COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
2 P 3, 8-14

 

1. PARUSIA/ACELERAR:

Escrita muy probablemente a finales del s. I o primeros años del II, este escrito es casi seguro el más reciente del NT. Su atribución a Pedro es, por tanto, dada la fecha probable de su composición y su contenido, pseudonimia.

Esta fecha tiene interés para hacerse cargo de pasajes como el presente donde se trata básicamente del retraso de la parusía y venida del Señor. Para este tiempo los cristianos han comprendido que el Señor no viene tan a las inmediatas como habían imaginado las primeras comunidades o algunas de ellas por lo menos. Ello daba lugar a escepticismos o ironías contra las que habla el autor de esta carta.

El Señor va a venir. Esto es cierto. Además de llegar para cada uno individualmente de muchas maneras y, sobre todo, en la muerte, llegará para todos. Su obra no está terminada y hemos de vivir con la esperanza y alegría de que se complete, cooperando para ello. El hecho de que se dilate nuestra vista es porque lo miramos desde nuestra perspectiva humana. Pero en Dios las cosas son de otra manera.

Es bellísimo el pensamiento de la vida justa: acelera la venida del Señor. Lejos de tener miedo a este fin, un cristiano habría de desearlo, pues se trata del triunfo total y definitivo del Señor Jesús. Cielos nuevos y tierra nueva en que habite la justicia. Que se puede ir preparando desde ahora mismo.

En cambio, la escenografía apocalíptica (vv. 10/12) puede uno dejarla de lado. Es puro vehículo coyuntural del tiempo.

Hoy día, actitudes como la de los destinatarios no son tan infrecuentes. Nos olvidamos de que el Señor viene, está viniendo y va a venir. Se nos pueden aplicar los textos de este escrito.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1987/02


2. /2P/LIBRO  PARUSIA/MUNDO-NUEVO 

La segunda carta de Pedro parece que la debemos, según coinciden la mayoría de los comentaristas, a un autor de época posterior, y es quizás el último escrito de la Escritura. En todo caso, nuestro texto responde a la preocupación de bastantes grupos cristianos por el hecho de que la parusía, inicialmente esperada como algo inminente, parecía que no tuviera que realizarse. La respuesta del autor de la carta consiste en atribuir el retraso a la paciencia de Dios, que quiere dar a todos tiempo para la conversión. Pero al mismo tiempo contiene la afirmación de que el día del Señor y el fin del mundo tendrán lugar, y lo explica poniendo en juego todas las expresiones, símbolos y creencias de la apocalíptica de la época, con un vocabulario que recuerda el del discurso escatológico del evangelio. Y la finalidad de la desintegración del mundo es clara: Dios instaurará un mundo nuevo, que no puede describirse, sino afirmarse solamente: "Un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia".

Ante este hecho, el autor recuerda lo mismo que recordaba Jesús: hay que vivir de modo que cuando aquel día llegue, nos encontremos a punto. "Hacer todo lo posible para que venga pronto" significa esto: aproximar la vida en el mundo a lo que será el Reino.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1978/22


3. MUNDO/NUEVO. ESCATOLOGÍA. ESTA ES LA PROMESA ESCATOLÓGICA FUNDAMENTAL: HE AQUÍ QUE YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS:Ap 21.5
MUNDO/FIN: EL FIN NO SERA LA DESTRUCCIÓN SINO UNA REALIDAD NUEVA. ESA REALIDAD SORPRENDENTE EN LA QUE SUEÑAN TODOS LOS QUE VIGILAN.

v. 9:El autor responde a los incrédulos que se burlan de la venida del Señor, tantas veces anunciada y que no acaba de llegar; pero esa demora es también un problema para los fieles. No debemos olvidar que Dios es eterno y que su grandeza trasciende todas las medidas humanas, que para él un día es como mil años, y mil años como un solo día; esto es, que Dios no siente la premura, él, que puede hacerlo todo en un instante. Si Dios tarda, no es porque le cueste mucho cumplir lo que promete.

