SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA

Rom 5,12-15: La regeneración no se tramita en el lecho conyugal

Escuchad por un momento una argucia a que recurren los pelagianos. Cuando se sienten apremiados por las palabras del Apóstol, que dice: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres, pues todos pecaron en él (Rom 5,12), -palabras que ignoro si hay alguien que no las entienda o que requiera quien se las explique-, intentan responder y decir que el Apóstol las escribió porque Adán pecó primero, y quienes pecaron tras él lo hicieron imitándole a él. ¿Qué otra cosa es esto, sino intentar cubrir de tinieblas la luz que brilla? Por un hombre entró el pecado, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos, pues todos pecaron en él. Dices que fue por imitación, en cuanto que Adán fue el primero en pecar. Te respondo decididamente: «El primero en pecar no fue Adán. Si buscas saber quién fue el primer pecador, dirige tu mirada al diablo». Pero, queriendo mostrar el Apóstol que la masa del género humano estaba envenenada ya desde el comienzo, puso al origen a aquel de quien nacemos, no a aquel a quien imitamos. Ciertamente se llama padre a aquel a quien uno imita. Hijos míos, dice, a quienes doy a luz (Gál 4,19). Él dijo también: Sed mis imitadores (1 Cor 4,16). Y, pensando en esta imitación, el Señor dijo a los impíos: Vosotros tenéis por padre al diablo (Jn 8,44). Consta en la fe católica que el diablo ni engendró nuestra naturaleza ni la creó; en él no hay más que. la seducción de quien precede y la imitación de quien le sigue.

Además, que me presenten un texto donde se lea: «Todos pecaron en el diablo», tal como se dijo de Adán: En él pecaron todos. Una cosa es pecar por instigación y a ejemplo de alguien y otra pecar en él. Atendiendo a la descendencia de la carne, todos estábamos en Adán aun antes de nacer; estábamos en él como en el padre, como en la raíz; así fue envenenado este árbol en el que estábamos. Puesto que el diablo, es decir, el príncipe del pecado y, en verdad, primer pecador, no tiene nada que ver con nuestro origen, sino sólo con nuestra imitación, cuando la Escritura habla de él, dice: Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo; le imitan quienes son de su partido (Sab 2,24.25). Imitándole entran a pertenecer a su partido. ¿Se dijo, acaso: «Pecaron en él»? En cambio, hablando de Adán, dijo: En quien todos pecaron, considerando el origen, la posteridad y la descendencia carnal. Pues si Adán fue puesto el primero por haber sido el primero en pecar, como si se tratase de mostrar no sólo el origen, sino el modelo, ¿por qué después de tanto tiempo, se busca a Cristo para contraponerlo a Adán? Si todos los pecadores están en relación con Adán por haber sido él el primer pecador, todos los justos debieron ser puestos en relación con Abel, que fue el primer justo, ¿por qué se busca a Cristo? Despierta, hermano, ¿por qué se busca a Cristo, sino porque en Adán quedó condenado el nacimiento, y en Cristo se busca el segundo nacimiento?

Por tanto, que nadie os engañe. La Escritura está clara, la autoridad está muy bien fundada, la fe es plenamente universal. Todo nacido nace condenado; nadie es liberado, sino es regenerado; una vez instruidos, amadísimos, ya podéis responder a la otra argucia que presentan. Cuando lo hacen turban hasta a los niños. «Si los que nacen de un pecador nacen pecadores, ¿por qué no nacen justos los hijos de un fiel ya bautizado, a quien le han sido perdonados ya todos los pecados?». Respondedles al instante: «El hijo de un bautizado no nace justo, porque la generación no la realiza en cuanto regenerado él mismo, sino en cuanto engendrado».

De Cristo se dijo: Mortificado en la carne, vivificado en el Espíritu (1 Pe 3,18), de igual manera pudo decirse del hombre: Putrefacto en la carne y vivificado en el Espíritu. Lo que nace de la carne es carne. Pretendes que de un justo nazca otro justo, sin advertir que uno no puede ser justo si no ha sido regenerado antes. Tampoco prestas atención a la sentencia del Señor que tú mismo tienes en la boca: El que no renazca del agua y del Espíritu (Jn 3,6.5). Pienso que esto no se tramita en el lecho conyugal. Te extraña que nazca un pecador del semen de un justo; ¿no te agrada la admiración que te produce el que el acebuche nazca de la semilla del olivo? Ten en cuenta esta comparación. Supón que el grano limpio es el justo bautizado; ¿no adviertes que de un grano limpio nace el trigo con la paja, sin la cual fue sembrado? Además, si la generación carnal está en la base de la propagación natural, y la generación espiritual en la base de la propagación de los renacidos, ¿quieres que de un bautizado nazca otro bautizado, viendo que de un circunciso nace un incircunciso? Esta generación es ciertamente carnal y carnal también la circuncisión; pero de un circunciso no nace un circunciso; de la misma manera, de un bautizado no puede nacer otro rebautizado, porque nadie renace antes de haber nacido.

Sermón 294,15-16 (Sigue)