36 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO - CICLO B
28-36

28. REDENTORISTAS 2005

Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.

Cristiano pensante: Contrario al evangelio, se promovió muchas veces un cristiano borrego que no decía ni pío ante las indicaciones de la autoridad. La obediencia se hizo la regla de oro: “no piense, crea”, “el que obedece nunca se equivoca”, “obedecer al superior es obedecer a Dios”, “en la voluntad del superior, se manifiesta la voluntad de Dios”… y como antaño mucha gente era iletrada, sólo los que sabían, los privilegiados, por supuesto los clérigos de mayor rango, al lado de abogados, médicos y unos cuantos intelectuales, tenían la palabra. “Yo no sé, a mi no pregunten porque soy un ignorante, doctores tiene la santa madre Iglesia”, solía decir la gente común y silvestre.

La sociedad moderna, con el imperio de la diosa razón, despreció no sólo al creyente borrego, sino que se fue lanza en ristre contra todo lo que oliera a religión. Actualmente hay sociedades enteras (los Países Bajos, por ejemplo), así como personas en todo el mundo, que consideran el cristianismo y en general toda experiencia religiosa, como correspondiente a una etapa primitiva del ser humano, superado por los más avanzados y vivido sólo por gente premoderna, que aún está en el oscurantismo medieval.

Ante estos movimientos pendulares de nuestra historia, vale la pena retomar las palabras de san Pablo a los Tesalonicenses (2da lect.): “No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía; pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno”. Necesitamos cristianos pensantes que vivan y se entreguen con “alma, vida y sombrero” al Proyecto de Jesús. Porque a lo largo de estos casi dos mil años de historia los cristianos hayamos cometido errores, no significa que esto no valga la pena; el hecho de que algunos cristianos no demos buen testimonio, no significa que esto no sirva. También como institución y como personas, los cristianos hemos dado buenos frutos, y de ello tenemos muchos testimonios. Pensemos, pongamos todo a prueba y quedémoslo con lo bueno. En palabras de Leo Bof, necesitamos ser críticos, creativos y cuidadores.

Surgió un hombre: Bien decía Simón Bolívar que la vocación es hija de la necesidad; los seres humanos somos, además, hijos de nuestro tiempo y nuestro espacio. La situación vivida por el pueblo de Israel en tiempo de Jesús era desesperante, y surgían muchos hombres buscando salidas: algunos guerreros, visionarios, locos, extremistas de derecha o de izquierda… En aquel tiempo surgió también un hombre y su movimiento: Juan Bautista, el profeta del desierto.

Pero Juan Bautista no fue el resultado improvisado de una situación crítica. Fue un hombre de vida y pensamientos profundos, que escogió la línea profética para realizar su ministerio y trabajar comprometido con el pueblo. En el desierto de su vida con toda su simbología (aridez y encuentro con Dios), escuchó la voz de Dios, recibió el don de profecía, formó su escuela con algunos discípulos e hizo del Jordán su “centro” de operaciones. Allí acudían muchas personas para ser bautizadas (rito penitencial para el perdón de los pecados).

Dentro de los buscadores de respuestas llegó un muchacho de Nazareth, llamado Jesús. Allí compartió sus enseñanzas, caminó con él y aprendió lo que tenía que aprender. Juan fue testigo de su proceso; contempló con admiración y sin envidia cómo su discípulo lo superaba. Él fue un profeta que buscaba el Reino, no un sofista prepotente ni un dirigente, como algunos de los nuestros, enfermizamente aferrados al poder y con delirios mesiánicos. Por eso invitó a todos a la conversión, y como nos dice el evangelio de hoy, confesó sin reservas que no era el Mesías, que detrás de él vendría otro. No era la luz, pero dio testimonio de ella. Finalmente comprendió que era preciso disminuir para que Jesús creciera. ¡Qué gran testimonio! Eso lo hacen los grandes hombres.

Cuando mataron a Juan, Jesús empezó su ministerio con ese talante profético de su maestro, tomando distancia de algunas posturas discordantes y haciendo su propio camino. Asumió para sí mismo las palabras del profeta Isaías (1ra lect.): “El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a vendar los corazones heridos y a proclamar el año de gracia del Señor…” (Lc 4,16). Nuestra fe sólo tendrá un sentido pleno cuando sea buena noticia, especialmente para los pobres, cuando los cristianos sigamos los pasos del inspirador de este camino, tal como él lo hizo.

Algunos discípulos de Juan acompañaron a Jesús en su Proyecto, otros siguieron dogmáticamente todas las palabras de Juan y no aceptaron la propuesta de Jesús. Al principio no hubo problemas, pero después de la experiencia pascual, entre seguidores de Jesús y algunos seguidores de Juan que no habían querido dar el paso hacia Jesús, hubo problemas.

El evangelio de hoy es una elaboración teológica realizada por el cuarto evangelista, para superar estas discrepancias entre las comunidades cristianas y las comunidades bautistas. El evangelista de una forma muy inteligente, (y por supuesto desde nuestra fe, inspirado por el Espíritu) logró integrar a Juan Bautista dentro del plan de salvación. Juan bautista es presentado como el precursor. De esta manera los grupos bautistas y las comunidades cristianas lograron unificarse. Dejaron las discrepancias y lucharon por un mismo proyecto. Buen testimonio para nuestras Iglesias cristianas y nuestro mundo polarizado.
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Monición de entrada:

Hermanos en Cristo, la alegría penetra la liturgia de este tercer domingo de Adviento. Nos acercamos a la Navidad y esta cercanía nos lleva a meditar más profundamente en la venida final de Cristo. Estamos alegres y agradecidos porque se nos ha dado el Espíritu, se ha predicado la Buena Nueva y se nos asegura la salvación. Nosotros también, al igual que Juan Bautista, hemos sido llamados a predicar el camino del Señor; a preparar nuestros corazones para su llegada en esta liturgia y todas las veces que diariamente viene a nuestra vida. Empecemos esta Eucaristía cantando con alegría y esperanza, mientras recibimos a los ministros de esta celebración.



Primera lectura: Is 61, 1-2; 10-11 (Desbordo de gozo con el Señor)

El profeta Isaías, lleno del poder del Espíritu Santo, es enviado a predicar la Buena Nueva a los pobres. Las opresiones terminan, el consuelo inunda los corazones angustiados, comienza una etapa de perdón, de salvación y alegría en el Señor. Escuchemos el profeta Isaías.

