EVANGELIO

La Iglesia, como Jesús, no recibe la tentación diabólica de una vez para siempre. Por eso hay que estar siempre en vela, ya que, cuando menos se piense, el demonio encontrará la ocasión más oportuna para él y menos esperada para la misma Iglesia. Y no se olvide que lo diabólico está encarnado en las estructuras del poder principalmente.

Celebramos en la Eucaristía las primicias de nuestra salvación. Jesús ha vencido definitivamente el poder del mal, ha sido liberado del cuerpo de muerte y transportado a una tierra nueva. En este sacramento proclamamos que por Jesús todo hombre tiene el poder de Dios para superar las pruebas de la existencia. Cuando comulgamos, recibimos la prenda de nuestra propia victoria.

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4,1-13.

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

-Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

Jesús le contestó:

-Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre.»

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo:

-Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.

Jesús le contestó:

-Está escrito: «Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto.»

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

-Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras.»

Jesús le contestó:

-Está mandado: «No tentarás al Señor tu Dios.»

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.