COMENTARIOS
A LA SEGUNDA LECTURA
2 P 1, 16-19
1.
Este escrito, aunque lleve el nombre de Pedro, no fue escrito directamente por el apóstol, sino por un cristiano de la segunda o -más bien- tercera generación. Es el último libro del Nuevo Testamento -cronológicamente hablando- y fue compuesto, con bastante probabilidad, después del año 100. Tales son las opiniones más aceptadas hoy día en la exégesis. Por lo tanto, las palabras sobre la transfiguración que aparecen en esta perícopa no puede creerse que sean transcripción de dichos de Pedro, un testimonio inmediato de alguien que presenciase el episodio tal como lo narran los Evangelios sinópticos. Es uno de los casos donde se hace más preciso tener en cuenta las teorías de los géneros literarios y demás métodos histórico-críticos. Más bien son una reflexión compuesta por el autor del escrito para motivar la fe de los lectores. Quizá tenga como base la misma narración sinóptica de la Transfiguración, conocida ya en este tiempo final del siglo primero o comienzos del segundo.
En cuanto a su contenido, omite algunos detalles que aparecen en esa narración, va al fondo, o mejor, a uno de los puntos básicos de ella: manifestación de la gloria de Cristo, confirmación de la fe que ha de prestarse a El, sólo a El y no a ninguna de las doctrinas "nuevas" que amenazan al Evangelio.
Es importante el recuerdo del testimonio apostólico. Precisamente si no se trata de un apóstol hablando él mismo, sino de un cristiano posterior, ello indica que se les prestaba a los apóstoles fe y se les concedía no pequeña autoridad.
F.
PASTOR
DABAR 1989, 40
2. PARUSIA:
Pasados los primeros entusiasmos, el desencanto hizo su aparición en las primitivas comunidades cristianas. Una de las fuentes de este desencanto fue el retraso de la parusía. En ambientes no cristianos, parusía era el término empleado para designar la visita de los dioses o del emperador. Pablo cristianizó el término refiriéndolo a la visita o venida gloriosa de Cristo.
Al retrasarse esta venida, empezó a correrse la voz de que tal venida era un cuento, una invención fraudulenta. A estas voces sale al paso la segunda carta de Pedro, exhortando a los creyentes a mantenerse firmes en la esperanza escatológica. Para garantizar la seguridad de la esperanza cristiana, el autor de la carta aduce dos tipos de pruebas: la transfiguración de Jesús (vs. 16-18) y el Antiguo Testamento (v. 19).
La venida gloriosa de Cristo no es un cuento o un mito. Lo sería si Cristo no poseyera una grandeza y una gloria. Nadie da lo que no tiene. Pero Cristo posee esas prerrogativas. Testigos de ello son los que estuvieron presentes en la "transfiguración" de Jesús.
EUCARISTÍA 1978, 44
3. 2P/LIBRO
La 2P tiene como intención el salir al paso de una serie de teorías religiosas que los "impíos" (2, 1) van infiltrando en la comunidad. Quiere mantener la pureza de la fe en un tiempo de prueba. Para ello emplea numerosas construcciones y situaciones de apocalipsis. Con un lenguaje plástico el autor se identifica con Pedro el apóstol (probablemente la carta es posterior) y recuerda lo esencial de la fe. De ahí que, concretamente, quiere dejar en claro que la gloria de Jesús, su ser salvador, no se basa absolutamente en no sé qué genealogías interminables, tal como parece postular la gnosis cristiano-judía, sino en el poder y amor mismo de Dios. La historia de Jesús no es una historia mitológica sino salvífica.
Este momento culmen y especial de revelación del que habla el autor parece referirse al hecho de la transfiguración. Allí Jesús recibió el testimonio más fuerte de su filiación divina. Para la 2 Pe la filiación no es solamente una gracia, sino algo propio y lo más puro de la fe, lo más hondo de la revelación. Celebrando la gloria de Jesús, el creyente celebra su propia gloria.
La redacción revela una elaboración teológica posterior. La montaña es allí una montaña alta (Mt 17, 1), aquí es la montaña, un lugar de revelación (cf Ex 19). El autor apela al hecho de la transfiguración para mostrar la filiación divina de Jesús. Fe primitiva y sencilla pero llena de fundamento. Celebrar la transfiguración es consolidar nuestra fe en Jesús. La confirmación que Jesús da a toda la Escritura anima al creyente para continuar creyendo en él como Hijo a pesar de la contradicción externa o interna. Así la predicación apostólica se convierte en verdadera antorcha que alumbra el camino del creyente. El cristiano se apoya en la debilidad del signo de la Palabra y desde ahí saca arrestos para vivir su fe. En esa debilidad encuentra fuerza. Un argumento más para apoyarse en la gloria de Jesús.
