15
HOMILÍAS QUE SIRVEN INDISTINTAMENTE PARA LOS TRES CICLOS DE LA FIESTA DEL
BAUTISMO DEL SEÑOR
1-7
1.
La fiesta del Bautismo del Señor que celebramos este domingo es como LA CONCLUSIÓN Y EL RESUMEN de cuanto hemos celebrado durante este TIEMPO DE NAVIDAD. Nos hemos reunido durante este tiempo muchas veces para escuchar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía, y hemos contemplado, paso a paso, el gran misterio de Dios que se hace hombre en medio de nosotros, para vivir totalmente nuestra vida y llevarnos a todos hacia él.
Pero quizás durante estos días, con la alegría y el calor familiar, con los niños actuando como protagonistas en casa y en la calle, con la tranquilidad de tantas fiestas, puede habernos ocurrido que nuestros ojos hayan quedado fijos en la ternura del recién nacido de Belén, y hayamos olvidado que este niño, al nacer, EMPRENDE UN CAMINO. Y que este camino es guía para nosotros.
-EL CAMINO DE JESÚS. Hoy, al presentarse en el Jordán para ser bautizado por Juan, vemos a Jesús dispuesto ya a iniciar el anuncio de lo que le ha traído al mundo: la salvación de Dios, la buena noticia del Evangelio. Hoy, aquel niño que en Belén era ya la manifestación de Dios, se presenta ante su pueblo para realizar lo que escuchábamos en la segunda lectura: que con la fuerza del Espíritu Santo, "pasó HACIENDO EL BIEN Y CURANDO A LOS OPRIMIDOS POR EL DIABLO, porque Dios estaba con él".
Ese será el camino de Jesús que ahora se inaugura: pasará por todas partes haciendo el bien, pasará por todas partes luchando contra el mal -liberando del mal, liberando del diablo-. Y lo hará con tanta decisión, con tanta fuerza de ánimo, con tanto amor, que incluso dará su vida al servicio del bien, en la lucha contra el mal. De este modo, en cada momento y en el momento supremo, los hombres podrán DESCUBRIR QUE DIOS ESTABA CON EL: los hombres podrán descubrir cómo se realizan aquellas grandes palabras que el Padre proclamó en el bautismo: "TU ERES MI HIJO, EL AMADO, el predilecto".
El niño de Belén, aquel niño que era como los demás niños, es ahora un hombre como los demás hombres. Su vida nos mostrará, paso a paso, el andar de Dios entre nosotros, para ser lo que la profecía que escuchábamos en la primera lectura nos anunciaba: "alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas".
CADA DOMINGO, desde el domingo próximo, iremos SIGUIENDO LOS PASOS de este hombre que hoy empieza a caminar. Cada domingo escucharemos sus palabras y contemplaremos sus actuaciones. Y dentro de unas semanas -en la celebración de la Pascua-, recordaremos su momento supremo: el camino hacia la cruz, el gozo infinito de la resurrección. Para que todo lo que en él descubrimos nos llegue MUY ADENTRO y marque profundamente nuestros propios pasos.
-NUESTRO CAMINO. El camino de Jesús es un camino lleno de fortaleza: lleno -decían las lecturas- de la fortaleza del ESPÍRITU SANTO. Este Espíritu de Dios que lo conducirá en cada momento de su existencia y llenará el mundo de huellas de vida y de amor. Este Espíritu que debe conducirnos también a nosotros.
Porque el camino de Jesús NO TERMINA CON EL. Jesús resucitado nos ha encargado a nosotros, a la Iglesia, continuar lo que él hizo: trabajar por el bien, luchar contra el diablo, y de este modo, anunciando que este es el camino que lleva a la vida, ser, como él, luz de las naciones y liberación para todos los hombres.
NOSOTROS, LA IGLESIA, HEMOS RECIBIDO TAMBIÉN EL ESPÍRITU DE DIOS. La Iglesia entera desde su nacimiento en Pentecostés. Cada uno de nosotros desde nuestro nacimiento cristiano en el bautismo. Y ahora nos corresponde a nosotros hacer como Jesús hizo.
