45 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO II DE CUARESMA

(1-9)


1. "Pedro dijo a Jesús: Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía".

Detengámonos en este aspecto curioso de Pedro "proyectista", que quería defenderse contra el apocalipsis inminente armando tres tiendas para capturar y prolongar aquella luz tan tranquilizadora, sin verse obligado a afrontar la oscuridad que se anuncia próxima. 

D/CASA: Es curioso ver cómo el hombre se preocupa siempre de construir una casa a Dios quien, por el contrario, ha bajado a la tierra precisamente para habitar en la casa del hombre.

Mucha gente religiosa, cuando quiere honrar a Dios, cuando cree hacerle una cosa grata, no encuentra otra mejor que construirle una iglesia. No se les ocurre pensar que él desea vivamente instalarse en nuestra casa, en nuestra vida, en el centro de nuestros "quehaceres" cotidianos.

"Dios tiene necesidad de metros cuadrados", se leía en un anuncio publicitario (!) aparecido en los periódicos para la construcción de nuevas iglesias. Es probable que se contente con menos y, al mismo tiempo, pretenda más. El corazón del hombre es el "lugar" preferido por Dios. Y no es cuestión ni de ladrillos ni de metros cuadrados.

"No había sitio para ellos en la posada" (Lc 2,7). Hay gente que, evidentemente, se siente aún culpable por aquel desaire y quisiera remediarlo. Pero Jesús, a estas alturas, ya no acepta la posada. La hospitalidad que pretende es la doméstica.

El planteamiento de la tienda quizás responde al deseo inconsciente de tener a Dios a distancia, circunscribir su presencia en lugares y tiempos bien definidos. Pero él no se presta a nuestro juego. Con la encarnación ha elegido otro juego, que después es aquél, bastante serio, de la realidad nuestra de todos los días...

ENC/MISTERIO: Me decía un viejo sacerdote: "Créeme, el misterio más difícil de digerir no es el de la Trinidad -no cuesta nada- sino el de la encarnación. ¿Entiendes?, ¿quién acepta tener a un Dios siempre entre los pies?..." Probablemente tenía razón. Muchos cristianos prefieren ir a buscar a Dios en su casa, mejor que dejarse encontrar por él en el propio domicilio miserable. Prefieren permanecer de rodillas durante un tiempo, y después una vez de pie, recorrer el propio camino sin el riesgo de encontrárselo al lado a cada momento. Cierto. Un Dios bajo la tienda no estorba, no molesta a nadie. Permanecer con Dios en la montaña puede ser hermoso. Lo malo es que él baja enseguida. Nos devuelve al asfalto, al tufo de los tubos de escape, a la multitud que te pisa los pies. Y allí, en mitad de toda aquella confusión, te lanza una propuesta:

-Es hermoso para mí estar aquí... Si quieres, entro bajo tu tienda... Demos juntos una ojeada al asunto. El sabe lo que dice... Por eso, quizás, nosotros quedamos a disgusto.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 48


2.

-Tentación de Jesús y tentación de Pedro

Para comprender la escena de la transfiguración de Jesús es necesario situarla en su contexto. En este caso la secuencia de acontecimientos en la liturgia es muy cercana a la evangélica.

J/TENTACION: El domingo primero de Cuaresma se leía en el evangelio la tentación de Jesús. Tentación simbólicamente triple, que puede resumirse en una: realizar su misión mesiánica en poder y prestigio o asumir hasta el fondo la condición humana aun en el fracaso y el sufrimiento. Ser un líder poderoso o un compañero vulnerable del hombre para así salvarlo. Jesús vence la tentación y no huye del camino de Jerusalén, donde va a ser reconocido Hijo de Dios precisamente en el momento de máxima humillación, la cruz. Pues bien, la escena de la transfiguración tiene lugar significativa- mente en el evangelio de Lucas "ocho días después de este discurso" (9,28). ¿Qué discurso? Aquél en que Jesús comunica a sus discípulos, después que le han reconocido como Mesías de Dios (9,20), que "tiene que padecer mucho, ser rechazado por las autoridades religiosas, sufrir la muerte y al tercer día resucitar" (9,22). Jesús, que ha superado su propia tentación de líder poderoso a "lo divino", confía su camino a los discípulos después que le han confesado como Mesías. Es más, se atreve a anunciar que "el que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo y cargue cada día con su cruz" (9,23). Pasajes paralelos de Marcos y Mateo nos cuentan la reacción de Pedro, que increpa a Jesús ante esa perspectiva. Pedro tiene una concepción del mesianismo de Jesús que éste no comparte. Si el domingo pasado contemplamos a Jesús venciendo la tentación sobre su camino mesiánico, en este domingo vemos a Pedro (y a la comunidad cristiana) tentados. Por eso, "ocho días después" de la confidencia de Jesús, en el evangelio de Lucas, y ocho días después del domingo de las tentaciones, en la liturgia, se nos proclama el evangelio de la transfiguración.

