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AL SALMO 44
Sal 44,11. 12ab. 16
1.
PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL
Es un salmo real, que celebra la entronización de un nuevo rey y su matrimonio. Encontramos aquí las maravillosas hipérboles y los colores vivos de las cortes orientales. El rey es investido de su misión, pero no solamente de una misión humana. Su combate no es cualquier combate. Es el "combate de Dios": por la justicia, la clemencia, la verdad. El rey es defensor de los pobres y destructor del mal. Elevándolo a su trono, y dándole el cetro, se le recuerda su programa de gobierno: amar la justicia, y reprobar el mal.
La reina, por su parte, es presentada en medio del fasto de las fiestas orientales, en un decorado propio de las "Mil y una noches". Sobre la primera línea del salmo aparecían estas palabras: "Canto de amor". Este canto se asemeja mucho a otro canto de amor que es el Cantar de los Cantares.
SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS
Este "canto de amor", este "canto de bodas", Jesús lo cantó, sin cesar en su corazón. Lo sugieren las numerosas semejanzas con el Evangelio y el Nuevo Testamento. Quien recite este salmo, piense que estuvo en labios de Jesús.
J/UNGIDO: "Tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo más que a tus compañeros..." Desde su primer comentario de la Biblia, en la Sinagoga de Nazareth, Jesús se aplicó el título de "ungido" (Christos en griego): "el Espíritu del Señor está sobre Mí, pues, me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres" (Lucas 4,18). La epístola a los hebreos, (Hebreos 1,9) cita expresamente este salmo a propósito de Jesús. Lo que "impregna" el Cuerpo de Cristo como un aceite penetrante, es el Espíritu de Dios. El Evangelio trae también varias escenas de "unción" hechas en el Cuerpo de Jesús: la pecadora que unge los pies de Jesús con el aceite perfumado (Lucas 7,38)... La mujer que rompió un vaso de alabastro y derramó sobre la cabeza de Jesús un perfume de nardo de gran precio (Mateo 26,7). "A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos", dice el salmo.
"Al REY recito mis versos... Tu trono es divino, un trono eterno...". Jesús, rehusó hacerse rey según las normas terrenas (Juan 6,15). "Los reyes de la tierra dominan, que esto no suceda entre vosotros" (Mateo 20,25)... Por otra parte reivindicó la realeza en forma original, a la hora de ser escarnecido y condenado a muerte como un blasfemo y crucificado como un "esclavo" (Juan 18,37). Esta realeza de Jesús, como la del salmo, es "dar testimonio de la verdad" (Juan 18,37). Y combatir el mal: "los ángeles recogerán de su reino todos los escándalos y a todos lo obradores de iniquidad" (Mateo 13,41). El gran combate del rey es su Pasión gloriosa: "Viene el príncipe de este mundo... ¡Pero tened confianza! El príncipe de este mundo ha sido ya condenado... Yo he vencido al mundo..." (Juan 12,31-14,30-16,11-16,33).
"Las nupcias del rey... La esposa predilecta...". Este tema podría considerarse folklórico, extraño a Jesús, el célibe. Ahora bien, este tema es central en el pensamiento de Jesús: Jesús es un enamorado, un esposo... En El, Dios desposó a la humanidad en una "Alianza" nueva y eterna (Mateo 26,28). Jesús tomó explícitamente esta admirable imagen que aparece a lo largo de la Biblia, murmurando que Dios "ama a su pueblo" con un amor de novio, de prometido, en las buenas y en las malas. Cuando le reprocharon, que sus discípulos eran gente fiestera respondió: "¿por ventura pueden los compañeros del novio llorar mientras está el novio con ellos?" (Mateo 9,15, Juan 3,29). "El Reino de Dios es semejante a un rey que celebraba las bodas de su hijo". (Mateo 22,2). "El reino de Dios es semejante a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo" (Mateo 25, 1-13).
