33 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO - CICLO B
1-8

1. ADV/ALEGRIA:

En la liturgia preconciliar se denominaba a este día como el domingo "Gaudete". Esta característica sigue vigente. La homilía de hoy debería ser una vibrante invitación a la alegría porque el Señor vino, viene, vendrá. Ello es lo que da base no sentimental sino real

-de fe- a las palabras de san Pablo: "Estad siempre alegres". La condición cristiana es un camino de alegría. Porque es el camino de Dios con nosotros.

-Alegría y Trabajo. Quizá sea éste el mensaje de este domingo de Adviento, ya en la proximidad de la celebración de la Navidad. Con una base bien firme, una base de fe: el Señor vino, el Señor viene, el Señor vendrá. Ello provoca dos reacciones que podrían parecer distintas pero que tienen una idéntica fuente: una reacción de alegría y una reacción de trabajo. Alegría ya que, más allá de todo lo que de negativo hay en nuestra vida, es más fuerte, más sólido, lo que hay de positivo. Porque el Señor está entre nosotros ("en medio de vosotros hay uno que no conocéis": a menudo también nosotros no le reconocemos, pero está en nuestra vida, y ello debe ser fuente poderosa de confianza, de esperanza, de alegría.

Y también reacción de trabajo. De nuevo escuchamos hoy la invitación: "allanad el camino del Señor". Si nos abrimos a la alegría por la venida constante de Dios, ello implica un asociarse a favorecer esta venida. Es decir, a trabajar por su venida, a liquidar los obstáculos que la impiden, a desbrozar el camino, a impulsar su presencia de amor, de justicia, de libertad y bondad en cada uno de nosotros y en todas las situaciones que vivimos. El Adviento, y quizás más cuando más se acerca la Navidad, es una vibrante llamada a abrir con toda confianza pero también con todo esfuerzo -sin quedarnos en la superficie, sino con un intento de ir a fondo- este camino del Señor.

-"Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno". También esta exhortación del apóstol Pablo en la 2a.lectura de hoy podría servir para proponer una útil reflexión en este domingo de Adviento. Porque incluye aquello que constituye el mensaje moral cristiano para esta etapa de camino que es la vida en la fe y en la esperanza del cristiano: no vivir fuera del mundo, sino en un mundo en el que se ha hecho presente -muy activamente- el Señor, pero que no es el fin sino camino que construye la futura plenitud. La pregunta, ahora, es: ¿cómo vivir en el mundo haciendo camino hacia el Reino? La respuesta de Pablo está preñada de sentido: "examinadlo todo, quedándoos con lo bueno". Es decir, no hay exclusiones previas, no hay normas que resuelvan a priori los problemas; es preciso vivir en el mundo, pero sabiendo juzgar, sabiendo criticar, para descubrir "lo bueno". Y el criterio es el del Evangelio: será bueno todo aquello que conduzca hacia el Reino, es decir, hacia más amor, más justicia, más fraternidad...

Allanar el camino del Señor es sacar de nosotros todo aquello que no responda a este progreso hacia el Reino, es favorecer -abrirse- a todo aquello que nos conduzca hacia el Reino.

Quizá se podría proponer, quince días antes de Navidad, un examen que cada uno pueda hacer en la realidad de su vida: ¿sabemos rechazar lo que es obstáculo al camino, sabemos adherirnos entusiásticamente a lo que favorece este camino de Dios en nuestra vida? Un examen que sería una útil preparación para la Navidad, para la celebración de la venida -ayer, hoy, mañana- del Señor a la concreta vida de cada uno y de todos.

-Anuncio de libertad. Aún otro aspecto que podría hoy comentarse es el de anuncio de libertad que presentan las lecturas de este domingo. Sin duda siempre, también en nuestra sociedad, el hombre anhela una auténtica libertad, no sólo jurídica sino real, personal, que posibilite una realización humana sin estar encarcelado por los condicionamientos económicos, sociales, culturales. A menudo olvidamos los predicadores que el Evangelio es un anuncio de libertad (quizá por un excesivo temor a ser mal interpretados, debido al abuso frecuente de la palabra libertad).

Lo escuchamos hoy en la primera lectura, con unas palabras que JC hizo suyas para definir su misión: "proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad". Esta es la Buena Noticia que nosotros debemos proclamar y realizar. ¿Cómo lo hacemos? La venida del Señor es liberadora y por ello es fuente de alegría. Los cristianos no podemos dejarnos arrebatar la bandera de la libertad. No temamos las acusaciones que puedan hacérsenos (JC fue crucificado porque -decían- "revoluciona al pueblo"). "No apaguéis el Espíritu" dice Pablo. Y el Espíritu es de libertad. Por eso, porque tenemos este Espíritu de libertad debemos estar siempre dispuestos para la Acción de Gracias. Porque es un don que nos abre a la vida.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1978/23


2. /Flp/04/04-05: ALEGRIA/CR JBTA/SOLEDAD/ALEGRIA .