-Se los llevó a lo alto de la montaña: 
MONTE/PRESENCIA-D Ante la incomprensión de los discípulos se los llevó "a lo alto de la montaña para orar" (9,28). La montaña bíblicamente es lugar donde se eleva uno sobre la cotidianiedad y se hace presente Dios. El camino hacia la cruz de Jesús va a pasar la prueba del refrendo de Dios. La oración tiene un doble efecto: actualizar esa relación con el Padre en la montaña y solicitar su apoyo para que los discípulos comprendan. El aspecto de su rostro cambió cuando entró en la esfera de relación con el Padre y resplandecía como depositario de "la gloria de Dios".

Es más: Moisés y Elías aparecen con gloria junto a Jesús. También ellos son, en esta escena, actores que representan no su propia opinión sino la receptividad ante Dios que deja reflejar su gloria en ellos. Son la Ley y los Profetas, es decir, todo el Antiguo Testamento. Como Moisés conversaba en la tienda con Dios, para recibir sus instrucciones, ahora conversa con Jesús acerca de su "éxodo", lo que la traducción litúrgica llama "muerte". Moisés y los profetas comprendieron en sus encuentros con Yahvé el sentido del gran éxodo de Israel y de los nuevos éxodos desde las nuevas cautividades. Éxodos de liberación. Ahora comentan con Jesús el éxodo definitivo, el paso de Jesús de la muerte a la vida, primogénito de una humanidad que ha de pasar también de la muerte a la vida.

-Un retiro interesado

El ambiente delicioso en lo alto de la montaña, el resplandor de los personajes, la transfiguración de Jesús, la lejanía de la dura realidad, hace que los discípulos estén encantados en este "retiro" en que trasciende la gloria de Dios. ¡Aquí sí que se encuentran a gusto! "¡Maestro, qué hermoso es estar aquí!" (9,33).

Pedro no sabía lo que decía. Porque el "retiro" a que les había invitado Jesús no era una evasión de la realidad de su camino, sino lo contrario. Era un retiro interesado. Mientras estaba hablando Pedro les cubrió una nube (todavía más claro signo de que efectivamente estaban cogidos por Dios) y una voz decía: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". No sólo quien les hablaba de cruz es el Hijo, sino que del retiro tienen que salir con la decisión de escucharle en ese tema del que no querían ni oir hablar: el mesianismo de Jesús llegará a la vida a través del amor hasta la muerte.

-¿Silencio de Dios?

En nuestro tiempo hablamos mucho, demasiado, de silencio de Dios, de ausencia de Jesús. ¿No será que, como Pedro, le buscamos donde no está? Nos acercamos a los círculos de poder, a los triunfadores, a la Iglesia en su cara más imponente socialmente. Y no reconocemos a Dios. Vacío de Dios. Silencio de Dios. ¿Hemos probado a encontrarle junto a los que sufren y fracasan, junto a los que llevan su cruz propia o son crucificados por otro? ¿No será que confesamos, como Pedro, a Jesús como Mesías, pero seguimos sin aceptar su camino? 

ALIENACION/ORACION: También nosotros necesitamos retirarnos a lo alto del monte para orar y entrar en la esfera de Dios. Pero ¿nuestros retiros espirituales, nuestra oración, es un entrar en la esfera de Dios para comprender su camino o un intento siempre necesariamente frustrado de hacer tres chozas para quedarnos allí y evadirnos de la realidad? Nuestra oración ¿es una relación con el Padre para oír su renovada invitación a escuchar a Jesús? ¿O es un lujo espiritual donde nos relajamos... para luego seguir nuestro propio camino, mientras nos obstinamos en afirmar que Dios calla?

J. M. LEMANY
DABAR 1992, 19


3.

-La vida de Jesús tuvo sus pruebas. El evangelio de hoy, junto con el del pasado domingo (primero de cuaresma), pueden ser una invitación al examen. Ambas narraciones sobre la tentación y la transfiguración de Jesús respectivamente nos sitúan ante una cuestión: ¿Quién es este Jesús? ¿Cómo vivió su vida? ¿Fue ésta un éxito? Si es así, ¿hasta qué punto tomamos en serio el seguimiento? De alguna forma pueden ser éstas o parecidas cuestiones las que marquen nuestra revisión pascual respecto a la vida cristiana.

