29 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO II DE CUARESMA
21-29

 

21. ¡EL REY DE LAS MONTAÑAS!

Algún misterioso hechizo ejercían las montañas sobre Jesús. Algún acicate suponía en su  andadura. O quizá era simplemente un símbolo que El utilizaba para estimularnos en nuestro  camino hacia lo Alto.

Y es que la montaña curte a los escaladores, les obliga al sacrificio y la superación,  templa su ánimo, y les descubre horizontes increíbles, tanto delante de sus ojos como en su  propio interior. Por eso, Jesús subía a las montañas. Para brindarnos desde ellas caminos  hacia «lo trascendente», para enseñarnos a trabajar en nuestra propia «transfiguración».

Hoy el Evangelio nos cuenta con detalle su «transfiguración» en el Tabor. Ocurrió ante el  asombro y el gozo de Pedro, Santiago y Juan que quisieron perpetuar el momento: «¡Qué  bien estamos aquí!» Pero me apresuro a deciros que Cristo no fue el escalador de una sola  montaña. Subió a muchas. Y «puntuó» en todas. Podríamos llamarle «el Rey de las  montañas». Y si recorréis conmigo esta especie de «guía de montañismo de Jesús», veréis  que lo que se desprende de todas sus escaladas es siempre lo mismo: una invitación a  bellas «transfiguraciones», la nuestra y la de los demás.

--El monte de la Cuarentena.--El Djebel Garantal. Es un monte árido, inhóspito, gredoso.  A su planta se ve el mar Muerto, todo lleno de sal, asfalto y azufre, semejando una lámina  grisácea. A este monte --lo veíamos el domingo pasado--, subió Jesús para ser tentado por  Satanás. No parece por tanto una escalada «gloriosa». Es más bien una página de  humillación. Pero, ¡ojo!, que este Jesús que se deja tentar tan descaradamente, nos está  predicando que la victoria sobre la tentación es también «camino de transfiguración». Pablo  hablaba de «sacar provecho en la tentación».

--El monte de las bienaventuranzas.--He ahí otra cumbre desde la que se nos propone  «resplandecer como el sol y como la nieve». En efecto, la puesta en marcha del «sermón de  la montaña» y la aceptación del espíritu de «las bienaventuranzas» han sido y serán  siempre la receta infalible de la verdadera transfiguración del hombre y de la Humanidad. El  hombre que se decide a vivir «con amor» la pobreza, la mansedumbre, la aceptación del  dolor, la persecución, etc., se «transfigurará» e irradiará luz a los demás. Las gentes de su  lado dirán «¡Qué bien estamos aquí!».

--El monte Calvario.--¿También es «un Tabor» esta montaña? ¡También, amigos,  también! Es verdad que el Jesús de la cruz, como dijo Isaías, «parece más un gusano que  un hombre; no hay en él belleza alguna». Pero ésa es precisamente la paradoja del  Calvario: «Por la Cruz a la Luz». San Juan de la Cruz, especialista en oscuridades y  muertes, escribió: «aunque tinieblas padezco / en esta vida mortal / no es tan crecido mi mal  / porque si de luz carezco / tengo vida celestial». Entendéis por qué Pablo exclamaba:  «¿Dónde está, muerte, tu victoria?».

--La montaña de la Ascensión.--Es el trampolín hacia todas las «transfiguraciones». La de  Jesús y la nuestra. La de Jesús, porque, en ese momento salta «a aquella gloria que tuvo  desde el principio», ya que nunca dejó de ser «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de  Dios Verdadero». Tabor definitivo, pues, y completo. Y la nuestra porque en esa montaña  se nos dijo: «Id y predicad... bautizando...». Es decir, transfigurándonos y transfigurando el  mundo con la luz de su Palabra y con la vida de sus sacramentos. ¿Qué os parece, amigos,  este «rey de montañas»? 

ELVIRA-1.Págs. 125 s.


22.

ISAAC VIVO, PERO JESÚS RESUCITADO 

1. "Coge a tu hijo único, a tu querido Isaac, vete al país de Moria y ofrécemelo allí en  sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré" Génesis 22, 1. Abraham es anciano ya.  Se ha pasado la vida esperando un hijo, prometido por el Señor. Ha tardado tanto a llegar  Isaac...Largos años, interminables días, tristezas desoladas y amargas de Sara, contrato  con Agar, la egipcia, fuente de tanto sufrimiento familiar, se multiplican los rebaños, todo  ¿para qué? Al fin, llegó el suspirado hijo, Isaac deseado y bienamado. A la vejez, Isaac  alegra los días. Abraham ha rejuvenecido. El niño es hermoso, crece vigoroso. Todos están  con él. Gozan todos con él.

2. Y de pronto, inesperadamente, la voz que siempre prometía esperanzas, tierras,  descendientes numerosos como las estrellas y las arenas de la playa, esa voz amiga de  Abraham, se ha vuelto hostil: "Ofréceme a tu hijo Isaac en sacrificio". -Señor, mi Señor,  ¿qué me pides? Isaac es dulce, es muy bueno y complaciente, él es el cumplimiento de lo  que tantas veces me has prometido, Señor, ¿no lo recuerdas? Muy duro es lo que me  pides. Y yo no lo entiendo. No se para qué ni por qué me exiges este sacrificio tan cruel,  que hará bajar mi corazón al sepulcro, sumido en inconsolable tristeza y soledad. Pero lo  pides tú, yo me entrego a tí, se que eres infinitamente bueno, y voy a complacerte. Cumpliré  lo que me mandas sin entender por qué lo mandas. Sacrificaré a Isaac querido, si esa es tu  voluntad. 

3. Lector, detente. Abraham es la figura de Dios Padre que determina que muera Isaac,  que es la figura de Jesús Amado, que ha subido al monte cargado con la leña (la cruz) para  el holocausto. El Padre había estado entrenando años y años a Abraham, purificándolo con  pruebas para que desempeñase el papel del sacrificio supremo a la perfección. Y Abraham  va a responder. No va a matar a su hijo, sino a engendrarlo en una dimensión nueva. La  seguridad de su futuro, un futuro con su hijo, sigue fundándose en Dios. Su lógica no es la  de retener para tener, sino la de crear una relación nueva que le haga ser más. Para él  retener es inferior modo de posesión que el esperar. No va a ser el hijo engendrado por él  el que le hará padre de un gran pueblo, sino el hijo que le nazca como regalo de Dios a su  actitud obediente. Este nuevo nacido será el mismo Isaac, pero con una dimensión nueva,  que puede ser el principio del pueblo de la promesa, pueblo de Dios, porque Abraham  reconoce la propiedad de Dios sobre Isaac, por encima de su relación de padre. Abraham  no tiene que sacrificar al hijo de su carne; tiene que ordenarlo al hijo de su fe. En Isaac  vivo, hijo de la fe, está el hijo de la carne agrandado hasta el infinito. Este es el hijo de la  promesa, el que salva a Abraham porque no se lo reservó. La actitud del patriarca es  creadora del pueblo de Dios en el mundo. Abraham está para su hijo y para su pueblo en la  relación que nace de la total confianza en Dios. Se funda en la humana, pero ésta es  agrandada por aquella.

4. "Ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña. Abraham tomó el  cuchillo... -"¡Abraham!, no alargues tu mano contra tu hijo. Ya he comprobado que respetas  a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu hijo único". Tampoco tú, Padre mío, has  perdonado la vida de tu Hijo, tu Hijo amado, tu Hijo único. 

5. ¿Qué misterio se esconde en el abismo de ese sacrificio? El abismo del amor, del  Padre Dios a la humanidad, y de Abraham a Dios. Isaac quedó con vida, la misma que  antes de haber sido puesto en el altar tenía.

6. "Cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos a una montaña alta y  apartada. Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco  deslumbrador" Marcos 9, 2. Quedó Isaac vivo en Moria; en el Tabor, Jesús, transfigurado  como en la Resurrección. Lo necesitaban aquellos discípulos que, acababan de escuchar  que Jesús tenía que ser ejecutado, y se habían llenado de ensombrecida tristeza con esa  profecía. Y lo necesitaba la Iglesia entera, débil, enferma, que no ha alcanzado aún la  madurez de la fe de Abraham. Necesitamos alcanzar en la contemplación una chispa de esa  transfiguración para seguir caminando. 

7. El acontecimiento de la Transfiguración nos da la clave de lo que tuvo que ver y sentir  Abraham antes de decidirse a sacrificar a su hijo. El texto del Génesis no sólo nos dice lo  bueno que era Abraham (Dios no acepta a los que se dejan timar), sino también las  garantías recibidas que hacían más razonable, (no racional), el obsequio de su fe. La fe no  es una decisión razonada, pero eso no excluye la lógica, ni los razonamientos. Jesús está a  punto de ser crucificado. No está mandado que él muera, sino que obedezca. Y porque  obedece, los hombres le matan. Jesús prepara a los suyos porque lo van a necesitar. Hay  que dar garantías a la fe. Por eso se transfigura. El creyente es el que sabe obedecer a  Dios, obediencia que los hombres hacemos difícil. Si creemos poco es porque vemos poco.  Y si vemos poco es porque no subimos donde Dios manifiesta la gloria de la obediencia. La  diferencia que hay entre los santos y nosotros no está en la pasta de que están hechos,  sino en la capacidad de subir con Dios y ver su gloria, en hacer cuaresma.

8. Se explica que Pedro quiera quedarse en el Tabor, como si hubiera alcanzado ya el  descanso. Entiende mejor la cristología triunfalista que la del Hijo del hombre. Pero el Padre  ha señalado la ruta: "Este es mi Hijo, mi amado, escuchadlo". Es decir, hay que bajar de la  montaña, y en el cotidiano vivir poblado de pruebas y de tentaciones, y de preocupaciones,  hay que escuchar la palabra, hay que predicar a Jesús, que es el único que cuenta y el  único que basta. Por eso, "de pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús  solo con ellos". La espera de la gloria no debe impedir la proclamación del evangelio. Sólo  Jesús debe guiar la vida de los creyentes.

9. El es el Hijo, a quien el Padre no ha perdonado, sino que "aunque mucho le cuesta al  Señor la muerte de sus fieles" Salmo 115, lo entregó a la muerte por nosotros Romanos 8,  31. Por eso, Jesús, con su palabra y con su sangre nos libra de la esclavitud y de la  muerte. A El la gloria por los siglos. 

10. Vamos a hacer la renovación de ese acto de amor que es la muerte del Señor en  medio de nuestra asamblea. Jesús vivo e inmolado estará sobre el ara del altar, como  estuvo en la cruz, aunque de modo incruento. Pero es la misma víctima que la del Calvario,  y el mismo sacerdote, que hoy yo represento, que ofrece y se ofrece, y conmigo todos los  fieles, el sacrificio del Señor y el nuestro propio. Aportemos todos nuestras luchas y  temores, nuestros pecados y deseos, nuestra vida y nuestro trabajo y unámoslos a la  víctima sacrosanta que nos salva al comerla en la comunión.

J. MARTÍ BALLESTER


23. DOMINICOS

Este Domingo

            Son tiempos en que Dios es Alguien importante, el único importante, en la conciencia y en la vida del pueblo de Israel. Individual y colectivamente la fe en  su Dios no se cuestiona ni  está sujeta a tensiones;  los israelitas aceptan su  existencia individual y su historia  colectiva como  realidades creadas y dirigidas por Él.  Ellos pueden despistarse y abandonarle  momentáneamente;  a su vez, Dios los someterá a destierros,  cautividades  y silencios interminables: jamás perderán la esperanza en el reencuentro,  ni la fe en el cumplimiento de la alianza que Él  ha establecido con ellos. Lo de Abrahán sólo lo superará el mismo Dios cuando mande a su Hijo unigénito al sacrificio, pero el de Ur no es Dios pero sí su más incondicional creyente: confía en Él hasta lo inverosímil. ¿O  creíble el mandato de sacrificar a su hijo Isaac  con quien  Dios había  prometido establecer una alianza perpetua? La respuesta de Abrahán es siempre la misma: “Aquí me tienes”. Su fe en Dios lo convierte en modelo de fe: creer y confiar en Él “por encima” de cualquier  otra evidencia.

            San Pablo se hace una pregunta a partir de una certidumbre, aunque su enunciado pueda  parecer condicional: ”Si Dios está con nosotros... (que lo está...) ¿quién estará contra nosotros?” El breve texto rezuma seguridades respecto de Dios cuyo amor es  razón irrebatible para la  fe y la confianza. Dios ha dado muestras  de  su persistencia en salvar y santificar a  quienes ha creado a su imagen y semejanza; “Dios es quien justifica” y “Cristo intercede por nosotros”. Sobre esta revelación ya realizada en la historia de la humanidad se asienta la alegría de la salvación y la confianza  que inspira  un Dios, Padre y Amor.  La salvación subjetiva se  procesa a lo largo de la vida cristiana en la conjugación de lo dones del Espíritu Santo y el esfuerzo de  correspondencia del creyente. Con la particularidad de que contamos con un hecho animador: “Cristo intercede por nosotros”. Del  lenguaje del Dios de Abrahán –“Toma a tu hijo único... y ofrécemelo allí en holocausto”- al Dios de Jesús que entregó al suyo por todos nosotros median siglos de pedagogía divina y de revelación iluminadora de quién y cómo es nuestro Dios.