Que este domingo que cierra el tiempo de Navidad nos haga VOLVER LOS OJOS de nuevo HACIA JESÚS. El, su camino, es el Camino; su verdad es la Verdad. El es la Vida.
Conducido por el Espíritu de Dios se muestra ante nosotros como aquel que el Padre nos ha enviado como Mesías, como Guía. Aquel que Dios mismo presentó en el Jordán: mi Hijo, el amado.
Hermanos, que este domingo nos dé FUERZAS PARA SEGUIRLE. Para encontrarle cada vez que nos reunimos en torno al pan de la Palabra y de la Eucaristía, que es la fuerza del Espíritu que se nos da con toda plenitud. Para encontrarlo también, cada día, en nosotros mismos cuando como él somos capaces de trabajar por el bien y de luchar contra el mal.
Para encontrarlo, aún, en cada uno de nuestros hermanos y en cada una de las realidades de nuestro mundo.
JOSEP
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1977, 1
2.
Es interesante notar cómo para los cristianos de los primeros tiempos (aquellos a quienes se dirigía la palabra de nuestros evangelios) tenía notable IMPORTANCIA la narración que hoy hemos escuchado. NO precisamente por el hecho en sí del BAUTISMO de Jesús de Nazaret, puesto que se trataba sólo de un símbolo religioso utilizado por Juan para significar el deseo de conversión a Dios, el deseo de cambio de vida. Los primeros cristianos NO LO IDENTIFICABAN -como tampoco lo hemos de identificar nosotros- con el bautismo, signo sacramental propio de la Iglesia. El SÍMBOLO es el mismo (sumergirse en el agua) pero el significado es distinto: para los cristianos significará la decisión de fe personal que sumerge en JC y expresa la integración en la comunidad de la Iglesia.
El HECHO CENTRAL de la narración no es, por tanto, el que JC se coloque en la cola de los pecadores para someterse a aquel rito de penitencia, sino el que ello sea el INICIO DE SU MANIFESTACIÓN, ahora ya abierta y pública como Mesías, es decir, como CRISTO, como el hombre de Dios que anuncia y realiza el Reino. Hasta aquel momento J. era un hombre COMO LOS DEMÁS. Desde aquel momento comienza su manifestación como hombre PARA LOS DEMÁS.
Ello justifica que dos evangelios (Mc y Jn) nada digan de los hechos anteriores, nada de su nacimiento e infancia. Y que los otros dos evangelios presenten estos hechos sólo como una preparación (una manifestación anticipada y para unos pocos) de lo que vendrá después.
J/SERVICIO:Jesús de Nazaret tiene una MISIÓN a realizar. Una misión PARA LOS HOMBRES pero es una MISIÓN DE DIOS. De ahí que el inicio de esta misión sea la manifestación de su COMUNIÓN CON EL PADRE Y EL ESPÍRITU. El evangelio dice que mientras Jesús oraba se manifestó que el Espíritu venía a Él y que Él era el Hijo amado del Padre.
Es decir, en Él se realizaba la plenitud de comunión entre Dios y el hombre. Pero la MISIÓN DE JC ES DE SERVICIO. Él es el siervo de Dios del que nos habló Isaías en la 1a.lect., el servidor de Dios que será comprensivo y bondadoso con el hombre (no quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo vacilante) pero al mismo tiempo no vacilará hasta implantar la justicia en la tierra. Es el servicio que san Pedro (en la 2a.lect.) resumía diciendo que pasó haciendo el bien y liberando del mal. Y el mismo Pedro -coincidiendo con el sentido del evangelio que antes comentábamos- halla la explicación de este servicio de JC en su comunión con Dios: hizo el bien y liberó del mal -dice- "porque Dios estaba con él".
Este servicio, Jesús el Mesías, el Cristo, lo realizó con extrema fidelidad. Sin regatear, con total generosidad, hasta la muerte.
Y este servicio DEBE CONTINUAR. Es lo que Él nos encomendó a quienes creyéramos en su evangelio. Podríamos decir que CREER en Él significa CONTINUAR su servicio.