Es porque tiene misericordia y da tiempo a los que necesitan tiempo para convertirse. Así que Dios es grande y su misericordia infinita, su amor a los hombres inagotable (cf. Ex 34. 6). Lo que a nosotros nos parece tardanza no es otra cosa que paciencia y misericordia con los pecadores, pues "Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva". 

v. 10: Sin embargo, los hombres no debemos abusar de tanta misericordia y perder el tiempo que Dios nos da para convertirnos. Pues lo cierto es que el día del Señor llegará cuando menos se piense, repentinamente, como llega un ladrón sin pasar aviso. Hay que vigilar en todo momento.

v. 12a:No sólo debemos esperar vigilantes el día del Señor, podemos también y debemos anticiparlo; pues, si Dios tarda para que nosotros nos convirtamos, nuestra conversión acelera su venida. Claro que esa conversión debe acreditarse como una profunda transformación del mundo, en que vivimos.

v. 13:El fin no será la destrucción y la nada, sino una realidad nueva. Porque está más allá de cuanto nosotros podemos hacer e incluso pensar, porque es la realidad sorprendente en la que sueñan todos los que vigilan. La promesa escatológica fundamental es ésta: "He aquí que yo hago nuevas todas las cosas" (/Ap/21/05). En la plenitud final del banquete de la vida, de la "nueva vida", habrá un "vino nuevo" (Mc 15. 25), y un "nombre nuevo" para los vencedores (Ap 2. 17; 3. 12), y un "canto nuevo" (Ap 5. 9; 14, 3) para celebrar la victoria, y una "nueva Jerusalén" (Ap 21. 2)...; habrá "una nueva tierra y un nuevo cielo".

Y la gran novedad será que, al fin habitará la justicia sobre la tierra. Los profetas llamaron "justo" al Mesías prometido, pues de él se esperaba la justicia (23. 5ss; Jr 23. 5; Za 9. 9; Sb 2. 18). En el NT se dice que Jesús es el "Santo" y el "Justo" (Hch 3. 13ss; 7. 52). Este Jesús, que con su primera venida hizo posible la justicia (Mt 5. 6; Rm 3. 21), la establecerá definitivamente cuando vuelva con poder y majestad (Hch 17. 21; Ap 19. 11). Entonces todo será como Dios quiere: "un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia".

EUCARISTÍA 1987/56


4.

v. 12a:No se puede esperar el amanecer del Reino con realismo cuando no se colabora en la construcción del presente. Por eso el hombre de fe pide a Dios no anclarse en el presente, trabajando con ahínco en él para llegar al futuro pleno para todo hombre. v. 13:Los cielos nuevos han comenzado ya a existir con el triunfo de Jesús resucitado y la tierra nueva también empieza a nacer con el triunfo de Jesús y la obra del creyente unido a él (cf. Ap 21. 1). Son maneras muy peculiares de describir la existencia cristiana que constituyen lo básico del programa de los que siguen a Jesús. El trabajo cristiano, cuando se realiza en esta línea, viene a demostrar que esto es algo más que una utopía cualquiera.

EUCARISTIA 1978/57


5. D/PACIENCIA.

Este pasaje, redactado al menos unos cincuenta años después de la resurrección, se sitúa claramente al término de la era de la Revelación; pues bien, la predicación de los apóstoles se había centrado en torno a la promesa de Cristo de volver... Algunos fieles comenzaban a dudar: ¿No está siendo infiel a su promesa? (2 Pe 3, 4).

Entonces, ¿para qué someterse a las exigencias evangélicas? (2 Pe 2, 15, 21; 3, 13). La respuesta del autor es muy enérgica: él ha sido testigo de la Transfiguración, signo precursor de la vuelta de Cristo (1, 16-21); su testimonio es, pues, superior a todas las invenciones de los falsos doctores (2, 1-22). Por otro lado, puede responder a sus objeciones: el fin del mundo es tan indiscutible como el diluvio (3, 5-7); si se retrasa es porque, en primer lugar, Dios no tiene la misma noción del tiempo que el hombre (3, 8). a) La lectura litúrgica comienza por aportar una nueva razón para el retraso de la Parusía: Dios es paciente y espera que se convierta el mayor número posible de pecadores (v.9). 2 Pe echa así las bases de lo que hoy se llama teología de las dilaciones.