Segunda lectura: I Tes 5, 16-24 (Estén siempre alegres, y no apaguen el Espíritu)

Escribiendo a sus colaboradores en Tesalónica y también a nosotros, el Apóstol Pablo nos anima a la alegría, a la oración y a la acción de gracias. Nos exhorta también a ser irreprochables en todo momento hasta la última venida del Señor.

Tercera lectura: Jn 1, 6-8. 19-28 (En medio de ustedes hay uno que no conocen)

El texto de hoy es un buen ejemplo de lo que significa ser testigo. Juan Bautista es el hombre que ha sido enviado por Dios a dar testimonio de la luz. Juan, como testigo, orienta toda su vida y actividad a descubrir al otro, a la luz, a prepararle el camino, a llevarle a la humanidad hacia Cristo. Nos ponemos de pie, para entonar el Aleluya, antes de escuchar ese mensaje de sencillez y de testimonio.

Oraciones de los fieles:

1. Por la Iglesia para que el Señor con su visita le conceda la unidad y libertad y la gobierne con su asistencia. Roguemos al Señor.

2. Por la Santa Madre Iglesia, para que sea fiel a la tarea encomendada por el Señor, de evangelizar especialmente a los pobres. Roguemos al Señor.

3. Por nuestras familias para que crezcan en paciencia, comprensión, diálogo y amor. Roguemos al Señor.

4. Por los difuntos, especialmente los de nuestra familia y parroquia para que Dios los reciba en su reino de Luz y de Paz. Roguemos al Señor.

5. Por todos nosotros los que participamos de esta Eucaristía, para que nuestra vida sea un gran testimonio de la presencia de Cristo entre nosotros. Roguemos al Señor.

Exhortación Final

En este tercer domingo de adviento queremos, Señor, practicar las consignas que nos da tu apóstol Pablo:

Estén siempre alegres y no dejen morir en sus manos las ascuas incandescentes del Espíritu de Cristo, que es alma y fuego, luz y amor, llama y vida, gozo y paz.

Gracias, Señor Jesús. Hoy tenemos motivos de alegría: Tú estás viniendo, ya llegas, ya estás en medio de nosotros.

Con el Bautista podemos decir: mi alegría está colmada; es preciso que Cristo crezca y que nosotros disminuyamos.

Haznos testigos tuyos entre nuestros hermanos los hombres para que no seas tú el desconocido de nuestro mundo.

Amén.

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 224)


29. Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)

«En medio de vosotros está uno a quien no conocéis»

Hoy, en medio del Adviento, recibimos una invitación a la alegría y a la esperanza: «Estad siempre alegres y orad sin cesar. Dad gracias por todo» (1Tes 5,16-17). El Señor está cerca: «Hija mía, tu corazón es el cielo para Mí», le dice Jesús a santa Faustina Kowalska (y, ciertamente, el Señor lo querría repetir a cada uno de sus hijos). Es un buen momento para pensar en todo lo que Él ha hecho por nosotros y darle gracias.

La alegría es una característica esencial de la fe. Sentirse amado y salvado por Dios es un gran gozo; sabernos hermanos de Jesucristo que ha dado su vida por nosotros es el motivo principal de la alegría cristiana. Un cristiano abandonado a la tristeza tendrá una vida espiritual raquítica, no llegará a ver todo lo que Dios ha hecho por él y, por tanto, será incapaz de comunicarlo. La alegría cristiana brota de la acción de gracias, sobre todo por el amor que el Señor nos manifiesta; cada domingo lo hacemos comunitariamente al celebrar la Eucaristía.

El Evangelio nos ha presentado la figura de Juan Bautista, el precursor. Juan gozaba de gran popularidad entre el pueblo sencillo; pero, cuando le preguntan, él responde con humildad: «Yo no soy el Mesías...» (cf. Jn 1,21); «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí» (Jn 1,26-27). Jesucristo es Aquél a quien esperan; Él es la Luz que ilumina el mundo. El Evangelio no es un mensaje extraño, ni una doctrina entre tantas otras, sino la Buena Nueva que llena de sentido toda vida humana, porque nos ha sido comunicada por Dios mismo que se ha hecho hombre. Todo cristiano está llamado a confesar a Jesucristo y a ser testimonio de su fe. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a aportar el don de la luz. Más allá de esas palabras, el mejor testimonio, es y será el ejemplo de una vida fiel.


30. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

El profeta Isaías invita a todo el pueblo que retorna del destierro, y que ha visto que las promesas con que esperaban encontrar su tierra no son tan ciertas; lo invita a la esperanza. La acción de Dios es efectiva y eficaz. La Jerusalén que ahora ven arruinada, será en un futuro centro de peregrinaciones y a la que acudirán todas las naciones de la tierra. Es una realidad muy dura de pobreza, de tristeza y de cautiverio. Por eso, la vocación del profeta esta dirigida hacia esas personas. Se siente capacitado por Dios para el anuncio de «buenas noticias» de esperanza a los marginados del país. Las cosas están difíciles pero podemos salir adelante, Dios no nos abandona, parece decir el profeta. Aunque haya dificultades al regreso el Señor ha revestido al pueblo de ropas de salvación, le ha retornado el don de la tierra, y así como está hace germinar los frutos, quien hace germinar la justicia y la alabanza es el Señor.

El salmo recoge hoy la oración de María cuando visita a Isabel, que la tradición llama Magnificat. La oración esta basada en el cántico de Ana que encontramos en el 1Sam 2, 1-10. Se centra en dos grandes temas, por una parte los pobres y humildes son socorridos en detrimento de los poderosos, y por otra, el hecho de que Israel es objeto del favor de Dios desde la promesa hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). María canta la grandeza de Dios salvador que se ha fijado en los humildes, especialmente en la pequeñez de María, y nos muestra que la lógica de Dios no siempre coincide con la lógica e los poderosos. Precisamente ha hecho una promesa con un pueblo pequeño cumpliendo la promesa de Abraham, se ha fijado en la humildad y pequeñez de María, ha derribado del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. La lógica de Dios pasa por el reconocimiento de los más pequeños como sujetos preferenciales de su acción. En eso consiste ser creyente. Esta es la palabra profética que la tradición pone en boca de María.