            El Padre ha llegado al punto último de su comunicación  con  sus criaturas al hacernos llegar su Palabra, su Hijo amado, que nos significa  y traduce  su universo divino. El prólogo de Hebreos lo describe: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas; ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb 1, 1-2).  Tan sólo la posesión de Dios en la bienaventuranza superará este modo de comunicación: la Palabra de Dios habita entre nosotros, el Hijo se viste de  signos sensibles,  de conceptos racionales, de naturaleza  humana para facilitarnos el acceso a la Verdad y una suficiente comprensión del mismo Dios, de su vida y de sus planes de salvación. Esta máxima comunicación perfeccionada por Cristo es completada por el Espíritu Santo “que hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo” (Jn 14, 26).  La comunicación de Dios  nos muestra  su realidad  de amor, no es  mera información ni discurso descriptivo: es expresión de Sí mismo.  En el episodio de la Transfiguración de Jesús, el Padre, dirigiéndose a los tres discípulos, lo identifica con su Hijo amado y les dice: “Escuchadlo”.  Hasta hoy le oían; a partir de ahora deben escucharlo.

 

Comentario bíblico:

El misterio de la confianza en Dios

 

Lectura: Génesis (22): La fe como confianza en Dios

I.1. La primera lectura está recogida de un texto muy importante en el ciclo de Abrahán (Génesis 22), probablemente el momento culminante de lo que Dios pide al padre del pueblo: la fe incondicional, hasta la vida de su hijo, el heredero, por el que había soñado. No podemos menos de pensar que en este relato, complejo, desconcertante pero hermoso a la vez, se ha querido plasmar todo una mentalidad de la época. Con el hijo "heredero" Isaac, que ya ha desbancado a Ismael por mor de su madre Sara, se quiere mostrar que Dios es quien conduce y quiere conducir esta historia de promesas. En realidad Dios es así para la mentalidad religiosa antigua. Se pide lo imposible para que todo termine siendo mucho más humano, teológico y entrañable. Se pretende mostrar que Abrahán, el padre del pueblo, sabe renunciar a todo. Es un relato, heroico donde los haya, para poner de manifiesto la fuerza de la fe de un pueblo que todo se lo debe a Dios.

I.2. Cómo es posible que Dios exija todas estas cosas? Esta pregunta, hoy, está de más. Son los hombres los que sienten así las cosas y la expresan de acuerdo a una mentalidad religiosa. El sacrificio de Isaac ha sido interpretado en toda la tradición judía y cristiana como anticipo de muchos anhelos y deseos de salvación y redención. Si ahora a Abrahán se le pide que renuncie a su futuro, a su heredero, es porque se quiere poner de manifiesto que nuestro futuro está en las manos del Dios de la promesa y la Alianza. )Acaso la fe debe ser confianza ciega? Probablemente nos excedemos, o se excede la teología, cuando presentamos la fe en esa tesitura; debe ser confianza absoluta, pero no ciega. Abrahán sabe que Dios siempre tiene salidas para uno. También es verdad que este relato es contado como una especie  de condena, a la inversa, de los sacrificios humanos: Dios puede parecer que pide lo máximo, pero Dios no puede pedir vidas humanas; sería un Dios sin corazón: por eso Dios siempre ofrece otro camino.

I.3. Muchos especialistas han subrayado este aspecto y consideran que la "situación" en que ha podido aparecer esta tradición explica la condena que en Israel suponía, frente a ciertas religiones y cultos, la condena de los sacrificios humanos. Sería como un relato pedagógico para mostrar que aunque Dios pida lo máximo al hombre, no puede ir en contra del hombre mismo ni de su vida. Por eso es como un relato en que se intenta mostrar que Dios le devuelve "vivo" a su hijo, que es el hijo en el que se sustentan las promesas que se le han hecho. Por eso, Dios  es un Dios de vivos, no de muertos, como proclamará Jesús (Mc 12,27). La tradición cristiana, en la lectura de este pasaje de la tradición judía, presintió el sacrificio de Cristo (es la famosa "Aqedá" -"amarradura" u "ofrenda"-, porque Isaac fue "atado y sacrificado"). Los cristianos, no obstante, debemos hoy hacer una lectura mucho más teológica de esta tradición, sin caer en los aspectos fundamentalistas que todavía se alimentan en ciertas sinagogas.

 

Lectura: Romanos (8,31-34): El amor de Dios se hace presente en la vida de Cristo

II.1. La segunda lectura, de Romanos, quiere volver sobre el sentido del sacrificio como ofrenda a Dios. Pablo, en esta carta de la fe y la libertad humana, se expresa con una fuerza que desconcierta a veces. El texto de hoy se nos presenta de una forma lírica y retórica, con una serie de preguntas que termina en una doxología o alabanza (v. 39). Es un himno al amor de Dios que se nos ha revelado en Cristo, en su vida y en sus sufrimientos. Porque es en los sufrimientos donde la prueba del amor llega a su punto culminante, deja de ser romántico o estético y se hace en realidad esencia de amor: darlo y ofrecerlo todo. Dios lo ha hecho así por medio de Cristo, su Hijo. Estamos en sintonía con el texto de Gn 22. Se debería tener en cuenta la totalidad de este himno, con los vv. 35-39 que no entran en la lectura de hoy, culminando así uno de los capítulos más extraordinarios de Romanos.

II.2. En realidad este capítulo es como un himno que canta la bondad de Dios con la humanidad, precisamente para que no tengamos miedo de creer en ese Dios. Es verdad que se afirma que Dios no le ahorró el sacrificio de su vida a Cristo; pero es para subrayar con mayor vigor que Dios es capaz de darlo todo por nosotros, de renunciar a lo más querido. Podríamos ver aquí que Pablo puede haber hecho una lectura de la aqedá de Isaac, sin que Cristo haya podido ser liberado de la muerte. Desde luego es un texto en el que se ha profundizado mucho en la exégesis de Romanos y se ha visto un paralelismo, aunque otros lo discuten, con dicho "teologúmeno" de la aqedá. Dios, pues, asume esa muerte redentora  para que seamos libres. Pero se ha de considerar que en esta especie de aqedá cristiana  es Dios quien se ofrece, quien da, no quien pide como en el caso de Abrahán e Isaac. Debemos reconocer que esta teología del sacrificio y de la muerte es muy difícil de explicar en la catequesis y en la teología. Pero se ha de hacer un intento serio y audaz. Porque Dios no puede "querer" esa muerte. El amor de Dios está por encima de todo lo que nos puede amargar nuestra existencia humana y cristiana. Ni Dios, ni Cristo, muerto y resucitado, pueden condenar a la humanidad  porque esa muerte es el camino de la resurrección para El y para nosotros.

 

Evangelio: Marcos (9,1-9): Caminar hacia la Resurrección

III.1. El relato de la Transfiguración de Marcos  nos asoma a una experiencia intensa de Jesús con sus discípulos, camino de Jerusalén después de haber anunciado la pasión, para que esos discípulos puedan meterse de lleno en el camino y en la verdadera misión de Jesús. Los discípulos, o bien desean los primeros puestos del reino, o bien quieren quedarse en el monte de la gloria de la transfiguración, como Pedro. Jesús va al monte para orar y entrar en el misterio de lo que Dios le pide; desde esa experiencia de oración intensa puede iluminar su vida para saber que le espera lo peor, pero que Dios estará siempre con él. Es una escena importante y compleja que viene a ser decisiva en el desarrollo del evangelio y de la vida de Jesús   que ahora ya mira a Jerusalén como meta de su vida. Tenemos que pensar que más que otra cosa, (aunque haya una experiencia histórica de Jesús y sus discípulos en un monte), esta escena es una construcción teológica del evangelista, con todas sus consecuencias. En Jn 12,28-30 encontramos una experiencia de este tipo. El relato, en una teofanía que abarca casi todo, tiene tres partes: a) vv.1-4  y b) vv. 5-8 y una conclusión c) vv. 9-10 sobre el "secreto mesiánico", que es muy propio de Marcos  y la pregunta de los discípulos sobre la resurrección de entre los muertos.

III.2. Los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, están allí para respaldar precisamente la acción de Jesús. Y la voz misteriosa, entre las nubes, reafirma que, desde ahora, a quien hay que escuchar y seguir es a Jesús. Los elementos del relato nos muestran los símbolos especiales de las teofanías  propias del AT. Pedro quiere quedarse, plantarse allí, haciendo tres tiendas, para Moisés, Elías y Jesús. El relato  en sí  es en el evangelio de Marcos el comienzo del viaje hacia Jerusalén. Y aunque no diga, como Lucas, que un profeta no puede "morir fuera de Jerusalén" viene a ser como el asomarse a la meta de la vida de Jesús: la resurrección. Pero a la resurrección  a la nueva vida  no se llega sino por la muerte. Una muerte que ya está sembrada en la vida del profeta de Galilea y casi decidida (Mc 3,6). Pedro no quiere bajar del monte  porque esa vida nueva supone aceptar la muerte, y no una muerte cualquiera, sino la muerte en la cruz. La "gloria" divina que se ha experimentado en el monte está llamando a otro monte, el del Calvario, para que se viva como realidad plena. Jesús es el que tiene las ideas claras de todo ello, los discípulos no.

III.3. La decisión de Jesús de bajar del monte de la transfiguración y seguir caminando hacia Jerusalén, lugar de la Pasión, es la decisión irrevocable de transformar el mundo, la religión y la vida. Es verdad que eso le llevará a la muerte. Esa decisión tan audaz, como decisión de una misión que ahora se confirma en su experiencia con lo divino, con la voz del Padre, no le llevará directamente al triunfo, sino a la muerte. Pero el triunfo de la resurrección lo ha podido contemplar, a su manera, en ese contacto tan intenso con el misterio de Dios. Dios le ha revelado su futuro, la meta, la victoria de la vida sobre la muerte. Y ahí está su confianza para seguir su camino y hacer que le acompañen sus discípulos. Estos seguirán sin entenderlo, sin aceptarlo, preparándose o discutiendo sobre un premio que no llegará de la forma que lo esperaban. Del cielo se ha oído un mandato: "escuchadlo", pero no lo escuchan porque su mentalidad es bien otra. Jesús los ha asomado un poco a la "gloria" de una vida nueva y distinta, pero no lo han entendido todavía. El relato, desde luego, es cristológico, (no hay duda!, pero Marcos también quiere que sea pedagógico para la comunidad: la vida verdadera no se goza "plantándose" en este mundo, en esta historia, en nuestros proyectos. Está en las manos de Dios.

Miguel de Burgos, OP

mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

 

El primer domingo de Cuaresma nos presentaba a Jesús retirado en el desierto. Cuarenta días en silencio, austeridad de vida y unión con el Padre: éste es el marco en el que escruta su Voluntad, escucha, confirma su identidad mesiánica y descifra con claridad  su misión y el plan salvador que le es encomendado. En el monte Tabor se produce su transfiguración como efecto de su identidad divina momentáneamente manifestada.  El Padre lo propone como Palabra personal suya y única que debe ser escuchada. Las muchedumbres le siguen embobados por su predicación, sus discípulos  le escuchan boquiabiertos,  sin entender apenas nada de cuanto les predica, ni siquiera las hermosas parábolas con las que les catequiza.  Jesús, Palabra de Dios, es esa verdad cuya penetración e inteligencia satisfará con creces la búsqueda de los hombres. Palabra que nos ha sido revelada, manifestada y explicada con su propia voz y  con su presencia, ella es el gran don del Padre. Pero su comprensión exige ser escuchada; una escucha que  se realiza  en contemplación y oración, en silencio y soledad. “Escuchadlo”, dice el Padre a los tres discípulos. Volverán al llano y seguirán oyéndolo; tendrá que venir sobre ellos el Espíritu Santo para que la escucha sea eficaz y descubridora de la verdad de Dios.  Hablar hoy de contemplación para escuchar la Palabra de Dios resulta extraño a muchos cristianos. Jesús nos mandó orar, nos enseñó con su ejemplo a escuchar y obedecer la Voluntad del Padre. Sin  atención continuada a la Palabra, no se entiende ni se descubre nada:  sólo el sin sentido.

