COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Tt 2. 11-14

1.

Entre dos exhortaciones éticas (2, 1-10 y 3, 1-7) se halla una motivación teológica de mucha profundidad.

La vida cristiana tiene su fuente en la aparición y realidad de la salvación entre nosotros. Vivimos de una forma determinada porque Jesús nos ha salvado. La "gracia de Dios" de que habla la lectura es convenientemente interpretada con la aparición de Jesús entre los hombres.

La primera venida de Cristo, con todo, prepara la segunda y definitiva. A ella hay que irse disponiendo con un modo de vida acorde con la de Jesús. No vale mirar sólo hacia un pasado aparentemente remoto, sino hay que mirar hacia adelante apoyado en lo ya sucedido.

Por otro lado, la primera venida de Cristo fue coronada por un destino dramático aunque benéfico: la muerte y resurrección por los hombres.

El lenguaje de esta perícopa -no paulino por cierto- no ha de provocar confusiones. "Vida sin religión", "deseos mundanos", "toda impiedad", "pueblo purificado dedicado a la buenas obras", no deben entenderse en un sentido de separación de la realidad, voluntarismo, enemistad con el mundo, o cosas parecidas. Hablemos de una vida ética y de amor a los demás en todos los aspectos y habremos acertado con el contenido práctico de la exhortación. Lo malo de nuestras lecturas es que frecuentemente leemos las palabras antiguas, las expresiones de tiempos pasados, sin traducirlas al tiempo presente y sin entenderlas en su contexto histórico, sino trasponiéndolas simplemente de entonces a ahora de manera literal. Y nos equivocamos, claro está.

F. PASTOR
DABAR 1989, 5


2.

-"Ha aparecido la gracia de Dios...": La gracia de Dios se ha manifestado ya en JC, pero se manifestará en plenitud cuando vuelva glorioso al fin del mundo. Esta revelación histórica del plan de Dios en la persona de Jesús tiene siempre en el pensamiento de Pablo una finalidad: la salvación de todos los hombres. Por eso congrega a un pueblo que renuncia "a la impiedad y a los deseos mundanos" y vive en la expectativa del cumplimiento de esta salvación universal.

-"Él se entregó por nosotros para rescatarnos...": Dios realiza su plan salvador en la persona de JC, "gran Dios y Salvador nuestro". Así como en la antigua alianza, Dios congregó a un pueblo suyo, ahora Cristo con su muerte sacrificial reúne un nuevo pueblo, liberado del pecado y "dedicado a las buenas obras.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1988, 24


3. 

Ateniéndose a una costumbre habitual en él, S.Pablo acaba de enumerar los deberes de los ancianos, de las mujeres, de los jóvenes y de los esclavos (Tt/02/01-10). Toma ese género literario del helenismo contemporáneo, de "De officiis": son ya cartas de dirección. Pero su contenido es muy superficial y las virtudes enumeradas podrían formar parte de listas estoicas. No hay nada de específicamente cristiano en esos consejos morales: pero ¿la moral es cristiana al nivel del catálogo de las virtudes o al nivel de la significación de esas virtudes? Precisamente desde el nacimiento del Hombre-Dios todo valor humano es cristiano (cf. /1Co/03/22). Mas si los cristianos no tienen necesariamente que practicar virtudes originales, tienen que dar testimonio, por el contrario, en su vida moral del advenimiento de la salvación.

Sobre esta idea insiste Pablo en los dos pasajes que se leen este día en la liturgia. El interés de este pasaje reside, por tanto, en el hecho de que Pablo intenta presentar el cristianismo y su moral, nacidos en el seno de una religión de "salvación" como el judaísmo, a partir de la experiencia adquirida por una religión del "ansia de vivir" como el estoicismo. ¿No es una invitación, hecha a los cristianos de hoy, a buscar la expresión de lo que ellos viven también en los sistemas de pensamiento existencialistas, tenidos demasiado frecuentemente como marginales e incapaces de manifestar la salvación de Dios? Para Pablo, la moral cristiana se sitúa entre dos "manifestaciones divinas" (Tt 2. 11 y 2. 13; cf. 3. 4). Es decir, que la moral cristiana se deja "enseñar" a través de esas manifestaciones de bondad y de gloria, siendo ella misma manifestación de la salvación en el mundo. Depende, pues, del comportamiento cristiano que el mundo crea en la salvación y espere la revelación final de Dios. En la medida en que la vida cristiana sea pura pondrá de manifiesto, en efecto, que está liberada del pecado por la Sangre de Cristo y que pertenece realmente a la soberanía de Cristo (Tt 2. 14).

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 193


4.

