PANORÁMICA DE LA FIESTA

 

1.

SENTIDO DE LA FIESTA.

De entre las cuatro solemnidades del calendario litúrgico en las que María es protagonista -1 de enero, maternidad divina; 8 de diciembre, inmaculada concepción; 15 de agosto, gloriosa asunción- o juega un papel decisivo -25 de marzo, anunciación del Señor-, podríamos decir que dos de ellas tienen referencias más cristológicas -maternidad y anunciación- y las otras dos las tienen más eclesiológicas -concepción y asunción-. Es cierto que para María -como para la Iglesia- todo es cristológico: ¡todo está en función del Cristo salvador! Pero con esta distinción quiero mostrar que en la comprensión de estos dos misterios de María entra un factor "ejemplar" para con la Iglesia que es importante: María es la primera redimida -inmaculada concepción- y es la primera glorificada -asunción-.

Este planteamiento de la solemnidad del 15 de agosto es una clave de interpretación de toda la liturgia de eta fiesta. ·Pablo-VI, en su magnífica exhortación sobre el culto mariano, resume así el sentido de la solemnidad: "Es la fiesta de su destino de plenitud y bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos teniendo en común con ellos la carne y la sangre" (_Marialis-Cultus, n. 6).

Como en todas las solemnidades, la homilía de hoy tiene que ser global, debe tener en cuenta la globalidad del misterio que se celebra para explicarlo lo mejor posible. Por ello, las lecturas deben tomarse como un todo, a diferencia de los domingos.

POSIBILIDADES PARA LA HOMILÍA

Primera. Para la misa de la vigilia

Fácilmente podemos encontrarnos con dos celebraciones de la Asunción: una utilizando los textos de la misa de la vigilia (misa vespertina del domingo), y la otra los textos de la misa del día. No puede decirse que las variaciones sean fundamentales, pero sí merece la pena -si se presenta esta oportunidad- ser fiel a las perspectivas propias de los textos proclamados.

M/ARCA-ALIANZA. La primera lectura, con el salmo, y el evangelio de la misa de la vigilia, están relacionados entre sí por un tema: María es el arca de la nueva alianza, entronizada definitivamente en la ciudad santa de la nueva Jerusalén. La imagen del arca recibe su significado en las palabras de Jesús: "Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!" Si María es "arca de la nueva alianza" porque ha traído, como madre, a aquel que es, personalmente, la Alianza entre Dios y el hombre, lo es sobre todo porque ha "guardado" la Palabra definitiva de Dios a los hombres; no unas tablas de piedra con la ley escrita, sino la ley escrita en el corazón, la unción misteriosa del Santo. La fe de María se despliega en la gloria de su Asunción. Lo que ella ha guardado desde siempre se manifiesta, más allá de la muerte, inundando toda su persona. La Asunción de María, como nuestra glorificación escatológica, es el despliegue de esta comunión que ya ahora tenemos con Dios, en la fe, gracias a su don. "Nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente" (2 Cor 3, 18).

Segunda. Para la misa del día.

También en esta misa conviene relacionar la primera lectura y el salmo con el evangelio. La imagen de la mujer apocalíptica es al mismo tiempo de lucha y de victoria, y la escena de la visitación es introducción al cántico del humilde glorificado, el Magnificat. Lo que estas lecturas destacan es el aspecto "pascual" de la asunción de María. La "victoria es de nuestro Dios", y María es beneficiaria de esta victoria, "porque has creído", y Dios se ha complacido en obrar en ella sus maravillas. Estrechamente unida a esta temática, escuchamos la lectura del Apóstol, que manifiesta la razón de fondo del misterio: "Cada uno en su puesto: primero Cristo como primicia; después, todos los cristianos". La presentación del misterio de María como participación plena en el misterio pascual de Cristo es, posiblemente, la más justa teológicamente, y la que da más coherencia a la celebración. Con ella enlaza perfectamente la introducción a la Eucaristía, siendo al mismo tiempo un punto de partida exhortativo sobre el sentido pascual de nuestra existencia.

Tercera. A partir del prefacio.

Como en muchas solemnidades, el prefacio propio es un esquema muy adecuado para presentar el misterio que se celebra. El de hoy es magnífico. El primer párrafo describe las perspectivas "eclesiológicas" del misterio: María asunta al cielo es "figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada" (anuncio de lo que seremos, inicio de la gloria de la Iglesia); "consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra" (el texto latino dice: ac populo peregrinanti certae spei et solacii documentum). Un comentario de este texto conduce fácilmente a las consecuencias de vida cristiana propias de la contemplación del misterio. El segundo párrafo concreta la perspectiva "cristológica": María ha sido glorificada porque fue madre del "autor de la vida". Esta afirmación enlaza perfectamente con los textos paulinos de las segundas lecturas.