Habiendo escogido el sistema de salvar a la humanidad mediante la encarnación, Dios se encuentra automáticamente obligado a tomar en consideración al hombre, su crecimiento y su caminar, las dudas de su libertad. No salva al hombre sin el hombre, no le cura sin la fe, no concede su filiación sin conversión.

Como todo es encuentro y diálogo, Dios se toma el tiempo necesario para convencer a su interlocutor y para inducirle a compartir su punto de vista y su vida (cf. Sab 11, 23-26; Ez 18, 23). Lección importante exigida por la ley de la encarnación y que la Iglesia está siempre expuesta a olvidar cuando sacramentaliza sin previa iniciación o transforma su misión de diálogo y de mediación en un monólogo de sabor monofisista. (...).

La Eucaristía es, además, el sacramento de la paciencia de Dios y el remedio de nuestra tolerancia. Dios "tarda, efectivamente, en venir", simplemente porque ama al otro en toda su originalidad; comprendidos en ella su pecado y su repulsa.

Ahora bien, es preciso mucho tiempo para conocer al otro y comprender la originalidad irreemplazable de la piedra que puede aportar a la edificación del Cuerpo de Cristo. Jesús ha esperado al otro hasta más allá de la muerte. Por esta razón, la tolerancia cristiana se nutre del recuerdo de la paciencia de Cristo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 69


6.

El autor responde a los incrédulos que se burlan de la venida del Señor, tantas veces anunciada y que no acaba de llegar; pero esa demora es también un problema para los fieles. No debemos olvidar que Dios es eterno y que su grandeza trasciende todas las medidas humanas, que para él un día es como mil años, y mil años como un solo día; esto es, que Dios no siente la premura, él, que puede hacerlo todo en un instante. Si Dios tarda, no es porque le cueste mucho cumplir lo que promete.

Es porque tiene misericordia y da tiempo a los que necesitan tiempo para convertirse. Sin embargo, los hombres no debemos abusar de tanta misericordia y perder el tiempo que Dios nos da para convertirnos

No sólo debemos esperar vigilantes el día del Señor, podemos también y debemos anticiparlo; pues, si Dios tarda para que nosotros nos convirtamos, nuestra conversión acelera su venida.

EUCARISTÍA 1993/55


7.

Es posible que la segunda carta de Pedro sea el texto más tardío de la Biblia, escrita por algún discípulo de Pedro, preocupado por cierta sensación de desconcierto que vivían los cristianos con los que se relacionaba. El autor quiere animarles a mantenerse fieles en el tiempo de espera de la venida del Señor, y sobre todo a no desconfiar de esta venida: parece que algunos, ante el retraso, empezaban a decir que la segunda venida no tendría lugar.

El texto de hoy, casi al final de la carta, refuerza, con la imaginería propia de la época, la fe en la venida definitiva del Señor, e invita a vivir de acuerdo con esta espera. Es de notar que habla de "apresurar la venida del Señor", que es una forma de afirmar que el creyente también contribuye a hacer realidad y acercar la plenitud del Reino.

En definitiva, todo conduce a la esperanza de "un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia".

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993-15


8.

La llamada «Segunda Pedro» es el escrito más moderno del NT, compuesta probablemente a comienzos del siglo II. Lo cual, de pasada indica que sería ridículo creer que la escribió San Pedro, muerto casi cincuenta años antes.

Es importante tener en cuenta la fecha de composición de la carta para comprender un pasaje como éste, que trata básicamente del retraso de la parusía, de la segunda venida de Cristo. Porque en estos tiempos ya se había extendido la convicción de que las cosas no iban a ir tan deprisa como habían pensado los primeros cristianos y que había que prepararse para vivir indefinidamente en este mundo, tanto cada persona como cada generación.

