PRIMERA LECTURA

El profeta consolador sorprende la condición de servidumbre en la mortificante naturaleza muerta, en el ánimo abatido del pueblo que sufre, en las precariedades que cercenan la integridad de la persona. Esas precisas y bien tangibles realidades se tornan vida, fortaleza y salud, vistas desde el Dios que viene como salvador. La esperanza en él está gestando ya el maravilloso renacer.

 

Lectura del Profeta Isaías 35,1-6a. 11.

El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso,
se alegrará con gozo y alegría.

Tiene la gloria del Líbano,
la belleza del Carmelo y del Sarón.

Ellos verán la gloria del Señor,
la belleza de nuestro Dios.

Fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes,
decíd a los cobardes de corazón:
sed fuetes, no temáis.

Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite;
viene en persona, resarcirá y os salvará.

Se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará.

Y volverán los rescatados del Señor.

Vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua;
siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán.