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LECTURAS PARA EXEQUIAS
PRIMERA LECTURA
1ª.: Jb 19,
1. 23-27
1-1: Jb, 19, 21-27
Ver lectura del JUEVES de la Semana 26ª
1-2.
-¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos! ¿Por qué me perseguís, como hace Dios? El rechazo de la consolación. ¡Callaos! No aumentéis mi pena. ¡Guardad silencio a mi alrededor!
-Quisiera que se escribiera lo que voy a deciros, que mis palabras se grabaran sobre bronce con punzón de hierro y con buril, que para siempre en la roca se esculpieran.
Job es consciente de que lo que ahora dirá es decisivo. Sus palabras han sido elegidas por la Iglesia para una de las Lecturas de la liturgia de difuntos: cinco siglos antes de Jesucristo; ¡realmente son notables!
-Sé que mi libertador está vivo, y que al final se levantará sobre el polvo de los muertos. Job se halla a las puertas de la muerte. No ha ganado su pleito. Desea que, por lo menos, sus palabras queden grabadas de modo definitivo sobre un material indestructible, para que, algún día después de su muerte, el proceso pueda continuarse. En efecto, hay que afrontar la muerte misma para descubrir el sentido último del sufrimiento.
La respuesta final a la cuestión, no está "aquí abajo". Hay que esperar hasta «el final» para juzgar la obra de Dios.
-Tras mi despertar me mantendré en pie y con mis ojos de carne veré a Dios.
¿Cómo no ver en esas palabras el anuncio de la resurrección? Vimos ayer que la respuesta de Job a la pregunta: «¿por qué existe el mal, el sufrimiento y la muerte?» era: «el mal es incomprensible, pero soy demasiado débil para comprender, y quiero confiar en Dios que ha hecho cosas tan buenas y tan hermosas». Aquí su pensamiento ha progresado, hasta el punto de creer que nada es imposible a Dios...
Incluso la muerte no puede ser un obstáculo a Dios... Más todavía: si todas las apariencias terrenas me dicen lo contrario, yo continúo creyendo en Dios». La fe es una apuesta, un salto en lo desconocido total, pero confiando también totalmente en «aquel a quien me he confiado».
-Sí, yo mismo veré a Dios y cuando mis ojos le mirarán, El no se apartará de mí.
El punto final será allá, y sólo allá y no antes.
HoY, en efecto, la «obra de Dios» está inacabada. Hay que esperar el final.
Y Job llega a pensar que el horizonte no se iluminará aquí abajo; que no ganará el proceso antes de morir: a pesar de todo, sigue esperando... a pesar de todo, espera una salvación... a pesar de todo espera la felicidad...
Pero es más allá de la muerte, cuando todo quedará iluminado. El que confía en Dios afrontando la muerte, lanzándose a lo desconocido de la muerte... este tal, no cae en la nada, sino en las manos del Padre y cara a cara con ese Padre: «¡veré a Dios, con mis ojos, y El no se apartará de mí!» Así lo hizo Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. »
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS
PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 314 s.
1-3. Jb 19, 01-29
Job contesta a Bildad, no exactamente a sus palabras, ya que éstas, como dijimos al comentarlas, no aportan nada nuevo. Se sirve del discurso de Bildad para dar un paso más en su teodicea. No son las potencias del mal, contra lo que cree Bildad, las que han reducido a Job a la situación de castigo de sus pecados; es toda la creación la que está sometida a juicio. Es decir, la sentencia tradicional de los sabios no sirve, porque en este mundo son castigados también los inocentes; y Job, como buen oriental, no matiza y echa la culpa a Dios.
En realidad, lo que se debe poner en duda es el concepto que los amigos tienen de Dios. Es demasiado sencillo ver en el mal una obra de las potencias enemigas de Dios; eso es maniqueísmo.
La situación de Job es triste. Su mujer le desprecia, los siervos no le obedecen, los niños le desdeñan, y él pide piedad. Pero él, consciente de su inocencia -eso es lo que da sentido al drama-, querría que sus palabras se grabaran en roca para que se conservaran eternamente. En cualquier caso, hay que darle la razón.
A partir del v 25 leemos el gran acto de fe de Job que la liturgia aplica, en la misa de los difuntos, a la esperanza de la salvación. Las palabras de Job no tienen exactamente el sentido que les da la liturgia, como tampoco hay que ver a Jesús en el vocablo goel. Según Lv 25,25, goel es el que puede hacer valer un derecho: «Si un hermano tuyo se arruina y vende parte de su propiedad, vendrá el rescatador (goel), su pariente más próximo, y rescatará lo vendido por su hermano". Según esto, Job desea que se examine su causa, aunque sea después de la muerte. El autor del libro desconoce en realidad la resurrección. Habrá que esperar hasta el libro atribuido a Daniel para que esta idea entre en el AT. La fuerza de Job está precisamente en que espera en Dios sin conocer una recompensa en la otra vida. Pese a que sólo piensa en la vida umbrátil del sheol, Job quiere ver el triunfo de su causa.
Así el libro de Job preludia la idea de la resurrección y, sobre todo, aclara el concepto de Dios: Dios no se reduce a nuestras pobres concepciones, con frecuencia interesadas. La derrota de los amigos y de sus miras interesadas es evidente.
J. MAS BAYÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 305 s.
1-4: Job 19,1.23-27a. Yo sé que está vivo mi Vengador.
El libro de Job presenta una reflexión sobre la implicación o no de Dios en el problema del mal y del sufrimiento, especialmente en el pobre inocente. Se trata de una compilación de textos de épocas distintas con gran riqueza de estilos y recursos literarios. A propósito de un antiguo cuento popular no israelita, un sabio de Israel elabora un verdadero debate teológico a base de grandes poemas, enmarcados por los dos únicos textos en prosa: el prólogo y el epílogo.
La lectura de hoy forma parte de un magnífico poema en el que Job se queja a Dios por todas sus desgracias y formula una profesión de fe que anticipa la esperanza de la resurrección (19,25-27). Job se solidariza con el sufrimiento de los inocentes de todas las épocas, por eso quiere que sus palabras queden escritas, grabadas en cobre, escritas para siempre en la roca. Aunque por un instante apele Job al juicio de la historia, la fe le abre a un juicio mejor: el Dios de los padres y de los sabios de Israel le salvará.
