SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO


Lc 15,3-7:
La gracia que hace volver

Y se acordó de que son carne, soplo que pasa y no vuelve (Sal 77.,39). Por eso él mismo los encamina hacia sí llamándolos y compadeciéndose mediante la gracia, puesto que por sí mismos no pueden volver. Pero ¿cómo vuelve la carne, soplo que pasa y no vuelve, al impelirse a sí misma al profundísimo abismo por el peso de las detestables acciones, si no es eligiendo la gracia? Gracia que no se da como recompensa por méritos contraídos, sino como don gratuito, para justificar al impío y hacer retornar a la oveja perdida, no como por sus propias fuerzas, sino transportada sobre los hombros del pastor (Lc 15,5). La oveja pudo vagar libremente, pero no encontrarse a si misma, ni en absoluto se hubiera encontrado de no haberlo hecho la misericordia del pastor.

También es esta oveja aquel hijo perdido que, volviendo a sí mismo, se dijo: Me levantaré e iré hacia mi padre. Así, pues, por una inspiración interior y una llamada misteriosa también él fue buscado y resucitado únicamente por quien vivifica todas las cosas; y fue hallado por quien vino a buscar y salvar lo que se había perdido, pues había muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido hallado (Lc 15,18.24). De este modo se soluciona aquel problema, no pequeño, que plantea un texto del libro de los Proverbios. Hablando del camino de la iniquidad, dice la Escritura: Los que caminan por él, no volverán (Prov 2,19). Así dicho, parece como si hubiera que perder toda esperanza respecto a los malvados. Pero la Escritura encareció la gracia, puesto que por sí mismo el hombre puede caminar por caminos perversos, mas no puede volver por sí mismo a no ser que la gracia vuelva a llamarlo.

Comentario al salmo 77,24.