20 HOMILÍAS MÁS PARA LA FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
CICLO A
18-20

 

18.

Autor: P. Antonio Izquierdo

Nexo entre las lecturas

Sin que aparezca la palabra nuevo en los textos litúrgicos, todos ellos se refieren, en cierta manera, a la novedad de la acción de Dios en la historia. Es nuevo el lenguaje de Dios en Isaías: "ha terminado la esclavitud..., que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado..., ahí viene el Señor Yahvéh con poder y su brazo lo sojuzga todo". Es absolutamente nuevo que Jesús sea bautizado por Juan, que el cielo se abra, que el Espíritu descienda en forma de paloma, que se oiga una voz del cielo: "Tú eres mi hijo predilecto". Es nueva la realidad del hombre que ha recibido el bautismo: "un baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Señor".


Mensaje doctrinal

1. La novedad viene de Dios. El hombre, desde los mismos inicios, lleva en sí el deterioro y la vieja carne del pecado. En ella está inmerso, como en un pozo profundo, del que es imposible salir por sí mismo. Como se trata de una realidad común a toda la humanidad, tampoco nadie, por su propio valer y querer, puede ayudar a otros a salir. Esta es la triste condición humana. El hombre puede gritar, desesperarse, blasfemar; o puede sentir el peso de la culpa, pedir perdón y ayuda, esperar. Lo que está claro es que sólo Dios puede echarle una mano; sólo Dios puede cambiar su vieja carne en pura novedad de gracia y misericordia. Está igualmente claro que Dios quiere echar una mano y actuar en favor del hombre, porque "ha sido creado a imagen y semejanza suya". La liturgia presenta tres momentos históricos de la intervención de Dios: primero interviene para liberar al pueblo israelita de la esclavitud de Babilonia (primera lectura), luego para revelar al mundo la filiación divina de Jesús (evangelio), finalmente para manifestar a los hombres la nueva situación creada en quienes han recibido el bautismo (segunda lectura). La consecuencia es lógica: Si Dios ha intervenido en el pasado con una irrupción de vida y esperanza nuevas, Dios interviene en el presente e intervendrá en el futuro, porque el nombre más propio de Dios es la fidelidad.

2. La novedad es invisible. La novedad que Dios infunde en el corazón de los hombres incide y repercute en la historia, pero en sí es invisible, interior, netamente espiritual. Primero hace nuevo el corazón, luego desde el corazón del hombre y con la ayuda del hombre, trasmuta también la realidad histórica. En los exiliados de Babilonia primero creó la añoranza de Sión, el deseo y la decisión del retorno, luego dispuso los hilos de la historia para que tal deseo y decisión llegase a cumplimiento. En el caso de Jesús, la teofanía del bautismo nos hace descubrir una novedad inicial, que se irá desplegando a lo largo de toda su vida pública y sobre todo en el misterio de su muerte y resurrección. La novedad del bautizado sólo se irá percibiendo con el tiempo, en la medida en que exista una coherencia vital entre la novedad infundida por Dios y la existencia concreta y diaria del cristiano. Para quienes juzgamos desde fuera, no pocas veces resulta difícil desvelar la relación entre la novedad interior y sus manifestaciones históricas en la vida ordinaria de cada ser humano. Por eso, ¡cuan difícil es juzgar sobre la vida verdadera, la interior, de los hombres, y con cuanta facilidad nos podemos equivocar!

3. La novedad es eficaz. Si viene de Dios, no puede ser de otro modo. La acción de Dios se lleva a cabo, si el hombre no la obstaculiza. La teofanía que nos narra el evangelio supuso el que Jesús, Hijo de Dios, fuese bautizado por un hombre, Juan; sin esta acción de Jesús, tal teofanía no hubiese tenido lugar. La regeneración y renovación interior del hombre están aseguradas, "si el hombre renuncia a la impiedad y a las pasiones mundanas" (segunda lectura), que como tales impiden cualquier acción del Espíritu de Dios. Por otra parte, hemos de admitir que la eficacia de Dios no es manipulable a nuestro antojo y arbitrio. Dios muestra su eficacia cuando quiere y como quiere. No son los exiliados en Babilonia los que ponen a Dios los plazos y modos de actuar para librarlos de la esclavitud; es Dios quien los determina y los realiza.