¿Quién es el goel (vengador o defensor en hebreo) que espera Job? La fe de Israel reconoce al Señor como a su goel, su salvador, porque defiende la causa del huérfano (Pr 23,10-11), de su pueblo (Jr 50,34) o de su fiel (Lm 3,58). ¿Y cuándo actuará Dios a favor de Job? Los Padres de la Iglesia no dudan en contestar que Dios se manifestará después de la muerte de Job, resucitándole. En efecto, lee así la Vulgata: Sé que está vivo mi Vengador y que en el ultimo día yo me levantaré de la tierra. Ahora bien, en sintonía con los datos veterotestamentarios y con el mismo libro de Job, hemos de afirmar que Job espera ver, todavía en vida, la intervención de Dios. Su esperanza consiste en contemplar a Dios (19,26). Job espera asistir a su rehabilitación y ver a Dios con sus ojos mortales. Al final, cuando todavía no ha muerto, afirma Job: Tan sólo había oído hablar de ti, pero ahora te han visto mis ojos (42,5). Por tanto, no piensa Job en la resurrección, pero reconoce que corresponde a Dios la última palabra, que se ha comprometido hasta el limite por él. Job desconoce cómo lo hará Dios para eternizar su amistad, tan sólo sabe que el vengador a quien ama es eterno.
JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1999, 14 13
2ª.: Sb 02, 01-05. 21-23
2-1.-Sb 2. 1a/12-22
En la primera lectura, el profeta nos presenta cómo las fuerzas del mal, encarnadas en los impíos, quieren ahogar la fuerza de Dios que se manifiesta en la vida de los justos. Es el conflicto de siempre, que pasa por el mismo corazón del hombre. Este fragmento se dirige directamente a los judíos fieles de Alejandría que son perseguidos y despreciados por los judíos renegados y por los paganos. La Iglesia ve en este texto un anuncio de la pasión de Cristo, el hombre bueno por excelencia.
MISA DOMINICAL 1990, 7
2-2.
En la primera lectura, el profeta nos presenta cómo las fuerzas del mal, encarnadas en los impíos, quieren ahogar la fuerza de Dios que se manifiesta en la vida de los justos. Es el conflicto de siempre, que pasa por el mismo corazón del hombre. Este fragmento se dirige directamente a los judíos fieles de Alejandría que son perseguidos y despreciados por los judíos renegados y por los paganos. La Iglesia ve en este texto un anuncio de la pasión de Cristo, el hombre bueno por excelencia.
2-3.
En el Evangelio de hoy, se siente estrecharse la conspiración alrededor de Jesús. Se concreta el complot que dentro de unos días llegará al desenlace.
-Los que meditan el mal se dicen en su interior «Tendamos un lazo al justo...
Este pasaje del Antiguo Testamento parece un análisis, por adelantado, de lo que pasará durante la Pasión.
A medida que va acercándose la Semana Santa, sería conveniente que yo tratara de entrar más en una contemplación de Cristo sufriente: lo que ha sufrido, El, que preveía todo, El, que sentía estrecharse el cerco, quince días antes de su muerte.
La experiencia de estar «rodeado de odio»... acorralado. Saber que hay gente que está en contra y que busca dañaros.
-Se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos lleva la contraria, nos reprocha el desobedecer a la ley de Dios, se llama a sí mismo «Hijo de Dios». Es un reproche viviente de nuestros criterios.
Estas frases me ayudan a penetrar en uno de los muchos sufrimientos de Jesús. El, el muy puro, el muy santo, el todo amor, el fidelísimo al Padre vivía al contacto de esos pobres pecadores que somos todos nosotros... podría decirse en la espantosa promiscuidad de los pecadores.
Jesús «reproche viviente» por su sola conducta.
-Proclama dichosa la muerte de los justos, y se ufana de tener a Dios por Padre.
Sin embargo, ¡todo es verdad!
Y ¿cómo decir lo contrario, cuando se está seguro de que es verdad?
Si este Justo es Hijo de Dios, Dios le asistirá...
-Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte infame, pues, según dijo, alguien cuidará de El.
¡Qué maldad atroz! Pobre humanidad.
De hecho, al pie de la cruz, tales propósitos se han mantenido: "Si eres hijo de Dios... baja de la cruz". «¡Deja! Veamos si Elías viene a salvarle.» No puedo meditar sobre esto quedándome «ajeno».
No tengo derecho a condenar como si yo estuviera totalmente indemne de esos propósitos llenos de desprecio y de hiel. De ningún modo puedo olvidar que mis propios pecados tienen algo que ver aquí.
Por unos momentos, me pongo ante un crucifijo... y rezo...
-Así discurren; pero se equivocan: Les ciega su maldad. Desconocen los secretos de Dios.
En medio de los sarcasmos, éste es el sentimiento sereno de Jesús. Descansa totalmente sobre el secreto de Dios: se sabe comprendido y amado de El.
Contemplo tu paz, Señor Jesús.
¡Danos esta paz.
Que sepamos apoyarnos sobre "los secretos de Dios".
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO, NAVIDAD,
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 146 s.
3ª.: Sb 03, 01-09
3-1. HEDONISMO. VIDA ETERNA. MORALIDAD: SIN FUNDAMENTO DE LA VIDA ETERNA
ES DIFICIL MANTENERLA.
* A modo de prólogo: ¿Merece la pena vivir, de forma cabal, en este mundo?
-En los primeros capítulos de este libro aparece, en repetidas ocasiones, la contraposición entre justos o buenos, y malvados o insensatos. Oigamos la opinión de estos últimos: "Nacimos casualmente y luego pasaremos como quien no existió...; cuando la chispa del corazón se apague, se cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire tenue" (2. 2-3); "...la vida es corta y triste, y el trance final del hombre, irremediable; y no consta de nadie que haya regresado del abismo" (2. 1). No es raro en nuestros -al menos, "curiosos"- velatorios ideas muy similares en forma de chistes.
-Y si nuestra vida es sólo una "llamarada" que se extingue sin dejar rastro ni nombre (cf. 2. 4 ss), si nadie vuelve de la ultratumba, ¿cómo debemos vivir nuestra existencia? Según los insensatos, la respuesta es clara, epicúrea: "¡Venga..., a gozar de las cosas con ansia juvenil" (2. 6), "que no quede pradera sin probar nuestra orgía..." (2. 9). No tenemos por qué respetar a nada ni a nadie: "atropellemos al justo..., no nos apiademos de la viuda ni respetemos las canas venerables del anciano; que sea nuestra fuerza la norma del derecho, pues lo débil... no sirve para nada" (2. 10 ss.). Y como el bueno nos molesta acusándonos, ¡acabemos con él! (2. 12 ss.).
-Una concepción de vida como ésta, y por desgracia tan frecuente, ¿merece la pena ser vivida?
* Texto.
-Los malvados condenan al bueno a muerte para comprobar si es verdad lo que dice: "si... es hijo de Dios, él lo auxiliará..., pues dice que hay quien mire por él" (2. 18-20). ¡Además de injustos, irónicos con la vida intachable del justo! El texto litúrgico de hoy nos dice que los que piensan así están equivocados, ya que los justos "están en manos de Dios" (3. 1), "están en paz", siguen al lado de Dios y éste les cuida (v. 9).
