35 HOMILÍAS PARA LA FIESTA DEL
APÓSTOL SANTIAGO
(
31-35)

31.

1. CLARETIANOS

En el corazón del verano celebramos la fiesta de Santiago, apóstol. Es probable que algunos de los que leéis esta carta hayáis hecho, o penséis hacer, el camino de Santiago. Para vosotros esta fiesta estará llena de resonancias especiales ligadas al camino.

Pero creo que la clave más importante para entender a este seguidor de Jesús nos la ofrece la Palabra de hoy. En la primera lectura se alude a su decapitación por orden de Herodes. ¿La causa? ¡Haber llenado Jerusalén con las enseñanzas de Jesús! (esta es la opinión del sumo sacerdote) ¡Obedecer a Dios antes que a los hombres! (esta es la razón que ofrecen los mismos apóstoles). En cualquier caso, la muerte es consecuencia de haber arriesgado la vida por Jesús, de haber salido de casa para anunciar el evangelio. En este texto, Santiago y los demás aparecen como hombres audaces, "con mucho valor".

El fragmento de la segunda carta de Pablo a los corintios nos desvela que "una fuerza tan extraordinaria es de Dios". Santiago no es un superman, no tiene unas cualidades excepcionales, no ha pasado a la historia como un héroe. Él es simplemente una vasija de barro que ha sabido acoger el "tesoro" de la fuerza de Dios. Por eso, aunque lo aprieten por todos lados, no logran aplastarlo; aunque lo derriben, no lo rematan. Él lleva en el cuerpo la muerte de Jesús.

El evangelio tiene un vigor excepcional. Habla de Santiago sin nombrarlo expresamente. Aparece formando terna con su madre y con su hermano Juan. Es difícil saber si Juan y Santiago son dos tipos débiles que se refugian en su madre o si su madre es sólo la portavoz atrevida de sus deseos de poder. En cualquier caso, resulta chocante el contraste entre las expectativas de esta singular familia y la propuesta de Jesús. Los hermanos aspiran a formar parte del núcleo íntimo de Jesús. Y Jesús no rechaza este deseo. Lo que hace es cambiar la vía de acceso. Estarán muy cerca de él, pero no por la vía de los privilegios, del enchufe, sino por el hecho de compartir su suerte. En este sentido, la muerte de Santiago no es sino una participación en la muerte de Jesús. Por la puerta de la entrega de la propia vida, Santiago está sentado con Jesús en su Reino.

Valor, apertura a la gracia de Dios y entrega de la propia vida con los tres hitos de este singular "camino de Santiago" que nos propone la liturgia de hoy. No es preciso peregrinar a Roncesvalles o a la Plaza del Obradoiro. No hay que comprarse una mochila y unas botas de montaña. Este camino se puede recorrer en la sencillez de nuestra vida cotidiana. Sin salir de ella estamos llamados a superar la cobardía con la que a veces vivimos nuestra vocación cristiana. ¡No se hunde el mundo porque anunciemos a Jesús en aquellos ambientes en los que nadie quiere oír hablar de él! Esto no lo hacemos porque seamos mejores que los demás, porque podamos presentar un expediente de primera clase. Lo hacemos porque en la pobreza de nuestras vidas actúa la fuerza de Dios. Convencidos de esto podemos hacer de nuestra vida una entrega, una ruta de servicio. Quien sirve a fondo perdido está ensayando diariamente su muerte. Servir es empezar a morir. ¿O empezar a vivir?

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


32.

En el Evangelio de hoy, la petición de la madre de los Zebedeos genera en los otros discípulos indignación, recelo y división. Esta situación la aprovecha el maestro para corregir pedagógicamente los fallos de los discípulos. Frente al egoísmo de todos, el maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad transfigurada en servicio. Su pensamiento se desarrolla en tres estrofas:

"Los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen". Jesús coloca el énfasis en la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones en la comunidad de los discípulos.

"El que quiera ser el más grande entre ustedes, sea el servidor". Esta sentencia de Jesús esta en paralelo de contraste con "los jefes de las naciones" que ocupan un puesto de dirección y responsabilidad. Jesús no quiere una comunidad sin autoridad, pero pone como condición a quienes la ejerzan que han de tener un alma de pobre y una actitud de servicio como un esclavo. El candidato a ser "el primero" deberá hacerse servidor y esclavo de todos, porque la novedad del espíritu de gobierno, según el Evangelio, está en servir incondicionalmente a los otros.

