COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Hch 12, 1-11
1.
Pedro ha llenado con su palabra y con su acción los capítulos anteriores del libro de los Hechos. Ahora va a desaparecer casi por completo. Lo encontraremos sólo en el cap. 15, con motivo de la Asamblea de Jerusalén.
En esta especie de despedida, Lucas presenta a Pedro viviendo una experiencia salvífica. Salvación que recuerda, por una parte, la salida de Egipto, y por otra, la Pasión y Resurrección de Jesús.
Todo sucede precisamente en los días de Pascua, y de noche; con una intervención milagrosa del ángel del Señor. Como en la primera Pascua, cuando el ángel puso fin a la opresión del pueblo e inició el éxodo hacia la libertad. Como en la Pascua por excelencia, cuando Jesús pasa de la muerte a la vida, del Mundo al Padre.
Como Jefe de la Iglesia, comunidad salvífica, Pedro revive en sí mismo la experiencia de salvación del pueblo escogido, figura del auténtico pueblo de Dios. Como continuador y representante de Cristo, recorre personalmente el mismo camino del Maestro. Persecución y salvación son los dos polos del camino de la Iglesia.
También nuestra existencia cristiana gira en torno a estos dos centros. Cristo, en su muerte y resurrección, nos ha salvado radicalmente del pecado y de la muerte: pero no ha abolido la presencia de estas realidades en nuestra experiencia cotidiana.
La Eucaristía, al hacer presente la Salvación de Cristo, nos comunica una continua liberación personal, al mismo tiempo que crea y acrecienta la comunidad de salvación, que es la Iglesia.
DABAR 1976, 40
2. HERODES-AGRIPA.
Tanto por su estilo, que nos recuerda el de San Marcos, como por su contenido, este capítulo 12 resulta extraño en el contexto. El autor ha reunido en él tres episodios en los que interviene la siniestra figura de Herodes Agripa I. Después de haber sido asesinado Aristóbulo, no le fueron bien las cosas a su hijo Herodes hasta que éste pudo ganarse la amistad de los emperadores romanos Calígula y Claudio. Gracias al primero, consiguió Herodes dominar sobre las regiones norteñas de Palestina, mientras que al segundo le debería más tarde el llegar a ser rey sobre Judea. De esta suerte, Herodes Agripa juntó de nuevo bajo su reinado todos los territorios que había poseído su abuelo, Herodes el Grande.
Pero le faltaba ahora congraciarse con los judíos y, en especial, con el partido de los fariseos. El autor del Libro de los Hechos nos informa aquí en este mismo sentido sobre la oscura razón de estado que motivó la escalada represiva de Herodes contra los cristianos y descubrimos qué "piedad" era la de este rey. En efecto, Herodes, queriendo agradar a los representantes oficiales de la religión establecida en Israel, la emprende primero contra los cristianos helenizantes que seguían al protomártir Esteban, después manda decapitar al apóstol Santiago y, por fin, se propone ejecutar públicamente a Pedro, el jefe de la naciente iglesia.
Mientras llega el día señalado por Herodes para la ejecución de Pedro, éste se encuentra bajo custodia, probablemente en la Torre Antonia, en la misma cárcel en la que estaría preso también San Pablo con el tiempo. Según era costumbre entre los romanos, Pedro ha sido encadenado a sus dos guardianes, que responderían con su propia vida de la seguridad del reo. Según la ley, los soldados responsables de la custodia de un reo, si lo dejaban escapar estaban obligados a sufrir la pena del fugitivo (cfr. 16, 27; 27, 42).
La pequeña comunidad cristiana de Jerusalén está reunida entre tanto en casa de María, la madre de Marcos evangelista (v. 12), en donde Jesús había celebrado la Cena con sus discípulos. Así que la oración de la comunidad acompaña a Pedro en su angustia durante toda aquella noche, a Pedro, que no supo velar en Getsemaní para acompañar a Jesús en su oración angustiada.
Y Dios libró a Pedro de la expectación de los judíos y de la política de Herodes. Todo este relato de la liberación de Pedro se desarrolla entre lo maravilloso de la leyenda y la sobria realidad de la historia.
EUCARISTÍA 1976, 40
3.
Los choques que la Iglesia ha tenido con el judaísmo oficial han originado la dispersión y han preparado la persecución.
El "rey Herodes" que persigue a la Iglesia naciente recuerda a su abuelo que persiguió a Jesús recién nacido. Para granjearse la amistad de los judíos mata a Santiago y encarcela a Pedro.
