40 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO IV DE CUARESMA
34-40

34. Los ojos del corazón

En la curación del ciego de nacimiento el Señor se revela como la Luz que ilumina la ceguera de un pobre invidente. «El que por nosotros se ha hecho como nosotros da la vista al ciego de nacimiento» (Hipólito).

Al símbolo de Cristo como Agua, se suma ahora el rico símbolo de Cristo como Luz que «recobró de nuevo para la vida lo que la muerte había arrebatado para sí como castigo» (Gregorio de Elvira). En efecto, Jesús «era la Luz y disipaba las tinieblas» (san Agustín). El evangelista subraya que «fue Jesús quien vio al ciego, y no el ciego quien acudió a Él» (san Juan Crisóstomo). Es importante caer en la cuenta de que Dios nos ve antes que nosotros le veamos a Él, y que únicamente el Dios-hombre puede ungir y abrir los ojos apagados de un ciego.

El poeta Prudencio cantó el milagro con estas palabras: «Tu unges con limo saludable y con la saliva de tu sagrada boca los ojos hundidos ya en las eternas tinieblas; con eso volvió enseguida la luz a las órbitas abiertas». La acción sanadora de Jesús trae a la memoria la obra genesíaca de la creación: «Cristo afirma que debía hacer las obras del Padre» (Tertuliano). La creación y la curación del hombre es la «gran obra de Dios» (san Ireneo). «Este ciego había nacido para gloria de Dios; para que pudiese reconocer en la obra de Cristo la obra de Dios» (san Hilario). La ceguera «existió para que se manifestaran las obras de Dios» (san Agustín). Dios crea, recrea y modela con sus propias Manos a la criatura, porque ésta es la que «tiene más valor en toda la tierra» (san Juan Crisóstomo). Con el gesto de mezclar la saliva con la tierra, llega al ciego «la palabra que necesita para llegar a ver» (Orígenes). El Señor de la vida, con la curación del ciego, muestra a la criatura quién es, hace posible que pueda decir verdaderamente Yo soy, «no avergonzarse de su antigua ceguera» (san Juan Crisóstomo) y relatar la obra del Salvador.

El que se sabe milagrosamente sanado no se pierde en disquisiciones inútiles y secundarias: el por qué había sido ciego, si la curación había tenido lugar en sábado... El ciego que recuperó la vista sabe lo único importante, la verdad: Que ahora ve.

El haber recuperado la visión le conduce a la fe, el ver lleva a creer y a adorar: «No se limitó a decir: Yo creo, Señor, sino que se postró delante» (Orígenes). «Le confesó Hijo de Dios y le adoró como convenía» (Simeón el Nuevo Teólogo). Bien lo supo expresar san Ireneo: «En los mismísimos ojos que primero no veían recobraron la vista, desalojada por la visión la oscuridad... Con los mismísimos ojos con que no veían, recobrada la visión, daban gracias al que le había devuelto la vista». También hoy necesitamos ser curados de nuestras cegueras. «Muchas veces creemos que vemos, y estamos ciegos al modo de los fariseos» (Damasceno). Hoy, como ayer, es menester «considerar los ojos del corazón» (san Ambrosio), y no olvidar que «el Señor que había hecho los ojos y el corazón, curó igualmente los dos» (san Agustín). La escena evangélica del ciego de nacimiento motiva la reflexión y la oración: «Como dio vista al ciego con lodo, quiere el Señor que a cosa tan ciega como yo haga cosa que no lo sea... Dadnos, Señor, luz, mirad que es más menester que al ciego que era de su nacimiento» (santa Teresa de Jesús).

+ Eugenio Romero


35. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

Comentarios Generales

I Samuel 16, 1. 6-7. 10-13:

David hace su entrada en el escenario de la Historia bíblica. Va a tener en ella un puesto trascendental y un nombre inmortal.

— Como todas las elecciones divinas, la de David parte no de méritos humanos, sino del beneplácito de Dios. Samuel debe ir por orden de Dios a buscar Rey para Israel en la familia de Isaí en Belén. Han desfilado siete hijos de Isaí. Samuel no ve en ninguno de ellos la elección divina. Y llaman al pequeño; está apacentando las ovejas; es rubio, agraciado, ingenuo (12).

— “Úngele. Este es” (13). Israel ya tiene Rey. Del pastoreo de ovejas, David, por orden de Dios, pasa a pastorear el Pueblo de Dios. La Unción hace descender sobre él el Espíritu de Yahvé. Y David queda tan enriquecido del Espíritu de Dios, que será el Rey y Profeta por antonomasia.

— Pero no es ésa la mejor gloria que nimba a David. Sobre este pastorcito ungido por Samuel se irán acumulando las esperanzas y promesas Mesiánicas. La traducción hebrea de “Ungido” es Mesías; y la griega, es Cristo. “Elegí a David mi siervo. Le ungí con óleo santo” (SI 88, 20). Israel, cierto, ungía a sus reyes. Y hacía de cada Rey un Cristo. Pero desde David, en virtud de la Profecía de Natán, cada Rey de Israel, hijo de David, lleva en su frente la esperanza, la promesa del “Cristo”; el Rey-Davídico; el Ungido; el Mesías que instauraría el Reino de Dios. Mirando a este hijo de David quedan todos los ojos. Y todas las voces piden a Dios envíe a su “Cristo”. El N. T. nos dará como equivalentes: Jesús-Cristo-Hijo de Dios. Al llegar Jesús nos ha llegado el Ungido, el Cristo que esperaba Israel; el Hijo de David, Cristo por antonomasia. “Jesús, tu Santo Hijo a quien Tú ungiste” (Act 4, 27); “Le ungió Dios de Espíritu Santo” (ib 10, 38). Jesús, que por ser el Hijo de David en quien convergen todas las esperanzas, es ya el Cristo, lo es con infinita mayor verdad y plenitud por ser a la vez el Hijo de Dios. Jesús es el Hijo de Dios en sentido propio y ontológico. Y por esto su esencia, su misión y su función es ser “Cristo” = “Ungido”. Tanto, que dirá Pablo: In Christo unxit nos Deus (2 Cor 1, 21). En Cristo = Ungido nos ungió Dios. En Cristo somos cristianados. El rezuma unción. Y todos somos por Él ungidos.

Efesios 5, 8-14:

San Pablo traza un programa al que deben procurar ajustarse todos los cristianos:

— Contrapone las dos condiciones: Luz-Tinieblas; antes del Bautismo éramos tinieblas y noche. Ahora somos “Luz”; “Luz en el Señor” (8). Al modo que la unción de Cristo nos deja ungidos y nos convierte en “cristos”, así la Luz del que es Luz nos inunda a nosotros y nos deja radiantes.

— La verdad y riqueza de la vida debe irradiar y expresarse en las obras. Según la conducta tenemos Obras de Luz y Obras de Tinieblas. Las de la Luz, propias, pues, del cristiano, son: fructificar en toda suerte de bondad, justicia y verdad; y en este camino cabe aún escoger lo que sea más grato al Señor (9). Por tanto, todo en el cristiano debe ser luz y aroma de su gracia bautismal. Respecto a las obras de las tinieblas o pecaminosas, recomienda Pablo: a) No os solidaricéis con los que se portan mal; b) Reconvenced a los pecadores; c) Por mucho que se disimule y se disfrace el pecado, llamadle siempre por su propio nombre (11). Una de las mejores maneras de luchar contra el mal es desenmascararlo. Y una de las más eficaces maneras de favorecerlo es encubrirlo. Nuestra hipocresía y la hipocresía general nos induce a justificar con sofismas lo más infame. Los Profetas no conocían estas cobardes connivencias con el mal. Ni nunca las han usado los auténticos mensajeros evangélicos. “Los pecados reprendidos quedan ya a plena luz” (13). El pecado no reprendido vegeta. Puesto a la luz, muere.

— La doctrina del Bautismo como “Iluminación” es frecuente en el N. T. y en la Patrística. De modo especial en la Carta a los Hebreos (6, 4; 10, 32). El bautizado vive y ve a una nueva luz; luz de la fe. Ve a la luz de Cristo: Hanc lucem amemus, ipsam sitiamus; ut ad ipsam, ipsa duce veniamus et in illa vivamos (Ag In Jn 34). Por eso San Juan Ávila llama a Jesús: “Luz mía, clara claridad mía, resplandeciente resplandor mío, alegre alegría mía”. Luz vivificante, Vida lumínica de la que personal y comunitariamente nos saciamos en la fuente de la Eucaristía: Pan de Vida-Agua de Vida-Maná de Vida-Luz de Vida.

Juan 9, 1-41:

El milagro de la curación del cieguecito es la revelación de Cristo-Luz del mundo:

— La piscina con el nombre simbólico: Siloé = Enviado, la acción simbólica de lavarse en ella (7) y quedar iluminado el ciego le sirven a San Juan para recordarnos cómo Cristo, Enviado del Padre, nos dejó el Sacramento de la Iluminación. Con el Bautismo quedamos lavados y purificados, curados de nuestras tinieblas y ceguera de pecado: Iluminados. La iluminación de los ojos del ciego significa, pues, que Cristo es Luz de las almas (4. 5. 35. 38).

— Para que Cristo nos ilumine es necesario que recibamos su luz. Es necesario creamos en Él. Cristo-Luz ilumina a los humildes (Fe); y deja ciegos a los orgullosos (incrédulos). Los orgullosos tienen ya “su” luz. ¿Para qué necesitan la de Cristo? (39-41).

— Cada hombre, pues, se pone él mismo en la zona de la Luz o en la de las tinieblas. Si humilde como el cieguecito le pide a Cristo: ¡Señor, que vea! Cristo le envuelve en luz. Si orgulloso como los fariseos rechaza a Cristo, queda en su propia luz: “Vosotros decís: vemos. Vuestro pecado persiste” (41). El castigo del orgullo es quedarse con el vacío, las tinieblas, la nada de su autosuficiencia. Se impone, pues, la penitencia del orgullo y de la sensualidad: Deus qui corporali jejunio vitia comprimis, mentem elevas, virtutem largiris et praemia (Pref.).

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Pbro. Dr. Enrique Cases

La curación del ciego de nacimiento

Sin usar sus poderes divinos, con la ayuda de sus discípulos, Jesús se escabulló de los que querían apedrearle en medio de la confusión. Pero volvió al siguiente sábado al Templo; allí realizará un milagro relacionado con todo lo que acababa de suceder: la curación de un ciego de nacimiento, conocido de todos, porque pedía en el mismo Templo. Este milagro tendrá varias características importantes: una vez más fue realizado en sábado, con lo que se renueva la polémica de la curación del paralítico en la Pascua anterior; su valiente confesión le comporta su expulsión como miembro de la sinagoga. Esta curación va a ser realizada en el Templo ante "una nube de testigos", no en un lugar apartado pidiendo silencio y discreción. Es la primera excomunión a un discípulo de Jesús, por el hecho de serlo, en una escalada de enfrentamiento con el Señor.

Todo comenzó ante una pregunta de los discípulos al ver a un ciego de nacimiento en el Templo."Y al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?". La Escritura relaciona el dolor, la enfermedad y la muerte con el pecado, pero no cada enfermedad, sino la situación de postración y dolor de la humanidad. Estaba muy arraigado entre el pueblo ver la enfermedad como fruto del pecado, y los discípulos participaban de esta mentalidad, bastante simplista. Lo que extraña es que lo apliquen a una enfermedad de nacimiento, ¿cuándo había pecado si no había nacido? Esta creencia necesita aclaración.

"Respondió Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él"(Jn). Cosa que sucederá, en este caso, con el milagro de su curación, pero que ocurre en todo dolor cuando el paciente sabe convertirlo en ocasión de amar, perseverando en el amor cuando se vive con salud y prosperidad. Luego, Jesús repite la declaración que había hecho hacía poco: "es necesario que nosotros hagamos las obras del que me ha enviado mientras es de día, pues llega la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo"(Jn). El día son los años de su permanencia entre los hombres; la noche, su muerte. Aunque también se puede interpretar el día como vivir con Jesús por la gracia, y la noche el alejamiento que lleva a las tinieblas. La declaración de ser luz del mundo adquiere matices nuevos mirando al ciego que no ve la luz de la tierra.

"Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, aplicó lodo en sus ojos y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé -que significa Enviado-". Todo tiene aquí su significado. Hacer lodo en sábado equivale a trabajar. Según las interpretaciones farisaicas, era como hacer ladrillos, incluso se decía que poner saliva en los ojos era una actividad que quebrantaba el descanso del sábado. Por otra parte, conocemos la importancia de la piscina de Siloé en la fiesta de los Tabernáculos, y el mismo nombre de Enviado evoca a Jesús como el Enviado que viene a curar a los hombres de sus enfermedades.

El ciego no sabe quién es el que le mancha la cara, quizá escucha que se trata de barro. No se le pide fe, ni se le dice que va ser curado, simplemente se le dice que se lave en un lugar determinado. Él, quizá molesto, guiado por otros, se dirigió donde se le decía. "Fue, pues, se lavó y volvió con vista". ¡Qué gran sobresalto hubo de ser pasar de las tinieblas a la luz! ver a las personas que antes sólo oía, percibir la grandeza del Templo y sus formas, captar todos los matices de la luz, poder moverse con libertad. Y la alegría inunda su alma. Lo dice a todos, su corazón no cabe en su pecho. Entonces pregunta quién le ha puesto ese barro en los ojos con el deseo de conocerle, de saber quién es y cómo lo ha hecho. "Los vecinos y los que le habían visto antes cuando era mendigo decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? Unos decían: Es él. Otros en cambio: De ningún modo, sino que se le parece". Es lógica la sorpresa ante la trasformación de un rostro sin mirada al mismo pero iluminado por la vista y por la alegría. "El decía: Soy yo. Entonces le preguntaban: ¿Cómo se te abrieron los ojos? El respondió: Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a Siloé y lávate. Entonces fui, me lavé y comencé a ver. Le dijeron: ¿Dónde está ése? El respondió: No lo sé"(Jn).

La cuestión no acaba ahí; pues va a dar un giro insospechado al intervenir los fariseos que no ven, o no quieren ver, las grandezas de Dios. Y se fijan en un precepto humano que pretendía proteger otro divino, pero que, de hecho, lo ocultaba. "Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos. Y le preguntaban de nuevo los fariseos cómo había comenzado a ver. El les respondió: Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo". Parece que les sorprende el hecho de la curación y quieren cerciorarse por boca del interesado, que lo repite casi con las mismas palabras a todos. Al oír que el milagro ha sido realizado en sábado, la curación milagrosa pasa a un segundo lugar, como si no viniese de Dios y fuese una cuestión secundaria. "Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no es de Dios, ya que no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales prodigios? Y había división entre ellos". Hasta que vuelven al antiguo ciego que les mira con asombro, al constatar que los fariseos, lejos de admirarse o agradecer semejante curación a uno de los suyos, miembro de la Sinagoga y ciego de nacimiento, se entretienen en cuestiones, para él, sin importancia. "Dijeron, pues, otra vez al ciego: ¿Tú que dices de él, puesto que te ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta". Entonces se indignan con él como si fuese un culpable. "No creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista"; éstos acuden con el temor que suelen dar a las gentes sencillas la presencia de los poderosos y de la autoridad y "les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, que decís ha nacido ciego? ¿Entonces cómo es que ahora ve? Respondieron sus padres: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Preguntadle a él, que edad tiene, él dará razón de sí mismo. Sus padres dijeron esto porque temían a los judíos, pues ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo fuese expulsado de la sinagoga. Por eso sus padres dijeron: Edad tiene, preguntadle a él".


Ceguera de los judíos


Entonces "Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". Dar gloria a Dios es dar testimonio de la verdad, pero ellos eligen un falso testimonio contra Jesús como pecador. En su vileza, piden que el curado sea desagradecido y se pliegue a sus presiones. Pero no lo consiguen, pues "él les contestó: Si es un pecador yo no lo sé. Sólo se una cosa: que yo era ciego y ahora veo. Entonces le dijeron: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Han perdido ya la paciencia, y están haciéndola perder al ciego, que no sale de su asombro y empieza a comprender que se mueven por odio con sus corazones más ciegos que sus ojos antes del milagro; "les respondió: Ya os lo dije y no lo escuchasteis, ¿por qué lo queréis oír de nuevo? ¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" La reacción de los inquisidores es violenta pues "le insultaron y le dijeron: Tú serás discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero ése no sabemos de dónde es". No aceptan el testimonio de Jesús de que su Padre es Dios y Él es el enviado de Dios para salvar a los hombres. Todo antes que aceptar esa verdad. El ciego, que no sólo tiene vista en los ojos, sino que está viendo con los ojos del alma la verdad de fondo que se está jugando "les respondió: Esto es precisamente lo admirable, que vosotros no sepáis de dónde es y que me abriera los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que si uno honra a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada". El discurso del ciego que ahora ve está lleno de lógica y de fe. Todos los pasos de su razonamientos son coherentes. El que no los ve es porque está ciego y sufre la peor ceguera, la de no querer ver porque le ciega el pecado. La respuesta es aún más violenta, y le expulsan de la sinagoga además acusándole de pecador por ser ciego. Sorprendente lógica que bien concuerda con el error inicial que manifestaron, sencillamente, los propios discípulos del Señor. "Ellos le respondieron: Has nacido empecatado y ¿nos vas a enseñar tú a nosotros? Y lo echaron fuera"(Jn)

(Tomado de www.encuentra.com)

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San Carlos Borromeo

A) Los grandes no siguen a Cristo

Al rotar de las estaciones, nuestro sol visible derrama sus benéficos fulgores por la tierra; pero aquel otro sol, Cristo Jesús, llena el mundo de mayores bienes. Mientras vivió, entre nosotros, curó no solo las almas, sino los cuerpos, y los ojos de los ciegos, y hoy a la derecha del Padre continua su obra vivificadora.

