39 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO I DE CUARESMA
20-31

20.

Frase evangélica: «Jesús fue tentado por el diablo» 
Tema de predicación: LAS TENTACIONES DE JESÚS

1. De sobra sabemos todos qué es la tentación: una incitación al pecado, es decir, a la ruptura con Dios, al divorcio de los hermanos y al repliegue egoísta sobre uno mismo. A menudo caemos en la tentación por la concupiscencia, que viene de dentro, y por la fuerza del poder del mal, que procede de fuera. En realidad, todo puede convertirse en tentación y todo puede resolverse en gracia. La tentación nos pone a prueba. No hay personaje en la Biblia que no haya sido zarandeado por las tentaciones. Supremo modelo es Jesús.

2. Tentador por antonomasia es el Diablo o, dicho en un lenguaje más actual, lo diabólico. Dios no tienta a nadie, no es el enemigo; es el «galardonador». Ayuda y salva en la tentación. Así lo dijo Jesús: «No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal». El reino de Dios llega con el combate frente a lo demoníaco y con la presencia de la vida del Resucitado y de la resurrección.

3. Jesús fue tentado o probado por el diablo, por lo satánico, durante toda su vida. Sus enemigos lo pusieron a prueba, intentaron comprometerlo mediante preguntas capciosas, halagos indebidos, discusiones de escuela, falsas esperanzas mesiánicas, mentiras y amenazas de muerte. Para mostrar que Jesús fue tentado incluyeron los sinópticos el relato fantástico de las tentaciones. El tentador en persona y Jesús están frente a frente, sin intermediarios. Jesús sufre las tentaciones de usar mal el poder, de actuar mesiánicamente por su cuenta y de ambicionar los reinos de este mundo. Triunfó en la tentación.

4. Los cristianos somos tentados de modo semejante a Jesús. Asimismo, la Iglesia es tentada de «milagrerismo» o de magia, sin poner el centro de todo en la justicia; de «espiritualismo» desencarnado, sin atender a los cuerpos maltrechos de personas y pueblos; de «ambición política», usando la religión como poder, en provecho de lo institucional propio, o integrándose en los sistemas de este mundo. En una palabra, caemos en la tentación cuando nos idolatramos a nosotros mismos y no damos a Dios lo que es de Dios: su reino y su pueblo.

REFLEXIÓN CRISTIANA: 
¿Somos conscientes de nuestras tentaciones?
¿Qué debemos hacer para no caer en la tentación?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 106 s.


21.

1. La tentación de la muerte

Hoy comenzamos Cuaresma: cuarenta días en los cuales tendremos ante los ojos del espíritu dos palabras que por sí solas resumen toda la historia del hombre: vida y muerte. Con vida y muerte comenzó el Génesis, y con vida y muerte termina el Apocalipsis. Con vida y muerte inició Jesús su carrera entre los hombres, y con vida y muerte la finalizó. Todo lo que el hombre haga, piense o sienta, se puede reducir a esto solo y nada más que a esto: vivir o morir. No hay término medio ni hay tercera alternativa: o se vive o se muere... Toda la sabiduría del hombre y de los pueblos se puede reducir a esto solo: cómo vivir, cómo vencer la muerte; cómo dar vida a las cosas, a las estructuras, a las relaciones humanas...; cómo dar vida a la fe que nos sustenta.

Pues bien, la primera lectura que tenemos ante la vista, nos plantea el problema en toda su casi cruel crudeza. Se trata de la primera página del Génesis, el libro bíblico que, a través de mitos y símbolos, interpreta esta experiencia íntima de todo ser que habita el planeta. Los hebreos, aleccionados por la sabiduría babilónica, conectada a su vez con la antiquísima sabiduría de los pueblos del extremo oriente, supieron reflexionar sobre un fenómeno misterioso: la fuerza de la muerte en el camino del hombre. Más aún, cómo ]a muerte se disfraza de sutil tentadora hasta el punto de que el hombre, ser que por naturaleza parece tender a la vida, de pronto ofrece sus servicios a su mortal enemiga.

Los antiguos, finos y sutiles observadores de la fenomenología humana, habían descubierto algo que los occidentales hemos redescubierto hace muy poco: que en el hombre existen dos fuerzas poderosas que luchan en su interior para tener el dominio absoluto. Una es la fuerza de la vida, del crecimiento, del hacer la historia, de amar y convivir en paz. Esta es la fuerza que proviene del espíritu de Dios, el Señor de la vida. La otra es la fuerza de la muerte, interpretada como autodestrucción del propio proyecto, como vuelta atrás del camino, como exterminio de los demás seres que comparten la experiencia de ser y estar en el mismo planeta.

Mucho más tarde los teólogos llamaron a esta fuerza misteriosa: "pecado original", que hoy podemos traducir como "impulso hacia la muerte". El hombre desde el momento que nace, es decir que vive, siente en su interior una llamada a negarse a la vida; y por increíble que parezca, la muerte se presenta con un rostro seductor y atrayente, y el hombre que recorrió un largo y oscuro camino para ver con sus propios ojos esta realidad llamada vida, ese mismo hombre parece sufrir una nostalgia de su estado de no-ser, no-sentir, no-pensar, no-actuar como hombre.

Es así como Adán y Eva, o sea el varón y la mujer, se dejan fascinar por el atractivo de la muerte y no resisten a su grave tentación. Y cuando se dan cuenta de que, desde ese momento, sus pasos avanzan hacia la muerte, entonces descubren que su existencia es una tragedia. En efecto, nada más trágico que nacer para morir. A partir de ese momento comienzan a probar los frutos de la muerte. El Génesis dedica varios capítulos al desarrollo de este tema. La muerte arroja su careta seductora y el hombre se encuentra con la otra cara de su propia existencia: se avergüenza de estar desnudo y temer usar su sexo en función de la vida. Hombre y mujer ahora ya no son sólo compañeros: también son adversarios y el uno intentará dominar al otro, o abusar del otro, o prostituir al otro. El sexo, factor primordial de vida y amor, es también agente de muerte, de dominación, de egoísmo y de autoaniquilación.

Más tarde surgen otros asombrosos descubrimientos: también el trabajo puede ser agente de muerte. No sólo se trabaja para vivir; también para explotar a los demás. En el trabajo el hombre compite con el hombre, y así el trabajo deja de ser una placentera actividad creadora: ahora se trabaja y se suda hasta el agotamiento para ser más que los otros y para tener los medios de superar, dominar o esclavizar a los otros. Y la muerte sigue mostrando sus dientes: ahora el hermano se enfrenta con el hermano; Caín con Abel, el fuerte y astuto con el débil e ingenuo. El hombre mata a su hermano para apoderarse de sus bienes, carcomido por la envidia. Muere Abel pero no triunfa Caín: al dar muerte a su hermano, él no es más que un esclavo al servicio del amo-muerte. Así la historia humana comienza su desenfrenada carrera: pueblos y naciones, incapaces de entenderse por el lenguaje del amor, intentan construir la historia sobre las ruinas de Babel: la guerra es su arma; diríase que matar, destruir y dominar a los demás pueblos es su gran aspiración.

En ese momento, al comprobar el hombre el doble filo de la espada que tiene en la mano, parece que abre sus ojos y se pone a reflexionar: en ese momento la sabiduría hace su entrada en la vida. El hombre, a pesar de las pinzas que pujan por estrecharlo hasta el aniquilamiento, saca fuerzas de su interior, allí donde anida el Espíritu, y se decide a pensar la manera de doblegar y destruir ese mismo poder que él ha desatado en el mundo. En ese instante el hombre se transforma en un sabio: ha descubierto que vivir es un arte y un combate, y que nadie puede vivir «de arriba» o por inercia. Tampoco se amilana por su drama ni desespera al ver cómo la muerte ha sembrado de desolación el mundo; procura, en cambio, sacar experiencia de lo sucedido y, como buen soldado, aprovecha las lecciones de la derrota sufrida para lograr la próxima victoria.

Este es el origen del Libro del Génesis, como lo es de toda la Biblia, el libro de la sabiduría del hombre que quiere destruir a la muerte. ¿Y qué es lo primero que aprende? Que, por el solo hecho de ser hombre, su existencia no está dada como un regalo del que pueda vivir de rentas, sino como un quehacer constante. Si no echa leña al fuego, éste se apaga. Si no alimenta la vida, ésta se esfuma. Que él mismo es una mezcla de germen de vida y germen de muerte. Esto es evidente. Lo que no es evidente es darse cuenta con claridad de qué es germen de vida y qué es germen de muerte. La experiencia le dice que a veces puede comer un fruto creyendo que le da la vida, y, sin embargo, es un fruto venenoso. Otras, lo que tiene apariencia de muerte es semilla que fructifica en vida.

Lo triste y humillante en la vida humana es que, a menudo, podemos dedicar largos años a construir la vida, y lo que estamos haciendo en realidad es alimentar a la muerte. No hay pueblo del mundo que no haya pasado por esta experiencia. Más aún, en el hombre existe como una pertinaz ceguera: todavía hoy, después de miles y miles de años de historia, seguimos ofreciendo nuestros servicios a la muerte, para lamentar, acto seguido, nuestro absurdo error.

Basta leer el periódico de cualquier día del año para convencernos -como si fuera necesario convencerse de una realidad tan elemental- de que la victoria contra la muerte es tan dura hoy como ayer, y que hoy como ayer volvemos a los mismos errores, errores tan humanos que la Biblia hizo de ellos un «mito», es decir, un prototipo de la existencia humana. El mito de Adán que se deja seducir por la voz de su mortal enemiga, la muerte, es la realidad de todo hombre que pisa este polvo llamado tierra. Pero el hombre sabio no cede: ayer como hoy, la religión, la filosofía, la ciencia y el arte tratan de poner una valla al poderío de la muerte, aunque a veces ellas mismas se dejan seducir por formas cada vez más atractivas de vivir muriendo...

A nosotros nos interesa saber cómo la religión o la fe pueden luchar contra la muerte, mas sin olvidar jamás que también la religión puede ser un agente de muerte, aunque esto parezca un contrasentido. Pero ya sabemos que no hay contradicción que no tenga su lógica en la experiencia humana. Mas sobre esto hay alguien que, quizá, sepa más que nosotros. Se llama Jesús, y los primeros que creyeron en él lo llamaron «el nuevo Adán». ¿Cuál fue la experiencia de Jesús, el hombre nuevo?

2. Los rostros de la muerte

Los tres evangelistas sinópticos -Marcos, Mateo y Lucas- nos presentan a Jesús, desde el comienzo de su vida pública, como el nuevo Adán, es decir, como el prototipo de hombre nuevo, que debe sufrir las mismas experiencias de todo hombre. Y así como el Génesis elabora con un género literario mítico el drama existencial del hombre atenazado entre la vida y la muerte, así también las redacciones evangélicas, al hablar de las tentaciones de Jesús, recurren al mismo género literario que, con símbolos de fácil comprensión y bajo la forma de un hecho real, sitúan inmediatamente ante nuestra vista el drama de la vida de Jesús; drama que no es otro que el del hombre de siempre. Es cierto que varían los símbolos, pues ya no se habla de un árbol ni de un fruto, pero aparecen los mismos protagonistas: el hombre, Dios y el tentador. O si se prefiere: el hombre ante las dos alternativas de su existencia: el espíritu de la vida o la seducción de la muerte.

En otras palabras: Jesús, a lo largo de toda su vida, estuvo sometido, por el simple hecho de ser hombre, a la lucha interior. Ante sí se abrían dos caminos: la fidelidad al mandato de vivir como hombre auténtico, a pesar de que ese camino muchas veces tenía apariencias de muerte; o bien, el ancho camino -como el mismo Jesús lo llamará- que parece fácil y atrayente, pero que esconde con gran sutileza el veneno de la muerte. Jesús es llevado al desierto por el Espíritu de Dios para ser puesto a prueba. Esto es lo primero que nos llama la atención. Es el Espíritu de la vida el que le hace comprender que los dones superiores del hombre no vienen como un regalo gratuito y fácil, sino como una conquista ardua. El hombre, por ser tal, debe conquistar la vida por un camino de lucha y de fidelidad a sí mismo. Esta fundamental fidelidad es la voz del Espíritu.

Y es tentado en el desierto, porque el desierto es el mejor símbolo de la vida humana en la que los frutos han de provenir del trabajo y del interés del propio hombre. El desierto de la vida es el tiempo de la búsqueda, de la soledad, de estar a la intemperie, sufriendo el hambre y la sed. Quien no sufre la experiencia del desierto no puede comprender el valor del agua; quien no camina largos días, no puede saborear la paz de la sombra.