La liberación de Pedro ha de inscribirse en la serie de intervenciones salvíficas por las que Dios ha liberado a los suyos de la mano de los perseguidores. Dios conduce la historia de la Iglesia como condujo la historia de Israel. La historia, en manos de Dios, es siempre historia de salvación.
La liberación de Pedro se sitúa en un ambiente pascual. De noche hizo Dios salir de Egipto a su pueblo; de noche se levantó Jesús del sepulcro; de noche sale Pedro de la cárcel. La tradición judía situaba la liberación de los tres jóvenes del horno... en la noche de Pascua. Las palabras de Pedro, después de liberado, son un eco de la afirmación que se pone en boca de Nabucodonosor en Daniel 3, 95. La noche de pascua es el momento privilegiado para que Dios intervenga en favor de los suyos.
Así se da un nuevo sentido a la asamblea cristiana que se ha reunido para pasar la noche en oración por Pedro que está en la cárcel. No se trata sólo de interceder por Pedro, sino de celebrar la vigilia pascual. La liberación de Pedro significa la liberación de la Iglesia. Las palabras del ángel parecen aludir a la disponibilidad que requería la pascua: ponerse el cinturón..., las sandalias... de prisa (cfr. Ex 12, 11) porque es el paso del Señor.
Pedro se preparaba a celebrar la pascua cuando fue arrestado. Ha debido celebrar la pascua de otra forma. Se ha ceñido la túnica, se ha calzado las sandalias no tanto para celebrar la salida de Egipto, cuanto para la propia liberación y la de la Iglesia del judaísmo y del legalismo y consagrarse así a la misión salvadora.
PERE
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 14
4.
El arresto de Pedro y su milagrosa liberación -dice J.Frique- coinciden con el momento en que el judío fiel que era Pedro quiere dejar definitivamente Jerusalén para ir a los paganos.
Pedro vive esta liberación como una Pascua. Las instrucciones que le da el ángel son las típicas de la comida pascual de la liberación del pueblo judío: de pie, con prisa, la cintura ceñida y sandalias en los pies. Pasa por la misma prueba y la misma liberación que su Señor. Pedro se libera de la prisión judía (de toda prisión humana, de todo encerrar el anuncio evangélico en los límites de un pueblo, de una clase, de una época) para anunciar a todos el Reino de JC.
J.
GOMIS
MISA DOMINICAL 1977, 13
Esta perícopa se intercala en el llamado «viaje de las colectas» (11,27-30 y 12,24-25), que la comunidad de Antioquía, «por medio de Bernabé y Saulo», envió a los hermanos de Jerusalén. El relato de esta nueva persecución contra la Iglesia contiene un triple episodio. En la introducción se menciona la decapitación de Santiago, hermano de Juan, entre el 41 y el 44. Este dato no dejaría lugar para el título de evangelizador de España que le otorga una tradición tardía. El bloque central (3-17) narra la detención, liberación y huida de Pedro al que casi despide antes de pasar a las gestas misioneras de Pablo.
Como epílogo del relato se narra la muerte del perseguidor Herodes Agripa I (18-23) el cual reunía bajo su jurisdicción unos dominios semejantes a los de su abuelo Herodes el Grande; fue padre de Herodes Agripa II, Berenice y Drusila que se mencionan más adelante en los Hechos (24,24; 25,13). La muerte de Agripa hacia la primavera-verano del 44 permite situar cronológicamente nuestra narración.
Mientras el martirio de Santiago sólo es objeto de una simple mención, destaca el énfasis con que se habla de Pedro, cuya figura domina la primera parte del libro de los Hechos. Sin embargo, también tiene un gran relieve, junto a otros, la figura de Esteban y sobre todo la de Pablo. Lejos de forzar el tenor de los textos y en beneficio del diálogo ecuménico, la literatura confesional haría bien de liberarse de la fácil tentación de afirmar o negar a partir de los mismos, sin una crítica matizada, un ministerio de Pedro y su sucesión. También destaca el aspecto maravilloso de los relatos como ocurre a menudo en los Hechos. Lucas nos cuenta una serie de liberaciones milagrosas de los apóstoles (5,19-20, 12,6-17; 1625-40). Aquí un ángel libera a Pedro de la prisión, como había ocurrido antes con los apóstoles en general. En el v 23 se nos dice que Agripa "fue herido por el ángel del Señor... y expiró", mientras que Flavio Josefo nos habla de una muerte a causa de fuertes dolores viscerales, es la muerte del perseguidor que parece evocar literariamente la de Antíoco (2 Mac 9,5-9). Los autores bíblicos entrevén espontáneamente la mano de Dios tras los sucesos de la historia, cosa que no sabe hacer el hombre secular de hoy.
F.
CASAL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981