PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

 

1.

PARA MUCHOS HOY COMIENZA LA CUARESMA

Para muchos fieles que vienen a la eucaristía dominical, hoy será verdaderamente el inicio de la Cuaresma. Hay que tenerlo presente. Hoy, por tanto, se tendrá que repetir, o insistir, el sentido de la Cuaresma y el programa que propone la parroquia o la comunidad. Según las Orientaciones del Miércoles de ceniza, todos los fieles deben darse cuenta que la Cuaresma es un tiempo para renovar a fondo nuestra vida cristiana: un camino, un medio, un espacio para plantearnos qué es hoy ser cristiano, para hacer penitencia -es decir, convertirnos- de todo lo que en nuestro comportamiento contradice el don de la vida, recibido en la iniciación cristiana (bautismo, don del Espíritu Santo, primera eucaristía).

Precisamente la eucaristía de estos domingos de Cuaresma podría ofrecerse como una renovación de la iniciación cristiana en un punto determinado.

Para "predicar la Cuaresma", concretamente en las eucaristías dominicales, hay que trazarse un plan desde este primer domingo. Hay dos alternativas: la primera es seguir la línea del evangelio, la otra, presentar las etapas de la historia de Israel según la lectura primera del Antiguo Testamento.

Si seguimos el evangelio, podríamos resumir con unas palabras de Pablo a los Filipenses que escucharemos el domingo quinto, el mensaje cristológico, de fe y conversión, de la Cuaresma que iniciamos: "Ganar a Cristo y existir en él". Es la meta de la prueba de todo cristiano. Esta prueba, cada año el cristiano es invitado a hacerla durante la Cuaresma. Los dos primeros domingos son una llamada a compartir la lucha y el triunfo de Cristo, los otros tres nos invitan a la conversión y a la reconciliación, reconociendo y asumiendo la actitud misericordiosa de Jesús. Esta Cuaresma de fe y reconciliación la podemos ver culminada en la palabra de Jesús en la Pasi6n de Lucas: "Hoy estarás conmigo en el paraíso", dicha al ladrón arrepentido.

En la primera lectura podemos descubrir el itinerario del pueblo de Israel desde la fe en el Dios de la Alianza y de la Liberación de Egipto hacia la realidad nueva dada en los tiempos mesiánicos. La Iglesia, nuevo Israel, recorre también, en la plenitud, este camino: pueblo creyente de la nueva Alianza, liberado por el Dios encarnado en Jesús Redentor, que celebra la nueva Pascua y es incorporado a la nueva creación.

-AMBIENTACIÓN DE LA CELEBRACIÓN CUARESMAL

Además de la palabra, de la predicación, hay que tener muy presentes los signos en todo el espacio celebrativo. La austeridad, que no es tristeza sino llamada a la reflexión y a la conversión, ha de presidir la ornamentación de la iglesia: sobre todo con vistas a subrayar la fiesta de Pascua que preparamos. El contraste debe aparecer con realce: el órgano imprescindible para acompañar el canto, el altar y las imágenes sin flores, iluminación discreta, un Cristo sufriente... Quizá, cerca del ambón, alguna planta silvestre, unas piedras y junto a ellas un pan...

Ni que decir tiene que los cantos han de cantar la Cuaresma..., no tendrían que ser los comunes de cualquier domingo.

-LA FE ANTES QUE NADA

Las dos primeras lecturas nos presentan una profesión de fe: la de Israel en el

Deuteronomio, la del fiel cristiano según Pablo a los Romanos.

Es una buena ocasión para recordar hoy la fe como fundamento de todo el ser y el comportamiento del cristiano.

Hay que insistir, siguiendo la primera lectura, que venimos a la eucaristía (hoy iniciando la Cuaresma) para presentar el pan y el vino, que son "fruto de la tierra y del trabajo del hombre" y para proclamar en ella el misterio (el acontecimiento salvador) de la fe: muerte, resurrección de Cristo, esperanza de su retorno.

La fe que salva, que tenemos en el corazón y que profesamos con los labios, es que Jesús es el Señor, resucitado por Dios.

Precisamente para renovar esta fe, que nos llevó al bautismo, celebramos la Cuaresma. Recordemos la línea catecumenal de nuestro camino hacia la Pascua.