Jesús estuvo solo en el desierto. Es cierto que durante su vida vivió acompañado por sus parientes y discípulos, pero la respuesta que él tenía que dar, solamente podía darla él solo. Nadie puede responder por uno mismo cuando de opciones fundamentales se trata. Más aún, así como la compañera de Adán, Eva, fue su tentadora, así los tentadores de Jesús no serán sus enemigos, sino los «suyos»: los parientes y los discípulos. El mismo Pedro recibió de Jesús aquel duro apóstrofe de "Satanás", cuando intentó apartarlo de la cruz (Mt 16,22-23).

Todo esto es muy significativo: no necesitamos del demonio para ser puestos a prueba. El hombre pone a prueba a su hermano. El necio al sabio, el fuerte al débil, el astuto al ingenuo, el rico al pobre, el déspota al oprimido... Y si miramos la historia de la Iglesia, caemos en la misma conclusión: las grandes tentaciones de la Iglesia no provinieron de sus «enemigos», sino de su propio interior. Cuando la Iglesia abandonó el desierto del aislamiento y de la persecución y se instaló cómodamente en la fértil llanura de la cristiandad, al amparo del poder, ella misma fue la tentadora del Cristo presente en cada cristiano. Papas, obispos y sacerdotes tentaron a la comunidad para que olvidara el Evangelio y se desviara de sus exigencias; y fue también la comunidad de fieles la que tentó a la jerarquía para que los gobernara con el paternalismo que hiciera fácil la escarpada ascensión de la responsabilidad personal.

J/TENTACIONES: Jesús, como bien lo subrayan los evangelios, fue tentado por sus amigos: por Judas y por Pedro; por Juan y por Santiago, los hijos del trueno; por la desconfianza de los apóstoles y por el interés de sus parientes que querían medrar a la sombra de su fama. También lo tentó el pueblo cuando quiso proclamarlo rey o cuando le exigió milagros a manos llenas.

Es cierto que también fue puesto a prueba por los escribas y fariseos; pero las tentaciones de sus enemigos no tenían la sutileza venenosa de la tentación proveniente de los propios apóstoles. Más aún, si Jesús hubiera accedido a las voces de quienes lo querían como mesías político y guerrero, seguramente que no se hubiera enfrentado, como lo hizo, con los jerarcas religiosos de su nación o con Pilato. Hubiera luchado contra ellos, en todo caso, con la fuerza de la espada; mas no es ésta la diaria prueba a la que el hombre es sometido, sino sólo una conclusión final de una postura ya asumida. Volvamos, pues, al texto evangélico y veamos cuáles fueron las mortales tentaciones a las que Jesús fue sometido.

Decimos «mortales», porque todas ellas tendían a matar al verdadero Jesús, ese Jesús enviado por Dios como salvador humilde. Y aquí surge la paradoja: la voz de Dios se presenta con rostro de muerte; era la cruz a la que debía someterse Jesús para llegar a la vida. En cambio, la voz de los tentadores se presentaba con rostro de vida: eran el poder, el prestigio, la fama, la comodidad que, tras arrancarse la careta, clavarían su diente de muerte. En la cruz murió Jesús; por eso renació el Cristo salvador. Si hubiera accedido a las tentaciones, hubiera vivido para los hombres que tenían puesta en él la esperanza, pero hubiera muerto para siempre el Cristo enviado por el Espíritu.

En síntesis: la única tentación que acechaba a Jesús era la tentación de morir como «Jesús», de morir a lo que debía ser, de morir a sus ideales, de morir a la misión para la que fuera enviado por Dios. Fue entonces cuando afloró la sabiduría de Jesús: sin dejarse obnubilar ni atrapar por la trampa, vio claro. Vio que la muerte, la verdadera muerte del hombre, se disfraza de vida; y vio que la vida, la verdadera vida, suele tener rostro de muerte. Mas esto no lo podía demostrar de entrada; las apariencias engañaban demasiado como para que los apóstoles se convencieran de que lo que parecía vida era muerte, y lo que tenía cara de muerte era vida. Sólo lo descubrieron después..., después de la resurrección. Entonces les fue fácil a los evangelistas escribir el Evangelio. Pero Jesús tuvo que hacer su opción antes... He ahí el problema de la vida: optar es arriesgar... Y Jesús arriesgó, no sin que la duda lo carcomiera hasta el último instante cuando gritó entre la fe y la desesperanza: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», mientras los tentadores decían: "Si es hijo de Dios, veamos si Dios viene a salvarlo..." Magnífica página del Evangelio, tan magnífica como cruda y realista. Jesús no tuvo un «Dios aparte» que le resolviera mágicamente los problemas. Más aún, buscar a ese Dios fácil era la tentación del que le dijo: deja que Dios te alimente transformando las piedras en pan; deja que Dios cuide tus huesos para que no se rompan al tirarte desde el pináculo del templo.

Es ésta la primera tentación del hombre creyente: buscarse un Dios a su medida. Es la sutil tentación que se hizo carne en todas las religiones: el hombre busca a Dios y dice creer en él para evitarse el riesgo de asumir su vida con responsabilidad. Fue la tentación de Adán: ¿Para qué trabajar la tierra si con comer la fruta de Dios también él podía ser Dios? Y es la tentación de los cristianos de todos los tiempos: necesitamos un Dios que nos libre del esfuerzo, del trabajo, de las enfermedades, de los riesgos de la vida política, de los enfrentamientos entre los hombres. Fue ésta la tentación de Mahoma cuando fabricó un Dios que pusiera las armas en las manos de sus fieles para que toda guerra contra los pueblos vecinos fuera «guerra santa», y para que los que murieran en ella tuvieran un paraíso lleno de encantos y placeres. Un Dios a la medida del beduino. Jesús no nos dio este Dios, pero nosotros nos encargamos de fabricarlo. La búsqueda de Dios no es ya el camino de la búsqueda de la propia responsabilidad en la construcción de un mundo mejor; es, en cambio, la búsqueda de la receta mágica para que, pudiendo disfrutar holgadamente de la vida en la tierra, tengamos acceso a los gozos divinos en el cielo...

Pues bien, he aquí cómo la religión puede transformarse, por un simple cambio de actitud, en portadora de muerte. Esta religión que promete "el oro y el moro" a sus adictos, tiene rostro de vida, pero mata, ¡y cómo mata al hombre! La otra tentación no es más que la consecuencia de la postura anterior. Sentimos la voz que dice: Y ya que Dios es tan bueno y nos ama tanto, ¿por qué no nos hace los dueños del mundo? Si El es el amo y señor, ¿por qué no participar de ese poder a fin de que todos los hombres le rindan pleitesía? Así se introdujo en las religiones lo que hoy se llama el «poder religioso». También él tiene apariencias de vida y se escribieron innumerables libros para justificarlo «para la mayor gloria de Dios». Ahora la corrupción es total: el poder salvador de Dios se ha transformado en poder de dominación sobre los hombres; la "gloria de Dios", que en la Biblia significa siempre la manifestación de su amor misericordioso y liberador, ahora es la fama y el prestigio de la religión y de los que la practican. El Dios de todos los pueblos es ahora «nuestro Dios», nuestra propiedad privada. Como lo proclama el eslogan de ciertos grupos que andan por estos mundos: «Dios-Patria- Hogar». Lo que significa: todo queda en casa y para nosotros. Que Dios responda a los intereses de nuestra familia, de nuestra raza blanca, de nuestro continente europeo, de nuestra nación, de nuestro partido político, de nuestra Iglesia... ¿Se extraña alguien si en nombre de esta postura religiosa se han desatado los odios más acerbos y las guerras más crueles? ¿Nos extrañamos si con este criterio seguimos insensibles ante la espantosa división de clases sociales, incluso dentro de la misma Iglesia cristiana? ¿Nos extrañamos al comprobar que ahora ya no sabemos relacionarnos con nadie más que con los que piensan exactamente igual que nosotros? Y finalmente -como ha recordado el último Concilio Ecuménico-, ¿nos extrañamos de que, en nombre de los derechos humanos, muchos hayan optado por el ateísmo?

Como los evangelistas después de la muerte de Jesús, así ahora los cristianos, después de veinte siglos de vida y muerte de la Iglesia, y de vida y muerte del hombre, es posible que podamos ver un poco más claro... También es posible que el texto de Mateo que hoy hemos escuchado pueda ser la clave para interpretar acertadamente estos veinte siglos de cristianismo y, sobre todo, para ver con claridad hoy dónde está la vida y dónde está la muerte... Jesús tuvo respuesta ante las insinuaciones del tentador, que con mucha habilidad intentaba cambiar la imagen de Dios por la de un ídolo a semejanza del hombre. Con otras palabras había estado diciéndole: A todo hombre le gusta la comodidad y la buena vida; búscate, por lo tanto, un Dios a esa medida. A todo hombre le gusta el prestigio y la fama; si amas a Dios, El te los proporcionará.

A todo hombre le encanta mandar a los demás y sentirse dueño de cuanto hay a su alrededor... ¿Qué esperas para exigírselo a tu Dios, ya que te sientes su hijo? Todas ellas, tentaciones con rostro de vida. Y Jesús respondió mostrando a un Dios que, a primera vista, tiene cara de muerte. En otras palabras le dijo al tentador: Sé que hay Dios y creo que ese Dios me ha puesto en el mundo para ser yo mismo. El no me da facilidades sino que me exige responsabilidad. Su palabra no es pan barato sino llamada a la opción en la libertad. Su gloria es la de servir al hombre y su poder es la fuerza del amor. Así, pues, a este Dios le rindo culto, y no pienso pedirle nada más que la oportunidad de ser yo mismo hasta el final de mis días. Sé que es Dios, pero no un diosecillo; sé que es Padre, pero no un papaíto. Por lo tanto, sé que existe, aunque siempre tendré la sensación de que estoy solo y de que si yo no respondo por una vida auténtica, nadie responderá por mí. Así, pues, lárgate...

3. Descubrir la muerte, descubrir la vida...

Sólo nos resta sacar algunas conclusiones de un tema que no puede ser agotado en pocos minutos, pues es tan profundo como la misma vida. Primera: Como bien recuerda Pablo en la segunda lectura de hoy, la muerte es una fuerza poderosa que acecha permanentemente al hombre. Afirmar esto parece a primera vista una perogrullada, y en cierta manera lo es. Lo serio del caso es descubrir dónde está la muerte acechándonos. Si el hombre lo supiera a ciencia cierta, fácil le sería escapar a su zarpazo. En efecto, la muerte nunca se disfraza de muerte, y cuando se le cae el disfraz, ya es tarde. Así, por ejemplo, hoy podemos decir por qué la muerte terminó con el pueblo judío en el siglo primero, o con el imperio romano en el quinto; o cómo esa misma muerte llevó a la tumba al cristianismo del siglo quince o lo hizo languidecer en el diecinueve... Pero, ahora: ¿bajo qué disfraz se oculta la muerte que acecha a nuestra cultura occidental? ¿Hay gérmenes de muerte dentro de la Iglesia universal y dentro de la local? ¿Acecha la muerte y bajo qué formas a la familia, al amor entre los esposos, a la convivencia entre los ciudadanos, al futuro de esta sociedad en que vivimos? Y entrando dentro de nosotros mismos: ¿estamos viviendo o muriendo? ¿Somos semilla de vida o de muerte en relación con la comunidad? ¿Es nuestra fe un agente de vida o simplemente un soporífero alucinante? Segunda: Jesús, como hombre nuevo (nuevo Adán puesto a prueba) y como maestro de la sabiduría de la vida, nos trazó un camino, descubrió las trampas de la muerte y la desenmascaró a pesar de que se ocultaba en los lugares y personas más inverosímiles. Nuestra pregunta es ésta: ¿Estamos seguros los cristianos de hoy de que nuestro cristianismo, o sea, nuestra forma de seguir a Jesucristo, es el mismo que él propuso a los apóstoles; sus pertinaces tentadores? Y otra cuestión: ¿Creemos verdaderamente que la palabra y el testimonio de Jesús es auténtica sabiduría de la vida? Si tuviéramos que arriesgar por esta sabiduría de la vida veinte mil pesetas, o cincuenta mil, o un millón..., o todo... ¿lo arriesgaríamos?

SANTOS BENETTI
CRUZAR LA FRONTERA. Ciclo A.2º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1977.Págs. 9 ss.


22.

ESCAPAR DE DIOS

Al Señor tu Dios adorarás...

Escapar de Dios ha sido siempre la gran tentación de muchos hombres. Paul Tillich llega a decir que «el hombre que jamás ha intentado huir de Dios, es el que jamás tuvo experiencia del Dios que es realmente Dios».

Pero, en la sociedad moderna, son muchos los que reprimen, incluso, la pregunta misma sobre Dios y ahogan, de diversas maneras, todo planteamiento religioso. Bastantes se han creado «pequeños dioses» que llenan sus vidas y con quienes conviven con cierta tranquilidad, aun sin poder ahuyentar del todo una vaga sensación de insatisfacción y tristeza.

Otros viven siempre «ocupados», siempre forjando planes, siempre metidos en preparativos, siempre huyendo de lo más profundo de sí mismos, evitando con cuidado cualquier posible encuentro con Dios.

En el fondo, nos resistimos a que Alguien conozca lo que somos y lo que hacemos. Intentamos ocultar las profundidades de nuestra alma a nuestros propios ojos. No podemos soportar un Dios que sea realmente Dios y nos sondee hasta los rincones más oscuros de nuestro ser.

Por eso, son bastantes los que protestan silenciosamente contra ese Dios, desean que no exista, lo rebajan hasta el nivel de las cosas dudosas y huyen hacia el ateísmo. Pero, ¿existe algún refugio último que nos aísle y «defienda» de Dios? ¿No estamos sostenidos y contenidos por algo que es mayor que nosotros mismos, que abarca nuestra vida y nuestra muerte y que está exigiendo nuestra respuesta?

Por un tiempo, podremos arrojarlo de nuestra conciencia, rechazarlo de mil maneras, refutarlo, buscar razones para convencernos de que no existe, vivir confortablemente sin él. Pero, ¿escapa uno de Dios sólo porque trata de olvidarlo? Sin atrevernos a confesarlo públicamente, ¿no seremos los hombres y mujeres de hoy unos «reprimidos religiosos»?

El relato de las tentaciones de Jesús nos invita a hacernos una pregunta decisiva: ¿Cuál es la manera más humana de enfrentarse a la pregunta sobre Dios? ¿Huir de él o buscarlo?

Según Jesús, no se trata de huir de Dios sino de descubrir su presencia amistosa y el rostro de infinita bondad de un Dios que no es nuestro rival, sino el fondo mismo de una fuente creadora de nuestro existir, el destino último al que tendemos misteriosamente. Muchos de nuestros contemporáneos saben en lo secreto de su corazón que necesitan «reconciliarse» con Dios.

JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 35 s.


23.

1. Tentado

Es impresionante ver a Jesús tentado. Entendemos nuestras tentaciones, porque las sufrimos, y somos así. Pero que el inocente Jesús, el siervo obediente Jesús, el lleno de Espíritu Jesús, se vea zarandeado por el mal espíritu es algo inconcebible. ¡Qué débil se nos presenta nuestro Dios! No sólo se humana y se aniña: ¡Un Dios necesitado de protección y ayuda; No sólo se enraiza en familia pobre y obrera y tiene que sudar el alimento de cada día: ¡Un Dios fatigado, despachando los encargos de la gente! No sólo se mezcla con los pecadores y espera en la fila de los que quieren ser bautizados por Juan: ¡Un Dios que asume los pecados del mundo!; sino que acepta en verdad ser mordido por la tentación, se somete al poder de las tinieblas, siente el vértigo de la soberbia y la ambición, el frenesí de la ira y la codicia, la angustia del miedo y la tristeza el éxtasis del placer y del amor.

Pobre Jesús tentado. El desierto es como un anuncio y anticipo concentrado de lo que le esperaba. Se nos presenta agotado física y psicológicamente, solo, hambriento, aturdido. Y empieza la lucha interior. Una lucha que habría de continuar, y que se haría agonía en el huerto. Dudas y gemidos, lágrimas y sangre.

-«Convierte las piedras en pan»

Tienes grandes poderes: aprovéchate de ellos. No tienes por qué pasar necesidad alguna. Y ésta puede ser tu mejor tarjeta de presentación. Ya sabes lo que es el hambre. Pues hay tantos hambrientos que están pidiendo panes al cielo. Es la obra de misericordia más necesaria y urgente. Si el Padre hacía llover el maná en el desierto, ¿por qué no seguir alimentando a todos los pobres del mundo? El Dios que viene a la tierra tiene que empezar por consolar y ayudar a cuantos sufren. «Convierte las piedras en pan». No te cuesta nada y puedes hacer un bien inmenso.

-"Tírate abajo"

Ya bajaste del cielo, hasta el vientre de una mujer, empequeñecido y anonadado. Importaba que fueras enteramente humano. Pero ha llegado tu hora. Debes darte a conocer. Ya. El mundo entero, y especialmente tu pueblo, te están esperando impacientes. Rezan con insistencia que se acorte el tiempo y venga el Mesías; que brote de la tierra o lo lluevan los cielos. Ya es hora de que escuches las súplicas intensas. Las primeras epifanías no dieron resultado. Es bueno escoger el momento y el sitio. La epifanía de Dios no puede ser sino en Jerusalén, «la ciudad santa»: tirarse desde el alero del templo, cuando todos están en oración y espera. Será una manifestación espléndida y convincente. No tienes nada que temer, porque Dios está contigo y millares de ángeles se complacen en servirte.

-«Todo te daré si te postras y me adoras»

Que el pueblo escogido te siga es normal, pero es sólo el principio. Tú has venido a salvar a todos los pueblos y a todos los hombres sin excepción. Tendrás que darte a conocer a todos. Pero no será fácil convencerlos. Entonces habrá que vencerlos. Tu pueblo está humillado y sometido injustamente. Sea liberado ya, porque los pueblos deben ser libres. Roma tiene que ser vencida, y enseguida llegará la paz deseada a todo el mundo. Que se acabe el reino de los hombres y que se imponga el Reino de Dios, el tuyo. Tú serás el rey de reyes. Todo resultará fácil si sigues mis indicaciones. Salve, rey del universo.

Tentado Jesús. Desgarrado, como un hombre cualquiera, por fuerzas contrarias. Y no una vez ni dos, sino a lo largo de toda su vida. El desierto es un momento decisivo, porque se toma una opción definitiva de cara a su ministerio público. Vendrán después otras tentaciones de un mesianismo glorioso, encarnadas en Pedro o en las turbas que le siguen admiradas. Llegará por fin la hora y el poder de las tinieblas. Llegará la hora de la debilidad suma, del miedo creciente, de la repugnancia insuperable, de la angustia mortal, de la lucha "agonía" desesperada, de los sudores de sangre, de los gritos y lágrimas. Lloraría Jesús, gritaría Jesús. ¿Es que se hacía Dios el sordo? Otras veces escuchaba enseguida. «Moisés y Aarón con sus sacerdotes y Samuel... invocaban a Yahveh y El les respondía» (Sal. 99,6). Pero ahora Dios era todo silencio. Gritaba Jesús, temblaba Jesús, lloraba Jesús.

Aquí la tentación no era por el halago, sino por el fracaso. ¿Por qué no le escuchaban? ¿Por qué le traicionaron y vendieron? ¿Por qué había de padecer tanto? ¿Por qué esta horrible muerte prematura? ¿Por qué nadie le defiende? ¿Para qué sirvieron mis palabras? ¿Para qué mi sangre derramada? ¿Para qué un amor tan grande? Y ¿no podía encontrarse otro medio? ¿No bastarían las oraciones y las lágrimas? Y si se necesita la sangre, ¿no bastarían algunas gotas?

Gritó Jesús todas las rebeldías, todas las luchas, todas las incomprensiones, todos los desgarros humanos. Gritó Jesús todas las rabias, desesperaciones, frustraciones, impotencias, fracasos y vacíos de la gente. Gritó Jesús todos los miedos, repugnancias, vergüenzas, tristezas, soledades, abandonos y traiciones de los débiles. Gritó Jesús todas las torturas, pasiones, sufrimientos, llagas, sangre, de los perseguidos. Gritó Jesús todos los dolientes por qué y para qué del hombre.

Tentado Jesús. Le costó vivir para los demás, aceptar la condición de siervo, alimentarse exclusivamente con la Voluntad del Padre, entregar su vida en plenitud, padecer y morir en la cruz. Sintió la rebeldía de su carne y de su espíritu. Todos los malos espíritus tentaron a Jesús.

2. Victorioso

Jesús venció todas las tentaciones. No porque fuera un superhombre, sino porque se llenó con la fuerza santa del Espíritu. El Espíritu bueno lo sostiene y pacifica, le conforta e ilumina. Pero no es cuestión de sentimientos. Lo que siente Jesús en ciertas ocasiones es pura debilidad y repugnancia. Diríamos que sólo le quedaba una cosa: le quedaba la palabra. Palabra con la que se ha compenetrado y ha hecho propia vida. La palabra será su gran armar ofensiva y defensiva:

- «Está escrito, no sólo de pan vive el hombre.»

- «Está escrito, no tentarás al Señor tu Dios.»

- «Está escrito, al Señor y sólo al Señor adorarás.»

Esa palabra escrita, esa palabra que sale de la boca de Dios es su savia más intima, es su propia sustancia, es él mismo, y es su último asidero. «Está escrito». Cuando ya no se sabe nada ni se puede nada ni se siente nada, queda la palabra. Cuando ya no quedan razones seguras ni convicciones sentidas ni decisiones firmes, queda la palabra. Y la palabra, toda la palabra se condensa en una palabra que es amor y vida comunicada: «¡Hijo mío!». Y a esta palabra creadora el Hijo responde con otra palabra, que es oración y grito victorioso: «¡Abba: Papá!»; y estos dos palabras dichas ininterrumpidamente, como el aliento que se respira, como el latido de cada corazón.

Vence Jesús desde la palabra hecha oración. Cuando aconsejaba a sus discípulos: «Velad y orad porque el espíritu está pronto, pero la carne es flaca», sabía bien lo que decía. Oró Jesús diciendo incansablemente «Padre».

- «Padre, si es posible», rezaba con gritos y con lágrimas.

- «Padre, no lo que yo quiero», rezaba entre sudores y sangre.

- «Padre, ¿por qué me has abandonado?» rezaba con duda y con angustia.

- «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», rezaba con desgarro y confianza victoriosa.

-Amor hecho obediencia y entrega

Humanamente es posible que en algún momento llegara Jesús a no entender nada: «Si es posible...»; «¿por qué me has abandonado?», aunque esta última expresión sea más bien la cita de un salmo, que termina lleno de confianza. Pero en medio de esta oscuridad Jesús sigue entregándose al Padre; sigue reiterando su sí y ya no se vuelve atrás. «Aquí estoy», dijo al principio al entrar en este mundo, y «a Ti voy», dirá al salir del mundo. Se puso en las manos del Padre con una confianza infinita.

Vence Jesús desde el amor. Un amor hecho obediencia y entrega. No se buscaba a sí mismo, sino que vivía para el Padre y para los demás. «Aprendió sufriendo a obedecer». Se entrega para que otros vivan. Antepone el bien de los hermanos a su propia satisfacción (Hb. 5 y 12).

El Hijo del hombre venía a desandar los caminos de los hijos del primer hombre, Adán. No quería ser como Dios, sino siervo de Dios. A la ambición opone el desapego del desierto. Al árbol del paraíso opone el árbol de la cruz, en el que se encuentra la verdadera sabiduría. Jesús se convertiría así en el nuevo Adán y daría origen a una nueva raza de hombres: los que se niegan a sí mismo y viven para los demás. Hombres libres que viven en el amor. Con ellos el mundo volverá a ser un paraíso, donde Dios volverá a pasear con los hombres.

3. Nuestras Tentaciones TENTACION/IDOLATRIAS 

-"Seréis como Dios" «Todo esto te daré, si postrándote, me adoras»

Es la tentación radical de todo hombre. Es la manzana del poder, de la gloria, de la autosuficiencia y la autonomía. «Ni Dios ni amo. Yo» (·Nietzsche-F). Sentimos muchas veces como si Dios nos estorbara y nos achicara. Sería mejor que Dios no existiera, para que pudiéramos llegar a ser nosotros mismos. La primera idolatría es la del propio yo. ¿Qué estamos dispuestos a dar por un poco más de poder, de gloria, de fama? ¿Qué sentimos cuando nos aplauden, nos alaban, nos adulan? ¿Cuál es el contenido último de muchos de nuestros sueños, sea que soñemos dormidos, sea que soñemos despiertos? ¿No se nos van los ojos tras los que triunfan y los que brillan? ¿No desearíamos ser siempre los protagonistas? ¿Conoces y reconoces el por qué de tus envidias? ¿Por qué nos cuesta aceptar cariñosamente nuestras propias limitaciones? Y dentro mismo de las actitudes religiosas, ¿no soñamos todavía con una santidad prometeica, labrada a golpe de nuestro esfuerzo? ¿No acariciamos la aureola de nuestras propias bondades y perfecciones? ¿No exigimos a Dios sus bendiciones y recompensas? ¿No nos miramos comparativamente y nos juzgamos mejores que los otros? La misma tentación comparativa vale para los grupos religiosos, comunidades y parroquias.

