COMENTARIOS AL EVANGELIO

Lc 3, 1-6

 

1.

Texto. Dos frases articulan el texto: vino la palabra de Dios sobre Juan (v. 2). Juan recorrió toda la comarca del Jordán (v. 3.).

La primera frase reproduce la fórmula del Antiguo Testamento para el llamamiento a ser profeta. Este llamamiento lo sitúa en un marco ambiental relacionado con la historia de Roma, de Palestina y de las zonas limítrofes a ésta. El autor no busca datar con exactitud; simplemente señala un marco histórico internacional y no exclusivamente judío. Sitúa a su vez en el desierto el llamamiento profético de Juan. Por el contexto de este desierto no puede ser otro que el de Judea, es decir, toda la franja este de Judea hasta el río Jordán, zona en la que también vivía durante este período la comunidad esenia de Qumrán.

La segunda frase formula la actividad del profeta, caracterizándola como proclamación de un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La formulación escueta y concisa puede dar lugar a equívocos. Su sentido parece ser el siguiente: Juan proclama que el perdón del pecado por parte de Dios está vinculado a una ablución ritual acompañada de un cambio de mentalidad y de una reforma de vida.

Esta actividad del profeta Juan está vista a la luz del texto de Isaías 40, 3-5. Lucas interpreta la actividad de Juan como un cumplimiento de este texto. También la comunidad esenia de Qumrán acudía a este texto de Isaías para dar razón de su vida en el desierto como preparación del camino para el señor. Sólo que el modo de preparar ese camino lo entendía de manera diferente a Juan. Mientras que los esenios hacían consistir la preparación en el estudio de la Ley y en su estricta observancia, el profeta Juan la hacía consistir en un cambio de mentalidad y de vida expresado en el bautismo.

Es también importante reseñar que Lucas prolonga la cita de Isaías hasta incluir la proyección universal de la salvación: Todos verán la salvación de Dios. Mateo y Marcos, en cambio, que también citan este texto de Isaías, lo hacen fijándose sólo en el aspecto de preparación del camino y no en el de dimensión universal (veánse los paralelos en Mt. 3, 3 y Mc. 1, 3).

Como rasgos típicos de Lucas en este texto destacan, pues, los tres siguientes: enmarcación dentro de la historia contemporánea, presentación de Juan como profeta y perspectiva universal.

PROFETA/QUE-ES.Comentario. Lucas nos sitúa ante un profeta. Profeta no se es por predecir el futuro, sino por interpretar la historia contemporánea desde la perspectiva de Dios.

Esta interpretación rompe por fuerza con moldes, esquemas y hábitos religiosos. Lucas nos presenta a Juan rompiendo con la comunidad religiosa de Qumrán , en la que probablemente vivió.

El profeta arremete contra la sociedad civil sólo si ésta hace gala de confesionalidad religiosa. Lo característico del profeta es arremeter contra la sociedad religiosa.

Lo que el profeta pide a la sociedad religiosa es un cambio de mentalidad y de comportamiento. Sólo a partir de un cambio así es como todos podrán ver la salvación de Dios.

La presencia de Dios en nuestro mundo depende de la credibilidad que ofrezca la Iglesia. Luego si decimos que Dios no se nota mucho en nuestro mundo, habremos de concluir que la Iglesia no ofrece mucha credibilidad. ¡Habrá, pues, que cambiar de imagen, es decir, de mentalidad y de comportamientos

ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 2


2.

El evangelio, en sentido estricto, comienza a partir del bautismo de Jesús en el Jordán.

Marcos y Juan inician su relato a partir de la predicación del bautista, delimitando así y describiendo la situación en la que Jesús aparece en Galilea anunciando el reinado de Dios. Por su parte, Lucas, que nos habla a modo de preludio de la infancia de Jesús, consciente de la importancia de la vida pública de Jesús, sitúa solemnemente la predicación de Juan en el contexto de la historia universal. De esa manera asume también el mismo criterio de los otros evangelistas para determinar el evangelio en sentido propio.

Con la expresión, "vino la palabra", frecuente en los libros proféticos (cf. Jr 1,2; Zac 1, 1; Miq 1, 1), se quiere destacar la soberanía de la palabra de Dios, su fuerza y su carácter de acontecimiento. Cuando Dios habla, hace historia. Con la venida de la palabra de Dios sobre el bautista, el precursor, se abre al espacio en el que va a culminar la historia de salvación de Dios en Jesucristo.