"El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos". Con estas sentencias, Jesús autodefine su misión como servicio y entrega de la propia vida por los demás. Con esto queda claro lo que quiso decir Jesús al hablar de su "cáliz". Se corrige la falta de inteligencia de los que soñaban con los primeros puestos en el Reino y se ponen las condiciones para ser parte de la comunidad de los discípulos.

El ejemplo de Santiago y de los otros discípulos nos exige a todos nosotros el construir otro tipo de vida eclesial, donde la autoridad se ejerza como servicio y no como privilegio; jerarquía o autoridad, donde seamos capaces de entregar la propia vida por el hermano empobrecido como lo hizo el mismo Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos.

J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid


33. DOMINICOS 2004

El nombre de Santiago va asociado al camino que conduce a una pequeña ciudad del noroeste de nuestro país. El camino es símbolo de comunicación, de apertura, de encuentro…La iglesia apostólica fue una iglesia caminante, comunicativa, abierta. Cuando en la fiesta de un apóstol recordamos el origen y el fundamento de la Iglesia, recordamos que el sentido de la iglesia es ponerse en camino y acudir al encuentro de la gente. Recordamos que la misión de la comunidad cristiana es abrir caminos que conduzcan a Dios y al encuentro en la paz y la justicia de todos los pueblos.

Comentario Bíblico

Iª Lectura: Hechos (4, 33; 5, 12.27-33; 12, 2): El primer apóstol de Jesucristo mártir
I.1. La primera lectura de esta fiesta está entrelazada con un conjunto de datos que los Hechos nos ofrecen del testimonio de la primitiva comunidad, especialmente de los apóstoles (los Doce), que son los únicos que Lucas, su autor, reconoce como tales en esta segunda parte de su obra. Ellos daban testimonio de la resurrección de Jesús, no podía ser de otra manera, porque de lo contrario no se explicaría lo que se ha dicho sobre Pentecostés y las consecuencias que esto supuso para los seguidores de Jesús, que todavía no tenían ni siquiera un nombre como seguidores. Será en Antioquía donde recibirán el de “cristianos”. Santiago, uno de los hijos del Zebedeo, debía ser, sin duda, en esos primeros momentos, un personaje influyente en la comunidad de Jerusalén, hasta que Santiago, el hermano del Señor se hizo con las riendas de los cristianos que pudieron quedarse en Jerusalén a causa de las persecuciones.

I.2. La muerte de Santiago, el Zebedeo, se nos relata escuetamente en Hch 12,1-2 y pone de manifiesto que fue el primero de los Doce que sufrió el martirio a manos de Herodes Agripa, el nieto de Herodes el Grande, quien había recibido el poder de Roma por unos años. Lucas no se preocupa demasiado en describir cómo sucedió, a diferencia de lo que sucede con Esteban (Hch 7). En todo caso, la noticia sirve de introducción al hermoso relato de la liberación de Pedro de manos de las intenciones del judaísmo, en el contexto de la Pascua. Y es la consecuencia, sin duda, del anuncio de la resurrección por parte de los Apóstoles. De hecho, la noticia sorprende en el sentido de que no fuera Pedro precisamente el primero en recibir el bautismo de sangre en nombre de Jesucristo. No hay explicaciones satisfactorias sobre el particular: ¿por qué Santiago y no Pedro? ¿era el más señalado por su ideología frente al judaísmo? Esta es una explicación que algunos han tratado de justificar, pero no es posible asegurarlo.


IIª Lectura: 2Corintios (4,7-15): El tesoro de ser apóstol, en vasos de barro
II.1. En la defensa que Pablo tiene que hacer de su apostolado ante la comunidad de Corinto, porque han llegado “algunos” con cartas de recomendación para “dirigir” a la comunidad, se expresa la pasión que el “apóstol” de los gentiles por el mensaje de la salvación. Es un texto de una precisión inigualable. Todo se inicia (vv.8-9) con una lista de calamidades con las que se quiere ilustrar la metáfora del vaso de barro. Pero esas calamidades no destruyen -se entiende que por la ayuda y la acción de Dios-, ese vaso de debilidad que es el apóstol que predica el evangelio. Es decir, el tesoro, que es el evangelio o el mismo servicio del evangelio, hace posible que el apóstol o los apóstoles no vivan angustiados ni desesperados ni abandonados ni perdidos. Se trata de un catálogo que algunos han comparado con las adversidades que relatan los filósofos cínico-estoicos. Pero la verdad es que no está hablando de una propuesta de ataraxía o imperturbabilidad por parte de Pablo, sino que es una descripción de identificación con el misterio de Cristo, para poder participar así también, con esperanza, del triunfo de la resurrección. Por ello va a echar mano de la experiencia personal que todo creyente debe tener con Jesucristo, con su muerte y su resurrección.

