considerablemente ampliado en su definición cristiana, pues no es ya solamente la práctica de la ley, el conocimiento de la voluntad divina sobre el mundo, ni tampoco una explicación del mundo, sino la revelación del destino de un hombre (v. 17) y de la herencia de gloria que resulta de ello (Ef 1, 14), en total contraste con la miseria de la resistencia humana (Rom 8, 20); es por último el descubrimiento del poder de Dios, manifestado ya en la resurrección de Cristo (v. 20), que garantiza nuestra propia configuración.

b) Pablo se detiene un instante en la contemplación de este poder divino. Y lo describe mediante tres términos sinónimos: poder, vigor y fuerza (v. 19). Este poder no es ya sólo el que Dios ha desplegado para crear la tierra e imponerle su voluntad (Job 38), sino que incluso cambia estas leyes, puesto que es capaz de cambiar a un crucificado en Señor resucitado (v. 21a) y de poner a punto desde ahora las estructuras del mundo futuro (v. 21b). Por esto la sabiduría es una esperanza (v. 18), porque es confianza en la acción en el mundo del Dios de Jesucristo.

c) Pero el poder de Dios no reserva sólo para el futuro la manifestación de su vigor, sino que desde ahora todo es realizado por El: El ha puesto a Cristo como cabeza de todos los seres en el misterio mismo de la Iglesia, su plenitud (vv. 22-23). Pablo ha pedido para los efesios el don de la sabiduría para que comprendan ante todo cómo la Iglesia es signo del poder de Dios manifestado en Jesucristo. En efecto, es un privilegio inaudito para la Iglesia tener como jefe al Señor del universo, así como ser su Cuerpo. Por tanto, la Iglesia no está solamente sometida al Señor de la misma manera que el universo, porque le está ya indisolublemente unida, como un cuerpo a su cabeza. La Iglesia es pleroma de Cristo como receptáculo de las gracias y de los dones que El reserva para toda la humanidad. La expresión "todo en todos" sugiere que este receptáculo no tiene límites. Por otra parte, estas gracias no están reservadas sólo a la Iglesia, sino a la humanidad, con vistas a su crecimiento (Ef 4, 11-13) hasta el estado de "hombre perfecto" que es el de la humanidad.

MAERTENS-4.Pág. 218


 

4. En concreto, Pablo suspira porque los creyentes tengan luz en su mente y en su corazón para que comprendan, en primer lugar, qué maravillosa esperanza pueden albergar por el hecho de que Dios los ha llamado; en segundo lugar, qué riqueza supone la herencia que les ha sido destinada, una vez que ahora pueden contarse en la comunidad de los santos y justos que configuran el gran pueblo de Dios; en tercer lugar, qué admirable actuación lleva a cabo Dios en ellos con su poder y, además, la que ha de llevar a cabo cuando los resucite y los conduzca a una vida eterna.

Estas actuaciones de Dios no están aún palmariamente claras para nuestros sentidos corporales. Por eso Pablo, en los versos 20-23, las señala como subordinadas a cuatro grandes hechos que Dios ya ha realizado en Cristo. Pero las consecuencias de todas estas cosas realizadas en Cristo llegan ya a los creyentes como miembros del cuerpo de aquél (cf.2,5s).

La exaltación de Cristo es contemplada en una doble perspectiva: cósmica y eclesiológica. Cristo es la cabeza del universo entero y, como tal, ha sido dado a la Iglesia. La comunidad cristiana, numérica y sociológicamente insignificante en el Asia Menor, debe saber que tiene por cabeza al que es la cabeza del universo, al Señor.

EUCARISTÍA 1989, 21


 

5. El apóstol ruega para que los suyos alcancen el conocimiento: la experiencia de la fe y del amor, a fin de que comprendan la grandeza de su vocación. La oración de Pablo se convierte en una gran afirmación acerca del poder y la riqueza de Dios, que se ha mostrado en Cristo y al que ha revelado, como Dios que también es, mayor que todos los poderes imaginables (principados, potestades, dominaciones, etc., que, según la creencia del judaísmo tardío, eran los poderes cósmicos que dominaban los destinos de los hombres; creencia de la que supone Pablo, pero de la que no afirma nada, sino sólo que -sobre esa hipótesis- Cristo es el más fuerte, por encima de todo lo que pueda esclavizar al hombre...).

I/CUERPO-DE-CRISTO: Dios ha resucitado de la muerte a este Cristo, le ha dado la gloria celestial y lo ha hecho cabeza de la iglesia y de todo (Col 1,18). El sentido de "cabeza" está en su relación al "cuerpo", no es simplemente una colocación de poder sin más. La idea "Cristo-cabeza" e "iglesia, su cuerpo" -diremos "cuerpo místico"- expresa que la iglesia está en todo dirigida y sometida a Cristo; ambos forman una real unidad; la iglesia vive y se desarrolla por la fuerza que procede de Cristo (Ef 4,16; Col 2,19). Esta misma idea se expone en la imagen de "la vid y los sarmientos" (Jn 15,1-8). La iglesia, comunidad de creyentes, es, pues, su "cuerpo"; inseparablemente unida a él, partícipe de la vida (celestial) divina. La iglesia es también el lugar o espacio de la presencia de Jesucristo en el mundo, su expresión terrenal...