Al igual que pasaba por las cercanías de Jericó, según refiere el Evangelio (Lc. 18,36), pasa también ahora, acaba de pasar entre nosotros, puesto que lo habéis adorado llevado en procesión por mis manos indignas, y pasa cotidianamente cuando los predicadores cumplen su misión. Por eso quisiera hablaros del ejemplo que nos dieron aquellos dos ciegos.

Después de relatado el episodio y resuelta la cuestión sinóptica del número de los enfermos, continúa: Las turban humildes seguían al Señor, pero no iban con El ni los fariseos, ni los ricos, ni los príncipes del pueblo. "¡Oh, que pocos siguen a Cristo cuando sube a Jerusalén hacia la muerte, y de los que le siguen, que poquísimos pertenecen a esa clase que se ha dejado envolver por las redes del mundo y del demonio, que no son otras, sino las riquezas! Ya nos lo dijo Jeremías: Recorred las calles de Jerusalén..., buscad por sus plazas a ver si halláis un varón, uno solo, que obre según justicia... Yo me decía: Quizá es solo la gente baja e ignorante... Voy a dirigirme a los grandes y les hablaré... Pero todos a una han quebrado el yugo (5,1-5). Y al no encontrar Jeremías un poderoso que siguiera la senda, continuaba: Los has castigado, y no se han dolido; los has corregido con azotes, pero no han querido escarmentar; ¡tienen la cara más dura que una piedra! (ibid., 3). Triste situación, que resuelve trágicamente el Señor con las siguientes amenazas: Los devorará el león de la selva... Cuantos salgan de sus ciudades serán despedazados, porque son muchas sus maldades (ibid., 6)...

B) Hoy sucede lo mismo

Pero ¿como nos maravilla no encontrarle entre los nobles, si se trata del Hijo de Dios, Sabiduría del Padre?... No creáis que tal cosa ocurría solo en aquellos tiempos, pues los nuestros son peores. Ved la prueba: Todos los días predicó y exhorto a que frecuentéis los santos sacramentos de la Eucaristía y de la confesión, a que os esforcéis en la nobilísima virtud de la limosna, a que os dediquéis a enseñar a los niños y rudos los principios de la fe. Pues bien, ¿cuántos ricos y nobles creéis que se han decidido a oír mis exhortaciones y a ponerlas en práctica? Yo as aseguro que, si me hicieran caso cien personas, y aunque fueran mil, seria muy difícil que entre ellas encontraseis a uno o dos ricos. Y ¿por qué? ¿Por qué otra causa va a ser, sino porque estos hombres, necios y mas que necios, nobles de Satanás, juzgan indigno seguir a Cristo? Los colocó Dios en sus altos puestos para que diesen ejemplo a los demás, y están tan lejos de cumplir su obligación, que lo que hacen es perjudicar y poner a muchos en el mismo peligro de condenación en que viven ellos, porque el pueblo sencillo los juzga sabios y se dirige por su ejemplo y sus consejos... Seguid, seguid al mundo, y ya nos diréis, cuando alcancéis el final de vuestro camino, el premio que habéis alcanzado. Dejadnos a nosotros ir en pos de Cristo en medio de las turban pobres y viles.

C) Sin Cristo y con las criaturas

Aquellos ciegos representaban a la humanidad antes de la revelación y a todos los hombres, incluidos los filósofos, que se pasaron muchos siglos sin saber de dónde habían venido y adonde iban. Tristes efectos del pecado original. Porque el hombre, bajando de la Jerusalén celestial a Jericó, cayó en manos de ladrones, que, despojándole de lo sobrenatural, le dejaron malherido en sus mismas fuerzas naturales. Desde entonces gemimos con una voluntad debilitada y sin energía y un entendimiento envuelto en tinieblas y herido de ceguera.

¡Pobres de aquellos ciegos sentados tranquilamente, casi sin darse cuenta de su ceguedad por la fuerza de la costumbre! Estaban sentados junto al camino, por donde marchaban en continuo flujo y reflujo las gentes.

Algo parecido le ocurre al mundo, que, ciego como es, ha vivido siglos enteros sentado tranquilamente sin preocuparse de su falta de vista. Mas, si el pecado fue grande, lo supera la misericordia de Dios. El nos encierra a todos en la desobediencia para tener de todos misericordia (Rom. 11,32).

Y ahí continúa el mundo sentado junto al camino, por que no dejan de transitar las criaturas, con que se distrae, olvidado por completo de su Creador. Es un doble crimen el que ha cometida mi pueblo: dejarme a mí, fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas, cisternas agrietadas (Ier. 2, 13). Trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza del hombre corruptible (Rom. 1,23). Todos nos encontramos entre Dios y el camino de las criaturas. Uno y otro nos llaman. Tengo en mí esta ley: que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega... (Rom. 7,21).

Peligroso es este camino de las criaturas, como peligroso era el de Jerusalén a Jericó, que abundaba en ladrones y asesinos, no obstante las flores que parecías adornarle. Hijos míos, tened cuidado de no sentaros en él; a pesar de su belleza, esas rosas fragantes, esas suavísimas violetas, no os pueden alimentar, y moriréis de hambre. Y les pedimos limosna a quienes no nos la pueden dar, a las criaturas, que nada tienen para ellas mismas. Nos contentamos con esas pequeñas limosnas de la comida, la bebida, el aire plácido, lo que la naturaleza reparte a los animales, y, cuando nos parece poco esta pobreza, todavía nos atrevemos a pedir a las criaturas limosnas peores. ¡Qué diré de los curiales y de los Áulicos! ¡Oh, mil veces mas desgraciados que los mismos esclavos! ¡Que estipendios tan torpes piden a los demás, cuando mendigan hasta con daño de su dignidad propia!

D) Jesús pasa

El Señor pasa junto al mundo ciego de muchas y diferentes maneras. Pasa con la belleza y el movimiento de los cielos, que debían admirarnos y llevarnos a un conocimiento de Dios, siquiera fuera oscuro e imperfecto, pero a lo menos suficiente. Los seres creados son; una especie de turba que puede avisarnos, pero notad que las que acompañan al Señor iban de paso, porque también las criaturas pasan y sólo nos deben servir como de apoyo para conocer al que es inmutable.

¡Qué fe0lices fueron aquellos ciegos, que con los ojos cerrados tuvieron luz suficiente para conocer al Señor! ¡Cuántos muy sanos no consiguieron lo que ellos! ¡Cuántos filósofos no han acertado a ver a Dios!

Tampoco deben detenernos las turbas que quieren impedir que nos acerquemos a Jesús. Consideraban los vestidos harapientos; de los ciegos y no atendían al brillo de su fe y a la hermosura de su conciencia. Notad que procuraban apartarlos, no por mala voluntad hacia ellos, sino por honrar a Cristo. Querían que no le molestaran o le pidieran limosna, y consideraban indigno del Señor que se acercase a El tal clase de gentes. ¡Qué fatua es la sabiduría del mundo!

¿Sabéis en qué consisten los gritos que dan las turbas de las criaturas? Pues, en que fueron creadas para llevarnos a Dios, y nosotros, por medio de nuestros pecados, torcemos su fin y hacemos que nos separen de Cristo.

E) La oración

Aquellos ciegos, por encima de los gritos de la muchedumbre, hicieron sobresalir los suyos. Tal es la naturaleza de la fe viva, que cuanto mas impedimentos halla, más se enciende. Aprendemos en este pasaje evangélico que no hay que desistir de la oración, ni porque las turbas griten ni porque las criaturas aumenten la violencia de la seducción, y, además, que, aunque parezca que Cristo no nos oye, hay, que persistir en nuestras clamores sin desconfianza, sin dudar y con fe muy recta.