II.2. Pero más aún, el “emisario” o “apóstol” del evangelio debe estar en disposición de vivir esta vida en Cristo: entregarse a la muerte, para que los otros vivan de ese evangelio. Así se dice clara y manifiestamente en 4,12: “de este modo, la muerte acontece en nosotros, y en vosotros la vida”. Significa que mientras el apóstol, por causa del evangelio, va gastando su vida, en esa medida siembra vida en la comunidad que acoge ese mensaje. Pablo ha expresado esta identificación con Cristo en otros momentos, como en Gál 2,20 o en Flp 3,7-11. Pero el hecho de que ahora apoye su ministerio en el kerygma: muerte y resurrección de Jesús, es porque sirve extraordinariamente a la metáfora paradójica del “vaso de barro” y del “tesoro”. El predicador del evangelio, pues, experimenta personalmente la soteriología en su doble dimensión de muerte y de vida. No se puede vivir sino muriendo, de la misma manera que Cristo no ha podido resucitar o “ser resucitado”, sino pasando por la debilidad de la muerte (v.10). Si todos los cristianos, pues, tienen que acoger esta experiencia soteriológica de identificación con Cristo, no puede ser menos el apóstol que está encargado de este ministerio.


Evangelio: Mateo (20,20-28): Beber el cáliz de Jesucristo: servir dando vida
III.1. Este episodio de la vida de Jesús con la madre de los hijos del Zebedeo, pasa a la historia de la tradición con todas las connotaciones de algo que pone de manifiesto que ha podido ser escrito, o al menos retocado, después del martirio de Santiago a manos de Herodes Agripa. Por eso mismo, algunos consideran que Jesús pudo anunciar que seguirle a él, tomar la cruz, es “beber la copa” y, sin duda, palabras como estas tuvieron que oír los suyos en el camino hacia Jerusalén. Quizá lo extraño de nuestro relato es que sea la madre de lo Zebedeos, y no éstos directamente, como sucede en Mc 10,35-45), los que hace la petición de sentarse a la derecha y a la izquierda en su gloria. ¿Será para rebajar la tensión entre los mismos discípulos y hacer más aceptable que una petición como ésta por parte de la madre es más verídica? Desde luego que el texto de Marcos debe ser más primitivo, ya que no se explicaría que Marcos hubiera prescindido de la madre. E incluso en la redacción se nota la petición era de los hijos “no sabéis lo que pedís”. Una madre, desde luego, siempre puede exagerar en el deseo de lo mejor para sus hijos.

III.2. Pero lo que está en juego en este episodio es cómo los discípulos de Jesús nunca entendieron, antes de su pasión, lo que se estaba tramando en la vida íntima de Jesús y en su misión de anunciar y hacer presente el reinado de Dios. Quizás para rebajar este equívoco la tradición ha introducido en escena a la madre. El discutir sobre los primeros puestos, el entender el mesianismo de Jesús como algo social y político, es algo que responde a la historia verdadera de los seguidores de Jesús. Pedro mismo, en Marcos 8,33, recibe el reproche más fuerte que podamos imaginar para el primero de los Doce, precisamente por no aceptar que el Mesías (Jesús en concreto), pudiera sufrir, porque esa no era la tesis oficial del judaísmo que ellos, desde luego, compartían. Se habla de cuando “reines”, lo cual denota la visión política del asunto y lo que los discípulos compartían cuando “seguían” al profeta de Galilea.

III.3. El sentido del reinado que Jesús anuncia, reinado de Dios precisamente y no de él directamente, queda truncado con la expresión de lo único que pudo prometerles a los hijos del Zabedeo, y a los Doce, y a todos los que sean sus discípulo: “beber la copa” (cf Is 51,17; Lm 4,21) que es “pasar todo un trago”. Es el anuncio de una prueba dolorosa que a Jesús no se le escapaba para él y para los suyos. Esto no recuerda, inmediatamente, la escena de Getsemaní, que el mismo tuvo que afrontar desde su experiencia y psicología humana. ¿Por predicar un Dios así, un mensaje de liberación, las bienaventuranzas para los pobres y limpios de corazón, se debe pasar por este “trago”? ¡Sin duda! Eso es lo que les puede prometer Jesús a Santiago y Juan y a los Doce. Porque esa “copa” es la única que los hombres permiten al profeta del reinado de Dios. Y con ello se deshace el deseo ardiente de los primeros puestos, de triunfar, del poder… El mensaje de Jesús lleva en su entraña el desposeerse de muchas cosas, pero especialmente el desposeerse de “triunfar” o al menos de triunfar venciendo a los demás. Con el mensaje de Jesús se gana perdiendo, es decir, dando la vida a los otros como “pro-existencia” verdadera.