Al celebrar un "sacramento del Matrimonio", no olvidemos que este misterio "es grandioso porque representa a Cristo y la Iglesia" (Efesios 5,31-32). Sí, Cristo y la Iglesia "forman una sola carne", un solo cuerpo. No podemos entonar "este canto de amor" que es el salmo 44, sin mencionar la revelación de San Pablo: "Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella (¡nada más y nada menos!), para santificarla, purificándola, mediante el lavado de agua con la palabra, a fin de presentársela a sí, gloriosa, sin mancha ni arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo" (Efesios 5,25.28). Y San Juan, asegura que este mundo no es absurdo, y que camina dolorosamente, hacia su plenitud: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo" (Apocalipsis 21,1.2).
TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO
Quien nunca haya estado enamorado, enamorado de alguien o del "Invisible", o de la "Dama pobreza', quien jamás haya conocido una gran pasión, ¡no podrá comprender ni recitar jamás este salmo! Quien está enamorado, está siempre listo a hacer locuras. Quien no sepa que Dios está "enamorado", no comprenderá nada de Dios.
La Iglesia nos propone este salmo 44 en la Fiesta de la Asunción de María. Ella inauguró el banquete Mesiánico en las Bodas de Caná. Ella estuvo presente "en la hora de Jesús", en las Bodas sangrientas de la cruz. ¿Cómo no iba a estar asociada a la gloria del "rey"? Si la Iglesia es la esposa muy amada de Dios en Cristo, María es "el icono" más perfecto. El mundo moderno esta en búsqueda de "modelos" y "símbolos":
María es el vértice de la humanidad, es la enamorada perfecta de Dios, cuyo nombre subsiste de generación en generación".
NOEL
QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición. BOGOTA-COLOMBIA-1988. Pág. 52-55
2. CANTO DE AMOR
Romance de un rey y una reina, esponsales de un príncipe y una princesa, alianza entre Dios y su Pueblo, unión de Cristo con su Iglesia. Este es un poema de amor entre tú y yo, Señor; es nuestro cántico privado, nuestra fiesta de amor espiritual, nuestra intimidad mística. No es extraño que me sienta inspirado y las palabras fluyan de mi pluma. «Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey: mi lengua es ágil pluma de escribano».
¡Qué bello eres, príncipe de mis sueños! Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente. Dios te ha ungido con aceite de júbilo. A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpase.
Y te oigo decir de tu escogida: «¡Qué bella eres, hija del rey, princesa de Tiro, vestida de perlas y brocado, enjoyada con oro de Ofir, con séquito de vírgenes.entre alegría y algazara!».
El corazón de la religión es el amor. Estudio, investigación, saber y discusiones ayudan, sin duda, pero me dejan frío. Deseo conocerte, Señor, pero a veces el conocimiento se queda en puro conocimiento, y al estudiarte a ti me olvido de ti. Por eso hoy quiero dejarlo todo a un lado y decirte, pura y simplemente, que eres maravilloso, que llenas mi vida, que sé que me amas, y que yo te amo más que a ninguna otra cosa o persona sobre la tierra. Eres lo más atractivo que existe, Señor, y tu belleza me fascina con el encanto infinito que sólo tú posees. Te amo, Señor.
Te amo desde mi niñez. Descubrí tu amistad en mi juventud, me enamoré de tus evangelios y aprendí a soñar cada día con el momento de encontrarte en la Eucaristía. Si alguna vez ha habido un idilio en la vida de un joven, ¡éste lo fue! Para mí la fe es enamorarse de ti, la vocación religiosa es sostener tu mirada, y el cielo eres tú. Esa es mi teología y ése es mi dogma. Tu persona, tu rostro, tu voz. Orar es estar contigo, y contemplar es verte. La religión es experiencia. «Venid y ved» es el resumen de los cuatro evangelios y de toda la escritura. Verte es amarte, Señor, y amarte es gozo perpetuo en esta vida y en la otra.
Mi amor ha madurado con la vida. No tiene ahora la impetuosidad del primer encuentro, pero ha ganado en profundidad y entender y sentir. He aprendido a callar en tu presencia, a confiar en ti, a saber que tú estás en el andar de mis días y en el esperar de mis noches, contentándome con pronunciar tu nombre sagrado para sellar con fe la confianza mutua que tantos años juntos han creado entre nosotros. Te voy conociendo mejor y amando más según vivo mi vida contigo en feliz compañía.
