EVANGELIO

La proclamación del Evangelio no es solamente una buena noticia para el final, sino ya desde ahora. El Evangelio no puede ser proclamado si al mismo tiempo y como consecuencia de ello no empiezan ya a andar los cojos, a ver los ciegos y a salir de su indigencia los pobres. No puede haber evan gelización sin liberación.

Cada creyente debe ser en su vida un precursor, un profeta y un pionero, que hace todo nuevo; y de obra, no sólo de palabra, renueva la faz de la tierra.

Así actúa el Espíritu en la celebración, transformando los dones y los fieles en ella presentes, adelantando la transfiguración final de todas las cosas.


Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11,2-11.

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos:

-¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? 

Jesús les respondió:

-Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

-¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un Profeta?

Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:

«Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti.»

Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.