III.4. El desmontaje del poder, poniendo como ejemplo la actitud de los jefes de este mundo, es proverbial. Los verbos que se usan son elocuentes: tiranizar y oprimir. Esa es la historia verdadera de los jefes y los imperios o reinos de los hombres. El reinado de Dios, causa de Jesús, tiene un verbo más elocuente “servir”. La aplicación que se hace en el dicho al Hijo del hombre, es decir, al mismo “yo” de Jesús no deja lugar a dudas. Se trata de “servir dando la vida”. No es simplemente el verbo “servir” a secas que puede sonar simplemente a esclavitud. Porque no se trata tampoco en el cristianismo de “ser esclavos”. No es ese el sentido. El cristiano no es “esclavo” ni del mismo Dios, porque Jesús no quiso hacernos esclavos de Dios. Por tanto “servir dando la vida” por muchos, es decir, por todos, es lo específico de Jesús y lo debe ser de sus seguidores. Eso es triunfar y beber la copa, y pasar el trago del seguimiento. Por eso la palabra “rescate” (lýtron) debe tener ese sentido de redención o liberación. Es el término técnico para que los prisioneros de guerra o lo esclavos lograran su libertad. Por tanto, redención (lýtron) debe significar “vivir haciendo vivir a los demás”, “dando vida a los demás”; es es el precio, ese es el lýtron cristiano. Eso es lo que Jesús promete a los Zebedeos.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

Cuando la Iglesia recuerda la vida de un apóstol se remonta a los orígenes de la comunidad cristiana. Y con ese recuerdo todos los creyentes renovamos nuestro compromiso con la finalidad y el sentido de la iglesia. Santiago fue uno de los apóstoles que tras la muerte de Jesús desempeñó un papel central en la marcha de la primera comunidad cristiana.

En nuestra tradición al decir el nombre de Santiago a casi todos nos viene a la mente la palabra camino. El camino es símbolo de comunicación, de apertura, de encuentro, de desarrollo. Los caminos ponen en relación pueblos distantes, vinculan personas alejadas, unen lo que se encontraba separado. Son ocasión de intercambio comercial y de producción cultural.

La iglesia apostólica fue una iglesia caminante. Los apóstoles experimentaron que Jesús, después de su muerte, vivía junto a Dios y por eso seguía presente en medio de la humanidad. Y escucharon que ese Jesús les llamaba a salir al encuentro de otras personas para llevarles la paz y la reconciliación de Dios. Por eso, aquel grupo de pescadores israelitas recorrieron a pie miles de kilómetros llegando a lugares lejanos para ellos. Si como iglesia queremos recuperar nuestra identidad y renovar nuestra vocación tenemos que mirar a Jesús y atender a la forma en que se hizo presente en la primera comunidad. Jesús se presentó a sí mismo como camino y él mismo empleó su vida recorriendo caminos para encontrarse con la gente.

Todos nos damos cuenta que el mundo y la vida de las personas ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Nuevos problemas y nuevas necesidades surgen a nuestro alrededor. Todos percibimos que la vida de muchos de los que nos rodean se encuentran afectadas por relaciones rotas, por heridas profundas en su corazón, por fracasos que dificultan el ponerse de nuevo en camino. En nuestro mundo se ha hecho muy grande la necesidad de relación, de comunicación auténtica y profunda. Como iglesia nos tenemos que preguntar si tenemos oídos para escuchar las necesidades de las personas con las que vivimos; si somos capaces de trazar caminos que nos lleven al encuentro de esas necesidades; si las personas con dificulta y problemas tienen cabida en nuestra iglesia.

Algunas personas nos comentan su desencanto con la iglesia. Y dicen no entender a una iglesia que cuando habla en público parece empeñada en instruir más que en animar, en reñir más que en estimular. Dicen que les resulta difícil confiar en una iglesia que da la impresión de tener respuestas para todo, pero que se aventura poco en acompañar búsquedas. Todos nosotros somos iglesia y todos nosotros tenemos responsabilidad en que ese desencanto pueda transformarse en confianza renovada. Para ello es importante que volvamos a centrar la atención en Jesús y ver que Él hizo las cosas de otro modo. Salía al encuentro de la gente con la mano extendida.

