31 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO II DE ADVIENTO
(29-31)
 

29.

CRISTO VIENE A TRAERNOS LA ALEGRÍA

1. "Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas que Dios te da" Baruc 5,1. El profeta Baruc, en un vuelo profético sublime, que no estaba ni física ni moralmente tan empapada de poesía y ensoñación, remontando la realidad histórica de la repatriación de Israel capitaneado por el gobernador Zorobabel, y cantando la superación de todas sus pruebas y dificultades, alcanza una de las cimas más altas de la revelación del Antiguo Testamento, en la misma perspectiva de Isaías 52,1. Las galas perpetuas, el manto de la justicia con que se ha de vestir Jerusalén cuando el Señor realice en ella su designio de amor, la diadema de gloria perpetua con que coronará su cabeza ante los pueblos, son los signos externos de su transformación con la que se va a manifestar ante todos los pueblos que viven bajo el cielo.

2. Pero no sólo le cambia el vestido y su aspecto externo, sino que su acción penetra a su ser más íntimo, al que le da un nombre nuevo: "paz en la justicia, gloria en la piedad". Nombres que definen la dimensión nueva de los hombres del mundo nuevo, de santidad, pacificación y gracia. Con esos nombres quedan constituidos los hombres, que viven en plenitud la esencia de su personalidad, en hombres perfectamente relacionados entre sí con justicia, que da a cada uno lo suyo, y que se relacionan con la paz y con la armonía singular con que viven los ciudadanos del cielo, que gozan con el bien de todos y de cada uno, fruto del amor tan limpio, desinteresado y puro, que reina entre todos ellos. A la vez que se relacionan con Dios, por la piedad. Y como Dios es todo en todos (1 Cor 15,28), su presencia y su gloria se hará visible y patente.

3. La transformación que Baruc ha visto y bellamente ha proclamado apunta al reino mesiánico, y se va a realizar ya en Jesús y por Jesús, a quien Juan prepara el camino predicando "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" Lucas 3,1. Cuando "vino sobre él la Palabra de Dios en el desierto", da un enorme viraje la historia. Se abre una nueva era. Por eso Lucas, como que se trata de un acontecimiento tan trascendente, lo data al estilo de los historiadores, con su hito miliar: "El año quince del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, Herodes virrey de Galilea, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás".

4 San Juan de la Cruz enseñará que la purificación de los sentidos y de las pasiones y del espíritu, es previa a la unión con Dios; a la alegría de las bienaventuranzas, dirá Jesús. Juan pide un esfuerzo personal, la conversión de los corazones, que todo el Antiguo Testamento había intentado lograr sin conseguirlo. Jesús, que viene como "Cordero de Dios a quitar el pecado del mundo" (Jn 1,29), es el único que otorgará por su Espíritu, merecido por el derramamiento de su sangre como verdadero Cordero degollado, el perdón de los pecados. Y con él, la paz. La singularidad y el privilegio de Juan sobre los profetas anteriores está en que aquéllos veían y anunciaban al Mesías futuro y Juan lo profetiza presente: “Este es el Cordero de Dios”. Ya está allí. Lo pueden ver. Lo pueden tocar. Lo pueden oir. También nosotros tenemos ya ese privilegio, ¿lo aprovechamos? Los sacramentos, la comunidad de los hermanos...

5. Está en el ambiente que nuestro mundo ha perdido el sentido del pecado. Pero la existencia de la realidad daña, auque se pierda su sentido. Aunque uno no tenga sentido de la dietética, si come y come sin discreción, engorda peligrosamente, porque la ingesta no consumida es tóxica. La drogadicción, la adicción al sexo o al juego y todas las otras, la petulancia de creerse los mejores, las montañas de orgullo en que se encaraman tantos pigmeos, ¿no tendrán en su base la pérdida del sentido del pecado? Si el hombre se crea las leyes y él mismo las deshace en un pleno relativismo y subjetivismo sin una norma objetiva ética y moral, el hombre mismo, queriendo y creyendo ser libre, se hace desgraciado y termina por destruirse. Ha comenzado el miedo. La familiaridad y la confianza con Dios se han transformado en miedo y desconfianza. Y, aunque es imposible huir de la presencia de Dios, Adán dijo después de su pecado: “Tuve miedo, por eso me escondí”.