Siempre que hablamos de las tentaciones de Jesús, tenemos que decir que él tuvo una vida amenazada, tentada interior y exteriormente. La vida de Jesús estuvo tentada por el egoísmo de pensar en sí y en el pan de cada día; estuvo sometida a la tentación del poder, de llevar a cabo acciones llamativas a los ojos, de sorprender mediante milagros-espectáculo que le procurasen proselitismo y posición; estuvo sometida a la "piadosa" tentación de manejar a Dios para sus propios planes.

Pero lo que precisamente nos testimonia el evangelio es que Jesús no fue presa de la tentación. La suerte de los demás fue para él más importante que la suya propia; no escapó a la persecución, al apresamiento y a la muerte. Vivió una vida de servicio, no de dominio, con lo que, por otra parte, puso en peligro el poder de los dominantes, aunque por ello fue liquidado. No manejó a Dios para sus propios planes, sino que realiza la obra del que le envía y pone toda su existencia en las manos de Dios. Este es el núcleo del evangelio escuchado el domingo anterior.

Hoy parece que escuchamos una espléndida respuesta a preguntas que pudieron resultar profundamente inquietantes: ¿Podía acabar con éxito la vida de Jesús? ¿Era correcto oponerse a tales tentaciones? ¿Pueden sus amigos seguir viviendo la vida de Jesús? La respuesta es clara como un rayo de luz: la vida de Jesús acaba en gloria; él se sienta a la derecha de Dios; su vida es digna de ser continuada por otros; la voz desde la nube lo testifica: "Este es mi Hijo, el elegido; a él debéis escuchar".

Es posible que la mejor vida que hoy puede vivirse sea la que Jesús llevó a cabo. El acontecimiento pascual es el fundamento de tal confianza. Desde la fe de pascua podemos afirmar: La suerte de los demás es más importantes para mí que la mía propia; servir es mejor que dominar; una vida fundada en Dios, sostenida por sus manos, vence a la muerte.

-Nuestra propia vida a examen. En esta breve reflexión hemos repasado el fundamento de la vida de Jesús, pudiendo descubrir en ella varias cosas; que, a través de todo riesgo, peligro o tentación, Jesús llevó su vida a una meta de éxito total, y, por ello, merece la pena seguir las huellas. Como cristianos, nosotros pertenecemos propiamente a aquellos que se han decidido definitivamente por el estilo de vida de Jesús. El bautismo es la fiesta, o festejo, de esa decisión. Sin embargo, una tal decisión, como ya hemos dicho, precisa de controles, de sinceras revisiones. Que nuestra decisión ha sido correcta es algo que viene garantizado por el acontecimiento de pascua, o sea, el triunfo de Jesús. Por eso, sólo queda examinar con qué sincera voluntad adecuamos la fiesta de nuestra decisión cristiana con el estilo real de la vida de Jesús.

Quizá nos ayuden para el control las tres vertientes que ofrece la tentación de Jesús: la relación nuestra para con nosotros mismos, nuestra relación respecto a los demás y nuestra relación con Dios, el Padre de Jesucristo. No cabe duda de que, a lo largo de esa revisión, sentiremos que nos va embargando un gozo pascual: el gozo de renovarnos.

EUCARISTÍA 1989, 9


4.

-Un aliento para el camino: en el contexto litúrgico de la cuaresma celebramos la transfiguración de Jesús en la montaña. En la cuaresma acompañamos a Jesús que sube a Jerusalén. Pero el sentido de la cuaresma es la pascua de resurrección, el sentido del camino que sube a Jerusalén no es la muerte sino la vida; por la cruz a la luz. Para que no nos olvidemos nunca de ello nos detenemos en la montaña, y para que este sentido se realice descenderemos al valle y seguiremos adelante hasta que todo se cumpla.

CUA/ESPERANZA: La cuaresma es como la vida. No es una pasión inútil, pero es una pasión y está llena de sacrificios, de peligros, de obstáculos, de problemas. No se vive sin esfuerzo. Pero para esforzarnos necesitamos tener alguna esperanza. Para esforzarnos, no para quedarnos quietos. Porque la esperanza, lejos de ser un estado o un acomodo, es tensión y coraje, paso y aliento para el camino.

-"Maestro, qué hermoso es estar aquí": Pedro no sabía lo que decía. Quería detenerse en la montaña, construir en lo alto tres chozas, quedarse allí con Jesús viendo visiones. Pero aún no había terminado de pronunciar estas palabras cuando escuchó la recomendación del cielo: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Y cuando sonó esa voz, Pedro y los otros discípulos se subieron con el Maestro a la montaña, se encontraron de nuevo sólo con Jesús, esto es, con la Palabra encarnada, con la Promesa vinculada a nuestra carne y comprometida con nuestra historia, con el hijo de María que sube a Jerusalén. Esta vuelta a la realidad, a la realización de las promesas, a la obediencia, al seguimiento de Jesús, es una vuelta a la solidaridad con todos los hombres.

