REFLEXIONES
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
La
liturgia de este Domingo nos recuerda que nuestra meta es siempre Cristo, la
gran promesa de la salvación hecha por el Padre para todos los hombres de todos
los tiempos. Y que el camino que nos conduce hasta Cristo es también de
iniciativa divina. Los grandes profetas de Dios no han tenido otra misión en la
Historia de la Salvación que preparar ese camino bajo la luz esplendorosa de la
Revelación, es decir, abriendo las conciencias a la Palabra de Dios, renovadora
de los corazones para el misterio de Cristo.
–Bar
5,1-9: Dios mostrará su esplendor sobre Jerusalén. El profeta
Baruc anunció la salvación mesiánica como un retorno gozoso a la patria por los
caminos de la justicia y de la piedad, de la humilde esperanza y de la rectitud
del corazón, preparados por el mismo Señor que nos redime.
Ha
pasado la hora del duelo y de la tristeza, y por ello Jerusalén debe adornarse
con sus mejores ornamentos de gloria. Es la hora de la glorificación de sus
hijos, de su retorno triunfal. Jerusalén va a ser en adelante como una reina
majestuosa, aureolada por la gloria de Dios… Es una idealización de los tiempos
mesiánicos. La justicia es la característica de la nueva teocracia mesiánica;
por eso el Mesías se ceñirá con el cinturón de la justicia. Y esa justicia de
los tiempos mesiánicos es fruto del conocimiento de Dios que suscribirá una
nueva alianza escrita en los corazones.
El
reino del Mesías es ante todo de un orden espiritual. «Desde Sión reverbera el
esplendor de su belleza»: el Señor hace su entrada en el divino reino de su
Iglesia. Aquí vuelve de nuevo a vivir su vida. La vida de la Iglesia es la vida
de Cristo. El que quiera participar de la vida de Cristo tiene que asimilar por
los sacramentos la vida de la Iglesia. Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo
para que nosotros vivamos por Él (Jn 4,9). «En Él, en el Hijo de Dios,
estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1, 4). Él vino y nos dio
también a nosotros, los gentiles, «la potestad de ser hijos de Dios» ¡Una nueva
vida, una vida divina! Los profetas, al prever los tiempos mesiánicos, se
quedaron muy cortos. La realidad es mucho mayor que lo que ellos previeron y
anunciaron con imágenes sublimes.
–El
Salmo 125 canta el gozo de esta salvación tan admirable: «El Señor
ha estado grande con nosotros y estamos alegres».
–Filipenses
1,4-6.8-11: Manteneos limpios e irreprochables para el día de Cristo.
El ideal de la perfección cristiana y de la caridad creciente son las garantías
evangélicas que nos pueden llevar santos e irreprochables hasta el Día del
Señor. ¡Hasta el encuentro definitivo con el Corazón del Redentor! En el
contexto del Adviento hemos de subrayar en esta lectura la idea del crecimiento,
del desarrollo de la vida cristiana. Hemos de advertir como un deber imperioso e
improrrogable que es necesario desarrollar la propia vida cristiana hacia formas
más concretas y encarnando testimonios de los valores que ella encierra. No
podemos contentarnos con una actitud de mera observancia de prácticas y
preceptos. El cristiano no es solo un observante, sino también y principalmente
un testigo de la vida de Cristo en toda su plenitud desde la Encarnación hasta
su Ascensión a los cielos. Este tiempo litúrgico nos ofrece la ocasión de una
revisión del modo cómo somos testimonio cristiano en medio del mundo.