6. Con el pecado se pierde la alegría y la incorrupción, porque el pecado es muerte: "Moriréis" (Gn 2,17), y la muerte es descalabro, descomposición, náusea y hedor, disolución y tristeza. Cuesta confesar el fracaso y la derrota y el hombre y la mujer van lanzando balones fuera, hasta llegar a la serpiente, buscando culpables. ¿No es ese ya un olor de muerte? Y cuando Abel cayó tras el primer asesinato, ¿no huía Caín, errante y fugitivo? (Gn 4,14).

7. Sólo el homicida está capacitado para sentir el remordimiento del asesino. Sólo el murmurador, sólo el que cierra su corazón al pobre, o el que roba y no paga sus deudas, tiene experiencia de lo que pasa por su corazón. De momento, ha sentido la satisfacción de su pasión, de su apetito satisfecho, pero ¿y después? Se sienta o no se sienta el pecado, sea mortal, venial o falta leve, es siempre un veneno. Para sentir ese malestar, no por masoquismo, sino por sana reconocimiento de la realidad en orden a la conversión del corazón, escuchamos la palabra, y examinamos la conciencia, para detectar la espina que nos duele ¿No está nuestro mundo necesitado de la curación de Dios? "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68).

8. Pues precisamente a esto viene Jesús. A quitarnos el pecado que nos hace infelices, porque él nos quiere felices y llenos de gloria y de hermosura. Por eso, "porque el Señor ha estado grande con nosotros quitándonos el pecado, pagando él el precio de la muerte en cruz, la boca se nos llena de risas, la lengua de cantares" Salmo 125.

9. "Esta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores" Filipenses 1,4. El Apóstol nos habla de amor y de valores. El primer valor el amor, de ahí derivarán todos los otros valores: la valentía, la decisión, la generosidad, la veracidad, el sacrificio, la superación de la rutina, de la negligencia, de las asperezas y de la búsqueda de los otros valores que nos hagan salir del camino trillado y poco conquistador, rutinario y obsoleto, que nos deja quietos sin mayores inquietudes, y con la tranquilidad de no correr riesgos.

10. “Crecer para apreciar los valores”. Cuando Juan XXIII confió a su Secretario Monseñor Capovilla el plan de la convocatoria del Concilio, fue rechazado por éste: "Aún no te has despojado de ti mismo, te preocupa demasiado de que los demás pongan buena cara impidiendo que no se cumpla la empresa que el Señor sugiere o impone, y para la que pide nuestros servicios, con un abandono total en sus manos. Sólo cuando hayas puesto tu propio yo bajo los pies serás un hombre libre", fue la respuesta del Papa.

11. Juan Pablo II, buscando la mismo, será más positivo: Ante una sociedad que no percibe el mensaje de la Iglesia de manera positiva, Juan Pablo II ha reconocido que la Iglesia necesita obispos de una intensa relación con Cristo. Lo ha asegurado al recibir a un grupo de obispos franceses y a sus colaboradores de la Curia romana en Roma. En el mundo actual» «vuestra misión se ha hecho sin lugar a dudas más compleja y más delicada, en particular a causa de la crisis que tenéis que seguir afrontando». «Se caracteriza por la fragilidad espiritual y pastoral y por el clima social en el que los valores cristianos y la misma imagen de la Iglesia no son percibidos de manera positiva», reconoció. Se trata de una sociedad, añadió, en la que «reina con frecuencia una visión moral subjetivista y laxista». Los obispos tienen que afrontar esta situación en momentos en que se da una disminución de los sacerdotes y de las personas consagradas. «Independientemente de las circunstancias apostólicas», lo más importante es que los obispos estén animados en su ministerio por «la esperanza de Cristo». Para ello, «estad atentos a vuestra propia vida espiritual, arraigando vuestro ministerio en una intensa relación con Cristo, en la meditación prolongada de la Escritura y en una intensa vida sacramental». «De este modo, podréis comunicar a los fieles el deseo de vivir en unión íntima con Dios, para que afirmen su fe, de manera que juntos podáis proponer la fe a vuestros conciudadanos». «Toda misión se basa en esta relación privilegiada con el Señor».

12. Como, sin duda, se puede ser socialmente moderno siguiendo la corriente del parecer antes que el ser en busca de la imagen, a la vez que conciliarmente anacrónico, yendo a la raíz del evangelio, hemos de invocar al Espíritu Santo para que con María obre en la Iglesia la acción grande y maravillosa de Dios, que culmina con el sacrificio de la cruz de su Hijo y en los sacramentos, especialmente en el de la Eucaristía, que estamos preparando, y que él nos regala para que "lleguemos al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios".