Luego el clamor de los pobres llega a Dios. Y ¿qué me puede importar que el mundo me desprecie y sus sabios se nieguen a oírme, si el Señor me escucha? ¿Qué queréis que os haga? (Mt. 20,32), dijo a los ciegos. Tened ánimo, hijitos míos, no desconfiéis, puesto que vuestra salud está en vuestras mismas manos y todo lo que queráis se os hará. No es necesario, sino que queráis, que consintáis, porque el que os hizo a vosotros sin vosotros, no os quiere salvar sin vosotros. Pero, Señor Jesús, ¿por qué preguntáis lo que estáis viendo? Su misma enfermedad te lo dice, ¿para qué es necesario que lo manifiesten con palabras? —No lo pido para conocer el sufrimiento, sino la fe; no deseo oír lo que padecen, sino conocer que es lo que piensan de mí. — ¡Oh Señor! ¿No vas a saber lo que piensan de ti? —Sí que lo sé, pero quiero que los pueblos busquen su médico y digan delante de todos lo que desean, porque así, mientras los ciegos confiesan al Hijo de Dios, los que tienen vista y me juzgan sólo hombre, son confundidos.

La oración nunca se vuelve vacía si, a la vez que se pide, se honra a Dios, llamándole Señor, y se hace con fe perseverante, sin distraerse en pensamientos inútiles o con respetos mundanos o abandonando nuestras buenas obras.

F) Seguir a Cristo

Los ciegos siguieron inmediatamente al Señor. ¿Cómo puede mendigar nadie cosas del mundo después de haber visto a Cristo? Conoció la dulzura del Señor aquel Nivardo, hermano de San Bernardo, de corta edad, que cuando sus hermanos, al irse al monasterio, le felicitaron por la gran heredad que le dejaban íntegra, les contestó: "Inicuo será ciertamente, hermanos, el cambio. ¡Que vosotros poseáis los bienes celestiales y yo los terrenos, vosotros los eternos y yo los transitorios, vosotros los estables y yo los caducos en continua mudanza, vosotros las riquezas verdaderas y yo las falsas y fingidas! Y renunciando él también a aquella abundantísima herencia, la repartió a los pobres y se entregó al servicio de Dios".

Seguid a Cristo. ¿Creéis que hay algo mas agradable a Dios que el que sigamos a Cristo hasta el cielo para ocupar las sedes que están allí vacías? Oíd que graciosamente nos invita (Mt. 16,24): El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame. ¿A quien vamos a seguir sino a Cristo? ¿Al demonio, al mundo, a la carne, a la muerte y al pecado, o a Cristo, Hijo de Dios, sapientísimo y eterno, verdad que nos busca con amor infinito para vivir con nosotros, gozar de las delicias entre los hijos de los hombres y, por fin, llevarnos a la gloria?

¡Ojalá seamos tan felices como aquellos ciegos! ¡Qué pocos se les parecen en esta ciudad! Prefieren ir de acá para allá en sus negocios, en vez de sentarse alguna vez por donde va a pasar Cristo. Los ciegos pidieron desde lejos y consiguieron lo que deseaban; vosotros tenéis a Cristo tan cerca, que se deja tocar y comer, que esta deseando recibir vuestros memoriales, y os olvidáis de pedirle. Ahí le tenéis en la Cruz, sujeto no por los clavos, sino por amor; ahí lo tenéis en el altar hecho pan blanquísimo. Corred, pedid y recibiréis; nunca volveréis sin nada, porque en El habita la plenitud de todo bien.

(Verbum Vitae, t. II, B.A.C., Madrid, 1954, p. 1161-1166)

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San Agustín

Al hombre que busca la vida, Cristo -nos dice San Agustín- se le presenta como verdad y vida; y una vida que conseguiremos en plenitud cuando le veamos cara a cara. Hasta entonces, Cristo es el camino; por esa senda todos podemos caminar y él mismo está pronto a ayudarnos de mil maneras. Hemos sido creados para la vida y todos, de un modo u otro, la buscamos. Pero, en medio de esa búsqueda, podemos equivocar la senda, equivocar la libertad. Y en esta situación de posible ruina, él se nos propone como camino. Nos corresponde a nosotros emplear «el colirio de la fe» para no equivocar la senda. Sin ella nos hallaremos habitualmente inmersos en nuestros planes de ciudadanos de la torre de Babel. La Cuaresma es un tiempo idóneo para renovar nuestra condición de ciudadanos del cielo.

El Señor dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Esta breve sentencia contiene un mandato y una promesa. Cumplamos, pues, lo que nos manda, y así tendremos derecho a esperar lo que nos promete. No sea que nos diga el día del juicio: «¿Ya hiciste lo que te mandaba, pues que esperas alcanzar lo que prometí?» «¿Qué es lo que mandaste, Señor, Dios nuestro?» Te dice: «Que me siguieras.» Has pedido un consejo de vida. ¿Y de qué vida sino de aquella acerca de la cual está escrito: En ti está la fuente viva?

Por consiguiente, ahora que es tiempo, sigamos al Señor; deshagámonos de las amarras que nos impiden seguirlo. Pero nadie es capaz de soltar estas amarras sin la ayuda de aquel de quien dice el salmo: Rompiste mis cadenas. Y como dice también otro salmo: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.

Y nosotros, una vez libertados y enderezados, podemos seguir aquella luz de la que afirma: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Porque el Señor abre los ojos al ciego. Nuestros ojos, hermanos, son ahora iluminados por el colirio de la fe. Para iluminar al ciego de nacimiento, primero le untó los ojos con tierra mezclada con saliva. También nosotros somos ciegos desde nuestro nacimiento de Adán, y tenemos necesidad de que él nos ilumine. Mezcló saliva con tierra. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Mezcló saliva con tierra; por eso estaba escrito: La verdad brota de la tierra; y él mismo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Disfrutaremos de la posesión de la verdad cuando lo veamos cara a cara, ya que también esto se nos ha prometido. Pues, ¿cómo nos atreveríamos a esperar lo que Dios no se hubiera dignado prometernos o darnos?

Veremos cara a cara, como dice el Apóstol: Al presente conozco imperfectamente, como en un espejo y borrosamente; entonces lo veremos cara a cara. Y el apóstol Juan dice en su carta: Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Se trata, en verdad, de una gran promesa; si lo amas, síguelo. «Lo amo, me respondes, mas, ¿por dónde he de seguirlo?» Si el

Señor, tu Dios, te hubiese dicho: «Yo soy la verdad y la vida», tú, deseoso de esta verdad y de esta vida, tendrías razón de decirte a ti mismo: « Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida; ¡si hubiese un camino para llegar a ellas! »

¿Preguntas cuál es el camino? Fíjate que el Señor dice en primer lugar: Yo soy el camino. Antes de decirte a donde, te indica por donde: Yo soy -dice- el camino. ¿El camino hacia dónde? La verdad y la vida. Primero dice por donde has de ir, luego a donde has de ir. Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida. Permaneciendo junto al Padre, es verdad y vida; haciéndose hombre, se hizo camino.

No se te dice: «Esfuérzate en hallar el camino, para que puedas llegar a la verdad y a la vida»; no, ciertamente. ¡Levántate, perezoso! El camino en persona vino a ti, te despertó del sueño, si es que ha llegado a despertarte; levántate, pues, y camina.

Quizá te esfuerzas en caminar y no puedes, porque te duelen los pies. ¿Por qué te duelen? ¿No será porque, movidos por la avaricia, han recorrido lugares escabrosos? Pero aquel que es la Palabra de Dios curó también a los cojos. «Resulta, dirás, que tengo sanos los pies, pero no acierto a ver el camino. » Piensa entonces que también abrió los ojos al ciego.

(De los Tratados de San Agustín, obispo, sobre el evangelio de San Juan)

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Juan Pablo II

VISITA A LA PARROQUIA ROMANA DE SAN MATÍAS APÓSTOL

Domingo 14 de marzo de 1999

1. «Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría» (Antífona de entrada).

Con esta invitación a la alegría, se abre la liturgia de hoy. Ella da un tono particularmente gozoso a este cuarto domingo de Cuaresma, llamado tradicionalmente domingo laetare. Sí, debemos alegrarnos, puesto que el auténtico espíritu cuaresmal es búsqueda de la alegría profunda, fruto de la amistad con Dios. Nos alegramos porque la Pascua ya está cerca, y dentro de poco celebraremos nuestra liberación del mal y del pecado, gracias a la vida nueva que nos trajo Cristo muerto y resucitado.

En este camino hacia la Pascua, la liturgia nos exhorta a recorrer el itinerario catecumenal con los que se preparan para recibir el bautismo. El domingo pasado meditamos en el don del agua viva del Espíritu (cf. Jn 4, 5-42); hoy nos detenemos con el ciego de nacimiento junto a la piscina de Siloé, para acoger a Cristo, luz del mundo (cf. Jn 9, 1-41).

