COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 61. 1-2a/10-11

 

1. 

El profeta anuncia su vocación, que consiste en un don del Espíritu (cf 11. 2; 42. 1; 48. 16) y que designa como una "unción". Esta vocación está en función de los afligidos de Sión. Entre aquéllos cunde el desánimo porque no llega la restauración prometida, es decir, la nueva organización de la comunidad, su reconstrucción.

El profeta quiere liberar a los presos. Ahora bien, no es seguro de si con esto se refiere a personas realmente presas o más bien se trata de una expresión hiperbólica para aludir a quienes están hundidos en la miseria económica. La voz hebrea que se refiere a "liberación" (deror) es una expresión que justamente se refiere a la "liberación" en el sabbat o en el año jubilar (Lv 25. 10; Ez 46. 17). En cualquier caso, el profeta consuela a los afligidos diciéndoles que el tiempo del gran cambio va a llegar; entonces verán la benevolencia de Yahvé y a la vez, el juicio de sus enemigos. Lo que Is anuncia se cumplirá creciendo enormemente la comunidad (60. 21-22) igual que un bosque de encinas, manifestándose de este modo la gloria del Señor (44. 23).

La llamada es a la alegría, porque el que la hace tiene la firme confianza en que Yahvé apresura ese tiempo de salvación; y esto es tan cierto como el crecimiento de la hierba en el campo y de los retoños en el huerto. Por eso, anima al pueblo a un regocijo semejante al novio que va a las nupcias; hay que cambiar el vestido de duelo por el de fiesta (Jr 33. 11; Ap 21. 2). El tiempo de la angustia y del llanto va a pasar; llegan los días del gozo y de la felicidad.

Hay que resaltar en el fondo de todo esto la fuerza del Esp. del Señor. No es el propio valer o poder del profeta (del hombre en general) lo que da la seguridad y la confianza en el día del Señor, sino el Espíritu que anima a reconocer el poco poder humano y da fuerza para sobreponerse por encima incluso del propio pecado. Él es quien establece el auténtico motivo de la dicha.

EUCARISTÍA 1987/58


2. 

* Contexto: La comunidad ha vuelto del destierro babilónico y se encuentra en Jerusalén. El profeta intenta unificar a un pueblo dividido por la idolatría (cf. 57. 3-13; 65. 8-11...) y que se ha aprovechado del destierro para apoderarse de los bienes de sus hermanos (injusticias cometidas entre ellos: cf. 58. 3-10).

-La promesa de restauración predicha por Is II no se ha cumplido, el templo y las murallas siguen sin reedificarse (injusticias cometidas por parte de los opresores) y la desesperación cunde entre todo el pueblo (cf. 59. 1/11/14; 63.11ss). La voz del profeta quiere ser un rayo de esperanza.

* Texto: Empieza el capítulo con una autopresentación del profeta (v. 1a). El Espíritu del Señor que puede recaer sobre cualquiera (sobre el Siervo, Ciro: cf. 42. 1; 48. 16...) lo hace sobre este poeta anónimo, llamado Is III. Es la prueba o aval de la autenticidad de su misión.

-El profeta es elegido para una tarea concreta. Es el heraldo de la buena noticia, el mensajero de la alegría para todos los que sufren porque son pobres o por cualquier otro motivo (Is 11. 4; 29. 19...). Es el consolador de todos los corazones desgarrados (Sal 51. 9).

Los cautivos y prisioneros no son aquí los que sufren la cárcel del destierro -ya han sido liberados- sino todos los que padecen por cualquier tipo de opresión (cf. 42. 7; 49. 9...). Y la palabra del profeta es esperanzadora, ya que proclama el año de "gracia y desquite" del Señor. Este es el año-jubilar de Lv 25. 10 ss. que se celebraba cada cincuenta años y en el que cada uno recobraba su propiedad y libertad.

Año de gracia porque Israel recobra la dignidad perdida y recibe una recompensa por sus sufrimientos; día de desquite (en paralelismo con gracia) porque Dios castiga al enemigo por sus agresiones y violencias.

-Continúa el oráculo de salvación en los vv. 3b-9 prometiendo un cambio de situación: se reconstruye la ciudad abatida (v. 4), la tierra produce sus frutos siendo cultivada por gente forastera (v. 5). Así Israel puede dedicarse al servicio de Dios, ya que todo el pueblo elegido será un pueblo sacerdotal (v. 6; cf. Ex 19. 6; 1 P 2. 9). Los israelitas reciben el nuevo nombre de "Robles del Señor" (v. 3b); Israel es el plantel del Señor que provoca la admiración de los que lo contemplan viéndose obligados a reconocer en él al pueblo bendito de Dios (vv. 8-9). Se contrasta la felicidad actual con la pasada (vv. 3b-7): los ritos de luto se cambian en ritos de gozo, a la ignominia del destierro sigue el premio, al sufrimiento en tierra extraña el gozo sin fin en la propia (cf. 35. 10; 51, 11). Fundamento del cambio es la justicia de Dios que detesta la violencia y opresión (v. 8).