Apareció la gracia de Dios. Apareció Dios hecho gracia. ¿Puede haber algo en Dios que no sea gracia? ¡Anda que si aparece la justicia de Dios o el poder de Dios, o la gloria de Dios! Pero todo eso es gracia. La justicia, no la que castiga, es la que nos hace justos, "un pueblo purificado". El poder, no el que humilla, sino el que libera: "renunciar a la vida de los deseos mundanos". La gloria, no la que apabulla, sino la que salva: "salvación para todos los hombres". Dicho de otro modo: toda la justicia, todo el poder y toda la gloria de Dios son manifestaciones de su amor, porque Dios es amor, Dios es gracia.

¿Hay que seguir "aguardando la dicha que esperamos"? Si la dicha es JC, hay que esperar y no hay que esperar: porque Él está con nosotros, pero Él tiene que venir; mientras no hayamos renunciado del todo a una vida sin religión y a una religión sin vida, hay que seguir esperando.

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
ADVIENTO Y NAVIDAD 1987.Pág. 90


5.

Como en otras cartas, la exhortación está interrumpida por motivación teológica. Y ciertamente, de una profundidad tal que la hace apta para presentar el nacimiento del Señor. El "aparuit" de la antigua liturgia latina es la palabra clave para esta noche.

Toda la vida cristiana tiene su comienzo en esta aparición del Señor y Salvador que celebramos ahora. La "gracia de Dios" de que habla la lectura, ¿qué mejor interpretación puede recibir que la de la persona de Jesús? En esto no es preciso insistir.

Pero sí en dos matices muy importantes. Esta primera aparición prepara la definitiva, para la que es preciso irse disponiendo con un modo de vida acorde con el de Jesús. No mirar simplemente hacia el pasado, hasta con cierta nostalgia, sino hacia adelante, aunque apoyados en lo que ya ha sucedido. Y sacando las consecuencias cotidianas. El otro matiz está dado por las últimas palabras de la lectura.

Aun en la noche de Navidad, no es lícito entregarse a un romanticismo fácil o sentimental, sino el autor de la carta a Tito nos recuerda el destino de este Niño: su entrega a la muerte. El destino de Jesús es humanamente duro. Y comienza con su aparición en el mundo. No tanto por sus circunstancias históricas -a menudo demasiado idealizadas en estas fechas y no correspondiendo con la historia-, sino por el camino que emprende hasta la Cruz. Por otro lado, todo esto nos compromete. Tampoco es posible una contemplación estética del Misterio, sino que lleve a una práctica cristiana y real.

DABAR 1980, 5


6.

Esta lectura quiere ofrecer el motivo fundamental del deber cristiano de santificar la vida cotidiana. Dentro de la sección 1, 5-3,11, en que se dan las instrucciones para organizar la comunidad, la perícopa de hoy trata de la estructura interna de la comunidad. Los cristianos deben dar testimonio de Dios con su vida a fin de que sea conocido y amado y no blasfemado.

La acción-vida del hombre es una respuesta a la acción salvífica de Dios. La "epifanía", aparición, de la gracia de Dios puesta al principio de esta lectura orienta el sentido de todas las demás afirmaciones. En la tradición bíblica las "epifanías" eran signos de la intervención de Dios. La Iglesia primitiva ha asumido este concepto para anunciar a Cristo que se manifiesta en la carne para la salvación del mundo. El texto proclama la actividad terrena de Jesús como revelación de la gracia de Dios... El hombre no se libera a sí mismo sino que debe acoger la salvación que viene de Dios.

Este texto es como la recapitulación de la fe de la Iglesia primitiva. El autor describe la acción maravillosa que Dios ha realizado en Cristo. Se anuncia el misterio de la encarnación pero se recuerda el sacrificio expiatorio y la gloria que recibe en la resurrección.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1984, 24


7.

El amor de Dios, que quiere la vida para todos los hombres, se ha manifestado en Jesucristo, en su vida, muerte y resurrección. Este es el fundamento de un estilo de vida que se aleja de todo lo que se aparta del amor de Dios, para vivir "en este mundo" (así, pues, no vale salirse por la tangente) una vida de "sobriedad" (relación con uno mismo), de "justicia" (relación con los demás) y de "piedad" (relación con Dios). Notemos que las tres actitudes van unidas.

Con todo, la vida en este mundo no es aún la plenitud de este vivir según el amor de Dios. A la fe en el amor de Dios y a la vivencia de este amor en la vida concreta, hay que añadir, pues, la esperanza de la realización plena del amor de Dios: la venida gloriosa de Jesucristo, a quien el autor denomina "gran Dios y Salvador nuestro".

Jesucristo es nuestro salvador porque ha dado su vida por nosotros: por ser todo él amor (el amor de Dios revelado), nos libera de la esclavitud de todo lo que nos impide ser verdaderos hijos del Dios de amor y nos hace capaces de vivir la filiación. Más aún, así como Dios había escogido para sí el pueblo de Israel, ahora Jesucristo se ha escogido el nuevo pueblo de Dios, que vive, como él, "apasionado por hacer el bien".

JM. GRANE
MISA DOMINICAL 1992, 16