Sugerencias pastorales

1. Bautismo, epifanía de Dios. En el evangelio el bautismo de Jesús es una epifanía. Eso mismo debe ser el bautismo del cristiano: una epifanía de lo que Dios es y de lo que Dios hace en el hombre. El bautizado, podríamos decir, es un hombre en quien se manifiesta el Dios trinitario, en virtud de la relación personal que mantiene con cada una de las personas divinas. Como hijo del Padre vive una verdadera relación filial, sobretodo en la oración y adoración. Como redimido por el Hijo y sumergido en su misma vida, entabla con él una relación principalmente de seguimiento e imitación. Como templo del Espíritu Santo, vive con la conciencia de una relación sagrada, santificante, vivificadora de su existir cotidiano, modeladora de su vida familiar, profesional y social. El bautizado es al mismo tiempo epifanía de la acción de Dios en el hombre: una acción purificadora, que manifiesta el perdón de Dios; una acción transformante, que pone de relieve el poder de Dios; una acción unificadora de las energías y capacidades del cristiano, que subraya el misterio unitario de Dios; una acción vivificante, que revela, por medio del hombre, la extraordinaria vida de Dios uno y trino... Es importante que la predicación y catequesis tengan muy en cuenta y desarrollen y expliquen estos aspectos espirituales y pastorales del sacramento del bautismo. Así el bautismo no será el sacramento de la "inconsciencia", sino el sacramento de la epifanía diaria de Dios en la vida, en la fe y en el obrar del bautizado.

2. Bautizados para siempre. En el catecismo se dice que el bautismo imprime carácter, es decir, el bautismo se recibe una sola vez y para toda la vida. ¿Qué pasa, entonces, cuando no se vive como cristiano? ¿cuando se reniega de la propia fe? ¿cuando se cambia de religión y credo? La huella de la impresión bautismal queda. Una huella que es memoria, y es invitación: "Recuerda que eres un bautizado", "Sé lo que eres, vive lo que eres". Eres libre, pero la huella divina te indica el verdadero camino para tu libertad, lejos de los espejismos engañosos. ¿Y qué pasa con el bautizado que quiere vivir como bautizado? Tiene que ratificar cada día con la vida la huella divina, que lleva impresa. Tiene que testimoniar decididamente y con valentía la transformación que Dios ha operado en su ser por el bautismo. Tiene que ser un bautizado que viva consciente de su bautismo día tras día, por siempre.


19. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Is 42,1-4.6-7: Yo te he tomado de la mano
Sal 28,1-4.9-10: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hch 10,34-38: Pasó haciendo el bien
Mt 3,13-17: El bautismo de Jesús

El relato del bautismo de Jesús en el evangelio de Mateo consta de dos secciones: la narración del encuentro entre Jesús y el Bautista (vv.13-15) y la teofanía (manifestación divina) subsiguiente (vv.16-17).

La teofanía da el sentido más profundo del acontecimiento. Ella tiene el carácter de un relato de vocación. Pero más que con el tipo de vocación profética nos encontramos con una vocación construida según los modelos apocalíptico y sapiencial. Como en los relatos del primero de estos dos últimos modelos, se tiende a señalar el carácter definitivo de la vocación relatada. Por ello se señala el fin del silencio divino por medio de la apertura del cielo y, gracias a ello, la presencia de una Palabra definitiva, productora de una nueva creación. Como en Gen.1 el Espíritu se hace presente en forma de un ave (un testimonio rabínico de la época habla también de paloma como nuestro texto).

Pero también, conforme a los relatos de vocación sapiencial, se muestra la capacidad que esta última intervención divina crea en un sujeto para comunicar a otros aptitud y conocimiento para realizar el designio divino.

Se trata entonces de una nueva creación, la última, que se realiza en Jesús de Nazaret, gracias al cual los seres humanos pueden adquirir las características del ser humano nuevo. La forma de dicha novedad se precisa en la enseñanza de la voz celeste. El “Tú eres (este es) mi Hijo” (Sal 2,7), surgido de un ambiente cortesano, se corrige con el añadido de un texto tomado del primer poema del Servidor sufriente (Is 42,1) “a quien yo quiero, mi predilecto”.

De esa manera se introduce un nuevo concepto de mesianismo, deudor de los discípulos y discípulas de Isaías del tiempo del exilio. Según ella, el Mesías comparte la debilidad de la condición humana y se coloca no “sobre” sino “con” el ser humano, en perfecta coherencia con el “Dios con nosotros” del principio (Mt 1,23) y del final (Mt 26,20) del evangelio.

Esta alusión al primer canto del Servidor sufriente (los restantes están consignados en Is 49,1-8; 50,4-7 y 52,13-53,12), nos colocan ante el proyecto “luz de las naciones”, surgido en tiempos del exilio babilónico. Este proyecto trasciende los límites de Israel y alcanza dimensiones universales e introduce una nueva metodología para la actuación de la justicia salvífica de la que se excluye el uso de medios violentos: “no gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrantará, el pabilo vacilante no lo apagará...” (Is 42,2-3).

La parte precedente del relato evangélico sirve para poner de relieve la divergencia que existe entre esta concepción mesiánica y toda otra forma de mesianismo. Bajo las diversas actitudes de Juan y Jesús, respecto al bautismo de este último, se refleja una diversa concepción sobre el Reino de Dios, en general, y de la función del Mesías en particular.

El movimiento bautista veía en la instauración del Reino la llegada del Juicio de Dios. El ser humano pecador debía, en vistas a ese acontecimiento, entrar en una dinámica de purificación, en la cual jugaba un rol importante la recepción del bautismo. Y la intervención divina se llevaba a cabo gracias a la acción del Mesías, exento de las debilidades de la condición humana. Por ello la sorprendida reacción de Juan ante la presencia de Jesús en el v.14: “¿Tú acudes a mí? Si soy yo quien necesita que tú me bautices”.

La continuación del relato sirve al evangelista para rectificar las opiniones del Bautista sobre el Reino y el Mesías. La atención sobre el Juicio divino se desplaza a la realización de la justicia o “lo que Dios quiera”(v.15). Con ello el momento temporal del Reino, se desplaza desde el futuro de la intervención divina hacia la realización de esa justicia en el momento presente.

Más allá de la preocupación eclesial de situar el sentido de la figura de Juan y de su bautismo en relación con la actividad de Jesús, más allá de la preocupación apologética de superar la dificultad de la colocación de Jesús entre los seguidores de Juan, el relato sitúa la vocación de Jesús (y la de sus seguidores) en el marco del querer divino. Toda vocación, entonces, sólo puede consistir en la adopción del querer divino, incluso en sus consecuencias desagradables de sufrimiento y muerte, inherentes a la condición humana.

De esa forma se consigna cómo, a pesar de su pertenencia al movimiento bautista, Jesús trasciende el ámbito ideológico de éste. Su unción de Espíritu y poder se realiza en su actuación en favor de los oprimidos por el diablo que en El pone de manifiesto la presencia divina, como señala el discurso de Pedro en Hch 10,34-48 (segunda lectura). Sólo de esa manera, se puede iniciar la entrada a la tierra prometida. Jesús que lleva con una pequeña variante el mismo nombre de Josué, cruza el Jordán y “sube” a tomar la posesión de la tierra.

El bautismo de Jesús nos coloca, por tanto, frente a una nueva metodología para el cumplimiento de las promesas de Dios. Estas, en adelante, no pueden ser comprendidas como ligadas a la voluntad de poder de una dinastía sino al servicio de los demás en la entrega incondicional a la realización de la voluntad divina.

Esta entrega incondicional sólo puede hacerse por medio de la asunción de un espíritu solidario que comparte la dura condición de todos los que sufren las consecuencia producidas por el espíritu diabólico que oprime a los seres humanos. De esa forma, se presenta como la única forma de una convivencia más fraterna para toda la humanidad.

Para la revisión de vida
Hoy es el primer domingo del “tiempo ordinario”; se acabaron los “tiempos fuertes” de la liturgia, el adviento y la navidad; vuelve la vida ordinaria… Un adagio clásico de ascética decía: “in ordinariis, non ordinarius”, para expresar la meta de quien quiere ser santo (‘extraordinario’) en las cosas ordinarias, en la vida diaria… Al comenzar el “tiempo ordinario” debemos renovar nuestro deseo de vivir “extraordinariamente”.

Para la reunión de grupo
- La misión del mesías puede leerse como “implantar el Derecho”. Reflexionemos: ¿Qué relación tiene el Derecho con la misión de todo un Mesías? ¿Qué relación puede tener el Derecho con la misión de todo un cristiano?
- ¿Cómo está nuestro mundo desde la óptica del Derecho? ¿Es el Derecho (Internacional, mundial) el que rige el “orden” del mundo? ¿Estamos avanzando hacia un ordenamiento jurídico mejor, o hemos retrocedido hacia la ley de la selva, la ley del más fuerte, la justicia (o venganza) por la mano propia…? ¿Puede ser la promoción del derecho y la exigencia de un nuevo Derecho Mundial uno de los grandes deberes de los cristianos, para hacer efectiva en nosotros la misión del Mesías en el mundo actual?
- ¿Qué relación guarda el bautismo de Jesús con nuestro bautismo?
- Jesús “se bautizó como adulto”; en no pocos lugares los “nuevos movimientos religiosos” y las sectas acusan a los católicos de que nuestro bautismo no es válido, por ser administrado a los niños… ¿Qué pensar? ¿Debería reformarse la pastoral bautismal?

Para la oración de los fieles
- Para que todos los hombres y mujeres, sean de la religión que sean, acepten y fomenten el Amor, la Justicia y el Derecho, roguemos al Señor…
- Por todos los seguidores de Jesús, para que se distingan siempre –como el Mesías en el que creen- por su amor a la paz, a la concordia, a la justicia y al derecho…
- Para que aprendamos de todos los hombres y mujeres, de cualquier religión, que han descubierto el imperativo absoluto de los derechos humanos, que vienen a ser “derechos divinos”…
- Para que todos renovemos nuestro bautismo: nuestra decisión de seguir a Jesús y comprometernos con su proyecto mesiánico de “implantar el Derecho en el mundo”…
- Para que la Iglesia resuelva de la mejor manera posible la problemática inherente a la pastoral del bautismo de niños…

Oración comunitaria
Dios Padre nuestro, que en el bautismo de Jesús lo has proclamado como tu “Hijo muy amado, el predilecto”; te suplicamos nos cobijes bajo su nombre y nos concedas conformarnos cada día más cercanamente a su imagen, haciendo nuestra su Causa y prosiguiendo su misión de ser “luz de las naciones” y de “implantar el Derecho en la tierra”. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor…


20. Fray Nelson Domingo 9 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Miren a mi siervo, en quien tengo mis complacencias * Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret * Apenas se bautizó Jesús, vio que el espíritu Santo descendía sobre él..

1. Cristo, el Siervo de Dios
1.1 Es necesario y saludable insistir, como se hace en la Iglesia Católica, en una verdad fundamental: Cristo es el Hijo de Dios. Mas esa afirmación central no anula otras que son posibles, que vienen de la Escritura y que hacen mucho bien a nuestro entendimiento del misterio de Jesucristo; entre estos otros enunciados hoy vamos a centrarnos en Cristo como "Siervo" de Dios.

1.2 Partamos de una base: proclamar el señorío de Dios es proclamar nuestra servidumbre hacia Dios. ¿Qué es, en efecto, un señor sin siervos? ¿Hay algo más ridículo que un señor que no tiene quién atienda a sus órdenes ni quién quiera agradarle con sus acciones? Si tomamos en serio que Dios es Señor hemos de tomar en serio que nosotros somos siervos suyos. Y tal es el mensaje de Cristo: mostrándose en obras y palabras como verdadero Siervo de Dios mostró con sus palabras y con sus obras que Dios es el Señor, es decir, mostró que Dios reina; nos dejó ver el Reino de Dios.

1.3 Isaías, en la primera lectura de hoy, nos presenta un perfil de un siervo de Dios. De todas las características que él menciona, detengámonos en una, o mejor en la combinación de dos de ellas: compasivo y fuerte. No rompe la caña resquebrajada y a la vez manifiesta firmemente el derecho. Entiende al cansado pero no se cansa; acoge al caído mientras conserva su propio lugar y su propia misión. ¡Admirable virtud, que bien vemos brillar en Jesucristo!

2. El Ungido
2.1 ¿Qué es lo peculiar de Cristo? Nuestra cultura, marcada por las nuevas mitologías de James Bond, Rambo o Superman, busca las claves del éxito en fortalezas singulares: una gran astucia, una ingeniería impresionante, una energía sobrehumana, un valor incomparable. ¿Es así en Cristo? ¿Cristo es Cristo porque tiene una técnica mental, una tecnología única, un saber esotérico o por qué? Esta fiesta del bautismo del Señor nos conduce al corazón de la respuesta: lo propio de Jesús es la Unción que ha recibido. Un enunciado muy sencillo, que sin embargo tiene consecuencias inmensas.

2.2 Si lo peculiar de Cristo fuera una técnica mental entonces ser cristiano significaría ser mentalista. Si lo peculiar de Cristo fuera una energía sobrehumana entonces no habría diferencia entre ser cristiano y ser un griego pagano, de aquellos que cantaban las gestas de Aquiles o el ingenio de Ulises. Si lo peculiar de Cristo fuera un saber escondido, esotérico, como lo plantean autores como J. J. Benítez en nuestros días, entonces ser cristiano es instruirse en unos misterios que, como no han sido enseñados por la Iglesia, implican que la Iglesia es una gigantesca farsa.

2.3 En sentido contrario: si lo peculiar de Cristo es la unción del Espíritu Santo, y ese Espíritu viene a habitar en nosotros, entonces ser cristiano es básicamente participar del Espíritu de Jesús, cosa que no suena nada discorde de lo que enseña Pablo: "porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios" (Rom 8,14). ¡Dios Santo! Todo está en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y el primero, y quien ha inaugurado ese camino para nosotros, es Jesucristo.

Homilías que sirven indistintamente para los tres ciclos