«El ciego fue, se lavó, y volvió con vista» (Jn 9, 7). Como él, debemos dejarnos iluminar por Cristo, y renovar la fe en el Mesías sufriente, que se revela como la luz de nuestra existencia: «Yo soy la luz del mundo; (...) quien me sigue tendrá la luz de la vida» (Aclamación antes del Evangelio).

El agua y la luz son elementos esenciales para la vida. Precisamente por eso, Jesús los elevó a la categoría de signos reveladores del gran misterio de la participación del hombre en la vida divina.

2.¿Acaso no es verdad que hoy más que nunca las jóvenes generaciones tienen un vivísimo deseo de verdad y se sienten cada vez más cansadas de seguir ilusiones vanas? Es indispensable proponerles con fuerza y amor el Evangelio, y ayudarles a conjugar la fe con la vida para resistir a las múltiples tentaciones del mundo moderno. Por eso, como sucedió al ciego de nacimiento, del que habla el pasaje evangélico de hoy, es indispensable encontrar personalmente a Jesús.

4...

5. «Caminad como hijos de la luz» (Ef 5, 8). Las palabras del apóstol san Pablo, en la segunda lectura, nos estimulan a recorrer este camino de conversión y renovación espiritual. En virtud del bautismo, los cristianos son «iluminados»; ya han recibido la luz de Cristo. Por tanto, están llamados a conformar su existencia con el don de Dios: ¡a ser hijos de la luz!

Amadísimos hermanos y hermanas, el Señor os abra los ojos de la fe, como hizo con el ciego de nacimiento, para que aprendáis a reconocer su rostro en el de vuestros hermanos, especialmente en los más necesitados.

María, que ofreció a Cristo a todo el mundo, nos ayude también a nosotros a acogerlo en nuestras familias, en nuestras comunidades y en todos los ambientes de vida y trabajo de nuestra ciudad. Amén.

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Catecismo de la Iglesia Católica

La fe

2087 Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la ‘obediencia de la fe’ (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el ‘desconocimiento de Dios’ el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en El y dar testimonio de El.

2088 El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:

La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu.

2089 La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’ (CIC can. 751).

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EJEMPLOS PREDICABLES

La puerta del corazón

Un hombre había pintado un bonito cuadro. El día de la presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor, reconocido artista. Llegado el momento, se tiró el paño que revelaba el cuadro. Hubo un caluroso aplauso. Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía. Hubo discursos y elogios. Todos admiraban aquella preciosa obra de arte. Un observador muy curioso, encontró un fallo en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y fue a preguntar al artista: "Su puerta no tiene cerradura. ¿Cómo se hace para abrirla?". El pintor respondió: "No tiene cerradura porque esa es la puerta del corazón del hombre. Sólo se abre por el lado de adentro".

(Tomado de www.encuentra.com)


36.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Octavio Ortíz

Nexo entre las lecturas

El hermoso pasaje de la curación del ciego de nacimiento nos ofrece un tema unificador para las lecturas de este cuarto domingo de cuaresma: “la experiencia de Cristo ilumina la vida de los hombres” (EV). El ciego de nacimiento pasa de la obscuridad a la luz por obra del poder y del amor de Cristo. Esta misma verdad la repite san Pablo en la carta a los efesios (2L): “antes eran tinieblas, ahora sois luz”.Cuando Dios interviene en la vida del hombre, cuando se manifiesta co su amor y con su poder, y cuando el hombre acoge esta revelación en el fondo de su corazón, allí tiene lugar una nueva realidad, una nueva experiencia de Dios. Entonces, la persona humana que yacía en tinieblas se reviste de una fortaleza y una luminosidad hasta entonces desconocidas. Es muy instructiva, en este sentido, la elección del David como guía de su pueblo (1L): era el más pequeño de la casa de Jessé, era pastor, era un muchacho, sin embargo, Dios lo elige para regir los destinos de Israel y para ser figura del Mesías que vendrá. La experiencia de Dios transforma la vida.


2. Mensaje doctrinal

1. La fidelidad de Dios a su amor. El muchacho David, el más pequeño de su casa y pastor, es elegido Rey que conducirá a la unificación de Israel y a la conquista de grandes victorias. David dejará de ser pastor de ovejas para hacerse pastor de Israel. En realidad él es figura precursora de otro Rey que será el Mesías que salvará a su pueblo. A partir de David la alianza con el pueblo se hace a través del rey. Las victorias de David anuncian las victorias que el Mesías alcanzará sobre el mal y la injusticia. El Mesías que ha de venir es el verdadero pastor de su pueblo que canta el salmo 22. Es el pastor que ha querido caminar al lado del hombre para rescatarlo de donde se había perdido y desbarrancado. Es el pastor que no lo abandona por cañadas obscuras, lo conduce a fuentes tranquilas, es un pastor que hace presente la bondad y la misericordia de Dios. Se expresa aquí elocuentemente la fidelidad de Dios a su amor. Fidelidad que se extiende de generación en generación y que han cantado de modo claro y vigoroso los profetas, especialmente Isaías y Jeremías, pero que es una constante de la página bíblica. Dios es fiel a su amor.

Esta fidelidad adquiere en la página del evangelio de este día una elocuencia particular. Cristo, Hijo de David, Pastor de su pueblo, es la luz que ilumina a todo hombre. Es el amor divino que se revela en rostro humano y que, al mismo tiempo, invita al hombre a “tomar parte” en la revelación del amor. Cristo ilumina al ciego de nacimiento, le concede el don de la vista, pero aún más lo ilumina interiormente. Ya no es sólo la luz interior que llega a sus ojos y es descifrada como figuras e imágenes. Es la luz interior que nace del corazón que ha hecho la experiencia de Cristo. El ciego de nacimiento hace experiencia de la fidelidad y del amor de Cristo. A este hombre ya no hay que hablarle de un profeta que ha venido, “él mismo ha hecho experiencia del poder del redentor” y, en consecuencia, él mismo se convierte en luz no obstante su aparente ignorancia y debilidad.

2. Buscad agradar al Señor. Esta pequeña afirmación de san Pablo en la carta a los Efesios expone en síntesis la actitud del cristiano en relación al Señor. El criterio de una vida cristiana no puede ser otro que el tratar de agradar a Dios. Se trata de una consecuencia lógica del amor. El amor llama amor. El ciego de nacimiento experimenta el amor que Cristo le ha tenido, lo busca, lo defiende, lo proclama, se hace pequeño a sus pies, lo reconoce como Mesías. Ante los fariseos que los acosan, el que era ciego atestigua: “si es pecador o no, no lo sé, yo sólo sé que antes era ciego y que ahora veo”. A partir del bien recibido, él se convierte no sólo en un fiel admirador de Jesucristo, sino que es un fiel “seguidor”, comparte con él su suerte, su experiencia de vida, sus persecuciones, sus amores, sus temores e íntimas alegrías.


3. Sugerencias Pastorales

1. Parece evidente que el mundo entero atraviesa por un período de crisis. El Papa Juan Pablo II de modo profético al inicio de su pontificado decía: “El hombre por tanto vive cada vez más en el miedo. Teme que sus productos, naturalmente no todos y no la mayor parte sino algunos y precisamente los que contienen una parte especial de su genialidad y de su iniciativa, puedan ser dirigidos de manera radical contra él mismo; teme que puedan convertirse en medios e instrumentos de una autodestrucción inimaginable, frente a la cual todos los cataclismos y las catástrofes de la historia que conocemos parecen palidecer. Debe nacer pues un interrogante: ¿por qué razón este poder, dado al hombre desde el principio __poder por medio del cual debía él dominar la tierra__ se dirige contra sí mismo, provocando un comprensible estado de inquietud, de miedo consciente o inconsciente, de amenaza que de varios modos se comunica a toda la familia humana contemporánea y se manifiesta bajo diversos aspectos?.” A este interrogante el Papa respondía que al avance técnico y científico de nuestros días no ha ido acompañado de un avance correspondiente en la ética y en la moral. El hombre ha crecido en la capacidad técnica, pero quizá no se ha hecho más hombre en el sentido integral de la palabra. Por eso tiene miedo que sus realizaciones se vuelvan contra él, como lamentablemente hemos observado. Es como si la humanidad, olvidando la luz de la fe, del amor de Dios, de la ley moral, caminara en las tinieblas tropezando por doquier.

