COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 42, 1-4. 6-7

 

1. REDENCION/LIBERACIÓN AMBOS TÉRMINOS SE IDENTIFICAN.

* Contexto.-En el pleito del Señor con los otros dioses (41, 21-29) la sentencia judicial emitida es rotunda e inapelable: "todos juntos eran nada; sus obras, vacío; aire y nulidad sus estatuas". Y frente a estos ídolos que sólo son viento (rûh) el autor nos presenta al elegido del Señor (bhr) sobre el que reposa su espíritu (rûh). Es el primer cántico del siervo (otros cánticos: cf. 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13-53, 12). La consecuencia es clara: es abominable el escoger (bhr) a los ídolos (41, 24).

-En este primer cántico, el autor usa un lenguaje velado y oscuro: ¿Quién es el siervo? ¿Ante quiénes se presenta? ¿Cuál es su misión? ¿Se refieren al siervo los vv. 5-9? Todo son hipótesis. La opinión más corriente es considerar a Israel en su misión histórica como el personaje de estos cuatro cánticos.

* Texto. Presentación del siervo, su elección y misión.

-La misión del siervo hunde sus raíces en la elección o llamada del Señor (vv. 1-6). Por voluntad divina el siervo está equipado con el don del espíritu, al igual que los jefes carismáticos y profetas de Israel (Jc 6, 34; 1 S 11, 6; Is 6; 11, 2ss.). Pero la elección de ésos no era hecha pública como le ocurre al siervo: "miras a..." del v. 1 exige unos testigos y nos recuerda la presentación pública de los reyes ante el pueblo (cf 1 S 16: David, equipado con el don del espíritu, es proclamado rey). Así pues, el siervo es mediador carismático, y posee además prerrogativas reales.

-Su misión es hermosa pero muy dura, ya que debe "implantar el derecho en la tierra...". Machaconamente el autor repite este idea: traer, promover, implantar la justicia. ¡Casi nada! Y este reinado de justicia, y no de violencia, debe traducirse en obras concretas: abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas (v. 7). Ceguera, prisión, tinieblas, evocan realidades negativas que deben ser transformadas a través de actuaciones liberadoras: abrir, sacar. Toda la teología bíblica rezuma liberación; todo ser humano con vocación de redentor debe ser necesariamente liberador, ya que ambos términos se identifican.

-La forma de actuar del siervo en nada se parece a la del común de los mortales: "no gritará, no clamará..." (v. 2). El siervo no se hace propaganda electoral, no busca compensación alguna.

Muchas veces su premio será el sufrimiento, pero no importa, ya que no vacilará ni se quebrará (v. 4). Siempre confiado, transmitirá este sentimiento incluso a aquéllos que están a punto de extinguirse: "la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará". La postura del siervo es firme, inquebrantable en el cumplimiento de su deber.

* Reflexiones.

-Nuestro mundo está repleto de "voceros" que pregonan a los cuatro vientos sus puntos de vista, ya sean políticos o religiosos. Luchan, sin desmayo, para apoderarse de los medios de comunicación y así poder ganarse a un mayor número de adeptos, discípulos, electores... Son dueños de púlpitos y tribunas desde las que hablan "ex cathedra". No admiten vacilación alguna de opción en los demás; gritan, vocean, insultan y hasta anatematizan. ¿En qué se parecen éstos al siervo humillado, aunque confiado, de esta lectura? 

-También existen en nuestro planeta seres que hablan de liberación, de redención... pero se mojan muy poco en la charca de la vida. Pasan muchas horas discutiendo, concienzudamente, sobre la ortodoxia o heterodoxia de una determinada doctrina, pero ahí se acabó todo. ¿Cuántos ojos ciegos sanan? ¿A cuántos liberan de los lazos de la esclavitud o de las densas tinieblas? En nada se parecen a nuestro siervo.

Mc/01/11 y Mt/03/13-17 usan este texto para presentarnos a Jesús. Él es un verdadero liberador: sin vocear pasó por este mundo haciendo el bien, dio ánimos a la caña cascada, jamás dejó de preocuparse por los demás. Su misión le trajo sinsabores, pero nunca retrocedió.

A. GIL MODREGO
DABAR 1991, 9


2.

JUSTICIA PARA CON LA CAÑA CASCADA. 

El cuidado de Dios va más allá del siervo.

Llega hasta la "caña cascada" y el "pábilo vacilante", es decir, llega hasta hombres que, a juicio de los demás y desde su propia impresión, están acabados; a hombres de quienes la sociedad nada puede esperar, porque no van a aportar nada al resto; a personas sobre las que no quedaría más que romper el bastón en sus espaldas, como cuando al pábilo vacilante sólo le cabe esperar una mano que lo apague: el hijo no querido en el seno de la madre, el viejo que se acaba y que no es más que una carga para el entorno y, en fin, todos aquellos de los que se dice o al menos se piensa, "mas valía que no existieran".