Los buenos han entrado en un nuevo reino de paz en el que el Señor cuida a sus elegidos, se apiada de ellos... Este es el galardón de su vida intachable (2. 22). Así la muerte no es una desgracia ni una destrucción, como pensaban los malvados. El justo puede gloriarse de tener por Padre a Dios. -Los malvados probaron al justo para ver su paciencia, si es verdad lo que dice... (2. 17/19), pero en realidad es el Señor quien los prueba como oro en crisol, "...y los halló dignos de sí" (3. 5). Los pequeños castigos se convierten en grandes favores (3. 5).
-El fuego que resplandece (v. 7) es imagen clásica de escatología. El triunfo final de los justos sometiendo a los pueblos y gobernando naciones bajo el mandato divino (vv. 7-8) son imágenes claramente escatológicas. ¿De un futuro ultraterreno o extraterreno? El texto no dice nada.
* Reflexión.
-De todas las oposiciones entre justos y malvados, "...la más importante es la acción oculta de Dios, que ahora se manifiesta; el que creyó en ella en vida, transformó toda su vida en esperanza (v. 4), una esperanza que hace comprender la verdad (v. 9) de que Dios quiere a los suyos" (cf. Alonso Schökel, "Sabiduría" en "Los Libros Sagrados", Ed. Cristiandad, Madrid 1974, de donde he sacado la mayor parte de estas ideas).
A. GIL MODREGO
DABAR 1986, 54
3-2. /Sb/03/01-15
El presente texto del libro de la Sabiduría, leído en la fiesta de los mártires, sirve para alabarlos y ensalzar su nombre. A pesar de que en realidad no se refiera directamente a los mártires, sino más bien a los justos, éstos son considerados en cierto modo como aquéllos. Murieron de un modo que su tránsito significó a los ojos de los insensatos una especie de descalabro y destrucción: fueron unas víctimas. Pero los hombres no entendieron nada sobre la muerte de aquellos justos.
Cierto que eran víctimas, pero no en el sentido otorgado por sus contemporáneos. Efectivamente, los impíos que les atormentaron ni remotamente podrían sospechar que prestaban un gran servicio a los designios de Dios. En realidad los suplicios que les infligieron se convertían en pruebas de su justicia, pues de este modo "Dios los probó como oro en crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto" (v 6). Murieron, es verdad, pero sus almas están ahora en las manos de Dios, inexpugnables a los tormentos. Esta es la otra cara de la moneda, la que cuenta de veras, la gloriosa, cuando se les evidencia cuán segura y cierta fue la confianza que pusieron en Dios. En consecuencia, lo que los hombres juzgaron la verdad, no lo fue. El descalabro pasó a ser camino de gloria, de enaltecimiento de los justos sobre razas y pueblos, para juzgarlos y dominarlos, sin otro rey que el Señor.
Para los que desean ser justos en este mundo no les resulta ciertamente fácil el camino. Por ello, debido a las dificultades es casi impensable e incomprensible -hasta rozar con la injusticia- que fuese posible la inutilidad de aquel denuedo y, sobre todo, que la suerte final del impío pueda ser también venturosa. Con todo, no dejaría de ser oportuno contrastar este texto del libro de la Sabiduría con las palabras de Jesús en la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Y reflexionar acerca del encuentro, en el cielo, del mártir y del verdugo, aunque el uno esté en lo más alto y el otro más bajo.
M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981._BI-DIA-DIA.Pág. 857 s.
4ª.: Is 25,
06a. 07-09
4-1.-DOMINGO 28 A: Is 25. 6-10a
4-1-1.
Este pasaje pertenece al llamado "apocalipsis de Isaías" (capítulos 24-27 de su libro). El profeta anónimo, discípulo del gran Isaías y que vive ya después del destierro de Babilonia, describe en este apocalipsis (o "revelación") el juicio de Dios.
Los acontecimientos inmediatos de la historia le sirven como signos que señalan lo que aún ha de venir cuando todo se revele y desaparezca el velo que ahora cubre todas las naciones. Nuestra lectura recoge, bajo el símbolo de un banquete, el aspecto positivo de este juicio de Dios. Se trata del banquete que Dios ha preparado para todos los pueblos (cf. Mt 8. 11; 22. 2-14; Ap 19. 9), del banquete de la entronización de Yahvé (cf 1 S 11. 15; 1 R 1. 25s.). Pues ha de reinar sobre todos los pueblos (24. 23), poniendo fin a nuestros nacionalismos estúpidos.
El "monte" es el Sión, porque Dios ha querido que la salvación del mundo venga de los judíos. La manifestación de Dios, su epifanía, quitará el velo que cubre todas las naciones; esto es, acabará con el error que impide a los pueblos ver con claridad (cf. 29. 10; 2 Co 3. 15s.).
Y el conocimiento de Dios, mejor, el reconocimiento y aceptación de Dios, acabará con el pecado y con sus terribles consecuencias: el dolor y la muerte.
En ese día Yahvé pondrá fin al oprobio que padece su pueblo elegido y se acabará la mofa de sus enemigos. Este pueblo que aún espera contra toda esperanza, en la diáspora -"¿Dónde está vuestro Dios?", le preguntan con sorna los incrédulos-, reunido en presencia de Dios y ante todos los pueblos, encontrará al fin una satisfacción para su esperanza y la contestación a las burlas de sus enemigos. Dirá entonces y responderá con gozo: "Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara". Y comenzará una fiesta sin ocaso.
EUCARISTÍA 1987, 48
4-1-2. RD/BANQUETE ES MAS QUE UNA BUENA COMIDA.ES SABER QUE TODOS LOS MALES DESAPARECEN. DESAPARECE EL DRAMA DE UNA HISTORIA DESQUICIADA Y EL DRAMA DE TODA LÁGRIMA EN TODO OJO HUMANO: ALEGRIA/VE
La primera lectura complementa hoy relevantemente el tema central del evangelio. La promesa de vida de Dios se dirige a todos y promete una plenitud que es gozo, liberación de todo mal, ternura. El banquete es más que una buena comida: es saber que todos los males desaparecen, desaparece el drama de una historia desquiciada y el drama de toda lágrima en todo ojo humano. Un texto para repasar y meditar frase por frase.
J.
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1990, 18
4-1-3.EN TODO RELATO ESCATOLÓGICO LAS AFIRMACIONES SON MAS PRODUCTO DE LA FE QUE DEL CONOCIMIENTO. AMENAZAS. EL QUE SE COMPLACE EN ATORMENTAR A LOS SERES HUMANOS CON EL MIEDO AL CASTIGO ES UN POBRE Y TRISTE HOMBRE QUE NI ES FELIZ NI SOPORTA QUE LOS OTROS LO SEAN.