"La alegría es el gigantesco secreto del cristiano" (Chesterton). La gran verdad es que fuera del cristianismo no hay alegría. Verdad vieja. Tan vieja como las cartas de S. Ignacio de Antioquía, que -incluso cuando ya se sabía trigo de Cristo próximo a ser molido en los dientes de las fieras- se dirigía a sus fieles deseándoles "muchísima alegría".(IGNACIO-ANTIOQUIA)

En el mundo también hay alegría, es cierto; pero una alegría falsa y poco duradera. Alegría es el reclamo que coloca el mundo ante las diversiones más estúpidas o menos dignas. La fuente de nuestra perenne alegría debe brotar más hondo: la alegría viene de un fondo de serenidad que hay en el alma.

El motivo de nuestra alegría es porque Dios está cerca y porque viene a nosotros como Salvador, como Libertador (Ver Antífona de entrada). Aquí está la raíz de nuestra alegría: en que hemos sido rescatados del poder del maligno y trasladados a un mundo inundado por la gracia. En que Dios se ha hecho de nuestra carne y de nuestra sangre. En que su madre es nuestra madre y su vida es nuestra vida. En que somos pequeños y miserables, y llenos de defectos, para que en nosotros resplandezca el poder y la misericordia de Dios.

Toda la vida áspera y dura del Bautista está comprendida humanamente por dos soledades: la soledad del desierto y la soledad de la prisión, pero la revelación se encarga de dejar bien claro que el eje auténtico de la vida del Precursor se apoya en dos nota de júbilo y de alegría. Dice su madre Isabel: "Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (/Lc/01/44). "El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría que ha alcanzado su plenitud" (/Jn/03/29).


3. EV/ALEGRIA: MAS QUE LISTA DE DEBERES-EXIGENCIAS O PECADOS A EVITAR ES UNA INVITACIÓN A LA FIESTA: EL BANQUETE DE BODAS DEL HIJO. J/NOVIO.

Hoy se nos ha proclamado todo un pregón de alegría. El profeta Isaías pone en boca del Ungido, del futuro Mesías, un canto optimista, lleno de imágenes poéticas: "desbordo de gozo en el Señor, me alegro con mi Dios", "como un novio que se pone la corona, como una novia que se adorna con sus joyas..." ¿A quién de nosotros se le hubiera ocurrido comparar al Mesías con un novio o una novia con flores en el pelo, con joyas en los vestidos de fiesta? Y sin embargo es así como nos lo anuncia el profeta. Y es así como al mismo Jesús le gustaba presentarse: como el novio y el esposo.

Mientras que a veces nosotros nos imaginamos al Salvador enviado por Dios como a un Juez riguroso, como un predicador de desgracias, o un adusto aguafiestas. Las palabras que hoy hemos escuchado las leyó una vez el mismo Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y predicó sobre ellas: "me ha enviado Dios para dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos".

¿Qué anuncio podríamos imaginar con más carga de esperanza? El evangelio, más que una lista de deberes, o de pecados a evitar o de exigencias, es una Buena Noticia, es una invitación a una fiesta: el "banquete de bodas del Hijo", como el mismo Jesús gustaba de describir el Reino que él predicaba.

Por eso no nos extraña que Pablo nos haya insistido hoy: "estad alegres, y dad gracias en todo momento", "y que el Dios de la paz os consagre en cuerpo y alma". El motivo nos lo dice él mismo: "el que nos ha llamado es fiel, y cumplirá sus promesas".

-Una noticia que compromete Claro que esa buena noticia es también exigente. No hay en el fondo nada más exigente que el amor y la amistad. Las tres voces que hoy hemos escuchado nos invitan a este compromiso. "El Señor hará brotar la justicia", nos ha dicho Isaías. No puede ser profunda una alegría si no trabaja por mejorar las cosas, la vida, la sociedad. "Guardaos de toda forma de maldad", ha sido el lema de Pablo.

Precisamente porque entendemos como noticia festiva la venida de Cristo, eso nos obliga a aceptar su programa: su forma de vida, y a rechazar la maldad, el pecado: todo lo anti-cristiano. Y lo mismo el Bautista, que nos repite hoy la consigna que ya el domingo pasado le escuchábamos: "allanad el camino del Señor". Y todos sabemos que preparar el camino al que viene es una actitud muy activa y comprometida.

-Alegría y trabajo: programa para todos Nuestro mundo de hoy necesita en verdad las dos llamadas: a la alegría y a la responsabilidad.

Todos necesitamos un respiro de alegría y optimismo. Nuestra sociedad tiene muchos quebraderos de cabeza y anda ya de vuelta de tantas promesas y programas que no logran mejorar gran cosa nuestra vida.

Cristo Jesús, el Mesías que viene, el que ya está, ofrece a esta humanidad, según la palabra que hoy hemos proclamado, luz, paz, justicia, alegría. Esa es su Buena Noticia. Y a la vez es su programa de trabajo en profundidad.

Con la fuerza del Señor Jesús es posible dar a este mundo un poco de esperanza y de futuro. Para ello nos convoca a todos, y nos compromete a preparar sus caminos, a trabajar por mejorar la justicia, por conquistar la paz, por evitar el mal y hacer que triunfe el bien...