-Haréis como Dios. Como el Dios de las batallas y las victorias. Como los dioses del Olimpo. Un dios violento e intolerante, que se manifiesta con fuerza y con gloria, venciendo y deslumbrando. La gloria y la violencia. Dejo aparte la tentación grosera de Caín, que nos lleva a toda clase de guerras. Hay otra tentación que se refiere más a los medios que a los fines. Para conseguir nuestros objetivos, no dudamos en acudir al poder, a la fuerza, a la recomendación, a la imposición, a la economía y demás poderes fácticos. Para erradicar, por ejemplo, la delincuencia y el terrorismo, ¿no sería mejor el castigo ejemplar, la pena de muerte, las cárceles represivas? Para terminar con los escándalos y la propagación de los errores, ¿no sería buena la censura y las leyes del silencio? Para predicar a Cristo y establecer el Reino de Dios ¿no seria bueno el poder del dinero, de la política, de la cultura, de la técnica?

Todas estas tentaciones es una sola tentación: «Tírate abajo»; «eso, lejos de ti»; «sé nuestro rey»; «manda caer fuego del cielo»; «¿utilizamos la espada?; «haz una señal»; «baja de la cruz».

-Viviréis como Dios. Es la manzana del placer y del consumo. "Haz que estas piedras se conviertan en pan". EI mundo cosificado. Multitud de cosas «atrayentes y deseables». Objetos «apetitosos», agradables a la vista y al paladar: alimentos, vestidos, máquinas útiles y divertidas, todos los tesoros y el esplendor del mundo concentrado en los comercios y los grandes almacenes, presentados en escaparates y pantallas universales, ofrecidos en la mano y en la boca del consumidor. Las mismas personas cosificadas: objetos para el placer o la vanidad o la utilidad. Y el espíritu susurrando: «consigue estas cosas y se te abrirán las puertas del paraíso. Tienes derecho a gozar de la vida». Demasiado evidente esta tentación para hacernos preguntas. Sólo una quiero hacer: Para poder vivir nosotros como Dios, ¿a cuántos hermanos nuestros castigamos a vivir como pobres diablos?; para poder vivir nosotros placenteramente, ¿cuántos han de vivir desgraciadamente?; para poder tener nosotros más y más cosas superfluas, ¿a cuántos privamos de las necesarias?; para poder vivir nosotros divinamente, ¿cuántos han de vivir miserablemente?

-Nuestra victoria. Sólo, como Cristo, con la palabra, desde la oración, desde la fe y desde el amor. Dejar que el Espíritu de Dios sea el que nos hable y nos mueva. Vigilar y orar para no ser engañados y arrastrados por el mal espíritu. No confiar nunca en nuestra capacidad y nuestra fuerza. Pedir sinceramente a Dios que no nos deje caer en la tentación y que nos libre de todo mal. Hacer de la oración el respiro del alma y alimentarse cada día con el pan de la palabra. Abrirse a los hermanos y dejarse aconsejar por ellos. Dejar que Cristo, el que fue tentado y venció en la tentación, viva interiormente en nosotros.

IDEAS PRINCIPALES PARA LA HOMILÍA

1. Cristo, el Hijo del hombre, sufrió en su carne y en su espíritu, los hachazos de la tentación; quiso llegar hasta los límites últimos de la debilidad.

2. Sus tentaciones son las tentaciones universales del hombre y del pueblo de Dios: el poder, el tener, el placer, la autosuficiencia, la violencia, y el consumo; el querer ser, actuar y vivir como Dios.

3. Cristo venció la tentación desde la oración, la fe y el amor. La palabra es su arma definitiva. El nos enseña y capacita para vencer también nosotros toda tentación.

CARITAS
UN CAMINO MEJOR
CUARESMA 1987. Págs. 25-30


24.

EL CAMINO DE LA VIDA NO TIENE ATAJOS

Para todo aquel que busca la felicidad, la plenitud de su ser personal, la realización o la santidad, acercándose al modelo bajo el cual fue diseñado, ser imagen y semejanza de Dios, Cristo es su referente. Lo que sintió sentiremos, lo que predicó aprenderemos y por donde pasó pasaremos. Él es el modelo, el camino, la verdad y la vida.

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser. tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.

El desierto es el lugar y la ocasión del encuentro del hombre consigo mismo y con Dios. Es el lugar de la oración y la ocasión de medirse con sus propias fuerzas. Las tentaciones son los atajos que se nos ocurren para recorrer nuestros caminos y alcanzar las metas sin esfuerzo o haciendo trampa.

Y el tentador se le acercó y le dijo:

El diablo no nos tienta a desear cosas malas, sino buenas pero por el camino indebido. Os pongo un ejemplo: el dinero es un bien, nadie va a decir lo contrario, sirve para causas nobles; la tentación será acceder a él por el robo, la distorsión, el chantaje o la mentira, todo menos ponerse a trabajar honradamente. El tentador presentó a Cristo la oportunidad, ocasión o tentación de alcanzar cosas buenas, para ellas vino al mundo, pero evitándose toda cruz o dificultad.

«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».

Le está diciendo: Utiliza el poder que tienes y evítate el camino tortuoso de la pobreza. Usa y abusa de tus capacidades y hazte mesías liberador en lo material. Llena los estómagos de las gentes, que coman sin trabajar, y te seguirán donde vayas, serás dueño de su espíritu y de su voluntad.

Pero él le contestó diciendo: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

O lo que es lo mismo: Sólo de pan muere el hombre cuando vive sólo para el pan.

«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras».

Le dice: Hazte espectacular, deslumbra con tus poderes, manipula lo divino. Conquista la fe a golpes de milagro. Utiliza a Dios y sus poderes poniéndolos a tu servicio. Sé tú el administrador de Dios en este mundo así justificarás tus acciones u omisiones en su nombre.

Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios».

El Señor tu Dios no es un curalotodo ni el duende de la lampara maravillosa.

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos de este mundo y su esplendor le dijo: «Todo esto te daré si te postras y me adoras».

MASA/LIDER: Le invita a conquistar el poder, la gloria, el aplauso. Le incita a ser un triunfador, a manipular conciencias al precio que sea. Es la forma más fácil de conseguir que la gente esté a sus pies y encima que le den el voto cuando se lo pida; pues los hombres no necesitan utilizar la cabeza, les basta con seguir a un cabecilla.

Entonces le dijo Jesús: «Vete Satanás, porque está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo le darás culto "».

A los hombres les basta con seguir a un cabecilla; pero con el tiempo le suelen cortar la cabeza. Siempre pasa lo mismo, no hay caudillo que mil años dure. El hombre nace para vivir arrodillado ante Dios o ante los dioses. O lo hace ante Dios y relativiza a los dioses o éstos le absorberán y tiranizarán. Solamente por reírnos de los falsos absolutos, mejor: absolutitos, que la vida nos va presentando o que nos vamos creando creyendo que nos van a dar un paraíso, pero que acaban haciendo de nuestra vida un infierno, ya vale la pena arrodillarse ante Dios, porque sólo entonces nos sabemos y sentimos libres.

Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que los ángeles se acercaron y le sirvieron.

VOCACION/ORACION: Todo hombre cuando viene a este mundo lo hace con una vocación que descubrir y llevar a cabo. Las vocaciones no se eligen ni se discuten, se asumen o no. Para aclarar su vocación Jesús de Nazaret fue llevado al desierto. Cuando uno está solo y a solas consigo mismo, trabajándose para conocerse y autocriticarse, (tarea esta que es previa a todo proyecto, misión o vocación que cumplir), toma conciencia que en su persona hay un conjunto de factores fundamentales, podríamos decir que esenciales a su ser individual, que se escapan a su control, que él no gobierna, tales como la genética, la cultura y la geografía en las que nació, etc. que le hacen ser como es y ante los cuales no pudo optar. En él hay gran parte de azar o providencia, tanto o más que de decisión deliberada y responsable. Pero también toma conciencia de que su personalidad está formada por otro tipo de factores que podríamos llamar secundarios y que caen dentro del campo de su control y gobierno. Tales como el ejercicio de su libertad, de la responsabilidad, la educación de su voluntad, la moral de trabajo, etc. Estos factores que están a tu servicio a poco que les apliques atención para entender, comprender y aprender de la historia y que si vas hacia ellos con prudencia, tecnología y esfuerzo están a tu disposición siempre y de forma positiva.

En el campo de la personalidad más que acudir a la oración hay que ponerse manos a la obra con toda la voluntad del mundo. Aquí que no está claro lo de la oración es justamente donde la gente se aplica a rezar y enciende cirios o quema inciensos: ¡Que me aprueben un examen! ¡Que me salga la lotería! Cuestiones que se resuelven con esfuerzo, técnica o dinero. Donde hay que aplicar oración es en los factores esenciales y fundamentales de la persona para desentrañar el misterio de tu vocación o destino. La oración es el medio a nuestro alcance para saber: ¿Quién soy? ¿Qué vivo? ¿Para qué vivo? Y para discernir qué debo hacer, dónde y como servir. De todo esto nos da Jesús ejemplo en el desierto. Quien no busca tiempo de desierto o es más listo que Jesús o no anda por sus sendas.

La oración, el desierto, es el tiempo que me tomo para desenmascarar los falsos dioses que me voy creando y a los que mi corazón se va adhiriendo. Los falsos ídolos o absolutos que absorben mi vida y que me impiden ser en autenticidad. La oración es el método o instrumento de trabajo con que cuento para no engañarme a mí mismo a la hora de decidir y discernir de cara a un futuro. Para no confundir felicidad con facilidad, bondad con legalidad o el amor con un querer para mí egoísta. La oración es el descanso o descargo de mis dudas, de mis errores, de mis terrores porque sé que sólo rezando revivo la esperanza y la paz interior de saberme en los brazos de Dios.

Ante su futuro el hombre es un animal que sueña y si acaba adorando más a sus sueños que a su propia realidad, la estropea. Por la oración nos divorciamos de los sueños para casarnos con la realidad. El desierto, la cuaresma, es el tiempo de prepararse para el despertar de la Pascua

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 26-30


25.

- La importancia de este tiempo que iniciamos

Iniciamos hoy un camino. Un camino muy importante, un camino que merece la pena tomárselo en serio, pues puede aportarnos mucha felicidad. Un camino que repetimos cada año. Y seguro que recordamos que, los años que hemos intentado vivirlo de verdad, hemos constatado que había merecido la pena.

Iniciamos el camino de la Cuaresma, camino que nos conducirá hacia la Pascua. Ni en la calle ni en la tele se nota para nada que estemos en Cuaresma. Y porque no se nota y el ambiente no ayuda, se trata de que cada uno de nosotros se haga el propósito firme de vivirla de verdad. Cada cual se ha de hacer su propio "programa" personal de Cuaresma.

- Un camino que aporta felicidad, pero que no es fácil

Antes hemos afirmado que vivir este camino nos puede aportar mucha felicidad. ¿Por qué? Porque Jesús da felicidad. Creer en él, amarle, seguirle, intentar vivir como él, eso es la fuente mayor de felicidad. Y la Cuaresma consiste precisamente en esto: se trata de un tiempo en el que de manera especial resuena esta llamada a seguir a Jesús, a caminar junto a él, a transformar nuestras vidas para acercarnos a él. Para poder celebrar de forma auténtica y verdadera su vida nueva, su Pascua.

Pero atención. Afirmar que este camino, esta conversión que ahora nos proponemos, es fuente de felicidad, no significa que sea algo fácil. Más bien no lo es: más bien es exigente e incluso, a veces, duro.

Así nos lo han recordado las lecturas de hoy, y el evangelio nos lo ha escenificado de manera muy clara, al mostrarnos a Jesús rechazando las proposiciones de vida cómoda y de éxito fácil que Satanás le dirigía. Se trata de las mismas tentaciones que tenemos nosotros, las tentaciones realmente importantes y decisivas. Porque nosotros, como Jesús, somos gente con ganas de vivir la fe y la Buena Noticia de Dios. Pero nos ocurre que a menudo hay otras cosas que nos atraen más, y pasan por delante de nuestros deseos de seguir el camino de Dios. Muchas veces, lo que realmente deseamos y buscamos es vivir cómodamente y sin complicaciones, o quedar bien y ser bien considerados, o imponer sea como sea aquello que nosotros creemos y queremos... Estas son nuestras tentaciones, éste es el mal que hay en nosotros y que nos priva de acercarnos a Jesús.