En la segunda lectura vemos como el apóstol Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a la fidelidad. La vida de la comunidad tenía algunas dificultades: problemas con los animadores de la comunidad, peleas, desanimo, falta de fe, fornicación. Es una comunidad que se ha convertido del paganismo al cristianismo (1,9) y que ha dejado los ídolos, sus dioses, para seguir al Dios verdadero, pero que le cuesta desprenderse del todo de sus tradiciones antiguas, de su legado cultural. Parece que la exigencia de la vida de comunidad no le era satisfactoria a muchos que se sentían desilusionados. Es por esto que Pablo les llama la atención; reconoce que ha sido una comunidad que se ha esforzado por seguir a Jesús, que posee el Espíritu del Resucitado, pero que aún puede dar más. Les llama a estar alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar. No se trata de rechazar todo lo que les viene de fuera y que les impide la vida de comunidad, se trata de examinar todo y quedarse con lo bueno. Les llama a fidelidad y a continuar en el camino que han emprendido. No hay que dejarse desanimar por los problemas, que siempre habrán, se trata de ser fieles al camino emprendido y vivirlo con alegría pues estamos convencidos que es el mejor camino a la felicidad.

El evangelio de Juan no presenta el testimonio de Juan el Bautista que ahondaremos a lo largo de esta semana litúrgica. La lectura nos introduce diciendo que este es el testimonio de Juan y luego nos cuenta que de Jerusalén los dirigentes judíos enviaron delegados para preguntarle si era el Mesías o Elías que precedería a la llegada del Mesías. La respuesta de Juan es ambigua. Si bien no se reconoce como Mesías tampoco se reconoce como Elías que ha de venir; sin embargo, si se reconoce como la voz que clama en el desierto, que prepara la venida del Mesías. La respuesta genera una pregunta lógica en los emisarios judíos: si no eres, entonces ¿por qué bautizas? Su respuesta es parecida a la primera, el bautismo de agua es un bautismo purificador, si se quiere externo, pero quien vendrá traerá un bautismo que purificará a todo el ser humano y ante el cual el bautismo de Juan es solo anticipo. Es claro que la figura de Juan el Bautista tiene gran importancia para las primeras generaciones cristianas. Además de homologarlo con el profeta Elías, muchos de los seguidores de Juan pertenecieron a las primeras comunidades cristianas. Por otro lado, fue crítico ante el poder dominante de los romanos y de Herodes, lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre que supo entregarse a su misión y que supo ver en el futuro que se avecinaba, los tiempos esperados.

Para la revisión de vida
La misión de Juan Bautista puede tomarse como símbolo de la misión de toda persona cristiana: no suplantar a Jesús, sino gastar la vida en abrirle camino, abriendo camino a su causa, ¡el Reino! ¿Estoy siendo un buen precursor del Reino que Jesús anunció? ¿Allano montes, relleno hondonadas, abro caminos?

Para la reunión de grupo
- El texto de Is 61,1-2 es muy importante. Expresa la misión del Mesías tal como fue ya entrevista con siglos de anticipación por los profetas. Si el Mesías iba a tener una misión, ésa sería la de ser «buena noticia» para los pobres… Jesús tuvo que leer y meditar este texto muchas veces, tanto que lo hizo propio y sintió que se «cumplía» en su vida, que llegaba a su máximo cumplimiento en su vida (Lc 4, 16). Lucas, por eso, puso la narración de un comentario que Jesús tal vez hizo del texto en la sinagoga de su pueblo, como un texto inicial que daría el sentido a la vida toda de Jesús y a su misión. Y dice (en Lc 7, 18ss) que Jesús mismo apeló a este texto como prueba de su mesianidad ante la comisión oficial que vino a preguntarle si era él el Mesías. Preguntémonos:

- Realmente, ¿hemos solido pensar que el signo principal de la mesianidad de Jesús es el ser «buena noticia para los pobres»? ¿A qué otras cosas les hemos dado clásicamente más importancia en la vida de Jesús?

- Qué es una buena noticia para los pobres? ¿En sentido real o figurado? El catecismo, la doctrina cristiana, el mensaje que lleva la iglesia, ¿es buena noticia?

- Será que también para la Iglesia la principal señal de su «mesianidad» sería el ser buena noticia para los pobres?

- ¿Cómo desglosar y explicar el significado de la buena noticia que Jesús puede significar hoy para los pobres y para la Humanidad en el mundo globalizado actual?

Para la oración de los fieles
- Para que en este adviento sigamos alimentando nuestra esperanza, profundizándola y compartiéndola, roguemos al Señor
- Por todos los que en estos días cercanos a la navidad se sienten tristes o nostálgicos, lejos de sus familias, en soledad... para que la potencia de su amor supere todas esas distancias y les haga sentirse en comunión universal...
- Para que nos preparemos a la celebración de la navidad con realismo tratando de hacer que "efectivamente nazca Jesús" a nuestro alrededor...
- Para que la lejanía en que hoy día se ubica la utopía que todos los soñadores buscamos, no nos conduzca a la resignación o al fatalismo, sino que quede superada en la constancia, en la fe sin claudicaciones, en la resistencia y el esfuerzo por acercar una y otra vez la utopía del Reino...
- Para que en estas vísperas de navidad la austeridad de Juan Bautista, el precursor, nos recuerde que la sobriedad en el gasto motivada por el deseo de compartir con los más necesitados...
- Para que en Navidad y en todos los tiempos la Iglesia sea, como Jesús, Buena Noticia para los pobres, para todos los hombres y mujeres necesitados de amor y de justicia…

Oración comunitaria
Oh Dios y Padre-Madre de nuestro Señor Jesucristo: al acercarse las entrañables fiestas de la navidad te pedimos que hagas aflorar en nuestras vidas lo mejor de nuestro propio corazón, para que podamos compartir con los hermanos que nos rodean tu ternura, tu mismo amor, del que nos has hecho partícipes. Haz que lo vivamos como lo vivió Jesús, nuestro hermano, que contigo vive y reina, y con nosotros vive y camina, por los siglos de los siglos. Amén.

Dios nuestro, tú que quieres que trabajemos de tal modo que, cooperando unos con otros, realicemos en esta tierra tu Reino, ayúdanos a asumir, en medio de nuestros trabajos diarios, nuestra condición de hijos tuyos y hermanos de todos las personas. Por Jesucristo, nuestro Hermano y Señor. Así sea.