Alegrémonos, hermanos. Y que nuestra Eucaristía de hoy sea con más sentido que nunca un auténtico himno de acción de gracias y una bendición a Dios: porque es el Dios fiel, que cumple sus promesas, que viene con poder, que viene a transformar, a salvar, a liberar. Ese Dios que viene siempre, que se llama Xto Jesús, se nos hace presente de modo muy especial en nuestra Eucaristía: como Palabra que creemos y como Pan y Vino que comemos con fe. Él es el motivo de nuestra alegría y de nuestra esperanza.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1978/23


4.

Decíamos el primer domingo de Adviento que el gran anuncio de este tiempo litúrgico que nos conduce a la Navidad es EL ANUNCIO DE LA VENIDA CONSTANTE del Señor (el Señor vino, el Señor viene ahora, el Señor vendrá en plenitud al fin de la historia). Y el domingo pasado añadíamos que esta venida de Dios a nosotros, a nuestra sociedad, a nuestra Iglesia, demanda de nosotros una respuesta eficaz: HEMOS DE PREPARAR DE VERDAD SU VENIDA. O, dicho de otro modo, nos hemos de poner a trabajar con Él -con su Espíritu- para que venga a nosotros y a todos los hombres su Reino. Venida de Dios y trabajo por abrir camino a su Reino, son dos caras de una misma realidad.

Hoy, en este tercer domingo de este tiempo de esperanza que es el Adviento, se nos invita a dar un paso más. UN PASO MUY IMPORTANTE, un paso necesario, indispensable. Pero que, posiblemente, NOS SORPRENDA, no entre en nuestros cálculos.

Este nuevo paso es -sencillamente- EL PASO DE LA ALEGRÍA. Para acoger la venida del Señor, para trabajar por su venida, tenemos necesidad de abrirnos a la alegría. Sorprendente quizás, pero indispensable. Sin vivir abiertos a la alegría, sin vivir con ilusión, no hay auténtico Adviento, como -evidentemente- no habría auténtica Navidad.

Hemos pedido en la PRIMERA ORACIÓN de este domingo, antes de las lecturas, que el Señor nos conceda "llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante". Y me atrevería a decir que si esta "alegría desbordante" es muy propia, muy característica, de la Navidad, debe de algún modo estar SIEMPRE PRESENTE en nuestro camino cristiano. Porque, al fin y al cabo, la venida constante de Dios a nuestra vida es siempre un anuncio y una realización de aquello que define y resume la vida y el mensaje de JC: el anuncio y la realización de LA BUENA NOTICIA.

Lo hemos escuchado en la primera lectura, en la profecía de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren... Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios". Lo hemos cantado en el salmo, con las mismas palabras de MARÍA: "Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador". Y san Pablo nos lo ha dicho en la segunda lectura: "Estad siempre alegres... En toda ocasión tened la Acción de Gracias".

Pero detengámonos un momento y preguntémonos por qué es tan importante, tan indispensable, esta alegría. Y preguntémonoslo sin escamotear que se trata de UNA ALEGRÍA DIFÍCIL. Difícil porque -como recordábamos el primer domingo de Adviento- hay muchas cosas en nuestra vida, también en nuestra Iglesia, también en nuestra sociedad, que no hacen fácil el vivir contentos, el vivir alegres.

Y añadamos aún que esta alegría necesaria, no puede ser una alegría superficial, fingida. De nada serviría. Debe ser una alegría que HALLE SU FUENTE Y SU FUERZA EN ALGO MUY HONDO, muy real en nosotros. Porque sólo así esta alegría podrá ser fuente de nueva vida, fuerza de renovación para nosotros, para nuestra Iglesia, para nuestra sociedad. ¿Por qué es tan importante esta alegría? Me parece que la respuesta es sencilla: porque NADIE PUEDE CREER DE VERDAD en la presencia viva y actuante de Dios en nosotros, en la Iglesia y en la sociedad, SIN COMULGAR CON SU BUENA NOTICIA, sin comulgar con la alegría que es de Dios. Un cristiano triste es un triste cristiano, como una Iglesia triste es una triste Iglesia. La lucha, el trabajo por el Reino de Dios, no puede hacerse sin ilusión. Sin una notable dosis de alegría, de saber dar gracias, de saber valorar todo lo bueno que hay en nosotros y en nuestros hermanos y en nuestra Iglesia y en nuestro mundo -a pesar de todo-, sin este saber alegrarse, me parece que DIFÍCILMENTE DESCUBRIREMOS que Dios está aquí, entre nosotros, en nuestro tiempo, en nuestro mundo.

Termino. Juan Bta, el que vino para dar testimonio de la luz, nos ha vuelto a recordar en el evangelio de hoy el lema del Adviento: "Allanad el camino del Señor". Si el domingo pasado decíamos que este trabajo de preparar el camino de Dios supone esfuerzo y lucha, COMPLETEMOS hoy el mensaje del Adviento añadiendo que supone también abrirse a la alegría, saber vivir en acción de gracias.