 

 Dios habla de muchas maneras. Junto a la primacía de la Palabra “hecha carne”, Dios utiliza signos y lenguajes de contenido menor pero, por ser sensibles y naturales, son también más inteligibles y expresivos. El gran misterio de Dios está contenido en Jesús, Hijo y Palabra del Padre pero no todos  reciben el don de su conocimiento, de su escucha y de su comprensión. Especialmente para éstos, aunque  sin carácter de exclusividad, Dios llena el universo de voces y de luces, de sonidos y de símbolos, de sucesos y de hallazgos cargados de mensajes trascendentes, indicadores de  presencias apretadas de belleza, de dignidad, de verdad y de bondades que sugieren y aproximan al Padre de tanta sublimidad, sin embargo oculta y depreciada por el hombre apresurado. El universo, en la lejanía espacial, y  la  naturaleza,  en su cercana vecindad,  hablan  de Dios y lo sugieren, pero nos hemos acostumbrado a tanta armonía que nos hemos incapacitado para  percibirlo. Mas no sólo es perceptible en la hermosura y perfección de la creación; más aún  lo es en la historia cotidiana de sus criaturas, dotadas de grandeza espiritual y dignidad moral; gentes que escriben con la letra pequeña de la sencillez de espíritu la historia del mundo redimido y santificado por Jesús a quien se ve asomar tras la buena gente del piso de al lado. Por otra parte, Dios  se oculta también en el misterio de la desarmonía y de la  estridencia: en las víctimas de las guerras y de la opresión, de la injusticia y del desprecio...  Escucharle entre los gritos de los oprimidos o en el silencio de la miseria no es fácil aunque sí posible a poco que nos acerquemos. El discípulo de Jesús no puede taparse los oídos ante esa Palabra  “hecha carne”.

 

Escuchar la Palabra de Dios no es un ejercicio para la complacencia; es un don para instaurar el reino de Dios, para recrear el mundo, para la liberación del pecado y de la muerte. La luz y la fuerza que la Palabra inyecta en quien la escucha son virtud sanadora y santificadora. La Palabra de Dios no es un lujo para creyentes tranquilos ni un privilegio para  investigadores. Es un aguijón, un revulsivo que  urge a  hacer propia la misión de Jesús tal y como él mismo la recogió del profeta Isaías: el cristiano no es cumplidor de la Palabra escuchada y encarnada hasta que no se haya comprometido en anunciar la buena noticia a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y en proclamar  un año de gracia del Señor”.

La contemplación de la Palabra, del Hijo de Dios, deriva en el compromiso de la fe y del amor fraterno. Como sucede en el episodio de la transfiguración, hay que “bajar del monte”,  despertar de los gozos y meterse entre  la muchedumbre con sus llantos  y problemas. Jesús habla a los tres discípulos de su resurrección pero ellos discuten sobre lo que aquello podía significar. Poco antes les ha hablado de que “debía padecer mucho... que lo matarían  y a los tres días resucitaría” (Mc 8, 31)  La placidez y el hechizo que la transfiguración  del Maestro les produce  les impide entender lo que significaba para el Hijo de Dios encarnarse en naturaleza humana y salvarla; lo entenderán más tarde y, efectivamente, entregarán también su vida por anunciar la Palabra de Dios, la buena noticia a los pobres. Tras la escucha,  dar la vida por los amigos.

 

Fr. José Luis Gago, O.P.
joseluisgago@dominicos.org


24.

El relato del sacrificio de Isaac, en la primera lectura, da cierta ventaja a los lectores frente al mismo Abrahán, pues desde el primer versículo sabemos que se trata de una prueba: “Dios quiso probar a Abraham...”. Los dioses de la región exigían sacrificios humanos, especialmente del primogénito. Para Abrahán, siendo un hombre de fe, la petición de Dios no debió resultarle extraña, sino contradictoria, dado que pedía la vida del hijo de la promesa. ¿Qué es lo que realmente quiere Dios? Se trata de una prueba formativa. Dios quiere que Abrahán abandone definitivamente los dioses que exigen la muerte de sus hijos y crea en el Dios que no acepta sacrificios humanos porque es el Dios de la Vida. La fe y la obediencia en este Dios le permiten a Abrahán ganar su vida y la de los demás, una vida bendecida y multiplicada como las estrellas del cielo.

En la segunda lectura Pablo nos regala un bello himno que expresa el infinito amor de Dios por nosotros, probado a través de la muerte de lo más preciado, su único Hijo. Un amor que nos libera de los que juzgan y acusan y una muerte que nos libera de la muerte eterna. Cuando hay tanto amor de por medio, no hay que tener miedo ni perder las esperanzas. Recordemos que «si Dios esta con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?».

En textos precedentes al evangelio de hoy Jesús anuncia a sus discípulos el camino de la pasión que culminará con su muerte en Jerusalén. Con la transfiguración, expresada simbólicamente a través de los vestidos resplandecientes, Jesús anuncia su resurrección. Hay que notar que la transformación no se da en Jesús sino en sus vestidos, queriendo significar que Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre, que lo que cambia son los momentos de la revelación.

Jesús invita a tres de sus discípulos como compañeros y testigos, como un signo de la importancia de la comunidad en la experiencia cristiana. El lugar es “un monte alto”, lugar privilegiado de la revelación de Dios. La aparición de Moisés y Elías confirma la llegada del Reino anunciado por Jesús, pues según la tradición judía la presencia de estos dos personajes sucedería al final de los tiempos; pero además, Moisés representa la ley, y Elías representa a los profetas. Al marcharse, sólo queda Jesús, superando así el Antiguo Testamento e inaugurando el Nuevo, para llevar a plenitud la voluntad de su Padre.

Ante tanta belleza, Pedro habla en nombre de los discípulos para proponer quedarse en la cima de la montaña. No sabe lo que dice al querer permanecer en el Antiguo Testamento, pero -peor aún- insiste en separar la resurrección del camino de la cruz. Pedro huye del conflicto; por eso prefiere la montaña a Jerusalén, el Tabor al Calvario. A todas luces parecía ilógico -y con perspectiva de fracaso- el anuncio de un Reino atravesado por la cruz y la muerte. Pero ésos son los caminos de Dios.

La vida cristiana, que es la realidad del Reino, pasa por las mismas contradicciones. Cuánto no daríamos, como Pedro, para quedarnos en la montaña y perpetuar los momentos felices… Cuánto nos cuesta acompañar a Jesús a Jerusalén y ayudarle a cargar la cruz? Esto no significa que los cristianos nacimos para sufrir, no; al contrario: debemos ser signos de vida y esperanza en abundancia. Pero precisamente en los momentos críticos, en los momentos en que parece que todas las puertas están cerradas y las llaves se quedaron dentro, entonces es cuando los cristianos sacamos la llave maestra de la esperanza para hacer posible la continuidad del Reino de Dios. Y esa llave maestra es la voz de Dios que día a día nos recuerda la necesidad de estar atentos para escuchar la voz de su Hijo amado, en el hermano pobre y necesitado, en el que está solo o cansado de la vida, en los que se ahogan en el vaso del consumismo, el pasivismo y la indiferencia.

Después de escuchar la voz de Dios, los discípulos miran a su alrededor y ven solo a Jesús, la única luz que permanecerá encendida al bajar del monte y acercarse a la oscuridad de Jerusalén. ¿Cómo sobrevivir a los momentos de oscuridad que tenemos en nuestras familias, cómo salir de la oscuridad de un mundo lleno de injusticia, exclusión y violencia, si no es teniendo a la mano la luz de Cristo, una luz segura y firme para llegar al amanecer de la Pascua? El silencio que ordena Jesús a los tres discípulos es una manera de decirles que todos los acontecimientos terrenos que viven ahora sólo serán perfectamente comprensibles después de la resurrección. Sólo después contarán todo lo que han visto y oído. Una Buena Noticia que seguimos anunciando con fe y con alegría, con nuestras palabras y sobre todo con nuestras vidas...

 

Para la revisión de vida
¿Hasta qué punto me fío yo de la Palabra de Dios, como Abraham?, ¿cómo reacciono cuando esa Palabra me trae complicaciones y comporta dificultades a mi vida?
Abraham no se reservó para sí ni a su propio hijo, y eso que era el medio necesario para el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de tener una numerosa descendencia... ¿También yo soy capaz de ofrecerle y entregarle todo? ¿O hay zonas o realidades de mi vida que yo no estaría dispuesto a entregar a Dios si me lo pidiera?
¿Necesito yo un alto en el camino -como el que proporcionó Jesús a sus tres discípulos en el monte Tabor- para verle transfigurado y transfigurar así también mi vida?
Vamos por la vida caminando con gozo hacia el encuentro glorioso con Cristo resucitado; ¿estoy dispuesto a asumir que a ese triunfo final sólo se llega pasando por la cruz, por el servicio, por la vida entregada por y a los hermanos?, ¿o prefiero quedarme en el Tabor (hacer tres tiendas) sin continuar hasta el Calvario?
 

Para la reunión de grupo
- La fe de Abraham fue "una fe contra toda evidencia"… ¿una especie de "obediencia ciega"? Se trata fundamentalmente de un símbolo que no hay que extrapolar tomándolo a la letra. Teniendo eso en cuenta: ¿la fe, puede estar contra la evidencia de la razón? ¿Fe y razón pueden oponerse contradictoriamente? ¿Puede estar la fe en contra del «sentido común»?
- El pasaje de la transfiguración puede causar un malentendido, si nos lleva a imaginar que Jesús "por dentro", o sea, en su conciencia psicológica, sabía y veía y sentía todo como Dios, sólo que lo estaría disimulando o reprimiendo continuamente... Tema difícil, pero importante, éste de la "conciencia psicológica" de Jesús. Tal vez puede ser oportuno tener una charla, un intercambio con una persona entendida en cristología...
- Abraham no es «nuestro» padre en la fe, sino el padre de tres religiones monoteístas, las tres religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islamismo. ¿No parece que tenemos bastante infravalorada esta «consanguinidad» o especial relación que deberíamos tener, que debería unirnos a las tres religiones? Sin ir más lejos: ¿qué relación tenemos desde mi comunidad cristiana con comunidades de religión judía o islámica de nuestra propia ciudad o región?

 

Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que en medio de las oscuridades y angustias de nuestro mundo sea siempre signo de la esperanza capaz de transfigurar la existencia humana. Oremos.
- Por todas las personas, para que encontremos el sentido de la vida en el trabajo por conseguir un mundo nuevo y mejor, transfigurado. Oremos.
- Por todos los que padecen injusticia, opresión, soledad, rechazo; para que encuentren hermanos que transfiguren su mirada con la ayuda solidaria. Oremos
- Por todos los indecisos, para que descubran lo urgente que es amar. Oremos.
- Por todos los pueblos a los que no llegó la luz del Evangelio: para que sean fieles a la luz que el Dios único ha puesto a su disposición en la religión del pueblo en el que han venido al mundo. Oremos.
- Por esta comunidad nuestra, para que permanezcamos fieles a Jesús, a quien el Padre resucitó de entre los muertos, y nos mantengamos firmes en la esperanza de encontrarnos un día cara a cara con el Cristo glorioso. Oremos.
 

Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, que nos invitas a "escuchar a tu Hijo muy amado", Jesucristo; abre nuestros corazones para que sepamos acoger su Palabra con cariño y confianza, la pongamos por obra, y así lleguemos a participar un día de la plenitud de su felicidad gloriosa. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro hermano e hijo tuyo muy amado...

o bien:

Dios, Padre y Madre de todos tus hijos e hijas, «que quieres que todos se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad», y que invitas a «escuchar a tu Hijo muy amado"», Jesús, nuestro hermano adelantado; haz que cada pueblo comparta con los demás tu Palabra, la que has dado a cada uno de ellos en su propia religión, para que reflejando cada uno un destello de tu luz pluriforme, mutuamente nos iluminemos, y reconozcamos comunitariamente la Verdad plena de tu rostro siempre inabarcable. Nosotros te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro hermano, hijo tuyo muy amado.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
 


25.