- Los criterios de Jesús, nuestros criterios

Jesús dedicó su vida entera a anunciar la Buena Noticia de Dios y a ofrecer el amor de Dios a todos, y sobre todo a los pobres. Pero para hacerlo, tuvo que renunciar a la vida tranquila que podría haber disfrutado en su pueblito trabajando de carpintero, of icio que sin duda dominaba bien. Y no quiso buscar nunca el éxito fácil y el aplauso de la gente, porque esto no sirve para transformar los corazones sino tan sólo para quedar satisfecho. Y no quiso, tampoco, imponerse por la fuerza ni obligar a nadie a aceptar su mensaje, porque esto habría sido contrario al amor de Dios que anunciaba...

Jesús eligió este camino, y no el que Satanás le proponía. Y por eso, su vida consistió en vivir y anunciar el amor a Dios y el amor a los demás, y mantener este amor como único objetivo realmente importante, el objetivo que determinaba su manera entera de obrar. Y que comportaba, por la misma razón, luchar contra todo aquello que estuviera en contra: tanto el propio afán de comodidad, de éxito y de poder, como la maldad y la injusticia que pulula por el mundo.

La Cuaresma es una invitación a vivir de la misma manera que Jesús vivía. Invitación a tener como objetivos de nuestra vida el amor a Dios y el amor a los demás; y una invitación a combatir todo aquello que, en nosotros mismos y en nuestro mundo, impide este amor. Caminar con Jesús es siempre motivo de gran alegría, es siempre motivo de gran felicidad. Esta será nuestra experiencia a lo largo de esta Cuaresma. La viviremos reuniéndonos aquí cada domingo (y a poder ser cada día) en la Eucaristía, y la viviremos cada cual en cada uno de los momentos de su vida, al ser fieles a los compromisos concretos que decidamos marcarnos. Y la viviremos, con gran gozo, en la culminación de este camino, en la noche santa de Pascua.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1999/03-45


26.

- AMBIENTE CUARESMAL

Hoy empieza prácticamente la Cuaresma para la mayor parte del pueblo cristiano. ¿No se podría imponer la ceniza, al menos en las eucaristías de este domingo adelantadas al sábado, a los que de ninguna manera han podido participar en la del miércoles? (En la revista romana "Notitiae" publicaron en 1995 una pastoral del cardenal Oviedo, de Santiago de Chile, en que proponía esto para su archidiócesis).

Recordar lo que ya decíamos el miércoles de ceniza sobre la ambientación más propia de este tiempo: el color morado, la ausencia de flores, el silencio del aleluya y del Gloria y de los instrumentos musicales, si no hacen falta para sostener el canto. Unos posters a la entrada de la iglesia pueden recordarnos el programa cuaresmal-pascual al que es invitada toda la Iglesia. Una hermosa cruz podría situarse en lugar de honor, cerca del ambón de la Palabra, adornada con un paño morado o granate y una rama de laurel. El repertorio de cantos debe cambiar. El canto de entrada ha de ser de Cuaresma y conversión. O bien, cantar cada domingo las Letanías de los Santos, que ya incluyen el acto penitencial. En el salmo responsorial, cantar la respuesta comunitaria a cada estrofa. Como aclamación antes del evangelio, cantar, por ejemplo: "Señor, tú tienes palabras de vida eterna". La aclamación memorial, durante los noventa días de Cuaresma-Pascua, podría ser "Cristo se entregó por nosotros. Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor".

- INVITACIÓN A LA LUCHA CONTRA EL MAL

Las lecturas de hoy presentan una clara unidad. Tanto la primera escena del Génesis como la carta de Pablo como el evangelio, subrayan la lucha, la tentación, la presencia del mal en nuestra existencia. Empezamos el camino a la Pascua con el "negativo" de la vida pascual, el pecado. Nos viene bien constatar que el mal existe en el mundo, en la Iglesia y en cada uno de nosotros. Es un ejercicio de humildad y realismo que nos hace bien a todos, niños, jóvenes y mayores. Para que no nos dejemos engañar como el primer Adán, sino que nos unamos a la fidelidad y a la victoria del segundo Adán, Cristo Jesús.

El pecado de Adán y Eva es el prototipo de tantos fallos que cometemos nosotros contra la alianza de Dios y su proyecto de vida. Los textos de hoy denuncian este mal como algo anti-pascual y anti-cristiano. El pecado social y también el personal de cada uno. Cuaresma, como preparación a la vida nueva de la Pascua, es una llamada a la conversión, al cambio de mentalidad y dirección en nuestra vida de seguidores de Jesús, para aceptar la novedad de vida que él nos quiere comunicar en esta Pascua de 1999. Tal vez no hará falta detenerse demasiado en la exégesis del pecado primero, ni tampoco en la explicación de las tentaciones de Jesús en el desierto. Pero sí interpelar y ejemplificar sobriamente sobre las varias tentaciones que sufre el cristiano, cada uno en su ambiente y estado de vida. El salmo ("Misericordia, Señor, hemos pecado") y la lectura de Pablo nos ayudan a sentirnos metidos, cada uno de nosotros, en esa historia a veces dramática de la lucha entre el bien y el mal.

- UN PROGRAMA EN CUATRO TIEMPOS

Podemos ver la dinámica de las lecturas de hoy:

Génesis: en aquel tiempo / Adán / conducido al jardín / tentado por la serpiente / no escuchó la Palabra / comió del fruto prohibido / y se dio cuenta que estaba desnudo / y fue arrojado del paraíso.

Evangelio: en aquel tiempo/ Cristo /conducido al desierto / tentado por el demonio /escuchó a Dios / no comió, ayunó / y venció / y los ángeles le servían.

Pablo: la muerte reinó desde Adán / pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia / y si por culpa de uno todos fueron pecadores / por la obediencia de uno todos son justos.

Homilía: hoy / nosotros / conducidos al desierto de la Cuaresma / tentados / ¿escucharemos la Palabra? / ¿ayunaremos, nos convertiremos? / venceremos / y donde abundó el pecado, sobreabundará la gracia de la Pascua.

En este nuestro mundo, a veces jardín y a veces desierto, acosados por no pocas tentaciones, damos inicio a nuestra subida a la Pascua con Cristo. Es "subida" y por tanto supone fatiga y lucha. Arriba está la cruz y la nueva vida de Cristo: su Pascua. Cuaresma es un tiempo comprometedor, estimulante. Pero sólo nos conducirá a un "aleluya" cantado con autenticidad si también nosotros tomamos con seriedad el camino que siguió con fidelidad Cristo Jesús.

J. ALDAZÁBAL
MISA DOMINICAL 1999/03-41


27.

1. Lecturas de la Misa del día : Génesis 2, 7-9 ; 3, 1-7 : Dios crea al hombre, libre; y el hombre, soberbio, peca.

"Dios modeló al hombre de arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida...; plantó un jardín.. y colocó en él al hombre..; e hizo brotar toda clase de árboles...; además, el árbol de la vida en la mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal... Y le dijo: comed los frutos de los árboles..., excepto el fruto del árbol que está en la mitad del jardín..."

San Pablo: Carta a los romanos 5, 12-19 : Pecadores, en Adán; salvados, en Cristo.

"...Así como por la desobediencia de un solo hombre, ADÁN, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, {CRISTO}, todos serán constituidos justos"

Evangelio según san Mateo 4, 1-11 : Ayuno de Jesús y tentaciones en el desierto.

"Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, y fue tentado por el diablo, después de ayunar cuarenta días:

- Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan...

- Si eres Hijo de Dios, tírate abajo {del templo}...

- Todo esto te daré si, postrado, me adoras..."

2. Motivos cuaresmales de esos textos.

Idea dominante de esta liturgia de la palabra es la vida del hombre contemplada desde varias perspectivas:

Como obra predilecta de la creación: hombre, ser inteligente y libre, imagen del Creador

Ser autónomo en el ejercicio de su libertad: sabedor del bien y del mal: apto para dar gloria al Creador, acatando sus designios, y para traicionarle,sustrayéndose a su voluntad.

Constituido de tal forma que puede ser atraído poderosamente tanto por la belleza del bien (a veces costoso de alcanzar o mantener) como por la fascinación del mal (que cautiva o endiosa a veces fácilmente).

Puesta en esa tensión entre el poder de atracción del bien y el del mal, la conciencia humana, si quiere ser fiel a Dios y a sí misma, necesita poner y encontrar su felicidad íntima, espiritual, en gozar de la armonía profunda entre su ser-actuar y la mente-voluntad de Dios, aunque ello suponga sacrificios. Tiene que optar, radicalmente, por el bien, por Dios.

Y esa actitud positiva, radical, valorativa del bien como codiciable tesoro, tiene que nutrirla, alimentarla, cultivarla mediante el ejercicio de las virtudes u honestidad habitual. En el hombre hay energías suficientes para ello, pues no somos tan esclavos del mal como para darnos por vencidos, y , además, porque donde abundan las malas pasiones o tentaciones peligrosas sobreabunda la gracia o ayuda de Dios.

3. Tres tentaciones del mal.

Cualquier predicador se hará en este momento la pregunta de rigor : ¿cuáles son las tentaciones dominantes del hombre, bajo la atracción del mal que le fascina?

En la anticipación de respuesta, puede reducirlas a tres :

Primera: deleitarse en la vida, cebándose en la posesión de bienes materiales, que son frutos inmediatos de las cosas, sin reparar siquiera en los medios para adquirirlos. Lo cual conlleva una tentación loca: Yo, sumando los bienes, puedo ser como un pequeño dios.

Segunda: inflarse de soberbia y presunción, como diciéndose: yo soy el mejor; con hombres como yo tiene contar el mismo Dios, que se dice mi Padre. Lo cual conlleva esta nueva tentación loca: Yo soy un privilegiado ante Dios; los demás valen poco ante Él.

Tercera: cultivar el afán de dominio o poder sobre los demás, aunque para ello tenga que pactar con el dinero, con el engaño, con la opresión,.. con el diablo. Su loca tentación le invita a decir: Yo quiero ser señor que dicta el bien y el mal.

4. Tentaciones, simbólicas, de Jesús

4.1. Seguidamente, el predicador mostrará que las tentaciones de Jesús en el desierto coinciden con esa anticipación y que tienen carácter simbólico, es decir, que sintetizan y hacen presentes todas las tensiones violentas del mal en el hombre alocado: afán de bienes, latigazo de orgullo, hambre de poder.

4.2. Pero, al mismo tiempo (para advertir que hemos de luchar contra el mal y que podemos vencerlo, si queremos), mostrará también cómo el espíritu del mal, el diablo, se equivocó y dio golpes contra la roca cuando tentó a Jesús sin percatarse de la solidez granítica de sus actitudes virtuosas, pues era Hijo de Dios dispuesto a secundar la voluntad del Altísimo. Veámoslo plásticamente las claves de ese error del maligno.

4.2.1. El diablo, tentador, sugiere: "Si eres Hijo de Dios (soberbia), di que estas piedras se conviertan en pan (poder, posesión) ." Supone falso espíritu en Jesús.

. Jesús habla otro lenguaje:

"Te doy gracias, Padre, por haber revelado esto a los humildes..".

"Padre, siento compasión de la muchedumbre..."(Mc 6,34) "No sólo de pan vive el hombre..."

Error: Jesús no tiene hambre de pan sino de almas

4.2.2. Diablo: "Si eres Hijo de Dios (soberbia), tírate abajo... {Dios} encargará a sus ángeles que cuiden de ti (eres el más grande, el importante)"

. Jesús habla otro lenguaje de humildad:

"¡Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz..."(Mc 14, 36)

"No tentarás al Señor, tu Dios".

Error: Jesús oraba así: .."¡Padre, que se haga tu voluntad!"

4.2.3. Diablo: "Todo esto te daré (ambición, dominio) si, postrado, me adoras"(falso dios)

. Jesús siguió otro camino:

"Y el Verbo se hizo hombre (anonadamiento)... Y los suyos no le recibieron..." (Jn 1,11.14).

Error: La humildad de Jesús es fidelidad al único Dios

5. Lección de vida

Bueno será que, siquiera al final, el predicador subraye algunos rasgos de la actitud que debemos tomar en nuestra vida cristiana y humana:

Asumida por el hombre su condición pecadora (Yo, pecador), en sus manos está, con la gracia, arrepentirse y, con propósito de enmienda, lanzarse a hacer vida nueva en el amor.