Tú has hablado de una boda, de esponsales, de esposo y esposa, de príncipe y princesa; tú mismo has escogido una terminología que yo no me hubiera atrevido a usar por mí mismo, y te lo agradezco y hago míos los vocablos del amor en la valentía de tus expresiones. Has escogido lo mejor del lenguaje humano, las expresiones más intensas, más íntimas, más expresivas, para describir nuestra relación; y ahora yo me apropio ese vocabulario con reverencia y alegría. El amante sabe escoger palabras, acariciarlas, -llenarlas de sentido y pronunciarlas con ternura. De ti he recibido esas palabras, y a ti te las devuelvo reforzadas con mi devoción y mi amor. ¡Bendito seas para siempre, Príncipe de mis sueños!
«Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos».
Carlos
G. Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, pág. 89
3.
"Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es
ágil pluma de escribano" Al fin ha llegado el día que desde los más tiernos días
de mi infancia esperé ansiosamente. Mis palabras, inspiradas por el Espíritu
Santo, constituyen un bello poema con el que alabo a mi Padre y Dios desde la
parte más profunda de mi ser. Mi poema es una canción que el Espíritu Santo
utiliza para henchir el corazón de los hombres porque El es la fuente de mi
inspiración, y mi gozo es un cántico con el que invito a todos mis hermanos a
que alaben a nuestro Padre común.
"Eres el más bello de los hombres, de tus labios fluye la gracia, porque Dios te
bendice para siempre" Tú lo eres todo para mí Jesús mío. Mi alma enamorada se
eleva a ti impulsada por la fe y la esperanza que la han ayudado a permanecer
esperando este preciso instante convertida en sagrario vivo. Tus palabras están
henchidas de gracia salvadora. Dios nos ha unido en la cruz y en la gloria.
Concluye la obra que el Padre te encomendó, termina de purificarme, porque yo,
"por mi rectitud, veré tu rostro, al despertar, me saciaré de tu semblante"
(Sal. 17, 15) Alma mía, termina de vivir con dignidad los días en que estás
siendo atribulada, no fallezcas, no te canses, ¡tu Señor ya viene a buscarte
para llevarte a su Reino y henchirte de su gracia!
"Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga
victorioso, por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar
proezas" Señor, ¡mi alma espera ansiosa por ti! He vivido con la esperanza de
que amanezca un nuevo día en que todos los hombres seamos hermanos, el deseo de
verte cara a cara y estrecharte entre mis brazos ha sido la esperanza que me ha
fortalecido en mis diversas tribulaciones. Señor, extermina a tus enemigos,
destruye el mal y la muerte, pues nada puedo yo hacer sin tu amor y tu gracia.
"Tus flechas son agudas, se te rinden los ejércitos, se acobardan los enemigos
del rey. Jesús, ayúdame a terminar mi purificación. No te pido que me resuelvas
todos los problemas que tengo, sólo te suplico que me sigas dando medios y no
dejes de fortalecerme para acabar aquella obra que tú y yo comenzamos cuando
decidí poner mi vida a tu disposición. Mis defectos desaparecen ante tu poder y
sabiduría, y mi dolor se convierte en alegría en tu presencia. "Me enseñarás el
sendero de la vida, me colmarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a
tu derecha" (Sal. 16, 11) "Tengo siempre presente al Señor, con El a mi derecha
no vacilaré" (Sal. 16, 8) a la hora de esforzarme para ser santificada.
"Tu trono, como el de un dios, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu
cetro real" Jesús, tu eres el Rey eterno en quien se cumplieron fielmente los
dichos de los Profetas. Tu poder, Señor, está fundamentado en la rectitud.
