COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

1 Co 15, 20-26

 

1. J/PRIMICIA:

- Cristo es la primicia de los resucitados. Es la primera gavilla de la gran cosecha que Dios recoge de la siembra en el mundo. La primera gavilla indica que la cosecha ha empezado. Reafirma nuestra esperanza en la resurrección. María es también gavilla de las primicias. Esta comparación no tiene para nosotros la misma fuerza que tenía en tiempo de Pablo. La presentación de la primera gavilla, como primicia de la cosecha, era motivo de alegría y de bendición.

La civilización industrial no habla de gavilla, sino de "inauguración". Pero lo importante es conservar el sentido que hay en el fondo de la comparación. En Jesús la prodigiosa fiesta de su resurrección es la gavilla, la inauguración, la Asunción de María es la primera participante en la fiesta. La resurrección de Jesús y la Asunción de María significan que en Cristo resucitado, centro de la creación liberada, el proceso de restauración llega hasta la materia cósmica. La Asunción de María nos confirma que en la resurrección de Cristo la creación entera llega a su plenitud, que el cosmos y el cuerpo no es sólo el lugar material en que se juega el destino del hombre. La liberación que le espera le hará acceder a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 16


 

2. J/REY/VICTORIA:

Esta lectura enfoca el Reino de Cristo desde una perspectiva típicamente paulina: la del Misterio de Cristo. El Señor como Alfa y Omega del universo (cfr. Col. 1, 13-20 y Ef. 1, 3-14). En el contexto de la Resurrección y sus efectos salvadores en los hombres, propio del capítulo 15 de primera Corintios, Pablo traza las líneas maestras de esta soberanía y señorío de Cristo.

Naturalmente, esta descripción tiene un dinamismo hacia el final de los tiempos y San Pablo acentúa este final glorioso y vencedor del Resucitado. Pero ello ya ha comenzado en la misma Resurrección, cuya fuerza se derrama hacia los creyentes, que participan en este misterio de la Vida Nueva. Es el misterio de la solidaridad.

Por lo tanto, este dominio del Señor no es desde fuera o por la fuerza, sino dando la vida, con principios internos o interiorizados. En este punto conviene notar el sentido analógico que tiene el título de "Rey" dado a Jesucristo y que el mismo prefacio de la misa de hoy subraya. La victoria no es por imposición extrínseca, sino por la misma fuerza de la vida. De ahí que el enemigo por antonomasia sea la muerte.

El proceso que lleva al punto final glorioso es lento y laborioso. No se puede, o se debe, pensar en una victoria relampagueante o espectacular, pero es cierta. El punto final es la identificación de todo el cosmos, por el hombre, con Cristo. Y, obviamente del Hijo con el Padre, coronando así todo el proceso salvador iniciado en la creación. Desde la salvación integral es desde donde es preciso enfocar el Reinado de nuestro Dios. No desde ideologías, poderes u otras categorías.

DABAR 1982, 43


 

3.

La resurrección de Cristo no fue un hecho aislado, sino una primicia, el primer fruto de una cosecha, que anuncia la resurrección de todos; es así el fundamento de la esperanza. La humanidad entera era solidaria del primer hombre y participaba de su destino. Ahora, con el Mesías, se ha creado una nueva solidaridad. La primera solidaridad conducía a la muerte, la segunda lleva a la vida.

Ahora bien, mientras la solidaridad con Adán no era libre, sino que nacía de la naturaleza misma del hombre (Adán=hombre), la solidaridad con el Mesías se crea por la comunicación de su Espíritu (1 Cor. 12, 12-13), don de Dios a los que libremente se adhieren a su Hijo, jefe de la humanidad nueva. El Espíritu, que es la vida, dará la resurrección a los que pertenecen al Mesías (Rm. 8. 11).

El plan de Dios, actuado por el Mesías, Jesús, era comunicar al hombre su misma vida y así salvar para siempre al hombre que creó. El reino del Mesías es un reino de vida en todas sus manifestaciones; su enemigo total es la muerte, destrucción de la obra de Dios. Dios mismo irá venciendo a todos sus enemigos, sometiéndolos al Mesías; el último por vencer será la muerte, para que reine totalmente la vida, y una vida sin fin. Ese sera el triunfo de Dios, el final de su obra.