CR/EVASION:Los discípulos de Jesús no podemos retirarnos del mundo y construir nuestro mundo al margen de la sociedad. No podemos retirarnos a la conciencia o a la sacristía, no podemos refugiarnos en un grupo de almas selectas o en una comunidad de hermanos y decir "qué bien se está aquí". Porque no existe el Tabor fuera del camino que sube a Jerusalén, porque el mundo no es bueno si no es bueno para todos, porque no tenemos aquí ciudad permanente y buscamos la ciudad futura. Porque toda nuestra gloriosa esperanza se desvanece si somos enemigos de la cruz de Cristo, si no escuchamos al que ha venido para ser el hermano de todos los hombres y el hombre para todos los hombres.

EU/QUE-ES

-Compañeros de Jesús y de los hombres: Al celebrar la eucaristía anticipamos simbólicamente la mesa del reinado de Dios, la fraternidad de los hijos de Dios en la casa del Padre. Comemos juntos el cuerpo de Cristo que nos da la vida, que es la Vida de nuestras vidas, porque ha resucitado y con él nuestra esperanza.

Pero este banquete eucarístico no nos aleja de la realidad y de los otros hombres. Porque el pan que comemos es también el cuerpo de Cristo que se entrega por todos, por la salvación de todos los hombres. La iglesia no puede renunciar a la eucaristía en tanto es la proclamación y el anticipo de lo que ha de venir, del reinado de Dios que nos ha sido prometido. Pero tiene que aceptarla también en tanto es la Promesa comprometida, el fermento, el pan de los caminantes, lo que nos une a Cristo y a la causa de Cristo, lo que recibimos "la noche antes de padecer".

Comulgar es incorporarse a Cristo hasta la muerte y en la misma muerte, es realizar en nosotros el camino de la cruz de Cristo animados con la fuerza de su resurrección, que alienta en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Es completar en nosotros lo que falta a la pasión de Cristo para que todos los hombres se salven.

Los tres discípulos que estuvieron con Jesús en la montaña son los que estarían también más tarde con él en Getsemaní, cuando llegó la hora de la verdad, de beber el cáliz que el Padre le había preparado. Pero en Getsemaní se durmieron. Si nosotros nos dormimos o nos hacemos los dormidos cuando llega la hora de dar la vida, como Jesús por los hombres sus hermanos, todas nuestras vivencias religiosas se convertirán en sueños. No podemos comer el pan del cuerpo de Cristo transfigurado, resucitado, si no comemos también el pan del cuerpo de Cristo crucificado. No podemos acompañarle en su gloria si no lo acompañamos en sus penas. No podemos ser compañeros de Cristo si no recorremos con él todo su camino, llevando también nosotros la cruz, solidarizándonos como él con todos los que sufren en el valle de lágrimas.

EUCA 1982, 11


5. PD/PROMESA/ALIANZA

-La palabra de Dios es promesa: Generalmente, Israel entiende las "apariciones" de Yavé en función de una promesa; es decir, no tanto como razón y motivo para santificar tiempos y lugares, para instalarse en las apariciones, cuanto como razón y motivo para confiar en la promesa de Yavé y emprender así un camino hacia el futuro. Por lo tanto el sentido de la aparición no reside en sí misma, sino en la promesa que en ella se anuncia.

FE/FUTURO: Es lo que vemos hoy claramente en la primera lectura: Yavé saca afuera a Abrahán y le dice que lo hará padre de un pueblo numeroso como las estrellas y que dará una tierra a sus descendientes. Y Abrahán "creyó al Señor y se le contó en su haber". La palabra de Dios, que es promesa, y la respuesta de Abrahán, que es fe, constituyen la esencia de la alianza, que es alianza para el futuro y no para mantener el presente. Creer con la fe de Abrahán -padre y modelo de todos los creyentes, en expresión de Pablo- no es propiamente creer lo que no se ve, sino creer lo que está por ver y por venir.

Tratándose de una promesa de Dios, fiel y poderoso para cumplir lo que promete, lo que cabe esperar no es el desarrollo normal de las posibilidades actuales, sino el cumplimiento de las posibilidades que Dios tiene para el hombre. Por esto mismo la promesa de Dios está lejos de adecuarse con la realidad actual, a la que supera con mucho y contradice hasta provocar la risa de los incrédulos. Pero, si puede surgir la duda al comprobar lo disparatado de la promesa, puede levantarse también la fe midiendo la realidad actual desde la promesa. Y esta fe, que se acredita como esperanza contra toda esperanza humana, se muestra entonces como insurgente y liberadora.

