COMENTARIOS AL SALMO 79

 

1. Oración de Cristo por la salvación de su viña

* Estos querubines le sugieren a Eusebio235 la visión de Ezequiel:236 sobre el trono que contempla el profeta hay una imagen con apariencia como de hombre; esta figura es tipo del Verbo de Dios que ha asumido la naturaleza humana. El propiciatorio es figura del Verbo sentado sobre los querubines, motivo por el cual Pablo llama a Cristo propiciatorio: 'a quien Dios destinó como propiciatorio por la fe en su Sangre'.237 El propiciatorio estaba en medio de los querubines colocado por encima de ellos, como un auriga. Este propiciatorio y estos querubines figurativos avanzaban por el desierto delante del pueblo peregrino, ante Efraín, Benjamín y Manasés. A la salida de Egipto, Judá, Isacar y Zabulón caminaban delante del arca y Efraín, Benjamín y Manasés la seguían; de este modo era como, efectivamente, el arca precedía a esas tres tribus.

** Desde este valle de lágrimas, la Iglesia implora la visita de su Señor. Él la escucha, viene y se hace presente en su Liturgia: "Cristo está presente a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica ... No sólo en la celebración de la Eucaristía y en la administración de los Sacramentos, sino también, con preferencia a los modos restantes, cuando se celebra la Liturgia de las Horas. En ella Cristo está presente en la asamblea congregada, en la Palabra de Dios que se proclama y cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues Él mismo prometió que: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.»"238

La presencia de Cristo en la Liturgia es una presencia dinámica y eficaz, que hace de los actos litúrgicos acontecimientos de salvación. En la Eucaristía esta presencia es, además, substancial: "Tal presencia se llama 'real', no por exclusión, como si las otras no fueran 'reales', sino por antonomasia".239

Además de ser el Maestro y el Modelo, Cristo es siempre el Mediador y el Sujeto de nuestra oración. Como Mediador, ora por nosotros; como sujeto, es el Orante que une a Sí a la Iglesia haciéndose presente en aquellos que se reúnen en su nombre. Así pues, nuestra oración de hoy presupone a Cristo activamente presente, implicando en su alabanza e intercesión a la Iglesia, de la que es Cabeza y a la humanidad de la que es Primogénito, según la expresión de Tertuliano: "Cristo es el Sacerdote universal del Padre."240 "Se puede y se debe rezar de varios modos, como la Biblia nos enseña con abundantes ejemplos. 'El Libro de los Salmos es insustituible'. Hay que rezar con «gemidos inefables» para entrar en el 'ritmo de las súplicas del Espíritu mismo'. Hay que implorar para obtener el perdón, integrándose en el profundo grito de Cristo Redentor (Hb 5: 7). Y a través de todo esto hay que proclamar la gloria. 'La oración es siempre un «opus gloriae»'."241

*** La tradición242 ha entendido siempre que esta viña de Dios es la Iglesia, que extiende sus pámpanos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran Río. El Señor es la verdadera vid, nosotros los sarmientos y su Padre el labrador. De las cepas de los Patriarcas y los Profetas, ha germinado Cristo, como un vástago prodigioso.243 La antigua viña infiel ha sido renovada por Él y de ella ha nacido la Iglesia, plenitud de Cristo mismo, que forma con Jesús una misma cosa244 y se extiende y dilata sobre toda la superficie de la tierra.

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235 EUSEBIO, Commentaria in psalmos, 79; PG 23.

236 Ez 1: 26 ss.

237 Rom 3: 25.

238 IGLH, 13; SC. 7

239 PABLO Vl, Enc. Mysterium fidei, 3.IX.1965, n. 22.

240 TERTULIANO, Adv. Marc. IV, 9, 9; PL 2, 405.

241 JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona, 1994, p. 39. Hb 5: 7: "El cual (Cristo), ofre- ciendo en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderoso clamor de lágnmas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su piedad." Esta 'definición' de la oración que ha escrito el Papa recuerda la expresión 'supplex gloria' contenida en el himno "O Lux" (Il y IV Domingos, II Vísperas). Se trata de una expresión sumamente concisa y densa que nos muestra los dos aspectos esenciales para configurar todo himno litúrgico: la alabanza y la súplica. Todo himno y, en cierto modo, la oración es, a la vez, un cántico que celebra la majestad de la Trinidad beatísima, y una súplica que se dirige a Dios para invocar socorro, perdón o alivio, en la esperanza de un Cielo donde sólo reinará la alabanza perfecta de los elegidos y como una sonrisa de toda la creación; mientras, sobre la tierra, como canta el "O Lux", 'supplex gloria'.