Cuando falta poco más de una semana para la gran fiesta de Navidad, pidamos hoy, en esta Acción de Gracias -que es siempre y sobre todo la misa- que el Señor nos halle preparados para comulgar con su gran don que es un don de alegría.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1984/24


5. ALEGRÍA.

-"Estad siempre alegres". Se trata de un mensaje hermoso y posible. Podríamos preguntarnos: ¿Podemos hoy vivir alegres? ¿Tenemos derecho a estar alegres? Cuando pensamos en los problemas que nos rodean, cuando experimentamos la crisis económica y la inseguridad, cuando ha muerto una persona querida... ¿podemos estar alegres? Cuando muchas personas mueren de hambre, cuando muchos pueblos están en guerra, cuando es pisoteada la dignidad de tantas personas... ¿podemos estar alegres? La letanía podría ser más larga y no se terminaría. ¿Podemos vivir felices cuando tantas personas lo pasan mal? Con todo, san Pablo nos ha dicho en la segunda lectura: "Estad siempre alegres". Esto significa que la alegría es posible. Y debemos vivirla tocando con los pies en el suelo, sin olvidarnos de los problemas que nos rodean. La alegría y la tristeza es algo que se contagia. Se agradece cuando uno se encuentra a un amigo que está contento, que viene a tu encuentro, que te da una palmada en la espalda, que te acompaña. Los cristianos debemos reivindicar la alegría, porque creemos y tenemos esperanza. Y nuestra fe no se cimienta artificialmente.

Los problemas que hemos citado al principio son reales, existen de veras. Pero no nos podemos resignar a quedarnos sin hacer nada. Debemos aportar una solución. Cuando trabajamos para que las relaciones entre las personas sean sinceras, cuando procuramos ser justos para con todos, cuando nos esforzamos por crear lazos de solidaridad, cuando colaboramos con personas que luchan por construir un mundo más justo, que luchan por la dignidad de la persona, entonces el mundo empieza a transformarse, empieza a mejorar. En medio de los problemas podemos experimentar la alegría, porque el mundo puede cambiar. Armados con la fe, la esperanza y la alegría, podemos hacer mucho más de lo que podemos imaginar. Sí, una persona sola puede hacer muchísimo. Puede crear un clima distinto a su alrededor, porque cree en Jesús que le da fuerza.

-"Y está entre vosotros el que viene detrás de mí".-La gente importante del pueblo judío debía pensar que Juan Bta estaba loco. Un hombre que vivía en el desierto, mal alimentado y mal vestido, extraño, que invitaba a la conversión. Era un personaje realmente raro. Pero él anunciaba que el Mesías ya había llegado. Él, Jesús, se encuentra entre nosotros. Con Él lo podemos todo. No estamos solos.

Juan se presenta de un modo bien raro. No era ni el Mesías, ni Elías, ni un profeta. No era nadie. Era la conciencia del pueblo fiel que esperaba la venida del Mesías. Tampoco nosotros somos nadie, no tenemos ninguna importancia, no tenemos influencias, no tenemos fuerza alguna. Pero esperamos al Salvador y sabemos que se encuentra entre nosotros, sabemos que está en medio de nuestro mundo. Por eso tenemos derecho a esperar y a creer que el mundo puede cambiar, que el mundo debe cambiar, que todo debe ser distinto.

-"Desbordo de gozo con el Señor.-El profeta Isaías esperaba y tenía fe en que las cosas temían que cambiar. Por eso estaba gozoso y experimentaba ya un mundo distinto, porque vislumbraba de lejos la presencia y la actuación de Dios en medio de los hombres. Así, dice: "El Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos..."

Estamos en el corazón del Adviento. El mensaje de la palabra de Dios es optimista. El Señor nos invita a estar alegres. Él quiere cambiar nuestro corazón. Él nos anima a trabajar para transformar nuestra vida y nuestra sociedad. En efecto, el Señor está cerca, el Señor está entre nosotros. No podemos aceptar las cosas tal como son. Debemos ser portadores de la Buena Noticia. Debemos restaurar la dignidad humana.

Sí, debemos estar alegres; sí, podemos estar alegres, porque en Jesús tenemos la luz, la esperanza, el camino y la vida. Él está entre nosotros.

J. SOLER
MISA DOMINICAL 1981/03


6. TESTIGO/QUÉ-ES

En este tercer domingo de Adviento aparece la figura de Juan con un nuevo perfil. Ya no vemos al áspero predicador de una urgente conversión, ni al ministro de un bautismo de penitencia, sino al testigo. Un testigo es el que da fe ante los demás de lo que personalmente conoce. "Ser testigo de Jesús es crear misterio en torno a la propia persona. Es hacer que la vida resulte absurda si Dios no existiera" (Card. ·Suhard-CARD). Los mártires se llaman "testigos" y el martirio se llama "testimonio": MARTIRIO/TESTIMONIO: Los cristianos, y especialmente los de vida consagrada a la práctica de los consejos evangélicos, son también testigos de Jesucristo ante el mundo, porque su vida es un misterio para los no-iniciados. ¿Qué sentido tendría su vida sin relación a Cristo? Dar testimonio de Jesús puede ser sinónimo de erguirse en solitario contra la corriente del tiempo, con riesgo de incomprensión y del ridículo. En una sociedad secular no es fácil creer en Dios impunemente.