31.

Esta semana la Palabra nos acerca a Juan el Bautista, una de las figuras más importantes en la historia de nuestra fe. Su grandeza llega a tal extremo que en la misma Biblia (en Hechos 19, 3-4) se nos cuenta que Pablo encontró a unos "discípulos" que no sabían nada de lo que vino después del bautismo de Juan… Para ellos el bautismo de Juan era lo máximo. Sabemos que incluso hubo alguna secta de la época que encumbró al Bautista al lugar del propio Mesías.

¿Por qué es tan importante Juan el Bautista?

No hizo milagros, al menos que conozcamos. No tuvo una vida de predicación extensa. No fue el fundador consciente de ningún credo…

¿Qué es entonces lo que le hace ser grande?

Creo que dos elementos fundamentales nos hablan de la importancia de este hombre:

A lo largo de la Historia tenemos que comprobar cómo muchas personas encargadas de evangelizar se han atribuido los logros obtenidos. Dios se vuelve para ellos un medio, no en el fin. Para estas personas que van buscando más el mérito propio que la grandeza de Dios, les interesa más que ellos queden bien que la gente se acerque al Señor. Y Juan viene a romper estos esquemas egoístas y anticristianos. Una persona que evangeliza es grande cuando es capaz de ser un camino de paso hacia Dios. Eso fue lo que dijo y lo que hizo Juan.

Hay personas que tratan de evangelizar, pero usando sus solos criterios. Creen que evangelizar es hacer lo que ellos dicen que hay que hacer. Piensan que creer en el Señor es tener todo el mundo sus mismos criterios y sus mismos puntos de vista. Esto no es así. Evangelizar es hacer que las personas sean capaces de poner sus ojos en Cristo, no en el evangelizador…

En Juan el Bautista encontramos una fe dinámica, puesta en juego. Él no busca halagos ni grandezas.

Se acercan y le preguntan quién es. Su vida era un interrogante para quienes le conocían. La primera fase de toda evangelización es provocar preguntas, necesitar de reflexiones sobre por qué tal o cual persona es como es. Si es un verdadero evangelizador la respuesta irá siempre dirigida a Jesús.

Le hicieron varias preguntas y él contesta:

- "Yo no soy el Mesías". No había en aquella época una sola idea sobre cómo tenía que ser el Mesías esperado, Juan se podría agarrar a cualquiera de ellas… El Bautista rechaza todas las referencias que se le pudieran dar como Mesías.

-"¿Eres Elías?". Los judíos creían que, antes que viniera el Mesías, volvería a la Tierra Elías para ser su heraldo y preparar al mundo para recibirle. Especialmente vendría para resolver todas las disputas. Decidiría quiénes eran judíos y quiénes no lo eran; reuniría a las familias que estaban enemistadas. La creencia en la venida de Elías antes que el Mesías viene en Malaquías 4,5. Juan contesta que tampoco él es Elías.

-"Entonces, ¿eres el profeta que había de venir?" ¿A qué se están refiriendo? En aquella época creían que Isaías o Jeremías volverían cuando viniera el Mesías. Esta idea del profeta prometido viene en Deuteronomio 18,15. Juan tampoco es ese profeta esperado.

Ninguna de estas preguntas tienen respuesta satisfactoria.

¿Quién es entonces Juan Bautista?

Él no era más que una voz que llamaba al pueblo a preparar el camino para la venida del Rey.

La otra cuestión que le plantean es sobre la autoridad que tiene para bautizar.

El bautismo que se practicaba entonces no era para los israelitas, sino para los prosélitos, o sea, los gentiles (los que no eran de raza judía), que procedían de otras razas y pueblos y religiones y se convertían a la fe de Israel. A un israelita no se le bautizaba nunca; ya pertenecía al pueblo de Dios por ser descendiente de Abraham y haber sido circuncidado. Pero los gentiles tenían que ser lavados en el bautismo. Juan estaba haciendo con los israelitas lo que sólo había necesidad de hacer con los gentiles. Estaba sugiriendo que el pueblo escogido tenía que ser también limpiado.

A raíz de su autoridad para bautizar hace una declaración de humildad equiparable con los momentos estelares de los seres humanos cuya alma está anclada en Dios. Dice: "Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay uno que no conocen; ése es el que viene después de mí. Yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias.”

El desatar la correa de las sandalias era obligación de los esclavos. Había un dicho rabínico en el que se decía que un discípulo debería estar dispuesto a hacer todo que fuera por su maestro, excepto únicamente desatarle las sandalias…

La misión de Juan era solamente preparar el camino.

El mensaje de Juan Bautista es:

El Mesías viene. Eliminen todo aquello que estorba para poder recibirle. Arrepiéntanse de sus pecados para que Él pueda venir y reinar sobre ustedes como Rey.

* * *

  1. ¿Qué cualidades debe tener un auténtico evangelizador del momento presente?

  2. ¿Cuál es el papel que tiene el protagonismo personal en la evangelización?

  3. ¿Qué te estorba en tu vida para aceptar de verdad a Dios?

  4. ¿Cómo te ves ante Dios? ¿Qué crees que piensa Dios de ti?

  5. ¿Qué es la "humildad"?

Mario Santana Bueno


32. www.ocarm.org/lectio/anno_b/avb03esp.htm

Juan Bautista señala a Jesús como Mesías
Humildad es saberse situar en el terreno de la propia identidad
Juan 1,6-8.19-28

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Una clave de lectura:

La liturgia de este tercer domingo de Adviento nos coloca delante de los ojos la figura de Juan el Bautista y describe el lugar que él ocupa en el plan de Dios. Así, nos ayuda a encontrar nuestro lugar y nos prepara para la fiesta de Navidad.

Juan el Bautista fue grande, muy grande. Fue un profeta con muchos discípulos y un protagonismo popular. Jesús lo definió como el más grande entre los nacidos de mujer. Y no obstante, según Jesús, el más pequeño en el Reino es más grande que Juan. (Mt 11,11). Juan sabía esto. Alabado por los otros, no se alababa por cuenta propia. Después que Jesús comenzó a anunciar el Reino de Dios, él supo cederle el puesto. Sus discípulos, al contrario, no tuvieron su grandeza de alma. Se sintieron envidiosos. Juan les ayudó a superar el problema. De hecho no es fácil ceder el puesto y la guía a otros y colaborar con ellos para que puedan realizar su propia misión.

b) Una división del texto para ayudar en la lectura:

Jn 1,6-8: El puesto de Juan dentro del plan de Dios: dar testimonio de la luz

Jn 1,19-21: El testimonio negativo de Juan sobre sí mismo: él no es lo que los demás piensan de él.

