El Domingo

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

La expectativa ante el retorno del Señor polariza la atención de la Iglesia. Nuestras miradas se fijan en Dios.

Entrada: «a Ti, Señor, levanto mi alma. Los que esperan en Ti no quedan defraudados». En la colecta (Gelasiano) pedimos al Señor que avive en sus fieles el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno.

En la oración del ofertorio (Veronense) suplicamos al Señor acepte los bienes que de Él hemos recibido y, por la presentación del pan y del vino, nos conceda que la acción santa que celebramos sea prenda de salvación para nosotros.

Comunión: confiamos en que el Señor nos dará sus bienes y la tierra dará su fruto. Postcomunión (de nueva redacción, inspirada en los Sacramentarios Veronense y de Bérgamo): suplicamos al Señor que fructifique en nosotros la celebración de los sacramentos, con los que Él nos enseña a descubrir el valor de los bienes eternos y poner en ellos nuestro corazón.

Ciclo C

Sobre el recuerdo del pasado se nos invita a vivir con autenticidad cristiana el presente y a tomar en serio nuestra vocación de eternidad. El cristiano es siempre un creyente proyectado a la eternidad, pero viviendo su responsabilidad de cada día, como elegido de Cristo y testigo de su intimidad, marcado para Él por la santidad y el Evangelio.

Jer 33,14-16: Suscitaré a David un vástago legítimo. A pesar de la degradación y las desviaciones de los hombres, Dios se muestra fiel a su promesa mesiánica. El Mesías sería el vástago legítimo de la estirpe de David, su hijo conviviendo con los hombres. La voluntad y la disponibilidad de Dios para ofrecer una y otra vez su gracia, pese a las prevaricaciones del hombre, es permanente en la Biblia. Dios vive y desde que creó al hombre, vive siempre atento a él. Dios busca y quiere salvar al hombre. En toda la historia de la salvación Dios aparece como el fiel cumplidor de sus promesas. Ellas se cumplen en la plenitud de los tiempos, cuando vino Cristo, el Salvador.

Con el Salmo 24 decimos: A Ti, Señor, levanto mi alma. A Él pedimos que nos enseñe sus caminos, que nos instruya en sus sendas, que caminemos con lealtad. El Señor es bueno y recto. Enseña el camino a los pecadores. Hace caminar a los humildes con rectitud. Sus sendas son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.

1 Tesalonicenses 3,12–4,2: Que el Señor os fortalezca interiormente, para cuando Jesús vuelva. La voluntad de Dios es nuestra santificación. Nuestra autenticidad cristiana consiste en vivir cada día de modo que logremos llegar irreprensibles al juicio de Dios para poseer su Reino eternamente. Para el cristiano no existe otra finalidad para su vida y su actividad responsable que servir y amar a Dios con gozo, y, por lo mismo, estar siempre disponible a los demás, como Dios quiere. Los unos para los otros, pero como Dios lo quiere, a la manera de Cristo.

Todos los tipos de liberación y promoción humana que excluyen la perspectiva trascendente y sobrenatural son nocivos para el cristiano, y también lo son para los demás hombres. Nuestra salvación total es por Dios y es Dios. Toda liberación de los hombres ha de llevar esta impronta de la fe, que solo en Dios por Cristo consigue la realización plena del hombre.

Lucas 21,25-28.34-36: Se acerca vuestra liberación. Cada día nos acercamos un poco más al momento de nuestro encuentro definitivo con Cristo. La espera de un futuro da sentido al tiempo presente y lo pone en tensión. La vida del cristiano es de constante tensión. No obstante los múltiples programas y proyectos para la vida, al fin se da uno cuenta de que el hombre no puede salvarse por sí mismo.

Cuanto más el hombre se da cuenta de la pobreza de sus medios y de la amargura de los acontecimientos, tanto más siente la necesidad de otro superior a él que lo salve. El cristiano conoce esto. En sus limitaciones, pecados y miserias advierte la necesidad de Cristo Salvador. Por eso, con la Iglesia en su liturgia clama en este tiempo: ¡Ven Señor, no tardes!

Oigamos a San Cirilo de Jerusalén:

«El Salvador vendrá, pero no para ser juzgado de nuevo, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que mientras era juzgado guardó silencio, refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: “Esto hicisteis vosotros y yo callé”.

«Entonces, por razones de clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en ese otro momento futuro, lo quieran o no, los hombres tendrá que someterse necesariamente a su reinado» (Catequesis 15).