PERE TENA
MISA DOMINICAL 1983, 16


 

2.

MADRE DEL REDENTOR. Estas palabras del encabezamiento dan título en latín (Redemptoris Mater) a la sexta encíclica del Papa JUAN PABLO II.

Después de haber dedicado sendas encíclicas a confirmar la fe de los creyentes en el misterio de la Trinidad, cabía esperar el complemento de una nueva encíclica dedicada a poner en su sitio la devoción a María en la Iglesia. Con su peculiar modo de hacer, como Pastor universal de la Iglesia, ha querido relevar la importancia de María en el plan de la redención y, por lo mismo, en el plan de vida de los redimidos. No sea que la crisis de unas ciertas formas de devoción a María, pasadas de moda con el paso de los tiempos, oscurezca el puesto de María en la Iglesia, como primera creyente y Madre de todos los creyentes por voluntad de Jesús.

La encíclica recoge con profusión toda la tradición mariana en la Iglesia. Nada queda marginado o desestimado. Pero todo aparece siempre entretejido alrededor de cuanto dice el evangelio, que le da consistencia. Por eso, a la luz de la palabra de Dios, este tratado de Mariología, trata de poner las cosas en su sitio. "La madre del Redentor -empieza- tiene un lugar preciso en el plan de la salvación...". Y dentro de ese plan, que se desarrolla en la historia, como historia de salvación, María es la primera que recorre y abre la historia desde la fe. "Quiero hacer referencia sobre todo a aquella peregrinación de la fe, en la que la Santísima Virgen avanzó, manteniendo fielmente su unión con Cristo. De esta manera aquel doble vínculo, que une la Madre de Dios a Cristo y a la iglesia, adquiere un significado histórico.

No se trata aquí sólo de la historia de la Virgen Madre, de su personal camino de fe y de la mejor parte que ella tiene en el misterio de la salvación, sino además de la historia de todo el Pueblo de Dios, de todos los que toman parte en la misma peregrinación de la fe". De esta suerte la devoción a María, rescatada de la mediocridad y ramplonería de las periclitadas formas circunstanciales de la historia, se enraiza a través de toda la tradición de la iglesia en el mismísimo evangelio. María aparece aureolada de todas las alabanzas que la historia y la tradición popular ha ido acumulando en torno a su figura, pero sin que se desfigure su imagen verdadera de mujer creyente, primera cristiana y madre de la Iglesia. "El Concilio subraya que la Madre de Dios es ya el cumplimiento escatológico de la Iglesia: La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga y al mismo tiempo que los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos".

EUCARISTÍA 1987, 39


 

3. M/UTOPIA-HUMANA

Hay un peligro en las celebraciones de María (especialmente en la Asunción y la Inmaculada, que son las de mayor resonancia): que la celebración de los "títulos" pase por delante de la celebración de "María". Quizá podríamos hallar un ejemplo, a veces caso felliniano, en la pluralidad de imágenes que uno puede venerar en una misma iglesia. También sería ilustrativo preguntar a los chicos y chicas de colegios religiosos qué es para ellos María: la respuesta sería a menudo hablar de la Inmaculada, de la Asunción... pero no de María sencillamente, de la mujer creyente. Por eso toda celebración de María es siempre más una ocasión para hablar de ella que hablar de la Asunción, de la Inmaculada, etc.

Pero, con todo, la matización propia hoy de este hablar de María es evidentemente lo que la Iglesia cree al hablar de la Asunción. Pablo VI -en la "Marialis cultus"- lo resume así: "Fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Xto resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Xto ha hecho hermanos teniendo "en común con ellos la carne y la sangre".

Si seguimos el consejo de Pablo VI, en la citada exhortación apostólica de hablar de María teniendo en cuenta la antropología actual, podríamos traducir todo esto diciendo que la Asunción de María es la realización de la utopía humana. Es decir, aquello que el hombre sueña, aquello que el hombre anhela, aquello que va más allá de las posibilidades de lo que los escolásticos denominaban "el hombre natural" pero que responde máximamente a la voluntad de Dios (al "hombre sobrenatural", que es el hombre histórico). O, en lenguaje bíblico podríamos hablar de victoria conseguida: "Ya llega la victoria de nuestro Dios" (1a lect.).