La vida de Juan resultaba misteriosa y por eso provocaba curiosidad e inquietud. A la delegación venida de Jerusalén para preguntarle oficialmente quién es, responde Juan negando ser él Elías o el profeta que ellos esperan. Él no es más que una voz que lo anuncia, un testigo. Ese profeta esperado está ya presente y vive desconocido en medio de ellos en la persona de Jesús de Nazaret. Sólo falta descubrirle y creer en él. Dada la fuerte tensión de espera, la pregunta de los enviados a Juan está llena de sentido: ¿eres tú? Y la respuesta de Juan también: yo no lo soy, pero lo tenéis ya presente entre vosotros.

Lo que sucedía entonces "al otro lado del Jordán" sucede hoy a "este lado", porque Betania es la patria de todos los que no reconocen a Dios teniéndole a su lado. Nuestra situación y la de entonces no son tan diferentes. Entonces, lo mismo que ahora, había muchas mentes llenas de dudas y esperanzas.

MESIAS/SALVADORES: Cualquiera que se presentara, o se presente, con un mensaje de liberación provoca automáticamente la admiración y la pregunta: ¿eres tú el que nos ha de salvar? Explícitamente se guardan bien de pedir un mesías divino. Esos profetas pueden llamarse Marx, violencia, seguridad, comodidad, droga, sexo...

J/LIBERADOR: A todos se dirige el testimonio de Juan: eso no es lo que os ha de salvar. En medio de vosotros está el verdadero libertador a quien vosotros, sin embargo, no conocéis o no quereis conocer. La iglesia tiene la misión de ser testigo y señalar dónde está.

¿Qué es lo que mantiene a Dios desconocido entre nosotros? Hay unas razones aparentes en quienes afilan la mirada crítica hacia fuera, para descubrir y aumentar deficiencias ajenas mientras cierran persistentemente los ojos hacia las deficiencias en sí mismos. Se arguye para ello contra cierta inadaptabilidad de la iglesia, cierta conducta no ejemplar en sus ministros, cierta mala conducta de los cristianos... o se invocan otros símbolos de mesianismos modernos como la técnica, la autonomía del hombre libre, la mentalidad moderna liberada... para hacer innecesaria la búsqueda de Dios contentándose con el encuentro del hombre.

ENC/MISTERIO:En realidad, el testimonio del ejemplo es siempre comprensible e importante, pero la razón más profunda teológicamente consiste en el riesgo asumido por el Padre al enviar a su Hijo al mundo en la humildad y limitaciones de nuestra carne. No es cosa fácil aceptar el misterio de la Encarnación con sus consecuencias: por algo es un misterio. Dios encarnado estuvo allí, en medio de nosotros, semejante a nosotros. Nada espectacular que delatara su presencia. Pero después de cumplir su misión, resulta más complicado descubrirle, porque tiene una nueva manera de "ser" y de "estar". Él es invisible. J/DISFRACES.

Él está en el que sufre, en el marginado, en el inocente... lo mismo que estuvo en la forma de jardinero ante la Magdalena, de caminante con los de Emaús, de desconocido a la orilla del lago haciendo desde lejos señales a los afanados discípulos.

Debemos abrir los ojos y el corazón para descubrir su presencia. Estar abiertos a lo nuevo, a lo inesperado, porque Dios viene cuando menos se piensa, ahora lo mismo que entonces. Él es siempre el gran Otro, el inesperado a pesar de todas las esperas y esperanzas. Su presencia como su reino, es ante todo espiritual, invisible, interior. Esa es la condición de Dios para nosotros mientras peregrinamos hacia la plenitud de la luz.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.Pág. 18 s.


7.

Juan Bautista, después de haber indicado su identidad por el camino de la negación, dirige la atención a aquel que está en medio de su pueblo pero no ha sido reconocido. "El que viene detrás de mí, al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia". Subrayémoslo: Juan niega que sea Elías y, sin embargo, Cristo declara que Juan ocupa el lugar de Elías y que no ha sido reconocido. A la presencia del Mesías está unida la conversión para entrar en el reino ya presente.

Por su parte, Isaías anuncia la presencia del Mesías y nos da un atrayente retrato del que ha sido ungido por el Espíritu. Anuncia la Buena Noticia a los pobres, venda los corazones desgarrados. Hará brotar la justicia ante todos los pueblos. Ya hemos recogido estas características. Lo que sin duda es nuevo y da a este domingo su colorido particular es la alegría de aquel que es enviado para anunciar la salvación: "Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo..."