Iluminados, pues, por la fe y llamados al encuentro con Cristo en la eternidad, hemos de vivir cada día con la gozosa esperanza de su victoria definitiva, que será la nuestra, y hemos de irradiar nuestra esperanza con nuestra vida en torno de nosotros, para que a todos alcance la luz de Cristo, su mensaje de salvación y la realidad de su eficacia.

 

REFLEXIONES
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1. J/VENIDA/MIEDO:

Y estos dos acontecimientos -venida de Cristo en la carne y retorno como juez- han de ser vistos en la perspectiva única de eventos salvíficos en los que Cristo aparece como liberador. Ni siquiera el día del juicio marca en el cristiano una esperanza bajo la enseña del miedo. "Cuando sucedan estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación " (Lc 21, 28).

Acogiendo a Cristo en su venida de misericordia, seremos acogidos por él en su retorno para el juicio.

Es muy bella una estrofa del Dies irae (arrinconado demasiado deprisa): "Recuerda, oh Jesús, que has venido por mí, no me pierdas aquel día. Al buscarme te cansaste, me rescataste muriendo en la cruz; que tantos esfuerzos no sean vanos".

El hombre es fatiga de Dios, sufrimiento de Cristo. La liberación del hombre, su salvación, es trabajo, obra de Dios. Y Dios no acepta con facilidad ver desvanecerse sus esfuerzos. Se trata, en el fondo, de acercarse, en la esperanza, al Dios que se acerca al hombre en la debilidad de la encarnación, de acoger su perdón, su paz, su liberación. Entonces su "día", aquel en el que el Señor se manifestará en su poder, no nos dará miedo.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 14


2.

Leyendo el Evangelio se demuestra, una vez más, que el hombre ha avanzado poco con el paso del tiempo en cuanto a sus sentimientos y sus inclinaciones. Cuando Jesucristo previene a los suyos, y en ellos a todos, de las dificultades que tendrán que superar para estar bien avispados a fin de que los acontecimientos no les cojan desprevenidos, enumera como agentes "embotadores" de la mente humana: el vicio, la bebida y la preocupación del dinero.

Aquí y ahora, esos agentes están haciendo una fantástica labor y están consiguiendo precisamente lo que Jesús quería evitar: el embotamiento de la mente. Cuando al hombre se le está poniendo como primer valor de su vidas el dinero, cuando a él se dirigen los mayores esfuerzos de la vida, cuando el dinero es lo más apetecido y lo más buscado, no hay muchas posibilidades de que el hombre "escuche" la Palabra de Dios. Si además se le dice "oportune et inoportune" que la vida es breve y única y es necesario apurarla hasta las heces y, por consiguiente, lo interesante es disfrutar con lo inmediato que esa vida nos ofrece con una reiteración impresionante y que, por consiguiente, hay que apurar intensa y prontamente el sexo, y hay que probarlo todo porque nada debe estar vedado ni prohibido y la juventud, con una intensidad digna de mejor causa, se agosta antes de haber comenzado, y la madurez no llega porque la inteligencia y la voluntad ya se han embotado; el resultado no puede ser más descorazonador y no sólo para el hombre que quiere vivir de la fe, sino para el hombre que quiere un mínimo de dignidad humana para el hombre.

Ciertamente el aviso de Jesús está de máxima actualidad y convendrá "oírlo" muy seriamente en este primer Domingo de Adviento, oírlo no para hacer una reflexión pesimista y sombría, sino para tenerlo en cuenta cuando nos planteamos la "planificación" (eso tan de moda) de nuestra vida, cuando nos fijamos objetivos prioritarios, cuando señalamos la meta de nuestra existencia, cuando elegimos los modos de ser y de manifestarnos ante los demás. Convendrá tener todo esto muy presente para que, al mirar a nuestro alrededor y ver cómo se manejan por los medios de comunicación, los influyentes medios de comunicación, tales agentes embotadores, sepamos distinguirlos perfectamente y combatirlos eficazmente. Porque una cosa debe tener clara el cristiano y también consta en el Evangelio de hoy con toda nitidez: es posible esperar la venida del Hijo del Hombre, a pesar de que el ambiente no sea propicio, estando de pie y alzando la cabeza porque se acerca nuestra liberación.