"Cristo tiene que reinar" (2a lect.); victoria y reinado que provocan nuestra entusiasta alabanza "al Dios salvador, que enaltece a los humildes" (evangelio). Pablo VI, después de recordar los hechos característicos de la vida de María, concluye: "Aparece claro cómo la figura de la Virgen no defrauda esperanza alguna profunda de los hombres de nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna; promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones" ("Marialis cultus", n. 37). Artífice de la ciudad terrena, peregrino hacia la celeste. Esta es la "lección" de María, especialmente subrayada en esta fiesta.

Una homilía que olvidara este aspecto de la "devoción a María" ¡este aspecto central!- caería en aquel "estéril y pasajero movimiento del sentimiento, tan ajeno al estilo del evangelio que exige obras perseverantes y activas" ("Mariales cultus", n. 38).

(J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1976, 16


 

4.

- No olvidemos ambientar la celebración con elementos que resalten la alegría, el sentido festivo, la vibración popular y familiar que la Asunción de Maria trae a nuestras comunidades.
- Comuniquemos la convicción de que la fiesta nos trae un mensaje muy acual e innovador.

1. MÁS QUE UN PRIVILEGIO, LA ASUNCIÓN DE MARIA ES UNA REVELACIÓN
En la fiesta de la Asunción admiramos cómo en María la humanidad llega al mayor esplendor de la existencia humana, a la belleza suprema del ser. En esta fiesta de la Virgen encontramos la mejor respuesta, la mejor realización de la vida de una persona humana, su "glorificación". En ella celebramos la plasmación del Reino de Dios, de la Iglesia triunfante. Esta es la revelación de la fiesta de la Asunción.

María recibe lo máximo, porque a su vez colabora totalmente. Por su parte pone "la infinita disponibilidad de su actitud de fe", como nos ha dejado escrito Urs von Balthasar en "La Gloria y la Cruz". María también nos revela hasta dónde puede llegar la cooperación entre Dios y la humanidad. Ante el misterio de Cristo, ella se dejó llevar por el Espíritu Santo, e inventó cada día nuevas respuestas.

2. EL MAGNIFICAT, EL MANIFIESTO DE MARÍA
Los ideales religiosos y sociales, las causas de María, los encontramos proclamados con entusiasmo en el himno del Magníficat, que concentra proféticamente las promesas de la historia bíblica. María se siente feliz y emocionada porque forma parte de la iglesia de los pobres de Dios, porque se siente llena de gracia para luchar contra la injusticia, en favor de la promoción de los pobres, en la humildad que se abre a compartir y acoger a los demás. Y en el Magníficat, María no considera de ningún modo una carga pesada o una heroicidad personal el poner su vida al servicio del plan salvador de Dios. Ni se engríe por la vanidad, ni se deja invadir por la amargura o el resentimiento ante la resistencia del pecado y del mal. Podemos decir que vive la espiritualidad del conflicto y la responsabilidad, del dolor y de la cruz, traspasada por la espiritualidad de la gratuidad, del agradecimiento y la alabanza, de la humildad, la paz y la alegría.

3. PARA SUPERAR CUALQUIER ANTIFEMINISMO
La esplendorosa realidad de la asunción de María nos debe incitar a combatir cualquier clase de antifeminismo en los ámbitos culturales, sociales, eclesiales y familiares. El comentario del teólogo moralista Benjamín Forcano nos puede iluminar esta perspectiva. Dice que las ideologías antifeministas modernas tratan de defender lo mismo que las antiguas, pero de forma más civilizada y encubierta. La mujer es una criatura maravillosa con la sublime misión de representar y presevar en el mundo el espíritu de entrega y acogida, con la nobilísima vocación de la maternidad. Pero dan a entender que a causa de esta misión debe renunciar a una serie de capacidades y posibilidades... Por ejemplo, la dirección de los asuntos públicos (civiles y eclesiásticos). Se le ofrece aparentemente un trono, pero se le pide que siga ejerciendo de esclava. En esta dirección se destaca la simbolización que se ha hecho de María, virgen y madre. Como si encarnase este ideal de mujer, con las características virtudes de la modestia, la abnegación, la aceptación pasiva, la vida humilde y escondida, contrapuestas a las virtudes y la vida social de su hijo.

Pero en nuestra cultura se ha puesto en marcha un nuevo modelo de relación entre los sexos, una nueva civilización. Esta nueva civilización ha descubierto la irracionalidad del orden antiguo que mantenía la jerarquización de los dos sexos y confería al varón la supremacía y a la mujer la inferioridad (cf. Benjamín Forcano, Nueva Ética Social, Trotta, Madrid 1996, especialmente págs. 124-125). Por eso debemos liberarnos de este prejuicio antifeminista e ir sacando las consecuencias prácticas en todos los ámbitos de la vida. El espíritu del Magníficat de María debe inspirar a las mujeres y a los hombres cristianos en el camino de la reconciliación entre iguales, y en la marcha adelante para la construcción compartida de una nueva civilización.