Jn 1,22-24: El testimonio positivo de Juan sobre sí mismo: él prepara el camino del Señor

Jn 1, 25-28: El significado del bautismo de Juan: prepara la venida de Alguien más grande que vendrá después.

c) El texto:

6-8:
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

Juan 1,6-8.19-2819-21: Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?» Él confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.» Y le preguntaron: «¿Qué pues?; ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy».» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»

22-24: Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Dijo él: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». Habían sido enviados por los fariseos.

25-28: Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.» Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué punto te ha llamado más la atención y te ha gustado más en la conducta de Juan Bautista?

b) Tres veces se define Juan Bautista con definiciones negativas: no soy el Mesías, no soy Elías, no soy el Profeta. Estas tres negaciones ¿qué afirman sobre la persona de Juan?

c) Usando una frase del Antiguo Testamento para decir lo que él es, Juan desvía la atención de sí mismo sobre Jesús. ¿Qué nos dice esto acerca de Juan y de Jesús?

d) ¿Qué afirma Juan sobre el bautismo? ¿Cómo se distingue el bautismo de Juan del bautismo de Jesús?

e) ¿Por qué Jesús nunca dice que Juan es el más grande, sino que el más pequeño del Reino es más grande que él?
f) ¿Cómo puede todo esto ayudarnos a celebrar la Navidad?

5. Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

* El Evangelio de Juan fue escrito al final del primer siglo. En aquel tiempo, tanto en Palestina como en toda el Asia Menor, dondequiera que hubiese una comunidad de judíos, había también personas que habían tenido contacto con Juan el Bautista o que habían sido bautizados por él (At 19,3). Visto desde fuera, el movimiento era muy semejante al de Jesús. Los dos anunciaban la llegada del reino (Mt 3,1-2) y ambos exigían la conversión (Mt 4,17). Podría haber habido una cierta similitud entre los seguidores de Juan y los de Jesús. Por esto la respuesta de Juan respecto a Jesús valía no sólo para los enviados de los sacerdotes y los fariseos del tiempo de Jesús, sino también para las comunidades cristianas del final del primer siglo. De hecho, todos los cuatro evangelistas se preocupan de referir las palabras de Juan Bautista que afirma que él no es el Mesías (Mt 3,3.11; Mc 1,2.7; Lc 3,4.16; Jn 1,19-23.30; 3,28-30).

* Juan 1,6-8: El puesto de Juan en el plan de Dios; dar testimonio de la luz.

El Prólogo del cuarto Evangelio afirma que la Palabra viva de Dios está presente en todas las cosas y brilla en las tinieblas como una luz para cada hombre. Las tinieblas intentan apagarla, pero no lo consiguen (Jn 1,15). Ninguno consigue esconderla, porque no podemos vivir sin Dios por mucho tiempo. La búsqueda de Dios, siempre de nuevo, renace en el corazón humano. Juan Bautista viene para ayudar al pueblo a descubrir esta presencia luminosa de la Palabra de Dios en la vida. Su testimonio fue tan importante, que muchas gentes pensaban que él era el Cristo (Mesías) (At 19,3; Jn 1,20). Por esto el Prólogo aclara: "Juan no era la luz. Vino para dar testimonio de la Luz"

* Juan 1,19-21: El testimonio negativo de Juan sobre sí mismo: él no es lo que los otros piensan de él.

Los judíos envían sacerdotes y fariseos para saber quién es este Juan que bautizaba al pueblo en el desierto y que atraía a tantas gentes de todas partes. Y enviaron para preguntarle: "¿Quién eres?" La respuesta de Juan es curiosa. En vez de decir quién es, responde lo que no es:" ¡No soy el Mesías!" Añade después otras dos respuestas negativas: él no es ni Elías, ni el Profeta. Se trata de aspectos diferentes de la misma esperanza mesiánica. En los tiempos mesiánicos, Elías debería volver para llevar el corazón de los padres hacia los hijos y el de los hijos hacia los padres. O sea, habría regresado para restaurar la convivencia humana (Ml 3,23-24; Si 48,10). El profeta anunciado para llevar en el futuro a buen término la obra iniciada por Moisés, era visto por el pueblo como el Mesías esperado (DT 18,15). Juan rechaza estos títulos mesiánicos, porque no era él el Mesías.

Sin embargo, más adelante, será el mismo Jesús quien diga que Juan era Elías (Mt 17,12-13) ¿Cómo explicar esta afirmación? El hecho es que existían muchas versiones sobre la misión de Elías. Algunos decían que el Mesías sería como un nuevo Elías. En este sentido Juan no era Elías. Otros decían que la misión de Elías era sólo la de preparar la venida del Mesías. En este sentido Juan era Elías.

En este diálogo entre Juan y los fariseos y sacerdotes aparece la catequesis de las comunidades del final del primer siglo. Las preguntas de los fariseos y sacerdotes sobre el significado de Juan Bautista dentro del plan de Dios eran también las preguntas de las comunidades. Así, las respuestas de Jesús, recogidas por el evangelista, servían también para las comunidades.

* Juan 1,22-24: Los testimonios positivos de Juan: él es sólo uno que prepara el camino

"Pues ¿por qué bautizas sino eres el Mesías ni Elías ni el profeta?" Los enviados de los sacerdotes y fariseos querían una respuesta clara, porque debían dar cuenta a los que les habían encargado interrogar a Juan. Para ellos no bastaba saber lo que Juan no era. Querían saber quién es él y que cosa significa dentro del plan de Dios. La respuesta de Juan es una frase tomada del profeta Isaías, frase muy usada, que aparece en los cuatro evangelios: "Soy la voz del que clama en el desierto. Enderezad los caminos del Señor" (Mt 3,3; Mc 1,3; Lc 3,4; Jn 1,23). En este uso del Antiguo Testamento aparece la mística que animaba la lectura que los primeros cristianos hacían de la Sagrada Escritura. Ellos buscaban dentro de las palabras, no tanto los argumentos para probar afirmaciones, sino mucho más para verbalizar y aclarar para ellos mismos y para los otros la novedad de la experiencia que tenían de Dios en Jesús (cfr Tim 3, 15-17).