242 TEODORETO, Interpretatio in psalmos, 79, PG 80. En el mismo sentido la tradición, P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, París 1959, Serie I (S. Columbano), 79, p. 143: 'quod ipse (Christus) super cherubim residens ecclesiasticam vineam dilatet ac defendat.'; Serie Vl (Casiododro-S. Beda), 79, p. 167: 'Vox prophetae de adventu Christi, et de vineae, id est, Ecclesiae dilatatione.'

243 Is 11: 1

FÉLIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD, I
Ediciones EGA, Bilbao 1995.Págs. 111-113


2. Catequesis del Papa en la audiencia general del miércoles, 10 de abril 2002

El Señor visita su viña

1. El salmo que se acaba de proclamar tiene el tono de una lamentación y de una súplica de todo el pueblo de Israel. La primera parte utiliza un célebre símbolo bíblico, el del pastor y su rebaño. El Señor es invocado como "pastor de Israel", el que "guía a José como un rebaño" (Sal 79, 2). Desde lo alto del arca de la alianza, sentado sobre los querubines, el Señor guía a su rebaño, es decir, a su pueblo, y lo protege en los peligros.

Así lo había hecho cuando Israel atravesó el desierto. Sin embargo, ahora parece ausente, como adormilado o indiferente. Al rebaño que debía guiar y alimentar (cf. Sal 22) le da de comer llanto (cf. Sal 79, 6). Los enemigos se burlan de este pueblo humillado y ofendido; y, a pesar de ello, Dios no parece interesado, no "despierta" (v. 3), ni muestra su poder en defensa de las víctimas de la violencia y de la opresión. La invocación que se repite en forma de antífona (cf. vv. 4. 8) trata de sacar a Dios de su actitud indiferente, procurando que vuelva a ser pastor y defensa de su pueblo.

2. En la segunda parte de la oración, llena de preocupación y a la vez de confianza, encontramos otro símbolo muy frecuente en la Biblia, el de la viña. Es una imagen fácil de comprender, porque pertenece al panorama de la tierra prometida y es signo de fecundidad y de alegría.

Como enseña el profeta Isaías en una de sus más elevadas páginas poéticas (cf. Is 5, 1-7), la viña encarna a Israel. Ilustra dos dimensiones fundamentales:  por una parte, dado que ha sido plantada por Dios (cf. Is 5, 2; Sal 79, 9-10), la viña representa el don, la gracia, el amor de Dios; por otra, exige el trabajo diario del campesino, gracias al cual produce uvas que pueden dar vino y, por consiguiente, simboliza la respuesta humana, el compromiso personal y el fruto de obras justas.

3. A través de la imagen de la viña, el Salmo evoca de nuevo las etapas principales de la historia judía:  sus raíces, la experiencia del éxodo de Egipto y el ingreso en la tierra prometida. La viña había alcanzado su máxima extensión en toda la región palestina, y más allá, con el reino de Salomón. En efecto, se extendía desde los montes septentrionales del Líbano, con sus cedros, hasta el mar Mediterráneo y casi hasta el gran río Éufrates (cf. vv. 11-12).

Pero el esplendor de este florecimiento había pasado ya. El Salmo nos recuerda que sobre la viña de Dios se abatió la tempestad, es decir, que Israel sufrió una dura prueba, una cruel invasión que devastó la tierra prometida. Dios mismo derribó, como si fuera un invasor, la cerca que protegía la viña, permitiendo así que la saquearan los viandantes, representados por los jabalíes, animales considerados violentos e impuros, según las antiguas costumbres. A la fuerza del jabalí se asocian todas las alimañas, símbolo de una horda enemiga que lo devasta todo (cf. vv. 13-14).

4. Entonces se dirige a Dios una súplica apremiante para que vuelva a defender a las víctimas, rompiendo su silencio:  "Dios de los Ejércitos, vuélvete:  mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña" (v. 15). Dios seguirá siendo el protector del tronco vital de esta viña sobre la que se ha abatido una tempestad tan violenta, arrojando fuera a todos los que habían intentado talarla y quemarla (cf. vv. 16-17).