-Ante este oráculo de salvación, la comunidad explota en un himno de agradecimiento (vv. 10-11). El Señor es el origen y debe ser también la meta de todo gozo humano. 

* Reflexiones: La misión encomendada a este profeta es muy similar a la atribuida al siervo de Dios en Is 42. 6. Se centra de forma especial en los afligidos y débiles: deberá romper las cadenas de los cautivos, vendar los corazones desgarrados..., pero su palabra deberá también alcanzar la liberación del corazón humano, sede de la más auténtica liberación humana. Esta liberación no elimina la primera sino que es su culminación. Sólo así puede iniciarse el año de gracia del Señor.

-La misión descrita en este texto constituye el centro de la cristología de Lucas. Jesús cita este texto en la sinagoga de Nazaret como credencial y finalidad de su misión profética (Lc 4.). Jesús es el verdadero ungido de Dios (Hch 38.) en el que alcanzan pleno sentido estas palabras proféticas. Is III no hace sino preparar el camino de este gran Profeta que ha traído a nuestro mundo la buena y definitiva noticia.

Alegrémonos y démosle gracias al comprobar que este mensaje se está ya realizando (Domingo "Gaudete").

A. GIL MODREGO
DABAR 1987/03


3. H/DESTRUCTOR 

Se venía anunciando la figura de un gran "Ungido", que en griego se dice "Cristo" y en hebreo "Mesías". La esperanza de este Ungido-Mesías es la que da lugar a lo que llamamos mesianismo y la que, en el fondo, posibilita todos los advientos. Este Ungido es lo que en verdad necesitamos.

El hombre solo no es muy de fiar. Se cree dueño de la tierra y actúa en ella despóticamente. El hombre es el bicho más peligroso de la naturaleza, capaz de toda maldad y de toda destrucción. Buscando sus propios intereses, todo lo arrasa y contamina. Es peor que el caballo de Atila -y pobre caballo, que muy bueno hubiera sido sin Atila-. Admiramos, en verdad, las grandes realizaciones culturales y sociales del hombre, pero a qué precio tantas veces. Y el hombre es peligroso para sí mismo. Ha llegado a acumular armas suficientes para destruirse una y cien veces, por no hablar de otro tipo de auto-destrucción que son, no posibilidades sino realidades sangrantes. Es a la vez maldad y locura, un virus demoníaco que se ha metido en su organismo.

J/SALVADOR:El hombre necesita urgentemente un Salvador, pero un salvador que no sea ángel ni extraterrestre, sino hombre entero y verdadero, pero que sea también un Dios. Necesita un Salvador que aporte luz a sus pasos inciertos, que lo cure de muchas enfermedades, que le dé razones para vivir, que le enseñe lo que es la vida, que entone el himno de la libertad y de la alegría. Un Salvador que nos diga dónde está la verdad del hombre y de Dios. Este Salvador se venía anunciando y describiendo. En las lecturas de hoy encontramos hermosas pinceladas.

J/UNGIDO.- Será un hombre, pero ungido por el Espíritu de Dios. El Esp. Sto es como un ungüento que penetra hasta lo más profundo del ser y cura, suaviza, fortalece. Este ungido o Cristo estará totalmente empapado del Espíritu y se dejará guiar por él. Será su fuerza y consuelo. Todas sus palabras y sus gestos estarán siempre cargados de Espíritu. Se le escapará el Espíritu hasta por la punta de los dedos. A su paso lo dejará vestido de "espiritualidad", es decir, de libertad y de vida.

J/CONSOLADOR.- Será maestro del consuelo, dará "buenas noticias" a los pobres y a todos los que sufren; sus palabras llegarán al corazón de todos los que esperan. Dulces palabras, buenas noticias, grandes promesas. Nadie junto a él se sentirá triste o decaído. Hace suyos los sufrimientos de todos. Sus palabras alientan a los pusilánimes y hasta resucitan a los muertos. Regala a los suyos una alegría que nada ni nadie les puede arrebatar.

MEDICO.-Médico general de los cuerpos y de las almas, pero especialista en enfermedades del corazón. Utiliza vendas especiales para los "corazones desgarrados"; pero sus mejores medicinas son la palabra, el vino y el aceite. Los enfermos por él curados gozan de salud magnífica para siempre.

J/LIBERADOR.- Será profeta de libertades, enemigo de toda esclavitud. Rompe las ataduras, destroza los cepos y los cerrojos injustos; proclama amnistía a los cautivos y libertad a los presos. Se puede aplicar al Ungido lo que se dice de su Espíritu, que donde él está "allí hay libertad" (2Co/03/13). Libertad en sentido pleno, la de fuera y la de dentro.

GRATIFICADOR.-Es decir, hombre de gracia, derramará la gracia generosamente, proclamará "el año de gracia del Señor", "de su plenitud recibiremos gracia sobre gracia", se manifestará lleno "de gracia y de verdad" (Jn 1, 16-17). En él la ley queda definitivamente superada por el Espíritu y el jurisdicismo por la gratuidad. Se dará comienzo a un régimen de gracia, un año de gracia que no se termina, un tiempo en que todo será misericordia y benevolencia, júbilo y generosidad. Dios se hace gracia por un año sin término, gracia para siempre.