* Contexto.-La lectura de este domingo forma parte de una unidad literaria del libro de Isaías, denominada "Escatología" (cap. 24-27).
Estos capítulos son muy posteriores al profeta, y fueron insertados en esta obra en una época posterior al destierro.
Al leer el texto no debemos nunca de perder de vista el hecho de que nos encontramos con un relato escatológico en el que las afirmaciones son más producto de la fe que del conocimiento. El autor sueña con un futuro, que cree real, en el que el Soberano Juez de la historia inaugurará su verdadero reinado en cielos y tierra, en todo el universo. ¿Cuándo tendrá lugar? El escritor sólo sabe que se trata de un futuro.
* Texto.-Para entender esta perícopa vamos a leer también Is 24. 21-23, trozo muy unido a nuestro relato. 1) 24. 21-23 y 25. 6-8: En un tiempo futuro, afirma el poeta, el Soberano hará un juicio sobre todo el Cosmos, tanto sobre las huestes celestes como sobre los reyes de la tierra. Las huestes o ejércitos celestes son las estrellas, consideradas por los orientales como seres divinos. Más tarde, en la literatura apocalíptica, estas huestes se identificarán con los coros de ángeles (en el libro de Enoch se habla, indistintamente, del castigo de las estrellas o de los ángeles).
El juicio divino es un examen de separación: investigada la culpa se le elimina. Los agentes de la misma, ya sean humanos o divinos, son encerrados en la mazmorra a la espera del castigo.
Nuestro texto no habla para nada de la destrucción del sol y de la luna, como afirman otros relatos apocalípticos sino que sólo se constata el hecho de que las dos "grandes" luminarias "se avergüenzan", expresión similar a nuestro "salir los colores": un desorden interno aflora al exterior en un "ponerse rojo como un tomate".
Sobre este fondo de juicio resalta el hecho de "la soberanía divina sobre Sión" (24. 23b), idea muy repetida en la teología de los círculos de Jerusalén. Es el inicio del reinado del Señor.
Y este acontecimiento se celebra con un espléndido "banquete" al que están invitados todos los pueblos (25. 6-8a) sin excluir a los judíos (v. 8b). El banquete es imagen de la liberación gozosa de la era mesiánica (cf.lectura del NT). El Señor es un generoso anfitrión que nos ofrece los mejores manjares y los más exquisitos licores, y los ofrece a todo el mundo sin excluir a nadie.
Y para colmo de la dicha, este gran anfitrión nos hace "un regalo inapreciable": aniquilar de forma definitiva la muerte y, con ella, su cortejo de sufrimientos y de lágrimas. 2) vs. 9-10a: Es un canto de agradecimiento entonado por todos aquellos que han experimentado en sus carnes la liberación del Señor.
Con gozo inmenso la comunidad exclama: el Señor está en medio de nosotros y notamos su mano. A pesar de todas las dificultades de este valle de lágrimas, Dios es el áncora de nuestra vida.
* Reflexiones.-Aunque el escritor del AT no menciona a ningún Mesías, ya que Dios en persona es el Soberano, esta profecía veterotestamentaria nos lleva a una era mesiánica en una lectura más profunda y conjunta de toda la Biblia. Con el cumplimiento de la profecía en Jesús de Nazaret, la perspectiva cambia. Él es el Mesías que instaura el Reino del Padre, y resucitando de la muerte triunfa sobre ella y sobre sus consecuencias: el dolor y llanto. A cuantos responden a su invitación a formar parte de su reino les hace participar de alguna manera, y en alguna medida aunque no definitiva, en su triunfo sobre la muerte.
El autor no dice cuál es el origen, la causa de nuestro dolor y de nuestras lágrimas. Es nuestra finitud la culpable de los mismos. Y la imagen de un Soberano enjugando las lágrimas de los seres finitos es conmovedora. Él es el ser solidario con el hombre con amor total hacia cada uno de los miembros de la humanidad. Él es el gran consolador que no sólo anuncia la extirpación futura del dolor y de la muerte sino que se entretiene con el quehacer diario de consolar en el momento presente. Así debe ser la actitud de la Iglesia, de todo cristiano: anunciar el final glorioso de esta limitación humana, pero mientras esto acaece no desentenderse de las lágrimas de nuestro mundo. Son demasiado copiosas, y los gritos muy desgarradores. ¡No cerremos los ojos ni taponemos nuestros oídos! El banquete eucarístico es signo del banquete escatológico. El Señor es un generoso anfitrión que nos ofrece todo lo mejor, sin excluir a nadie. El Papa, los obispos, la Iglesia deben ser generosos con todos y en todo, sin tratar de excluir a nadie, sin querer ofertar sólo café y prohibiendo los otros licores. Y la razón es muy sencilla: ninguno de ellos es el anfitrión y deben respetar la voluntad del amo. ¡No caigamos en teologías baratas de "alter Xtus"! El amo sólo es uno.
Al instaurar su reinado, el Señor consuela a los que están tristes ofreciéndoles un banquete, signo del gozo y de la alegría. Dios quiere mostrar su soberanía haciendo a los hombres felices, el banquete y la destrucción de la muerte son sus imágenes más plásticas. Si Jesús sufre es para que nosotros vivamos alegres. Este debe ser el mensaje del hombre evangélico.
El que se complace en atormentar a los seres humanos con el miedo al castigo es un pobre y triste hombre que ni es feliz ni soporta que los otros lo sean.
A.
GIL MODREGO
DABAR 1990, 50
4-1-4. MU/DIA-NATAL."ANIQUILARA LA MUERTE PARA SIEMPRE".
"Aniquilará la muerte para siempre".- Esta es nuestra perspectiva.
Más aún, el Señor ya la ha aniquilado: "muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida", "porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos", cantamos en los prefacios de Pascua. Por eso el Ap habla de "segunda muerte": ésta es la muerte verdadera, pues la primera, para el creyente, no es muerte sino tránsito. Y los primeros cristianos celebraban el "dies natalis" de los mártires: el día de su muerte era el día de su nacimiento a la gloria. ¿Y quién sino el Señor puede enjugar las lágrimas de todos los hombres? Realmente, "aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y gocemos con su salvación".
J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987, 19
4-1-5.FE/VICTORIA-MU:
MU/V
-Para anunciar los tiempos mesiánicos, Dios anuncia que será el anfitrión de su propia mesa. No reservada exclusivamente al pueblo de Israel, cuya salvación se extenderá sobre todos los hombres y todos los pueblos.
-Dios celebra una victoria al invitarnos a esa festín gozoso. La victoria sobre la muerte. La muerte es la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el gran absurdo "y arrancará en este monte...".