–Lucas 3,1-6: Todos verán la
salvación de Dios. Ni el pesimismo enervante, ni la temeraria
autosuficiencia, ni las conductas tortuosas son senderos que nos llevan a
Cristo. Solo la renovación interior puede abrir nuestras vidas al mensaje del
Evangelio y al Amor santificador de Cristo. Si el Adviento ha introducido en la
historia humana la Época última y se identifica con ella, ha de ser por esto una
actitud constante de la vida cristiana. El creyente ha de sentirse siempre en
estado permanente de conversión. Oigamos a San León Magno:
«Demos gracias a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, que, por la inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros y, estando muertos por el pecado, nos resucitó a la vida de Cristo (Ef 2,5) para que fuésemos en Él una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre viejo con sus acciones (Col 3,9) y renunciemos a las obras de la carne nosotros que hemos sido admitidos a participar del nacimiento de Cristo. Reconoce ¡oh cristiano! tu dignidad, pues participas de la naturaleza divina (2 Pe 1,4) y no vuelvas a la antigua vileza con una vida depravada. Ten presente que, arrancado al poder de las tinieblas (Col 1,13) se te ha trasladado al reino y claridad de Dios. Por el sacramento del bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo. No ahuyentes a tan escogido huésped con acciones pecaminosas» (Homilía 1ª sobre la Natividad del Señor 3).
Para poder crecer en la caridad y desarrollar el discernimiento (1ª lect.), para
saber leer en los acontecimientos de la historia
(1ª y 3ª lect.) la presencia salvífica de Dios, es menester que el
creyente se abra continuamente a Dios y a la historia.
De
ahí la actualidad de la predicación del Bautista como programa de apertura
penitencial a Cristo y a la gracia del Evangelio en cuantos buscan sinceramente
los designios divinos de la salvación cristocéntrica. Es nuestra vida íntegra la
que habrá de llevar a los demás hombres la autenticidad de nuestra fe y de
nuestra comunión con Cristo, el Señor, más allá del altar y del templo. Hemos de
ir por la vida abriendo a los hombres senderos para Cristo.
N-1. Jordan/Tierra prometida:
Juan convoca al pueblo al desierto, le invita a entrar en el agua. Ese rito bautismal, en el lugar y en las circunstancias en que se verifica, adquiere un valor simbólico. Juan conduce a Israel a través del desierto hasta el Jordán, cuyo paso permitirá la entrada en la Tierra prometida. Y él, Juan, se queda en las orillas del río, como si su misión, semejante a la de Moisés, se detuviera a las puertas de esa tierra en la que no entrará el pueblo sino bajo la dirección de otro. En efecto, dice el autor, Juan recorre "toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de agua", mientras que a Jesús le corresponderá introducir por fin al pueblo, salido del Jordán, adonde Juan lo había conducido, hasta el interior mismo de la Tierra deseada. Y así, Jesús irá a predicar a Galilea. A través de este juego de alusiones al valor simbólico de los lugares, se muestra la diversidad de las personas y de las misiones.
LOUIS
MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE LUCAS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág 112
2.
En la biblia se nos habla del "día-de-Yahvé", fecha en la que se dará un cambio drástico en la trayectoria histórica de Israel.
Las infidelidades a su Dios terminarán porque los malos serán eliminados y sólo quedará un "resto" fiel. Por supuesto, ese día no finalizará la existencia del cosmos, ya que este "resto" de fieles vivirá feliz en la tierra. Será un mero viraje en la historia del hombre. Al "fin de los tiempos", acabará el mundo del pecado.
Los cristianos convirtieron el día del Yahvé en el "día de Jesús", en su venida futura (parusía), y se entendieron a sí mismos como el "resto" fiel. En un principio, la fecha les pareció inminente, aunque tampoco llevaba consigo una desintegración cósmica, sino un nuevo organigrama existencial.
MUNDO/FIN. Debió ser la presencia de cristianos no judíos lo que condujo más tarde a un planteamiento teológico más profundo que los desinteresase del aspecto cronológico. Entendieron que cuanto más cristificadas fuesen las vivencias y más total la aceptación del patrón crístico, más próximo estaría el fin del pecado y más cercana la vida plena. Así dejaron de otear el futuro y centraron su interés en las realidades presentes. En este sentido, el fin de este mundo del pecado se va alcanzando en el interior de cada creyente.