El siervo de Dios actúa de otra manera; actúa por encargo del Señor, en su nombre, guiado por su Espíritu y, en definitiva, a la manera que Dios actúa, que también es diferente. El siervo no pronuncia grandes discursos ni palabras altisonantes: "No grita, ni clama, ni vocea por las calles". Promueve fielmente el derecho, que no es precisamente como el del mundo; su lenguaje son los hechos; y éstos no consisten en acabar con la caña cascada ni en apagar el pábilo vacilante.

EUCARISTÍA 1989, 3


3. SIERVO/YAVE

Tenemos aquí la primera de las cuatro piezas literarias que se conocen con el nombre de "cantos del siervo de Yahveh". Se trata de un ciclo de profecías en las que, avanzando progresivamente en hondura y extensión. Se describe la figura del discípulo verdadero de Yahveh que ha sido elegido para enseñar "el derecho" a las naciones (esto es, la religión legítima), que ha sido fortalecido para aguantarlo todo con tal de cumplir su misión y que, después de expiar con su dolor los pecados del pueblo, será glorificado por Dios. La Iglesia ha visto en estos cantos la descripción profética de la pasión y muerte de Jesús; sin embargo, resulta exegéticamente imposible determinar quién sea el siervo de Yahvé. Probablemente se refiere a todo un grupo dentro de Israel.

"Siervo" es aquí un título honorífico, no tiene que ver nada con la condición y el "Status" sociológico de los esclavos.

Frecuentemente se llama "siervo" a personas físicas; por ejemplo, a Abraham, a Moisés, a David..., todos ellos son llamados en la Biblia "siervos de Yahveh". También se da este nombre a todo el pueblo de Israel.

Estas primeras palabras tienen el sentido de una designación; es decir, de una elección y de una presentación. Dios elige al Siervo y lo presenta a Israel y a las naciones. Esta designación difiere de la designación de los reyes y de la vocación de los profetas. En el caso de los reyes, Dios elige a un caudillo carismático y lo presenta al pueblo para que éste lo acepte y después sigue la proclamación real; en el caso de los profetas, la vocación acontece sin testigos. Dios elige al Siervo porque quiere, porque se complace en él, sin fijarse en las cualidades que tenga y sin justificar ante nadie su elección. Dios elige a su Siervo soberanamente, y lo presenta después a todo el mundo.

La misión del siervo de Yahveh es sentenciar justicia y llevar el derecho a las naciones. El siervo dará una nueva constitución a los pueblos y establecerá un orden nuevo en el que habite la justicia. Se piensa aquí especialmente en la sentencia que ha de resolver el pleito de Yahveh con todas las naciones y que pondrá en claro que Yahveh es el único Dios. La proclamación del nuevo orden no se hará según la costumbre de los reyes orientales que sancionaban las leyes antiguas y establecían otras nuevas tan pronto ascendían al trono, que las hacían pregonar por las calles y las plazas en todas sus ciudades. El Siervo de Yahveh actuará en silencio, sin el ruido y la pompa de los conquistadores de este mundo, que, como Ciro, conmueven toda la tierra para establecer el derecho de los más fuertes. Esta sentencia no será ejecutada violentamente contra los débiles, los vencidos y los que estén ya moribundos.

Aunque el Siervo de Yahveh es también una caña cascada, no se quebrará ni vacilarán sus rodillas hasta implantar la justicia.

El será la fortaleza de todos los oprimidos.

Como otro Moisés será mediador en la nueva alianza entre Dios y su pueblo. Como "luz de las naciones" llevará a todas partes el conocimiento de Dios. Su misión es universal. Por fin, se subraya el carácter liberador del Siervo de Yahveh.

EUCARISTÍA 1987, 4


4.

El autor ha vivido entre los deportados a Babilonia, ha conocido las victorias de Ciro, rey de Persia, pero no parece haya visto la caída de Babilonia. Los primeros oyentes del anuncio de la llegada del "Siervo" se encontraban en una calle sin salida.

Habían perdido la patria, el poder político y el centro de su vida religiosa -el templo- era un montón de ruinas. En esta situación les llega el mensaje del siervo que anuncia la liberación. Se presenta como elegido de Yahvé, consagrado por el espíritu, para que establezca en los pueblos el derecho=la ley de Dios. Es una decisión que ha tomado el Señor ante testigos. Tiene un carácter político. Es como una acción judicial entre Dios y los pueblos y constituye una declaración jurídica según la cual la pretendida divinidad de los dioses es nula y falsa porque sólo Yahvé es Dios. Este parece ser el sentido y contenido de los vv. 1-4.