Dios enjugará las lágrimas de los rostros de todos los hombres. Nos debe reconfortar la esperanza de ese día: nacerá un nuevo orden de cosas, una nueva escala de valores regirá las relaciones humanas y divinas, que ya no volverán a romperse.
-En el monte Sión donde estaba el templo de Jerusalén, morada de Dios.
-Aniquilará la muerte para siempre, y porque la mayoría no creen en la victoria de la vida sobre la muerte por eso viven solamente para sacarle el máximo jugo a la vida. Como creen que van a desaparecer para siempre viven solamente para verlo todo y gustarlo todo.
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4-1-6. /Is/25/06-12: /Is/26/01-05:
La montaña de Sión es la habitación de Yahvé, en el futuro no sólo los judíos subirán para adorarlo, sino todos los pueblos. En este encuentro de todos los pueblos en Jerusalén desaparece la distinción entre judíos y gentiles (vv 6-7). La destrucción de la muerte, de la cual se habla en el v 8, reviste el mismo significado que en 11,9: «No harán daño ni estrago en todo mi Monte Santo, porque está lleno el país del conocimiento de Yahvé, como las aguas colman el mar». En el reino mesiánico desaparecerán la violencia y la sangre. En la segunda parte del texto, 26,1-6, hay una exhortación a la confianza: Dios concede la paz a los que se apoyan en él en lugar de apoyarse en otras «seguridades»: «Confiad siempre en Yahvé, pues Yahvé es la roca perpetua» (v 4).
La primera parte describe el papel de Sión después del juicio. Yahvé ofrece a las naciones paganas una fiesta suntuosa en el lugar donde se reconoce su realeza. El ágape mesiánico, que congrega en la misma mesa a Israel y a las naciones, se sirve en Sión: es en la ciudad santa donde los gentiles entran en comunión con Yahvé. Isaías, uniendo la tradición cultual de Jerusalén con la venida de los últimos tiempos, da al encuentro de las naciones con la ciudad de Yahvé una significación escatológica.
El substrato biológico común no es suficiente para expresar la unidad de la humanidad, que sobre todo es unidad personal expresión de la unidad de vocación y de destino de vida. Se trata de una unidad que no se da, sino que se ha de llevar a término. En la visión isaiana, esta tarea es la respuesta a una iniciativa de gracia por parte de Dios: la comunión querida por Dios entre todos los hombres es un don divino. Esta manera de constituirse la humanidad gracias a la mediación de un hombre, o de una colectividad concreta, se va haciendo cada vez más clara a lo largo del Antiguo Testamento hasta acabar en el Nuevo en la figura de Cristo. La idea de la mediación demuestra que los hombres dependen los unos de los otros. El hombre ha de encontrar al hombre, las naciones han de encontrarse entre ellas como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. La unidad entre los hombres es una gracia; la plegaria es indispensable para honrar la naturaleza profunda de esta unidad.
F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981._BI-DIA-DIA.Pág. 27
MIÉRCOLES DE LA SEMANA PRIMERA DE ADVIENTO
4-2-1. Is/25/06-10a
-Aquel día, el Señor, Dios del universo, preparará, sobre su montaña, un banquete de manjares muy condimentados y de vinos embriagadores, un banquete de platos suculentos y de vinos depurados...
En las costumbres orientales y bíblicas el banquete forma parte del ritual de entronización de los reyes. Con frecuencia la magnificencia en el aderezo de la mesa, la calidad de los manjares y de los vinos eran el signo del poder de un rey, y muy particularmente eran el modo de celebrar una victoria.
También nosotros festejamos nuestras alegrías en familia con una comida más exquisita.
Para anunciar los tiempos mesiánicos, Dios anuncia que será el anfitrión de su propia mesa. Jesús hizo de la comida el signo de su gracia.
¿Me doy cuenta de que en la eucaristía Dios me recibe en su propia mesa? ¿Es una comida gozosa, una fiesta? ¿Tengo algo a conmemorar o a celebrar cuando voy a misa? ¿Valoro la acción de gracias?
-Para todos los pueblos... sobre toda la faz de la tierra... Ese universalismo, es sorprendente para aquella época. Un Mesías no reservado exclusivamente al pueblo de Israel.
Un Mesías cuyos beneficios se extenderán sobre toda la humanidad: promesa divina...
¡Señor, ensancha nuestros corazones hasta la dimensión del mundo entero! ¿Es para mí un sufrimiento pensar que todavía HOY son muchos los hombres que ignoran esa buena nueva?
-Apartará de los rostros el velo que cubría todos los pueblos y el sudario que envolvía las naciones.
Destruirá la muerte para siempre.
Efectivamente, Dios celebra una victoria al invitarnos a ese festín gozoso. En la victoria sobre la «muerte». El enemigo. La muerte es la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el gran absurdo, el símbolo de la fragilidad y del sufrimiento. Es también la gran objeción que hacen los hombres a Dios: si Dios existe, ¿por qué hay ese mal?
Debemos escuchar la pregunta y también la respuesta de Dios. Hay que darle tiempo, saber esperar su respuesta.
«El Señor quitará el sudario que envolvía los pueblos». ¡Tal es su promesa, su palabra de honor! «El Señor destruirá la muerte para siempre.»
Tal es la buena nueva de Jesucristo. Comenzada en Jesucristo y celebrada en cada misa.
Cada eucaristía, ¿es para mí una comida de victoria sobre la muerte? Proclamamos tu muerte, Señor, celebramos tu resurrección.
-El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros.
¡Lo ha prometido!
¡Admirable imagen! Dios... enjugará... las lágrimas... de los rostros de todos los hombres!
¡Señor, cuán reconfortante será ese día! Lo espero en la Fe y, en la espera de ese día procuraré consolar algunas lágrimas del rostro de mis hermanos.
-Se dirá aquel día: ¡Ahí tenéis a nuestro Dios, en El esperábamos y nos ha salvado... exultemos, alegrémonos, porque nos ha salvado!
La muerte no es el final del hombre, no es su fin.
El fin es la exultación, la alegría, la salvación.
Esto es lo que Dios quiere, lo que Dios nos ha preparado.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO, NAVIDAD,
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 12 s.
5ª.: Lm 03,
17-26
5-1. D/SILENCIO
El texto bíblico que acabamos de leer ha sido todo él desahogo de sentimientos de sorpresa y de impotencia producidos por el contratiempo, por la prueba, o como es vuestro caso, por la sorpresa de la muerte que "os llena de amargura y os envenena".
Se tiene la impresión de que todo se hunde y la vida llega a perder toda perspectiva de felicidad.
En el silencio de lo incomprensible debemos seguir esperando en Dios contra toda esperanza.