JESÚS MARTÍ BALLESTER


30. Servicio Bíblico Latinoamericano

El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre (Baruc), cambio de camino (Isaías). Cambiar para que todos puedan ver la salvación de Dios.

En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación. Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como diadema la “Gloria” del Eterno. La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesión de su trono. Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz de Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.

Haciéndose eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: “El Señor se acuerda de ti” (5,5). Ya el segundo Isaías se había preguntado: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura? (...) pues aunque ella se olvide, yo no me olvidaré” (Is 49,15). El Dios fiel no se olvida de Jerusalén, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir “las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da” (5,1). Es la salvación que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.

¿Dónde está nuestro profetismo cristiano? El profeta no es un adivino, ni alguien que pre-dice los acontecimientos futuros. El profeta se enfrenta a todo poderío personal y social, habla desde el “clamor de los pobres” y pretende siempre que haya justicia. Obviamente le preocupa el futuro del pueblo, la situación sangrante de los pobres. Los profetas surgen en los momentos de crisis y de cambios para avizorar una situación nueva, llena de libertad, de justicia, de solidaridad, de paz.
La misión del profeta cristiano es cuestionar los “sistemas” contrarios al Espíritu, defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar esperanzas en situaciones catastróficas y promover la conversión hacia actitudes solidarias. Tiene experiencia del pueblo(vive encarnado) y contacto con Dios (es un místico), y de ahí obtiene la fuerza para su misión. Por medio de los profetas, Dios guía a su pueblo “con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9). El profeta “allana los caminos” a seguir.

En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia.

Juan Bautista, profeta precursor de Jesús, fue hijo de un “mudo” (pueblo en silencio) que renunció al “sacerdocio” (a los privilegios de la herencia), y de una “estéril” (fruto del Espíritu). Le “vino la palabra” estando apartado del poder y en el contacto con la bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el desierto (donde sólo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes habitan los ídolos) para desenmascararlos. La palabra profética le costó la vida a Juan. Su deseo profético es profundo y universal: “todos verán la salvación de Dios”. La salvación viene en la historia (nuestra historia se hace historia de salvación), con una condición: la conversión (“preparad el camino del Señor”). ¿Qué debemos hacer para ser todos un poco profetas?

La invitación de Isaías, repetida por Juan Bautista y corroborada por Baruc, nos invita a entrar en el dinamismo de la conversión, a ponernos en camino, a cambiar. Cambiar desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para “aquilatar lo mejor” (Flp 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos las exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro “llenos de los frutos de justicia” (1,11).

Esa renovación desde dentro tiene su manifestación externa porque se “abajan los montes”, se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso (Bar 5,7). Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvación llegue a todos. La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: “los hijos reunidos de Oriente a Occidente” (Bar 5,5). Convertirse entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios.

Adviento debe ser el tiempo fuerte para nuestra transformación, para nuestro encuentro con Dios, con ese Dios hecho Ser humano para salvarnos, para meterse muy dentro de lo nuestro.

Dejémonos impregnar por la gracia de este acontecimiento que se nos aproxima, dejemos que estas celebraciones de la Eucaristía y de la liturgia de estos días nos ayuden a profundizar el misterio que estamos por celebrar.

Unidos en la esperanza caminamos juntos al encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo, Él camina con nosotros señalando el camino porque “Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su Gloria, con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9).

Para la revisión de vida
-Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos...¿qué caminos torcidos hay en mi vida? ¿Qué es lo que El quiere que yo enderece en mi vida personal? Y, ¿sobre qué caminos torcidos de la sociedad puedo y debo influr para enderezarlos?

Para la reunión de grupo
- ¿Cuales son los grandes caminos torcidos hay en la sociedad de hoy, las causas más influyentes en el malestar de esta sociedad muncial conmocionada por la inseguridad, la tensión, el terrorismo?
- ¿Qué caminos se puede construir para la esperanza en esta sociedad? ¿Cómo enderezar caminos para que llegue más expedito el Reinado de Dios?
- ¿Cómo vive este tiempo inmediato a la Navidad el común del pueblo?
- Se dice que "cambió el paradigma", y "ya no estiempo de profetismo, sino de sabiduría", ya no es tiempo de denuncias, sino de exilio y de contemplación… ¿Estamos de acuerdo? ¿Por qué?
- Comentar: la misión del Bautista como precursor de Jesús y la misión de los cristianos hoy como preparadores de los caminos de Dios en un tiempo de pluralismo religioso. ¿Qué ideas u opiniones tenemos acerca de la conversión?

