COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
2 Co 5, 20-6, 2

 

1.

Al decir Pablo que "Cristo murió por todos", imagina rápidamente una objeción: ¿no mueren ya de suyo todos los hombres? ¿Como se entiende que la muerte de Cristo tenga ese carácter vicario y supletorio? Pablo contesta diciendo que Cristo, al morir por todos ha hecho posible que la vida humana supere el narcisismo moral en el que estaba encerrada, y pueda ya proyectarse a un polo extrínseco de atracción vital: "aquel que por ellos murió y resucitó". Como siempre en Pablo, la muerte de Cristo encuentra la eficacia en su apertura real a la resurrección.

La "valoración del hombre" desde la perspectiva cristiana no puede, pues, hacerse ya a base de la mera "existencia carnal", o sea de la condición mortal y humana sin esperanza de resurrección. Al mismo Cristo no se le puede valorar únicamente como un héroe sublime que dio generosamente su vida por una causa grande, sino como el vencedor pionero de la muerte: "Si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe estaría vacía" (1 Cor 15,14).

Por consiguiente, la mística cristiana es una mística de lo nuevo: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es". Por eso, la muerte de Cristo se considera como una "reconciliación". La raíz de la palabra griega "reconciliación" corresponde en castellano a "creación de lo otro". "Reconciliarse", pues, no es simplemente poner un paréntesis sobre una época desgraciada de la vida y volver al punto cero; no es hacer borrón y cuenta nueva como si nada hubiera pasado.

Por el contrario, la reconciliación reconoce la posibilidad y la probabilidad del mal cometido, que ha sido causa de la separación, pero implica la creación de una situación totalmente nueva, donde los hombres empiecen a caminar más allá de su propia carga histórica.

Así se explica que todos los pasajes neotestamentarios referentes a la reconciliación afirmen con una fuerza insoslayable: ahora todo ha cambiado. Dios, con su soberana intervención, ha transformado la situación del mundo.

Indudablemente, la creación no ha tomado todavía su nueva forma; esto sucederá el último día; pero desde ahora, como a la salida del sol, todos los seres se iluminan con la irrupción de la luz. La cruz ha sido como una sentencia de muerte que implica la terminación del pasado e inaugura lo completamente "otro": "Para el que está en Cristo aparece una creación nueva; se destruyen las cosas viejas, todas las cosas se renuevan".

Así, pues, el ministerio de la reconciliación -de la que los apóstoles son como "embajadores"- no es nada tranquilizante, ya que no deja las cosas como están, sino que exige la audacia de crear una nueva situación más allá de las fronteras, dentro de las cuales hemos vivido hasta ahora. La reconciliación es la negación total no de la tradición, sino del tradicionalismo, entendiendo por "tradicionalismo" el intento de fijar una época determinada de la historia y de perpetuarla a través del acontecer inevitable de la evolución.

La reconciliación es una flecha apuntada hacia lo "otro", hacia la nueva situación, no conocida y apenas soñada. Es una actitud nada reformista, sino profundamente revolucionaria.

"Revolución" propiamente es la búsqueda de lo "otro", no la recomposición o el reajuste del viejo caserón.

Este itinerario de la reconciliación -de búsqueda de lo otro- es ciertamente peligroso; obliga a la Iglesia a salir de su reserva espiritual y a mancharse con la "gente". Pero la Iglesia no ha de ser menos que Cristo, "que no conociendo pecado, Dios lo hizo pecado para que en él llegáramos nosotros a ser justicia de Dios". Hay, pues, que "empecatarse", que correr el riesgo de la pérdida del puritanismo, para conquistar paradójicamente la única pureza cristiana: la salida de lo viejo y el caminar hacia lo nuevo, hacia lo otro, hasta llegar hasta la situación radicalmente "otra": la resurrección.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976, pág. 1794 s.


2.

Los últimos domingos hemos leído la primera carta a los Corintios y hemos visto los problemas y discusiones que Pablo tuvo con aquella comunidad a la que tanto amaba. Hoy leemos un fragmento de la segunda carta que se conserva dirigida a la misma comunidad y escrita pocos años después de la primera.

Ahora los problemas son otros: quizá los de unos predicadores que se presentan como si tuvieran una especial relaci6n directa con Dios por encima de las contingencias humanas, y como si Jesucristo hubiese vivido la vida humana casi como una comedia, sin vida humana real. Pensar esto, claro está, lleva a menospreciar la importancia de vivir según el Evangelio, y a creer que no hay que preocuparse para actuar bien o mal.

Pablo, en el fragmento de hoy, y basándose en los cánticos del Siervo de Yahvé (Is 49 y 53), habla de lo que ha significado realmente la fidelidad de Jesús hasta la muerte y de que hay que vivir de acuerdo con la redención que él nos ha conseguido.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 3


3.

En la segunda carta a los Corintios, Pablo hace la defensa de su ministerio de apóstol . En la comunidad de Corinto, algunos, quizá movidos por predicadores venidos de fuera, cuestionan el ministerio de Pablo y se presentan como si tuvieran una especial relación con Dios por encima de las contingencias humanas. Y con eso, además, menosprecian la importancia de vivir según el Evangelio.

En el fragmento de hoy, Pablo se presenta como embajador de Cristo. Si Cristo, el enviado de Dios, envía al ap6stol, quiere decir que la exhortación del apóstol es la exhortación de Dios mismo. Y entonces, basándose en los cánticos del Siervo de Yahvé (Is 49 y 53), habla de lo que ha significado realmente la fidelidad de Jesús hasta la muerte y de que hay que vivir según la redención que él nos ha conseguido.

MISA DOMINICAL 1995, 3


4. MONICIÓN:

El apóstol san Pablo hace una llamada en nombre de Cristo: una llamada a acercarnos a Dios, a reconciliarnos con él, a aprovechar la oportunidad de los tiempos de la salvación.

MISA DOMINICAL 1990, 5