¿Cuáles son hoy las muestras de esa condición pecadora humana? EGOISMO, AFÁN DE DOMINIO, INSOLIDARIDAD, CONSUMISMO DESMEDIDO, INJUSTICIAS....

Y ¿cuáles son los cauces de vida que debemos aprovechar? RECONOCER LA VERDAD, CONFESARLA, DEJARNOS GUIAR POR EL ESPÍRITU DE CARIDAD...

·DOMINICOS
Comisión de Predicación
Convento de San Gregorio
Valladolid


28. 13 de febrero de 2005
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION

EL HOMBRE NO PUEDE VENCER LA TENTACION SIN LA GRACIA DE CRISTO.

     1. La Iglesia quiere actualizar la actitud de los antiguos catecúmenos y de los penitentes públicos. Característico del catecúmeno era su afán de instruirse en la doctrina y el deseo de preparación para recibir la gracia salvífica del bautismo. Para eso estaba durante mucho tiempo -sobre todo en la cuaresma- entrenándose para ser buen cristiano. La cuaresma era un cursillo de formación para recibir el bautismo. Estas disposiciones debemos imitar los cristianos de hoy en la Cuaresma.

            2. En la primera oración hemos pedido que las celebraciones de la cuaresma nos lleven a una conversión auténtica para llegar a conseguir una más profunda inteligencia del misterio de Cristo. Las lecturas nos han introducido en el misterio. La primera pareja humana hace entrar el pecado en el mundo al ceder ante el tentador. Los israelitas en el desierto también sucumbieron a la tentación. Cada uno de nosotros hemos experimentado y seguimos experimentando la tentación. Jesús, vence las tentaciones en el desierto y las soporta durante toda su vida, hasta la muerte, y así nos salva del pecado y nos da la vida, y se convierte en el modelo que deben imitar y seguir sus discípulos.

            2. Cuando Jesús fue bautizado por Juan, oyó la voz del Padre: "Tú eres mi Hijo, el amado, en tí me complazco" (Mc 1,11). Isaías ha anunciado un enviado de Dios que reunirá al pueblo y le merecerá el perdón y la salvación. Lo mismo que el pueblo elegido y en función del mismo, es elegido el Mesías: "He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien me complazco; sobre él he puesto mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones" (Is 42, 1). Su sufrimiento y terribles humillaciones, aceptadas generosamente, le conducirán al triunfo con el que asociará a todo su pueblo: "He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes mesaban mi barba; no he hurtado mi rostro a la afrenta y a los salivazos..." Is 50,6). "He aquí que mi siervo prosperará. Y si muchos se habían horrorizado al verlo -tan desfigurado estaba su semblante que no parecía hombre, -muchos pueblos se llenarán de asombro, porque verán un suceso no contado jamás y contemplarán algo inaudito" (Is 52,13). "¿Quién creerá lo que oímos decir?... Despreciado, desecho de los hombres, varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento, ante quien se oculta el rostro, era despreciado y desestimado. Con todo, eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores los que le pesaban, mientras nosotros le creíamos azotado, herido por Dios y humillado. Ha sido traspasado por nuestros pecados, deshecho por nuestras iniquidades; el castigo, precio de nuestra paz, cae sobre él, y por sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros, como ovejas, andábamos errantes, cada cual siguiendo su propio camino. El Señor ha hecho recaer sobre él la iniquidad de todos. Era maltratado y se doblegaba y no abría su boca; como cordero llevado al matadero, como una oveja muda y sin abrir la boca ...ante sus esquiladores.. Herido de muerte por los pecados de mi pueblo... Quiso el Señor destrozarlo con sufrimientos. Si él ofrece su vida en expiación, verá descendencia, prolongará sus días... Después de las penas de su alma, verá la luz y quedará colmado. Por sus sufrimientos mi siervo, el justo, justificará a muchos y cargará sobre sí sus iniquidades. Por eso le daré multitudes por herencia, por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los malhechores, él, que llevaba los pecados de muchos e intercedía por los malhechores" (Is 53). Su misión es liberar al mundo del demonio.

            3. Jesús va a comenzar su actividad de apóstol y está decidido a actuar con plena normalidad. Después de la preparación remota de largos años de oscuridad, humildad y pobreza, en el ámbito de una familia totalmente normal, la preparación inmediata en el desierto de Judea, a donde se dirige desde el Jordán, cerca de Jericó, montaña arriba, escarpada e inhóspita. Me encanta imaginar a Jesús trepando por aquella escarpada ladera con el esfuerzo parecido al que a nosotros nos supondría la subida, sudando, -Jericó está a mas de 1000 m bajo el nivel del mar- y sentir el jadeo de su respiración. Y oir el rodar de las piedras desprendidas por sus pies hasta las profundidades de la sima, y escuchar el eco de su rebote. Una vez en la cumbre, busca un lugar donde vivir durante cuarenta días, y comienza su oración intensa, concentrada y silenciosa, en aquella soledad, sin comer ni beber nada.

            6. Jesús, educado por la teología de Israel, desde niño se vio acogido y envuelto por una atmósfera espiritual impregnada por el Absoluto, el Eterno, el Sin-Nombre, el Incomprensible, el Eterno. Su madre lo llevó a la sinagoga en brazos y comenzó a oir y aprender la Ley y los Profetas. A cubrirse la cara con las manos cuando se nombraba a Yavé. Dios es el Todopoderoso.

            7. El Hermano León le pide a Francisco que escriba lo que siente de Dios. Y Francisco con su derecha llagada escribió con dolor: "Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, grande, altísimo. Tú eres el Bien, todo el bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero. Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría. Tú eres humildad, paciencia, seguridad. Tú eres quietud, gozo, alegría. Tú eres hermosura, mansedumbre. Tú eres protector, custodio, defensor. Tú eres nuestra fortaleza y nuestra esperanza. Tú eres nuestra gran dulzura. Tú eres nuestra vida eterna, grande y admirable, Señor".

            8. Jesús va a las montañas. Dice Marcos: "Jesús se quedó en el desierto cuarenta días; vivía entre alimañas" (1,13). Es el nuevo Adán, solo en el paraiso entre las bestias. Jesús había pasado noches enteras en los montes de su pueblo. Si un hombre no está acostumbrado, no se mete durante tanto tiempo en ese paraje. Luego Jesús tenía costumbre. En esas largas conversaciones y silencios con Dios, ha ido descubriendo que Dios, no es ante todo Justicia, sino Misericordia; es ternura, perdón, cuidado, cariño... El sensibilísimo Jesús descubre que el primer mandamiento se ha convertido en dejarse amar por el Padre. Así es como podrá revelar al Padre: "Pedid y recibiréis". "¿Qué comeremos?" "Mirad lo lirios del campo". "Un hijo pródigo". "Mirad los pajaritos..."

            Jesús es fiel al empuje, a la moción del Espíritu. Nosotros debemos también ser dóciles al Espíritu que nos llama al Exodo, a la Cuaresma, al desierto, al recogimiento, a la escucha de la Palabra, a la oración.

            9. Jesús fue tentado, y lo será durante toda su vida: "No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades, sino al contrario: tentado en todo, como semejante nuestro que es, pero sin pecado" (Hb 4,15). Jesús fue tentado en el hambre y la sed, en el frio y la fatiga, en éxitos clamorosos y en fracasos desalentadores, en la inoportunidad de las gentes, en la soledad y en la incomprensión de sus más cercanos, y en la hostilidad de los gobernantes: Por eso dice a sus discípulos: "Vosotros habéis permanecido conmigo en mis pruebas" (Lc 22,28). Y la carta a los Hebreos: "Porque él mismo soportó la prueba, es capaz de socorrer a los tentados" (2,18). 

            10. Jesús en el desierto fue tentado y probado por Satanás, ¿pero existe Satanás?, ¿existe el demonio?. Dijo Baudelaire que la mayor astucia del demonio ha sido hacer creer que no existe. Pero tanto Goethe como Dostoyevsky sí creyeron en el demonio. Pablo VI afirmó que era un ser personal perverso y pervertidor. El demonio pretende inducir a Jesús a elegir un mesianismo falso, triunfalista y humano, terreno y mundano, lejos del plan de Dios, como sabemos con claridad por los cuatro Cantos del Siervo de Yave, de Isaías. Si queremos llegar al fondo de las tentaciones hemos de tener presente a Isaías cuando describe al Siervo de Yavé -Obediencia al designio del Padre-. Las tentaciones llegan a la raiz del mesianismo redentor. Cuando experimentó el hambre, desfallecido, sobrevino la tentación. El diablo se aprovecha de esa circunstancia para tentarle. Con la Palabra de la Escritura, el ayuno, la soledad, ha vencido la tentación. Es el Adán Nuevo. La réplica de Adán, la contrapartida de Adán. Adán fue tentado y fue vencido. Los israelitas en el Exodo también sucumbieron a las tentaciones, y cuando sintieron hambre murmuraron y protestaron y pidieron pan. Hemos vivido una larga ausencia de Dios. Apenas se oía su nombre. Y se tenía un miedo de muerte de que al hablar de Dios o de sus derechos y nuestros deberes, se nos pusiera en rídiculo, o se nos colocase el remoquete de carrozas y anticuados. La era de Dios había pasado. Dios había muerto y nombrar a Dios era "no estar al loro". Y callábamos. Y silenciamos a Dios. somos un pueblo que ha leído el Evangelio a su manera y lo aplica siempre mal.Y no sólo esto; se era beligerante contra Dios y sus leyes porque se le consideraba enemigo represor del hombre y su rival. Sembramos vientos y estamos cosechando tempestades. Los árboles de la parábola de Jörgensen que negaron al sol y se rebelaron contra él, se enfermaron, languidecieron y murieron.

            11. No era malo que, al tener hambre, Jesús comiera; Jesús podía haber convertido las piedras en pan. Allí no había posibilidad de adquirir pan. Pero es más propio que bajen los ángeles y le sirvan, dejando las piedras quietas y piedras. Tampoco cuando se compadezca de las gentes a punto de desfallecer, convertirá las piedras en pan. Sería demasiado espectacular. Jesús es más sencillo. Pedir los panes que tienen y multiplicarlos, parece más humano y natural y más valorizador de la aportación humana. A Jesús le gusta la naturalidad aun en los milagros: agua en vino, pesca en el mar...

            12. "Dí que estas piedras se conviertan en panes" Mateo 4, 1. Fue la tentación de Israel en el desierto: Añoraban las ollas de carne y el pan hasta saciarse. Es la tentación de actualidad: Casi todos se desviven por los bienes materiales, por el confort, por las casas costosas con 16 cuartos de baño, a ser posible, y con frigoríficos para las pieles, y hasta con calefacción para la caseta del perro. Y en tono menor, también los cristianos optan por el pan, las carreras más fructificantes, y los puestos más enriquecedores con la mayor rapidez. Ha dicho un eximio profesor de economía: las profesiones más respetables debían de ser las de los sacerdotes, los jueces, los maestros, pero entre mis alumnos nadie las quiere. Un Cristo dando pan, promocionando a puestos más codiciados, tendría éxito en seguida. Una Iglesia dedicada a dar pan, no se vería nunca desierta. Jesús vence la tentación con la palabra de Dios. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Cristo vence la tentación primera del Génesis: la desobediencia. Y las tentaciones en que Adán e Israel habían sido vencidos.

            13. "Tírate de aquí abajo". Era verdad lo de los ángeles, pero tirarse de lo alto esperando el milagro, era tentar a Dios, en busca de la eficacia. No es necesario predicar, de lo que no harán mucho caso, ni morir, basta con tener éxito. Decía un sacerdote casado: Si la Iglesia sigue así, se quedará sola. Hoy mismo tenemos movimientos poderosos intentando conseguir que la Iglesia cambie sus principios y sus valores sagrados. A mediados de los 70 el DMS III en Estados Unidos incluía entre los trastornos psicosexuales la homosexualidad. Cambió de opinión cuando los piquetes del gay power invadieron la sede de la Asociación psiquiátrica norteamericana. ¿Quién sabe? Cuando los pedófilos sean un lobby a lo mejor los medios nos avisan de que tener relaciones sexuales con niños es una opción que todos tenemos dentro, ha dicho César Vidal. Aquí ya han empezado porlegalizar el matrimonio entre homosexuales.