Curiosamente esa convicción había supuesto una desilusión para algunos y hasta una desmotivación.

El autor del escrito afirma, para corregir esas actitudes algo esencial: el Señor va a venir. Esto es cierto. Para cada uno individualmente en su muerte de manera especial. Y también para todos. Para Dios el tiempo no existe y tiene paciencia. Esta segunda afirmación quizás no valga mucho para animar a la gente a vivir bien; es más importante la esperanza y la afirmación de la voluntad salvífica universal (v. 9).

La parafernalia apocalíptica usual en la época en algunos ambientes es simplemente eso: parafernalia. No es correcto creerse esos detalles de la desintegración del mundo, del fuego, etc. como si fueran predicciones exactas de lo que va a ocurrir. Es más, todo ello puede distraer del punto esencial: esperanza, actividad, cielo nuevo y tierra nueva en que habite la justicia, acción para hacer que eso se acelere... El resto: la desilusión de los cristianos de entonces al ver que no termina tan pronto el mundo, el desánimo, de ellos y de nosotros, la curiosidad o falta de atención a lo fundamental... todo eso ha de superarse. En todo caso, habríamos de esperar esperanzados este final feliz, aunque tarde; y para cada uno no tarda tanto.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1993/02


9. /2P/03/01-10

En el fragmento de hoy, el autor rechaza la engañosa seguridad en que descansan los falsos maestros, que viven según sus pasiones. Da una voz de alerta, y en los dos primeros versículos resume lo que ha expuesto en el capítulo primero: firmeza en el conocimiento genuino, que proviene de los apóstoles, sobre el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo. Los falsos profetas, impostores llenos de sarcasmo, que han sido descritos en el capítulo segundo, niegan el poder del Señor; sus razones se pueden resumir en esta pregunta: «¿En qué ha quedado la promesa de su venida?» (v 4). La respuesta del autor ocupa los versículos 5-10. Esa dificultad es ya antigua, de hecho, la encontramos arraigada en el entendimiento del ser humano, que aparece desde el principio en la Biblia enfrentado al problema de cómo conocer el bien y el mal. Job cree en Dios, posee el "temor de Yahvé" tal como lo presentan los dos libros sapienciales; por eso es justo; sin embargo, quiere conocer el porqué de sus sufrimientos. La respuesta que da el autor es también constante en la Biblia: hay que confiar en la palabra del Señor y no tentarlo exigiendo que la cumpla.

Es la respuesta que da Jesús en la tentación del pináculo del templo (Mt 4,6-7). Dios es el creador del cielo y la tierra, y todo se sostiene por su palabra. El bautismo de Jesús es con Espíritu Santo y fuego (Mt 3,11-12), y quien no resista este fuego será destruido el día del juicio (1 Cor 3,13). Entre tanto, Dios no tiene prisa; para él no cuenta el tiempo; cuentan, en cambio, las personas; por eso concede un margen para la conversión.

Una reflexión serena sobre la paciencia de Dios podría ser útil en medio de las prisas del mundo actual. Una promesa hecha a Abrahán tarda muchos años en cumplirse, y su realización pasa por diversos estadios. Si nos cansamos de esperar, podemos terminar por forjarnos dioses falsos, como el pueblo de Israel mientras esperaba el decálogo.

J. MAGÍ
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 354 s.


10. /2P/03/11-18

Este último fragmento de la segunda carta de Pedro contiene una llamada a la santidad, una exhortación final y una doxología. Pero ni la llamada a la santidad ni la exhortación hacen otra cosa que volver sobre los aspectos que más interesan al autor con respecto al tema central que lo ha movido a escribir: la venida final del Señor. Es evidente que también aquí usa ciertos clisés literarios sobre las postrimerías: «Ese día incendiará los cielos, hasta desintegrarlos, atrasará los elementos hasta fundirlos» (v 12). Sin embargo, el elemento que el autor quiere retener y subrayar, porque le parece acorde con la revelación, no es precisamente el terror de la destrucción, sino «el cielo nuevo y la tierra nueva»: «Ateniéndonos a su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia» (13). El autor está seguro de ello porque Is 65,17 y 16,22 lo habían anunciado ya; por eso los cita.