Desde hace algunos años el camino de Santiago se ha vuelto a llenar de personas que lo transitan. Todos los que han recorrido ese camino siempre dicen lo mismo. Los paisajes que atraviesan son impresionantes. Pero lo más importante del viaje no es el paisaje. Lo más importante del camino de Santiago es que permite un viaje al interior de uno mismo. Poco a poco y al ritmo de la andadura uno va introduciéndose en su interior y aprende a conocer su capacidad de esfuerzo y de sufrimiento. Y se recupera de nuevo el valor de tantas cosas importantes: un amanecer, una puesta de sol, el silencio del bosque, el agua fresca bebida en el cuenco de la mano. Y se descubre que la aventura más impresionante es el encuentro sincero y tranquillo con otras personas. Y en medio de ese viaje interior quizás algunos se sorprenden a sí mismo elevando una oración de gratitud por lo que el Dios bueno nos ha dado. O una petición de perdón por el daño hecho a otras personas o por el tiempo perdido en la vida.

Hoy día las distancias se han hecho más cortas y los viajes mucho más frecuentes. Los aeropuertos están al borde de su capacidad. Cada uno de nosotros hemos estado en lugares que hace años no hubiéramos soñado con llegar a ver. Pero en este mundo de viajes sigue pendiente el viaje más importante que cada uno de nosotros tiene que realizar. El viaje al interior de uno mismo.

Hoy día, algunos se preguntan por el lugar y el sentido de la iglesia. ¿Cuál es nuestra misión, cuál es nuestra función? La iglesia apostólica y la iglesia medieval nos ha dejado una indicación para encontrar la respuesta. La misión de la iglesia es ayudar a otros a recorrer su camino interior, a salir al encuentro de sí mismos para allí encontrarse de verdad con los otros, con el mundo y con Dios.

Fray Ricardo de Luis Carballada, O.P
ricardodeluis@dominicos.org


34.

SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APOSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA
25 de JULIO 2004
¿PODEIS BEBER MI CALIZ?
1. "El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. La diestra del Señor lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión con el perdón de los pecados" Hechos 4,33. Ete texto de los Hechos de los Apóstoles contiene el kerigma completo proclamado por ellos después de la resurrección, consiguientemente también por Santiago, que será el primero en derramar su sangre y participar plenamente en el cáliz redentor de Cristo, como respondió a Jesús que podía. Bajo la autoridad de Pedro y con el acuerdo de los doce, se distribuyen la tierra conocida para proclamar este mensaje de perdón y de salvación, como les había ordenado Jesús.

2. Según la tradición, a España, provincia del Imperio, viene Santiago el Mayor, uno de los hijos del Zebedeo, el hermano de Juan. De carácter fuerte y ambicioso, arrebatado, Hijo del Trueno, y predilecto del Señor. Hispania, culturizada por Roma, se había enriquecido con un cruce de colonizaciones y civilizaciones. Desde la Hesperia de los griegos y la Iberia de los cartagineses hasta de nuevo la Hispania romana, de vuelta al nombre de los fenicios, seguidores de los reyes del mito, Gerión, Gárgoris y Habis, su hijo incestuoso, amamantado por las ciervas del monte, como Rómulo y Remo por la loba de Roma, los iberos de Africa, antes de Argantonio, ya habían dado a nuestra patria el nombre primigenio de Iberia, como hija del padre Ebro, máximo exponente de la tierra. Del centro y del norte de Europa, llegaron después los celtas, hombres rubios y algo más refinados, en contraste con los africanos, que eran morenos y fuertes. Del mestizaje de los dos pueblos nacerán los celtíberos, que darán el nombre a Celtiberia. Los griegos también colonizan a Iberia, antes de que vengan los romanos e integren la península como Hispania, constituida ya colonia romana. Este cruce de invasiones dio lugar a un enjambre de paganismo y de religiones, necesitadas de evangelio y difíciles para recibirlo.