Pero la historia de la salvación, que es siempre la historia del diálogo de Dios con su pueblo, no acontece sin la conversión de este pueblo. De ahí la llamada que hace Juan a la penitencia. Juan predica una penitencia que es cambio hacia el futuro de Dios, que es salida al encuentro del que viene. Lucas ha visto en el bautista el mensajero anunciado por Malaquías (3,1), pero ha resumido su mensaje con palabras tomadas del 2º. Isaías (4, 3-5).

Dado que el autor escribe su evangelio para los gentiles y el interés que tiene de mostrarles su carácter universalista, a diferencia de Marcos, amplía la cita de Isaías para decirnos que "todos verán la salvación de Dios". Sabido es que Isaías se refiere a la manifestación salvadora de Dios ante todo el mundo y en favor del mundo entero.

EUCARISTÍA 1988, 57


3.

Entre los datos más seguros de la vida de Jesús se cuenta el hecho de haber sido bautizado por Juan, predicador de penitencia que, empalmando con los viejos profeta y enraizando en la tradición apocalíptica judía, despertaba la inquietud y el entusiasmo mesiánico en el pueblo.

Flavio Josefo, en su libro sobre las Antigüedades judías, se refiere a Juan y le presenta como un hombre de bien que invitaba a los judíos a ser buenos entre sí y piadosos respecto de su Dios. Su gesto distintivo era el bautismo, que consistía en una purificación del cuerpo, después de que el alma había sido purificada previamente por el cumplimiento de las virtudes. Su palabra atrajo la atención de muchos, de tal modo que Herodes, temiendo un levantamiento, le apresó y ajustició en Maqueronte.

Ese testimonio de Josefo reproduce con exactitud el éxito de la actividad del Bautista y la causa de su muerte, pero desfigura intencionadamente el carácter de su mensaje, presentándole ante los romanos como un predicador moralista inofensivo. La tradición evangélica parece mucho más fidedigna al precisar que Juan no expone una moral más o menos estoica, sino que anuncia el juicio de Dios sobre los hombres (Israel y el mundo).

Parece que Juan hablaba de la venida inminente de Dios: Ya no hay tiempo de escaparse, nadie puede acogerse a privilegios más o menos heredados. Es preciso que todos se conviertan y reciban el bautismo como signo del perdón de los pecados. Sólo quién actúe de esa forma podrá hallarse libre de la ira (del castigo) que se acerca.

La tradición evangélica es unánime al empalmar la obra de Jesús con el mensaje y la actividad del Bautista. Así lo ha iniciado de una forma clásica el evangelio de san Marcos, cuando afirma que el comienzo del evangelio de Jesús es Juan Bautista (Mc 1, 1-4). Así lo ha precisado Lucas cuando sitúa el gran viraje de la historia de los hombres en la venida de la palabra de Dios sobre el Bautista; por eso se ha sentido obligado a "datar" cuidadosamente ese momento.

La primera datación es de carácter profano: "el año 25 de Tiberio César..." El mensaje del Bautista significa el punto de partida de la obra de Jesús, constituye un fenómeno constatable y preciso dentro de los anales de la historia (3,1-2). El evangelio de Jesús no nace como secta secreta ni escondida; surge sobre el campo abierto de los hechos de la tierra.

Una vez que ha dicho eso, Lucas -con la tradición cristiana anterior- se siente obligado a situar al Bautista dentro de las coordenadas teológicas de Israel, es decir, sobre el campo de esperanza del antiguo testamento. Juan es la realidad de aquella vieja voz que proclamaba: "Preparad en el desierto el camino del Señor..." (Is 40, 3-5). En el texto original del segundo Isaías, esa voz provenía del mismo Dios y aseguraba que el desierto de lejanía que separaba a los israelitas de su tierra se convertiría en un camino de libertad y de esperanza. Para la tradición cristiana esa voz se ha individualizado: es Juan, que en el desierto (3,4) o desde el desierto (3, 2-3) proclama un bautismo de penitencia preparando los caminos de Dios, que son ahora los caminos de Jesús. Como conclusiones podemos señalar: a)para llegar a Jesús hay que pasar por un período de purificación representado por el Bautista. B) Preparar a los hombres para recibir a Jesús, exigiendo una conversión radical y un cambio de conducta, me parece totalmente necesario en nuestro tiempo. Por eso, si no actualizamos la figura del Bautista, será difícil que podamos comprender y recibir al Cristo. c) Este menester de Juan se debe realizar en nuestro tiempo de tal manera que se pueda rehacer el viejo sincronismo de san Lucas.

Precisamente ahora es cuando debe venir la palabra de Dios sobre la tierra.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1246 ss.