* Juan 1, 25-28: Significado del bautismo y de la persona de Juan

En las comunidades cristianas del final del siglo primero había personas que conocían sólo el bautismo de Juan (At 18,25; 19,3). Entrando en contacto con otros cristianos que habían sido bautizados en el bautismo de Jesús, ellos querían saber cuál era el significado del bautismo de Juan. En aquel tiempo existían muchas clases de bautismos. El bautismo era una forma con la cual la persona se comprometía con un determinado mensaje. Quien aceptaba el mensaje estaba invitado a confirmar su decisión a través de un bautismo (ablución, purificación o baño). Por ejemplo, con el bautismo de Juan la persona se vinculaba al mensaje anunciado por Juan. Con el bautismo de Jesús, la persona se vinculaba con el mensaje de Jesús que les comunicaba el don del Espíritu (At 10,44-48; 19,5-6).

En medio de vosotros está uno a quien no conocéis. Esta afirmación de Juan Bautista se refiere a Jesús, presente en la muchedumbre. En el tiempo en el que Juan escribía su evangelio, Jesús seguía estando presente en las comunidades y en las personas, sobre todo en los pobres con los cuales se identificaba. Hoy Él está en medio de nosotros y también hoy, muchas veces, nosotros no lo conocemos.

* Juan Bautista en el evangelio de Juan

Juan Bautista provocó un movimiento popular muy grande. El mismo Jesús se adhirió a su movimiento y se hizo bautizar por él en el río Jordán. También después de la muerte, Juan Bautista seguía ejercitando una gran atracción e influencia, tanto entre los judíos como entre los cristianos que provenían del judaísmo (At 19,1-7). Las informaciones sobre Juan Bautista conservadas en el cuarto evangelio (Jn 1,6-8;.15. 19-36; Jn 3,22-30), son las siguientes:

1) Juan viene para dar testimonio de la luz (1,6-8).

2) Jesús viene después de Juan y también es discípulo de Juan. No obstante esto, Él es más importante que Juan, porque existía antes que Juan: "El que viene detrás de mí, ha pasado delante de mí, porque era primero que yo" (Jn 1,15-30). Jesús es la Palabra creadora que estaba junto al Padre desde la creación (Jn 1,3.

3). Juan confesó abiertamente: "Yo no soy el Cristo. No soy Elías. No soy el profeta que espera el pueblo. Soy sólo uno que clama en el desierto, enderezad el camino del Señor (Jn 1,19-23).

4) De frente a Jesús, Juan se considera indigno de desatar la correa de su zapato y dice: "Él debe crecer y yo disminuir" (Jn 1,27; 3,30).

5) Con respecto a Jesús él declaró al pueblo: "He visto descender el Espíritu Santo del cielo como una paloma y posarse sobre Él: Ese es el que bautiza en el Espíritu Santo" (Jn 1,32-33).
6) Juan señala a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29-36), el amado de Dios (Jn 1,34).

* Galería de encuentros en el Evangelio de Juan

En el Evangelio de Juan, se narran con muchos detalles varios encuentros que Jesús tuvo con las personas a lo largo de toda su vida itinerante por la Palestina con los primeros discípulos (Jn 1,35-51), con Nicodemos (Jn 3,1-13); 4,14; 7,50-52; 19,39), con Juan Bautista (Jn 3, 22-36), con la samaritana (Jn 4,1-42), con el paralítico (Jn 1-18), con la mujer que estaba ya para ser apedreada (Jn 8,1-11), con Marta y María (Jn 11,17-37). Estos y otros encuentros son como los cuadros, colocados sobre la pared de una Galería de arte. Ellos revelan a los ojos atentos de quien sabe apreciar algo más de aquello que está sobre el detalle, a saber la identidad de Jesús. Al mismo tiempo, muestran las características de las comunidades que creían en Jesús y daban testimonio de su presencia. Son como espejos que ayudan a descubrir lo que sucede dentro de nosotros cuando nos encontramos con Jesús. El espejo del encuentro de Jesús con Juan Bautista, que meditamos en este domingo de Adviento, nos ayuda a prepararnos para el encuentro con Jesús en la próxima fiesta de Navidad.

6. Salmo 131


Abandono filial

Mi corazón, Yahvé, no es engreído,
ni son mis ojos altaneros.
No doy vía libre a la grandeza,
ni a prodigios que me superan.

No, me mantengo en paz y silencio,
como niño en el regazo materno.

¡Mi deseo no supera al de un niño!
¡Espera, Israel, en Yahvé
desde ahora y por siempre!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén


33. 12 de diciembre de 1999

LA ALEGRÍA DE DIOS

1. Todo hoy son presagios de alegría: Desde la antífona de entrada : "Estad siempre alegres en el Señor" (Flp 4,4, siguiendo con el "Desbordo de gozo con el Señor" de la primera lectura, Isaías 61,1, y el estribillo del salmo "Se alegra mi espíritu" (Luc 1,46), hasta el: "Estad siempre alegres" de la segunda lectura, Tesalonicenses 5,16. Y Juan Bautista nos dará la clave de tanta alegría, en el evangelio de Juan 1,6: "Yo bautizo con agua; en medio de vosotros está uno que no conocéis". El es la causa de tanta alegría. Porque él es el portador de la liberación de todas las esclavitudes, de Israel y de la entera humanidad, del perdón de los pecados, y la causa principal y meritoria de la divinización de los hombres.

2. La liberación de los cautivos y encarcelados, que en el segundo Isaías se refería a los exiliados de Babilonia, adquiere un sentido nuevo de liberación de las dificultades e injusticias de la vida de después del destierro, en el Tercer Isaías, en el siglo VI a. de C., a quien Dios envía a dar la buena noticia a Israel, a todos los que sufren, a vendar los corazones desgarrados, y levantar el ánimo de los abatidos. Cuarenta y ocho años de destierro y de cautiverio, son muchos años para el pueblo del Señor. El los ha purificado. Pero llega a su término el calvario. Ya llega la misericordia. Es la hora de proclamar el año de gracia del Señor. ¡Qué oportunidad en vísperas de la apertura de la Puerta Santa, con que se iniciará el Gran Jubileo del Año 2000!.Y ahora, el profeta, personificando a Sión, que es Jerusalén, se alegra con su Dios, porque se ve revestido con un traje de gala, y envuelto con un manto de triunfo, como un novio el día de su boda, como una novia con su traje deslumbrante de belleza y de joyas. Anuncia la libertad mesiánica de los hijos de Dios, otorgada por el primógenito, Jesús, como ha sido prometida a Judá, el primogénito de Yahve, que por tal, debe recibir el doble de la herencia que corresponde a sus hermanos: "Por haber sido doblada su vergüenza y haber sido su porción la ignominia y el desprecio, poseerán el doble en su país, y su alegría será eterna". Es el ciento por uno prometido por Jesús, y después la vida eterna (Mc 10,30). "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20).