JOSEP HORTET
MISA DOMINICAL 1999, 11 5-6


 

5.

CELEBRACIÓN GOZOSA Y ESPERANZADORA
Toda la celebración de hoy, y también la homilía, debería tener un tono de victoria y esperanza. El triunfo de la Madre de Jesús es un poco nuestro propio triunfo y el de toda la humanidad.

Precisamente porque estamos viviendo tiempos difíciles, en que no abundan las buenas noticias, y la humanidad puede decirse que anda desorientada y desanimada, los cristianos hacemos bien en celebrar esta fiesta de la Virgen, como un acto positivo de reafirmación de nuestra esperanza, dejándonos contagiar de su alegría. Es una fiesta que ilumina el verano -en nuestro hemisferio Norte, o el invierno en el Sur- y a muchas poblaciones les es ocasión de una fiesta mayor, humana y cristiana. Una fiesta de las más populares y consoladoras que la comunidad cristiana dedica a la Virgen María.

VICTORIA EN TRES NIVELES
La fiesta de hoy se puede decir que tiene tres niveles:

a) Es la victoria de Cristo Jesús: el Señor Resucitado, tal como nos lo presenta Pablo, es el punto culminante del plan salvador de Dios. Él es la "primicia", el primero que triunfa plenamente de la muerte y del mal, pasando a la nueva existencia. El segundo y definitivo Adán que corrige el falló del primero.

b) Es la victoria de la Virgen María, que, como primera seguidora de Jesús y la primera salvada por su Pascua, participa ya de la victoria de su Hijo, elevada también ella a la gloria definitiva en cuerpo y alma. Ella, que supo decir un "sí" radical a Dios, que creyó en él y le fue plenamente obediente en su vida (."hágase en mí según tu Palabra"), es ahora glorificada y asociada a la victoria de su Hijo. En verdad "ha hecho obras grandes" en ella el Señor.

c) Pero es también nuestra victoria, porque el triunfo de Cristo y de su Madre se proyecta a la Iglesia y a toda la humanidad. En María se retrata y condensa nuestro desuno. A1 igual que su "sí" fue como representante del nuestro, también el "sí" de Dios a ella, glorificándola, es también un sí a nosotros: nos señala el destino que Dios quiere para todos. La comunidad eclesial es una comunidad en marcha, en lucha constante contra el mal. La Mujer del Apocalipsis, la Iglesia misma, y dentro de ella de modo eminente la Virgen María, nos garantizan nuestra victoria final. La Virgen es "figura y primicia de la Iglesia, que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra" (prefacio).

UN SÍ A LA ESPERANZA
La fiesta de hoy, con sus cantos, su homilía, su ambiente festivo y, sobre todo, por las lecturas mejor proclamadas que nunca, debería contagiarnos esperanza.

La Asunción es un grito de fe en que es posible la salvación y la felicidad: que va en serio el programa salvador de Dios. Es una respuesta a los pesimistas, que todo lo ven negro. Es una respuesta al hombre materialista, que no ve más que los factores económicos o sensuales: algo está presente en nuestro mundo que trasciende nuestras fuerzas y que lleva más allá. Es la prueba de que el destino del hombre no es la muerte, sino la vida. Y además, que es toda la persona humana, alma y cuerpo, la que está destinada a la vida total, subrayando también la dignidad y el futuro de nuestra corporeidad.

En María ya ha sucedido. En nosotros no sabemos cómo y cuándo sucederá. Pero tenemos plena confianza en Dios: lo que ha hecho en ella quiere hacerlo también en nosotros. La historia "tiene final feliz".

CADA EUCARISTÍA NOS ACERCA A NUESTRA ASUNCIÓN
Cada vez que participamos en la Eucaristía, elevamos a Dios nuestro canto de alabanza, como hizo María con su Magnificat. La plegaria eucarística que el presidente proclama en nombre de todos es como un Magnificat prolongado por la historia de amor y salvación que va construyendo Dios.

Cada vez que participamos en la Eucaristía recibimos como alimento el Cuerpo y la Sangre del Señor Resucitado: y él nos aseguró: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día". La Eucaristía es como la semilla y la garantía de la vida inmortal para los seguidores de Jesús. Por tanto, de alguna manera, también nosotros estamos recorriendo el camino hacia la glorificación definitiva, como la que ya conseguido María, la Madre.

Cada Eucaristía nos sitúa en la línea y el camino de la Asunción. Si la celebramos bien, vamos por buen camino.

J. ALDAZÁBAL
MISA DOMINICAL 2000, 10, 41-42