-La
alianza entre Dios y Abrahán
El
Antiguo Testamento está lleno de personas que se enfrentaron cara a cara con
la invitación que les hacía Dios a vivir en comunión con El, a
colaborar con El, a cumplir sus planes en favor de los demás.
El
domingo pasado recordábamos la alianza de Dios con Noé, después del diluvio.
Hoy estamos admirando a Abrahán, "el padre de los creyentes".
Dios
le pidió cosas difíciles: que saliera de su tierra, para peregrinar a lo
desconocido; que abandonara su religión pagana; que se fiara de su
promesa de que le daría un hijo, a pesar de su avanzada edad; y cuando
tuvo el hijo, Dios le puso de nuevo a prueba pidiéndole que se lo
sacrificara. Abrahán lo aceptó, con obediencia total. Su disponibilidad
tuvo el premio, la promesa de la bendición para él y su descendencia:
"por haber hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, te
bendeciré... todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu
descendencia, porque me has obedecido".
Misteriosos
los caminos de Dios. Admirable la actitud de Abrahán.
Diálogo
difícil que se ha repetido a lo largo de la historia en tantas y tantas
personas que han dicho "Sí" a Dios no solo en los días en que todo
les iba bien, sino también en las pruebas y dificultades.
-La
verdadera Alianza por la obediencia de Jesús
Nosotros
admiramos todavía más la profundidad de la alianza en Cristo Jesús. El amor
de Dios y la disponibilidad de Jesús llegan a la totalidad. Si al hijo de
Abrahán, Isaac, se le perdona la vida, el plan de salvación de Dios y su nueva
Alianza se cumplen con plena generosidad. Para salvar a la humanidad de su
mal y de su pecado, Dios encuentra un camino asombroso: asume nuestro
pecado, toma para sí nuestro castigo, reedifica los puentes rotos por nuestro
pecado, restablece la amistad interrumpida por nosotros.
El
amor profundo de Dios vence a nuestro pecado con su propio dolor. El Hijo se
entrega hasta el final, consiguiéndonos el perdón y la Nueva Alianza.
Tenemos
buen valedor ante Dios. Podemos alegrarnos de la garantía que El nos da.
San Pablo ha cantado con entusiasmo un himno a este amor de Dios: "Si
Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no
perdonó a su propio HIjo, ¿cómo no nos dará todo con El? ¿Quién nos
condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, que está a la derecha de
Dios y que intercede por nosotros?".
Por
parte de Dios la Alianza es firme. Y nunca como en este tiempo de Cuaresma
lo recordamos más gozosamente: la entrega absoluta de Jesús en la Cruz y
la apuesta por la vida que Dios hace resucitándole para nuestra
salvación.
-La
alianza es siempre costosa
Ahora
bien, a Jesús le costó su obediencia. Le costó sudor de sangre, miedo a la
muerte, soledad, lágrimas.
También
para nosotros el camino de la alianza con Dios puede resultarnos a veces
oscuro y difícil. Abrahán no debió entender los motivos por los que Dios le
pedía el sacrificio de su hijo.
Los
apóstoles no lograron entender por qué Jesús les anunciaba tantas veces
su muerte.
Por
eso la escena de la Transfiguración que hemos escuchado hoy puede
interpretarse como una ayuda que Jesús hace a los suyos, como una lectura
anticipada del sentido de su Pascua.
Y
es que la Alianza pasa por la Pascua, y el camino de la Pascua es un camino
serio. Como lo es el camino de toda amistad y de todo amor. La amistad y
el amor no sólo saben de sonrisas y cercanías, sino también de entrega,
fidelidad, sacrificio.
No
son buenos modelos de alianza los que encontramos en las relaciones humanas.
No parecen muy creíbles y estables las varias alianzas políticas, o
comerciales, o incluso a veces las matrimoniales. La Alianza que Dios ha
sellado con la humanidad en Cristo Jesús sí es una Alianza firme, a la
que en esta Cuaresma somos invitados a sumarnos con mayor claridad que en
años anteriores.
Cada
año, en la Vigilia Pascual, somos interrogados sobre la lucidez con la que
seguimos esta Alianza: ¿Creéis en Dios, creéis en su Hijo Cristo
Jesús? ¿renunciáis al pecado, al mal, a lo que no es Pascua, a lo que
es antievangelio? La Pascua, para poder ser celebrada legítimamente,
comporta esta actitud, sumándonos a la actitud de obediencia y novedad de
vida de Cristo Jesús.
-La
Eucaristía, viático hacia la Pascua
A
nosotros, para animarnos en nuestro camino, no se nos aparece Jesús, rodeado
de Elías y Moisés, en el monte de la transfiguración.
Pero
sí nos sale al camino como a los discípulos desanimados de Emaús,
ofreciéndonos el alimento de la Eucaristía, el alimento de su Palabra y
de su Cuerpo y Sangre. La Eucaristía, una Pascua concentrada, es nuestro
"viático" para el camino. Para que recibiendo como alimento al
mismo Señor Resucitado, vayamos asimilando su Vida y su Alianza Nueva.
J.
ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/04
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