Podemos reconocer en este poema un paralelismo con el "Magníficat" atribuido a la Virgen. Este es el canto que servirá de respuesta a la profecía de Isaías (1ª lectura): "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador". La carta de San Pablo a los Tesalonicenses da consejos para la espera de la venida del Señor. Se indican tres actitudes esenciales: la alegría, la oración constante y la acción de gracias en toda ocasión. Estas son características fundamentales de la vida del cristiano. Pero hay una más: no apagar el Espíritu. De hecho, esto quiere decir no instalarse incluso ni en la alegría, ni en la oración, ni en la continua acción de gracias; tener la flexibilidad de aceptar una puesta en cuestión de nuestras cosas, provocada por la intervención de un hermano movido por el Espíritu. Se trata de discernir el valor de todas las cosas. En esta espera hay un elemento capital y reconfortante: Dios nos ha llamado, es fiel y cumplirá sus promesas.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 1
INTRODUCCION Y ADVIENTO
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 130 s.


8.

Lo más importante en la vida de un hombre no es lo que hace, sino lo que es. Lo que hace debe ser consecuencia de lo que es, fruto de sus convicciones profundas. De otra forma será un "fariseo".

Vivimos en una sociedad pragmática, que da primacía al hacer, a la técnica. A la vez, olvida tener una visión amplia y un plan claro para la vida, una meta que alcanzar. Nuestro mundo se preocupa de la eficacia y descuida las motivaciones profundas que deberían determinar el comportamiento de una persona. No se preocupa de las consecuencias que esta actitud pueda tener para las futuras generaciones. Quizá el ejemplo más grave de lo que digo sean los riesgos que puedan ocasionar en el futuro los residuos radiactivos. Descubrir, inventar, hacer, ganar dinero con rapidez..., parece ser el objetivo que se ha inculcado al hombre de hoy. La técnica y la eficacia -producir sin más-, ¿no son una de las causas principales del paro obrero existente en los países capitalistas, de la contaminación, del desequilibrio actual? Pero el hombre moderno no es feliz...

El cristianismo necesita creyentes que sepan ofrecer a los hombres grandes ideales. Ideales que justifiquen y den sentido al servicio que la humanidad necesita. Creyentes que presenten un modo de ser cristiano, más que unas normas de comportamiento práctico; una "visión" de la vida cristiana -frecuentemente dura, "loca", según la lógica humana-, más que un código moral; una invitación a una aventura arriesgada más que a un programa de seguridades.

Es el proyecto sobre la vida el que debe determinar las prácticas. Nunca al revés. Del sentido práctico de la vida nacen inevitablemente las "recetas", que es una forma de infantilismo religioso. El pragmatismo es todo lo contrario a una auténtica formación cristiana y humana, que consiste en estimular el desarrollo personal, el crecimiento responsable, que arranca del interior.

¿Qué es de hecho una fe que no incluya un riesgo, una búsqueda, una decisión, una elección personal? ¿Cómo puede darse fe sin capacidad de asumir las propias responsabilidades? ¿Qué tiene que ver con la fe el tinglado de las primeras comuniones y confirmaciones en masa?

Ante la mínima dificultad, las personas carentes de convicciones profundas no saben qué hacer. O cuando surgen las verdaderas crisis -o la llegada a la mayoría de edad-, la fe levantada a fuerza de prácticas religiosas se derrumba de un modo estrepitoso. Es lo que ocurre, hoy más que nunca, con los niños y adolescentes.

No es posible perseverar si se carece de principios sólidos propios, si no hay motivaciones bien asimiladas y constantemente alimentadas. Cuando vienen las dificultades, las prácticas religiosas sirven para muy poco. Para seguir adelante hace falta otra cosa: la solidez interior, que procede de la profundidad de una persona que ha encontrado el sentido de la vida.

Sólo se puede llegar a ser creyente de verdad a través de un fatigoso crecimiento en la fe. Que es, en definitiva, crecimiento en la libertad, en la responsabilidad, en el coraje, en el amor. Gracias a la fe se madura, se hace adulta en Cristo una persona.

Juan, en este pasaje, no nos indica lo que debemos hacer, sino lo que debemos y podemos ser.

a) La transparencia de un hombre

La gente importante del pueblo judío debía pensar que Juan Bautista estaba loco. Un sacerdote que vivía en el desierto, mal alimentado y mal vestido, extraño, que invitaba a la conversión.

Era un personaje realmente raro. Al poco tiempo se convirtió en un hombre peligroso, creador de un movimiento popular que alarmó a las autoridades supremas religioso-políticas de Jerusalén, que le envían una comisión para investigar, con ánimo de detenerle si pretende ser el Mesías, cuya inminente llegada se esperaba en aquel ambiente tenso de la Palestina de mediados del siglo I, a causa principalmente de la miseria y de la dominación romana.

El término "judíos" tiene en el evangelista Juan casi siempre un significado ideológico. Lo emplea para designar a los adictos activos, a los dirigentes, incluyendo a los que ejercen cualquier clase de autoridad. Se distinguen del pueblo, que los teme.