Puede haber -de hecho lo hay- un ambiente difícil, pero lo que jamás puede hacer un cristiano es dejarse vencer por ese ambiente, declararse abatido y maltrecho ante los obstáculos, confesarse inferior a las armas contrarias, porque no hay obstáculo ni dificultad que sea insuperable para el que "escuche" atentamente la Palabra de Dios y esté dispuesto -aun con todas sus limitaciones- a ponerla en práctica.

AM. CORTÉS
DABAR 1985, 1


3. MONICION DE ENTRADA: ADV/RUTINA

Al comenzar el tiempo litúrgico del Adviento, que nos llevará a celebrar el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios nos enfrentamos a un dilema que, necesariamente hemos de resolver en un sentido u otro: repetir nuevamente un ciclo litúrgico, con su comienzo hoy, su duración de aproximadamente un mes y su conclusión en el día de Navidad, como tantas veces hemos hecho, como tantas veces haremos, o tomarnos en serio este tiempo especial y hacer de él una experiencia única e irrepetible que nos haga avanzar en nuestra vivencia cristiana.

Un adviento circular, de repetición del ciclo, o un adviento lineal, de vivencia irrepetible. Aquello mucho más fácil, más cómodo. Incluso más propicio por el ambiente general reinante, dentro y fuera de nuestra comunidad eclesial. También bastante más inútil. Esto más difícil, más exigente. Menos propiciado por el ambiente -que nos invita cual canto de sirena a no pensar, a dejarnos llevar por lo que otros hagan y digan-. Pero lo único realmente provechoso que podemos hacer, si tenemos el deseo de que "Adviento" signifique algo más que "el tiempo litúrgico que precede a la Navidad".

DABAR 1982. 1


4.

I.1. Con el domingo de hoy se inicia en el año litúrgico el tiempo de Adviento como preparación para la fiesta de Navidad. Tiempo que será tan lleno o tan vacío como sea llena o vacía la fiesta que pretendemos preparar:

a)Una mera expectativa de regalos y golosinas, sólo una preocupación por mandar tarjetas navideñas al círculo de parientes y amigos, únicamente el arreglo del árbol de Navidad... 

b) O una profundización del misterio de la Encarnación, que nos lleve a una vivencia más honda de nuestra relación personal y comunitaria con Jesucristo, el Señor, y de nuestra proyección cristiana en este mundo.

2. Conscientes de que la manera más eficaz de superar un vacío no es criticarlo, sino llenarlo de contenido, queremos, reflexionar seriamente sobre el misterio de Adviento, plenos de confianza de que su luz y su fuerza son tan poderosas que pueden hacer recobrar el sentido a un tiempo que amenaza ahogarse en su vaciedad "comercial".

II.1. La vivencia profunda y auténtica del Adviento hace girar nuestra existencia cristiana alrededor de dos focos, que no se oponen, sino que se integran, dinamizándola, sin embargo, con su saludable tensión:

a) El foco de la primera venida del Señor en Navidad y el foco de su segunda venida al final de los tiempos;

b) El foco de la fe en algo que ya comenzó y la esperanza en algo que aún queda por venir;

c) La saludable tensión entre Encarnación y Escatología, entre tiempo y eternidad, entre Historia y "más allá de la Historia", entre el "Ya" y "Aún no"

2. La integración de ambos focos en una real vivencia es la que le da a la existencia cristiana toda su autenticidad. Toda polarización que pretende negar el otro foco de la tensión deforma el cristianismo reduciéndolo a una mera caricatura. Es verdad que circunstancias históricas muy concretas me pueden exigir acentuar más uno u otro de los focos, pero sin negar el otro. Más aún, mi fe me dice que la mejor manera de hacer resaltar uno de ellos es precisamente haciendo ver su íntima relación con el otro: a) La Encarnación nos revela toda su amplitud por su orientación escatológica;

b) La Escatología nos descubre su profundo arraigamiento histórico por el misterio de la Encarnación.

III.1. La historia de la Iglesia es testigo de tantas polarizaciones negativas. La historia de nuestra propia vida es una seria de esfuerzos por superar toda polarización negativa que desgarre la integración:

a) La evasión a la escatología -a la espera del Señor "más allá de la Historia"- desatendiendo nuestra tarea temporal de edificar en el "aquí y ahora" el Reino de Dios participando en proyectos humanos que se inspiren en valores evangélicos. Falsa esperanza en un "mas allá" que no sería capaz de ser motor para nuestro peregrinaje por este mundo dejando la huella del Reino de Dios en su camino;

b) La miopía de una postura encarnacionista que se deja aprisionar por horizontes temporales sin vislumbrar la trascendencia de Dios que se abre detrás de ellos; cuando la Encarnación es precisamente del Hijo de Dios en nuestra Historia para abrirnos al amor de un Dios que es Padre y nos llama a su "mansión eterna".