En este punto el Salmo se abre a una esperanza con colores mesiánicos. En efecto, en el versículo 18 reza así:  "Que tu mano proteja a tu escogido, al hijo del hombre que tú fortaleciste". Tal vez el pensamiento se dirige, ante todo, al rey davídico que, con la ayuda del Señor, encabezará la revuelta para reconquistar la libertad. Sin embargo, está implícita la confianza en el futuro Mesías, el "hijo del hombre" que cantará el profeta Daniel (cf. Dn 7, 13-14) y que Jesús escogerá como título predilecto para definir su obra y su persona mesiánica. Más aún, los Padres de la Iglesia afirmarán de forma unánime que la viña evocada por el Salmo es una prefiguración profética de Cristo, "la verdadera vid" (Jn 15, 1) y de la Iglesia.

5. Ciertamente, para que el rostro del Señor brille nuevamente, es necesario que Israel se convierta, con la fidelidad y la oración, volviendo a Dios salvador. Es lo que el salmista expresa, al afirmar:  "No nos alejaremos de ti" (Sal 79, 19).

Así pues, el salmo 79 es un canto marcado fuertemente por el sufrimiento, pero también por una confianza inquebrantable. Dios siempre está dispuesto a "volver" hacia su pueblo, pero es necesario que también su pueblo "vuelva" a él con la fidelidad. Si nosotros nos convertimos del pecado, el Señor se "convertirá" de su intención de castigar:  esta es la convicción del salmista, que encuentra eco también en nuestro corazón, abriéndolo a la esperanza.


3.

El salmo 79 es la oración de Israel ante una gran desgracia. El enemigo ha invadido el territorio nacional y ha destruido la ciudad y el templo, y Dios parece mostrarse indiferente y callado ante tamaña desgracia: «Pastor de Israel, ¿hasta cuándo estarás airado?; mira desde el cielo, fíjate y ven a visitar tu viña, suscita, Señor, un nuevo rey que dirija las victorias de tu pueblo, fortalece un hombre haciéndole cabeza de Israel y que tu mano proteja, a éste, tu escogido

Con este salmo podemos hoy pedir por la Iglesia y sus pastores. También el nuevo Israel sucumbe frecuentemente ante el enemigo, y le falta mucho para ser aquella vid frondosa que atrae las miradas de quienes tienen hambre de Dios: «Tú, Señor, elegiste a la Iglesia para que llevara fruto abundante, tú la quisiste universal, quisiste que su sombra cubriera las montañas, que extendiera sus sarmientos hasta el mar; y, fíjate, sus enemigos la están talando, su mensaje topa con dificultades, su Evangelio, con frecuencia, es adulterado; pon tus ojos sobre tu Iglesia, despierta tu poder y ven a salvarnos, que tu mano proteja a los pastores, a nuestro obispo, el hombre que tú fortaleciste para guiar a tu Iglesia. Ven, Señor Jesús, y sálvanos.

PEDRO FARNÉS
MONICIONES Y ORACIONES SÁLMICAS


4. POR LA IGLESIA

Siento alegría, Señor, al ver que puedo dirigirme a ti hoy con las mismas palabras que tú inspiraste en otras edades; que puedo rezar por tu Iglesia la oración que el salmista rezó por tu pueblo cuando tu palabra se hacía Escriturñ y cada poeta era un profeta. Conozco la imagen de la vid y los sarmientos y el muro alrededor y la destrucción del muro y su restauración a cuenta tuya para protegerla. Me veo a mí mismo en cada palabra, en cada sentimiento, y rezo hoy por tu vid con palabras que han sonado en tus oídos desde el día en que tu pueblo comenzó a llamarse tu pueblo.

«Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país; su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran Río. ¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas? Dios de los Ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa. La han talado y le han prendido fuego: con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti; danos vida, para que invoquemos tu nombre».

La vid, los pámpanos, las montañas, la cerca. Destrucción y ruina; y el hombre a quien escogiste y fortaleciste. Términos de ayer para realidades de hoy. Tú inspiraste esa oración, Señor, y tú la preservaste en escritura santa para que yo pudiera presentártela hoy con nuevo fervor en palabras añejas. Te complaces en oír esas palabras, tuyas por su edad y mías en su urgencia; y si te complaces en oírlas, es porque quieres hacer lo que en ellas dices y quieres que yo te vuelva a decir. Con esa confianza rezo, y disfruto al rezar en unión de siglos con palabras de otro tiempo y vivencias del mío. Bendita continuidad del pueblo de Dios que sigue en peregrinación por el desierto del mundo.

«Señor Dios de los Ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve».

Carlos García Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, pág. 154