Nosotros como pastores y como fieles vivimos esta crisis del mundo y de la fe. El hombre de la calle, la persona sencilla que tiene su puesto de trabajo, aquellos que cruzamos cada día en la tienda, en el trabajo, en la ciudad... se sienten impotentes para cambiar este estado de cosas y sienten la tentación de la derrota, del miedo. Experimentan que su aportación es insignificante en un mundo transido de múltiples confusiones y del poder del mal. Sin embargo, la liturgia de hoy nos invita a cambiar nuestro punto de vista, porque la mirada de Dios no es la mirada de los hombres y el Señor confía a los cristianos una tarea de grande trascendencia en el quehacer humano. Ellos pueden ser pequeños y débiles ante las grandes fuerzas del mal, pero cuentan con la promesa de Dios de que el bien triunfará sobre el mal, de que Él estará con nosotros hasta la consumación de los siglos. Cuentan con la certeza de que el pecado y la muerte han sido ya destruidos. A los cristianos les corresponde la hermosa misión de ser esperanza para un mundo que necesita urgentemente de ella. Cada cristiano es como una luz que irradia luz y calor. Cada hogar cristiano debe ser un foco de esperanza que anime, que invite, que convoque a la experiencia de Dios. Cuanto más obscuras puedan ser las sombras que caen sobre el mundo, tanto más luminoso debe ser el testimonio de los cristianos en el mundo. Ellos son la luz del mundo. La constitución pastoral “Gaudium et spes” tiene una página admirable que conviene aquí reproducir: “Mas la realidad es que, ante la actual evolución del mundo, cada día son más numerosos los que se plantean cuestiones sumamente fundamentales o las sienten cada día más agudizadas: ¿Qué es el hombre? ¿Cómo explicar el dolor, el mal, la muerte, que, a pesar de progreso tan grande, continúan todavía subsistiendo? ¿De qué sirven las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede el hombre aportar a la sociedad, o qué puede él esperar de ésta? ¿Qué hay después de esta vida terrenal?

Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre, por medio de su Espíritu, la luz y fuerza necesarias para responder a su vocación suprema; y que no ha sido dado, bajo el cielo, otro nombre a la humanidad, en el que pueda salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma, además, la Iglesia que bajo todas las cosas mudables hay muchas cosas permanentes que tienen su último fundamento en Cristo, que es el mismo ayer, hoy y para siempre. Iluminado, pues, por Cristo, Imagen del Dios invisible, Primogénito entre todas las criaturas, el Concilio se propone dirigirse a todos para aclararles el misterio del hombre, a la vez que cooperar para que se halle solución a las principales cuestiones de nuestro tiempo.”


37. Delegación Diocesana de Pastoral de Juventud. Diócesis de Sevilla

La curación del ciego de nacimiento es parábola sobre la fe. No sólo él, todos estamos ciegos. Como en el caso de Samuel, nos fijamos en las apariencias, no vemos el corazón. Sólo vemos lo que nos interesa. No vemos el misterio de las cosas, de la vida.

Ni siquiera nos vemos bien a nosotros mismos. Necesitamos que el Señor nos cure de todas nuestras cegueras.

¿Qué pasa en nuestro mundo?

No sé si estarás de acuerdo que la vida nos pasa, nos resbala y no nos damos cuenta. No vivimos, sino que nos des-vivimos. Somos, si acaso, meros espectadores. Pasamos por nuestra propia vida como turistas que se contentan con una foto de recuerdo Como en algunas celebraciones, importa más la foto que la realidad. Nuestra ceguera nos convierte en seres superficiales y desnaturalizados. Vamos por la vida corriendo de una parte a otra, pero sin profundizar. No saboreamos la vida ni los encuentros. Es que ni nos encontramos; sólo nos rozamos. y así nos ponemos nerviosos. Corremos agitados en la vida, pero no vivimos. La prisa, la agitación y la pasión nos ciega.

¿Qué nos dice la Palabra de Dios?

* Ver 1ª Sm 16, 16.6-7.10-13a

El modo de la elección de David es instructivo. Se manifiesta las preferencias de Dios por lo pequeño. Contrasta los juicios y los gustos de Dios y los hombres. Es que "la mirada de Dios no es como la mirada del hombre; pues mientras el hombre mira las apariencias, el Señor mira el corazón".

* Ver Ef 5; 8-14

La luz tiene sus efectos y sus frutos. Pues que se note "toda bondad, justicia, verdad"... Las tinieblas también tienen sus signos y manifestaciones: no hace falta nombradas, porque "hasta da vergüenza".

* Ver Jn. 9, 1-14

El drama de la luz y las tinieblas es uno de los favoritos del evangelio San Juan. Luz y tinieblas en contraste dramático, en lucha permanente. Viene la luz y las tinieblas, resentidas, se oponen. Ven en peligro su reino. La luz inerte y va ganando parcelas a la oscuridad. El evangelio de hoy es una pequeña victoria de la luz, quizás no tan pequeña, porque el ciego curado es testigo.

Para la vida:

Actualmente...

  • ¿qué nos está cegando: los intereses, los prejuicios, los fanatismos, las pasiones, la superficialidad?

  • ¿La falta de fe es una ceguera? ¿por qué?

  • ¿Qué podemos ir haciendo para curar nuestras cegueras?

Un rato de oración:

Estamos en tinieblas:

Encendemos mil luces, pilotos, farolas, focos, carteles luminosos; vamos al oculista y tenemos todos bien controlada la visión. Iluminamos nuestras casas, tiendas, recintos, templos... todo rebosa luz, pero estamos tan ciegos como el del Evangelio, no conseguimos ver.

Tú, Jesús, pasaste a su lado y te fijaste en él. Saliste a su encuentro. Haz hoy lo mismo con cada uno de nosotros para que sepamos ver aquello que es necesario ver con el corazón. Limpia nuestros ojos de ver lo negativo, de ver lo que no tiene remedio, de ver con mirada juzgadora, con exigencia, con intolerancia.

Limpia nuestros ojos de ver la vida sólo desde nuestro lado, en vez de saber veda desde el lado del otro, que se ve diferente.

Te compadeciste del ciego, porque tú has venido para sanamos, para no dejamos más tiempo en tinieblas y por que no necesitan médico los sanos sino los enfermos.

Nuestro mundo está oscuro, Jesús, y necesita que nos abras los ojos: para que no veamos las guerras como algo normal que ocurre siempre, para que no nos acostumbremos al que vive a nuestro lado y nos necesita, para que abramos los ojos ante los diferentes, los inmigrantes, los que sufren, para después de mirarles, abrirles el corazón y tenderles la mano.

Danos mirada de hermanos, danos ojos de niño que se sorprende, haznos ver, como las madres, con cariño y ternura, danos vista de lince para detectar la necesidad del hermano, y cierra nuestros ojos para descansar en ti, al caer la tarde, sabiendo que tú estás más interesado aún en cada uno que nosotros mismos.

Danos ojos enamorados de ti, que contagien tu amor a quien aún esté ciego.

Piensa en esta semana:

"Danos tus ojos, Señor para ver por tu ventana; tus ojos alegres y comprensivos, para ver el lado bueno de todo; tus ojos llenos de dolor cansancio en la cruz, para saber perdonar, tus ojos misericordiosos, para saber amar y mirarlo todo desde el amor."


38.

A).- INTRODUCCIÓN

Hoy 4º domingo de Cuaresma. Con este domingo, el pasado y el que viene se cierra la gran catequesis o enseñanza que la Iglesia da a sus hijos y en particular a los catecúmenos de todo el mundo, unos miles, que con esta última preparación puntual, se acercarán a la misma Iglesia, pidiéndola el Bautismo en la vigilia pascual.

Esta catequesis consta de tres ideas clave en tres etapas:


1ª- Etapa de
conversión. Modelo: la Samaritana, de la que se nos habló el domingo pasado. El "agua viva" la dio fuerzas y decisión para dejar al compañero sentimental. Así no se vive el amor de matrimonio.


2ª- Etapa, momento de
progresión en el camino de la fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador-Mesías. El ciego de nacimiento y su progreso en el caminar de la Fe.

3ª- Etapa.
La nueva vida o resurrección, que alcanzaremos, como meta, y que ya nos la anuncia la resurrección de Lázaro, realizada por Jesús, y de la que se nos hablará el próximo domingo, 5º y último de la Cuaresma

B)- MATERIALES DE AMBIENTACIÓN Y CUADRO REFERENCIAL

La samaritana, del domingo último, se convirtió y pasó de la visión exclusivamente material de la vida: el agua para beber, de este pozo, que les dejó el patriarca Jacob a una visión trascendente, de lo que está más allá, pues ella no concebía pudiera haber otras aguas-manantiales en nuestro propio corazón, para apaciguar otra sed, más allá de las cosas: "el que beba de esta agua vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed, porque el agua que yo le daré, se hará en él, manantial de agua viva, que brotará para la vida eterna"

A los discípulos, anclados en el mundo presente y material, les pasaba lo mismo, sólo concebían el pan y el alimento, que comemos, que sacian el hambre del cuerpo y Jesús les descubre otro mundo del más allá y les dice. "Tengo un alimento, que vosotros no conocéis... Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra".