¿Cuándo acabará este mundo? Si nos referimos a la fecha en que ha de terminar la existencia del cosmos material, preguntémosle a la astrofísica. Si la pregunta es más teológica y pone su acento en el "éste", ya conocemos la respuesta de las primitivas comunidades. Como creyentes, nuestro interés está en hacer llegar el reino y que la voluntad del Dios que ama a los hombres se haga en la tierra y en el cielo.
EUCARISTÍA 1988, 57
En un primer momento, la comunidad primitiva, que había convertido el "día" de Yahvé en el "día" de Jesús, pensó que ese "día" no se había realizado con la resurrección de Jesús, por lo que siguió esperando su segunda venida triunfal (parusía). Mas acabó comprendiendo que tal "parusía" iba presencializándose en cuantos creyentes conseguían cristificar su existencia.
Así pues, más que suspirar por una futura venida de Jesús al hombre, éste debía esforzarse por ir a Jesús. ¿Cómo? Ajustando su existencia al módulo de vida marcado por el anuncio evangélico, donde Jesús invitaba a encarnar una dinámica de entrega y amor.
El la vivió ofreciéndola al hombre como módulo existencial. Por eso, quien se adecúe al mensaje evangélico irá aproximándose a Jesús, dando forma en su vivencia personal a esa "parusía" que el cristiano naciente envuelve siempre en un ropaje mítico.
4. CAMINO/CR:
-NÚCLEO POSIBLE DE LA HOMILÍA: Podría ser hoy el tema del camino.
Quizá ninguna otra palabra mejor define la dinámica de la vida cristiana (recordemos que en el libro de los Hechos se define a la Iglesia con esta expresión: el camino). P. Tena, al comentar la primera lectura de hoy (cf."Phase" n. 95) dice: "notemos aquí ya el tema del camino, que será central en el evangelio de Lucas que leeremos este año: el camino de retorno de los pecadores-salvadores hacia Jerusalén-Iglesia-gloria que es posible gracias al camino eficaz realizado por JC Salvador hacia Jerusalén-misterio pascual-evangelización universal".
El tema del camino al que es llamado el cristiano, siguiendo a JC, es simultáneamente el camino de la esperanza. Y también, todo va unido, el tema de la alegría de vivir en comunión con el amor de Dios.
El resumen es: el cristiano es un hombre con una peculiar vocación: caminar esperanzadamente y alegremente en comunión con el amor salvador de Dios. Un caminar que significa respuesta a la iniciativa salvadora de Dios, que se concreta en un difundir este amor salvador -difundirlo gozosamente-, más allá de las dificultades de la vida de cada día, impulsado por la gran esperanza que tenemos en nosotros.
-TRASFONDO LITÚRGICO:El Adviento es el tiempo típico de la esperanza. La colecta de hoy (podría repetirse como final de la homilía) habla precisamente de salir "animosos al encuentro de tu Hijo" y pide "participar plenamente del esplendor de su gloria".
Es una invitación a caminar con alegría y esperanza, basándonos en la fe en el Dios que libera, que salva.
JOAQUÍN
GOMIS
MISA DOMINICAL 1976, 22
5.
-La alegría, compañera de la esperanza, es un motivo característico del Adviento. Bueno es que comunique su tono a nuestras celebraciones y a nuestra predicación; y que exhortemos a la alegría profunda en un tiempo que no puede parecer muy propicio a ello: como la Jerusalén a quien se dirigía Baruc, los creyentes tenemos que saber mirar siempre hacia oriente y discernir las maravillas de Dios. Porque es en Dios donde se enraiza y se alimenta nuestra alegría: en aquel que tiene como propias la justicia y la misericordia.
-El evangelio es un texto clásico y bien conocido. El relato de la Buena Nueva se abre con la figura y la predicación de Juan, y Lucas nos enmarca al Bautista, con toda precisión, en su tiempo.
La salvación de Dios se ha hecho presente en nuestra vida y en nuestra historia humana: no son esperanzas etéreas, sino realidades concretas que tienen lugar en un lugar del espacio y en un momento del tiempo. Dios sale a nuestro encuentro del único modo posible: con realismo.