3. A este campo duro de siembra llega Santiago, y aquí, lejos de Oriente, en el "finis terrae" y confín del "mare tenebrosum", donde acaba la tierra, sembró las primeras semillas de las que brotaron los siete varones apostólicos, todos ungidos obispos de las primeras comunidades cristianas de España, que prepararán la gran gesta y la mayor evangelización de los nuevos pueblos de América, donde después de 1.500 años, España dejará la fe, la lengua, las costumbres y hasta el nombre de algunas ciudades, como Santiago de los Caballeros en la República Dominicana, Santiago en Cuba, en Brasil, en Panamá, en Costa Rica, en Paraguay, en Perú y en Chile. Sudor y zozobra. Angustia y desamparo. Tanto sufría Santiago que María, la madre del Señor, compadecida de la soledad del Apóstol y, seguramente con la recomendación de su hermano Juan, y su “hijo”, vino en carne mortal a Zaragoza, la Cesaraugusta de nombre imperial, situada en la orilla del Ebro, a confortar su espíritu, según mantiene la vieja y arraigada tradición. María fortaleció su corazón solitario, su siembra al parecer estéril, la tortura del Reino que no cuajaba. No hay soledad mayor que la del que habla un lenguaje que no es comprendido, ni él mismo comprende el lenguaje y la vida de aquellos a quienes trae la Vida, porque se expresan en códigos diferentes. Su siembra dolorosa fue fecunda: Santiago introdujo a María en España y España introducirá a María igualmente en América y con ella la fe, hoy tan firme y floreciente. Vuelto a Jerusalén, "el rey Herodes lo hizo decapitar para complacer a los judíos". A los que seguimos sembrando nos fortalece el pensar y ver que es verdad que el grano sembrado en tierra da mucho fruto, viendo la cosecha de la predicación del Apóstol, que parecía inútil.

4. Según el Codex Calixtinus del siglo XII, y la Leyenda aurea del siglo XIII, los discípulos del santo transportaron su cuerpo por mar hasta Galicia, y lo depositaron cerca de la ciudad romana Iria Flavia. Otra tradición hace protagonistas a los monjes andaluces que, huyendo de la invasión musulmana, subieron hacia arriba, llevando consigo los huesos de Santiago. Pero el hecho de la evangelización de España por Santiago consta ya en el Breviarium Apostolorum del siglo VII. Su sepulcro, como el de Jesús en Jerusalén, en las Cruzadas, y el de Pedro y Pablo en Roma, en las romerías, se convirtió en lugar de peregrinación, para conseguir la perdonanza atravesando el Pórtico de la Gloria del maestro Mateo. Allí nació Europa, y allí tiene sus raíces. A recobrar esas raices de su evangelización convocó Juan Pablo II a Europa, en el año 1982: "Europa, se tú misma". Venían de Europa los peregrinos, trasvasando fe, cultura y fraternidad. Con las multitudes vinieron también personajes como Carlomando y el Poverello de Asís. Desde Somport a Roncesvalles, llegando hasta Puente la Reina en Navarra, la tierra riojana, y la castellana hasta arribar por fin en Galicia, a Santiago, Campo de estrellas. Decían los alemanes: Grande fue nuestra devoción en Roma ante San Pedro y San Pablo, pero la mayor la sentimos ante el sepulcro de Santiago en Compostela. Y avanzaban cantando sin importarles mezclar el latín con el alemán: “Herru Santiagu, Got Santiagu, eutreia, esuseia, Deus aia nos”. “Señor Santiago, Divino Santiago, adelante, arriba, Dios nos ayude”.

5. Bien puede decir Santiago con Pablo que "el tesoro de la fe lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros". Por eso aunque "nos aprietan por todos lados, no nos aplastan". Y si "nos entregan a la muerte por causa de Jesús, es para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" 2 Corintios 4,7. Como a él lo entregaron a la muerte, también a nosotros. Por tres veces fue corregido por Jesús: En Samaría, cuando quería hacer llover fuego de destrucción. Cuando interpuso la mediación de su madre pidiendo el puesto más apetecible a su entender. Cuando en Getsemaní, se durmió mientras Jesús agonizaba: “¿No habéis podido velar una hora conmigo?”.

6. Con el martirio de Santiago se cumple la palabra profética de Jesús: "Beberéis mi cáliz". Se lo dijo cuando estaba lejos de desear la muerte, sino un cargo sobresaliente en el reino de Jesús, concebido a la manera humana, en competencia con Pedro, quien, con su hermano Juan, eran los tres predilectos de Jesús: Les había elegido para que vieran la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y su oración en el Huerto. "No sabían lo que pedían" Mateo 20,20. Ocurre hoy, como ayer y como siempre, cuando se busca, se pretende, se rodea el mundo y se interponen mediadores para conseguir los primeros puestos, sin darse cuenta de que el porrazo es más resonante, cuanto de más alto se cae. Ya dijo San Pío X, cuando le elevaron a obispo de Mántua: mientras el sacerdote lleva la cruz por dentro es soportable. Cuando la lleva por fuera, es intolerable. Pero al que lo procuró hay que recordarle la frase castellana: “Fraile mostén, tú lo quisiste, tú te lo ten”.