-LA LUCHA CONTRA EL ESPÍRITU DEL MAL

Del evangelio de hoy habría que destacar el sentido de lucha: de Jesús, guiado por el Espíritu, contra el espíritu maligno.

Las tres tentaciones son un grito de alarma al creyente para no crearse un dios a la medida de sus caprichos y necesidades temporales inmediatas, un dios domesticado. No: el Dios y Padre de Jesucristo es el Trascendente, que está más allá de lo que creemos necesitar, de lo que deseamos en la mezquindad de cada día.

La fe en Cristo nos identifica con él. El fiel cristiano lucha, como Cristo y con Cristo, contra la propuesta de domesticar a Dios, de aferrarse al pan del materialismo, a las ansias de poder. La conversión de la Cuaresma es identificación con Jesús pobre, confiado en manos del Padre, siervo de todos y no dominador poderoso.

PERE LLABRES
MISA DOMINICAL 1995, 3


2

«Mi padre fue un arameo errante». La larga marcha hacia la tierra prometida. Envueltos en una nube, en las sombras, en la promesa, a través de caminos de arena y agua, hasta llegar al fondo de la Luz. En esta cuarentena hacia la Pascua, un desierto, como un paréntesis de desnudez y aridez. Hoy todos estamos caminando en el desierto de una sociedad convulsionada, transformada en un campo de batalla entre la verdad y la mentira, entre el amor y el egoísmo. Un sinfín de ídolos quieren repartirse el espacio humano. Continúa hoy en nuestro tiempo la larga marcha hacia la libertad. Todos los tiempos tienen sus peculiares experiencias de desierto.

El miércoles de ceniza es el pistoletazo de salida del comienzo de los cuarenta días penitenciales. El camino de preparación para la Pascua, la gran fiesta de todos los cristianos. La cuaresma evoca en nosotros un tiempo de penitencia, de desierto, de tentaciones, de encuentro con Dios. De conversión. De afirmación de nuestras convicciones, o mejor, del valor que tienen nuestras convicciones ante una coyuntura de prueba y tentación. Al final del camino, la Pascua, una fiesta de resurrección y de vida. Prepararse, caminar por el desierto de nuestra soledad, coger distancia para vivir en una fiesta de la Vida. En una fiesta de libertad, la libertad gozosa de los Hijos de Dios. La fiesta de nuestra liberación y nuestra esperanza.

El sueño dorado de ir al encuentro con Dios no puede ocultar nuestras evasiones o deserciones. Durante la cuaresma pueden surgir en nosotros unos deseos enormes de retirarnos, de encontrar el desierto para la realización de no sé qué sueños. Es sencillamente la cobarde tentación de huir la realidad cotidiana y de hacer dejación de nuestras responsabilidades, porque no queremos llegar a Dios a través esfuerzo del personal que supone la transformación de nuestras realidades cotidianas. La Cuaresma, un tiempo también para reavivar nuestro compromiso.

La Cuaresma es un tiempo interior de búsqueda sincera y valiente en nuestro caminar de hombres cristianos. Ir al encuentro de nuestra geografía interior, de nuestros peculiares desiertos y desde allí reafirmarnos en nuestra fe en el Resucitado. Hoy, en 1995, debemos volver a preguntarnos, ¿Quién soy? ¿Qué busco? ¿Cuál es el objeto de mi vida? ¿Qué significa vivir como cristiano? ¿Cuál es el valor del dinero y del poder?

Caminar por el desierto es la pedagogía de Dios que lleva los hombres a buscar dentro de sí mismos su propio camino. Caminos de liberación y de salvación para renovar cada día nuestra ilusión de vivir. El desierto no es algo pretérito. No es arena pasada. Todos los cristianos somos llamados permanentemente al desierto, a la purificación, a la presencia íntima del espíritu.

Entrar en el desierto sin más impedimenta que nuestra total desnudez y pobreza interior. Entrar en el desierto desnudos, sin peso, para descubrir nuestra aridez interior, para tener el coraje de mirarnos tal cual somos. La conquista de nuestra libertad interior como forma de conseguir otros valores fundamentales en nuestro vivir diario. La cuaresma es un tiempo para llenarnos de esperanza y de razones de vivir.