-Recojamos otra idea que va apareciendo estos días con cierta insistencia y con la que ya nos encontrábamos hace una semana: "que los afanes de este mundo no nos impidan salir animosos al encuentro de tu Hijo" (colecta); "danos sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo" (postcomunión).
Cuidado con hacer una lectura espiritualista o evasiva de estas frases, porque solamente en medio de las preocupaciones, las luchas y las alegrías de cada día corremos al encuentro del Salvador y es únicamente valorando las cosas de la tierra (como Jesús las valoraba, y no siguiendo otros criterios) como tenemos el corazón puesto en las del cielo.
-Dios conducirá a Israel, lleno de alegría, a la luz de su gloria, con aquella justicia y aquella misericordia que le son propias. La justicia y la misericordia son propias de Dios.
También nosotros caminamos a la sombra de sus alas bajo su protección como la de un escudo. El nos conduce. Reavivar este dato básico de nuestra fe nos llena de alegría: estamos siempre en las manos del Padre.
-El que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. A veces nos cansamos, o bien nos desanimamos porque hemos perdido el fervor que habíamos tenido tiempo atrás. La vida nos gasta y el paso del tiempo y de los años nos comunica su rutina. Pero el cristiano sabe que, cada día que pasa, avanza hacia el Día de Jesucristo. Y que es aquel mismo que inauguró en él la empresa buena quien, ahora, le conduce hacia adelante y quien un día va a coronarlo.
-En el año quince del reinado del emperador Tiberio... La historia sigue su curso y tiene sus puntos de referencia en los grandes imperios y sus soberanos y en los jefes de la institución religiosa. Pero entretanto Dios comunica su Palabra a quien quiere y va cumpliendo su promesa de salvación universal. De este modo nuestra historia humana se convierte en historia santa, porque la salvación de Dios nos llega por caminos de encarnación.
Durante el Adviento renovamos la esperanza escatológica de la consumación y la plenitud; pero ésta se nos ha ido acercando en la historia, hasta el punto que no será otra cosa que la segunda venida de aquel que vino "en la humanidad de nuestra carne" (prefacio).
-Todos verán la salvación de Dios. La salvación es universal: aquel que nace en Navidad es el salvador de todos los hombres (recordemos:"omnis caro" toda carne). La iglesia, decimos, es el "sacramento" (el signo sensible) de esta salvación universal, el lugar donde se hace accesible y visible. Baruc decía a Jerusalén: "Dios mostrará tu resplandor a cuantos viven bajo el cielo". Este mensaje universalista debería conducirnos a revisar si no tenemos tendencia a encerrarnos en "nuestra" salvación individual; o si no convertimos nuestras comunidades cristianas en reductos cerrados, de un único color, poco abiertos y proclamadores de esta salvación universal. El resplandor de la Iglesia se ve hoy por todas partes. Pero ¿es realmente signo sensible de aquel que vino "en la humildad de nuestra carne"?
JOSEP
M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1982, 23
6.
1) Salir animosos al encuentro del Señor Este segundo domingo continúa en gran parte la perspectiva del anterior. Así reza la oración colecta: "Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo...". La perspectiva primitiva del Adviento parece que fue ésta: la espera vigilante y activa del Señor, Juez de todo el universo. El Adviento presenta las realidades definitivas como culminación de una historia de amor (por parte de Dios) y de fidelidad e infidelidades (por parte del hombre). El final, la venida última del Hijo del Hombre (Evang.I Dom.) es la culminación de la Historia de salvación, el juicio misericordioso pero justo por parte de Dios, a los hombres, los pueblos, las culturas, los progresos y regresos humanos.
Todos reconocerán al Jesús humillado y glorificado como el Señor, enviado del Padre para salvar, acogido por unos, desconocido por otros, rechazado por algunos. Ante la venida definitiva del Señor los cristianos han de ir a su encuentro con buen ánimo, no impedidos por los afanes justos de este mundo, sino guiados por la sabiduría iluminadora de Dios. En este contexto se encuadra la 2ª lectura, que habla de un crecer "en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores", con limpieza "e irreprochables, cargados de frutos de justicia", con la mirada puesta en el "Día de Cristo el Señor".