Tampoco se muestra original el autor de 2 Pe cuando exhorta a los suyos a «esperar y apresurar la llegada del día del Señor» (2 Pe 3,12). Por una parte, con estas palabras el autor se hace eco de la plegaria anhelante de toda la Iglesia primitiva por la venida del Señor. Por otra, también el judaísmo creía que los pecados de la comunidad podían retrasar la llegada gloriosa del Señor. De ahí que el autor pida apresurar el retorno del Señor. La verdadera originalidad del mensaje de 2 Pe reside en el espíritu con que desea que se espere al Señor: «en paz» (14). Si el Señor tarda y se hace esperar, ¿no es precisamente para salvar a todos? «Tened la paciencia de nuestro Señor para la salvación» (15). El Señor «no quiere que nadie se pierda» (9).

Para el autor de 2 Pe, no podremos crecer en el conocimiento y la gracia de nuestro Señor Jesucristo (18) si nos limitamos a creer con nuestra inteligencia que el Señor vendrá. La fe en la venida del Señor Jesús ha de ser plena, por tanto, debe incluir la confianza en la persona del Señor Jesús, que viene a dar a todos «un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia».

J. MAGÍ
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 355 s.


11.

Ahora el que levanta la esperanza es el segundo Pedro. Ahora el pueblo no se hallaba desterrado, sino desencantado e impaciente. Esperaban para ya mismo la segunda venida del Señor. Este Pedro volverá a hablarles de paciencia, de esperanza y de vigilancia.

-- ¡Que paciencia se necesita! Pero más paciencia tiene Dios con nosotros: por eso, si aparentemente tarda en cumplir su promesa, es «porque no quiere que nadie perezca». Aparte que la tardanza es solo aparente, porque el tiempo siempre es relativo, y corre más deprisa o más despacio según las circunstancias.

--Esperanza. Aunque haya mil o dos mil años, «el día del Señor llegará». Y cuando llegue el Señor, todo será renovado, no apocalíptica sino escatológicamente, no catastrófica sino optimistamente: «Esperamos un cielo nuevo...». Esta feliz expresión recoge todos nuestros sueños y utopías. ¡Cómo añoramos este mundo, la verdadera tierra prometida! Así que «esperad».

-- Vigilancia. No sólo para que «Dios nos encuentre» preparados, «inmaculados e irreprochables», sino para que, con nuestro esfuerzo vigilante, «apresuremos la venida del Señor». Pero ¿es que depende de nosotros? Sí, cuando deseas ardientemente esta venida, cuando trabajas por la justicia, cuando vives en el amor, estás apresurando la venida del Señor; o mejor, cuando haces todo eso, ya llega el día del Señor, ya empieza el mundo nuevo.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
ADVIENTO Y NAVIDAD 1990.Págs. 51


12. PACIENCIA/ESPERANZA 

Paciencia y esperanza. Son dos virtudes que se necesitan mutuamente, y mutuamente se engendran y se sostienen. La paciencia es impensable sin una esperanza en el horizonte. La esperanza alegra y dinamiza la paciencia, llevándola hasta límites insospechados. Dios, por ejemplo, «tiene mucha paciencia con vosotros», porque espera «que nadie perezca». Tengamos también paciencia nosotros, sin límites, y crezca nuestra esperanza también sin límites hasta que consigamos «un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia». El tiempo no importa -un día o mil años-, lo que importa es la intensidad y la calidad: esperemos confiando en «la promesa del Señor», esperemos con «una vida santa y piadosa», esperemos siendo «inmaculados e irreprochables». Este tipo de esperanzas no sólo consigue lo que desea, sino que adelanta lo esperado: «Apresurad la venida del Señor». Diríamos que en la misma esperanza ya está el Señor. En toda esperanza hay algo de la realidad deseada.

CARITAS
VEN...
ADVIENTO Y NAVIDAD 1993.Págs. 43 s.

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