El tiempo del desierto es como un banco de pruebas. Necesitamos los cristianos unos tiempos de crisis para ir al encuentro de los auténticos valores evangélicos. Solamente a través de las pruebas responderemos del valor de nuestras convicciones. Hoy tendría que ser para nosotros una buena noticia el saber que Jesús fue tentado. Una respuesta esperanzadora. El creyente tentado no es un creyente más débil, sino quien más posibilidades tiene de mostrar su fortaleza. Nuestras tentaciones diarias no son un obstáculo para encontrarnos con Dios, sino la ocasión para responder de nuestra fidelidad a Dios y a su mensaje.

En el vacío del desierto nos encontraremos con la plenitud de la Palabra. El desierto nos deparará la gran ocasión de interiorizar la palabra, de hacerla nuestra y transformarla en nuestra suprema norma de conducta. La Palabra de Dios marca el verdadero itinerario del desierto, el camino de auténtica liberación interior.

Cuaresma hoy en nuestro tiempo de vivir. Un tiempo que desde Jesús nos ofrece la posibilidad de ser cada día más humanos, porque cada día se hace más profunda e interior nuestra vocación a vivir como hermanos. He pasado de los ritos, de las cosas, del poder y de los triunfos a la serena riqueza de que ser cristiano es compartir, y no poseer; dar y no aceptar; crear vida y posibilitar todos los caminos de transformación humana.

Siempre de camino, con un denodado y renovado esfuerzo. En esta Cuaresma de 1995 deberíamos descubrir que para ser fieles a Dios debemos arriesgarnos cada día más en la lucha por conseguir una sociedad de hombres más libres y más humanos. En definitiva, un compromiso.

FELIPE BORAU
DABAR 1995, 15


3.

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS: DESIERTO/QUÉ-ES

1.- Toda la reflexión de este primer domingo de Cuaresma tiene como fundamento de sostén el simbolismo del desierto.

Parece oportuno, entonces, partir de una descripción fenomenológica de todo lo que es el desierto y lo que implica una travesía por él.

Una zona inhóspita, agreste, sin nada hecho, sin camino ni señales. Donde no se deja huella. Espacio infinito que abre la amplitud de miras; un sol sin obstáculos que quiere penetrar... El caminante que no puede detenerse ni hacer una cómoda casa; que no lo tiene todo servido; que debe buscar el agua, la escasa sombra, un refugio para la noche.

Sobre esta experiencia tan cercana al pueblo hebreo (el desierto comenzaba ya en las afueras de Jerusalén y se extendía hacia el Mar Muerto y hacia Egipto) surge el sentido espiritual y profundo del desierto, como itinerario del hombre que busca a Dios y que se pregunta por el sentido de su existencia, tan similar al desierto.

La Primera Lectura es un resumen de esa experiencia hebrea: un pueblo errante y un Dios fiel y salvador.

La pedagogía del desierto acentúa la acción liberadora de Dios, que, mientras se manifiesta como presencia, subraya al mismo tiempo la presencia del hombre artífice de su propio destino. El desierto pone de manifiesto esa tremenda "soledad" del hombre, tan marcada en la literatura y psicología modernas como asimismo en la filosofía, el cual debe dar un Sí totalmente suyo, que no puede construirse a costa del otro.

Lucas en su relato enfatiza ese aspecto de la vida de Jesús: solo en el desierto (Marcos 1,12 dirá que «vivía entre animales salvajes»), hambriento, enfrentado al tentador. Seguramente hoy nuestra pastoral debe volver a esta mística del desierto, para que descubramos la «educación liberadora» que allí protagonizó Dios el Salvador. El cristiano llega a sentirse aplastado por toda una estructura religiosa, a veces de color dudoso, que le impide mirarse a sí mismo y hacer una opción verdaderamente sincera. La misma crisis padece el sacerdocio y la vida religiosa.

Y éste es el sentido de la Cuaresma..., punto cero de la vida de fe. Estas reflexiones tienden a sugerir a la comunidad una vuelta al desierto, es decir, al camino de la liberación interior; a un apartarse sin agresividades de cierto "arsenal religioso" que más bien disfraza que revela a Dios. Y de los muchos puntos de reflexión que el desierto sugiere, escogemos tres que nos parecen esenciales: tiempo de búsqueda, de desprendimiento, de prueba y fidelidad.