14. Y se acercaron a él los fariseos para tentarle, y le dijeron: ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? Jesús, en respuesta, les dijo: ¿No habéis leído que aquel que al principio creó al linaje humano, creó un solo hombre y una sola mujer?, y que se dijo: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá con su mujer, y serán dos en una sola carne. Así ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios, pues, ha unido, no lo desuna el hombre. Pero ¿por qué, replicaron ellos mandó Moisés dar libelo de repudio y despedirla? Les dijo Jesús: A causa de la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; mas desde el principio no fue así.Salvar las almas por el amor y con el sacrificio es muy lento y costoso. Pero hacer milagros para atraer a la gente, u organizar actos folklóricos para que vengan a la iglesia, sería tentar a Dios. Jesús, frente a esta seducción, que tanto atraía a sus contemporáneos e incluso a sus discípulos, acepta el plan del padre: el mesianismo doliente, profetizado por Isaías, con los medios humildes y pobres propios del Reino de Dios. Es la tentación del exhibicionismo, tan frecuente en los que están empeñados en algún apostolado. Manifestarse. Dispuestos a gestos brillantes y espectaculares, a dejarse llevar en olor de popularidad; rehuirán todo lo que sea trabajo oscuro, anónimo, abnegado, silencioso. Dispuestos a llevar la bandera, pero remisos a cargar con la cruz. El evangelio no es la promesa de éxitos fáciles. ¿Sal o azúcar?  ¿Hay que eliminar la cruz para hacer un cristianismo más fácil? "Cuando la verdadera doctrina es impopular, no es lícito buscar una fácil popularidad" (Juan Pablo II. Cruzando el umbral de la esperanza). Es la tentación que sufrirá ya en la cruz: "Baja para que creamos en tí".  

            15. "Todo esto te daré"... Si te ven sentado en un trono de oro, te seguirán los hombres mejor que si te ven en la cruz... Es la tentación de la idolatría; y la del mesianismo triunfalista, humano y terreno. Si en las otras tentaciones no ha conseguido Satanás que Cristo rebaje su mesianismo al simple materialismo de un reformador social, o al brillo de un milagrero, intenta ahora que se limite al puro poder humano. Que se contente con el mundo y se olvide de las almas: Da mihi coetera, animas tolle". Los reinos de la tierra están fundados en la fuerza y se mantienen con la mentira. ¿Cuántas veces se ha creido que el poder, el dinero, el dinero, eran caminos apostólicos?

            16. El Padre crea al hombre para que sea santo por el amor. Adán hace fracasar ese designio. También el pueblo de Israel en el desierto. Satanás pretende conseguir que también fracase Jesús. Si no en el fin, al menos en los medios. Si consigue esto, intentará inutilizar al Redentor. Ha presentado tres atajos a Jesús: Pan. Milagros. Por fin, descubre su intento: Darle todo el poder a cambio de una adoración, aunque sólo sea una pequeña genuflexión. El quiere ser el antidiós. Lo que él no quiso hacer: "Non serviam".

            17. "Vete Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios adorarás y a El solo darás culto". Si por la desobediencia de un hombre, todos fuimos pecadores, por la obediencia de uno solo, todos somos justos" Romanos 5, 12.

            18. Jesús prefiere las victoria sobre el diablo, más que un triunfo resonante y vistoso. Jesús es amigo del apostolado silencioso, constante, perseverante, duro, minucioso y poco brillante. Es el más eficaz y el más evangélico. Dios quiere más el menor grado de obediencia y sujeción que todos esos servicios que tú le piensas hacer". "Más quiere Dios de tí el menor grado de pureza de conciencia que todas la obras que puedes hacer" (S. Juan de la Cruz). Y vencer la tentación, no caer en las garras de Satanás, es igual a limpieza de alma.

            19. La tentación del demonio nos conduce al meollo de su vocación, a su acción primera y estable, la derrota de Satanás para siempre. Cuando luego expulse demonios ratificará su victoria. Estamos, pues ante un prólogo.

            20. Satanás vendrá a tentar a Jesús en el huerto con la infinita tristeza y desánimo: "Me muero de tristeza" (Mt 26,38). Era un peso superior a las fuerzas de la fragilidad humana. Le tentará en la cruz, por la opinión pública, ante la que se juega el prestigio de Dios, ante un Dios que no sabe salvar de la cruz. Jesús opta por rechazar privilegios, aceptar la debilidad y la tristeza. Y consigue la victoria no con razones humanas o teológicas, sino con el sometimiento de su vida: "Está mandado", en el desierto. En Getsemaní: "No se haga lo que yo quiero". En la cruz, ni una sola palabra. Pudo bajar de la cruz y explicar la misteriosa debilidad de Dios, con lo cual habría desmentido la debilidad de Dios. Permaneció donde estaba. Aceptó las críticas, los insultos, la incredulidad. Aceptó que lo rechazaran y que no le entendieran.

            21. Cada bautizado es llevado como Jesús, como el pueblo de Israel, al desierto, para ser tentado. Desierto es toda nuestra vida hasta que lleguemos a la Pascua. Para escuchar la propuesta del diablo de ser como dioses, pero sin Dios. Las grandes batallas se libran en el desierto de nuestro interior. Ahí dentro, en nuestro propio corazón, se desatan las fuerzas del mal contra el bien: de la soberbia contra la humildad, de la pereza contra la diligencia, de la avaricia contra la generosidad, de la lujuria contra la castidad, de la gula, contra la moderación en el comer y beber, de la envidia contra la caridad, de la ira contra la templanza. Por eso ahí en nuestro interior, hemos de recogernos en el desierto de la oración, para triunfar como Jesús, que "por la dicha que le esperaba, sobrellevó la cruz, despreciando la ignominia, y está sentado a la derecha del trono de Dios" (Heb 12,3). A imitación suya y con su fuerza, venceremos la tentación, como nos enseñó Jesús a pedir en el Padre nuestro.

            22. Han escrito los obispos españoles que nos hallamos "ante una sociedad moralmente enferma". Yo diría más. No "ante" sino "en ella" y consiguientemente los cristianos participamos de su enfermedad, en mayor o en menor grado. La sociedad no nos hace fácil ser fieles a Dios. No podemos mirar la sociedad como quien mira un paisaje desde fuera, sino como quien está inmerso en el paisaje. Somos tentados por el horizontalismo, que niega la trascendencia del hombre. Por el secularismo y el hedonismo, por el subjetivismo, sin normas objetivas de fe y de moral. Por la espontaneidad y frivolidad de los actos humanos. Vivir según pidan las emociones, los afectos. El dominio de sí mismo es represivo -dicen. Hay que dejarse llevar por la comodidad. Por tanto, ni ascesis, ni mortificación, ni privación, que impiden el desarrollo y la realización de la persona. Disfrutar al máximo, pasarlo lo mejor que se pueda, "comamos y bebamos, corónemos de capullos de rosas, antes de se ajen". Fuera compromisos, que impiden la autenticidad. Vivimos en el nuevo desierto. El camino de Dios está erizado de dificultades. Las tentaciones de Israel eran las ollas repletas, el pescado frito, la carne asada, las cebollas y sandías de Egipto. Hoy las tentaciones son el horizontalismo, secularismo, hedonismo, subjetivismo, espontaneidad, frivolidad.

            23. Y, como hemos pecado, nos unimos al rey David en su confesión: "¡Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro, devuélveme la alegría de tu salvación" Salmo 50.

            JESUS VA AL DESIERTO A ORAR

            24.  Nos narra Mc 9,13, que un padre ha traido a sus discípulos a su hijo, que tiene un espíritu que lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. Jesús le pide que se lo traiga. Y lo libera. ¿Po qué no hemos podido nosotros?- Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno. Los discípulos han confesado el fracaso de la Iglesia. Por tanto, si queremos que la Iglesia sea eficaz, subamos con Jesús al desierto a orar. Jesús ha vencido al demonio orando.  

J. MARTI BALLESTER


29. Nexo entre las lecturas

La "tentación" parece ser la palabra clave que unifica las lecturas de este primer domingo de Cuaresma. Sin embargo no es la única palabra. Junto a ella deberíamos colocar otra muy importante: "combate espiritual" y derrota de la tentación. En este sentido es el evangelio el que nos ofrece el tema central: Jesucristo es tentado en el desierto y vence la tentación (EV). Muy distinto de Adán que sucumbe ante el tentador en los albores de la humanidad (1L). Así como por un sólo hombre entra el pecado y la muerte en el mundo, por un solo hombre, Jesucristo, Verbo encarnado, entra la gracia y la benevolencia de Dios. La tentación vencida en Cristo con la ayuda de la gracia es fuente de crecimiento espiritual y felicidad verdadera.

Mensaje doctrinal

La condición humana. El texto yavhista del Génesis sobre la creación y la primera caída subraya de modo especial la "centralidad del hombre", del ser humano en la obra creadora. El Señor "modela al hombre de arcilla e infunde en él el espíritu de vida". El resto del relato coloca toda la creación en función del hombre y le sirve de escenario. Esta centralidad se expresa de modo elocuente cuando Dios conduce al hombre para que dé "nombre a todos los animales del campo y a las aves del cielo". Sin embargo, a pesar de esta situación de privilegio en el jardín del Edén, tiene lugar un drama de insospechadas consecuencias. El hombre, tentado por la serpiente, quiere decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo, prerrogativa que corresponde sólo a Dios, pues el hombre, no obstante su dignidad, sigue siendo una creatura dependiente de Dios. En este sentido, lo primero que define al hombre no es su libertad, sino su dependencia de Dios. El texto bíblico expone acertadamente la naturaleza de la tentación. La presenta atractiva: "el árbol era apetitoso y agradable", pero dicha tentación esconde un engaño, una mentira: "seréis como dioses". La tentación parece que dice al hombre: "consiente y experimentarás felicidad"; "no resistas y serás dichoso"; "no te queda otro camino mas que abandonarte a la tentación"; "no tienes suficiente fuerza para resistir". En todo caso la tentación pone a prueba al hombre, lo pone en estado de combate.

Las consecuencias de la caída de nuestros primeros padres son dramáticas: entra el pecado y la muerte en el mundo. El hombre se descubre desnudo, incapaz de dominar sus tendencias desordenadas ni el mal que se anida en el interior y no puede tener su origen en Dios, su creador. El hombre ha caído en un abismo que no parece conocer fin. Jesucristo, hombre y Dios verdadero, experimenta en el desierto la tentación del demonio a no seguir la voluntad del Padre y a ceder a las propuestas de un mesianismo distinto del que el Padre le indicaba. Sin duda esta página del evangelio es una de las más altas, porque demuestra la plena humanidad de Cristo que sufre la tentación. "El ser tentado es parte de su ser hombre, de su descender en la comunión con nosotros, en el abismo de nuestra miseria". Al mismo tiempo demuestra la derrota del enemigo. "El pasaje de la tentaciones resume en síntesis toda la lucha de Jesús: aquí se pone a prueba la esencia de su misión, pero al mismo tiempo se pone a prueba el justo orden de la vida humana, el camino del ser humano, el camino de la historia. Se trata en última instancia de destacar aquello que tiene importancia en la vida, que es el "primado de Dios". El corazón de toda tentación es dejar de lado a Dios que, junto a todas las cosas que urgen en nuestra vida, aparece como algo secundario (Card. Joseph Ratzinger L’Osservatore Romano 7 de marzo de 1997 p.6).

Sugerencias pastorales

La utilidad de la tentación. Por experiencia sabemos lo que es la tentación: una prueba, un momento de riesgo en el que podemos salir victoriosos, pero también podemos ser derrotados. Se pone a prueba nuestra adhesión a Dios. Por ello, la tentación se nos presenta como un cierto sufrimiento, como un tiempo de lucha y combate espiritual. Así, quisiéramos estar exentos de la tentación y en el sentir popular, se la considera como un mal. Sin embargo, si miramos más a fondo, la tentación nos ofrece una ocasión para manifestar el amor, es un momento de lucha por el amado. El hombre tiene la oportunidad de demostrar su adhesión incondicional a Dios por encima de los sufrimientos, expresa su condición de creatura ante Dios creador y se somete humildemente a su voluntad. Quizá ningún momento es más alto en la vida como cuando el hombre, haciendo oídos sordos a las tentaciones del demonio, se adhiere incondicionalmente a su creador. Aquello que se ofrecía en un principio como ocasión de ruina espiritual, se ha convertido, con la ayuda de la gracia y de la firme resolución del hombre, en motivo de crecimiento espiritual. El hombre realmente se abandona en las manos de Dios con un acto de fe, amor y esperanza sin límites. Quien vence la tentación dice a Dios: "Señor, Tú ere mi único bien" "Para mí lo bueno es estar junto a Dios". San Agustín en una altísima página escribía: "Si en Él fuimos tentados, en Él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en Él, y reconócete a ti mismo victorioso en Él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de Él a vencerla".