4. /Lc/03/10:

La pregunta: «¿Qué debemos hacer?», es el principio de toda conversión, porque es la ruptura de la autosuficiencia y de la independencia; es el reconocimiento de que no somos perfectos; es la expresión de un deseo de cambiar.

Hoy nos preguntamos también nosotros qué debemos hacer para poder ser consecuentes con lo que creemos y poder recibir lo que esperamos. Y Juan nos hablará de las exigencias de la justicia y de la caridad, a la vez que anuncia un bautismo renovador en Espíritu Santo y Fuego.

CARITAS
VEN.../ADVIENTO Y NAVIDAD 1993.Pág. 108


5.

Lucas, el evangelista de este ciclo C, quiere dar a su relato unas formas que resalten la relevancia histórica. Por eso lo empieza (1,1-4) refiriéndose a las fuentes y al método con que lo ha elaborado, y por eso, después de los capítulos de la infancia de Jesús que constituyen como la introducción, inicia la parte propiamente histórica del relato con una presentación de tonos solemnes de su contexto, haciendo mención de los gobernantes del mundo y de Israel, y los responsables religiosos del momento. De este modo señala la importancia de lo que se dispone a explicar, y a la vez muestra que Dios, que con su palabra toca a Juan Bautista para que empiece aquella misión que dará paso a la aparición de Jesús, viene a actuar en medio de la realidad histórica: para implicarse en ella y para modificarla.

Juan predica "un bautismo de conversión para perdón de los pecados": él, en efecto, viene únicamente a disponer los corazones y las vidas de la gente para que puedan recibir la Buena Noticia salvadora de Dios, que traerá Jesús (el domingo próximo veremos más concretamente qué significa esto).

Para explicar el sentido profundo de la misión del Bautista se utiliza, aquí y en los demás sinópticos, el texto de Isaías 40 en el que el profeta anunciaba y animaba el retorno de los exiliados, un texto que hoy en la primera lectura Baruc también recogía. Isaías anunciaba que la caravana que debía atravesar la dureza del desierto para volver a Jerusalén experimentaría aquel camino difícil como un camino llano, porque Dios les acompañaría.

Ahora, aquel anuncio se convierte de hecho en una exhortación: el que quiera recibir la Buena Noticia, tendrá que transformarse a sí mismo en terreno llano que permita la llegada del Dios salvador; Juan es el que anuncia esta llegada y urge a realizar la transformación necesaria para recibirla.

El último versículo del texto de Isaías, "todos verán la salvación de Dios", no se encuentra recogida en los demás sinópticos, sólo la encontramos en Lucas. Y es que Lucas quiere subrayar en su evangelio de una manera especial, esta universalidad de la salvación, que está destinada a llegar a "todos".

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 15


6.

Texto. Se abre con un solemne período literario, estilísticamente bien elaborado en la versión original griega. El período indica con suficiente claridad que el movimiento narrativo empieza algo nuevo, y el lector así lo percibe.

Un séxtuple sincronismo relaciona la llamada y la actuación de Juan con la historia contemporánea, tanto de Roma como de Israel. No se puede interpretar como una datación exacta de la aparición de Juan. Lo que pretende es, más bien, ofrecer un marco ambiental, histórica y literariamente solemne, y resaltar así la importancia del momento.

El período literario formado por los dos primeros versículos culmina con la llamada de Juan, formulada en el más puro estilo de los viejos libros proféticos del Antiguo Testamento.

Lucas presenta la llamada de Juan según el modelo de los profetas del Antiguo Testamento. Más adelante escribirá lo siguiente:la ley y los profetas hasta Juan (Lc. 16,16).

Juan es para Lucas el último profeta, que marca la transición a un tiempo nuevo, el de Jesús.

El pleno de la tradición evangélica, es decir, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, coinciden en explicar la actuación de Juan a la luz del capítulo 40 de Isaías. Pero mientras Mateo, Marcos y Juan sólo citan el versículo 3 de ese capítulo, Lucas es el único evangelista que prolonga la cita hasta incluir el v. 5, que habla de la oferta de la salvación para todos: todos verán la salvación de Dios.