2. Esta polarización negativa se concretiza de mil maneras:

a) ESPIRITUALISMO TEMPORALISMO: La postura "escatologista": en el temor al compromiso social y político, en la falsa resignación de una espera en el "más allá" que paraliza toda participación en los proyectos humanos por construir una sociedad más justa y más humana; en el temor a un "horizontalismo", que olvida que todo esfuerzo humano que como cristiano realizo en este mundo tiene una apertura hacia Dios y es, por lo tanto, "oración en acción"; en la desconfianza frente a legítimos esfuerzos de liberación integral del hombre, de paz, de solidaridad, de justicia.. en los que debería reconocer la acción salvífica de Dios que actúa en el mundo como Señor de la Historia...

b)La postura "encarnacionista": en la fobia contra toda oración personal, silenciosa, como si ésta siempre fuese tiempo robado a nuestro compromiso temporal, y como si ya no tuviese valor el "tú a tú" con Dios; en el rechazo de toda "oración", que no se encarne en una acción concreta de compromiso social; en la disconformidad frente a una liturgia que es en sí alabanza a Dios, supuesto el marco de una vida que sinceramente se esfuerza por amar a su prójimo; la negación de las "visitas al Santísimo", porque a Jesucristo sólo lo encontramos en nuestros hermanos...

3. DICOTOMÍAS. Todas estas polarizaciones negativas desgarran la integración cristiana que precisamente pretende superar toda dicotomía, todo divorcio entre oración y acción, entre conversión personal y compromiso social, entre alabanza a Dios y entrega al servicio del hombre, entre filiación y fraternidad...

IV.1. El Evangelio que hemos escuchado en este primer domingo de Adviento hace resaltar el rasgo escatológico de nuestra existencia cristiana: la vigilante espera de un Señor que se nos acerca desde el "más allá". "Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria". Quiere hacernos comprender que esta espera es una actitud de "cabeza alzada en expectativa de una liberación plena" que el Señor nos concederá como don gratuito "más allá de la Historia".

2. Pero el mismo Evangelio nos recuerda tareas temporales muy concretas, que si bien aparecen en tono negativo, no son menos urgentes: "Tener cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día."

3. Se nos pide explícitamente un esfuerzo de liberación personal que traducido a nuestro lenguaje moderno diría: "Libérate de una sociedad de consumo que te esclaviza con sus falsos valores del standard de vida, del confort, del placer, de la moda, del sexo... y que mata en ti toda vigilante expectativa del Reino de Dios y paraliza en ti todo esfuerzo por hacerlo realidad en tu mundo."

4. En cambio: "Prepara ya desde ahora la plena liberación: superando el egoísmo por el amor, el vicio por la gracia, los desgarradores abismos sociales por la fraternidad, el lujo y el derroche por la austeridad, el hambre insaciable de lucro y ganancia por la justicia social, la búsqueda incansable de placer por la mortificación, para alcanzar el don gratuito que nos ofrece el Señor al final de los tiempos como comunión indestructible consigo mismo y como comunión, libre de todo egoísmo, con los hombres".

GERMÁN SCHMITZ
Obispo Auxiliar de Lima/Perú


6.

Hoy empieza este tiempo litúrgico que nos lleva hasta la Navidad. Hoy de una manera nueva se abre nuestro corazón y nuestro espíritu a la esperanza; se acerca nuestra salvación, se acerca nuestra liberación.

Dios nos va a salvar, Dios nos está salvando continuamente. El Adviento es el tiempo de la esperanza. Del Adviento y de la esperanza se ha escrito mucho, incluso puede resultar relativamente fácil hacer filosofía de La esperanza. A veces puede ser también fácil hablar de una esperanza pasiva, casi masoquista, que nos hace cruzar de brazos en espera de tiempos mejores, pero que nos canaliza e incapacita para luchar la esperanza que se vive.

Convertir a un hombre, hacerle nacer a la esperanza es decirle: tú eres amado por Dios. Esto es hacerle nacer de nuevo. Dios le da el ser por el amor. "Jesús viene, y viene para decirnos que tenemos que vivir. Jesús viene y viene para pasarnos de la muerte a la vida".