La misión del Siervo se formula con una serie de negaciones y la figura que de ellas resulta es totalmente contrapuesta a la tradición oriental. Según ella, en los procesos, después de proclamar la condena, el heraldo rompía una caña y apagaba una lámpara, signos de muerte. Esto es lo que no hará el Siervo... El siervo proclamará la misericordia de Dios a todos los pueblos y les hará conocer el derecho de Yahvé. Realizará su misión con firmeza = fidelidad y verdad. Con un juego de palabras, que remite al v. 3, dice que no se apagará ni quebrará hasta que haya cumplido su misión.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 2


5.

De un modo abrupto e inesperado, rompiendo la unidad literaria de estos capítulos, se nos presenta por vez primera y en toda la literatura profética un personaje misterioso, el siervo y ungido de Yahveh, que encarna en sí los rasgos más finos y característicos tanto del pueblo elegido como de sus principales personajes históricos.

Es este el primero de cuatro cánticos dedicados a este siervo doliente. Literariamente homogéneos, teológicamente complementarios y con igual objetivo temático, estos cánticos parecen ser obra de un discípulo inspirado del Deuteroisaías, posteriormente insertados en los contextos donde ahora se encuentran. No cabe duda de que su ambientación histórica son los años del destierro o inmediatamente siguientes. Sin embargo, si queremos comprender un poco mejor cómo el profeta veía este personaje individual o colectivo que la historia y la revelación posterior han identificado con Jesús de Nazaret, es imprescindible leer conjuntamente los cuatro cánticos con su respectivo comentario: cf 49, 1-6; 50, 4-9a; 52, 13-53, 12.

En este primer canto que nos ocupa se presenta al Siervo de Yahveh distinto del pueblo histórico y realizando una doble misión de trascendental relieve. De un lado, renovar la alianza hecha con Israel. De otro, repatriar a los exiliados y establecer la verdadera religión en medio de todas las naciones paganas. Para ello el autor se sirve de la terminología propia de la creación, "Yo te he formado", como al primer hombre. Es que con su siervo comienza un Nuevo Mundo, una Nueva Creación, un nuevo orden de cosas a través de la Nueva Alianza realizada con su pueblo. A partir de él todo será nuevo. "Los ciegos" o paganos abrirán sus ojos a la revelación; "los presos" o israelitas serán liberados de las tinieblas o equivocaciones en que viven desterrados. Y todo lo hará el que todo lo hizo con el soplo de su palabra, el creador de cielos y tierra. Creador y Redentor serán siempre ideas correlativas en nuestro profeta.

No menos llamativo es el modo cómo este siervo realizará su misión. Encargado de brindar el "derecho", es decir, la torah o doctrina revelada a todos los pueblos, lo hará compaginando las prerrogativas reales, proféticas y sacerdotales simultáneamente.

Como rey implantará el derecho y justicia en la tierra. Derecho y justicia que están muy por encima de los conceptos modernos impregnados de legalismo o sociología; implican una actividad salvífica a todos los niveles sobre la base de los designios de Dios.

Como sacerdote, es a él a quien compete exponer lo mismo que el rey debe implantar: el derecho. Tal era la costumbre en el pueblo de Israel.

Como profeta, le compete ser el paciente altavoz de la voluntad divina en medio de todas las naciones de la tierra.

Rey, sacerdote y profeta en maravilloso contraste con los reyes, sacerdotes y profetas de su tiempo. Nada de procedimientos militares ni de griteríos en las plazas ni de legalismo humano.

Sencilla y llanamente transformando la interioridad de los individuos, reavivando la mecha a punto de extinguirse, llevando a cabo la verdadera revolución querida por Dios con las armas de la paz.

Y todo ello será efecto de la acción dinámica de Yahveh en él, del espíritu divino que lo anima. En el bautismo y en el Tabor nos encontraremos con la realización de esta profecía en Jesús como primicia. Más tarde, en Pentecostés, sobre la naciente Iglesia como comunidad salvífica y medianera universal. Los exiliados no podían llegar tan lejos. A nosotros se nos ha revelado.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 646 ss.


6. /Is/42/01-09   /Is/49/01-09:

Los versículos de estos capítulos, que pertenecen al llamado «Libro de la Consolación» (40-56) por las esperanzas que en él se contienen, constituyen un doble relato de vocación con los elementos característicos que se leen en las llamadas proféticas.

