COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
2 Tm 1. 8-10

 

1. FE/PERSECUCION

Pablo recuerda a Timoteo que "no debe avergonzarse del testimonio de nuestro Señor ni de mí su prisionero": en un primer momento, la proclamación del Evangelio no estaba rodeada de ningún prestigio; las autoridades imperiales romanas sólo lo presentaban como un puro acto subversivo e incluso criminal. Estaban muy lejos los tiempos en que el "martirio" pudiera considerarse como un acto de heroísmo. Es lo que pasa con los comienzos de toda actitud profética: el "establishment" se presenta revestido de toda honorabilidad; por eso, todo acto que lo ponga en peligro viene considerado, incluso por los mejores, como una locura ingenua o incluso como un intento de socavar el orden y el bienestar de una sociedad bien constituida. El profetismo de los primeros momentos no está acompañado por el clamor y el aplauso de una prensa contestataria, sino por el silencio sepulcral de los buenos y de los mejores. Se trata de un "profetismo inconfesado e inconfesable". Aquella era la situación de la comunidad, a cuyo frente estaba el viejo Timoteo. Por eso se explica que evoque con tanta precisión aquellos recuerdos y consejos que antaño le había transmitido su inolvidable maestro.

De este maestro suyo recuerda que, cuando estuvo en la prisión, le decía que "no se avergonzaba del Evangelio, porque sabía perfectamente de quién se había fiado". Pablo murió en la soledad sin el menor aplauso de sus "hinchas". Murió en el terrible y maravilloso islote de la fe.

Esto es lo que recuerda a su discípulo: "que guarde el depósito". Como es claro, no se trata de un elenco escolástico de afirmaciones religiosas, sino de mucho más: de la propia fe en Cristo resucitado, a pesar de la impopularidad de un gesto semejante.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1930


2.

a) Cuando se escribió esta carta, la Iglesia apenas estaba institucionalizada. Pablo ejerce sobre las comunidades que él ha fundado y sobre algunas otras una autoridad soberana, pero con mucha frecuencia envía a ellas a algunos discípulos como delegados suyos, especialmente a Timoteo. Estos "legados" gozan de plenos poderes sobre las autoridades locales y a estos efectos están revestidos de una gracia particular confiada mediante una imposición de manos (v. 6; cf. 1, Tim. 1, 18; 4, 14). Esta última imposición la ha realizado un colegio de "presbíteros" (1 Tim. 4, 14) presidido, sin duda, por Pablo (v. 6, más exclusivo que 1 Tim. 4, 14). En el pasaje que se lee este día Pablo no es muy explícito sobre los poderes de Timoteo: se limita a insistir sobre un don particular: la fuerza que se le ha dado para no avergonzarse del Evangelio (vv. 7-9). De todas formas, Pablo no es mucho más claro en otras ocasiones: Timoteo será "sucesor" de Pablo (2 Tim. 4, 5-7), está encargado de enseñar (2 Tim. 2, 15), de juzgar respecto a determinados problemas (1 Tim. 5, 19), de establecer la liturgia (1 Tim. 2, 1-2) y de reclutar ministros en la Iglesia (1 Tim. 3, 1-13; 5, 22).

¿Hemos de ver ya en Timoteo a un obispo? ¿Qué relación exacta existe entre él y los presbíteros? Parece inútil buscar respuesta a estas y otras interrogantes en las Epístolas Pastorales. Lo único que cabe afirmar es que las cartas de Pablo a Timoteo son el eco de cambios que se están introduciendo en la Iglesia primitiva en vísperas de la desaparición de los apóstoles con vistas a establecer relaciones concretas entre las comunidades y su jerarquía.

b) Hay, sin embargo, dos elementos esenciales que permiten definir el papel de esa jerarquía. El primero es su servicio del Evangelio (vv. 10-11). En otras palabras: el miembro de esta jerarquía ejerce una autoridad sobre una comunidad determinada en la medida en que asume la responsabilidad (que es mandataria a estos efectos) de la proclamación del Evangelio en el mundo. El segundo es prácticamente idéntico: se trata de prolongar en cierto modo la manifestación de la humanidad del Hombre-Dios (v. 10) que ha destruido la alienación de la muerte y ha propuesto un acceso inesperado a la vida en plenitud. En otras palabras: el jefe de comunidad no es tan solo el que resulta más capacitado para administrarla, para presidir su liturgia y su catequesis, sino aquel que más decidido está a servir a la proclamación misionera de la buena nueva de Cristo, hecho Señor de la vida. La jerarquía no se constituye tan solo ad intra, sino primeramente ad extra.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 66-67


3.

Una vocación puede ser la de anunciar el evangelio. Es una vocación gozosa, como ninguna. Nada más hermoso que predicar a Jesucristo, es decir, la gracia y la salvación de Jesucristo. Pero es también una vocación dura, dolorosa, porque encuentra el rechazo de muchos y la persecución de algunos.

Claro que Dios asiste con su gracia, porque el evangelio de Jesucristo es cosa suya, y la vocación es cosa suya y nosotros somos cosa suya. Ya pensó en nosotros «desde tiempo inmemorial», es decir, desde siempre, y ya nos eligió y nos preparó para esta misión. Desde siempre Dios nos quiere, y será para siempre, porque «nuestro Salvador Jesucristo... destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal».

CARITAS/96-1.Pág. 51