Nos están invitando a que no nos quedemos en lo material y sensible, que se ve y que se oye, como las costumbres religiosas y tradiciones rutinarias, que acaban siendo losa de muertos, porque las hemos vaciado de su contenido espiritual y las hemos llenado de nuestras imaginaciones, y pensamientos, sobre todo con cosas raras que pensamos y fabulamos de nuestros muertos, por poner un simple ejemplo, bien arraigado: la necrofilia.

Una observación muy importante es que para ir más allá de las cosas, a lo trascendente, hay que partir de lo que está más acá, de las mismas cosas de la vida. No está bien hacer "angelismo", andar por las nubes, sino que para entender la naturaleza de la nueva vida, hay que tener los pies en el suelo. Así vemos cómo Jesús no hablará del agua viva, sino a una persona dispuesta a darle agua natural del pozo para apagar su sed.

Y no hablará de otro alimento eterno, sino a los apóstoles, a quienes ha enviado a buscar el pan material, que calma el hambre y la fatiga.

En otras palabras: la personalidad de Jesús no la captan más que los hombres que busca pan y agua para sus hermanos. Es inútil discutir del misterio de Jesús con gentes que no se han comprometido en lo profano y temporal. Nada, pues, de misticismos, piedades o angelismos falsos. Jesús no está por encima y al margen de estas tareas temporales y profanas, sino que está dentro y... más allá.

La conversión de la samaritana fue total: cinco maridos había tenido y con el que vivía no era su marido, sino un simple compañero sentimental y pasar así el rato, mientras se degradaba su persona... lo reconoció, todo lo dejó, gracias al "agua viva" y con la palabra viva de su ejemplo arrastró hacia Jesús a todo el pueblo de samaritanos, que la creyeron a ella, aunque más creyeron después a Jesús cuando lo vieron, escucharon y con él permanecieron. "Ya no creemos por lo que tu nos has dicho, decían a la Samaritana, sino por lo que hemos visto y escuchado" y llegó a quedarse dos días con ellos.

¿Estás haciendo ya, en esta cuaresma, una revisión de tu vida para dejar esas cosas, que te atan, y no te dejan ver la verdad profunda y el valor auténtico de tu vida al descubrir en ti la grandeza de Dios? ¿Estás atrayendo con tu conversión, al pueblo hacia Jesús como la samaritana? ¿Te estás convirtiendo o tienes miedo? Claro, aun sería peor, si todo esto te diera lo mismo.

Convertidos a Jesús, vueltos a Jesús, como el hijo pródigo, viene a ahora la etapa de la confianza y fe en Jesús, pero como Mesías, Hijo de Dios, no simplemente como el Jesús histórico de Nazaret.

* * * * * *

C)- HOMILIA-REFLEXIÓN:

El episodio del ciego de nacimiento, que hoy hemos proclamado, es fundamentalmente un desarrollo teológico de las etapas de este conocimiento de Jesús, que conlleva un progreso en la fe, más que una narración histórica. El ciego de nacimiento nos representa a cada uno de nosotros en nuestro caminar en la fe. En él se ve un avance progresivo en el conocimiento y en la fe o confianza en Jesús, quien le curó. Descubre ya en su propia curación, que es Jesús quien vuelve todas las cosas a su orden, a su estado natural, a su equilibrio: "de no ver, a ver; de no ser, a ser".

Analicemos y aprendamos las sucesivas etapas del progreso en el conocimiento y en la fe en Jesús:

1º- Constatamos que el ciego tiene al principio, unas motivaciones insuficientes en su relación con Jesús, porque ni siquiera sabe quién es, cómo se llama y dónde vive. "Le preguntaron los fariseos: ¿dónde está él? Y contestó: No lo sé."

2º- Este ciego se puso de parte de Jesús, porque le curó; algo parecido a lo que les ocurre a muchos que se ponen del lado de la Iglesia por sus acciones sociales, caritativas o culturales. La relación es bien pobre, porque está motivada y fundada en intereses simplemente humanos.

3º- Su fe y conocimiento incipiente de Jesús choca con el conocimiento libresco, teológico y moral de la Sinagoga, escribas y fariseos, que se preocupan muy poco de la persona de Jesús y así no consiguen explicar una cosa tan evidente como la curación de este ciego. Al ciego, en cambio, le bastan tres palabras. "Le dijo Jesús: Ve a lavarte a la piscina de Siloé". Fue, se lavó y volvió con vista: "Fui, me lave y recobré la vista", repite por tres veces a los fariseos.

Los fariseos con su dogmatismo, orgullo y cerrazón, caen hasta en el ridículo. Preguntaron a sus padres: "¿es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿cómo es que ahora ve?". Los padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros" y por miedo, añadieron: "preguntárselo a él, que ya es mayor".

Ante la evidencia, los fariseos le injurian y le condenan: "Ellos insultándole, le dijeron: sé tú discípulo suyo. Nosotros somos discípulos de Moisés... Eres todo pecado desde que naciste, ¿y pretendes enseñarnos? Y le echaron fuera, le condenaron con excomunión de la Sinagoga.

Es lo que ocurre en la sociedad pagana y laica, que persigue y margina a los que se comprometen con la escala de valores del cristianismo. Hoy estamos viviendo una vez más lo que Jesús nos ha anunciado y advertido:

"Pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán… y metiéndoos en prisión…Seréis entregados aun por los padres, por los hermanos, por los parientes y por los amigos y harán morir a muchos de vosotros. Y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre…Con vuestra paciencia ganaréis la salvación de vuestras almas." (Lucas 21, 12-19)

4º- Al quedar libre de estas amarras de tradiciones rutinarias y obsoletas de la Sinagoga, el ciego profundiza en el conocimiento del que le había curado: Jesucristo. Encuentra y descubre la persona de Jesús y ya no solo a aquel que le había curado. "Oyó Jesús que le habían echado fuera de la Sinagoga por su causa y saliendo a su encuentro, le dijo: "¿Crees en el Hijo del Hombre?. Respondió el ciego y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Díjole Jesús: lo estás viendo, es el que está hablando contigo".

El ciego empieza a vivir su conversión y su fe en el Padre, llega a la religión de la persona, no a la del interés por su curación. Llega a la comunión con Dios por encima de los libros de los teólogos fariseos. Dijo, entonces el ciego: "Creo, Señor. Y se postró ante él"

Que esta Eucaristía, que nos disponemos a celebrar, nos ayude a encontrar la persona de Jesús, como el ciego y a no contentarnos con pertenecer a la Iglesia de un modo sociológico y de rutinas tradicionales, como le ocurría a los padres del ciego, que no querían comprometerse, al responder a los fariseos, por miedo a ser expulsados ellos también, de la Sinagoga.

El ciego, en cambio, se comprometió y por ello le expulsaron de la Sinagoga y de su mundo, pero se encontró con otro mundo: el de Dios. Ojala nosotros en esta cuaresma, al ser rechazados por el mundo, porque no somos los del botellón, ni los de las orgías, por nuestro comportamiento digno, humano, señor y cristiano, nos encontremos ahora con el Dios vivo, luz del mundo y agua viva sobre este altar en que se va actualizar una vez más la muerte por amor de Jesús para la remisión de nuestros pecados y la resurrección de Jesucristo, anunciando nuestra propia resurrección. La muerte no es el final.

"Muerte ¿dónde está tu victoria? Muerte ¿dónde está tu aguijón?

Y tú, ¿sigues teniendo miedo a la muerte?. Eso indica que tú FE es todavía incipiente, de chaval, de niño. Fíjate en el progreso de la FE del ciego de nacimiento. Esto te puede ayudar. Adelante.

A M E N

Eduardo Martínez Abad, escolapio


39. Fray Nelson Domingo 6 de Marzo de 2005

Temas de las lecturas: David es ungido como rey de Israel * Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz * Fue, se lavó y volvió con vista.

1. Rey para nuestro Bien
1.1 Las lecturas de hoy nos presentan a Jesucristo como el ungido, el nuevo David, el rey colmado tanto de poder como de bondad. Su ministerio es arrancarnos de las tinieblas, sanar nuestra ceguera, regalarnos nueva luz.

1.2 Las lecturas tienen su aplicación práctica en las consignas que nos da el Apóstol en la segunda lectura de hoy: "Caminen como hijos de la luz. Toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz. Busquen lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas." Esto, que es la estrategia central de nuestra Cuaresma en este ciclo litúrgico, bien merece convertirse en propósito para la vida entera, porque si lo pensamos bien, la Cuaresma es a la Pascua como esta vida es a la eternidad junto a Dios.