Para la oración de los fieles
- Para que en este tiempo de Adviento, alimentemos nuestra esperanza y la de los demás, dando testimonio concreto, con nuestro compromiso, de que el mundo puede cambiar y de que la esperanza es posible, roguemos al Señor.
- Para que no nos falten profetas en este desierto en el que se dice que ya pasó la hora del profetismo y sólo es hora de "sabiduría silenciosa"...
- Por todos los que tienen vocación de profecía, para que la secunden y no nos priven de ese don de Dios que a todos nos pertenece...
- Por todos los que gritan y claman proféticamente: para que no se cansen, aunque se sientan "voz que clama en el desierto"...
- Ante el aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, oremos por la sociedad civil, para que cada vez cale más en ella una conciencia de su obligatoriedad, su necesaria observación y complimiento, su mundialización…
- Por el mundo entero, para que demos pasos hacia un mundo donde sean efectivos todos los derechos humanos...

Oración comunitaria
Oh Dios Padre y Madre, que hiciste a Juan Bautista preceder a tu hijo Jesús, anunciándolo y clamando por la conversión; haz que también nosotros seamos siempre "precursores" de tu Hijo, enderezadores de los caminos por los que cada día estás queriendo vinir a nosotros, Él, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Oh Dios de todos los pueblos, que has enviado a lo largo de los silgos mensajeros, profetas y precursores tuyos para todos los pueblos; te pedimos que nosotros los cristianos reconozcamos tu presencia en todos ellos, y nos alegremos de tu acción constante y callada en todos los pueblos y en todas las religiones, hasta el día en que llegue el Adviento de tu Reinado para todos los seres humanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, nuestro hermano mayor. Amén..


31 JOSÉ ANTONIO PAGOLA      SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

DIOS TIENE ALGO QUE DECIR

ECLESALIA, 06/12/06.- Hacia los años 28/29 de nuestra era, apareció en la escena de Palestina un profeta de Dios, llamado Juan, que recorría la comarca del Jordán «predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados». Así describe el hecho el evangelio de Lucas.

Aparentemente todo está en orden. Desde su refugio en la isla de Capri, el emperador Tiberio gobierna las naciones, sin necesidad de movilizar sus legiones. Imitando a su padre, Antipas va construyendo su pequeño «reino». Desde Cesarea, el prefecto Pilato rige con dureza la región de Judea.

En Jerusalén todo discurre con relativa paz. José Caifas, sumo sacerdote desde el año 18, se entiende bien con Pilato. Ambos logran mantener un difícil equilibrio que garantiza los intereses del imperio y los del templo.

Pero, mientras todo «marcha bien», ¿quién se acuerda de las familias que van perdiendo sus tierras en Galilea?, ¿quién piensa en los indigentes que no encuentran sitio en el imperio?, ¿adónde pueden acudir los pobres si desde el templo nadie los defiende? Allí no reina Dios sino Tiberio, Antipas, Pilato y Caifás. No hay sitio para nadie que se preocupe de los últimos.

Ante esta situación, Dios tiene algo que decir. Su palabra no se escucha en la villa imperial de Capri. Nadie la oye en el palacio herodiano de Tiberíades ni en la residencia del prefecto romano de Cesarea. Tampoco se deja oír en el recinto sagrado del templo. «La Palabra de Dios vino sobre Juan, en el desierto».

Sólo en el desierto se puede escuchar de verdad la llamada de Dios a «cambiar» el mundo. En el desierto las personas se ven obligadas a vivir de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo. No es posible vivir acumulando cosas y más cosas. Nadie vive de modas y apariencias. Se vive en la verdad básica de la vida.

Ésta es nuestra tragedia. Instalados en una sociedad que para nosotros «va bien», disfrutando de una religión que da seguridad, nos vamos desviando de lo esencial. Nuestro bienestar está «bloqueando» el camino a Dios. Para cambiar el mundo hemos de cambiar nuestra vida: hacerla más responsable y solidaria, más generosa y sensible a los que sufren.