No hace falta decir que todas estas hermosas cualidades y misiones del Mesías, el "Ungido", se cumplen perfectamente en Jesús de Nazaret, en quien creemos como nuestro Salvador. Y sí hace falta decir que todos los que en él creemos, los cristianos, los ungidos del Ungido, debemos tratar de realizar estas mismas vocaciones, llevando a término la tarea iniciada por nuestro Señor. Cristiano, déjate ungir por el Espíritu, para que no sólo seas consolado, sino que consueles; no sólo seas curado, sino que cures; no sólo seas liberado, sino que liberes; no sólo seas agraciado, sino que vivas la gratuidad, lo llenes todo de gracia y seas testigo de amor.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
ADVIENTO Y NAVIDAD 1990.Pág. 66ss.


4.

Leemos hoy, como el primer domingo de Adviento, un fragmento de la tercera parte del libro de Isaías. Decíamos entonces que esta tercera parte está formada por escritos de la época posterior al retorno del exilio, obra de discípulos del llamado Segundo Isaías. Así como la lectura del primer domingo de Adviento era una plegaria ante la dureza de la reconstrucci6n de la patria devastada, hoy es más bien un anuncio gozoso que afirma que realmente la reconstrucción será realidad. Es un texto que enlaza muy bien con los anuncios gozosos del Segundo Isaías (como el que leíamos el domingo pasado).

En el primer fragmento del texto de hoy el profeta anuncia que, realmente, en la ciudad recuperada, se realizarán los anhelos de una vida feliz para todos. El profeta se siente arrebatado y llamado por la fuerza de Dios (su Espíritu), y proclama esta gran noticia, con referencias a diversas situaciones de mal y opresión, que son imagen de todos los males y opresiones. Jesús recogerá este texto como resumen de su misión (Lucas 4,16-21): realmente, en la Jerusalén restaurada no se realizaron estas esperanzas mesiánicas; será necesaria una acción más decisiva de Dios mismo, presente en Jesús, para que se lleven a cabo.

El segundo fragmento del texto se presenta como un cántico de alabanza puesto en boca de la misma ciudad de Jerusalén. La ciudad alaba a Dios por la novedad que significa volver a ser ciudad habitada y viva, después de tanto tiempo abandonada. Y termina con el anuncio de que Jerusalén será una ciudad modélica en justicia (es decir, que se acabará el dolor de "los que sufren", "los corazones desgarrados", etc.) y en la alabanza de Dios, y eso lo verán todos los pueblos.

Como salmo proclamamos fragmentos del cántico de María, en los que resuena con toda claridad lo que acabamos de leer en la lectura del profeta. El cántico de María recoge estas esperanzas proféticas y las aplica a la nueva época que empieza con Jesús.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/16


5. /Is/61/01-11

Una de las constantes del Tercer Isaías (56-66) es que describe las dificultades y miserias de la comunidad posexílica de Jerusalén, pero también su fe y sus esperanzas. Este texto se sitúa en la línea de los cánticos del Siervo doliente, aunque con ciertos rasgos que hacen de su protagonista una especie de profeta. Movido por la fuerza del «espíritu», lleva la buena nueva a los que sufren, la curación espiritual a los corazones desgarrados, la libertad a los cautivos, la luz a los encarcelados, el consuelo a los afligidos y anuncia a todos el año de gracia del Señor.

Podrá realizar este programa esperado gracias a la presencia y la asistencia del Espíritu. El hecho de que la sociedad israelita tuviera una estructura monárquica, como todas las naciones de la época, llevó a que cristalizara en torno a esta institución la esperanza de tiempos mejores, que habrían de tipificar la figura de David. El indigno comportamiento de Salomón -tanto en el aspecto religioso como en el social- y de la mayoría de sus sucesores hace que el pueblo espere otro «hijo de David» que dé satisfacción a las esperanzas mesiánicas de tantos hombres espiritual y socialmente aplastados. Así nace en el corazón de Israel el mesianismo, que, por eliminación, llevará a comprender cada vez mejor que la dinastía física como tal no puede procurar la salvación. La recia voz del profeta Isaías, tal como queda plasmada en la primera parte del libro que lleva su nombre, presenta un hijo de David, cuyo nombre será «Dios-con-nosotros» (7,14); en él reposa la ruaj de Yahvé, que lo llena de sabiduría, de discernimiento, de fuerza y de don de consejo.

Sobre el trasfondo histórico de la comunidad posexílica, el Tercer Isaías presenta la figura conmovedora de este profeta y siervo doliente que, impulsado y asistido por el espíritu de Dios, anuncia a los pobres la buena nueva de la salvación y la restauración de la justicia. En la perspectiva de la «tradición isaiana», este personaje es enviado a los pobres y desgraciados para realizar verdaderamente la alianza entre Dios y su pueblo. El carácter escatológico y universalista de la acción del «espíritu» es captado por Lucas, el cual pone en labios de Cristo un discurso en el que se apropia el texto de Is 61,1-3: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido, para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19). El personaje de los grandes textos isaianos es identificado con Cristo.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 475 s.