De ahí se comprende, o se ha de comprender, que, junto a su Señor glorificado, los creyentes hayan comenzado a vivir en una nueva creación, en un nuevo mundo, en una nueva vida. Esto deben saberlo y realizarlo. Por eso hace Pablo hincapié en el conocimiento de la esperanza que de ahí se desprende, de la riqueza de la herencia, etc.; conocimiento que deben alcanzar los creyentes con la fuerza de Jesucristo y por los que Pablo ora al Padre.

EUCARISTÍA 1988, 24


 

6. Cristo escapa a nuestra mirada carnal para que, más allá de las apariencias, veamos en la fe las cosas tal como ellas son. Es necesario ver la vida a través de Cristo. Sin El, la vida es un fuego fatuo; cuanto más se la quiere coger, tanto más se nos escapa, como los granos de arena en un puño cerrado. Pero Cristo resucitado nos dice: "Miradme a mí. La vida es una fuerza imparable que rompe todas las barreras del tiempo, del ser y de la muerte" (cfr v. 18).

Hay que ver al hombre a través de Cristo. Desde Cristo, el hombre es más majestuoso que los astros, más valioso que todo el cosmos: es un dios (cfr. Vs. 20-21). Hay que ver a la Iglesia a través de Cristo. Sociedad simpática para unos, retrasadilla pero moralmente útil para otros. Cristo resucitado nos dice: "La Iglesia es mi cuerpo. Yo lo hago crecer a lo largo de los siglos para inmortalizar las penas y las alegrías de los hombres" (cfr. vs. 22-23).

DABAR 1978, 29


 

7.
-"Y todo lo puso bajo sus pies": El mundo antiguo atribuía el destino del hombre y de los acontecimientos a las fuerzas y poderes de los espíritus angélicos o demoníacos. Cristo los ha sometido y ya no tiene poder sobre el hombre. Cristo ha realizado el mandato de Dios a Adán de someter la tierra (Gn/01/28). Unida al nuevo Adán, la comunidad cristiana ha recibido también el poder de someter las fuerzas esclavizadoras del hombre.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 10


 

8. La Ascensión representa para Jesús la culminación de la misión terrena, su exaltación y glorificación. El que fue rechazado por los hombres Dios lo sienta a su derecha y le da todo poder.

El apóstol desea que Dios dé a los efesios un conocimiento más profundo de Dios y que los ilumine para que comprendan cual es la esperanza de la vocación, la riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en Cristo al resucitarlo de entre los muertos.

La afirmación fundamental es: Cristo, el que murió y resucitó, hoy está sentado a la derecha de Dios, todos los "poderes" están bajo sus pies y él es la cabeza de la Iglesia. Así desmitifica el mundo y manifiesta el poder de Cristo en la edificación y crecimiento de la Iglesia. Jesús resucitado es la fuerza propulsora presente en todas las expresiones de la vida de la Iglesia: predicación, ministerio y servicio.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 11


 

9. En concreto, Pablo suspira porque los creyentes tengan luz en su mente y en su corazón para que comprendan, en primer lugar, qué maravillosa esperanza pueden albergar por el hecho de que Dios los ha llamado; en segundo lugar, qué riqueza supone la herencia que les ha sido destinada, una vez que ahora pueden contarse en la comunidad de los santos y justos que configuran el gran pueblo de Dios; en tercer lugar, que admirable actuación lleva a cabo Dios en ellos con su poder y, además, la que ha de llevar a cabo cuando los resucite y los conduzca a una vida eterna.

Estas actuaciones de Dios no están aún palmariamente claras para nuestros sentidos corporales. Por eso Pablo, en los versos 20-23, las señalas como subordinada a cuatro grandes hechos que Dios ya ha realizado en Cristo. Pero las consecuencias de todas estas cosas realizadas en Cristo llegan a los creyentes como miembros del cuerpo de aquél (cf. 2, 5s).

La exaltación de Cristo es contemplada en una doble perspectiva: cósmica y eclesiológica. Cristo es la cabeza del universo entero y, como tal, ha sido dado a la Iglesia.

La comunidad cristiana, numérica y sociológicamente insignificante en el Asia Menor, debe saber que tiene por cabeza al que es la cabeza del universo, al Señor.

EUCARISTÍA 1992, 26


 

10. La plegaria que Pablo dirige a Dios, tal como Jesucristo lo ha mostrado, es una petición para que aquellos que ya creen profundicen en su fe y saquen de ella todas las consecuencias.

Pedir el conocimiento no hace referencia sólo a la capacidad intelectual, sino a la comprensión cordial, fruto de todo el ser que se pone en disposición de acoger la verdad. Primero pide que conozcan quién es Dios, en este sentido de comprensión cordial.