Pero nosotros -como Él- este servicio sólo podremos realizarlo si vivimos "con Dios". De ahí que sea decisivo que también nosotros -como JC en su Bautismo- seamos conscientes de tener en nosotros la fuerza que puede impulsarnos a realizar este servicio. La fuerza que estaba en JC, está ahora en nosotros. No soy yo, no es cada uno de nosotros, solos, quien debe llevar adelante el trabajo de servicio a la verdad, al amor, a la justicia. Es Dios en nosotros, el mismo Dios que estaba en JC.
A pesar de nuestro pecado y más allá de nuestras limitaciones, la fuerza del ESPÍRITU y el amor del PADRE nos guían y empujan a continuar el camino de JC. Recordemos aquellas palabras de Juan Bta.: "Yo os bautizo con agua, pero Él -JC- os bautizará con Esp. Sto y fuego". Nuestro BAUTISMO es signo de nuestro compromiso de vivir según el camino de Jc y es -al mismo tiempo- signo de la presencia en nosotros del Espíritu y del fuego del amor del Padre que nos impulsa para continuar el servicio de JC. Un servicio que también en nosotros se resume en lo de hacer el bien a todos y en lo de luchar contra cualquier opresión del mal.
Por todo ello, demos gracias al Padre. ¿No hemos de dar gracias "siempre y en todo lugar" por continuar el servicio de JC, con la fuerza del Espíritu y en camino hacia el Reino del Padre? Para ello nos reunimos cada domingo en la Eucaristía: que lo que aquí celebramos se realice en toda nuestra vida.
J.
GOMIS
MISA DOMINICAL 1974, 1
3.
* Con la descripción del bautismo de Jesús, la primitiva comunidad cristiana confiesa que "en Jesús reside el Espíritu, la fuerza salvadora de Dios; su mensaje y su conducta están avalados por Dios mismo". Este es el contenido central de la escena. Sin embargo, además de adherirnos a esta expresión de fe, también podemos aprovechar algunos elementos del relato como ayuda para nuestra reflexión cristiana.
* El momento se nos describe como de encuentro y unión del cielo con la tierra. Los cielos se abren como los brazos de un amigo. Los deseos que Isaías expresa con aquel "¡Ah, si rompieses los cielos y bajases!", se cumplen: los límites de los cielos se rompen y Dios convive para siempre con los hombres.
La tierra se torna ahora morada de Dios.
Los cielos estaban cerrados porque Dios no hablaba por los profetas, pero la situación ha terminado. Su palabra está entre nosotros y su Espíritu en nosotros. Por ello, se podrá preguntar a los cristianos que parezcan olvidarlo: "¿qué hacéis mirando el cielo?". La trascendencia se ha unido a la historia humana. Al hombre se le da una nueva e inimaginable perspectiva. Descubrir la presencia de Dios en las realidades de nuestro mundo es característica del fiel cristiano.
El mundo deja de ser profano en el sentido de que ahora contiene lo sagrado. No sólo es obra del Creador, sino su casa y su campo de actuación. Los derechos humanos, por ejemplo, son así derechos divinos. Hacer un mundo en el que el Dios de Jesús se sienta a gusto es parte de nuestra tarea.
*
PALOMA/SIGNO /Mt/EV/CAPICUA:
La vida del hombre será dialogo con Dios. El judaísmo decía que la voz de
Dios es como el arrullo de una paloma. La simbólica ave es un elemento de
cierta importancia en la descripción del bautismo de Jesús. La vida del
creyente se puede describir como continua respuesta al Padre. El está detrás
de nosotros avalando nuestro trabajo por el reino, como estuvo detrás de
Moisés en su trayectoria liberadora. Algún estudioso advierte que el evangelio
de Mateo es capicúa. Al comienzo nos dice que el Emmanuel es Dios con nosotros,
y al final repite la promesa: Yo estaré con vosotros hasta el final. Es verdad
que esto no nos garantiza triunfos puntuales y rápidos, pero sí la victoria
final.
El Espíritu de Dios revoloteaba en el principio convirtiendo el caos en creación. La fe es la energía que continúa esta obra: da luz, vida y armonía.
