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H O M I L Í A

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DOMINGO II
DE CUARESMA
CICLO B

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-La alianza entre Dios y Abrahán

El Antiguo Testamento está lleno de personas que se enfrentaron cara a cara con la  invitación que les hacía Dios a vivir en comunión con El, a colaborar con El, a cumplir sus  planes en favor de los demás.

El domingo pasado recordábamos la alianza de Dios con Noé, después del diluvio. Hoy  estamos admirando a Abrahán, "el padre de los creyentes".

Dios le pidió cosas difíciles: que saliera de su tierra, para peregrinar a lo desconocido;  que abandonara su religión pagana; que se fiara de su promesa de que le daría un hijo, a  pesar de su avanzada edad; y cuando tuvo el hijo, Dios le puso de nuevo a prueba  pidiéndole que se lo sacrificara. Abrahán lo aceptó, con obediencia total. Su disponibilidad  tuvo el premio, la promesa de la bendición para él y su descendencia: "por haber hecho  eso, por no haberte reservado tu hijo, te bendeciré... todos los pueblos del mundo se  bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido".

Misteriosos los caminos de Dios. Admirable la actitud de Abrahán.

Diálogo difícil que se ha repetido a lo largo de la historia en tantas y tantas personas que han dicho "Sí" a Dios no solo en los días en que todo les iba bien, sino también en las  pruebas y dificultades.

-La verdadera Alianza por la obediencia de Jesús

Nosotros admiramos todavía más la profundidad de la alianza en Cristo Jesús. El amor de Dios y la disponibilidad de Jesús llegan a la totalidad. Si al hijo de Abrahán, Isaac, se le perdona la vida, el plan de salvación de Dios y su nueva Alianza se cumplen  con plena generosidad. Para salvar a la humanidad de su mal y de su pecado, Dios  encuentra un camino asombroso: asume nuestro pecado, toma para sí nuestro castigo, reedifica los puentes rotos por nuestro pecado, restablece la amistad interrumpida por  nosotros.

El amor profundo de Dios vence a nuestro pecado con su propio dolor. El Hijo se entrega  hasta el final, consiguiéndonos el perdón y la Nueva Alianza.

Tenemos buen valedor ante Dios. Podemos alegrarnos de la garantía que El nos da. San  Pablo ha cantado con entusiasmo un himno a este amor de Dios: "Si Dios está con  nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio HIjo, ¿cómo no nos  dará todo con El? ¿Quién nos condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, que está a la  derecha de Dios y que intercede por nosotros?".

Por parte de Dios la Alianza es firme. Y nunca como en este tiempo de Cuaresma lo  recordamos más gozosamente: la entrega absoluta de Jesús en la Cruz y la apuesta por la  vida que Dios hace resucitándole para nuestra salvación.

-La alianza es siempre costosa

Ahora bien, a Jesús le costó su obediencia. Le costó sudor de sangre, miedo a la muerte,  soledad, lágrimas.

También para nosotros el camino de la alianza con Dios puede resultarnos a veces  oscuro y difícil. Abrahán no debió entender los motivos por los que Dios le pedía el sacrificio  de su hijo.

Los apóstoles no lograron entender por qué Jesús les anunciaba tantas veces su  muerte.

Por eso la escena de la Transfiguración que hemos escuchado hoy puede interpretarse  como una ayuda que Jesús hace a los suyos, como una lectura anticipada del sentido de su  Pascua.

Y es que la Alianza pasa por la Pascua, y el camino de la Pascua es un camino serio.  Como lo es el camino de toda amistad y de todo amor. La amistad y el amor no sólo saben  de sonrisas y cercanías, sino también de entrega, fidelidad, sacrificio.

No son buenos modelos de alianza los que encontramos en las relaciones humanas. No  parecen muy creíbles y estables las varias alianzas políticas, o comerciales, o incluso a  veces las matrimoniales. La Alianza que Dios ha sellado con la humanidad en Cristo Jesús  sí es una Alianza firme, a la que en esta Cuaresma somos invitados a sumarnos con mayor  claridad que en años anteriores.

Cada año, en la Vigilia Pascual, somos interrogados sobre la lucidez con la que seguimos  esta Alianza: ¿Creéis en Dios, creéis en su Hijo Cristo Jesús? ¿renunciáis al pecado, al  mal, a lo que no es Pascua, a lo que es antievangelio? La Pascua, para poder ser  celebrada legítimamente, comporta esta actitud, sumándonos a la actitud de obediencia y  novedad de vida de Cristo Jesús.

-La Eucaristía, viático hacia la Pascua

A nosotros, para animarnos en nuestro camino, no se nos aparece Jesús, rodeado de  Elías y Moisés, en el monte de la transfiguración.

Pero sí nos sale al camino como a los discípulos desanimados de Emaús, ofreciéndonos  el alimento de la Eucaristía, el alimento de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre. La  Eucaristía, una Pascua concentrada, es nuestro "viático" para el camino. Para que  recibiendo como alimento al mismo Señor Resucitado, vayamos asimilando su Vida y su  Alianza Nueva.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/04


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