COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 16, 25-27

 

1.

Todo el gran peso de esta gran fórmula litúrgica está en las palabras "manifestado ahora". Pablo piensa que la magnitud de la revelación de todo el misterio de Dios y su mecanismo de rehabilitación (cf. Rm 4.) solamente ha podido llegar al hombre por una revelación misteriosa pero bien real de Dios mismo. La Iglesia, mirando lo que ha pasado, se alegra de vivir en la época en la que el nombre de JC es, en adelante, la clave de la historia universal y del destino de todo hombre. Grandes palabras que hay que llenarlas de contenido en la lucha de cada día.

La fe, respuesta al Evangelio (Rm 1. 1), compromete al hombre entero. Por eso la fe es concebida como obediencia. Ella implica, efectivamente, que el hombre acepte libremente comprometer su vida y su persona al Dios que se revela a él como fiel y veraz y que, renovando al hombre, le permite y posibilita obedecer a su voluntad (cf. Rm 6. 15). Si la contemplación del misterio revelado ahora en Jesús no nos lleva a una acción solidaria en favor de los más desprovistos del pueblo, tal vez estemos vaciando de contenido lo más específico de nuestra fe. Esta es la verdadera obediencia: amar al hombre entero.

Tras el maravilloso mundo intuido por Pablo a lo largo de la carta a los Romanos no es de extrañar que prorrumpa en un canto de gloria al autor de la salvación, nuestro hermano Jesús. Como creemos en la fuerza de Dios por la muerte de Jesús, confesamos nuestra salvación y creemos que así es, que el camino del evangelio es algo alcanzable por todos nosotros. Este es el motivo hondo de nuestra alabanza. Tal vez ésta sea la mejor manera de poder acercarse al misterio de Jesús entre nosotros.

EUCARISTÍA 1978/59


2. IGLESIA/COMUNIDAD. LA IGLESIA NO ES UN LUGAR PUBLICO EN DONDE PUEDEN ENTRAR TODOS LOS QUE PASEN POR LA CALLE.

Termina Pablo su carta a la comunidad "desconocida" de Roma, dando recuerdos muy personales y concretos a determinadas personas que él sabía estaban integradas en la comunidad romana y que muy probablemente provenían de Asia Menor y habían sido miembros de las comunidades fundadas por Pablo.

El hecho de "señalar con el dedo" indica que en aquellas primeras iglesias cristianas se practicaba el verdadero comunitarismo. O sea, una "iglesia" no era un lugar público a donde podían entrar todos los que pasaran por la calle para recibir unos determinados "servicios litúrgicos". Esto era inconcebible en aquellas primeras generaciones cristianas.

Pero cuando la Iglesia ha dejado de ser aquello para lo que fue fundada y se ha convertido en una pieza, más o menos esencial del "establishment", se comprende la fiebre por levantar magníficos y suntuosos templos, abiertos indiscriminadamente a las masas, sin que éstas de hecho formaran comunidad.

Los novísimos intentos de volver a las "comunidades" corresponden a este espíritu esencial del cristianismo. Lógicamente estas comunidades deberán federarse entre sí, servirse, acogerse, ayudarse. Pero no basta un frío carnet burocrático -la "inscripción bautismal"- para convencerse de que uno es miembro de la Iglesia.

Las últimas frases de la Carta son una doxología, que implica ese instinto de la gratuidad divina que acompañó siempre a Pablo en su función de "liturgo del Evangelio": el Evangelio no se puede anunciar sino desde esa misteriosa llamada gratuita de Dios, que, sin saberse por qué, nos escoge para esta misión difícil y dolorosa, pero magnífica y grandiosa al mismo tiempo.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1748


3.

Doxología conclusiva de la carta a los Romanos, en la que Pablo alaba a Dios por su "plan". El plan es que todos los pueblos conozcan a Jesucristo, más allá de toda frontera. Y este plan es la Buena Noticia, la gran noticia que debe llegar a todo el mundo.

La carta a los Romanos está escrita desde la tensión que comporta a Pablo y a la primera comunidad la superación de las fronteras de Israel. Pablo reivindica, a lo largo de la carta, el papel de Israel. Y ahora al final también: por eso quiere subrayar que "los escritos proféticos" ya lo anunciaban.

Pero ahora todo esto ya está superado, y hay que alabar a Dios por esta Buena Noticia para todos.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/16


4.

-EI evangelio (el euaggelion, en griego) es una palabra que no aparece mucho en el AT; por eso hay que apreciarla más cuando sale en algunas de las profecías mesiánicas (Is 52, 7, 61, 1, citados en Rom 10,15 y Lc 4,19). Es ciertamente ahí donde hay que buscar la razón por la que los autores del NT la emplean en un sentido casi preciso: El evangelio es la buena noticia que Dios ha enviado al mundo con la persona de Jesús para instaurar el reino del futuro (de ahí los diversos calificativos: evangelio de Dios: Rom 1, 1; evangelio de Jesucristo: Ron 15, 9; evangelio del reino: Mt 4, 23). Las profecías del AT anuncian ya el perdón y el amor de Dios a todos los hombres, pero es ahora, con Jesucristo, cuando se cumplen las promesas.

-Hay una especie de paralelismo en este verso: según lo humano Hijo de David, según el Espíritu, Hijo de Dios. Aquí considera Pablo el hecho de Jesús de una forma global y continua. La persona de Jesús está dominada por la debilidad del ser hombre durante su vida terrena, después tiene la fuerza del triunfo divino.

-Se puede traducir también: «después de su resurrección». De cualquier modo, el acento descansa sobre la expresión "con plena fuerza". No es la resurrección la que ha hecho a Jesús Hijo de Dios, sino que en ella se le ha dado de forma plena, por así decirlo, el poder supremo (Ef 1, 20-23), la gloria última (2 Pe 1, 21). Hay una continuidad entre la visión inicial del AT (cf. 1ª lectura) y este hecho de Jesús (no olvidemos la problemática de la comunidad de Roma: división entre los cristianos judíos que aprecian el AT y cristianos paganos que no se sienten vinculados en modo alguno al AT). La persona de Jesús tiene que ver con aquel Dios que salvaba a su pueblo por medio de vínculos como la alianza o la monarquía. Nosotros que vemos esto con más claridad, tenemos más obligación de ser consecuentes con lo que decimos creer.

-La fe como respuesta al evangelio compromete al hombre entero. Por eso es siempre obediencia (lit.: "para llevar a la obediencia de la fe"). También podría traducirse "a la obediencia que es la fe". Implica efectivamente que el hombre se «someta» libremente a Dios que se le revela como fiel y digno de ser creído y que, renovando al hombre, le permite acatar su voluntad (cf. Ron 10, 9). Este es el preludio de la contemplación del misterio de Jesús, ante el que nuestra fe se convierte en respuesta.

EUCARISTÍA 1989/59

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