Nexo entre las lecturas

El amor, sea de Dios al hombre, sea del hombre a Dios, compendia la liturgia de hoy. El amor de Dios a los discípulos que, después del primer anuncio de la pasión, les revela el esplendor de su divinidad (Evangelio). Amor misterioso, paradójico, de Dios a Abraham, al infundirle una absoluta confianza en su providencia, frente al mandato de sacrificar a su hijo Isaac (primera lectura). Amor de Dios que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros (segunda lectura). Amor, por otra parte, de Abraham a Dios, al estar dispuesto a sacrificar a su hijo único en obediencia amorosa (primera lectura). Amor de los discípulos en la disponibilidad para obedecer al Padre que les dice: Éste es mi Hijo muy amado. Escuchadlo (Evangelio). Amor de Jesús que nos salvó mediante su muerte e intercede por nosotros desde su trono a la derecha de Dios (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. Las paradojas del amor. Dios es un misterio infinito. Su modo de actuar y de amar está también lleno de misterio. Los misterios para nuestra mente y para nuestra lógica humana resultan ininteligibles. Sólo el corazón puede entreabrir la puerta del misterio y vislumbrar una mínima parte de su sobrecogedora grandeza. En efecto, a la lógica humana resulta paradójico que Dios haya dado un hijo a Abraham, única esperanza de la promesa que Dios le ha hecho, para que luego le pida sacrificarlo sobre el monte Moria. Como nos parece igualmente paradójico que Dios ame a su Hijo Jesucristo con un amor de Padre y luego le pida sufrir la máxima ignominia de los hombres muriendo en una cruz como un esclavo. Y no es menos paradójico el que el hombre haya recibido la salvación de Jesucristo y luego se encuentre en el afán de cada día con tremendas fuerzas hostiles que le hacen dudar de dicha salvación. No deja, sin embargo, de ser verdad que Dios supera las paradojas y une los extremos aparentemente contradictorios con lazos inseparables de amor. No es que Dios ame menos en un caso que en otro. Más bien habrá que decir que su amor es diferente. El hombre, por su parte, no tratará de racionalizar los caminos de la actuación divina, pues fracasará siempre con toda seguridad, sino más bien de dilatar el corazón y buscar "entender" con el amor, pues ’el corazón tiene sus razones que la razón no comprende’, (Pascal), tanto si se trata del hombre como si se trata de Dios.

2. Tres formas de amar. En las relaciones humanas el amor adopta infinitas formas. En las relaciones entre el hombre y Dios sucede lo mismo. La liturgia de hoy nos presenta tres de estas formas de expresar el amor.

A) Ver. Sobre el monte Moria "Dios pro-vee" y de esta manera manifiesta su amor a Abraham. Por su parte, Abraham "vio" un carnero enredado en un matorral y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Así mostró su amor agradecido al Señor. En el texto evangélico, Pedro, Santiago y Juan vieron a Jesús transfigurado con el esplendor de la divinidad y por los ojos les prendió el deseo de morar allí contemplando y gozando amorosamente de esa experiencia inefable. Los ojos son las ventanas del amor: por ellos entra el amor como el rayo de luz por el cristal, y por los ojos pasa transparente y luminoso el rayo del amor desde el corazón hacia el exterior para incidir en la persona amada. Esto que acaece con el amor humano, sucede por igual en las relaciones de amor entre el hombre y Dios.

B) Escuchar. Es dulce al oído escuchar la voz de la persona amada. Por eso, Abraham que ama a Dios, escucha su voz que le llama y enseguida responde: "Aquí estoy", en un gesto de disponibilidad desde el amor. Por eso, el Padre invita a los discípulos a escuchar a Jesús para que a través de sus palabras lleguen a sus oídos las revelaciones del amor hasta la locura de la cruz. Escuchar la voz del amado entraña una actitud de obediencia. De ahí que la auténtica obediencia cristiana coincida con la escucha de la voz divina, que pone en movimiento el deseo de hacer lo que quiera el amado.

C) Experimentar. Sólo cuando el amor baja al terreno de la experiencia vital es amor poderoso y eficaz. Un amor que no pase por la experiencia corre el peligro de degenerar en egoísmo, en abstracción, o en puro sentimentalismo. Abraham experimentó el amor fiel de Dios, por eso su amor permaneció enhiesto y firme en el momento de la prueba. Jesús experimentó el amor del Padre y el amor a los hombres, por eso pudo abrazar la cruz con decisión y libertad. Y a Pablo, que ha experimentado de modo fuerte el amor de Cristo, ¿quién le podrá separar de ese amor?


Sugerencias pastorales

1. Amor-dolor: una difícil relación. Amar a una persona cuanto todo va bien, cuando el amor parece vivir en una eterna primavera, cuando los frutos del amor son dulces, cuando la reciprocidad en el amor hace bella la vida y se mira el futuro con gozo y esperanza, es fácil y hasta agradable. Pero en las historias de amor, no todo ni siempre es así. En las reales historias de amor el dolor, el sufrimiento, la prueba, la incomprensión llaman de vez en cuando a la puerta de los amantes. Y se asoma al alma la tentación de dudar del amor, de ver en el dolor un destructor del amor, de sentir que el amor se va enfriando e incluso puede llegar a congelarse. ¿Por qué suceden estas cosas, si el dolor en los designios de Dios no es sino un rostro diferente del amor? ¿No hemos experimentado acaso que el dolor y la prueba son profundizadores del amor, fuerzas ingentes que purifican y potencian la capacidad de amar del corazón humano? El amor y el dolor son como los dos polos (positivo y negativo) necesarios para que se produzca energía psíquica y espiritual en el ser humano. ¿No nos dice la misma sabiduría de los hombres que una persona que no ha sufrido, ni ha sido probada, difícilmente llegará a ser persona madura? Me he puesto también a pensar ¿por qué el hombre de hoy mira con mal ojo al dolor y lo odia con tanta pasión? ¿No será porque se está enfriando entre los hombres el verdadero amor: a Dios, a los hombres, a la vida?

2. Miedo a escuchar. El hombre contemporáneo es quien sin duda ha escuchado y escucha más palabras en toda la historia desde sus orígenes. Muchas de esas palabras le halagan y las escucha con gusto. Otras le aburren, y entonces simplemente cierra el canal de comunicación o busca otra conversación más agradable. Hay palabras también que le causan miedo, a veces mucho miedo. Palabras de los papás que no transigen con sus caprichos, palabras de los educadores que requieren atención y reflexión, palabras de las leyes que ordenan la convivencia humana, palabras de la Iglesia que enseñan el sentido de la vida, transmiten los valores humanos y cristianos, ponen delante de nuestros ojos el destino de la existencia. Esas palabras no pocas veces despiertan el miedo que yacía agazapado en nuestra psiche. En verdad, no es miedo a las palabras, sino miedo a nosotros mismos, miedo a elevarnos al nivel de existencia que nos corresponde como seres humanos y como discípulos de Jesucristo. Esta cuaresma puede ser un "momento de Dios" para arrancarnos el miedo, todo miedo y cualquier miedo.

P. Octavio Ortiz


26. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

COMENTARIOS GENERALES

Sobre la Primera Lectura (Génesis 22, 1-2. 9. 15-18)

En este pasaje del Génesis que hoy nos ofrece la Liturgia, alcanza su clímax la historia de Abraham. Nunca en las relaciones de un hombre con Dios dieron la fe y la obediencia una respuesta tan espléndida:

- Dios, que había pedido al Patriarca la renuncia total a su pasado (Gén 12, 1: 'Sal de tu tierra y de tu país natal y de la casa de tu padre...'), ahora le exige la renuncia total de su futuro: 'Toma a tu hijo unigénito que tanto amas, Isaac, y ve a la tierra de Moria; y ofrécelo en holocausto' (v. 2). No se le pide el sacrificio de Ismael, sino el de Isaac: el hijo amado, unigénito de Sara, nacido milagrosamente, vehículo de las divinas Promesas. La fe de Abraham ante los mil interrogantes que le asaltan, nada pregunta ni nada objeta: Cree y obedece. Este acto heroico de fe le convertirá en tipo, modelo y Patriarca de todos los creyentes (Rom 4, 11).

- A la vez que la fe heroica de Abraham, es hermosa y heroica la docilidad y generosidad de Isaac. Este, no a la fuerza ni pasivamente, sino consciente y voluntariamente, se plega a la voluntad misteriosa de Dios; con esto es tipo y figura del 'Siervo de Yahvé', el Hijo obediente: 'Tanto se humilló que se sometió a la muerte, a la muerte de cruz' (Flp 2, 8).

- El sacrificio cruentamente será un carnero (v. 13). Con ello la enseñanza moral y litúrgica de esta perícopa queda completa. Dios no quiere sacrificios humanos. Eran frecuentes en los cultos cananeos. Israel nunca caerá en esta aberración cultual. Otra enseñanza, la principal, es que lo que Dios aprecia en todo acto de culto es la disposición interior, el amor, la entrega, la disponibilidad de quien lo realiza.

- Dios, en premio al acto heroico de fe de Abraham y al de obediencia de Isaac, reitera las promesas: las que se realizarán en 'Cristo', 'Descendencia' de Abraham (Gál 3, 16). San Pablo nos resume el tipismo de esta página de la Escritura: 'Por la fe, Abraham, puesto a prueba, ofreció a Isaac, su hijo unigénito, de quien le fue anunciado: Por Isaac tendrás la posteridad que llevará tu nombre. Pensó que poderoso es Dios aun para resucitarle de entre los muertos. Y por esto lo recobró; suceso que es también figurativo' (Heb 11, 18-20). Sí; todos estos sucesos 'prefiguraban': En la Nueva Alianza se nos da la Promesa por la fe en la Resurrección de Jesucristo (Rom 4, 24): 'Al recibir tan glorioso Sacramento, te agradecemos, Señor, que viviendo aún en la tierra nos dejas ya ser partícipes de los bienes celestes' (Postc.).

Sobre la Segunda Lectura (Rom 8, 31-34)

San Pablo nos quiere hacer vivir la seguridad y optimismo de nuestra Salvación. Salvación que mirada de parte de Dios no puede fallar:

a) El Padre nos da o nos envía para que nos salve a su propio Hijo Unigénito. ¿Cabe de su parte una voluntad más clara y más eficaz de salvarnos? (v. 32).

b) Satanás podía encausarnos, acusarnos y condenarnos en razón de nuestros pecados. Pero, ahora redimidos por Cristo, estamos ya justificados. 'Ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba ante nuestro Dios. Mas ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero' (Ap 12, 11). Lavados en su Sangre, somos 'justos' (v. 33).

c) Cristo Redentor, ahora a la diestra del Padre, es nuestro omnipotente Abogado (v. 34). Recordemos un comentario del M. Ávila: 'Yo soy vuestro Abogado que tomé vuestra causa por mía. Yo vuestro fiador que salí a pagar vuestras deudas. Yo vuestro Señor que con mi sangre os compré. Yo vuestro Padre por ser Dios. Yo vuestro Hermano por ser hombre. Yo vuestra paga y rescate. ¿Que teméis deudas? Yo vuestra reconciliación. ¿Que teméis ira? Yo el lazo de vuestra amistad. ¿Que teméis enojo de Dios? Yo vuestro defensor. ¿Que teméis enemigos? Yo vuestro amigo'... 'Tú, Jesús, eres descanso entrañal, confianza que nunca falla' (O.C. BAC 1, p 385).

Sobre el Evangelio (Mc 9, 1-9)

La escena de la 'Transfiguración' tiene un sentido, un valor y unas enseñanzas de gran interés:

- La tradición señala el Tabor, monte de 400 m. en la llanura de Esdrelón, como escenario de esta Cristofanía. Otros creen que tuvo lugar en alguna de las cimas del Hermón. Jesús quiere revelarse ante unos testigos privilegiados en su calidad de Mesías Trascendente: El Mesías Hijo del hombre, prenunciado por Daniel: El Mesías prenunciado por la Ley y los Profetas. Por eso Moisés y Elías están presentes en el Tabor para rendir homenaje a Jesús-Mesías. El Mesías según Daniel hará su Parusía o advenimiento en 'nube celeste' (Dn 7, 13): El Mesías, Profeta y Doctor, Siervo, Hijo obediente... Todas las profecías Mesiánicas se iluminan a la luz del Tabor.

- A la vez, la Transfiguración es un anticipo de la entronización gloriosa de Cristo. San Lucas nos dice: 'Al desvelarse (los Apóstoles) vieron su Gloria' (Lc 9, 31). Y a esta escena se refiere el Evangelista cuando dice: 'Contemplamos su Gloria, Gloria del Unigénito del Padre' (Jn 1, 14).

- Asimismo la Transfiguración de Cristo es preludio, modelo y promesa de la nuestra: 'Cristo transfigurará nuestro cuerpo deleznable, conformándolo al cuerpo suyo glorioso' (Flp 3, 21).

*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F .),'Ministros de la Palabra' , ciclo 'B', Herder, Barcelona 1979.


 

 SAN LEÓN MAGNO

 

Insertamos las ideas y párrafos principales del sermón 51, parte del cual se lee en la presente domínica y en el sábado de las témporas de Cuaresma. Saltan a la vista las distintas aplicaciones, entre las que sobresalen la preocupación cristológica de este Papa, su concepto del Cuerpo místico y la encendida peroración final sobre el Salvador.

A) Las dos naturalezas

La lectura de este evangelio que de los oídos del cuerpo ha llegado a los del alma, nos invita a penetrar este misterio. El Señor predicó siempre la existencia de dos naturalezas en Él, y sin esta fe nadie puede salvarse.

Para confirmarnos más y más en esta doctrina, preguntó a los apóstoles cuál era su opinión personal, y cuando Pedro, superando lo que veía de temporal y humano, confesó, movido por el Padre, la gloria de la Divinidad, fue premiado al ser constituido en piedra inconmovible sobre la que se había de asentar la Iglesia.