"Jesús viene para hacernos salir de la frustración y del egoísmo a través de la fe en su total amor".

"El Redentor viene para los que se conviertan de la apostasía". Ojalá, que ese Dios, que viene, nos encuentre convertidos, abierto nuestro corazón a la esperanza e intentando remediar la desesperanza de nuestro mundo, que no desaparece con conquistas técnicas ni de dinero ni con embotamiento de vicio ni con evasión de drogas.

Ser cristiano es vivir en esperanza, en Adviento continuo, posibilitar siempre la realidad de la Navidad, quenas exige la conversión y un compromiso en la esperanza de este mundo para bautizarla, para cristianizarla para hacerla más auténtica. Desde nuestro trabajo, desde nuestra circunstancia, desde nuestra soledad o incomprensión nosotros tenemos que renacer a la esperanza.

Veamos en qué momentos y en qué medida nos hemos sentido comprometidos por la esperanza del mundo y por la esperanza del último, del más pequeño, de los hombres que es también nuestro hermano.

Andrés Pardo


7.

"Nuestro Redentor y Señor anuncia los males que han de seguir a este mundo perecedero, a fin de que nos hallemos preparados... Nosotros, que sabemos cuáles son los gozos de la Patria Celestial, debemos ir cuanto antes a Ella y por el camino más corto... No queráis pues, hermanos, amar lo que no ha de permanecer mucho" 

S. Gregorio Magno, PL. 76, 1077 ss


8. 

Comenzamos un nuevo año litúrgico con profunda expectativa, al saber que el Señor viene a nuestro encuentro; también porque iniciamos el segundo año de preparación para celebrar el Gran Jubileo del Año 2000 dedicado de manera especial al Espíritu Santo, presencia que anima y vivifica la vida de la Iglesia llamándola a la conversión e impulsándola a la santidad.

En el Adviento es el Espíritu Santo quien nos prepara para ir al encuentro del Señor, viene a nosotros y dispone nuestra inteligencia y nuestro corazón a la Palabra del Señor para que nos abramos a la salvación.

Este es el sentido del Evangelio que hoy nos regala la liturgia, no es un anuncio del fin del mundo, sino la venida del Señor. "Estén siempre despiertos... y manténganse en pie ante el Hijo del Hombre". Somos invitados a permanecer vigilantes, como disposición necesaria para no dejarnos sorprender, debemos alegrarnos, pues la llegada del Señor nos trae la plena libertad y el gozo de su presencia.

Adviento significa venida, conscientes de que el Señor siempre viene a nosotros se nos regala un tiempo, cuatro semanas, para que profundicemos vigilantes no tan sólo mirando al encuentro definitivo, también para hacernos conscientes de que Él está en medio de nosotros llenándonos de sus dones.

En Adviento quiere que orientemos nuestra vida, nuestra mente y corazón al Señor, su cometido es prepararnos para recibir al Hijo del Hombre que viene con gran poder y gloria; pero también para que le contemplemos humilde, nacido en un pesebre, recordándonos que en la pequeñez de Belén se manifiesta la grandeza de Dios. Es bueno recordar que este año caminaremos domingo a domingo de la mano de san Lucas, en un Evangelio donde la fuerza del Espíritu Santo guía a Jesús en todos sus pasos e impulsa el proyecto de la nueva comunidad (Lc 24, 49). Lucas nos presenta al Señor como centro y corazón de la historia, de la comunidad cristiana y del creyente ¡Ven Señor Jesús!

CE de Liturgia. PERÚ


9. La esperanza cristiana EP/FUTURO

Existen dos modos de esperar , uno se refiere al futuro como realidad determinada de antemano a la vez que incierta, conduciendo al temor y a la inseguridad o a la indiferencia burguesa de lo seguro; otro mira el futuro en cuanto realidad abierta, desde una comprensión de la historia como espacio novedoso en el que se encuentran dos libertades, la humana y la divina.

El cristiano, que camina por la segunda versión de la espera, vive el futuro como esperanza, desde una serenidad y certeza que inquieta lo más profundo del ser humano para amar la historia y hacerla capaz de eternidad en el corazón de Dios , viviéndola como gracia a la luz de la promesa divina.

De este modo el creyente recoge la antorcha del Pueblo de Israel, que siempre reconoció en Yahvé al Dios de la promesa, provocador de la confianza, desde la fidelidad, y por ello mismo de la esperanza.