La «mística del desierto» estará presente en los restantes domingos que nos irán revelando el rostro de Dios por caminos realmente paradójicos.

Sobre el primer punto de reflexión, insistimos en que se denuncia con la comunidad ese cristianismo de "frases hechas" a las que nos hemos acostumbrado y que han perdido para la mayoría todo su profundo sentido.

Lo mismo dígase de tantos ritos, fiestas, celebraciones, etcétera.

Así, por ejemplo, frases tan simples como «el domingo es el Día del Señor», «todos somos hermanos», «la Eucaristía es una fiesta en familia», «Jesús es el Salvador».... ¿qué significado real tienen en la vida concreta? A menudo se teme este cuestionamiento, y por eso mismo se impide la profundización de la fe. ¿Qué puede ser una Cuaresma cuando estamos dispuestos de antemano a que todo siga igual? Es importante aquí que recordemos lo que nos señala Lucas: fue el Espíritu de Dios quien llevó a Jesús al desierto...

El mismo Espíritu que busca adoradores auténticos para el Padre (Jn 1). También la primera lectura señala que fue la experiencia del desierto la que transformó a los hebreos en adoradores del Señor, ante cuyo altar colocaban sus ofrendas.

2.- El segundo punto de la reflexión se presta a un examen de la comunidad acerca de cuántas cosas debe abandonar para penetrar en el desierto.

Examen de la rutina, de un estilo de predicación o de catequesis, de las formas cultuales, de la vida de los laicos, etcétera.

Nuestras comunidades, "viejas" por el tiempo, pueden haber también envejecido en su espíritu. Este fue el drama de los fariseos que no pudieron aceptar la novedad del Espíritu que Jesús traía. ¿No será el drama de muchas de nuestras comunidades? Cuesta abandonar el pasado querido y bien amado, o cierta posición que quizá en otra época se creyó justa y acertada. Precisamente en esta dirección apunta la pobreza del espíritu preconizada en las Bienaventuranzas: estar permanentemente vacíos de nuestros esquemas para llenarnos con la novedad del Evangelio.

3.- Con respecto a las tentaciones de Jesús, recordemos que Lucas tiene como trasfondo el horizonte del desierto donde el pueblo hebreo fue «tentado» y donde se probó su fidelidad a Yavé.

De más está decir que el desierto en el que Jesús fue tentado es el símbolo de toda su vida y que todas las tentaciones se orientan a desviarlo del mesianismo del «Siervo sufriente» para encaminarlo hacia un mesianismo político. Fueron los galileos, el pueblo cuya hambre sació «en el desierto», los apóstoles y Pedro en particular, los que hicieron el papel de Satanás, el tentador. Importante faceta de la vida de Cristo, muchas veces olvidada...

Poco importa el número de las tentaciones, ya que todas ellas tienen un denominador común: apartarlo de la cruz y de todo lo que ello implica.

Lucas insiste en la supremacía del «pan de la Palabra» sobre el pan de los milagros y del camino fácil (como también lo pone de relieve Juan 6); en el camino de la humildad y del servicio fraterno, características de la autoridad cristiana; y finalmente, en no «sobornar a Dios», buscando la religión más por sus beneficios que por la entrega que implica.

Lo importante es el otro plano subyacente en Lucas: también ésas son las tentaciones del nuevo pueblo, la Iglesia.

Y pensamos que es aquí donde debemos afinar nuestra puntería: ¿Cuáles son las actuales tentaciones de la Iglesia del siglo veinte? ¿Y cuáles las del cristiano moderno? Pienso que son tentaciones mucho más sutiles y que, incluso, hasta parecen escapar al fácil encasillamiento. Posiblemente no baste afirmar que es el dinero o el poder o el sexo..., etc. Creemos que más bien la tentación está en ese modo sutil y bien armado teológicamente para evitar siempre en el momento oportuno un compromiso a fondo.

Basta observar el panorama de la Iglesia: todos los grupos opuestos entre sí y con los más variados nombres, se fundamentan bíblicamente para demostrar que su punto de vista es el único y auténtico.