* Dios encarnado no sólo entra en la sociedad humana por los apellidos y la situación social de José, como cualquier niño judío, sino que en la madurez de su vida manifiesta con sus hechos y palabras que elige este pertenecer a la parte del pueblo que nunca es escuchada. Descubrir a Dios en la base, en los hermanos marginados, en los que soportan el peso de la sociedad, en los de abajo, no es simplemente imitar a Jesús, sino encontrarlo.
Los abandonados de nuestra consumista sociedad, los heridos en su dignidad, los agredidos en su libertad, los despojados de sus bienes, los indefensos ante el poder son el ambiente en el que vive Jesús.
El está en la fila con quienes manifiestan deseos sinceros de conversión, con quienes no se sienten satisfechos, con quienes buscan de forma comprometida. Dios está entre ellos.
Los penetrantes ojos del Bautista lo descubren a pesar de sus ideas tajantes y justicieras.
La clientela no era "gente de iglesia", pero sí "buscadores de Dios". Es necesario tener los ojos de Juan. Es necesario saber estar -de forma anónima y por encima de la separación que pudieran hacer las creencias- entre los hombres de buena voluntad. Hacer presente nuestra fe en la vida pública no es conquistar el poder en las instituciones. Es colaborar de forma responsable y sin buscados protagonismos en la construcción de la convivencia y en el destino colectivo junto a otros que, quizá sin razones religiosas, están trabajando por ello.
* Sin embargo, nuestro interés por el mundo no debe servir para camuflar el mal que anidamos en nuestro interior con palabras de reforma social. Es verdad que hay mal fuera, pero también lo hay dentro de nosotros. Quien se juzga no será juzgado. La cuota de responsabilidad que nos corresponde debe preocuparnos.
EUCARISTÍA 1990, 3
4. VOCA/CR/BAU:
Una de las cosas que actualmente más hacen sufrir a los jóvenes es la falta de perspectivas de futuro. Hoy más que nunca les cuesta imaginar qué van a ser, qué van a hacer, con qué van a identificarse... Y esto se agrava más aún al no encontrar trabajo o salidas profesionales válidas. Todo ello les conduce a la desilusión y a la desesperanza, y a buscar subterfugios para olvidar esta angustia.
Los adultos deberíamos quizás tener más claro nuestro proyecto de vida, pero con frecuencia también damos la impresión de haber perdido la carta de navegar. Entonces, o bien dimitimos de nuestras responsabilidades humanas y cristianas y nos refugiamos en la vida privada, o bien lo criticamos todo y nos mostramos recelosos y autoritarios, añorando los tiempos pasados en los que la experiencia y la religión proporcionaban mayor seguridad.
Todos, jóvenes y adultos, cada uno con su historia, buscamos nuestra identidad. Nos preguntamos: ¿cual es nuestro papel? ¿hacia donde deben encaminarse nuestros esfuerzos? ¿qué es lo fundamental de nuestra vida? ¿qué pide Dios a cada uno de nosotros, hoy, en las circunstancias concretas en que vivimos?
-DIOS LLAMA A JESÚS. A buen seguro la palabra de Dios que hemos escuchado hoy, en la fiesta del Bautismo de Jesús, viene a iluminar la respuesta a estos serios interrogantes.
Jesús, para nosotros, los cristianos, es el modelo en quien debemos conformar nuestras vida. El es la respuesta a nuestros interrogantes.
JESÚS ES LLAMADO. El bautismo de Jesús no es solamente el recuerdo de que el Padre le llenó de su Espíritu, sino también de que fue llamado. Jesús, como ungido de Dios, fue consagrado para una misión muy concreta. Recibe el don del Espíritu para liberar a los hombres de toda esclavitud. Jesús, en el bautismo, nace como enviado de Dios y se siente llamado a dedicar su vida entera a dar a conocer el amor del Padre para con todos. Hasta aquel momento Jesús, con su vida sencilla, trabajando y orando en medio de la gente de su pueblo, se había preparado para escuchar la llamada definitiva a manifestarse a los hombres. El Espíritu le conduce a anunciar a todos, con la palabra y el testimonio, la venida del Reino.
-DIOS NOS LLAMA A NOSOTROS. NOSOTROS, POR EL BAUTISMO, TAMBIÉN SOMOS LLAMADOS. Nosotros, como Jesús, hemos sido bautizados por el agua y por el Espíritu.