DABAR 1979, 46


 

4. EV/PROMESAS

Pablo sabe que algunos cristianos de Corinto, los gnósticos, no comprenden el significado de la resurrección de los muertos cuando el Señor vuelva, al fin de los tiempos, con poder y majestad, pues creen que la salvación se realiza plenamente ahora y en este mundo que pasa y no hay nada más que esperar. E insiste en que la resurrección de Jesús es como las primicias y que sólo habrá cosecha cuando todos resucitemos. Porque entonces la muerte, que es el último enemigo, será vencida en todos los frentes y, con esta victoria, se acabará la opresión que aún padecen los hijos de Adán sobre la tierra. No habrá ya principado, dominación ni potestad alguna sobre los hijos de Dios. No habrá nada que se oponga al evangelio y a la libertad de los que creen en el evangelio de Jesús. Pablo entiende que el evangelio no es sólo la buena noticia de lo que ya ha sucedido radicalmente en Cristo, sino también la promesa de lo que aún ha de acontecer en nosotros, que somos los miembros de Cristo. Entre el hecho y la promesa, entre el "ya" y el "todavía no", se extiende la arena de nuestra lucha y de nuestra responsabilidad; hay un camino abierto y por tanto un deber que cumplir. Creer que todo se ha conseguido y que la salvación ya se ha realizado plenamente en el mundo, nos llevaría a perdernos en vanas ilusiones. La verdad es que la muerte y el miedo a la muerte nos siguen mortificando. Pero la victoria de Jesús sobre la muerte, garantía de nuestra propia resurrección, despierta una esperanza que actúa y nos hace resistir contra todo lo que nos esclaviza.

EUCARISTÍA 1989, 38


 

5. EV/COMPROMISO

Pablo sale al paso de los gnósticos de Corinto, que creen poseer ya en esta vida la plenitud de la salvación, por lo que desprecian el mensaje cristiano de la resurrección de los muertos. Pablo recuerda que Jesús ha resucitado y se ha convertido en primicia de todos los que han muerto; esto es, que ya ha comenzado la resurrección de los muertos; pero la muerte, el último enemigo de los hombres, aún no ha sido totalmente aniquilada. Esto sólo sucederá cuando el Señor vuelva; entonces se acabará con ella cualquier otra opresión que padecen los hombres desde el pecado de Adán.

Derrocados el poder y la fuerza de los señores de este mundo, no habrá otro señor que el mismo Dios, ni otro reino que el reino de Dios. Dios será todo en todos. Mientras tanto, el evangelio no es sólo el anuncio de una salvación en marcha, sino también de una promesa pendiente. Por lo tanto hay un camino que recorrer, un deber que cumplir, una lucha que realizar en la historia. Negar esto sería caer en vanas ilusiones. Y esto lo niegan prácticamente los que creen que "ya han llegado" y no esperan otra cosa, pero igualmente aquéllos que confunden la esperanza cristiana con la pasividad y el verlas venir. Lo que está por venir, en cierto sentido, está por hacer.

EUCARISTÍA 1985, 38


 

6. ADAN/MU  J/VIDA.

-"Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto": La resurrección de Cristo no es un hecho excepcional ni aislado, sino que está en función de la salvación de los hombres. Y así como los israelitas, precisamente el día siguiente de la Pascua ofrecían las primicias de la cosecha, como una consagración de su totalidad, así también Cristo es el primer resucitado, no sólo cronológicamente sino sobre todo como principio de la resurrección de los hombres.

-"Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida": Comparación de Cristo con una figura tipológica negativa. Adán abrió la puerta a la muerte (como alejamiento de Dios y como realidad física) y Cristo abre el camino de la resurrección también en el doble aspecto espiritual y corporal. Con Cristo nace una humanidad nueva, puesto que el proyecto de la Creación quedó colapsado por el pecado de Adán.

-"Primero Cristo como primicia; después, cuando él vuelva, todos los cristianos...": La resurrección tiene unos momentos: Cristo, los creyentes y, finalmente, después de la destrucción de todos los poderes que se oponen a Dios, la restitución de la soberanía de Dios sobre todas las cosas. Será el momento de la plena reconciliación de la Creación con Dios. En esta reconciliación, la última acción de Cristo es la destrucción de la muerte, la realidad introducida por Adán.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987, 16


 

7. 1Co/15/20-34  J/ADAN:

El pensamiento de Pablo sobre la resurrección se va ensanchando hasta adquirir proporciones universales y cósmicas. En realidad, la resurrección de Jesús no tiene un campo limitado de irradiación y de acción. Constituye el epicentro de un movimiento incontenible de vida que acabará envolviendo a la humanidad entera y a la creación. La comparación entre Cristo y Adán, desarrollada después en la carta a los Romanos (5,12ss), tiene la virtud de situarnos en una perspectiva unitaria de la historia de la humanidad y del mundo. A diferencia de otras concepciones religiosas, el pensamiento bíblico no considera la creación como el resultado degradado o devaluado de fuerzas antagónicas. La creación, tal como salió de las manos de Dios, no espera su destrucción porque es una «obra buena».