-La promesa levanta la esperanza: El que tiene fe, el que cree en la promesa, tiene también esperanza, una esperanza que no será confundida. Pero el que no cree no tiene otras aspiraciones que las terrenas, ni otro Dios que el vientre, ni otra gloria que sus vergüenzas, ni otro paradero que su perdición. Este tal, en vez de tener la auténtica esperanza que todo lo cambia, no tiene más que expectativas "razonables" que nada pueden cambiar.

FE/ESPERANZA  No se da la fe sin esperanza, y a la inversa; ni es posible esperar si no se cree en la promesa. Si la fe orienta la marcha, la esperanza en la que nos moviliza.

-La esperanza se realiza en la paciencia: Cuando Pedro quiere instalarse en el Tabor, no sabe lo que dice, pues el Tabor no es nada sin el Calvario. Como no es nada la esperanza sin la paciencia. Esperar no es quedarse viendo visiones; pues soñando no se llega nunca al mundo soñado. Esperar no es instalarse "como si ya hubiéramos llegado", ni estar a la espera a ver lo que sucede. La transfiguración en el Tabor remite a los discípulos a la obediencia de la fe y al seguimiento de Jesús hasta que todo se cumpla: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Cuando los discípulos vean de nuevo a "Jesús solo" y bajen del monte, deberán comprender que la esperanza se realiza en la paciencia, menos "gloriosa" pero más real que todas las visiones y utopías.

La paciencia es la esperanza de cada día, la tierra firme en la que se opera poco a poco la gran transformación y la cosecha a partir de un grano de trigo. Ni es la resignación de los que no han visto nada, de los que no han escuchado la promesa. Es la cruz, sin la cual todo quedaría en "visiones". La paciencia es la carne de la esperanza, en la que ésta sufre los dolores del gran parto de la nueva creación.

EUCARISTÍA 1977, 12


6.

-CELEBRAMOS LA ALIANZA. No podemos comprender nuestro culto y toda nuestra relación con Dios si de corazón, por la fe, no entramos en la Alianza. Tal como hoy se nos muestra en la primera lectura, es Dios quien toma la iniciativa de pactar, él hace la promesa, sella la alianza con un rito, Abrahán cree, tiene fe en el Dios de la Alianza. La promesa se refiere a la descendencia y a la tierra.

Claro está que todo este pasaje de la Escritura, nosotros, los cristianos, tenemos que verlo cumplido en la Alianza de Jesús, esta Alianza que nos disponemos a celebrar en la Pascua y en Pentecostés, su cumplimiento definitivo.

Pero esta Alianza la celebramos cada vez que levantamos la copa del Señor: la sangre de la alianza nueva y eterna derramada para el perdón de todos los pecados. Nosotros somos la verdadera descendencia de Abrahán, herederos de la promesa; nosotros poseemos ya la Tierra prometida, el Reino de Dios, aunque no se nos haya manifestado su plenitud. El mejor comentario a este texto lo encontramos en la carta a los Romanos 4, 18-25.

En la primera línea que apuntábamos el pasado domingo, habría que subrayar estos puntos para renovar nuestro culto litúrgico:

1) Es Dios quien nos llamó, por su benévola decisión. Dios ha entrado en nuestra vida, ha sellado una alianza con nosotros, nos ha escogido como pueblo suyo. En virtud de esta llamada nosotros nos reunimos como pueblo suyo para darle el culto filial que él nos pide.

2) EU/PAS/ALIANZA:El culto de la Alianza, en el antiguo y en el nuevo Testamento, se realiza a través de unos signos externos: el Dios de Abrahán pasa por entre los animales sacrificados como antorcha ardiendo; el mismo Dios, revelado en Jesús de Nazaret, aceptará la sangre de su Hijo derramada en la cruz, reconciliará en ella a todos los hombres, establecerá una alianza nueva: pero la carne sacrificada del Hijo, la sangre derramada del único y perfecto sacrificio, estarán presentes en el sacramento máximo de la nueva Alianza, en la Eucaristía. Convendría mostrar que la Eucaristía es siempre el sacramento de la Pascua del Señor, y que esta Pascua nos introduce en la nueva Alianza, sellada por la sangre de Cristo, ofrecida en la cruz una vez para siempre: ofrecida sobre el altar de la Iglesia, el nuevo pueblo escogido del Señor.

3) "Abrán creyó al Señor". La respuesta a la Alianza es la fe. En el texto citado, Pablo formula ya la fe cristiana: "También a nosotros ha de ser imputada la fe, a nosotros que creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor" (Rm 4, 24). Esta es la fe de Pascua.