"Amas la justicia y odias la maldad; por ese, entre todos tus compañeros, el
Señor, tu Dios, te ha ungido con perfume de fiesta" "Oh Dios, crea en mí un
corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme" (Sal. 51, 12) "A mirra,
áloe y acacia huelen tus vestidos, y en la sala de los marfiles te festejan las
arpas" "El capullo marchito, gala de su adorno, que está en el cabezo del valle
fértil; y serán como la breva que precede al verano, que, en cuanto la ve uno,
la toma con la mano y se la come" (Is. 28, 4)
"Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de ofir" "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Nada quedaba
del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar. Vi también bajar
del cielo la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Venía de Dios, ataviada como una
novia que se engalana para su esposo" (Apoc. 21, 1-2) Hoy es el gran día en que
se celebran las bodas del Cordero con la humanidad redimida. La gran sala de
banquetes del Reino de Dios está repleta de invitados venidos desde todos los
reinos del mundo. "¡Dichosos los que han decidido lavar sus vestiduras para
tener acceso al árbol de la vida y poder entrar por las puertas de la ciudad¡" (Apoc.
22, 14) Los que están en la sala de banquetes del Reino de Dios "son los que han
pasado por la gran persecución, los que han lavado y blanqueado sus túnicas en
la sangre del Cordero" (Apoc. 7, 14) "Salieron los criados (predicadores de la
Palabra de Dios) a los caminos y
reunieron a cuantos encontraron, lo mismo malos que buenos. De esa manera, la
sala de boda se llenó de comensales" (Mt. 22, 10)
"Alegrémonos y gocémonos y ensalcemos su grandeza, porque es el tiempo de las
bodas del Cordero. Mirad a la esposa engalanada, vestida de lino finísimo y
deslumbrante de blancura. El lino que representa las buenas acciones de los
consagrados a Dios" (Apoc. 19, 7-8)
"Escucha, hija, mira: presta oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado
está el rey de tu belleza, ríndele homenaje, que él es tu Señor" No te aflijas,
alma mía, pensando en el dolor y la angustia que te azotaron en tu existencia
mortal. Considera que la enfermedad, el error y la muerte no existen, y que el
pecado de la vieja condición humana ha sido trocado por el amor divino y humano.
Todos tus seres queridos adoran a Dios, has conseguido lo que más deseabas por
obra y gracia del Espíritu Santo. Este milagro no es obra tuya, alma mía, "es el
Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente" (Sal. 118, 23)
"La ciudad de Tiro viene con regalos, los magnates buscan tu favor" Los
sencillos de espíritu necesitaron de tu amor, alma mía, y tú siempre fuiste
abnegada para con ellos. Los pobres, enfermos, los depresivos, los solitarios y
los ancianos, son los magnates del Reino de Dios. El Reino de Dios es presidido
por los hermanos más pisoteados de entre todos los hombres, pues sus almas 'on
infantiles. "Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el
reino de Dios es de los que son como ellos" (Mc. 10, 14)
"Con todos los honores penetra la princesa, vestida de tisú de oro y brocados;
la llevan hasta el rey; un séquito de vírgenes. Entra detrás de ella; las llevan
entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real". Gózate, alma mía,
porque los ángeles te llevan a la presencia de tu Señor, revestida de dones y
virtudes divinos. Tu vestidura blanca y resplandeciente simboliza todas las
acciones que el Espíritu te ha inspirado y la pureza con la que Dios te ha
bendecido. Un séquito de ángeles te llevan junto a tu Señor a quien puedes ver
cara a cara. Dios está ante ti, ríndele homenaje, sé un sólo ser con El.
""A cambio de tus padres, tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la
tierra"". A cambio del bien que le hiciste a tu Señor en las personas de tus
prójimos los hombres, tu Rey te concederá el don de la Bienaventuranza eterna.
"Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos
te darán gracias por los siglos de los siglos". Amén.
4.
Juan Pablo II: La vía de la belleza
Comenta la primera parte del Salmo 44, «Las nupcias del rey».
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 29 septiembre 2004 (ZENIT.org).-
Publicamos la intervención de Juan Pablo II durante la audiencia general de este
miércoles en la que reflexionó sobre la primera parte del Salmo 44 (2-10), «Las
nupcias del rey».
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a mi rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra».