Entretanto, todo el relato de Lucas parece decirnos: ¡cuán difícil es ser sinceros cuando debemos enfrentarnos al Dios viviente y a su Palabra orientadora! ¡Y con qué sutileza defendemos nuestra posición previamente asumida, con una Biblia en la mano...! (Léase en esta dimensión y bajo esta óptica el texto íntegro de los Evangelios y llegaremos a la conclusión de que hasta la misma condena a muerte de Jesús fue respaldada con una argumentación bíblica.) De ahí nuestra insistencia en esta postura de absoluta sinceridad ante la palabra de Dios, sinceridad que no puede ser tal si no va precedida por el desprendimiento y la desnudez interior.

Jesús vence la tentación remitiéndose a su obediencia al Padre. Es la única forma que tenemos los cristianos de dirimir nuestras cuestiones y resolver nuestros interrogantes.

SANTOS BENETTI
CAMINANDO POR EL DESIERTO. Ciclo C, 2º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1985.Págs. 16 ss.


4.

LOS TEMAS DE FONDO

Más que de temas, hay que hablar de actitudes. La celebración no consiste en transmitir ideas o doctrinas. Quien preside la celebración debe motivar y estimular a los fieles para que se incorporen al clima espiritual de la celebración.

1. Una experiencia de desierto. -La temática del desierto es capital. En los tres ciclos el fragmento evangélico nos narra en este primer domingo la experiencia de Jesús en el desierto, ayunando durante cuarenta días y cuarenta noches. Es como la clave de interpretación de toda la Cuaresma.

En efecto, toda la comunidad cristiana es invitada a compartir con Jesús la experiencia del desierto. Pero, como es natural, aquí no se trata del desierto como lugar geográfico. El desierto es una experiencia de conversión, de comunicación con Dios y de lucha. El desierto evoca, además, la dificultad de la vida cristiana en la cual el creyente debe luchar contra los elementos hostiles que obstaculizan su marcha hacia la casa del Padre.

CUA/CAMINO CR/PEREGRINO: Porque la vida cristiana, como la Cuaresma, es un camino a recorrer, una peregrinación. Como la del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. La actitud peregrina conlleva, al mismo tiempo, el sentido de lo provisional. Nadie construye en el desierto una mansión, su morada definitiva. Nos limitamos a plantar la tienda. Así también, el cristiano es invitado a vivir el espíritu de la provisionalidad. Porque no es de este mundo. Porque aquí está de paso. Por eso no debe echar raíces en este mundo. Entrar en la Cuaresma es evocar estas actitudes fundamentales de la vida cristiana.

2. PD/ALIMENTO AYUNO/PD: No sólo de pan vive el hombre.- Estas palabras, que resonarán en nuestros oídos al proclamar el evangelio, aparecen conectadas con la temática del desierto. También conectan con el tema del ayuno. En efecto, a los fieles hay que decirles que durante este tiempo en que nos privamos del alimento corporal debemos alimentarnos de lo que sale de la boca de Dios. Y de la boca de Dios sale su Palabra. Ese es nuestro verdadero alimento. Por eso la Cuaresma es una invitación a leer y meditar las Sagradas EScrituras.

3. Inmersos en la Historia de la Salvación.- Aquí hay que hacer alusión a otro aspecto de la Cuaresma, sugerido por la primera lectura en los tres ciclos, a través de la cual se nos ofrecen las diversas etapas de la Historia de la Salvación. Este año el hilo conductor de la primera lectura ofrece una constante referencia a la Pascua. Y esto de forma progresiva. En este primer domingo se recoge la gran confesión de fe mediante la cual el pueblo de Israel evoca solemnemente su adhesión al Dios que le ha liberado de la esclavitud de Egipto. Este es el acontecimiento central, en el que se hunden las raíces religiosas de Israel; el que le confiere su razón de ser y de existir.

Acontecimiento que culminará en la Pascua de Jesús, cuando éste, al entregar su vida en la cruz como cordero de la Pascua nueva, nos libere de la muerte y del pecado.

JOSÉ MANUEL BERNAL
MISA DOMINICAL 1986, 4