Así pues, renovando la Alianza, el culto comunitario, la fe, estamos caminando hacia la Pascua, hacia la glorificación de Jesús, que es también nuestra glorificación.

PERE LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1983, 5


7.

El tema de la transfiguración, que se repite invariablemente en los tres ciclos, es el que confiere una fisonomía especial a este segundo domingo de cuaresma. Ahí está pues, la clave de la interpretación ajustada del tema.

1. En lo alto de la montaña.

La Cuaresma constituye una invitación permanente a subir a los alto de la montaña, junto con el Señor y en compañía de sus discípulos más adictos. Allí nos dedicaremos a orar, a dejarnos invadir por el poderoso resplandor de su presencia luminosa. En la soledad de la montaña (=en la intimidad del corazón) es donde el Señor se manifiesta a los suyos, donde les descubre el resplandor de su rostro.

2. Moisés y Elías.

Son los dos personajes misteriosos que acompañan a Jesús en el momento de la transfiguración. Ellos representan a la Ley y a los Profetas. Cristo transfigurado, en medio de ellos, se nos manifiesta como la culminación definitiva de la ley y de los profetas, es decir, del Antiguo Testamento . En él queda cumplida la esperanza mesiánica del Pueblo de Israel. En él llega a su punto culminante la Historia de la Salvación. En él la humanidad ha quedado definitivamente salvada.

3. El simbolismo de los números.
NU/000040-DIAS-AÑOS  NU/000006:

Los antiguos gustaban de jugar con el simbolismo de los números. El número cuarenta es uno de esos números cargados de simbolismo. Por eso los años que pasó Israel en el desierto fueron cuarenta, y cuarenta los días que pasó Jesús. Moisés estuvo cuarenta días y cuarenta noches en el Sinaí. Elías caminó hacia el monte Horeb también por espacio de cuarenta días y cuarenta noches. La coincidencia en el número denota su densidad simbólica. No se trata de hacer malabarismos con los números en la homilía. Pero sí conviene saber que este número es símbolo de preparación. Además las seis semanas que contiene la cuaresma son imagen de la vida temporal; mientras la siete de las cincuentena pascual simbolizan la vida futura, la vida eterna. Por eso Pascua es el paso de este mundo (simbolizado en el número "seis") a la vida en comunión con el Padre (Número "siete" 7).

4. La cruz y la gloria.

Es sorprendente que Moisés y Elías, "que aparecieron con gloria" junto a Jesús transfigurado, conversaran con él precisamente sobre "su muerte, que iba a consumar en Jerusalén". Esta referencia a la muerte, justo en el momento de la transfiguración gloriosa de Jesús, deja entender a las claras como reza el prefacio, "que la pasión es el camino de la resurrección". Más aún, cruz y gloria son las dos caras de la misma realidad: la Pascua. Esta coincidencia hay que hacerla notar a los fieles.

5. "El transformará nuestra condición humilde".

Estas palabras de Pablo aparecen en la 2. lectura y hacen referencia al tema del día. La transfiguración de Jesús, anticipo misterioso de su gloriosa resurrección, es la primicia y la garantía de una transfiguración universal que habrá de llevarse a cabo en la Pascua. Todos estamos llamados a compartir la transfiguración de Jesús. Aunque, para ello, tengamos que compartir primero su pasión y su muerte: la entrega generosa de nuestra vida para los demás.

J. M. BERNAL
MISA DOMINICAL 1986, 5


8.

-¿Ciudadanos del cielo?

Hemos escuchado hace un momento que "somos ciudadanos del cielo". Una afirmación que, seguramente, a nadie deja indiferente. Algunos quizá nos sintamos confortados y transportados en el espíritu ante este anuncio; otros, quizá incómodos al escuchar unas palabras como éstas que parece que nos trasladen a tiempos y estilos espirituales pasados de moda. Con todo, puesto que estas palabras -"somos ciudadanos del cielo"- son como una anticipación de lo que se nos proclamará en el domingo de Pascua -"buscad los bienes de allá arriba... aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra"-, si buscamos su interpretación verdadera y profunda seguro que nos serán de gran beneficio para nuestro itinerario cuaresmal.

-El Señor ha hecho una alianza con los hombres
A la luz de la primera lectura, donde hemos escuchado cómo Dios pactaba con Abrán y todos sus descendientes, ya podemos adivinar que las palabras que ahora mismo recordábamos -"cielo", "arriba"- no tienen un sentido geográfico, como si Dios quisiera alejarnos de nuestro mundo, de nuestra tierra.