La actuación de Juan se localiza en la depresión geográfica del río Jordán en su desembocadura en el mar Muerto. En la traducción litúrgica a esa actuación se la califica de predicación. El texto original habla más bien de proclamación, es decir, de publicación solemne de una noticia que debe ser conocida. La proclamación equivale al bando, es decir, a algo que se hace saber de parte de un superior. Por su misma naturaleza, la proclamación debe tender a la brevedad, si quiere ser efectiva. La proclamación de Juan tiene todas estas características. Su formulación se encuentra en el v. 3: bautismo de conversión para el perdón de los pecados. El sentido de la apretada expresión bautismo de conversión lo ilumina el siguiente texto del historiador judío del s. I de nuestra era -FlavioJosefo: «Herodes había hecho asesinar a este hombre bueno (Juan), que exhortaba a los judíos a llevar una vida honrada, tratándose con justicia unos con otros, sometiéndose religiosamente a Dios y participando en un bautismo. De hecho, el propio Juan estaba convencido de que esa ablución no sería aceptable como perdón de los pecados, sino que se quedaría en una mera purificación temporal, si antes no se limpiaba el espíritu mediante una conducta honrada» (Antigüedades judías).

Comentario. Hay en el texto de hoy una dinámica que no se debería dejar pasar por alto: convertirse para que la salvación ofrecida por Dios pueda llegar a todos. La conversión obedece, pues, a una doble exigencia: la que dimana del propio individuo pecador, y la que dimana del otro, que sin mi conversión se va a quedar sin saber que Dios tiene una oferta de Salvación para él. Sería triste y trágico que, en un momento en el que cada vez hay menos salvaciones, dejara de percibirse la única que es realmente acreedora al nombre de salvación: la que proviene de Dios.

A. BENITO
DABAR 1994, 2


7.

Quien ha comenzado a leer el Evangelio dé Lucas desde el principio se da cuenta, al llegar a estos versículos, de que comienza algo nuevo. En efecto, en el capítulo 3 empieza la narración del "tiempo de Jesús". Fue Conzelmann quien nos ayudó a comprender que Lucas tiene una visión particular y muy profunda de la historia de la salvación, dividida en tres tiempos:

1. El tiempo de Israel (Lc 1-2).

2. El tiempo de Jesús (Lc 3-24).

3. El tiempo de la Iglesia (Hech 1-28).

Está claro que es Jesús quien ocupa "el centro del tiempo", mejor dicho, él es ese centro.

Y, para destacarlo, el tercer evangelista redacta unas frases solemnes que sirven de encabezamiento a la preparación del ministerio de Jesús.

Como, por otra parte, Lucas está interesado por la historia de Jesús y se ha propuesto componer un "relato ordenado" (Lc 1,3) de todo lo referente a él, no es extraño que haga referencia a los personajes principales de la historia contemporánea. Sólo él nos ofrece estos datos, pero no para escribir una historia al modo helenístico, sino para ofrecernos el marco en el que podemos situar la aparición del Bautista, precursor de Jesús:

-El emperador Tiberio, el hombre más poderoso de la ecumene (los emperadores romanos se consideraban dioses y exigían que se les diera culto como a tales).

-Poncio Pilato, el prefecto o gobernador de Judea (26-36 d.C.), representante principal del imperio opresor.

-Los hijos de Herodes el Grande: Herodes Antipas y Herodes Filipo. Un tal Lisanio a quien no podemos identificar con exactitud.

-Los sumos sacerdotes Anás y Caifás. En la escena se encuentran las autoridades de la política nacional (civiles y religiosas) e internacional.

Pero el Señor quiso que el centro de la escena no fuese Roma, la capital del imperio; ni Jerusalén, residencia de los sumos sacerdotes... sino el desierto donde dirige a Juan su palabra. Los primeros cristianos (la tradición es común a Marcos, Mateo y Lucas) interpretan la actividad del Bautista como un cumplimiento de la profecía de Is 40,3-4. Este texto pertenece al llamado Deuteroisaías o Isaías II (para algunos es el mejor y más inspirado profeta y poeta de Israel), concretamente al prólogo (Is 40,1-11) de su obra (Is 40-55). En 40,3-5 el Deuteroisaías anuncia el tema del "nuevo éxodo" (o segundo éxodo), la vuelta del destierro: el Señor va a caminar desde Babilonia hasta Jerusalén con los exiliados y quiere que se le prepare el camino. El mensaje tiene una cierta urgencia y muchísimo gozo.

En su lectura cristiana del Antiguo Testamento la primera generación cristiana ve que el Bautista ha anunciado el éxodo definitivo, el de Jesús. Juan ha sido el prólogo que ha introducido a Jesús, el Señor que camina por el desierto. Para ello predicó el bautismo (simple purificación o ablución ritual) con el que quedaban marcados los que se convertían.

Con respecto a Marcos y Mateo, Lucas alarga la cita, incluyendo Is 40,5: "Todos verán la salvación de Dios". Desde el principio insiste en que la salvación aportada por Cristo es universal.

Ramón Alfonso Díez Aragón
HOMILETICA 1994, 6