5-2. /Lm/03/01-33
Tanto por el contenido como por los elementos formales, estas patéticas confidencias recuerdan las llamadas "confesiones" de Jeremías y los salmos de lamentación individual, las plegarias más sinceras y apremiantes que han brotado del corazón creyente de Israel. Comienzan por la exposición del caso (vv 1-20). Es una especie de voce mea ad Dominum clamavi (Sal 142). Los males que afligen y abruman al orante están descritos en un crescendo aterrador: se halla sumergido en el dolor y las tinieblas, estrujado física y moralmente; Dios le es hostil, lo acecha como un oso, como un león en la emboscada; pero siente sobre todo la crueldad del silencio de Dios: «Por más que grito y pido socorro, se hace sordo a mi súplica» (v 8), que ocasiona la burla de todo el pueblo.
En un segundo momento, cuando se siente más ahogado por la tiniebla, el autor de esta lamentación, creyente auténtico, no de fe endeble y vacilante, abre su corazón a la confianza en Dios. Este movimiento que conduce de la angustiada tristeza a la serena confianza atraviesa las partes autobiográficas del libro de Jeremías y de todo el salterio. El autor de estos versículos, que no es un simple espectador de la tragedia, sino que vive sumergido en ella, sabe que la historia de la salvación está inseparablemente ligada al hesed-rahamim, que es bondad benéfica y amor entrañable de Dios.
Por eso con profundidad teológica y con gran eficacia literaria afirma: «La misericordia de Yahvé no termina, y no se acaba su compasión, antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!» (22-23).
El hombre aparece aquí como un ser que espera, que confía. Su esperanza se apoya exclusivamente en Yahvé, meta, garantía y síntesis de toda esperanza. Es una esperanza que encuentra sentido en el amor fiel de Dios. La confianza del paciente representa el triunfo de la fe sobre los determinismos de la carne. Con sus propias fuerzas, el hombre puede llegar a ser un héroe trágico, pero no un caballero de la fe.
F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981._BI-DIA-DIA.Pág. 575 s.
5-3.
El libro de las Lamentaciones está formado por cinco poemas independientes (que corresponden a cada uno de los cinco capítulos del libro) escritos con motivo del gran desastre que fue la caída de Jerusalén en manos de las tropas babilonias el año 587 a.C. La biblia griega atribuyó el libro a Jeremías, y con este nombre pasó a la traducción latina y a la liturgia cristiana, pero esta atribución es poco probable . Sea quien fuere su autor o autores, parece que la recopilación se formó en la misma Palestina, muy cerca de la ciudad destruida, durante el tiempo en que la mayoría del pueblo estaba deportado, y antes del decreto de Ciro que permitía el retorno (538 a.C.).
La caída de Jerusalén y la destrucción del templo son el momento más trágico de la historia del Antiguo Testamento. Las promesas de Dios parece que hayan fallado: y no es sólo que Dios no ayude al pueblo, es que Dios mismo parece que se haya convertido en el enemigo del pueblo. Ante esta situación, el israelita que escribió nuestro libro se siente hundido en el dolor y lo expresa con toda crudeza. Después reflexiona y, a la vez que reconoce el pecado con que el pueblo ha vivido, acepta -¡como Job!- que ante Dios lo único que puede hacer es esperar: esperar que el Dios fiel vuelva a mostrarse, y decirle su confianza.
El fragmento de hoy es una buena síntesis de estos sentimientos: primero, la manifestación del dolor expresado sin pudor ni subterfugios; después, el "traer a la memoria" todos aquellos sentimientos que permiten "esperar en silencio" que el Señor vuelva a mostrar su bondad.
El libro de las Lamentaciones es un texto capaz de expresar unos sentimientos universales, que superan el hecho de la caída de Jerusalén y pueden ser vividos por todo creyente. Por eso fue utilizado en el Oficio de Lecturas del triduo pascual (y, perdido con ocasión de la reforma litúrgica, ahora ha sido nuevamente recuperado), y por eso lo podemos leer para expresar el dolor y la esperanza ante la muerte.
J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 14
6. Dn/12/01-03
6-1. RV/PROGRESO: RS/RV:
Todo lo que tiene de breve la presente lectura lo tiene de importante en la historia de la revelación. Por su lenguaje, repetido en algunos pasos al pie de la letra por Jesús refiriéndose a los últimos tiempos, somos conscientes de que el apocalíptico hace ahora de profeta. Por vez primera en todo el Antiguo Testamento se nos asegura, con inspirada garantía, la resurrección de los muertos.
La chispa fue provocada por la persecución de Antíoco. El rescoldo donde había ido incubándose el problema de la retribución durante varios siglos sin respuesta definitiva. Ahí quedaba Job revolviéndose en su inocencia y sufrimiento. Fue necesaria la crisis macabaica, los mártires de la persecución, para que brotara la fe en la resurrección, que terminaría convirtiéndose en dogma.
En los capítulos precedentes el autor había insistido, con todos los artificios del lenguaje apocalíptico, en la instauración del reino de los santos, que sustituiría a todos los reinos históricos. Animados por esta esperanza, muchos habían defendido su fe hasta la muerte. El interrogante surgió angustioso. Cuando llegue el reino de los santos, de los judíos fieles a su Ley y a Dios, ¿cuál será la suerte de todos estos mártires de su fe? ¿Podrá ser la muerte y el sheol común su premio? Y el autor, inspirado, abre las puertas a una nueva y desconocida esperanza. "Entonces", sin precisar tiempo, pero con garantía absoluta, "los que duermen... despertarán". El eufemismo es ya toda una revelación. Cristo lo usará refiriéndose a la muerte de su amigo Lázaro y deberá explicárselo a sus apóstoles. Es el sueño de la muerte, porque la muerte, para quien cree, es el dormirse de un glorioso despertar en Dios.
Pero esta resurrección queda muy particularizada y lejana aún de la perfección que dará el Nuevo Testamento. Sólo se salvarán -resucitarán- los inscritos en el libro de la vida. Porque no todos los hijos de su pueblo habían sido fieles a su fe. Entonces ¿no resucitarán todos? Ateniéndonos al texto y al contexto, nuestra respuesta no puede ser afirmativa. En el texto (vv. 1-2) se habla tan sólo del pueblo escogido. Por el contexto sabemos que las esperanzas se mantenían aún a nivel terreno. La resurrección o vuelta a la vida, concebida como recompensa, sólo podía ser concedida a los justos. Eran éstos los únicos que necesitaban revivir para recibir en justicia el premio de sus obras y de su fe. Era absurdo concebir esta grandiosa recompensa para los pecadores. Y menos en el alborear de este articulo de fe. La resurrección de los pecadores y la resurrección universal de todos los hombres será un desarrollo posterior neotestamentario.