Es el mismo Dios quien hace alianza o pacta con nosotros los hombres que vivimos en una sociedad muy concreta, construyendo (cada uno a su manera) nuestra historia humana. Tanto se "compromete" Dios con el mundo y con los hombres que llega hasta entregarles a su propio Hijo.

Así pues, la "tierra" no es propiamente lugar de maldición, sino lugar del encuentro con Dios que ha pactado y se ha comprometido con nosotros, hijos de la tierra.

-Los cristianos, ¿unos ingenuos?

Sin embargo, la realidad de nuestra vida, de nuestra sociedad, no parece tan idílica como podrían hacer pensar las ideas que acabo de exponer. Porque, ¿dónde aparece la presencia de Dios en nuestro mundo?, ¿la sabemos captar?, ¿experimentamos que Dios se ha comprometido definitivamente con todos nosotros? Sobre todo, ¿vivimos nuestra vida humana (en todos sus aspectos: familiares, profesionales, culturales, económicos y políticos...) como una experiencia profunda y radical de amor, que es la expresión de la alianza definitiva de Dios con los hombres? No podemos ser tan ingenuos que ignoremos todo lo que hay de negativo en nuestro mundo (hambre, paro y toda clase de injusticia y olvido real de Dios, que es amor); de mezquindad en nuestros corazones (egoísmo, insolidaridad, falta de fe); de engaño y seducción en nuestra sociedad (manipulación de la libertad, consumismo, marginación de los más débiles, subversión de los valores humanos)... Tenemos, pues, que este mundo y esta historia nuestra que es el lugar de la revelación viva -la alianza- con Dios que es el Amor, se halla amenazada por una degradación radical y constante. Una tensión que la Biblia expresa, entre otras formas, con la contraposición "cielo" o "arriba", de un lado, y "tierra", del otro.

-El Resucitado, triunfo del Amor en nuestro mundo

En este enfrentamiento de fuerzas hay uno de nosotros, Jesús de Nazaret, que ha triunfado de manera definitiva por su muerte y resurrección. El "transformará nuestra condición humilde", toda nuestra existencia y llevará a la plenitud toda la historia, porque "posee esa energía para sometérselo todo". El misterio pascual, muerte y resurrección de Cristo, se halla, pues, en el mismo centro de nuestra historia humana como plena realización de la alianza de Dios con Abrán y su descendencia. Y es, por tanto, también en nuestro mundo y en nuestra historia que debemos hacer la experiencia de este Dios que ama a los hombres, en comunión con Cristo, en fidelidad a su palabra y a su vida. "Manteneos así, en el Señor".

-"Señor, no me escondas tu rostro"

/SAL/026: Quizás este clamor del salmo responsorial es el que mejor expresa nuestro estado de cristianos en el mundo: convencidos de la presencia del Señor en medio de nosotros, intentando (por descontado, con un montón de incoherencias y debilidades) seguir a Cristo en su obra del Reino, pero sufriendo el silencio de Dios y experimentando la opacidad del mundo.

Por eso el evangelio de hoy es como la concreción de la respuesta del mismo salmo cuando dice: "Espera en el Señor". En la larga y a veces fatigosa caminata con Jesús, no nos faltará (como no les faltó a Pedro, Juan y Santiago) el sentimiento profundo de la presencia del Señor con nosotros; incluso, en medio de la niebla monótona de la vida o de las tempestades que nos hacen temblar, descubriremos la luz que nos revela la realidad más profunda de nuestro mundo: Dios con nosotros, Dios ha hecho alianza definitiva con los hombres. Este tiempo de Cuaresma, ¿no podría ser un tiempo favorable para descubrir, mediante la plegaria y un estilo de vida más atento al fondo de las cosas, "la dicha del Señor", también según el salmo responsorial?

JOSEP RAMBLA
MISA DOMINICAL 1986, 5


9.

El segundo domingo de Cuaresma es siempre el domingo de Abrahán y de la transfiguración: cada año leemos, en la primera lectura, una escena diferente de la historia de Abrahán y, en el evangelio, el relato de la transfiguración según el sinóptico correspondiente.

Este año la escena de Abrahán subraya la iniciativa de Dios en sus promesas, a la cual Abrahán responde con fe, que es también respuesta activa. Y el relato de la transfiguración de Lucas, tal como sucedía también el pasado domingo con las tentaciones, destaca el término del camino de Jesús, el misterio pascual que debe realizarse en Jerusalén.