2) El equilibrio y sabiduría de la espera cristiana
La espera del Señor y la preparación para su encuentro, por parte de los cristianos, implica la sabiduría, fruto del Espíritu de Dios. Por eso la oración colecta pide a Dios: "guíanos hasta él (Señor) con sabiduría divina"... Es la sabiduría para discernir los valores, para proceder de modo que agrademos a Dios (2ª lect. domingo I), para no flaquear y seguir adelante (Ibid.), "para apreciar los valores" (2ª lect. de este dom.), para tener confianza en "que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante"... (Ibid.).
Pero es sobre todo la poscomunión la que pide: "... nos des sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo". Esta es la verdadera sabiduría de quien se deja conducir por el Espíritu Santo. Valorará las cosas en su justa medida; utilizará los progresos como "medios", a veces óptimos, al servicio de la humanidad y del bien.
Sabrá distinguir la ambigüedad y manipulación en que están envueltos. Pero el corazón de estas personas sólo descansará en los valores que permanecen. Esta sabiduría acompañó a los santos, por eso comprometidos con su tiempo, no les sorprendió la venida del Señor.
3) La alegría del Adviento
El Adviento es un tiempo marcado por la alegría. No es la alegría de Navidad o de Pascua, pero es el gozo de caminar en la presencia del Señor, de estar abiertos a su venida, de mantenerse fieles a su iniciativa de amor. La antífona de entrada (Is 30,19.30) proclama: "El Señor hará oír su voz gloriosa en la alegría de nuestro corazón". Es la alegría que irradian los que viven de él, los que lo esperan todo de su misericordia, quienes no adoran a los ídolos de hoy: dinero, placer, poder, vanagloria, influencia, consumismo...
La antífona de comunión expresa estos mismos sentimientos: "Levántate, Jerusalén; ponte sobre la cumbre y mira la alegría que te va a traer tu Dios". Pero es sobre todo el salmo (125) el que ahonda en los sentimientos de alegría. Su estribillo es: "El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres". Es el canto de los deportados que retornan; prefigura la alegría de la era mesiánica. La alegría llegará a plenitud cuando el Dios-con-nosotros se haga presente (Navidad).
R.
GONZALEZ
MISA DOMINICAL 1994, 15
7.
EL DESIERTO DEL ADVIENTO
El desierto es un lugar que hace cambiar en lo físico Y en lo espiritual. Tras una experiencia de desierto muchos se han sentido trastocados. Juan Bautista vivió en el desierto, forjó y templó su espíritu en el desierto. Juan Bautista cambió en lo físico y en lo espiritual. Seguro que su figura sería de ceño duro, de piel curtida, de cabellos enredados por el viento del desierto; su figura sería terriblemente amenazante. Y es que Juan Bautista es profeta por la palabra recibida en el desierto, lugar de escucha. Sobre él vino la Palabra de Dios. Nos lo ha situado el Evangelio dentro de un marco histórico.
Juan Bautista nos habla del Adviento: "enderezad lo torcido, allanad lo escabroso"; este gran mensaje del adviento primero y de nuestro adviento de hoy, tiene un sentido actual, vivo, palpitante en nosotros. Evidentemente Dios no viene a nosotros por lo fácil, sino por lo difícil; y nosotros los cristianos debemos hacer fácil lo difícil; y porque resuena en nosotros la palabra incesante de Dios, tenemos que lanzarnos y comprometernos, tenemos que asimilar todo lo que es trascendente, que no es fruto de ilusiones o filosofías humanas, sino del fiarnos de Dios.