EUCARISTÍA 1978, 36
4.
-"Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo no nos fundábamos en invenciones fantásticas...": Esta carta es el último escrito del NT, que debe situarse alrededor del año 120 d C. Su autor, siguiendo la costumbre literaria de la época, pone su escrito bajo la autoridad apostólica de Pedro. Intenta responder a críticas de herejes que ante el retraso de la segunda venida del Señor la ponen en entredicho. Frente a esta negación, el autor presenta el testimonio de la experiencia de la transfiguración, vivida por el apóstol Pedro.
-"Habíamos sido testigos oculares de su grandeza": La gloria que Cristo ha recibido del Padre en la resurrección, y de la que la transfiguración es un anticipo, es el fundamento de su presencia poderosa en la Iglesia y de su segunda venida, cuando la manifestará a todos los hombres. La descripción de la carta da por conocidos los hechos explicados en los evangelios sinópticos; por eso no entra en detalles. Además, la transfiguración es una confirmación para los apóstoles de las palabras de los profetas, aplicadas a Cristo.
-"Hasta que despunte el día y el lucero nazca en vuestros corazones": El texto termina con una referencia a la Parusía que agrupa una visión de carácter cósmico (día) con una visión más psicológica e individual (vuestros corazones).
JOAN
NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 16
5.
Los rasgos característicos de una carta son muy escasos en la llamada segunda carta de Pedro: un saludo vago al comienzo (vv 1-2) y poco más. Al final tampoco hallamos una salutación epistolar. El escrito atribuido a Pedro es más bien un testamento epistolar: el autor afirma que se halla a las puertas de la muerte; se lo ha revelado Cristo: «su tienda será recogida pronto» (14). Siguiendo las leyes del género literario en cuestión el autor desea que recuerden siempre «estas cosas» (15); se trata evidentemente, de cosas que ha mencionado antes (lista de virtudes cristianas) y de las que expone a continuación: la fuerza y la certeza de la futura irrupción de Cristo en el mundo (16ss), la parusía, que la transfiguración prefigura y garantiza.
El autor de 2 Pe siente una sincera preocupación por el presente y por el futuro de la fe de los hermanos; así lo prueba el género literario que adopta: cuando se trata de transmitir o cultivar el mejor don, la fe, no duda en emplear el mejor medio, el más solemne. Por eso pone el escrito en labios del hombre más venerado por la comunidad cristiana y en el momento trascendental de su vida: cuando Pedro está a punto de morir. Proviniendo de Pedro, las palabras del autor desconocido resultarían más convincentes y, forzosamente, darán más fruto.
La preocupación por la fe de los demás es, pues, lo que mueve al desconocido autor de 2 Pe a escribir. Aunque la fe de sus hermanos de comunidad está amenazada de herejía, él se dirige «a los que han obtenido una fe tan inapreciable como la nuestra». La solidaridad en la fe cristiana se demuestra ciertamente en la oración común, en el contacto y el diálogo con los que sintonizan con nosotros. Pero cuando las cosas no van tan bien, cuando los otros no piensan como nosotros y cuando los hermanos expresan su fe en un lenguaje o una cultura que no es la nuestra o la viven en una celebración popular que contrasta con nuestras eucaristías, también entonces podemos dirigirnos «a los que han obtenido una fe tan inapreciable como la nuestra». Tal vez el resultado no será siempre una rectificación de la fe de los otros -como en el caso de 2 Pe-, sino un enriquecimiento de la nuestra.
J.
AGí
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 351 s.
6.
La segunda carta de Pedro está considerada el escrito más reciente de todo el Nuevo Testamento. La tercera generación cristiana expresa en ella su fidelidad a la fe apostólica que ha recibido en herencia.
El autor se pone en el lugar de Pedro y revive la fe del apóstol que supo descubrir en jesús, muerto y resucitado, el Hijo amado del Padre a quien su voz invitaba a escuchar. La fe en jesús no es fruto de "fábulas fantásticas", sino de la experiencia apostólica que se transmite a todas las generaciones. Esta fe ya había sido anunciada por tos profetas.
La fe de Pedro y de los apóstoles y las palabras de los profetas siguen siendo hay día "una luz" que ilumina nuestro camino de creyentes.
JORDI
LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 10,15