PANORÁMICA DE LA FIESTA

 

-La sangre de la alianza.
Es el tema que se repite en todas las lecturas de hoy, en este Corpus del ciclo B. Y un buen punto de partida será evocar el terrible tono vital de aquellos ritos del A. T. en que.. ¡se derramaba sangre! Cuesta imaginar, pero seguro que dejaba en los presentes la sensación de que estaba en juego algo decisivo, la vida misma, la totalidad de la realidad. En la vinculación con Dios, en la fidelidad a Dios que la sangre expresaba, los hombres se lo jugaban todo.

Nosotros no hacemos ya estos ritos algo bárbaros. No los hacemos, pero -de hecho- aquello que solamente era rito ahora debería ser realidad personal de cada creyente. JC lo tenía muy presente en sus últimas palabras antes de la pasión: tenía presente que no se trataba ya de ritos bárbaros e impresionantes, sino de vida, de su propia y personal vida. En la vinculación personal con Dios los hombres se lo jugaban todo, y la sangre lo recordaba. Pero ahora no sería ya necesaria sangre que lo recordara: una persona, JC, derramó su propia sangre, y la vinculación es ya permanente, eterna.

El cáliz de la Eucaristía nos hace comulgar en todo esto. Las palabras de la consagración del cáliz nos lo dicen cada domingo.

Y hoy convendría releer y comentar estas palabras (y decir también que no sólo comulgamos sacramentalmente, sino que hay que hacerlo vitalmente, que significa amando hasta la muerte).

-La institución de la Eucaristía.
En este ciclo B leemos en el evangelio la institución de la eucaristía. En los demás ciclos no se lee. Por eso quizás convendría prestar atención a ello, y explicar un poco el ambiente de la cena pascual judía, el ambiente de JC y los discípulos en aquellos momentos, la tensión escatológica que en ella se respira ("No volveré a beber del fruto de la vid... ") y el sentido que tiene la institución en aquel momento.

La vida de JC, su fidelidad a la voluntad del Padre, se ha desplegado hasta llegar a este momento en que la fidelidad será culminada: el derramamiento de su sangre, el don total de su vida (cfr. 2. lectura). En esta situación límite, él, como cabeza de familia, preside la celebración de la cena de Pascua de tal modo que transforma algunos de sus ritos en profecía de lo que va a suceder, en desvelamiento del significado de toda aquella historia, y en signo de aquella Pascua que allí tiene lugar.

-El cabeza de familia pronunciaba la bendición, partía el pan sin levadura, e interpretaba su sentido como "pan de aflicción", el pan de Egipto. JC hace el mismo gesto pero la interpretación es nueva: en aquel pan se concentra la intensidad de su vida misma, en el momento en que llega su Pascua.

Igualmente, después de comer el cordero, el cabeza de familia levantaba la "copa de la bendición", en acción de gracias por la Pascua celebrada. JC, aquí al pasar la copa, recoge el recuerdo de la alianza del Sinaí (cfr. 1 lectura) y anuncia que aquella alianza ahora tiene lugar con una nueva sangre, la suya, que convierte en realidad para todos los hombres lo que la alianza y los sacrificios del AT significaban (cf. 2 lectura).

La Eucaristía, por tanto, hará participar a los cristianos de todo ello, de un modo vivo, real (cfr. lo absoluto de las afirmaciones: ¡"Es mi cuerpo... es mi sangre"!). No como el nuevo rito de una nueva religión, semejante a los ritos del AT, sino como comunión con aquella unión entre los hombres, realizada definitivamente en la vida y la muerte de Jesús de Nazaret.

JOSÉ LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988, 12


-CONTENIDO DOCTRINAL.
Las lecturas del ciclo B "tematizan" claramente la solemnidad en torno al tema de la "sangre de la alianza", partiendo de la narración de la institución sacada del evangelista del ciclo B, san Marcos.

Las palabras de Jesús sobre el cáliz, según la tradición de Marcos-Mateo, expresan el paralelismo con las palabras de la institución de la alianza sinaítica. Es un paralelismo de alianzas, en el que se marca a la vez la continuidad y la discontinuidad: la continuidad de una historia de revelación, de promesas, de misericordia de Dios para con los hombres; la discontinuidad en la novedad de la persona de Cristo, en el carácter personal de la sangre de la alianza, en los destinatarios, y en los bienes comunicados y participados.

El evangelio y la primera lectura presentan la continuidad de las formulaciones; la segunda lectura, en cambio, destaca la novedad de la entrega de la sangre de Cristo como sangre personal para una alianza personal -¡el perdón de los pecados!-. Enlaza, de este modo, con las palabras que la tradición de Mateo añade a la de Marcos y que la liturgia asume: "derramada... por todos los hombres para el perdón de los pecados".

La sangre de Cristo destaca todavía otro elemento, unido íntimamente al aspecto sacrificial: porque es entrega de la vida -"la vida está en la sangre", dice la tradición bíblica -es comunión con la vida glorificada de Jesús; por eso la comunión con el cáliz acentúa fuertemente el aspecto escatológico de la Eucaristía: "el vino nuevo en el reino de Dios", es decir, la comunión con el Resucitado, con su vida. El salmo responsorial debe interpretarse en este sentido: alzar el cáliz -brindar- para celebrar la vida nueva que nos viene de Cristo, resucitado por Dios, porque "mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles".

-ACTUALIZACIÓN. Una actualización espontánea de este acento eucarístico sobre la sangre de la alianza es el enlace con toda la "saga" que hemos seguido durante la Cuaresma, en las primeras lecturas, sobre la alianza. Entonces descubrimos que la historia de la alianza es la historia del amor y de la fidelidad de Dios para con los hombres, y eso nos ha conducido hacia la celebración de la Pascua como la plenitud de la alianza, por la sangre de Cristo; el acento de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo de este año nos ilumina ahora algo central de la Eucaristía: en ella, el Sí de Dios al hombres está siempre presente, actual, ofrecido. "Las gracias de Yahvé no han terminado, su misericordia no se ha agotado. Se renuevan todas las mañanas, grande es su fidelidad" (Lm 3, 22s). La Eucaristía es, siempre que la celebremos, como un revulsivo contra nuestros olvidos e infidelidades.

Otra actualización válida es valorar el sentido de la comunión con el cáliz. No se trata simplemente de "hacerlo más solemne", sino de participar en la totalidad del signo eucarístico, de seguir plenamente la institución de Cristo, de acentuar todas las dimensiones del don eucarístico. Un texto de referencia magnífico puede ser el de San Juan Crisóstomo, que se encuentra en la Liturgia de las Horas, el viernes santo, especialmente los últimos párrafos: ".. Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer".

P. TENA
MISA DOMINICAL 1985, 12