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
1. «Recito mis versos a mi rey»: estas palabras del inicio del Salmo 44 orientan
al lector sobre el carácter fundamental de este himno. El escriba de la corte
que lo compuso nos revela inmediatamente que se trata de un canto en honor del
soberano judío. Es más, al recorrer los versículos de la composición, se puede
ver que se está en presencia de un epitalamio, es decir, un cántico nupcial.
Los estudiosos han tratado de identificar las coordenadas históricas del Salmo,
basándose en indicios, como la relación de la reina con la ciudad fenicia de
Tiro (Cf. versículo 13), pero sin lograr identificar de manera precisa a la
pareja real. Es de destacar que habla de un rey judío, pues esto ha permitido a
la tradición judía transformar el texto en un canto al rey Mesías, y a la
cristiana releer el salmo en clave cristológica y, a causa de la presencia de la
reina, también en una perspectiva mariológica.
2. La Liturgia de las Vísperas nos presenta este salmo como oración,
dividiéndolo en dos partes. Acabamos de escuchar la primera (Cf. versículos
2-10) que, tras la introducción del escriba autor del texto ya evocada (Cf.
versículo 2), presenta un espléndido retrato del rey que está a punto de
celebrar su boda.
Por este motivo, el judaísmo ha visto en el Salmo 44 un canto nupcial, que
exalta la belleza y la intensidad del don del amor entre los cónyuges. En
particular, la mujer puede repetir con el Cantar de los Cantares: «Mi amado es
para mí, y yo soy para mi amado» (2,16). «Yo soy para mi amado y mi amado es
para mí» (6,3).
3. Se traza el perfil del esposo real de manera solemne, recurriendo a una
escena de corte. Lleva las insignias militares (Salmo 44, 4-6), a las que se
añaden suntuosos vestidos perfumados, mientras en el fondo brillan los edificios
revestidos de marfil con sus salas grandiosas en las que resuena la música (Cf.
versículos 9-10). En el centro, se eleva el trono y se menciona el cetro, dos
signos del poder y de la investidura real (Cf. versículos 7-8).
Quisiéramos subrayar dos elementos. Ante todo, la belleza del esposo, signo de
un esplendor interior y de la bendición divina. «Eres el más bello de los
hombres» (versículo 3). Precisamente en virtud de este versículo, la tradición
cristiana representó a Cristo en forma de hombre perfecto y fascinante. En un
mundo, que con frecuencia está marcado por la fealdad y la degradación, esta
imagen constituye una invitación a volver a encontrar la «via pulchritudinis»
[la vía de la belleza, ndr.] en la fe, en la teología, y en la vida social para
elevarse hacia la belleza divina.
4. Ahora bien, la belleza no es un fin en sí misma. La segunda característica
que quisiéramos proponer afecta precisamente al encuentro entre la belleza y la
justicia. De hecho, el soberano, su «cabalga por la verdad y la justicia»
(versículo 5); «ama la justicia y odia la impiedad» (versículo 8), y «de
rectitud es tu cetro real» (versículo 7). Hay que armonizar la belleza con la
bondad y la santidad de vida para que resplandezca en el mundo el rostro
luminoso de Dios bueno, admirable y justo.
En el versículo 7, según los expertos, el apelativo «Dios», estaría dirigido al
mismo rey, pues era consagrado por el Señor y, por tanto, pertenecía en cierto
sentido al área divina: «Tu trono, oh Dios, permanece para siempre». O quizá
podría ser una invocación al único rey supremo, el Señor, que se inclina sobre
el rey Mesías. Lo cierto es que la Carta a los Hebreos, al aplicar este Salmo a
Cristo, no duda en atribuir la divinidad plena y no simplemente simbólica al
Hijo, que ha entrado en su gloria (Cf. Hebreos 1, 8-9).