'Mas la grandeza de este concepto (de Pedro) alabado por el Señor, necesitaba ser adoctrinada todavía sobre otra inferior naturaleza, para que no ocurriese con la fe de los apóstoles que, purificada lo suficiente para confesar la divinidad de Cristo, estimase, en cambio, incompatible e indigno de un Dios llevar la carga de nuestra debilidad y creyese glorificada en Él la naturaleza humana, hasta el punto de no poder sufrir los tormentos ni padecer la muerte'.

Por ello, apenas hubo Pedro confesado la fe en la divinidad de Jesús, pasó el Señor a hablar de su futura muerte, y cuando el mismo apóstol quiso disuadirle de ello, fue reprendido, y, con la misma idea, 'todas las exhortaciones que siguen van ordenadas a enseñarnos que los que quieran seguirle se han de negar a sí mismos y reputar en poco la pérdida de los bienes terrenos ante la esperanza de los celestiales, porque aquel salvará, finalmente, su alma que no tema perderla por Cristo'.

B) Fines de la transfiguración

a) El cielo, aliento en el sufrimiento

'Para que los apóstoles concibiesen con toda su alma esta dichosa fortaleza, no temblasen ante la aspereza de la cruz, no se avergonzasen de la pasión de Cristo y no tuviesen por denigrante el padecer, pues de tal modo superarían los suplicios y las torturas que no perderían la gloría del reino, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano (Mt 17,1), y, subiendo con ellos solos a un monte elevado, les manifestó el resplandor de su gloria, porque, aunque creían en la majestad de Dios, sin embargo, ignoraban el poder del cuerpo, bajo el que se ocultaba la Divinidad... Pues aquella inefable e inaccesible visión de la misma Divinidad que se reserva en la vida eterna para los limpios de corazón, de ninguna manera podían verla y comprenderla los que estaban revestidos aún de la carne mortal'.

b) Evitar el escándalo de la cruz

'Con esta transfiguración pretendía especialmente sustraer el corazón de sus discípulos del escándalo de la cruz y evitar que la voluntaria ignominia de su pasión hiciese flaquear la fe de los mismos a quienes iba a manifestar la excelencia de su dignidad oculta'.

c) Esperanza del Cuerpo místico

'Fundamentábase asimismo con providencia no menor la esperanza de la santa Iglesia al reconocer la transformación con que iba a ser agraciado el Cuerpo (místico) de Cristo, pues cada miembro puede prometerse participar de la gloria que con anterioridad resplandeció en la cabeza. Lo cual ya antes había sido predicho por el Señor cuando hablaba de la majestad de su venida: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre (Mt 13,43); y lo confirmó el apóstol San Pablo, al decir: Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros (Rom. 8,18). Y en otra parte: Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también os manifestaréis gloriosos con Él (Col. 3,3).

C) Sufrir antes de reinar

'Animado, pues, el apóstol Pedro con la revelación de estos misterios, despreciando las cosas mundanas y hastiado de las terrenas, sentíase arrebatado en un como éxtasis por las cosas celestiales, y, lleno de gozo por la contemplación, quería morar allí con Jesús, en donde se regocijaba con la visión de su gloria. Esto es lo que le mueve a exclamar: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elías. Pero el Señor no contestó nada a semejante insinuación, como indicando que, sin ser malo, era desordenado lo que pedía, ya que el mundo no puede salvarse sino con la cruz de Cristo, y a ejemplo del Señor debe acomodarse la fe de los creyentes, para que, aun sin dudar de las promesas de la bienaventuranza, entendamos que, entre las tentaciones de esta vida, antes hemos de pedir el sufrirlas que su gloria, pues la felicidad de reinar de ningún modo puede preceder al tiempo del sufrir'.


 

 FRAY LUIS DE LEÓN

 

Explica la esencia y causas del gozo de la posesión de Dios. Todo lo que dice de esta posesión por la gracia es mucho más aplicable a la gloria. Nos permitimos la libertad de agrupar en el primer párrafo los textos de la Sagrada Escritura que Fray Luis aduce 'data occasione' (cf. Los nombres de Cristo, Cristo Esposo: BAC, 2ª ed., Obras completas castellanas).

A) Gozo de la Visión de Dios

a) Deleite inefable

'Sea ésta la primera prueba y el argumento primero de su no medida grandeza, que nunca cupo en lengua humana, y que el que lo prueba lo calla más... De donde la Sagrada Escritura, en una parte adonde trata de aqueste gozo y deleite, le llama maná escondido (Apoc 2,17), y en otra, nombre nuevo, que no lo sabe leer sino aquel sólo que lo recibe; y en otra (Cant 2,4-6)... hace que se desmaye y que quede muda y sin sentido la Esposa que lo representa...

Mas ¿qué necesidad hay de rastrear por indicios lo que abiertamente testifican las sagradas Letras y lo que por clara y llana razón se convence? David dice en su divina Escritura (Ps 30,20): ¡Cuán grande es, Señor, la muchedumbre de tu dulzura, la que escondiste para l os que te temen! Y en otra parte (Ps 35,9): Serán, Señor, vuestros siervos embriagados con la abundancia de los bienes de vuestra casa, y daréisles a beber del arroyo impetuoso de vuestros deleites... Y en otra parte (Ps 45,5): Un río de avenida baña con deleite la ciudad de Dios. Y (Ps 117,15): Voz de salud y alegría suena en la morada de los justos. Y (Ps 88,16):

Bienaventurado es el pueblo que sabe lo que es jubilación. Y finalmente (Is 64,4): Ni los ojos lo vieron, ni lo oyeron los oídos, ni pudo caber en humano corazón lo que Dios tiene aparejado para los que esperan en El ' (cf. o.c., p.63l).

La Sagrada Escritura, no pudiendo expresar con una sola imagen este gozo, emplea muchas semejanzas. Unas veces le llama maná escondido : maná, porque no es de un solo paladar, sino hecho al gusto del deseo y lleno de innumerables sabores (Sap 16,20); y escondido, porque se goza en lo íntimo del alma. Otras, aposento de vino (Cant 2,4), como quien dice tesoro de lo que es alegría; y otras el vino mismo (5,1) y más que el vino (1,1; 4,10), porque ninguna alegría se le iguala. Mesa y banquete (Ps 22,5; Prov 9,5), por su abundancia y variedad. Sueño, que repara de las contradicciones, etc. (ibid., p.637-63S).

b) Definición y causas del gozo

1- Qué es deleite

'Deleite es un sentimiento y movimiento dulce que acompaña y como remata todas aquellas obras en que nuestras potencias y fuerzas, conforme a sus naturalezas o a sus deseos, sin impedimento ni estorbo se emplean. Porque todas las veces que obramos así, por el medio de aquestas obras alcanzamos alguna cosa que, o por naturaleza, o por disposición o costumbre, o por elección y juicio nuestro, nos es conveniente y amable. Y como, cuando no se posee y se conoce algún bien, la ausencia de él causa en el corazón una agonía y deseo, así es necesario decir que, por el contrario, cuando se posee y se tiene, la presencia de él en nosotros y el estar ayuntado y como abrazado con nuestro apetito y sentidos, conociéndolo nosotros así, los halaga y regala. Por manera que el deleite es un movimiento dulce del apetito' (ibid., p.632).

2- Causa del deleite

'La causa del deleite son, lo primero, la presencia y, como si dijéramos, el abrazo del bien deseado; al cual abrazo se viene por medio de alguna obra conveniente que hacemos, y es, como si dijésemos, el tercero de esta concordia, o por mejor decir, el que la saborea y sazona el conocimiento y el sentido de ella. Porque a quien no siente ni conoce el bien que posee, ni si lo posee, no le puede ser el bien deleitoso ni apacible...

Es, pues, necesario para el deleite, y como fuente suya de donde nace, lo primero, el conocimiento y sentido; lo segundo, la obra, por medio de la cual se alcanza el bien deseado; lo tercero, ese mismo bien; lo cuarto y último, su presencia y ayuntamiento de él con el alma' (ibid.).


 

 J.B. TERRIEN


Dotes de los cuerpos gloriosos

Presentamos un extracto del c.3 del l. 10 de La gracia y la gloria (t.2 p.195, Ediciones Fax, Madrid, 2ª ed., 1943). Este capítulo completa la doctrina sobre la resurrección de los muertos expuesta en el primer domingo de Adviento (cf. La palabra de Cristo t.1 p.30-36. 43-45) y en el último domingo de Pentecostés (cf. La palabra de Cristo t.8 p.944-945 y 1204-1205).

A) Dotes del cuerpo glorificado

¿Cuáles son las prerrogativas del cuerpo glorioso? San Pablo nos dice que, así como Cristo es la cabeza y modelo en el orden de la gracia, es por el mismo título el primogénito de los muertos, a cuya semejanza resucitamos (Rom 8,29; 1 Cor 15,20; cf. Apoc 1,5). Reformará el cuerpo de nuestra vileza conforme a su cuerpo glorioso (Phil 3,21).

Aun cuando no quiso mostrarnos toda la gloria de su cuerpo, privilegio reservado para la vida futura, sin embargo, antes de subir a los cielos nos permitió comprobar algunas de sus condiciones, y el Espíritu Santo nos ha revelado en las Sagradas Escrituras, a lo menos de una manera indirecta, las líneas generales de aquélla.

a) Impasibilidad

Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere (Rom 6,9). Nosotros, a su semejanza, resucitaremos impasibles, porque en la resurrección de los muertos se siembra en corrupción y se resucita en incorrupción..., porque es preciso se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad (ibid., 53). Al no existir la muerte, no existe tampoco nada de lo que es consecuencia de la mortalidad, como la enfermedad, el dolor, el hambre, la sed, etc.

b) Agilidad

El cuerpo resucitado de Cristo se trasladaba en un momento de un lugar a otro, venciendo todas las leyes físicas de la gravedad, la distancia, etc. De Emaús a Jerusalén, de aquí a Galilea, subiendo al cielo... También de nuestros cuerpos dice el Apóstol: Se siembra en flaqueza y se levanta en poder, libres en absoluto de cuanto pueda detener o retardar sus movimientos (ibid., 43).

c) Sutileza

El cuerpo del Señor atravesó la piedra del sepulcro y las puertas cerradas del Cenáculo con la misma facilidad que un rayo de sol traspasa un cristal. Sutileza admirable, que se asemeja a la de los espíritus, por lo cual los intérpretes creen verla incluida, a lo menos de una manera equivalente, en las palabras de San Pablo: Se siembra cuerpo animal y se levanta espiritual (ibid., 44).

d) Claridad

El Evangelio no alude después de la resurrección a la prerrogativa quizá la más gloriosa, como lo es la claridad, pero en el Tabor se mostró resplandeciente como el sol. En cuanto a nuestro cuerpo, el Apóstol dice: Se siembra en ignominia y se levanta en gloria (ibid., 43). Mirad a Cristo pendiente de la cruz; es el cuerpo en ignominia. Mirad la serena claridad del Cordero; es el cuerpo en gloria.

B) Causas de las dotes gloriosas

La causa eficiente es Dios, que nos concede estas prerrogativas. La causa meritoria y ejemplar, Cristo. La causa inmediata que las produce, nuestra alma, causa que hallamos insinuada también en la frase citada ya: Se siembra un cuerpo animal y se levanta espiritual, porque, si hay un cuerpo animal, también lo hay espiritual (ibid., 44). El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante o vivificador (ibid., 45). La vida puramente animal de nuestro cuerpo, que influyó en el alma hasta hacer que el hombre fuera un alma viviente, es condición del tiempo de prueba; pero, en cambio, después de la resurrección el espíritu vivifica de tal modo al cuerpo, que le transmite sus propiedades.


 S.S. BENEDICTO XVI

 

Mensaje para esta Cuaresma

Amadísimos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua. Incluso en el « valle oscuro » del que habla el salmista ( Sal 23,4), mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Dios nos guarda y nos sostiene. Efectivamente, hoy el Señor escucha también el grito de las multitudes hambrientas de alegría, de paz y de amor. Como en todas las épocas, se sienten abandonadas. Sin embargo, en la desolación de la miseria, de la soledad, de la violencia y del hambre, que afectan sin distinción a ancianos, adultos y niños, Dios no permite que predomine la oscuridad del horror. En efecto, como escribió mi amado predecesor Juan Pablo II, hay un « límite impuesto al mal por el bien divino », y es la misericordia ( Memoria e identidad, 29 ss.). En este sentido he querido poner al inicio de este Mensaje la cita evangélica según la cual « Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas » ( Mt 9,36). A este respecto deseo reflexionar sobre una cuestión muy debatida en la actualidad: el problema del desarrollo. La «mirada» conmovida de Cristo se detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos, puesto que por el «proyecto» divino todos están llamados a la salvación. Jesús, ante las insidias que se oponen a este proyecto, se compadece de las multitudes: las defiende de los lobos, aun a costa de su vida. Con su mirada, Jesús abraza a las multitudes y a cada uno, y los entrega al Padre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio de expiación.

La Iglesia, iluminada por esta verdad pascual, es consciente de que, para promover un desarrollo integral, es necesario que nuestra «mirada» sobre el hombre se asemeje a la de Cristo. En efecto, de ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar, sobre todo, las profundas necesidades de su corazón. Esto debe subrayarse con mayor fuerza en nuestra época de grandes transformaciones, en la que percibimos de manera cada vez más viva y urgente nuestra responsabilidad ante los pobres del mundo. Ya mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, identificaba los efectos del subdesarrollo como un deterioro de humanidad. En este sentido, en la encíclica Populorum progressio denunciaba « las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo...  las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones » (n. 21). Como antídoto contra estos males, Pablo VI no sólo sugería « el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de la paz », sino también « el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin » ( ib. ). En esta línea, el Papa no dudaba en proponer « especialmente, la fe, don de Dios, acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo » ( ib. ). Por tanto, la «mirada» de Cristo sobre la muchedumbre nos mueve a afirmar los verdaderos contenidos de ese «humanismo pleno» que, según el mismo Pablo VI, consiste en el « desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres » ( ib., n. 42).  Por eso, la primera contribución que la Iglesia ofrece al desarrollo del hombre y de los pueblos no se basa en medios materiales ni en soluciones técnicas, sino en el anuncio de la verdad de Cristo, que forma las conciencias y muestra la auténtica dignidad de la persona y del trabajo, promoviendo la creación de una cultura que responda verdaderamente a todos los interrogantes del hombre.

Ante los terribles desafíos de la pobreza de gran parte de la humanidad, la indiferencia y el encerrarse en el propio egoísmo aparecen como un contraste intolerable frente a la «mirada» de Cristo. El ayuno y la limosna, que, junto con la oración, la Iglesia propone de modo especial en el período de Cuaresma, son una ocasión propicia para conformarnos con esa «mirada». Los ejemplos de los santos y las numerosas experiencias misioneras que caracterizan la historia de la Iglesia son indicaciones valiosas para sostener del mejor modo posible el desarrollo. Hoy, en el contexto de la interdependencia global, se puede constatar que ningún proyecto económico, social o político puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad. Quien actúa según esta lógica evangélica vive la fe como amistad con el Dios encarnado y, como Él, se preocupa por las necesidades materiales y espirituales del prójimo. Lo mira como un misterio inconmensurable, digno de infinito cuidado y atención. Sabe que quien no da a Dios, da demasiado poco; como decía a menudo la beata Teresa de Calcuta: « la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo ». Por esto es preciso ayudar a descubrir a Dios en el rostro misericordioso de Cristo: sin esta perspectiva, no se construye una civilización sobre bases sólidas.

Gracias a hombres y mujeres obedientes al Espíritu Santo, han surgido en la Iglesia muchas obras de caridad, dedicadas a promover el desarrollo: hospitales, universidades, escuelas de formación profesional, pequeñas empresas. Son iniciativas que han demostrado, mucho antes que otras actuaciones de la sociedad civil, la sincera preocupación hacia el hombre por parte de personas movidas por el mensaje evangélico. Estas obras indican un camino para guiar aún hoy el mundo hacia una globalización que ponga en el centro el verdadero bien del hombre y, así, lleve a la paz auténtica. Con la misma compasión de Jesús por las muchedumbres, la Iglesia siente también hoy que su tarea propia consiste en pedir a quien tiene responsabilidades políticas y ejerce el poder económico y financiero que promueva un desarrollo basado en el respeto de la dignidad de todo hombre. Una prueba importante de este esfuerzo será la efectiva libertad religiosa, entendida no sólo como posibilidad de anunciar y celebrar a Cristo, sino también de contribuir a la edificación de un mundo animado por la caridad. En este esfuerzo se inscribe también la consideración efectiva del papel central que los auténticos valores religiosos desempeñan en la vida del hombre, como respuesta a sus interrogantes más profundos y como motivación ética respecto a sus responsabilidades personales y sociales. Basándose en estos criterios, los cristianos deben aprender a valorar también con sabiduría los programas de sus gobernantes.

No podemos ocultar que muchos que profesaban ser discípulos de Jesús han cometido errores a lo largo de la historia. Con frecuencia, ante problemas graves, han pensado que primero se debía mejorar la tierra y después pensar en el cielo. La tentación ha sido considerar que, ante necesidades urgentes, en primer lugar se debía actuar cambiando las estructuras externas. Para algunos, la consecuencia de esto ha sido la transformación del cristianismo en moralismo, la sustitución del creer por el hacer. Por eso, mi predecesor de venerada memoria, Juan Pablo II, observó con razón: « La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una “gradual secularización de la salvación”, debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral » (Enc. Redemptoris missio , 11).

Teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre, la Cuaresma nos quiere guiar precisamente a esta salvación integral. Al dirigirnos al divino Maestro, al convertirnos a Él, al experimentar su misericordia gracias al sacramento de la Reconciliación, descubriremos una «mirada» que nos escruta en lo más hondo y puede reanimar a las multitudes y a cada uno de nosotros. Devuelve la confianza a cuantos no se cierran en el escepticismo, abriendo ante ellos la perspectiva de la salvación eterna. Por tanto, aunque parezca que domine el odio, el Señor no permite que falte nunca el testimonio luminoso de su amor. A María, « fuente viva de esperanza » (Dante Alighieri, Paraíso, XXXIII, 12), le encomiendo nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su Hijo. A ella le encomiendo, en particular, las muchedumbres que aún hoy, probadas por la pobreza, invocan su ayuda, apoyo y comprensión. Con estos sentimientos, imparto a todos de corazón una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 29 de septiembre de 2005.


 

 EJEMPLOS PREDICABLES

 

Almas transfiguradas

A) La radiante faz de Moisés

'Estuvo Moisés allí cuarenta días y cuarenta noches, sin comer y sin beber, y escribió Yavé en las tablas los diez mandamientos de la ley. Cuando bajó Moisés de la montaña del Sinaí, traía en sus manos las dos tablas del testimonio, y no sabía que su faz se había hecho radiante desde que había estado hablando con Yavé. Aarón y todos los hijos de Israel, al ver cómo resplandecía le faz de Moisés, tuvieron miedo de acercarse a él. Llamólos Moisés, y Aarón y los jefes de la asamblea volvieron y se acercaron, y él les habló. Acercáronse luego todos los hijos de Israel, y él les comunicó todo lo que le habla mandado Yavé en la montaña del Sinaí. Cuando hubo Moisés acabado de hablar, se puso un velo sobre el rostro. Al entrar Moisés ante Yavé para hablar con Él, se quitaba el velo hasta que salía. Después salía para decir a los hijos de Israel lo que se le había mandado. Los hijos de Israel veían la radiante faz de Moisés, y Moisés volvía después a cubrir su rostro con el velo, hasta que entraba de nuevo a hablar con Yavé (Ex 34,28-35)'.

B) 'Su rostro, como el de un ángel'

'Esteban, lleno de gracia y de virtud, hacía prodigios y señales grandes en el pueblo. Se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los libertos, cirenenses y alejandrinos, y de los de Cilicia y Asia, a disputar con Esteban, sin poder resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Entonces sobornaron a algunos que dijesen: Nosotros hemos oído a éste proferir palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Y conmovieron al pueblo, a los ancianos y escribas, y llegando le arrebataron y le llevaron ante el Sanedrín. Presentaron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de proferir palabras contra el lugar santo y contra la ley; nosotros le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y mudará las costumbres que nos dio Moisés. Fijando los ojos en él todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel... (Act 6,8-15)'.

C) Arrebatado al tercer cielo

En el año 57, Pablo escribe a los corintios y les cuenta lo que le sucedió catorce años antes, esto es, hacia el 43. He aquí sus propias palabras: 'Sé de un hombre en Cristo que hace catorce años - si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, tampoco lo sé, Dios lo sabe- fue arrebatado hasta el tercer cielo; y sé que este hombre -si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe- fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir. De tales cosas me gloriaré, pero de mí mismo no he de gloriarme si no es de mis flaquezas... Por lo cual, para que yo no me engría, fueme dado el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que me abofetea para que no me engría. Por esto rogué tres veces al Señor que se retirara de mí. Y Él me dijo: Te basta mi gracia, que en la flaqueza llega al colmo el poder (2 Cor 12,2-9)'.

D) Fray Junípero, arrobado

'Estando una vez fray Junípero oyendo misa con mucha devoción, se quedó arrobado, por elevación de la mente, durante grande espacio. Y dejándolo allí solo, lejos de donde estaban los frailes, cuando volvió en si comenzó a decir con gran fervor: '¡Oh, hermanos míos! ¿Quién hay tan noble en este mundo que no llevase de buena gana por toda la ciudad una cesta de estiércol si le dieran un bolsillo lleno de oro? ¡Ay de mí! -exclamaba-, ¿Por qué no hemos de pasar un poco de vergüenza para poder ganar la bienaventuranza del cielo?' (cf. Florecillas de San Francisco , c. 12: BAC, Escritos completos de San Francisco de Asís y Biografías de su época p.245).


27. Lectio divina - http://www.ocarm.org/esp/index.htm

La Transfiguración de Jesús: la cruz en el horizonte
La pasión que conduce a la gloria
Marco 9:2-10

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

En este segundo domingo de cuaresma, la Iglesia medita sobre la Transfiguración de Jesús delante de tres de sus discípulos que con Él subieron a la montaña. La Transfiguración acontece después del primer anuncio de la Muerte de Jesús (Lc 9,21-22). Este anuncio había dejado confundidos a los dos discípulos y sobre todo a Pedro. Observemos de cerca, en sus mínimos detalles, el texto que nos describe la transfiguración de modo que nos demos cuenta cómo esta experiencia diversa de Jesús ha podido ayudar a los discípulos a vencer y superar la crisis en la que se hallaban. En el curso de la lectura tratemos de estar atentos a cuanto sigue:¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante esta experiencia?

b) Una división del texto para ayudarnos en su lectura:

Marcos 9,2-4: La Transfiguración de Jesús delante sus discípulos
Marcos 9,5-6: La reacción de Pedro ante la transfiguración
Marcos 9,7-8: La palabra del cielo que explica el sentido de la Transfiguración
Marcos 9,9-10: Mantener el secreto de lo que vieron

c) Texto:

2 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, 3 y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. 4 Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. 5 Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; 6 -pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados-. 7 Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» 8 Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
9 Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto de este texto que te ha gustado más y que ha llamado más tu atención?
b) ¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante esta experiencia?
c) ¿Por qué el texto presenta a Jesús con vestidos resplandecientes mientras habla con Moisés y con Elías? ¿Qué significan para Jesús Moisés y Elías? ¿Y qué significan para los discípulos?
d) ¿Cuál es el mensaje de la voz del cielo para Jesús? ¿Y cuál es el mensaje para los discípulos?
e) ¿Cómo transfigurar hoy, la vida personal y familiar, y la vida comunitaria en nuestro barrio?

5. Para los que desean profundizar mayormente en el tema

a) Contexto de entonces y de hoy

El anuncio de la pasión sumergió a los discípulos en una profunda crisis. Ellos se encontraban en medio de los pobres, pero en sus cabezas todo era confusión, perdidos como estaban en la propaganda del gobierno y en la religión oficial de la época (Mc 8,15). La religión oficial enseñaba que el Mesías sería glorioso y victorioso. Y es por esto por lo que Pedro reacciona con mucha fuerza contra la cruz (Mc. 8-32) Un condenado a la muerte de cruz no podía ser el Mesías, al contrario, según la Ley de Dios, debía ser considerado como un “maldito de Dios” (Dt 21,22-23). Ante esto, la experiencia de la Transfiguración de Jesús podía ayudar a los discípulos a superar el trauma de la Cruz. En efecto, en la Transfiguración, Jesús aparece en la gloria, y habla con Moisés y con Elías de su Pasión y Muerte (Lc 9,31). El camino de la gloria pasa por tanto por la cruz.