Si escuchamos la Palabra de Dios sentados, en actitud de acogida, es para ponernos en pie. Nos lo ha dicho el profeta Baruc: "Ponte en pie, Jerusalén". "Ponéos en pie, cristianos: Basta ya de sentadas. Basta ya de pasividades, de pacifismos cómodos, estemos en pie. Seamos signos, en nuestra nación, en todo el mundo, en nuestra ciudad, de testimonio fiel y justo de una verdad, de una esperanza. Ser cristiano es recibir la Palabra y trasmitir la Palabra. No es silencio, no es callar, no es conformarnos con todo.
Hubo un mensaje en el desierto de Juan el Bautista. Hay un mensaje, hoy, para nuestro mundo, para los que esperan y para los que aún no han abierto su corazón a la esperanza: "Dios viene, Dios nos salva. Dios está presente en nuestra historia". Sepamos salir de bloqueos, de cerrazones, de fracasos, de pesimismos, de tinieblas. Comprometámonos a ser signos de la verdad de Dios, de la justicia de un nuevo nacimiento, un nuevo mundo, una nueva sociedad; sólo así haremos posible la salvación de Dios.
Andrés Pardo
8.
Juan el bautista aparece hoy como el gran protagonista en la página del Evangelio de Lucas, pero su protagonismo es en función del Mesías, de Jesús el Señor ¨Y a ti niño te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos... ¨ (Lc 1, 76-77). Juan se dio por entero a crear en el pueblo una viva esperanza en la salvación de Dios, creó gran expectativa, convenciendo al pueblo de que era necesario, indispensable prepararse para la venida de Dios. "Preparen el camino del Señor... y todos verán la salvación de Dios".
Esta profecía de Isaías que Juan encarnó perfectamente, debe introducirnos en el auténtico sentido del Adviento que busca suscitar en nosotros una actitud profundamente espiritual.
Hay que vivir el Adviento en una gozosa espera del Señor, no permitiendo que la mente se embote por la preocupación de las fiestas navideñas, el gasto económico o la pena por no tener dinero para gastar y comprar.
Es Dios el que viene, a él hay que celebrarlo y glorificarlo, no a las cosas ni a los regalos; es la fiesta de la familia cristiana que debe escuchar su voz para celebrar gozosa su venida y vivir las fiestas navideñas en un auténtico espíritu evangélico.
La llegada de Dios se comunica con alegría, pero nos exige enderezar lo torcido; en este tiempo pidamos al Espíritu Santo que armonice nuestra existencia adecuándola a la voz del Señor para que podamos como familia cristiana decir a una sola voz: ¡Ven Señor Jesús!.
CE de Liturgia PERU
9. Abrir caminos
La liturgia de este segundo domingo de Adviento está marcada por el conocido grito profético: "Una voz grita en le desierto: Preparad el camino del Señor" y que Lucas recuerda para describir la misión del Bautista como precursor del Mesías.
Al resonar estas palabras en nuestra celebración hemos de reconocernos como encargados de continuar la tarea de abrir caminos para que el Señor pueda encontrarse con nosotros y con los demás hombres.
La lectura evangélica nos ofrece una buena pista: la introducción histórica que hace san Lucas está llena de los nombres altisonantes de los protagonistas de la historia en aquel momento y lugar. Sin embargo, el evangelista sabe dónde se está jugando la verdadera historia de Dios y del hombre y descubre el camino del Señor en un lugar apartado de los grandes de este mundo: "Vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto".
Minúsculo en el concierto de las naciones era el Israel que volvía del destierro y, sin embargo, para Dios merecía toda la atención que describe Baruc: "Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados y a las colinas encumbradas... para que Israel camine con seguridad".
Un puñado de cristianos era la comunidad de Filipo y san Pablo estaba convencido de que era una empresa inaugurada por el mismo Cristo. Así, nosotros hemos de afianzarnos en los valores evangélicos, como recomienda san Pablo, "que vuestro amor siga creciendo en penetración y sensibilidad para apreciar los valores" y así podremos descubrir los caminos por donde quiere acercarse el Señor a nuestro entorno social, grupo parroquial, etc.
Antonio
Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 233 - Año V - 7 de diciembre de 1997