Todo comenzó con Abrahán, quien "creyó contra toda esperanza" la promesa del Señor que le desinstalaba para el encuentro con la vida ansiada; hijos de esta fe, aquellos harapientos hebreos "creyeron contra todo poder" que la compasión de Yahvé era más fuerte que Egipto y "amanecieron" en la tierra prometida, tras la difícil conquista de la libertad en el desierto; serían estos mismos, los exiliados que, a la voz de los profetas, "creyeron frente a la ruina de su propio pecado" que Él, que gratuitamente creaba, amorosamente los rehabilitaría en la dignidad de elegidos y de plenitud futura. El mismo pueblo, dolido por el misterio de la muerte y la iniquidad, experimentada en la persecución y el martirio, y avalado por la experiencia continua del Dios que siempre les había acompañado, "creyó contra toda muerte", que el amor de Dios no les dejaría en las garras del "sheol", y habló de resurrección como actuación definitiva.

Qué gran marco de comprensión para entender que el Señor que promete quiera hacerse contenido de la promesa: Dios Padre Todopoderoso y creador, "creyendo en cada hombre y en la creación entera", se hace criatura en Jesucristo, y toda criatura -por Él, con Él y en Él- estalla de un modo definitivo en el corazón del Creador, en una efusión que no tiene retroceso porque la Alianza es eterna y ha sido sellada con su sangre, que es nuestra sangre, y con su vida -divina y gloriosa- que se nos da como primicia y como cuerpo resucitado del que formamos parte por su Espíritu.

Somos hijos en el Hijo y estamos llamados a la vida eterna, al gozo de ser con Cristo, en la fraternidad plena de la comunión de los santos, cobrada en la justicia y en la libertad total y definitiva, junto con toda la creación.

Nunca podrán quitarnos nuestra esperanza porque "nadie ni nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo-Jesús". La esperanza cristiana es la virtud que nos dinamiza, nos libera del miedo a la muerte, y nos hace adentrarnos en el corazón de la historia sabiendo que el único discurso creíble sobre la resurrección y la vida eterna es aquel que se articula en el lenguaje de las esperas humanas -como hizo Dios en Jesús de Nazaret-, en el compromiso serio y real de la Iglesia, y en ella, de cada cristiano, a favor de los hombres en la búsqueda de la justicia, la libertad y la paz verdadera que anuncian y anticipan lo que creemos y esperamos, a veces sellado por el martirio.

A los creyentes nos queda la misión y el gozo de dar razón de nuestra esperanza, en la transparencia de una vida que camina ya desde lo que espera como definitivo.

JOSÉ Moreno Losada
Profesor del Seminario de Badajoz


10. J/VENIDA/FUTURO

Sí. Podemos iniciar el Adviento teniendo en cuenta de que nos exige un cambio. A lo largo de estas cuatro semanas la liturgia de la Iglesia nos va a poner ante la urgencia de hacer hueco en nuestra vida a Alguien que viene.

Su venida tiene varios niveles. La primera venida, muy presente en las tres primeras semanas, es la que hace de toda la vida cristiana una espera de Cristo que llega del futuro. La más popular entre nosotros, que llena la cuarta semana, es la venida de Jesús en la Navidad. Pero esas dos venidas sólo serán una realidad de salvación para nosotros en tanto aceptemos su venida permanente en la gracia de una constante conversión.

Con estos sentimientos hemos de acercarnos a las lecturas bíblicas de estos domingos. Tengamos la seguridad de que encontraremos en ellas la eficacia de la Palabra que hace presente lo que anuncia a los que la acogen con fe y la comen al participar de la Eucaristía.

Todo lo anterior es lo que podemos llamar la pedagogía del Adviento. Quizá nos puede resultar algo repetitivo, que nos suena de otros años, pero la realidad es que este Adviento está por estrenar y no sabemos qué dones nos reserva el Señor.

Desde luego, la lectura de Jeremías es un alegato a olvidar el pasado y a volcarnos expectantes hacia el futuro: "Mirad llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré las promesas que hice a la casa de Israel ya la casa de Judá".

En el evangelio, Cristo nos pone en guardia ante la tentación de quedarnos anclados en lo de siempre -"no se os embote la mente con el vicio, la bebida y el agobio de la vida"- y nos invita a soñar en un futuro mejor: "Estad siempre despiertos".

Antonio Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz No. 232
30 de noviembre de 1997