En los años 70, cuando Marcos escribe su evangelio, la cruz constituía un gran impedimento para la aceptación de Jesús como Mesías por parte de los judíos. ¿Cómo podía ser que un crucificado, muerto como un marginado, pudiese ser el gran Mesías esperado por siglos de los pueblos? La cruz era un impedimento para creer en Jesús. “La cruz es un escándalo” decían (1Cor 1,23). Las comunidades no sabían cómo responder a las preguntas críticas de los judíos. Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistía en ayudar a las personas a comprender que la cruz no era un escándalo, ni locura, antes bien, era la expresión del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31). El evangelio de Marcos contribuye a este esfuerzo. Se sirve de textos del Viejo Testamento para describir la escena de la Transfiguración. Ilumina los hechos de la vida de Jesús y muestra que en Jesús se ven realizadas las profecías y que la Cruz es el camino que conduce a la gloria. ¡Y no sólo la cruz de Jesús era un problema!. En los años 70 la cruz de la persecución formaba parte de la vida de los cristianos. En efecto, poco tiempo antes, Nerón había desencadenado la persecución y hubo muchos muertos. Hasta hoy, muchas personas sufren porque son cristianos y porque viven el evangelio. ¿Cómo afrontar la cruz? ¿Qué significado tiene? Con estas preguntas en la mente meditemos y comentemos el texto de la Transfiguración.

b) Comentario del texto

Marcos 9,2-4: Jesús cambia de aspecto
Jesús sube a un monte alto. Lucas agrega que allí se dirige para rezar (Lc 9,28). Allí, sobre la cima de la montaña, Jesús aparece en la gloria delante de Pedro. Santiago y Juan. Junto a Él aparecen también Moisés y Elías. El monte alto evoca al Monte Sinaí, donde, en el pasado, Dios había manifestado al pueblo su voluntad, consignando la ley a Moisés. Las vestiduras blancas de Jesús recuerdan a Moisés envuelto en la luz cuando habla con Dios en la Montaña y recibe de Dios la Ley (cf. Ex 24,29-35). Elías y Moisés, las dos más grandes autoridades del Viejo Testamento, hablan con Jesús. Moisés representa la Ley. Elías la Profecía. Lucas dice que la conversación se establece sobre la Muerte de Jesús en Jerusalén (Lc 9,31). Así quedaba claro que el Viejo Testamento, tanto la Ley como los Profetas, enseñaban ya que el camino de la gloria pasa por la cruz (Cf. Is 53).

Marcos 9,5-6) A Pedro le place lo que acontece, pero no entiende
A Pedro le agrada todo lo que sucede y quiere asegurarse el momento placentero sobre la Montaña. Propone construir tres tiendas. Marcos dice que Pedro tenía miedo, sin saber lo que estaba diciendo, y Lucas añade que los discípulos tenían sueño (Lc 9,32). Ellos son como nosotros, ¡para ellos es difícil entender la Cruz!
La descripción del episodio de la transfiguración comienza con una afirmación: “Seis días después”. ¿A qué se refieren estos seis días? Algunos estudiosos explican así la frase: Pedro quiere construir tiendas, porque era el sexto día de las fiestas de las tiendas. Era una fiesta muy popular de seis días que festejaba el don de la ley de Dios y los cuarenta años pasados en el desierto. Para recordar estos cuarenta años, el pueblo debía transcurrir una semana de la fiesta en tiendas improvisadas. Por esto se llamaba Fiesta de las Tiendas. Si no era posible la celebración de todos los seis días, por lo menos que se hiciese en el sexto día. La afirmación “ después de seis días” sería una alusión a la fiesta de las tiendas. Por esto Pedro recuerda la obligación de construir tiendas. Y se ofrece espontáneamente para construirlas. Así Jesús, Moisés y Elías habrían podido seguir conversando.

Marcos 9,7: La voz del cielo esclarece los hechos
Apenas Jesús queda envuelto en la gloria, una voz del cielo dice: ¡Este es mi Hijo predilecto! ¡Escuchadlo! La expresión “Hijo predilecto” evoca la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1). La expresión “Escuchadlo” evoca la profecía que prometía la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15). En Jesús, se están realizando las profecías del Viejo Testamento. Los discípulos no podían dudarlo. Los cristianos de los años 70 no podían dudarlo. Jesús es verdaderamente el Mesías glorioso, pero el camino de la gloria pasa por la cruz, según el anuncio dado en la profecía del Siervo (Is 53,3-9). La gloria de la Transfiguración es la prueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre es el garante. Jesús la acepta.

Marcos 9,8: ¡Sólo Jesús y nadie más!
Marcos dice que, después de la visión, los discípulos sólo ven a Jesús y a nadie más. La insistencia en afirmar que sólo ven a Jesús, sugiere que desde ahora en adelante Jesús es la única revelación de Dios para nosotros. Para nosotros los cristianos, Jesús, y solamente Él, es la llave para comprender todo el sentido del Viejo Testamento.

Marcos 9,9-10: Saber quedar en silencio
Jesús pide a sus discípulos que no digan a nadie nada, hasta que no hubiera resucitado de entre los muertos, pero los discípulos no lo entendieron. En efecto, no entiende el significado de la Cruz, quien no une el sufrimiento a la resurrección. La Resurrección de Jesús es la prueba de que la vida es más fuerte que la muerte.

Marcos 9, 11-13: El regreso de Elías
El profeta Malaquías había anunciado que Elías debía volver para preparar el camino del Mesías (Ml 3,23-24). Este mismo anuncio se encuentra en el libro del Eclesiástico (Eclo 48,10)
Entonces ¿cómo podía ser Jesús el Mesías, si Elías todavía no había vuelto? Por esto, los discípulos preguntaban: “¿Por qué los escribas dicen que primero debe venir Elías?” (9,11). La repuesta de Jesús es clara: “Yo os digo que Elías ya ha venido, pero han hecho de él lo que han querido, como está escrito de él ( 9,13). Jesús estaba hablando de Juan el Bautista, asesinado por Herodes (Mt 17,13).

c) Ampliando conocimientos:

i) La Transfiguración: el cambio que se da en la práctica de Jesús

En medio de los conflictos con los fariseos y los herodianos (Mc 8,11-21), Jesús deja la Galilea y se dirige a la región de Cesárea de Filipo (Mc 8,27), donde comienza a preparar a sus discípulos. Por el camino, lanza una pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mc 8,27). Después de haber escuchado la respuesta que lo consideraban el Mesías, Jesús empieza a hablar de su Pasión y Muerte (Mc 8,31). Pedro reacciona: “¡No quiera Dios, Señor, que esto suceda!” (Mt 16,22). Jesús replica: “¡Lejos de mi Satanás” Tú me sirves de escándalo, porque no piensas según Dios, sino según los hombres!” (Mc 8,33). Fue un momento de crisis. Los discípulos presos por la idea de un mesías glorioso (Mc 8, 32-33; 9,32), no comprenden la propuesta de Jesús y tratan de conducirla por otro camino. Estaba cercana la fiesta de las Tiendas, (cf. Lc 9,33), en la que la expectativa mesiánica popular por lo general acostumbraba a aumentar y mucho. Jesús sube a la montaña a orar (Lc 9,28). Vence la tentación por medio de la oración. La manifestación del Reino sería muy diferente de lo que la gente se imaginaba. La victoria del Siervo llegaría a través de la condena a muerte (Is 50,4-9; 53,1-12). La cruz aparece en el horizonte, no ya como una posibilidad, sino más bien como una certeza. A partir de este momento, comienza una mutación en la práctica de Jesús. He aquí algunos puntos significativos de esta mutación:

Pocos milagros. Asistíamos antes a muchos milagros. Ahora, a partir de Mc 8,27; Mt 16,13 y Lc 9,18, los milagros constituyen casi una excepción en la actividad de Jesús.

Anuncio de la Pasión. Antes se hablaba de la pasión, como de una posibilidad remota (Mc 3,6) Ahora se habla constantemente (Mc 8,31; 9,9.31; 10,33.38).

Tomar la Cruz . Antes, Jesús anunciaba a llegada inminente del Reino. Ahora insiste en la vigilancia, en las exigencias del seguimiento y en la necesidad de tomar la cruz. (Mt 16,24-26; 19,27-30; 24,42-51; 25,1-13: Mc 8,34; 10,28-31: Lc 9,23-26.57-62; 12,8-9.35-48; 14,25-33; 17,33; 18,28-30).

Enseña a los discípulos. Primero enseñaba a la gente. Ahora se preocupa mayormente de la formación de los discípulos. Les pide escoger de nuevo (Jn 6,67) y comienza a prepararlos para la misión que vendrá pronto. Sale de la ciudad para poder estar con ellos y ocuparse de su formación (Mc 8,27; 9,28.30-35; 10.10.23.28-32; 11,11).

Parábolas diversas. Antes, las parábolas revelaban los misterios del Reino presente en la actividad de Jesús. Ahora las parábolas orientan hacia el juicio futuro, hacia el final de los tiempos: los viñadores homicidas (Mt 21, 33-46); el siervo despiadado (Mt 18,23-35); los trabajadores de la hora undécima (Mt 20,1-16); los dos hijos (Mt 21,28-32); el banquete de bodas (Mt 22,1-14); los diez talentos (Mt 25, 14-30). Jesús asume la voluntad del Padre que se revela en la nueva situación, y decide andar a Jerusalén (Lc 9,51). Asume esta decisión de tal modo que asusta a los discípulos , que no consiguen entender estas cosas (Mc 10,32; Lc 18,31-34): En aquella sociedad, el anuncio del Reino tal como era anunciado por Jesús no era tolerado. Y por tanto o cambiaba o ¡sería muerto! Jesús no cambió el anuncio. Continuó siendo fiel al Padre y a los pobres. ¡Por esto fue condenado a muerte!

ii) La transfiguración y la vuelta del Profeta Elías

En el Evangelio de Marcos, el episodio de la Transfiguración (Mc 9,2-8) va unido a la cuestión de la vuelta del profeta Elías (Mc 9,9-13). En aquel tiempo, la gente esperaba el regreso del profeta Elías y no se daba cuenta que Elías ya había vuelto en la persona de Juan Bautista (Mc 9,13). Hoy sucede la misma cosa. Muchas personas viven esperando el retorno de Jesús y escriben incluso en los muros de las ciudades: ¡Jesús volverá!. Ellos no se dan cuenta que Jesús está ya presente en nuestra vida. De vez en cuando, como un relámpago improvisado, esta presencia de Jesús irrumpe y se ilumina, transformando nuestra vida. Una pregunta que cada uno debe hacerse: ¿Mi fe en Jesús, me ha regalado ya algún momento de transfiguración y de intensa alegría? ¿Cómo me han dado fuerza estos momentos de alegría en los momentos de dificultad?

6. Oración de un Salmo: Salmo 27 (26)

El Señor es mi luz

Yahvé es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Yahvé, el refugio de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Cuando me asaltan los malhechores
ávidos de mi carne,
ellos, adversarios y enemigos,
tropiezan y sucumben.

Aunque acampe un ejército contra mí,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
sigo confiando.

Una cosa pido a Yahvé,
es lo que ando buscando:
morar en la Casa de Yahvé
todos los días de mi vida,
admirar la belleza de Yahvé
contemplando su templo.

Me dará cobijo en su cabaña
el día de la desgracia;
me ocultará en lo oculto de su tienda,
me encumbrará en una roca.
Entonces levantará mi cabeza
ante el enemigo que me hostiga;
y yo ofreceré en su tienda
sacrificios de victoria.
Cantaré, tocaré para Yahvé.

Escucha, Yahvé, el clamor de mi voz,
¡ten piedad de mí, respóndeme!
Digo para mis adentros:
«Busca su rostro».

Sí, Yahvé, tu rostro busco:
no meocultes tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
Yahvé me acogerá.

Señálame, Yahvé, tu camino,
guíame por senda llana,
pues tengo enemigos.

No me entregues al ardor de mis rivales,
pues se alzan contra mí testigos falsos,
testigos violentos además.
Creo que gozaré
de la bondad de Yahvé
en el país de la vida.
Espera en Yahvé, sé fuerte,
ten ánimo, espera en Yahvé.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.


28. Por Neptalí Díaz Villán CSsR.

 NO ALARGUES LA MANO CONTRA TU HIJO...

Según la mentalidad manejada por las religiones antiguas, los dioses exigían sacrificios de niños, de manera especial del primogénito, para distribuir las dádivas entre los mortales. Esta práctica era común también en la región cananea, donde empezó el pueblo de Israel.

 

El relato del “sacrificio” de Isaac dio un no rotundo a estas prácticas: “no alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada”. Pero aquí nos metemos en campo muy espinoso, pues hablamos de prácticas que las personas consideraban, aunque dolorosas, absolutamente sagradas e intocables, ya que eran impuestas por los mismos dioses. ¿Cómo decirle a esa gente que sus prácticas religiosas se deberían cambiar por ser inhumanas, si ellos pensaban que estaban en lo correcto? Si a alguien se le hubiera ocurrido hacerlo de manera directa, se le habría rechazado, y acusado de perturbar el orden y la recta doctrina. Hoy algunos antropólogos ortodoxos lo acusarían de atentar contra la cultura y la identidad de un pueblo.

 

El relato tiene una pedagogía muy interesante. En principio no entra a condenar las costumbres religiosas. En un primer momento se une a las prácticas: “Toma a tu hijo único, que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moría y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indique”. Hasta aquí era lo que pedían las religiones cananeas. Aparentemente se une a las prácticas cananeas, pero para luego decir ¡YA NO MÁS! ¡Ya probé tu fe!: “no alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada”.  ¡Por favor ya no más! ¡No más sacrificios humanos en nombre de Dios! ¡Dios es el Dios de la vida, no el Dios de la muerte!