También nosotros hemos sido llamados, o mejor, la llamada de Dios resuena aún en nuestro interior. Cuando pequeños recibimos inconscientemente el bautismo. A lo largo de nuestra vida lo hacemos realidad a medida que respondemos a las llamadas que Dios nos dirige cada día, en cada situación.
¿Llamados a qué? Todos y cada uno de nosotros debemos saber descubrir nuestra llamada, nuestra vocación, la orientación de nuestras decisiones. Nadie puede hacerlo por nosotros. Pero debemos pararnos para escuchar de verdad, debemos hacer silencio, esperar, dejarnos ayudar. Y debemos, como Jesús, tener una cosa muy clara: que la llamada que Dios nos dirige no es para nosotros mismos sino para los demás. Vivir para los demás, ser para los demás. Jesús vivió también unas circunstancias difíciles y no obstante fue fiel hasta la muerte.
Estar bautizado en el Espíritu significa estar dispuesto a morir por los demás como Jesús. Y es esto lo que en último término puede hacernos salir de la apatía y de la desesperanza y nos puede situar en nuestro puesto, convencidos de que no estamos solos con nuestra responsabilidad.
En la eucaristía celebramos que hacemos camino con Jesús. Que su Espíritu está en nosotros y que recibimos su fuerza. Demos gracias por el don del bautismo. Pidamos ser fiel a la llamada que hemos recibido de trabajar por los demás, de mostrarles que Dios acoge a todos.
JOSEP
M. FISA
MISA DOMINICAL 1982, 1
5. Frase evangélica: «Él os bautizará con Espíritu Santo»
Tema de predicación: EL BAUTISMO DE JESÚS
1. El bautismo que Jesús recibe de Juan no lo recibe para «darnos ejemplo» ni es mero gesto de humildad o de solidaridad con los pecadores. Estamos ante una escena de investidura o de consagración mesiánica: Jesús es el Hijo, el Señor; así nos lo dice Dios. El pueblo esperaba y espera que los cielos se abran (con nueva justicia), que Dios aparezca como Padre (estamos hartos de tantas paternidades falsas) y que se presente el Mesías, el Salvador (siguen pululando los falsos salvadores). «Tú eres mi Hijo» es una fórmula de adopción real y mesiánica.
2. El Mesías del profeta Isaías está ungido de Espíritu (fuerza, sabiduría, amor), sale de las aguas (nueva creación) y es servidor del pueblo (justicia, liberación). Jesús interpreta su propio bautismo como bautismo de sangre y de espíritu: es el acto pascual. Jesucristo se humilla con un gesto de pecador. Este gesto de humillación es la condición de su exaltación.
3. El bautismo cristiano, derivado del de Cristo, es nueva creación por el agua viva, nuevo nacimiento por el Espíritu, filiación con respecto a Dios, reconocido como padre y madre, y entrada en la Iglesia, pueblo de Dios y comunidad de creyentes.
REFLEXIÓN CRISTIANA: ¿Qué nos evoca realmente el acto del bautismo? Cuando participamos en un bautismo, ¿qué experimentamos?
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 180 s.
6.
LA NAVIDAD NO TERMINA
Se abrió el cielo.
Con la muerte de los últimos profetas, se había extendido en el judaísmo tardío el convencimiento general de que el pecado de Israel había alejado el Espíritu de Dios de los suyos.
Dios se calla y el pueblo sufre su silencio. Los cielos permanecen cerrados e impenetrables. Los hombres caminan tristes a través de una tierra sin horizontes.
La escena del Bautismo de Jesús narrada por los evangelios cristianos significa una noticia revolucionaria para los primeros creyentes. El cielo se abre. El Espíritu de Dios desciende de nuevo sobre los hombres. La vida no es algo cerrado. Se nos abre con Jesús un horizonte infinito.
Las navidades han quedado ya atrás. Muchos no habrán traspasado la corteza artificial de estas fiestas ni habrán gustado el misterio que las hizo nacer. No habrán descubierto la gran noticia: El cielo se ha abierto. Dios está con nosotros. Pero ésta es la gran verdad que no se termina con estas fiestas. Oculto para unos, desconocido para muchos, Dios está con nosotros. No el dios frío de la razón, no el dios distante del puro misterio, sino un Dios hecho carne, hermano y amigo.