La tentación de ver a Dios como enemigo. Esta tentación es más común de lo que podría parecer a primera vista. Es la tentación de ver la norma moral como un obstáculo a la felicidad humana. Como si Dios fuese celoso de la felicidad humana. Este mismo pensamiento lo sugirió ya en el paraíso el demonio. Muchos fieles piensan que las normas de la Iglesia sobre la vida conyugal, sobre la disciplina eclesiástica, sobre las relaciones prematrimoniales y la anticoncepción, sobre el respeto de la vida desde el momento de su concepción hasta el de su término natural son una especie de imposición que impide al hombre vivir y realizarse en felicidad. Esta es una gran tentación. Es un gran desafío de nuestra pastoral mostrar a todos la belleza del Plan de Dios y hacer ver que en una vida centrada en la ley de Cristo el hombre encuentra su plenitud.

P. Antonio Izquierdo


30. EL TEXTO Y ACTUALIDAD En la narración de las tentaciones son utilizados dos símbolos muy importantes para los judíos: el desierto, camino de discernimiento y encuentro con uno mismo y con Dios; y los cuarenta días, tiempo de purificación. Así, pudiéramos decir que este caminar de Jesús a través del desierto le sirvió para enfrentar las tentaciones que pudieran haberle estorbado para cumplir su vocación como hijo de Dios y salvador de los hombres. En este caminar, Jesús busca responder con las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad a las tentaciones que el demonio le fue planteando en su discernimiento personal. De esta manera pudiéramos explicar la aplicación que Jesús hizo de sus virtudes:

Caridad No Sólo De Pan Vive El Hombre La caridad o mejor conocido como el amor es la capacidad de vivir para los demás y amar a Dios en los demás. Cuando Jesús no transforma esas piedras en panes, estaba dejando claro que él no quería usar los dones que Dios le había dado para sí mismo. Que él sólo podía vivir para los demás. Más tarde sí multiplicará los panes, pero no sería para él mismo sino para toda esa multitud que lo rodeaba y estaba hambrienta. Cada uno de nosotros tiene diferentes dones y virtudes que Dios le ha dado. Sin embargo, hoy la sociedad nos invita a que nos sirvamos de ellos para beneficiarnos sólo nosotros. De esta manera, estamos convirtiendo todas las oportunidades que tenemos para vivir mejor nosotros pero pocas veces para que los demás vivan mejor. Como jóvenes estamos llamados a compartir nuestros dones y virtudes, y no quedarnos encerrados en nuestros propios círculos sin ayudar a aquellos que más lo necesitan.

Fe Adorarás Al Señor Tu Dios Y Sólo A Él Darás Culto Jesús defiende la fe en su Padre y no se deja llevar por falsos dioses que le prometen cosas que pronto terminarán por robarle su libertad. Una fe firme le ayuda a Jesús a decidirse con claridad sobre sus convicciones para no dejarse llevar por las ofertas que le hacía el demonio. ¿Cuántas invitaciones recibimos los jóvenes que nos invitan a dejarlo todo por seguirlas? El consumismo es el principal de todos, pero también está el indiferentismo, la flojera, el alcohol, la droga, el sexo como “falsos dioses” que ponen a prueba nuestra fe y que exigen de nosotros una convicción firme en Dios, única persona que ha dado su vida por nosotros.

Esperanza No Tentarás Al Señor Tu Dios. El demonio le pide a Jesús poner sus esperanzas en falsas interpretaciones de la Sagrada Escritura. Sin embargo, Jesús sabe que nuestra esperanza en Dios tiene que ir acompañada de nuestra responsabilidad. Es decir, Dios nos ayuda con su gracia, pero nosotros tenemos que poner nuestra voluntad para alcanzar la felicidad que Dios nos ofrece. El demonio le estaba pidiendo a Jesús que no fuera responsable y le dejara todo a Dios. Hoy nos invitan constantemente a dejar a un lado nuestra responsabilidad y poner nuestras esperanzas en falsas realidades que no nos llevarán a la verdadera felicidad. Así, en la sexualidad nos dicen que no importa cómo la vivamos, lo importante es protegernos. Nos piden que pongamos nuestra esperanza en lo que tenemos, pero nos damos cuenta que eso tampoco nos hace felices. Nos dicen que el placer egoísta esta bien, que Dios lo creó, pero no se nos dice que lo creó como fruto del amor y de la donación de uno mismo.

PROPÓSITO En este inicio de la cuaresma, podríamos comenzar por “ponerle nombre” a las tentaciones que más nos acechan en nuestra vida y nos alejan del camino que Jesús nos ha marcado hacia el encuentro con su Padre. Esto es muy importante, pues así sabremos que no luchamos contra algunas ideas abstractas o “falsos demonios” sino contra actitudes concretas que nos impiden vivir plenamente como cristianos.

Héctor M. Pérez V., Pbro.


31.

La primera tentación de Cristo, tal cómo nos la narra el Evangelio es la tentación de los panes. Cristo ha ido a hacer ayuno, un ayuno que realmente le prepare para su misión. Cristo ha ido a ejercitarse, por así decir, al desierto, y el demonio le llega con la tentación de los panes, que no era otra cosa sino decirle: déjate de cosas raras, se más realista, baja un poquito a la vida cotidiana. Es decir, materialízate, no seas tan espiritual. Es una tentación, que nosotros podemos tener en nuestra vida cuando llegamos a perder toda dimensión sobrenatural de nuestro ser cristianos. Es la tentación del querer hacer las cosas sin preocuparme si le interesan o no a Dios. Tengo un problema, y me digo: lo arreglo porque lo arreglo, y a veces olvidamos de la dimensión sobrenatural que tienen las dificultades.

Cristo ayuna y siente hambre como nos dice el Evangelio, y Cristo tiene que transformar el hambre en una palanca espiritual, en un momento de crecimiento interior. Ahí Cristo es tentado para decirle: No busques eso, no hace falta ese tipo de cosas, mejor dedícate a comer, mejor dedícate a trabajar. Es la tentación de querer arreglar yo todos los problemas.

Hay situaciones en las que no queda otro remedio sino ofrecer al Señor la propia impotencia por el sacrificio personal; hay situaciones en las que no hay otra salida más que la de decir: aquí está la impotencia, podríamos decir la impotencia santificadora. Cuando en nuestro trabajo personal sentimos una lucha tremenda en el alma, un desgarrón interior por tratar de vivir con autenticidad la vida cristiana, en esos momentos en los que a veces el alma no puede hacer otra cosa sino simplemente sufrir y yo me quiero sacudir eso, y no acepto esa impotencia y no la quiero ver, y no quiero tener ese"sintió hambre" en la propia vida, es donde aparece la necesidad de acordarse de que Cristo dijo: No sólo de pan, no sólo de los éxitos, no sólo de los triunfos, no sólo de consuelos, no sólo de ayudas vive el hombre, sobre todo vive de la Palabra que sale de la boca de Dios.

Tenemos que aprender como lección básica de la vida a iluminar todas nuestras dificultades con la Palabra de Dios, sobre todo aquellas que no podemos resolver, porque a veces podríamos olvidar que Dios Nuestro Señor va a permitir muchas dificultades, muchas piedras en la vida precisamente para que recordemos que la Palabra de Dios es la fuente de nuestra vida espiritual. No los consuelos humanos, no los éxitos de los hombres. A veces Dios nos habla en la oscuridad, a veces en la luz, pero lo importante es la vida del Espíritu Santo en mi alma. En ocasiones puede venir la tentación de querer suplir con mi actividad la eficacia de la fe en Dios, y podríamos pensar que lo que hacemos es lo que Dios quiere, cuando en realidad lo que Dios quiere es que en esos momentos esta situación no vaya por donde tu estás pensando que debe de ir, Yo me pregunto: una dificultad, un problema ¿lo transformamos a base de fe en un reto que verdaderamente se convierta en eficacia para el reino de Cristo? No pretendamos arreglar los problemas por nosotros mismos, preguntemos a Dios. ¿Sé yo vencer con la Palabra de Dios? ¿O caigo en la tentación?

Después, dice el Evangelio, lo llevó a un monte alto donde se veía todos los reinos de la tierra. Cristo es tentado por segunda vez para que su misión se vea reconocida por los hombres para que obtenga un éxito humano y todos vean su poder. Sin embargo el poder que les es ofrecido no es el que tiene Dios sobre la Creación, sino es el poder que viene de haber vendido la propia conciencia y la propia vida al enemigo de Dios. "Todo esto lo tendrás si postrándote me adoras", no es el poder que nace de haber conquistado el reino de Cristo, es el poder que nace de haberse vendido. A veces este poder se puede meter sutilmente en el alma cuando pierdes tu conciencia en aras de un supuesto éxito. Es el poder que viene de haber puesto la propia vida en adoración a los que desvían de Dios el final total de las cosas, el uso de las criaturas para la propia gloria y no para la gloria de Dios. La tentación de querer usar las cosas para nuestra propia gloria y no para la gloria de Dios es sumamente peligrosa, porque además de que nuestro comportamiento puede ser incoherente son lo que Dios quiere para nosotros, lo primero que te desaparece es el sentido crítico ante las situaciones. ¿Por qué? Porque estas vendido a los criterios de la sensualidad, y quien está vendido no critica.

Cuando nuestra conciencia se vende, cuando nuestra inteligencia y nuestra voluntad se vende dejan de criticar y todo lo que les den les parece bueno. ¿A quién me estoy vendiendo? Cada uno recibe su vida, sus amistades, sus personas, su corazón, su conciencia. ¿Dónde me encuentro sin el suficiente sentido crítico, para salir de una situación cuando contradices mi identidad cristiana?, porque ahí me estoy vendiendo, ahí estoy postrándome a Satanás aunque sean cosas pequeñas. ¿Dónde me he encadenado? ¿Hay en mi vida alguna tentación que no sólo me despoja del necesario sentido crítico ante las situaciones para juzgarlas sólo y nada más según Dios, sino que acaban sometiendo mis criterios a los criterios del mundo y por lo tanto, acaba cuestionando los rasgos de mi identidad cristiana?

Cuántas veces cuando vienen las crisis a la fe son por esta tentación; cuando nos vienen los problemas de que si estaré bien donde estoy o estaría mejor en otra parte, es por venderse a una situación más cómoda, aun lugar que no te exija tanto, un lugar donde puedas adorarte a ti mismo. Es triste cuando uno lo descubre en su propia alma y es triste cuando uno lo descubre en el alma de los demás.

Muchas veces es imposible penetrar en el alma porque ha perdido toda brújula, ha perdido todo el sentido crítico, ha perdido la capacidad de romper con el dinamismo del egoísmo, de la soberbia, de la sensualidad. Cuántos cambios podríamos tener de los que pensamos que ya no tenemos vuelta.

Por último, el demonio lleva a Cristo. La tentación del templo es en la que Cristo desenmascara con la autenticidad de su vida, con la rectitud de intención, con la claridad de su conciencia la argucia del tentador. Esta tentación tiene un particular peligro. Los comentaristas que han siempre enfrentado esta tentación piensan: qué gracia tendría el de tirarse del pináculo del templo y que los ángeles te agarrasen. La idea central de esto es una exhibición milagrosa. Un señor se sube a la punta del templo y lo están viendo abajo, se tira y de pronto unos ángeles le cogen y lo depositaren el suelo. Todo mundo daría gloria a Dios, todos se convertirían inmediatamente. Es la tentación que tiene un particular delito porque ofrece la conciliación entre las pasiones humanas de mi yo con el servicio a Dios, con la gloria que se debe al Creador.

Esta tentación que podríamos llamar de orgullo militantes es quizá la más sutil de todas. Es también la tentación que Cristo desenmascara en los fariseos cuando les dice: "les gusta ser vistos y admirados de la gente y que la gente les llame maestros... cuando oren no lo hagan como los hipócritas que oran en medio de las plazas para ser vistos por la gente, cuando oren enciérrate que tu Padre que ve en lo secreto te recompensará". Con qué perspicacia Nuestro Señor conocía el corazón humano que se puede enredar perfectamente, incluso en medio de la vida de oración, con el propio orgullo y egoísmo. Revisemos bien nuestra conciencia para ver si esta tentación no se ha metido en nuestras vidas.

Recordemos que nuestra vida sólo tendrá un auténtico sentido cristiano en la medida en que aceptemos a Cristo vencedor de la tentación del pan, de los reinos y del templo.

P. Cipriano Sánchez

HOMILÍAS 15-20