 

En pleno siglo XXI esta práctica se sigue dando en algunas regiones del planeta. En nombre de Dios o en nombre de alguna causa, se mata e incluso se suicida mucha gente, con el fin de acabar con el enemigo. Es el caso de los Kamikazes japoneses y, los más nombrados últimamente, fundamentalistas islámicos. Pero la fe y el amor a Dios, y cualquier tipo de amor, si es auténtico no nos puede conducir al homicidio, ni al suicidio. En esa época, como una alternativa se propusieron la utilización de corderos para el sacrificio a Dios. Esta es una forma muy inteligente y muy sabia de proponer el cambio.

 

La humanidad debe ir madurando y las religiones no deben convertirse en obstáculo para la sana evolución humana.  Todas las culturas, todos los pueblos, todas las religiones y todas las iglesias, así como todas las personas necesitan evolucionar. Las personas y los pueblos tenemos elementos muy ricos que es necesario conservar y potenciar, y tenemos vicios perjudiciales que necesitamos cambiar. Con una sindéresis seria y objetiva, sin ridiculizar ni condenar, necesitamos proponer y promover pedagógicamente los cambios necesarios para el crecimiento como seres humanos.

 

Esto no justifica de ninguna manera la destrucción de las culturas que se ha dado a lo largo de la historia humana y que se sigue dando hoy con la imposición de la cultura dominante (etnocentrismo).

 

 

¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!

 

La utilización de la religión como tranquilizante no es solo de la época de Marx cuando dijo: “la religión es el opio del pueblo”. También hoy ha aparecido un vasto mercado religioso que ofrece paz al alma herida y tranquilidad para los corazones destrozados por los trajines diarios. El nirvana que nos haría olvidar los problemas y vivir en un mundo espiritual alejados de lo mundano. ¡Claro! La Nueva Era, podría decir alguien. Pero cuidado, porque no estamos hablando únicamente de la Nueva Era; nosotros cristianos y católicos también podemos convertir nuestra fe en una religión mercantilista y tranquilizadora.

 

En la montaña, signo del encuentro con Dios, Pedro, Santiago y Juan, vieron la divinidad que había en Jesús. Divinidad manifestada también a lo largo de la historia del Pueblo, tanto en Elías (o sea en los profetas), como en Moisés (o sea en todo el proceso de liberación y consolidación como pueblo, con leyes que lo condujeran). Este texto nos señala a Jesús como la presencia viva de Dios salvador de la humanidad entera. Jesús es presentado como la plenitud de la historia, la síntesis humana y la síntesis de Dios.

 

Sucede que a veces, la experiencia religiosa se limita únicamente a una contemplación del misterio que lleva a evadir la realidad con sus placeres y dolores; a un misticismo adormecedor y a un quietismo peligroso que desconecta del mundo y del rumbo de la historia: “Maestro, ¡qué bueno que estemos nosotros aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro tenía miedo a bajar de la montaña porque Jesús les había anunciado que iban a tener serios problemas; tan serios que el Hijo del Hombre iba a ser  procesado y ejecutado por los notables del pueblo; y los había invitado a asumir la cruz (Mc 8,27-38).

 

Esta tentación no la tiene únicamente Pedro. Es fiel reflejo de los riesgos de nuestro camino con Jesús. Qué rico quedarnos aquí, qué rico sentir a Cristo en el corazón, qué linda la oración, los cantos y las alabanzas. ¡Hagamos tres chozas! Entonces, impulsados por el miedo y por el deseo de seguridades, tenemos la tentación de “enchozarnos” y de quedamos en la montaña sin bajar a la llanura porque esta nos aterra; porque tomar la cruz y enfrentar el mundo con su cruda realidad nos da miedo. Pero un cristianismo sin cruz, un cristianismo sin compromiso, un cristianismo light, es un cristianismo vacío y engañador. Un opio.

 

Como dijo Luís Espinal: “Si la religión sólo hablara de un dios en las nubes, no habría interferencias. Pero el problema salta cuando la religión dice que Dios se ha hecho carne, irrumpiendo en la historia de la humanidad. Y el problema se agudiza todavía más cuando la religión dice que el hombre es hijo de Dios y no puede ser esclavo de nadie. La religión no puede ser opio del pueblo si los cristianos nos mantenemos fieles a Cristo quien valora toda injusticia hecha a Dios. Por eso la religión no puede permanecer neutral… pero nosotros hemos dejado tan en ridículo a Dios, que resulta fácil no creer, en nuestra iglesia ya no hay profetas, sólo hay hombres prudentes. Y no es cristiano quien se siente seguro, sino quien busca…”[1].

 

La montaña es el lugar de los sueños, de la oración, de la contemplación y del éxtasis ante la majestuosidad de la naturaleza. Desde la montaña podemos contemplar el horizonte: las cordilleras, los valles, los ríos, el mar y el barquito que se asoma a lo lejos. Desde la montaña podemos ver una ciudad silenciosa que marcha a un ritmo armónico con el trabajo humano. Desde la montaña, un hombre recogiendo cachivaches en su destartalada carreta, en la cual montan sus cuatro hijos y sus dos perros, no se distingue del imponente automóvil de vidrios polarizados. Desde la montaña, el tugurio donde una familia hace de las lágrimas su pan, no se distingue de la quinta donde se derrocha sin parar.

 

Nos hace bien subir a la montaña. Nos hacen bien los momentos de retiro para pensar y orar, para hacer memoria de acción salvadora de Dios en la ley y los profetas (Moisés y Elías). Nos hacen bien la solemnidad en las celebraciones litúrgicas que nos sensibilizan con lo sagrado, así como la alegría y la algazara de las alabanzas y de la gimnasia sagrada mezclada con las risas y el canto.

 

Pero no podemos “enchozarnos” en la montaña, tenemos que bajar a la llanura y enfrentar el mundo cara a cara, así nos dé un poco de miedo. Una cierta seguridad es razonable, pero si se convierte en valor absoluto y obsesivo caemos en el aislamiento sedentario. Nos llenaremos de pavor por los cambios y de odio a lo nuevo, y nos dará miedo enfrentar las realidades personales, familiares y sociales.

                                                       

Creer en Dios no es evasión de la vida por dura que esté. Jesús debe ser motivo de una profunda alegría, unida a una estimulante y militante esperanza. Qué bueno experimentar a Dios en la montaña pero también, qué bueno es bajar a la llanura y enfrentar las realidades humanas, con la fuerza de Dios. Subamos a la montaña y descendamos a la llanura, siempre con Jesús, el Hijo muy amado, a quien debemos escuchar y seguir.

 

Oraciones de los fieles

 

1.    Para que la gracia de Cristo brille sobre las Iglesias desunidas y las transfigure. Roguemos al Señor.

 

2.    Para que la gracia de Dios brille sobre los pueblos dispersos, marginados, y la esperanza los transfigure. Roguemos al Señor.

 

3.    Para que en esta Cuaresma  los pecadores regresen a la Iglesia  y estén activos en ella. Roguemos al Señor.

 

4.    Para que la gracia de Cristo brille sobre nosotros y sepamos morir para después resucitar con Cristo. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final:

Te bendecimos, Padre, porque Cristo en su transfiguración,

después de haber anunciado a sus discípulos su pasión y muerte,

les mostró en el monte santo el resplandor de su divinidad,

como un anticipo y testimonio del camino de la resurrección.

Al revelar en sí mismo la gloria futura, fortalece nuestra fe

ante el escándalo de la cruz y alienta nuestra esperanza.

 

Concédenos, Señor, ir a tu encuentro en la montaña,

dejar nuestras sendas trilladas, escuchar a Jesús, tu palabra,

y caminar con él hacia ti en la llanura cotidiana de la vida;

porque, siguiéndolo, la renuncia es libertad de espíritu

y la muerte es vida que anticipa la resurrección.

 

Amén.

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 255)

 


 

29.Dónde habla Jesús... y dónde no lo hace, aclara el predicador del Papa
El padre Cantalamessa comenta el Evangelio del próximo domingo

ROMA, viernes, 10 marzo 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa OFM Cap --predicador de la Casa Pontificia— al Evangelio de la liturgia eucarística del próximo domingo, II de Cuaresma.

 

* * *

 

II Domingo de Cuaresma B

(Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18;
Romanos 8, 31b-34; Marcos 9, 2-10)

¡Escuchadle!

«Este es mi Hijo amado, escuchadle». Con estas palabras, Dios Padre daba a Jesucristo a la humanidad como su único y definitivo Maestro, superior a las Leyes y a los profetas.

¿Dónde habla Jesús hoy, para que le podamos escuchar? Nos habla ante todo a través de nuestra conciencia. Ella es una especie de «repetidor», instalado dentro de nosotros, de la voz misma de Dios. Pero por sí sola ella no basta. Es fácil hacerle decir lo que nos gusta escuchar. Por ello necesita ser iluminada y sostenida por el Evangelio y por la enseñanza de la Iglesia. El Evangelio es el lugar por excelencia en el que Jesús nos habla hoy. Pero sabemos por experiencia que también las palabras del Evangelio pueden ser interpretadas de maneras distintas. Quien nos asegura una interpretación auténtica es la Iglesia, instituida por Cristo precisamente a tal fin: «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» [Lc 10, 16. Ndt]. Por esto es importante que busquemos conocer la doctrina de la Iglesia, conocerla de primera mano, como ella misma la entiende y la propone, no en la interpretación –frecuentemente distorsionada y reductiva-- de los medios de comunicación.

Casi igualmente importante que saber dónde habla Jesús hoy es saber dónde no habla. Él no habla ciertamente a través de magos, adivinos, nigromantes, oradores de horóscopos, pretendidos mensajes extraterrestres; no habla en las sesiones de espiritismo, en el ocultismo. En la Escritura leemos esta advertencia al respecto: «No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahvé tu Dios» (Dt 18, 10-12).

Estos eran los modos típicos de referirse a lo divino de los paganos, que sacaban auspicios consultando los astros, o vísceras de animales, o el vuelo de los pájaros. Con esa palabra de Dios: «¡Escuchadle!», todo aquello se acabó. Hay un solo mediador entre Dios y los hombres; no estamos obligados a ir ya «a tientas», para conocer la voluntad divina, a consultar esto o aquello. En Cristo tenemos toda respuesta.

Lamentablemente hoy aquellos ritos paganos vuelven a estar de moda. Como siempre, cuando disminuye la verdadera fe, aumenta la superstición. Tomemos la cosa más inocua de todas, el horóscopo. Se puede decir que no hay periódico o emisora de radio que no ofrezca diariamente a sus lectores u oyentes el horóscopo. Para las personas maduras, dotadas de un mínimo de capacidad crítica o de ironía, eso no es más que una inocua tomadura de pelo recíproca, una especie de juego y de pasatiempo. Pero mientras tanto miremos los efectos a la larga. ¿Qué mentalidad se forma, especialmente en los chavales y en los adolescentes? Aquella según la cual el éxito en la vida no depende del esfuerzo, de aplicación en el estudio y constancia en el trabajo, sino de factores externos, imponderables; de conseguir dirigir en provecho propio ciertos poderes, propios o ajenos. Peor aún: todo ello induce a pensar que, en el bien y en el mal, la responsabilidad no es nuestra, sino de las «estrellas», como pensaba Don Ferrante, de recuerdo manzoniano [en referencia a la novela «Los novios» de Alessandro Manzoni (1785-1873) Ndt]

Debo aludir a otro ámbito en el que Jesús no habla y donde, sin embargo, se le hace hablar todo el tiempo. El de las revelaciones privadas, mensajes celestiales, apariciones y voces de naturaleza variada. No digo que Cristo o la Virgen no puedan hablar también a través de estos medios. Lo han hecho en el pasado y lo pueden hacer, evidentemente, también hoy. Sólo que antes de dar por descontado que se trata de Jesús o de la Virgen, y no de la fantasía enferma de alguno, o peor, de espabilados que especulan con la buena fe de la gente, es necesario tener garantías. Se necesita en este campo esperar el juicio de la Iglesia, no precederlo. Son aún actuales las palabras de Dante: «Sed, cristianos, más firmes al moveros: / no seáis como pluma a cualquier soplo» (Par. V, 73 s.).

San Juan de la Cruz decía que desde que, en el Tabor, dijo de Jesús: «¡Escuchadle!», Dios se hizo, en cierto sentido, mudo. Ha dicho todo; no tiene cosas nuevas que revelar. Quien le pide nuevas revelaciones, o respuestas, le ofende, como si no se hubiera explicado claramente todavía. Dios sigue diciendo a todos la misma palabra: «¡Escuchadle a Él!, leed el Evangelio: ahí encontraréis ni más ni menos que lo que buscáis».

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]