El interrogatorio comienza autoritariamente, sin fórmulas de cortesía: "¿Tú quién eres?" Quieren que él mismo declare sus intenciones. Juan responde a la sospecha que adivina en ellos: "Yo no soy el Mesías". Para los judíos declararse Mesías significaba oponerse a las autoridades existentes, que se sentían inseguras ante los movimientos populares -algo así como muchos jerarcas actuales ante las comunidades cristianas de base-. Según una opinión muy extendida entonces, uno de los principales objetivos del Mesías habría de ser la reforma de las instituciones y la destitución de la jerarquía, considerada indigna. No es extraña, por ello, la alarma de los dirigentes ante la actividad de Juan, que reconoce no ser el salvador del pueblo ni va a pretender serlo.

Quedan desorientados. Las respuestas de Juan Bautista son cada vez más breves, hasta terminar en un escueto y seco "No", que bloquea el interrogatorio y deja desorientados a los inquisidores. No se atribuye ninguna función que pueda centrar la atención en su persona. El evangelista pone en boca del Bautista la triple negación, porque las tres figuras van a ser representadas por Jesús. El Mesías, Elías y el Profeta encarnaban diversos aspectos de la salvación esperada como instrumentos del Espíritu.

"¿Quién eres?" Le piden que se defina a sí mismo. Las autoridades quieren una respuesta clara para juzgar si Juan representa un peligro; quieren saber qué pretende con su actividad. No ponen el mínimo interés por enterarse de su mensaje. Así son siempre los dirigentes: ya lo saben todo; sólo tienen que vigilar para que nadie se desmande. Se define como "la voz que grita en el desierto". Es alguien que debe ocultarse para no hacer sombra al que viene. Es la conciencia del pueblo fiel que esperaba la venida del Mesías. Juan es "la voz", Jesús es "la Palabra". Quita la palabra, ¿y qué es la voz?: un ruido vacío. La voz sin palabras llega al oído, pero no edifica el corazón. Lo que Juan Bautista está indicando es el proverbio: "Si alguien te señala el cielo, no te quedes mirando el dedo". El sólo es dedo que señala al que viene.

CR/JUAN-BTA: La actitud de Juan es la única válida para los cristianos, tanto como individuos aislados como formando comunidad. Su misión -nuestra misión- es testificar o indicar la presencia de Cristo en el mundo, procurando que nuestro testimonio sea transparente, que los hombres no tropiecen en nosotros, sino que descubran el rostro de Jesús. Tampoco nosotros tenemos ninguna importancia, no tenemos influencias, pero sabemos que Jesús se encuentra entre nosotros, sabemos que está en medio de nuestro mundo.

Al identificarse con la "voz" anunciada por Isaias (40,3), Juan conecta con la tradición profética. Y exhorta a los dirigentes a quitar los obstáculos que ellos mismos han puesto: "Allanad el camino del Señor". El Señor va a recorrer su camino y debe encontrarlo libre. Las autoridades son las que han torcido ese camino; han impedido la liberación que el Señor quiere hacer, manteniendo al pueblo en la esclavitud de la tiniebla.

Preparar el camino al que viene requiere una actitud activa y comprometida. Con nuestro trabajo tenemos que adelantar el día del Señor. Juan es un ejemplo de creyente convencido de verdad, que trata de "ser". Su acción brotó como consecuencia de su fe adulta.

El cristiano no puede vivir fuera del mundo (Jn 17,15); vive en una sociedad en la que sabe que está presente Jesús Resucitado, aunque no sea visible (Mt 28,20). Sabe que este mundo no es el fin, sino camino que construye la futura plenitud.

Pero ¿cómo vivir en el mundo haciendo camino hacia el Reino? No hay exclusiones previas, no hay normas que resuelvan a priori los problemas. Es preciso vivir en el mundo, pero sabiendo juzgar, criticar, descubrir "lo bueno". Lo dice san Pablo: "Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno" (I Tes 5,21). Y el criterio sobre lo bueno es el evangelio: será bueno todo lo que conduzca hacia el Reino, hacia más amor, más justicia, más libertad, más fraternidad... para todos.

"Allanad el camino del Señor" es quitar de nosotros todo lo que no responda a ese progreso hacia el Reino. Cada uno verá qué. Y es abrirse a todo lo que nos conduzca a él. Es un examen que cada uno puede y debe hacer.

¿Sabemos rechazar lo que es obstáculo al camino? ¿Qué es lo que estamos rechazando ahora? ¿Sabemos unirnos a lo que favorece este camino, venga de donde venga? ¿En qué lo demostramos? ¿Qué nos impide aceptar el Reino? ¿Qué nos "llena" en el camino hacia él de esperanza, de ilusión, de alegría...?

No olvidemos que el evangelio es un anuncio de libertad, de esa libertad que tanta falta nos hace al hombre y a la sociedad de hoy.

b) La presencia de Dios, realidad oculta

Aparecen los fariseos. Serán los acérrimos adversarios de Jesús a lo largo de todo el evangelio. Es el grupo de los observantes y guardianes de la ley. Se han quedado en la letra de ella y por eso son enemigos del Espíritu. Han absolutizado a Moisés y se opondrán ferozmente a Jesús. Están muy dignamente representados en nuestra Iglesia de hoy. Al no identificarse con ninguno de los personajes previsibles y pretender ser enviado por Dios, Juan parece colocarse fuera de la tradición de Israel. La pregunta que le hacen es casi una acusación: "¿Por qué bautizas?" Era el bautismo lo que provocaba la alarma de los dirigentes, porque el hecho de bautizar estaba asociado de algún modo a las tres figuras mencionadas.