Nada se nos dice sobre el objeto de la futura felicidad de los resucitados en este mundo. Se les supone, por el contexto, participantes del reino mesiánico eterno. Al autor sólo se le ocurre, para realzar su situación, compararlos con el esplendor y brillo de las estrellas del firmamento. Eso sí, ellos serán los "sabios", no quienes se lo creyeron con la sabiduría de este mundo. A la misma comparación estelar acudirá Pablo para contrastar la diferencia entre los escogidos.
Casi sin percatarnos estamos llegando a las puertas del Apocalipsis o Revelación plena en Cristo.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITÚRGICA
AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 801 s.
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6-2.
* Situación ambiental.
-Nuestro texto nos dice que "entonces"... serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora" (12, 1).
En un primer plano, nuestro autor parece referirse a la etapa de opresión contra los judíos llevada a cabo por Antíoco III y IV, de los que fue contemporáneo. El sumo sacerdote Onías es vilmente asesinado, se comete un robo sacrílego en el templo de Jerusalén al apoderarse de las copas de oro y demás utensilios. Antíoco IV llega a proscribir el judaísmo y coloca una estatua de Zeus en el mismísimo templo (cfr. II Mac. 5). Alguno judíos colaboraron con Antíoco: son los apóstatas; otros se resisten con fuerza: Los Macabeos, los mártires (11, 21-39).
Así nacen algunos de los partidos político-religiosos de los judíos.
-Pero Daniel no se conforma con desarrollar los hechos históricos conocidos (cap. 10-11, 39) sino que nos describe, con motivos tradicionales del A.T., los últimos momentos que precederán a la instauración definitiva del reinado de Dios (11, 40-12, 1ss.) El rey del Sur (= Egipto) atacará y Antíoco morirá, no en algún lugar de Palestina "entre el mar y la Perla de la Santa Montaña" como nos dice el texto (I Mac. 6 y II Mac. 9), sino en Persia el año 163 a. Xto, como consecuencia de una misteriosa enfermedad. Guerras e intensos sufrimientos antes de la instauración del reino de Dios son temas básicas de toda la Apocalíptica.
* Texto.
-Los vs. que leemos hoy constituyen la lógica conclusión al relato que comenzó con el cap. 10. En medio del sufrimiento y de la gran tribulación, el Arcángel Miguel protegerá y librará al pueblo de Dios que ha permanecido fiel. Está tan seguro de ello el autor que llega a afirmar que los nombres de los salvados están "inscritos en el libro".
En esta época tardía encontramos la idea de ángeles guardianes o tutelares de los reinos. De la porción escogida de Dios, Israel, se ocupará Miguel (no quiero entrar en el oscurísimo origen de estos seres angélicos. Una opinión muy en boca los considera como divinidades inferiores de los panteones orientales, desclasadas).
-Por dar testimonio de Dios, los mártires han perdido su vida durante la persecución. ¿Su final será el mismo que el de los malvados?
¿Buenos y malos acabarán sus días en el "sheol" compartiendo una misma suerte? Daniel introduce algo nuevo en la revelación veterotestamentaria: "muchos de los que duermen en el polvo despertarán..." (v. 2). Se trata de una resurrección individual, no universal: Daniel parece mencionar sólo a los caídos durante la última persecución.
Y tras la resurrección un juicio de separación: "...unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua" (v. 2). Pero debemos ser muy cautos con el significado de "eterno". No se trata de un algo sin final absoluto (concepción filosófica griega) sino de una vida en la nueva etapa que Dios instaura (nuevo reino), libre de sufrimientos y de persecuciones. En esta nueva etapa del reino (siempre dentro de una continuidad histórica). Lo que nosotros entendemos hoy por vida eterna no aparece en Daniel. Los llantos, gritos, cadenas, fuego... que sufrirán los perversos, son ideas no bíblicas sino de la literatura apocalíptica no canónica.
* Aplicación: ¿Y cómo instaurar este nuevo reino de Dios de paz y felicidad? En el v. 3 el autor señala "un grupo privilegiado entre los salvados: no son los guerreros (Macabeos y secuaces), ni siquiera los mártires (Eleazar y otros), sino un grupo de maestros que predican con éxito la conversión... Convertir es en hebreo Masdikê Harabbim, o sea, devolver al estado de justicia; es decir, la instauración del nuevo reino no es un acto soberano independiente de las actitudes humanas..." (Alonso Schoker, L., Los Libros Sagrados, Daniel..., p. 106).
A. GIL MODREGO
DABAR 1988 57
6-3.
El libro de este profeta seguramente fue escrito en tiempos difíciles para Israel, tiempos de persecución y resistencia. Pero, por encima de los hechos inmediatos, el autor interpreta la historia como una lucha en la que Dios toma parte en favor de su pueblo y en contra de los dominadores de turno. Con esto trata de levantar la esperanza de los justos y abrir una brecha a través de los gruesos muros de la angustiosa realidad presente. Por el género utilizado y el objetivo que persigue, se trata de un libro en cierta manera parecido el Apocalipsis del NT.
MIGUEL/ARCANGEL:En los dos capítulos anteriores se han descrito los acontecimientos históricos desde el punto de vista o perspectiva escatológica, esto es, teniendo en cuenta el desenlace final. Así, estos versículos que nos ocupan constituyen la conclusión del relato y de su interpretación. En ellos se anuncia cómo todo llegará a un nuevo punto culminante y decisivo, en el que Israel será protagonista y vencedor, y
se cumplirán los planes de Dios. Esto es lo que quiere decirse
aludiendo a la victoria del arcángel san Miguel, que es el ángel
custodio del pueblo de Dios y la personificación de la especial
providencia divina en favor de Israel.
EUCARISTÍA 1988, 54
6-4./DN/LIBRO:
Con toda seguridad este libro de Daniel fue escrito en tiempos
difíciles, en tiempos de persecución y de resistencia.
Concretamente los comentaristas actuales sitúan su redacción entre los años 167 y 164 a C., durante la dominación de Antíoco Epífanes y antes de la victoria de los Macabeos.
En los capítulos anteriores se describen los acontecimientos
históricos desde un punto de vista o perspectiva escatológica, esto es, teniendo en cuenta el desenlace final. De manera que estos cuatro primeros versillos del capítulo 12 constituyen la conclusión del relato y de su interpretación. En ellos se anuncia cómo todo llegará a un nuevo punto culminante y decisivo, en el que Israel será protagonista y vencedor y se cumplirán los planes de Dios. Esto es lo que quiere decirse aludiendo a la victoria del arcángel San Miguel, que es el ángel custodio del pueblo de Dios y la personificación de la especial providencia divina en favor de Israel.
En los pasajes apocalípticos (cfr., por ejemplo, el evangelio de hoy) la "gran tribulación" o "los tiempos difíciles" aparecen como una señal de salvación definitiva de los justos. El autor ve en los mártires de su tiempo la señal de la victoria, descubre la situación extrema que precede a la salvación del pueblo que ha resistido en la fe.