3. Se exalta la inspiración poética del profeta: Israel es como un jardín que hace brotar sus semillas, como la tierra que echa sus brotes. Esa es ya la Iglesia. Así es cada alma que recibe el bautismo, cada hombre que confiesa sus pecados y recibe el perdón en el sacramento. Cada cristiano que recibe la Eucaristía es como un huerto que florece, como una novia vestida con su traje lindo. Cada hombre que se acerca a otro hombre de quien está distanciado, cada pobre visitado, socorrido, consolado, cada familia más unida, cada esposa más respetada, es un jardín que empieza a abrir capullos, una mimosa que apunta sus graciosas flores amarillas, un trulipán que se entreabre. Y todo por Jesucristo, el "que está en medio de nosotros, sin que nosotros lo conozcamos".

4. Hay distintas maneras de conocer a Jesús: Se le puede conocer de oídas, o de vista fugaz, o de vista permanente; se le puede conocer a fondo: íntimamente, de corazón. Esa es la cuestión. ¿Cómo conocemos a Cristo? Quizá sólo de oídas. Nos han hablado de él. Le hemos estudiado. Le conocemos por la fe. Le hemos tocado. Hemos estrechado sus manos, como el apóstol virgen. Le conocemos por experiencia, como san Juan, que sintió los latidos de su corazón. Le conocemos por el sabor. Le hemos comido. ¿Tenemos trato frecuente con él? Cuando los discípulos de Emaús se quedaron solos después de haber caminado con el Resucitado, y de haberle escuchado, de haber conversado con él, confesaron que su corazón ardía mientras les hablaba.

5. Para que cure nuestras heridas, para que caliente nuestra frialdad, hay que hablar con él. Escucharle. Tratar con él. Santa Teresa dice que eso es la oración: "Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". Ese trato nos hará fuertes y optimistas, alegres, como quiere san Pablo: "Estad alegres". Y él mismo da la receta de la verdadera alegría: "Sed constantes en la oración". Prolonguemos un poco nuestra acción de gracias de la misa y de la comunión. No cometamos la descortesía de dejarle solo en la sala de visita. Eso no lo hacemos en casa: -Ahí tiene revistas, entreténgase, mientras nosotros nos vamos a charlar con otros amigos, o a nuestras ocupaciones. Es una descortesía que impide que el Señor abra el paquete de sus regalos. "No apaguéis el Espíritu". Está en medio de vosotros y no le conocéis.

6. "Entonces, ¿tú quién eres?" Juan 1,6. Yo no soy Elías ni el Profeta. Los hombres somos muy inclinados a adornarnos con plumas de pavo real. No seamos jactanciosos, "insolentes, altaneros, soberbios" (Rm 1,30). "Yo no soy", dice Juan. Es El. El es quien salva. ¿Entonces, tú? Yo la voz. La voz no es más que el soporte de la palabra. La voz no es nada, no dice nada. La que dice es la Palabra. La Palabra que se está encarnando en cada uno de nosotros ahora y hemos de saber oirla y reconocerla, porque ella es la que nos salva.

7. El es el que ha hecho cosas grandes en María. El es el que está haciendo cosas grandes en cada hombre que tiene hambre de santidad. "A los hambrientos los colma de bienes". Pero, "a los ricos los despide vacíos" (Luc 1,46). Ricos son los que confían en sus fuerzas, los prepotentes. Los que están satisfechos con la vida mediocre que llevan. Los que no tienen hambre de más justicia y más limpieza y pureza y santidad.

8. Acudamos a María, la pobre de Yahvé, para que interceda por nosotros y ensanche nuestro vacío, como el cántaro con la boca dilatada para que la llene el agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4,14). El que se acerca a la fuente con un botijo, de apertura pequeña, recogerá menos agua que el cántaro de boca ancha, de sed ardorosa, como la de la cierva que busca la corriente de las aguas.

9. Que el Espíritu que hizo fecunda a María nos purifique de todo pecado y nos llene hoy del fruto de su vientre en la Eucaristía.

JESÚS MARTÍ BALLESTER


34. Fray Nelson Domingo 11 de Diciembre de 2005

Temas de las lecturas: Desbordo de gozo con el Señor * Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor * En medio de vosotros hay uno que no conocéis

1. ¿Quién eres tú?

1.1 La vida y la palabra de Juan tenían que despertar esta pregunta: ¿quién eres? Marcos, por ejemplo, nos ha contado cómo vivía Juan: "llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre" (Mc 1,6). Su manifiesta ruptura con la sociedad era un inmenso interrogante que un día tenia que dispararse: ¿quién eres?, es decir: ¿por qué vives como vives y hablas lo que hablas?

1.2 Hay que destacar quiénes hacen la pregunta: son enviados de las autoridades. Su pregunta no es simple curiosidad ni, lamentablemente, parece ser el espontáneo deseo de conversión que las multitudes sintieron al oírle. Interrogan porque quieren saber qué autoridad está detrás de Juan, o con otros términos, quén y por qué podría hacer competenciao sombra a la autoridad de ellos. Esto explica la razón de la interpelación que le hacen en Jn 1,25, del evangelio de hoy: "Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?".

2. Soy una voz

2.1 La respuesta del Bautista es extraña, sin duda, para aquellos fariseos. Soy una voz, les dice. Un modo terriblemente abstracto de referirse a sí mismo. Mas no cualquier voz; es la voz que anunció Isaías, aquella que proclama la redención después del destierro.