El bautismo significaba sepultar el pasado para empezar una vida nueva. El bautismo de Juan pedía la adhesión a la persona del Mesías, que comportaba la ruptura con las instituciones; aparecía como símbolo de un movimiento que avivaba el descontento existente respecto a los dirigentes. Era el signo de una liberación.

Desconcertados por sus negaciones, los representantes de los dirigentes han recibido como respuesta a su insistencia un mensaje de denuncia: son ellos los que impiden la obra liberadora de Dios: "Allanad el camino". Ahora les anuncia una noticia inquietante: el Mesías no es él, pero está ya presente y va a responder a los anhelos del pueblo.

"Yo bautizo con agua". Juan es consciente de que su bautismo será seguido de otro superior, y quita importancia al suyo. El agua pertenece al mundo físico y únicamente con lo físico puede tener contacto. El bautismo con "Espíritu Santo" (Jn 1,33) penetra en el interior mismo del hombre. El agua simboliza una transformación, pero es el Espíritu el único que puede realizarla.

Su bautismo no es definitivo, sino solamente preparación para recibir a un personaje que va a llegar; sólo El dará el bautismo definitivo. Juan suscita un movimiento popular, en espera de Otro.

D/PRESENCIA-AUSENCIA:"En medio de vosotros hay uno que no conocéis". El personaje al que mira su bautismo está ya presente, pero ellos no se han dado cuenta aún de su presencia. Los fariseos están incapacitados para reconocer el Espíritu. Lo mismo todos los que son -¿somos?- como ellos.

Tampoco nosotros lo reconocemos frecuentemente, pero está en nuestra vida. Esta frase, central en el presente pasaje, sigue resonando en nuestros oídos. Y es que la presencia de Dios es y será siempre una presencia oculta. Jesús vive a nuestro lado. ¿Cómo lo reconoceremos? ¿Queremos reconocerlo de verdad? Puede ser cualquiera, puede parecerse a cualquiera.

ENC/MOLESTA: La verdad de la encarnación de Dios es muy difícil de ser aceptada. Llegamos a creernos a duras penas que Dios se encarnó en Jesús de Nazaret. Pero todo se complica cuando vamos entendiendo que Jesús está presente en cada persona que vive en el mundo (Mt 25,31-46; He 9,4-5).

Esta encarnación-presencia de Jesús en la humanidad nos oprime. Si Dios vive entre nosotros, no podemos vivir tranquilos.

Dios se ha hecho solidario con todos los hombres. Lo que se le hace a cada persona, se le hace a Dios. Estamos tan cerca de Dios como lo estamos del prójimo. Cada ser humano es Dios al alcance de nuestra mano y de nuestro corazón.

Pero somos demasiado "razonables" para poder entender esto y vivirlo en consecuencia. A lo máximo que llegamos es a decirlo, a "creerlo" de palabra.

¿Cómo es posible que Dios se pueda presentar "así"? Es éste un tema importante de reflexión para todos nosotros. Nuestro Dios es terriblemente "molesto". Su presencia será siempre desconcertante, dolorosa, comprometida, una llamada a la generosidad, a la justicia, a la libertad, a la fe, al amor...

No esperemos al "juicio final" (Mt 25,31-46) para entenderlo. Dios ha venido a habitar entre nosotros. Tenemos que tener mucho cuidado para descubrirlo en los acontecimientos y en las personas que nos rodean.

No solemos aceptarle tal como se nos manifiesta. Tenemos una auténtica hostilidad a la forma que tiene Dios de manifestarse en el presente: nosotros queriendo alejarlo de nuestra vida, encumbrarlo, adorarlo tranquilo en el cielo; y El siempre cercano, a nuestro lado, delante de nosotros cuando nos ponemos a caminar por su camino y detrás cuando le pedimos evidencias. Nuestro Dios no es una idea, una imaginación; es una realidad que hace daño porque nos compromete a una acción en favor de todos los hombres.

Juan afirma su inferioridad: "No soy digno de desatar la correa de su sandalia". "Esto pasaba en Betania". La localización de Betania es insegura, hasta el punto que puede dudarse haya existido una localidad de tal nombre. Sin embargo, su localización, real o simbólica, es importante en el relato evangélico: será a este lugar donde Jesús se retire al final de su vida pública (Jn 12,1).

"En la otra orilla del Jordán". No es la Betania de Lázaro y sus hermanas. Esta nos recuerda el paso del río efectuado por Josué para entrar en la tierra prometida. Para anunciar la liberación que va a realizar Jesús, Juan se coloca en un territorio que evoca esa tierra, fuera de las instituciones judías.

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 1
PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 204-209