7. Los dos Zebedeos, Santiago y Juan, sobre todo el impetuoso Santiago, como los discípulos que se indignaron cuando oyeron su pretensión, estaban aún verdes para la cosecha del martirio. No había venido todavía el Espíritu que les haría fuertes a unos y a otros para dar testimonio de la muerte y la resurrección de Cristo.

8. Que nadie se desespere ante su inmadurez en la fe, sabiendo que esta fuerza viene de Dios, que constantemente trabaja nuestro corazón, si le dejamos, con la gracia, con el riego de la oración personal, con los sacramentos, y especialmente con el de la Eucaristía, que estamos celebrando, con el que nos unimos a la Pascua de Jesús. Con su fuerza "nuestra tierra dará su fruto, porque nos bendice el Señor, nuestro Dios" Salmo 66.

JESÚS MARTÍ BALLESTER


35.

Si nos preguntamos por el origen de nuestra fe, de donde nos viene, quienes nos la han comunicado, tal vez cada uno tendría respuestas distintas:

Algunos pudieron encontrar la fe tras un proceso de búsqueda personal, pero la mayoría hablaríamos de:

Padres, abuelos, tíos o tías mayores que vivían con nosotros y nos enseñaron a rezar y tratar con Dios.

Catequistas, maestros, personas que nos fueron transmitiendo la fe, el tesoro de la fe que hemos heredado de todos ellos.

Ahora bien lo que ellos nos dieron, lo que nos transmitieron, que sin duda alguna era lo mejor que tenían, no lo inventaron, no se lo sacaron de la manga, si no que es la herencia directa de aquellos que vivieron con Jesús, el testimonio transmitido de generación en generación, de padres a hijos, de abuelos a nietos, año tras año, siglo tras siglo, de aquellos que recibieron el mandato directo del Señor: Id al mundo entero y predicad el evangelio.

De Jesús a nosotros pasando por los apóstoles y generación a generación tenemos su fe, la fe de los apóstoles, somos herederos directos de aquellos que convivieron con el mismo Jesús, tenemos una fe que:

en un principio ni ellos mismos entendían muy bien, (veíamos hoy como la madre de Santiago pedía los primeros puestos para sus hijos, lo cual bueno que no entendiera la madre pasa, pero los otros tampoco lo entendían muy bien cuando su protesta era fruto de las envidias),

Pero que a la luz de la muerte victoriosa de Jesús no sólo entienden, sino que ilumina su vida, no sólo entienden, no sólo comprenden, sino que de esa muerte victoriosa reciben la fuerza, reciben la esperanza, la valentía para responder generosamente al mandato del Señor: Id al mundo entero y predicad el evangelio. Y fueron y predicaron.

Precisamente hoy estamos celebrando aquí en Castropol (de un modo solemne) la fiesta de uno de estos apóstoles la fiesta de Santiago, la fiesta del patrono de vuestro pueblo, la fiesta del patrono del España, celebramos que Santiago fue el apóstol, que al mandato de Jesús respondió generosamente y la tradición nos cuenta que se llegó hasta España para anunciar lo que había visto y vivido, para comunicarnos que Dios nos quiere para la vida y para el amor.

De Santiago es de uno de los apóstoles de los que sabemos más cosas:

Fue llamado por el Señor junto con su hermano a la orilla del lago

Estuvo cerca del Señor en los momentos más importantes, transfiguración y huerto de Getsemaní.

En el evangelio aparece que lo llamaban el hijo del trueno, era impulsivo y violento, ambicionaba los primeros puestos, como vimos hoy en el evangelio, hasta que comprendió las palabras de Jesús: el que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros que sea vuestro esclavo.

A partir de entender esto, a partir de comprender la vida de Jesús, cuya muerte era victoria, el hijo del trueno sabemos que dedicó su vida por completo a anunciar lo que había visto, a anunciar a aquél con el que había vivido, a proclamar que tras la muerte y la resurrección de Jesús la vida tiene sentido; dedicó su vida a ir por el mundo y anunciar el evangelio. Hasta que la muerte por ser testigo del Señor le llegó como leíamos en la primera lectura de manos de Herodes que lo mandó decapitar.

De su vida también sabemos, según nos cuenta la tradición, que fue el apóstol que vino a España y nos transmitió la fe, el apóstol que evangelizó nuestra tierra.

