COMENTARIOS
A LA 2ª LECTURA OPTATIVA
Ef 2, 11-22
1.
El texto trata en su sentido literal inmediato de la reconciliación efectuada por Cristo, quitando diferencias entre judíos y no judíos, igualando a todos.
El Señor ha hecho desaparecer la enemistad y odio que existía entre unos y otros. Era claro cómo por parte de los judíos existía un exacerbado nacionalismo, mezclado con lo religioso, en contra de todos los no pertenecientes a Israel. También por parte de los paganos había poca simpatía por los judíos. Desde Cristo esto ya no existe ni tiene razón de ser .
En Cristo se ha establecido una profunda razón de unión y solidaridad entre los hombres. En y por El todos tenemos acceso a Dios en un mismo Espíritu. Todos tenemos el mismo fundamento (v. 20) y la humanidad es un templo único y un único cuerpo. El mismo Espíritu habita en todos. Es absurdo darse a los intereses particulares, recelos, divisiones y odios. No por sentimentalismo o comodidad, por convivencia política y social, o por falta de valor para enfrentarse con alguien, sino por el profundo convencimiento de que la vinculación mutua profunda es más fuerte que las razones de división.
Existen otras razones. Cuando se acepta el señorío común de Cristo es un contrasentido fomentar la discordia, cuando El mismo ha venido para lo contrario. No se puede confesar a un mismo Señor y no aceptarse mutuamente. Aunque ello no esté reñido con enfrentamientos coyunturales, humanos, conectados con el pecado, para intentar superarlo.
F.
PASTOR
DABAR 1988, 7
2.
Pablo sigue exponiendo la comprensión que se le ha dado del misterio de Cristo. Hay que tener presente este don al hacer la lectura de estos fragmentos. En el presente pasaje explica a los cristianos de Éfeso lo que el misterio de Cristo representa para los paganos respecto a los que forman parte del pueblo de Israel, el pueblo de la circuncisión, las promesas y la esperanza. El Apóstol intenta con ello que los cristianos procedentes del paganismo no se sientan marginados, sino que se juzguen -y, por tanto, vivan- como integrantes en plano de igualdad de la comunidad de creyentes, en la cual no hay acepción de personas. Que dejen de sentirse en adelante como "excluidos de la ciudadanía de Israel" (12) o como extraños con relación a los que tienen el signo de la circuncisión (11), pues las promesas y la esperanza y el Dios de aquéllos es ahora también suyo.
Todo eso no lo han hecho los hombres, sino que ha sido obra de Cristo (13), "que hizo de los dos pueblos uno y derribó la barrera divisoria, la hostilidad" (14), y trajo la paz... a fin de crear en él, de los dos, un solo hombre nuevo (15). Por tanto, en Cristo se han esfumado las diferencias de unos hombres con otros según la carne.
De esta manera, la enseñanza de Pablo se convierte en grito que invita a vivir la unidad, la paz, la amistad, la reconciliación (16), que son obra de Jesucristo como pacificador universal, para los de lejos y para los de cerca (17). El Apóstol quiere hacer comprender a sus lectores que se pueden y se deben mirar a sí mismos y a los demás de una manera nueva, como unidos y hermanos, por encima de cualquier diferencia humana que divide y puede enemistar. Lo importante es esto: establecer firmemente la convivencia de los creyentes con los demás a la luz de una razón nueva divina, el misterio de Cristo que ha obrado en ellos la paz y la reconciliación. Por supuesto, tal convivencia no se plantea como resultante de una «política» de gobierno por parte de Pablo sobre la comunidad de creyentes, sino que habría que verla, más exactamente, como objetivo irreemplazable de cualquier política, dado que ésta debe interesarse de verdad por el hombre concreto, el que aquí se manifiesta como el espacio del misterio y obra de Jesucristo.
M.
GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 718 s.