Después, que iluminados por Dios, nuestro corazón (es decir, el centro de la comprensión profunda) conozca la esperanza a la que han sido llamados y la riqueza de gloria que les ha sido reservada. La esperanza nace de la fe en Jesucristo muerto y resucitado y revestido de poder.

La riqueza es todo lo que deriva de esta acción de Dios.

Los "santos", tanto se puede referir a todos los creyentes, como a los seres celestiales. También pide que conozcan el poder que obra en los creyentes. En efecto, el poder que Dios ha mostrado resucitando a Jesús y poniéndolo a la cabeza de todo actúa eficazmente en los creyentes. De aquí viene que no deben tener miedo de ningún poder, ni de este mundo ni del otro hipotético mundo.

El salmo 8,7 le sirve a Pablo para expresar la soberanía de Jesús: Dios lo ha puesto todo bajo sus pies.

Finalmente presenta a Jesús como cabeza de todo y como cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo. La Iglesia, pues, es la que hace visible en el mundo a aquel que es la cabeza; su acción sólo tiene sentido y es eficaz si se mantiene unida a Jesús, la cabeza.

JM. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993, 7


 

11. I/PLEROMA:

-Cristo sentado a la derecha del Padre

La segunda lectura da una perspectiva más doctrinal.

En ella se presenta a Cristo victorioso como signo de la sabiduría del plan de Dios y de su fuerza poderosa. Es un vibrante elogio de Cristo triunfador: es Cristo en la gloria y Dios que le resucitó de entre los muertos, le colocó a su derecha y lo puso todo bajo sus pies.

Pero, sobre todo, le constituyó Cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo, de la Iglesia que es la plena realización de Cristo. Volvemos a encontrar aquí la teología de san Pablo (ver, p. ej.: Col 2, 10; Ef 1, 15-16; 3, 6; 4, 4.12.16; 5, 23.29). La Iglesia es la realización de la plenitud de Cristo, según la expresión de san Pablo: "el pleroma". La expresión "realización de la plenitud de Cristo", adoptada por algún episcopado como traducción para su misal nacional, puede prestarse a dificultades. En efecto, ¿significa esa realización que la Iglesia es complemento de Cristo, el cuerpo con respecto a la cabeza? ¿O más bien se trata de una "plenitud"? San Pablo empleó ya en el mismo sentido esta misma carta a los Efesios (3, 19; 4, 13). Cristo no tiene que recibir una especie de perfeccionamiento proveniente de otra parte. Sino que la Iglesia es plenitud por verificarse en ella al máximo la actividad de Dios, que quiere salvar al mundo. La Iglesia es el lugar privilegiado de la actividad de Dios y de Cristo.

Esta gloria triunfante de Cristo, bajo cuyos pies ha sido colocado todo, es esperanza para nosotros. Pues lo que pertenece a Cristo pertenece también a sus fieles, y en Cristo victorioso vemos la parte de herencia que nos toca a nosotros.

NOCENT-4.Pág. 227


 

12. El misterio de nuestra salvación nos desborda. Necesitamos "espíritu de sabiduría» y la sabiduría del Espíritu, para llegar a comprender «la extraordinaria grandeza» de los dones que Dios nos concede por medio de Jesucristo.

Lo que nosotros esperamos, «la riqueza de gloria que nos da en herencia», podemos imaginarlo viendo el despliegue de poder y gloria realizado en Jesucristo. Veamos cómo Dios, «el Padre de la gloria», resucitó a su Hijo, lo sentó a su derecha y lo puso por encima de todo. La Iglesia, nosotros, somos su complemento y plenitud.

CARITAS/93-1.Págs. 264 s.


LECTURA OPCIONAL

Hb 9, 24-28; 10, 19-23

1. Una vez al año, el Día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba en el santuario (el santo de los santos, el lugar de la presencia de Dios en el interior del templo) con la sangre de los animales ofrecidos en sacrificio por el perdón de los pecados de todo el pueblo. El autor de la carta a los Hebreos toma este gesto como figura de lo que significa la muerte y la resurrección de Jesús. El ha entrado en el mismo cielo, es decir, ha entrado en la comunión plena con Dios, a la vida en plenitud que Dios ofrece a la humanidad. Y se ha presentado ante Dios con su sangre: ha dado totalmente su vida. Dando la vida, ha abierto el camino que lleva a la vida. La muerte en cruz no es un castigo de Dios, que necesitaría la sangre humana para aplacar su enojo por el pecado de los hombres. La muerte de Jesús en cruz cancela el pecado y permite el acceso a Dios, porque es la afirmación plena de que la vida sólo se encuentra dándola, sólo tiene futuro si es vida en el amor.

De ahí deriva la confianza del creyente. Ya sabemos cómo se accede a Dios, cómo se llega a la vida en plenitud que en el fondo del corazón todos deseamos. Jesús se ha convertido en la cortina que da acceso a Dios. "Su propio cuerpo", es decir, su humanidad, toda ella donación amorosa, es esta cortina a través de la cual podemos entrar a la vida en Dios.

Dios cumple fielmente sus promesas: la comunión con El es posible. Jesús la vive. Ya sabemos, pues, qué camino conduce a ella...

JM. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 8

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