2.2 Isaías hablaba de rectificar los caminos para que brillara la gloria de Dios (Is 40,3ss). El espectáculo maravilloso que debía darse en esa clazada recta o rectificada era el paso de victoria del pueblo que vuelve del destierro. La realidad fue bastante distinta. Los judíos volvieron de su destierro a Babilonia, pero en condiciones humildes y precarias, y con el corazón abatido, como lo describen bien los libros de Esdras y Nehemías.

2.3 Este contexto nos permite entrever la fuerza de la palabra del Bautista: él dice que es esa voz que en aquel retorno no se dejó oír. Dice entonces que la gloria que no brilló en el retorno de Babilonia ahora se apresta a lucir ante todos los pueblos. De modo que si las autoridades están inquietas y quieren saber a qué se están enfrentando, que entiendan que es Dios mismo quien está detrás de todo esto. Esas autoridades no son lo que anunció Isaías; su poder es provisorio y quedará empañado. El mensaje es claro.

3. Dios se sale con la suya

3.1 Las palabras de Juan al final del evangelio de hoy son un acto de humildad pero también, si lo pensamos bien, una advertencia. Si Juan, el rebelde, el indómito del desierto, es tan pequeño ante aquel que viene, ¿quién viene, por Dios?

3.2 Isaías dijo: "el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las naciones" (Is 61,11). Entonces Dios toma nuestra historia en serio. La vida no es un botín para provecho de los más fuertes. Ninún hombre puede creerse indefinidamente señor y dueño de otros hombres. La vanidad cede y retrocede; la justicia de Dios brilla. ¡Qué hermosa visión de Adviento!


35. Predicador del Papa: ¡Estad siempre alegres en el Señor!
El padre Raniero Cantalamessa comenta el Evangelio del próximo domingo

ROMA, domingo, 11 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa OFM Cap --predicador de la Casa Pontificia— a las lecturas de este domingo, III de Adviento (Is 61,1-2a.10-11; 1 Ts 5,16-24; Jn, 1,6-8.19-28).

* * *

¡Estad siempre alegres en el Señor!

El tercer domingo de Adviento se llama domingo «de la alegría» y marca el paso de la primera parte, prevalecientemente austera y penitencial, del Adviento a la segunda parte dominada por la espera de la salvación cercana. El título le viene de las palabras «Estad siempre alegres» (gaudete) que se escuchan al inicio de la Misa: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca» (Filipenses, 4,4-5). Pero el tema de la alegría invade también el resto de la liturgia de la Palabra. En la primera lectura oímos el grito del profeta: «Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios». El Salmo responsorial es el Magnificat de María, intercalado del estribillo: «Me alegro con mi Dios». La segunda lectura, finalmente, comienza con las palabras de Pablo: «Hermanos: Estad siempre alegres».

Ser felices es tal vez el deseo humano más universal. Todos quieren ser felices. El poeta alemán Schiller cantó este anhelo universal al gozo en una poesía que después Beethoven inmortalizó, haciendo el famoso Himno a la Alegría que concluye la Novena Sinfonía. También el Evangelio es, a su modo, un largo himno a la alegría. El nombre mismo «evangelio» significa, como sabemos, feliz noticia, anuncio de alegría. Pero el discurso de la Biblia sobre la alegría es un discurso realista, no idealista ni veleidoso. Con la comparación de la mujer que da a luz (Juan 16,20-22), Jesús nos ha dicho muchas cosas. El embarazo no es en general un período fácil para la mujer. Es más bien un tiempo de molestias, de limitaciones de todo tipo: no se puede hacer, comer ni llevar puesto lo que se desea, ni ir adonde se quiera. Sin embargo, cuando se trata de un embarazo deseado, vivido en un clima sereno, no es un tiempo de tristeza, sino de alegría. El porqué es sencillo: se mira adelante, se pregusta el momento en que se podrá tener en brazos a la propia criatura. He oído a varias madres decir que ninguna otra experiencia humana se puede comparar a la felicidad que se experimenta al convertirse en madre.

Todo esto nos dice algo muy preciso: las alegrías verdaderas y duraderas maduran siempre desde el sacrificio. ¡No hay rosa sin espinas! En el mundo, placer y dolor (lo hemos observado ya en una ocasión) se siguen el uno al otro con la misma regularidad con la que al elevarse una ola que impulsa al nadador hacia la playa le sigue un hundimiento y un vacío que le succiona hacia atrás. El hombre busca desesperadamente separar a estos dos «hermanos siameses», de aislar el placer del dolor. Pero no se consigue, porque es el propio placer desordenado el que se transforma en amargura. O de improviso y trágicamente, como nos dicen las crónicas diarias, o un poco a la vez, a causa de su incapacidad de durar y del tedio que genera. Basta pensar, por poner un ejemplo más evidente, qué queda de la excitación de la droga un minuto después de que haya cesado su efecto, o a dónde lleva, también desde el punto de vista de la salud, el abuso desenfrenado del sexo. El poeta pagano Lucrezio tiene dos poderosos versos al respecto: «Un no sé qué de amargo surge de lo íntimo de cada placer nuestro y nos angustia incluso en medio de nuestras delicias».

Al no poder, por lo tanto, separar placer y dolor, se trata de elegir: o un placer pasajero que lleva a un dolor duradero, o un dolor pasajero que lleva a un placer duradero. Esto no vale sólo para el placer espiritual, sino para toda alegría humana honesta: la de un nacimiento, una familia unida, una fiesta, el trabajo llevado felizmente a término, el gozo de un amor bendecido, la amistad, una buena cosecha para el agricultor, la creación artística para el artista, una victoria para el atleta.

Alguno podría objetar: ¿pero entonces para el creyente la alegría, en esta vida, será siempre y sólo objeto de espera, sólo un gozo «de lo que está por venir»? No; existe una alegría secreta y profunda que consiste precisamente en la espera. Es más, es tal vez ésta, en el mundo, la forma más pura de la alegría; la alegría que se tiene en esperar. El poeta Leopardi lo dijo maravillosamente en la poesía Il sabato del villaggio. La alegría más intensa no es la del domingo, sino la del sábado; no es la de la fiesta, sino la de su espera. La diferencia es que la fiesta que el creyente espera no durará sólo algunas horas, para después ceder de nuevo el puesto a «tristeza y tedio», sino que durará para siempre.

[ Traducción del original italiano realizada por Zenit]


36. Nadie puede quitar la alegría a quien ha encontrado a Cristo. El papa Benedicto XVI centra el Ángelus en la espera gozosa del Dios con nosotros