2. El Señor mira los Corazones
2.1 David fue elegido gracias a la mirada de Samuel que supo ir más allá de las apariencias. Podemos bien decir que Samuel tenía una "luz" de la que carecía el común de la gente y que con esa luz pudo ver las cosas un poco a la manera de Dios. Por eso rechazo lo que parecía evidente y se inclinó por el candidato que nadie hubiera pensado, el menor de los hijos, David, que ni siquiera era contado como hijo, porque recibía tratamiento de siervo y cuidador de rebaños.

2.2 Es interesante que la Biblia haga un elogio de la belleza de David. No es cosa frecuente en la Escritura ensalzar el aspecto físico de nadie y no se ve al principio qué relación pueda tener esta gallardía con las tareas más bien guerreras y de gobierno que pronto tendrá que asumir este pastorcillo.

2.3 Pero hay algo ahí: la hermosura, señal de armonía y de salud, habla también de un corazón que transparenta algo interior, tanto más notable porque no lo esperaríamos en uno que ha llevado vida de peón y que además ha sido relegado por su propia familia. Mas David no está lleno de recelo o resentimiento: su corazón está en otras cosas; al parecer, él sabe remontarse por encima de lo exterior y también tiene algo de la luz del profeta que mira más allá de las apariencias. Esas dos miradas se encuentran y Samuel pronuncia el veredicto de parte de Dios: "¡éste es!"

3. "Yo soy la Luz del Mundo"
3.1 El evangelio de hoy puede leerse en versión abreviada o completa; proviene del capítulo 9 del evangelio según san Juan. Sinceramente creo que vale la pena mirar el texto largo que contiene la frase fundamental de Cristo, "Yo soy la Luz del Mundo," la cual no está en la versión breve.

3.2 El proceso que vive este ciego "de nacimiento" es toda una parábola en sí mismo; es un camino que nos permite revisar nuestra propia historia porque "de nacimiento" no nos viene la luz que necesitamos para tener vida eterna. La analogía es mucho más estrecha si tomamos el elemento de la piscina en que el hombre se lava y que viene a ser como una imagen entonces del bautismo que nos ha concedido tener la luz de la fe.

3.3 Es interesante revisar la actitud de los fariseos. Ellos ven con claridad que ha habido un milagro pero no dan el paso a reconocer que ese milagro signifique algo. Esto es importante porque nos ayuda a diferenciar el milagro y su significado: bien se ve que lo segundo es lo fundamental.

3.4 Ahora bien, ellos no quieren reconocer que Cristo revele nada porque están a gusto con lo que ven y conocen. Sienten que "ven" y por eso, como lo denuncia el mismo Cristo, permanecen en su ceguera. De donde comprendemos que la Cuaresma implica ver muchas cosas pero sobre todo ver que no lo vemos todo y que necesitamos de la Luz de Cristo para ver en realidad.


40. Comenta: Padre Mario Santana Bueno.


6 de marzo de 2005. Jn 9, 1-41: "Fue, se lavó y volvió
con vista."

Mi amigo Juan es ciego. Nunca ha visto la luz ni los
colores ni el suave baile de las olas en la orilla del
mar y sin embargo tiene una fe más que profunda en el
Señor. Creer en el Señor no necesita de sentidos
humanos de manera exclusiva. Un ciego, un sordo o un
mudo pude creer y seguir profundamente a Jesús porque
lo que se necesita para captarle y aceptarle es
"corazón".

El materialismo ha cambiado la percepción del mundo y
de la vida en muchas personas. Dicen los materialistas
que sólo existe lo que se ve, lo que se puede contar,
pesar y medir... Nosotros sabemos bien que esto no es
así.

La mayoría de las cosas de la vida existen y no las
vemos. Ejemplo de ello pueden ser los pensamientos,
las ideas, las sensaciones, el aire, las células... y
así podríamos hacer una lista interminable. Incluso
ateos convencidos que ridiculizan nuestra creencia en
Dios no se dan cuenta que ellos mismos también creen
en lo que no ven. Cuando hablan de democracia, de
justicia, de solidaridad, de igualdad... son conceptos
tan invisibles como el mismo Dios. Aunque yo nunca
haya visto la democracia, ni la justicia, ni la
solidaridad, ni la igualdad creo profundamente en
ellas, al igual que creo en Dios su hacedor.

Jesús ayuda a recobrar la vista a un ciego. En el
texto bíblico de hoy el "ver" es símbolo de la fe.
"Ver" es tener fe. Recobrar la vista es entrar en el
mundo de la fe y para entrar en este mundo es
necesario estar cerca de Jesús.

El problema de la pastoral no es solamente el de
transmitir unos conceptos o unas doctrinas. Siempre me
ha hecho gracia cuando me llega una madre y me dice
que su hijo está preparado para la primera comunión
porque sabe rezar, sabe los mandamientos y los
sacramentos... La buena señora no se da cuenta que el
tema no es saber mucho sino vivir mucho en Cristo.
Seguro que si le pregunto el niño me contestará con
precisión matemática. En cambio, si le cuestiono sobre
quién es Jesús, muy probablemente será para él un
desconocido.

"Ver" es mirar el mundo con los ojos de Jesús,
percibir la vida tal y como Dios la quiere y no como
los seres humanos la hemos ido desmontando.

Hace unos meses pregunté a un grupo de niños de mi
parroquia sobre algunas cosas. Les pregunté sobre si
sabían lo que era el odio, la envida, el egoísmo, la violencia... y todos conocían a la perfección, incluso con algún que otro ejemplo, qué contenían tales conceptos. Cuando les pregunté sobre quién era Dios, el Espíritu Santo, Cristo, el desconocimiento fue más que evidente. Resulta que las personas cuando nacemos ya venimos marcadas por el sello del pecado original y por ello el mal que puede existir en nuestro corazón ya viene grabado en nuestra mente. Resulta que el mal a las personas no nos lo tienen que enseñar porque ya lo traemos aprendido desde que nacemos. El bien, en cambio, siempre nos lo tienen que enseñar.

El bien pasa por dominar nuestros instintos y
pasiones, nuestros traumas y trabes de toda la vida.
La vida cristiana es un camino de salvación y de
madurez, es curación y proyecto de vida.

En el Evangelio de hoy Jesús es capaz de transformar
una carencia en un valor nuevo. Quien no percibía la
fe ahora le capta como el Mesías y ahora puede "ver"
el mundo y así mismo con una mirada bien distinta.

Tenemos necesidad de que Jesús nos cure nuestras
cegueras que son más de una. Puede ser que la mirada
sobre los demás esté en serias vías de conversión. Es
probable que tu sincero deseo de seguir a Cristo
produzca magníficas posibilidades de milagros para los
que te rodean. Pero la ceguera que más te debe de
preocupar es la propia, la que no te deja ver cómo
eres para Dios, para ti mismo y para los demás.

Hay cristianos que son capaces de percibir la ceguera
en las otras personas pero son incapaces de ver su
propia oscuridad. Estar ciegos por dentro es no
encontrar caminos de esperanza, es ser un ignorante de
Dios y de sí mismo.

Jesús no actúa en esa vida porque la mente de la
persona está muy lejos de su mensaje. "Ver" significa
amar. Quien no ama permanece en la más absoluta de las oscuridades, en la más rotunda fe muerta.

La cosa no está en preguntarnos si sé mucho o poco
sobre los textos bíblicos, ni tan siquiera si tengo
profundos conocimientos teológicos. La pregunta es si
todo lo que sé me acerca amorosamente más a Dios y a
los demás. Si veo que crezco en el amor voy por el
buen camino. Si percibo que cada vez quiero menos a
Dios y a los demás, entonces es que mi ceguera se
agranda.

Somos cristianos no porque seguimos sólo lo que Jesús
dijo. Somos cristianos porque le seguimos a Él en
persona. No seguimos ideas, seguimos al Jesús sanador
y salvador. Esto me da la impresión que no lo tienen
claro muchos hermanos y hermanas en la fe. Ellos, como
yo, necesitan cada día ser sanados de sus cegueras.

* * *

1. ¿Cuáles son las cegueras que existen en tu vida?
2. ¿Qué hacer para sanar esas oscuridades
interiores?
3. ¿Por qué sabes que sigues a Jesús y no estás
siguiendo a una ideología? ¿Cuál es la diferencia?
4. ¿Cómo podemos ayudar a sanar las cegueras de los
otros? ¿Qué podemos hacer?
5. ¿Sabes equilibrar la luz y la oscuridad que
existen en tu vida? ¿Cómo?
6. ¿Qué elementos son necesarios para lograr
equilibrar nuestras contradicciones internas? ¿Qué nos
aporta Jesús para lograrlo?