-LA RELACIÓN DE DIOS CON ABRAHAN, LA RELACIÓN DE DIOS CON EL CREYENTE
ABRAHAN/QUIEN-ES: Una buena forma de ayudar a entrar en el sentido de la primera lectura puede ser fijarse en el personaje de Abrahán: su mundo, su sistema de vida, su historia. Esto enlaza bien con el pasado domingo: el "arameo errante", el padre del pueblo, es directamente Jacob, pero más atrás, como primer punto de referencia, está Abrahán. Los recuerdos reales y las leyendas se mezclan en el personaje, pero no importa. Encajado en la historia de diecisiete o dieciocho siglos antes de JC, Abrahán aparece como un hombre de ambiente urbano que deja su Mesopotamia para emprender una vida semi-nómada hacia otras tierras, en las confusas migraciones de aquellos tiempos. Es de buena posición, tiene buenos rebaños. Su abandono de Ur aparece como una decisión dolorosa. Pero Abrahán reconoce ahí lo que será el eje de la experiencia de Israel y de la experiencia cristiana: Dios se manifiesta primariamente en la vida, en la historia, y no en la simple religiosidad, o en los fenómenos naturales, o en el culto. Y el creyente es aquél que es capaz de escuchar a Dios a través de las realidades que vive y experimenta. Abrahán lo escuchó así: "Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los Caldeos..." Una vez que ha entrado en esta capacidad de escuchar a Dios, toda su historia será esto: ir recibiendo, oyendo, las promesas y las llamadas de Dios. Unas promesas que él verá cumplidas en una mínima expresión, pero en las que seguirá creyendo (la tierra se reduce a la cueva de Macpela, donde será enterrado: Gn 23 y 25,7-10); e irá respondiendo a ellas con confianza decidida, sosteniendo en ellas su vida, y caminando según las llamadas que Dios le hace. La lectura de hoy es una muestra de esto: iniciativa y promesa de Dios, aceptación y confianza de Abrahán, que cree en el futuro que Dios le anuncia, aunque parezca imposible. El rito de alianza de los animales descuartizados da un tono intensamente dramático, y subraya que la alianza es gratuita por parte de Dios. ALIANZA/GRATUIDAD.

-LA TRANSFIGURACIÓN, EL SENTIDO DEL CAMINO DE JESÚS

La experiencia de reconocer a Dios presente y actuante en el propio camino, de oír su promesa, de seguir su llamada, llega al máximo, natural- mente, en Jesús. La escena de la transfiguración escenifica esta experiencia, y más en la versión de Lucas, que explica que JC, transfigurado, habla de su camino hacia la muerte.

Cuando en el horizonte está ya la cruz, tiene lugar este momento de intensidad espiritual, en el que Jesús experimenta y quiere mostrar a los discípulos el sentido de lo que está a punto de suceder: la muerte de Jesús será la culminación de su camino de Hijo, será el momento de la manifestación de la gloria. Del mismo modo que a Abrahán la salida de Ur le abrió las puertas de todas las promesas de Dios.

A diferencia del año pasado, en que los otros domingos de Cuaresma que quedan antes de Ramos seguían centrados en el camino de Jesús hacia la cruz, en este ciclo C se centrarán en el tema de la conversión y la misericordia de Dios. Por eso, será conveniente hoy aprovechar este evangelio de la transfiguración para destacar su carácter de anuncio de la pasión. No estamos en un mundo que sea capaz de descubrir que la entrega hasta la muerte es una realidad gloriosa, transfiguradora. Nunca, en ninguna época, ha sido el mundo capaz de descubrir esto: el escándalo de judíos y griegos de que habla san Pablo (/1Co/01/22-25) es también el escándalo de nuestro tiempo, y quizá también, en el fondo, nuestro propio escándalo. Pero el evangelio de hoy muestra esto: leyendo con ojos de Dios la historia humana, lo único que salva, lo único que da luz, es la lucha total por el amor hasta la muerte. Y esto es lo que ha vivido Jesucristo. Y en esto se manifiesta que él es el Hijo de Dios, el verdaderamente elegido. ¡Qué diferencia con los "elegidos" de este mundo! La cruz es algo desagradable, nada elegante, impresentable en medio de una reunión de gente de buenas maneras. Pero Dios afirma, inapelablemente, que es a éste que va hacia la cruz a quien hay que "escuchar".

Y entonces, todavía, quizás convendrá subrayar que "escuchar" a JC no es sólo una actitud de vida. Puede ser, también, y vale la pena que así sea, tener espacios y momentos para encontrar, como él en el monte de la transfiguración, el sentido del camino de seguimiento que queremos hacer. Dice Lucas que en el momento Jesús oraba y hablaba con Moisés y Elías. La Eucaristía de cada domingo con toda su intensidad, la revisión de vida profunda, la oración personal o comunitaria, serán momentos para encontrar este sentido, para que se "transfigure" un poco nuestro camino.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1989, 4