5. Siguiendo esta interpretación cristológica, concluimos haciendo referencia a
la voz de los Padres de la Iglesia, que atribuyen a cada uno de los versículos
valores espirituales. De este modo, al comentar la frase del Salmo que dice «el
Señor te bendice eternamente», haciendo referencia al rey Mesías (Cf. Salmo 44,
3), san Juan Crisóstomo hizo esta aplicación cristológica: «El primer Adán fue
colmado de una maldición grandísima; el segundo por el contrario de una duradera
bendición. Aquél escuchó: "maldito sea el suelo por tu causa" (Génesis 3, 17), y
de nuevo: "Maldito quien haga el trabajo del Señor con dejadez" (Jeremías 48,
10), y "Maldito quien no mantenga las palabras de esta Ley, poniéndolas en
práctica" (Deuteronomio 27, 26) y "Maldito el colgado del madero" (Deuteronomio
21,23). ¿Ves cuántas maldiciones? De todas estas maldiciones te ha liberado
Cristo, al hacerse maldición (Cf. Gálatas 3, 13): al humillarse para elevarte y
al morir para hacerte inmortal, se convirtió en maldición para llenarte de
bendiciones. ¿Qué puedes comparar a esta bendición, que por medio de una
maldición te imparte una bendición? Él no tenía necesidad de bendición, pero te
la entrega» («Expositio in Psalmum XLIV», 4: PG 55, 188-189).
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la
audiencia, uno de los colaboradores el Papa leyó esta síntesis de su
intervención en castellano.]
La liturgia de Vísperas utiliza el Salmo 44 para la oración, dividiéndolo en dos
partes. Hoy escuchamos la primera de ellas, que presenta una descripción del rey
que va a celebrar su boda. El perfil del esposo real está trazado de forma
solemne, destacando la belleza, signo de esplendor interior y de bendición
divina. También subraya la relación entre la belleza y la justicia, pues aquélla
se debe conjugar con la bondad y la santidad de vida para hacer resplandecer en
el mundo el rostro de Dios, bueno, admirable y justo.
5. Juan Pablo II: El matrimonio, signo del amor de Dios por la humanidad
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 6
octubre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la
intervención que pronunció Juan Pablo II durante la audiencia general de este
miércoles dedicada a comentar la segunda parte del Salmo 44 en el que se
presenta a «La reina y esposa».
Escucha, hija,
mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra».
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
1. El dulce retrato femenino que se nos ha presentado constituye el segundo
pasaje del díctico que compone el Salmo 44, un sereno y gozoso canto nupcial,
que nos propone leer la Liturgia de las Vísperas. Después de haber contemplado
al rey que está celebrando su boda (Cf. versículos 2-10), nuestros ojos se
concentran ahora en la figura de la reina esposa (Cf. versículos 11-18). Esta
perspectiva nupcial nos permite dedicar este Salmo a todas las parejas que
viven con intensidad y frescura interior su matrimonio, signo de un «gran
misterio», como sugiere san Pablo, el del amor del Padre por la humanidad y el
de Cristo por su Iglesia (Cf. Efesios 5, 32). Ahora bien, el Salmo ofrece otro
horizonte.
En la escena aparece el rey judío en el que la tradición judía sucesiva ha
visto el perfil del Mesías davídico, mientras que el cristianismo ha
transformado el himno en un canto en honor de Cristo.
2. Nuestra atención se concentra ahora, sin embargo, en el perfil de la reina
que el poeta de la corte, autor del Salmo (Cf. Salmo 44, 2), presenta con gran
delicadeza y sentimiento. La indicación de la ciudad fenicia de Tiro (cf.
versículo 13) permite suponer que se trata de una princesa extranjera. Se
entiende así el llamamiento a olvidar al pueblo y a la casa del padre (Cf.
versículo 11), de los que ha tenido que alejarse la princesa.
La vocación nupcial constituye un giro en la vida y cambia la existencia, como
ya se puede ver en el libro del Génesis: «Por eso deja el hombre a su padre y
a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne» (Génesis 2, 24). La
esposa reina avanza ahora, con su cortejo nupcial que lleva los regalos hacia
el rey prendando de su belleza (Cf. Salmo 44, 12-13).
3. Es significativa la insistencia con la que el salmista exalta a la mujer:
es «bellísima» (versículo 14) y esta magnificencia es expresada por el vestido
de novia, de perlas y brocado (Cf. versículos 14-15).