Este es "el libro de la vida" (Ex 32, 32; Sal 69, 29; Flp 4, 3; Ap 3, 5). Se trata de una imagen utilizada para expresar que Dios conoce a los suyos y los protege hasta el final.
No hay en todo el Antiguo Testamento, si exceptuamos el texto de Is 26, 19, ningún otro lugar en el que hable tan claramente de la resurrección de los muertos que "duermen en el polvo".
Aunque se dice que "despertarán" (esto es, resucitarán) "muchos", esta palabra quiere decir con frecuencia "todos", y éste parece aquí su sentido. La resurrección es para nuestro autor un postulado de la justicia divina, que no puede dejar sin premio a los mártires y sin castigo a sus verdugos (cfr. 2 Mac 7, 14). La fe en la resurrección de los muertos aparece tardíamente en el credo de Israel. Con todo, el autor del Génesis intuye esa verdad de fe el plantear la pregunta: "¿Acaso el juez de toda la tierra no va a hacer justicia?" (Gn 18, 25).
A la que responde claramente Daniel en este pasaje.
No falta una palabra de esperanza y una promesa para los "sabios", esto es, para los que enseñan a practicar y no sólo a conocer lo que es justo a los ojos de Dios. Hay para ellos reservada una gloria especial e imperecedera.
EUCARISTÍA 1982, 52
6-5.D/AUSENCIA.
Se habla de la resurrección de los muertos (despertarán). Para
aquellos que vivían bajo la persecución era la única alternativa ante la apostasía y la muerte. La resurrección era el premio de los mártires.
Ellos han preferido perder la vida antes que perder el reino.
En este texto y en toda la perícopa, Dios ni siquiera es mencionado.
Está detrás de la historia. Parecen escritos desde una mentalidad secularizada. En una concepción estrictamente científica Dios no existe como realidad. Hablar de la presencia y providencia de Dios parece algo fuera de la realidad. Hay hechos cotidianos que parecen confirmar la ausencia de Dios. El texto habla de la tribulación y no hace más que mirar a la experiencia cotidiana.
Pero este modo de ver las cosas no es el único ni impide admitir la misteriosa presencia de Dios tras los acontecimientos. El hombre puede tener experiencia de Dios en las realidades profanas.
PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 22
6-6. /Dn/12/01-13:RS/AT:
El libro de Daniel es muy fecundo en símbolos, visiones, escenas
evocadoras, imágenes brillantes y en una filosofía de la historia que le confiere alto precio entre los libros santos. Precisamente la aportación más valiosa del libro la encontramos en los versículos que vamos a comentar.
Se puede afirmar que, hasta la redacción de este capítulo
desconoce el AT la doctrina de la resurrección. Sería tarea prolija explicar el concepto de vida de ultratumba que tenían. De todos modos, aparece ya clara esta idea: los justos resucitarán.
Pero hay más. Daniel insiste: los que se mantienen firmes en la palabra de Dios resplandecerán por siempre, eternamente, como las estrellas (v 3). La doctrina no puede ser más consoladora. Dios nos protege en esta vida y nos da, más allá, la vida eterna.
Estamos habituados ahora a hablar así, se nos antoja natural Pero fijemos nuestra atención en la audacia del autor que formula por primera vez y tan diáfanamente esta doctrina. Y si aseguramos que se trataba de un autor inspirado, caemos en la cuenta de que esta condición no nos excusa los esfuerzos. Como no los excusa el autor del libro a sus lectores, pese a que les promete la ayuda de Dios.
El autor de Daniel conoce la condición humana y hasta sus más
grandes debilidades. Nos habla del orgullo de Nabucodonosor, de la impiedad de Baltasar y de la lubricidad senil de los acusadores de Susana; no es, desde luego, un ingenuo. Durante su vida ha
presenciado crímenes y persecuciones, no ha vivido en un claustro alejado del mundo. Se trata de un hombre de carne y hueso, pero un hombre de fe, y hasta intransigente a veces. Y es con esa fe en Dios como cobra confianza, la más grande confianza habida en la historia, la que provoca el escepticismo irónico de los griegos frente a san Pablo, pero que a su vez fortalece a los creyentes más que suficientemente para soportarlo todo a fin de mantenerse firmes en su fe para con
Dios.
J. MAS-BAYÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 433 s.
7ª.: 2M 12, 32-45
7-1. PURGATORIO/SUFRAGIOS
HAY QUE INTERCEDER DELANTE DE DIOS CON LA ORACIÓN Y EL SACRIFICIO.
vv. 32-45:Una parte del ejército judío, mandada por un tal Esdrías, sufrió una derrota importante en una batalla contra Gorgías, general del ejército real del sur de Palestina. La oportuna intervención de Judas-Macabeo disminuyó las consecuencias de la derrota que nuestro autor insinúa, pero que guarda bien de manifestar, no fuera motivo de que la fama de los héroes de la resistencia se viera disminuida. Debido a la proximidad del descanso sabático, y para evitar que los soldados quedaran contaminados el día de la fiesta por el contacto con los cadáveres, dejan a los muertos en el campo de batalla. Pero por Pentecostés ya hace calor y, pasado el sábado, van rápidamente a enterrarlos. Entonces encuentran en sus vestidos objetos idolátricos, guardados supersticiosamente o bien para aprovechar el oro y la plata que los cubrían, cosa que estaba igualmente prohibida (Dt 7. 26). El autor ve en este hecho la causa del desastre, mientras Judas aprovecha la ocasión para demostrar las funestas consecuencias del pecado.
Sigue después el texto de contenido doctrinal probablemente más importante de todo el libro. Judas hace una colecta para que en Jerusalén se ofrezca un sacrificio por los caídos, hecho que va acompañado de una reflexión teológica del autor en la que habla claramente de la posibilidad del perdón de algunos pecados en la otra vida, suponiendo la existencia de un estado intermedio: para los que han muerto piadosamente la resurrección gloriosa es cierta; para los otros, hay que interceder delante de Dios con la oración y el sacrificio.
Falta el nombre, pero es innegable la presencia de la idea del
Purgatorio. Del mismo modo es clara la afirmación de la resurrección de los muertos y de la retribución futura, así como la de la validez de la oración por los difuntos.
Tal vez en la intención de Judas la razón principal del sacrificio era la de librarse del castigo que, por solidaridad con los difuntos culpables, podía llegar a los vivos. Pero la doctrina del autor es clara, aunque por encontrarnos en el inicio de la explicación de estas verdades necesite otros complementos.
No es extraño, pues, que sea un texto que la Iglesia católica ha
utilizado siempre para recomendar la oración por los difuntos.
J. ARAGONES/LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA.
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 421 s.