Esta solidaridad de Dios con los hombres pone el cimiento más profundo que podemos concebir a la solidaridad y fraternidad entre los hombres, y la esperanza más viva que puede alimentar la tierra.
Por eso, las luces y estrellas de nuestra navidad no hacen sino iluminar con más fuerza la contradicción en que vivimos tantos cristianos, encerrados en nuestro propio egoísmo, demasiado alejados de un Dios Padre y demasiado extraños a los que no viven para nuestros intereses.
Es fácil cantar villancicos en un hogar caliente y después de una buena cena, a un Jesús de barro. Es más difícil vivir compartiendo lo que uno es y tiene con ese Jesús de carne que son los desheredados de la tierra.
Sin embargo, es así como se celebra la navidad día a día. No despertando una euforia pasajera en unas copas de champán, sino alimentando nuestra alegría interior y nuestra esperanza en la cercanía de un Dios que está presente en nuestro vivir diario. No disfrutando alocadamente y sin límite alguno de los excesos de esta sociedad consumista, sino aprendiendo a compartir con sencillez los gozos y sufrimientos de la gente.
Celebramos la navidad día a día siempre que dejamos «nacer» a Dios en nuestra vida y «bautizamos» nuestro vivir diario con el Espíritu que animó a Jesús.
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 33 s.
H-7.
PASAR DE DIOS
os bautizará con Espíritu Santo Mc 1, 6b-11
A nuestra vida, para ser humana, le falta una dimensión esencial: la interioridad. Se nos obliga a vivir con rapidez, sin detenernos en nada ni en nadie, y la felicidad no tiene tiempo para penetrar hasta nuestra alma.
Pasamos rápidamente por todo y nos quedamos casi siempre en la superficie. Se nos está olvidando escuchar y mirar la vida con un poco de hondura y profundidad.
El silencio nos podría curar, pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de nuestras mil ocupaciones. Cada vez hay menos espacio para el espíritu en nuestra vida diaria. Por otra parte, ¿quién se atreve a ocuparse de cosas tan sospechosas como la vida interior, la meditación o la búsqueda de Dios?
Privados de vida interior, sobrevivimos cerrando los ojos, olvidando nuestra alma, revistiéndonos de capas y más capas de proyectos, ocupaciones, ilusiones y planes. Nos hemos adaptado ya y hasta hemos aprendido a vivir «como cosas en medio de cosas» (J. Onimus).
Pero, lo triste es observar que, con demasiada frecuencia, tampoco la religión es capaz de dar calor y vida interior a las personas. En un mundo que ha apostado por «lo exterior», Dios queda como un objeto demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para la vida diaria.
Por ello, no es extraño ver que muchos hombres y mujeres «pasan de Dios», lo ignoran, no saben de qué se trata, han conseguido vivir sin tener necesidad de El. Quizás existe, pero lo cierto es que no les «sirve» para nada útil.
Los evangelistas presentan a Jesús como el que viene a "bautizar con Espíritu Santo", es decir, como alguien que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Y, quizás, la primera tarea de la Iglesia actual sea, precisamente, la de ofrecer ese «Bautismo de Espíritu Santo» al hombre de hoy.
Necesitamos ese Espíritu que nos enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de más íntimo en el hombre, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos enseñe a acoger a ese Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el centro de nuestra existencia.
No basta que el Evangelio sea predicado con palabras. Nuestros oídos están demasiado acostumbrados y no escuchan ya el mensaje de las palabras. Sólo nos puede convencer la experiencia real, viva, concreta de una alegría interior nueva y diferente.
Hombres y mujeres, convertidos en paquetes de nervios excitados, seres movidos por una agitación exterior y vacía, cansados ya de casi todo y sin apenas alegría interior alguna, ¿podemos hacer algo mejor que detener un poco nuestra vida, invocar humildemente a un Dios en el que todavía creemos y abrirnos confiadamente al Espíritu que puede transformar nuestra existencia?
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 151 s.