El pecado y la muerte no son fuerzas primordiales incontrolables, sino que, para la Biblia en general y sobre todo para san Pablo, tienen un comienzo concreto: la historia humana. Una historia misteriosa de gracia y libertad, tal vez siempre en conflicto, pero nunca abstracta. Y en el marco de esta historia viva y existencial, la comparación es iluminadora: "Lo mismo que por Adán todos mueren, así también por Cristo todos recibirán nueva vida" (v 22).

Indudablemente, el concepto de primicia (20-23) que se predica de Cristo implica en él una absoluta solidaridad con la humanidad y con su historia. Pero la contraposición que se establece entre Adán y Cristo supone que en Cristo cambia de sentido el curso de la historia y comienza una creación nueva, que tendrá su último día (23) cuando «Dios sea todo en todos» (28).

Pero los hombres que participan en la obra de Cristo experimentan en su «aquí y ahora» la tensión provocada por unas fuerzas todavía no aniquiladas. Pablo propone el ejemplo de su comportamiento (30-32): exponerse todos los días al peligro de morir y vivir en donación constante es una actitud que sólo puede adoptar quien vive su propia existencia con la segura esperanza de que la resurrección ya ha comenzado.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág.527


 

8. Primero, Cristo como primicia; después, todos los cristianos

El largo capítulo 15 de la primera carta a los Corintios está dividido en diversas secciones. Pablo empieza recordando la experiencia de los primeros discípulos, testigos presenciales del Resucitado (vv.1-11), pasa a continuación a señalar que las objeciones al hecho de la resurrección ponen en cuestión la fe cristiana entera, pero en realidad, la resurrección es un hecho y afecta, no tan sólo a cada persona singular, sino a la humanidad entera (vv. 12-28); por último, el apóstol intenta dilucidar por medio de imágenes el cómo de la resurrección (vv. 30-58).

La contraposición Adán-Cristo, la desarrollará Pablo en Rm 5. Aquí le sirve para introducir dos tipos de existencias, la terrena y la resucitada, de las cuales todos participamos ya y participaremos en el futuro. Siguiendo la tradición apocalíptica, de moda en el siglo I, distribuye la historia de la salvación en períodos: hasta la resurrección, hasta la parusía, y por último, la etapa definitiva, en el reino del Padre, después de aniquilar todo el poder de la muerte.

Pablo nos presenta, pues, el segundo tema de las lecturas de hoy: la visión optimista y esperanzada del destino de la gloria de toda la humanidad en Dios por Cristo. Una convicción de fe que puede ayudarnos a superar nuestros miedos y pesimismos, si la vivirnos consecuentemente. 

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 10, 44


SEGUNDA LECTURA OPCIONAL

 

1. Ef/01/16-23 Ef/02/01-10

El trozo de la carta a los Efesios que leemos en este día de la Asunción no se refiere expresamente a la Virgen. Pero se le aplica por dos motivos. Primero, por el hecho de hacer resaltar un acontecimiento tan misterioso y excelso con el que fue favorecida María. En efecto, si tan enorme es la grandeza de la virtud de Dios hacia los creyentes y tan poderosa la fuerza con la que resucitó a Cristo y lo hizo sentarse a su derecha (1,19-20) nadie se extrañará de que haya enaltecido a la madre de Jesús por encima de todos los vivientes, llevándola a su seno en cuerpo y alma.

En segundo lugar, el texto aparece oportuno precisamente hoy, pues si se lee teniendo presente como fondo el misterio de la Asunción de María, se ve cómo intenta despertar en los creyentes la ilusión esperanzada, moviéndolos así a perseverar en la fidelidad a la propia vida. La esperanza es que, si Dios ha obrado semejante maravilla en María, su mano será suficientemente poderosa igualmente para elevar a los que creen en él, resucitándolos a la vida y haciéndolos sentarse todos juntos en el cielo (2,6).

Pero de todo eso la gloria es sólo de Dios; únicamente él tiene derecho a ufanarse y nadie más. Ya que todo es puro don de Dios (v 9), tanto la Asunción de María como la exaltación de los creyentes. Todo se ha hecho «en Cristo». «Por gracia habéis sido salvados» (5). Así, en el acontecer anual de la fiesta de la Asunción se nos invita a mirarnos a nosotros mismos para descubrir el camino ya iniciado de nuestra propia asunción. El primer paso ha sido la conversión.

«Y estando nosotros muertos por nuestras culpas, nos dio vida por Cristo» (2,5). Incluso la conversión, a pesar de parecer nuestra, pertenece al misterio obrado en Cristo. Si, como creyentes, hiriera la fe nuestra mirada, tal vez iríamos por el mundo fascinados, y contemplaríamos todas las cosas y la propia vida con ojos muy abiertos, guardando en el pecho el secreto convencimiento de que el misterio de la vida y de las cosas no es otro que el de la maravilla prometida, que ha comenzado a insinuarse ahora pálidamente.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 839 s.