La Biblia ama la belleza como reflejo del esplendor del mismo Dios, incluso
los vestidos pueden ser signos de una luz interior resplandeciente, del candor
del alma.
El pensamiento se dirige paralelamente, por un lado, a las admirables páginas
del Cantar de los Cantares (Cf. cantares 4 y 7) y, por otro, al pasaje del
Apocalipsis que describe las «bodas del Cordero», es decir, de Cristo con la
comunidad de los redimidos, en las que se subraya el valor simbólico de los
trajes de bodas: «han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha
engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura --
el lino son las buenas acciones de los santos» (Apocalipsis 19, 7-8).
4. Junto a la belleza, se exalta la alegría que se refleja en el séquito de
vírgenes «compañeras», las damas que acompañan a la novia «entre alegría y
algazara» (Cf. Salmo 44, 15-16). El gozo genuino, mucho más profundo que la
simple alegría, es expresión del amor, que participa en el bien de la persona
amada con serenidad de corazón.
Ahora, según los auspicios conclusivos, se perfila otra realidad radicalmente
inherente al matrimonio: la fecundidad. Se habla, de hecho, de «hijos» y de
«generaciones» (Cf. versículos 17-18). El futuro, no sólo de la dinastía, sino
de la humanidad, tiene lugar precisamente porque la pareja ofrece al mundo
nuevas criaturas.
Se trata de un tema importante y actual en Occidente, a menudo incapaz de
asegurar su propia existencia en el futuro a través de la generación y cuidado
de las nuevas criaturas que continúen la civilización de los pueblos y
realicen la historia de la salvación.
5. Como es sabido, muchos Padres de la Iglesia han aplicado el retrato de la
reina a María, comenzando por el llamamiento inicial: «Escucha, hija, mira:
inclina el oído...» (versículo 11). Así sucede, por ejemplo, en la «Homilía
sobre la Madre de Dios» de Crisipo de Jerusalén, un capadocio que fue en
Palestina uno de los monjes iniciadores del monasterio de san Eutimio y que,
una vez sacerdote, fue guardián de la santa Cruz en la basílica de la
Anástasis en Jerusalén.
«Te dedico mi discurso --afirma dirigiéndose a María--, esposa del grande
soberano; te dedico mi discurso a ti que vas a concebir al Verbo de Dios, del
modo que Él sabe... "Escucha, hija, mira: inclina el oído"; de hecho, se
verifica el grandioso anuncio de la redención del mundo. Inclina tu oído y lo
que escucharás levantará tu corazón... "Olvida tu pueblo y la casa paterna":
no prestes atención a la parentela terrena, pues serás transformada en una
reina celeste. Y escucha --dice-- para darte cuenta de cómo te ama el Creador
y Señor de todo. "Prendado está el rey de tu belleza", dice: el mismo Padre te
escogerá por esposa; el Espíritu dispondrá todas las condiciones necesarias
para este matrimonio... No creas que darás a luz un niño humano, pues "te
postrarás ante él, que él es tu señor". Tu creador se ha convertido en tu
niño; lo concebirás y lo adorarás junto a los demás como a tu Señor» («Textos
marianos del primer milenio» - «Testi mariani del primo millennio», I, Roma
1988, páginas 605-606).
[Traducción del italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia uno
de los colaboradores del Papa hizo una síntesis de su intervención. Estas
fueron sus palabras:]
Queridos hermanos y hermanas:
El Salmo proclamado es un canto nupcial que podemos dedicar a todas las
parejas que viven con intensidad su matrimonio, signo del "gran misterio" del
amor del Padre a la humanidad y de Cristo a su Iglesia.
El salmista exalta la belleza como reflejo del esplendor de Dios. También el
gozo genuino, mucho más profundo que la simple alegría, y que es expresión del
amor. Finalmente se describe otra realidad radicalmente inherente al
matrimonio: la fecundidad.
Se trata de un tema importante y actual en Occidente, a menudo incapaz de
asegurar su propia existencia en el futuro a través de la generación y cuidado
de las nuevas criaturas que continúen la civilización de los pueblos y
realicen la historia de la salvación.