Decía al principio que si cada uno de nosotros pensase en su propia fe seguramente tendríamos recuerdos, caras de personas entrañables y posiblemente lejanas ya que nos enseñaron a rezar, y seguramente más que enseñarnos nos lo mostraron con sus vidas.

Yo recuerdo a una tía abuela mía que vivía en casa y que me enseñaba el catecismo y recuerdo de un modo muy especial como me contaba la historia de Santiago desesperado en Zaragoza, y cómo se le había aparecido la Virgen y cómo le había dado ánimos y le había alentado a continuar con su misión.

Les cuento esto, por que desde que D Inocencio me invitó a presidir esta fiesta de Santiago, debe de ser por que las cosas que primero se aprenden se recuerdan siempre fue la primera imagen que me vino a la cabeza de Santiago.

Santiago desesperado, y la virgen dándole ánimos por un lado..., pero lo que más recordé estos días es lo de mi tía enseñándome el catecismo, contándome todo lo que sabía, dándome lo mejor que tenía, transmitiéndome la fe.

Y creo que esta imagen no la de mi tía pero sí la que cada uno de nosotros puede tener de quien nos enseñó a rezar, de quien nos transmitió la fe, sin duda de alguien que nos quería, tiene mucho que ver con Santiago, y tiene mucho que ver con la fiesta que hoy celebramos.

Por que celebrar a Santiago es celebrar a un apóstol, a alguien que cumplió con toda la fidelidad el mandato del Señor de ir al mundo entero y predicar el evangelio.

Nosotros tenemos una fe milenaria, una fe heredada de la predicación de Santiago, y de la predicación de miles y miles de apóstoles anónimos, curas, catequistas, padres, abuelos, familiares, rostros conocidos y rostros desconocidos, tenemos la gran suerte de haber recibido una preciosa herencia, tenemos la suerte de ser creyentes, de conocer a Jesús gracias al testimonio de todas estas personas.

Y ahora bien, que hacemos con este tesoro, que hacemos con nuestra fe, pues junto a ella también nosotros, también esta generación ha recibido el mandato del Señor.

Pues bien, podemos hacer varias cosas:

Estar orgullosos de ella y guardárnosla como creyentes no practicantes, podemos usarla a nuestra medida, para lo que nos conviene, podemos pensar que es una suerte lo que hemos recibido y quedárnoslo para nosotros.

También podemos renunciar a esa fe, podemos dejarla de lado y vivir como si no la tuviésemos

Y también podemos vivirla con todas las consecuencias, vivirla como las personas que nos transmitieron a nosotros la fe, vivirla en nuestra vida, transmitirla a los demás haciendo nuestro el mandato del Señor Id al mundo entero y predicad el evangelio

La fe no es un tesoro que se pueda enterrar para disfrutar de él mas adelante, la fe hay que usarla, hay que vivirla, hay que transmitirla, a lo mejor no con la enseñanza directa de oraciones o sí, pero desde luego sí con la enseñanza a través de nuestra vida. A través de nuestro testimonio, de nuestra manera de vivir, de trabajar, de disfrutar de la vida, de entender la vida y el descanso, de preocuparnos de los demás, todo lo que hacemos tiene que ser un espacio de fe, tiene que ser un lugar, en el que mostremos a los otros, lo que creemos, lo que recibimos de nuestros padres, que a su vez recibieron de Santiago y de los otros apóstoles: que Dios nos quiere, que está cerca de los problemas de los hombres.

Precisamente el mejor homenaje que le podemos dar a Santiago es vivir al fe que heredamos de los apóstoles, vivirla y transmitirla, no quedándonosla para nosotros solos, sino compartiéndola con los demás.

En este año santo en que tan de moda está hacer el camino a Santiago, hagámoslo si queremos y podemos, pero no dejemos de vivir la fe, no dejemos pasar de largo las oportunidades de transmitir y de vivir la fe que recibimos de nuestros padres, la fe de los apóstoles, creo que esta es la llamada que todos recibimos de Santiago:

NO ABANDONES LA FE QUE RECIBISTE DE TUS MAYORES, LA FE DE LA IGLESIA, LA FE DE LOS APOSTOLES, VÍVELA, QUE FORME PARTE DE TU VIDA, Y EN LA MEDIDA DE TUS POSIBILIDADES DÁSELA A CONOCER A OTROS, Y EN ESPECIAL A LOS QUE VIENEN DETRÁS DE TI.

Esperemos que sea de este modo

Paco Artime
Parroquia de Tapia de Casariego