En el primer relato (42,1-9) está la proclamación del «Siervo» por parte de Dios, probablemente en el contexto de la corte celestial. Los seres celestiales son los destinatarios inmediatos de la presentación. El siervo aparece revestido de prerrogativas proféticas y de un heraldo con plenos poderes. Recibe el don del espíritu de Dios, que le capacita para llevar a término su misión. Esta tarea la cumplirá usando únicamente las armas de la paz. Es así como se hará más patente la gratuidad y la universalidad de su mensaje: ha de pregonar en voz baja, ha de dejar que la verdad de la palabra se afirme por sí misma, que el juicio de Dios salve a todo hombre de buena voluntad: «No gritará, no hablará recio... No quebrará la caña cascada» (42,2s). Es portador de justicia («salvación») y es luz de las naciones (42,6) Como toda misión profética, es una tarea difícil, pero «no desmayará ni se cansará hasta que establezca el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas» (42,4).

En el segundo canto del «Siervo paciente» (49,1-9), paralelo al anterior, hay una autopresentación en la que se describe la llamada y vocación por parte de Dios. En este soliloquio de un creyente agobiado por la sensación de la inutilidad de sus esfuerzos aparece el estilo de las confesiones de Jeremías, llamado al ministerio por absoluta iniciativa de Dios (vocación prenatal), pero lanzado a un ministerio estéril. La respuesta paradójica de Dios es la ampliación del campo de su trabajo: no sólo Israel será el destinatario de la salvación que anuncia su palabra, sino todas las naciones. A través del gran «desprecio», Dios redime a todos los pueblos (49,7).

En la figura enigmática del Siervo de Yahvé (¿individuo o colectividad?, ¿rey o profeta?, etc.) se condensa, como en una figura ejemplar, toda la existencia y la misión de Israel ante Dios y ante todos los pueblos. Más bien se trata de una predicción que, como todo lo que se lee en Isaías II, pertenece al dominio de las cosas maravillosas que Yahvé se ha reservado para realizar en el «tiempo de gracia y de salvación» (49,8). En todos estos textos vibra la espera de un "profeta semejante a Moisés". De ahí la interpretación cristológica que de ello hace el NT, tan bien expresada por las palabras de Simeón: «... porque han visto mis ojos a tu Salvador, lo has colocado ante todos los pueblos como luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,30-32).

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 66 s.


1-7. Is/42/01-09   Is/49/01-09

El tema de la esperanza, dominante en estos dos capítulos del llamado «Libro de la Consolación» (cc. 40-56), está estrechamente unido en nuestros versículos al doble relato de vocación, que presenta una serie de rasgos característicos de las llamadas proféticas. El primer relato (42,1-9) narra la proclamación del Siervo probablemente en un contexto de corte celestial. Los destinatarios inmediatos de la presentación son los seres celestiales. El Siervo aparece revestido de prerrogativas proféticas y como un heraldo con plenos poderes. Recibe el don del espíritu de Dios, que lo capacita para llevar a cabo su delicada misión. Cumplirá su tarea sin más armas que las de la paz. Así serán más patentes la gratuidad y la universalidad de su mensaje: debe predicar sin gritos y dejar que la fuerza de la verdad se afirme por sí misma, que el juicio de Dios salve a todo hombre de buena voluntad: «No gritará, no clamará... La caña cascada no la quebrará» (42,2s). Es portador de justicia y luz de los paganos (42,6). Se trata de una tarea que, como toda misión profética, es difícil; pero él no se echará atrás: «Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas» (42,4).

En el segundo canto del «Siervo doliente» (49,1-9), paralelo al anterior, hay una autopresentación en la que se describe la vocación y la misión por parte de Dios. Este soliloquio de un creyente agobiado por la sensación de que sus esfuerzos son inútiles recuerda el estilo de las «confesiones» de Jeremías llamado al ministerio por pura iniciativa de Dios (antes del nacimiento), pero lanzado a una tarea estéril. También aquí, ante dificultades que parecen insuperables, la respuesta paradójica de Dios es ampliar el campo de trabajo: la salvación irá destinada no sólo a Israel, sino también a las naciones. Dios salva a las naciones a través del gran "despreciado" (49,7).

La lectura que hace de estos textos el NT ve en el Siervo doliente a Cristo, al Mesías. El sentido de la vida y la muerte de Cristo está en que soportó hasta el fin el conflicto fundamental de la existencia humana: quiso realizar el sentido absoluto de este mundo ante Dios, a despecho del odio, de la traición y de la condena a muerte. Para Jesús de Nazaret, el mal no es una realidad que se debe comprender, sino algo que es preciso asumir y vencer con el amor. Pero la dimensión socio-política y religiosa de esta muerte, aunque importante, no es la única. Para el NT no fue sólo una acción de los judíos y los romanos, sino obra salvadora de Dios, a la que Jesús se consagró a partir del bautismo.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 481 s.